Beatriz 13

Vencí a Braulio, le quité tanta vida que es probable que muera, pero no me importa, pues de ahora en adelante estaré preparada para lo que venga. FIN de la serie. (Autosatisfacción).

Beatriz

Capítulo XIII

Braulio cayó de espaldas, inerte y laxo, lo recuerdo muy bien, como si hubiese sido en cámara lenta. Benny reaccionó entonces, me tomó con fuerza del pelo y me gritó que lo dejara. Fue lo último que me gritó, pues como un rayo algo entró a por la ventana, rompiéndola en mi pedazos. Reconocí inmediatamente a la enorme "Pantera", enfundada en un traje de cuero negro. Como una ráfaga se le fue encima, lo tomó de los hombros y lo lanzó contra una ventana como un bulto lanzado lejos, atravesándola.

Después los recuerdos se me hacen más borrosos, como imágenes pasadas en cámara lenta y por cuadros, y yo como la espectadora. Oí una fuerte detonación, luego vi el suelo pintado de rojo, más tarde me vi avanzando, pero no por mis propias piernas, alguien me llevaba en brazos. Lo que si recuerdo bien es a Gisel, que iba junto a mi pero en otros brazos. La pobre niña estaba medio muerta y llorando a mares del miedo. Pero si recuerdo perfectamente qué fue lo que le dije:

Tranquila niña, tranquila… ahora el Amo soy yo

. . . . .

Abrí los ojos sobre mi cama, estaba mareada y me ardía el sexo. Trabajosamente me puse de pié, recuerdo que iba como volando hacia la puerta, no sentía mis pasos, estaba ida y extrañamente tranquila. Entonces lo recordé todo, el dolor, la humillación y la vergüenza. No recordaba como regresé ni si alguien me vio entrar, seguro me trajeron Hilda y Vorandemur quienes. Entonces caí en la cuenta que ya era de día y que estaba vestida con un camisón y sin rastros de semen.

Como una autómata tomé una toalla y me fui al baño, me desvestí y me metí rápido. Si, ya estaba bañada pero no me sentía limpia, la vergüenza que siente una mujer luego de ser ultrajada como lo fui yo es demasiada. Abrí el grifo y dejé correr el agua tibia y refrescante sobre mi magullado cuerpo, lleno de moretones y marcas feas. No sabía qué hacer, qué decir, con quién ir. No quería que nadie que me conociera supiera lo que me había pasado, me daba tanta vergüenza. Tenía mi cuerpo todo marcado, en mi cuello aun estaba el enrojecimiento dejado por las manos de mi violador, además de sus besos y chupones. Igual estaban mis pechos y me dolía mucho la vulva.

No podía pensar con claridad por más que lo intentaba, mi mente estaba volando, perdida en un mar de sensaciones y emociones. Además, me preocupaba mucho la sustancia que me inyectaron, temía que fuera algún veneno o algo que pudiera causarme alguna enfermedad. Y efectivamente era un líquido destinado a enfermarme, pero no sabía bien como

Mi cuerpo estaba como alterado, me sentía extraña, aquella sensación de cosquilleo que sentí antes que me secuestraran aun no se iba, pero ahora se alojaba en mis partes íntimas. También sentía una considerable cantidad de flujos allí dentro, supongo que era lo que más me confundía. Instintivamente me llevé una mano y comencé a tocarme para ver qué era eso o tratar de quitarme esa sensación rascándome. Lo hice muy suavemente, temía estar más lastimada de mis partes de lo que pensaba, pero en vez de eso me encontré con un fuerte estremecimiento.

Mi piel sonrosada se erizó y se puso como de gallina, los pezones se me se pusieron duros, ¿qué me estaba pasando? El cosquilleo que llevaba en las ingles apareció en mis senos, sobre todo sobre las aureolas, me estaba calentando y no sabía por qué, ¿qué fue lo que me hicieron? Aumenté la presión del agua fía para tratar de tranquilizarme, pero no podía, por más que trataba no lograba controlar esa tremenda excitación. Mi mente era un hervidero peor que hacía unos minutos, ahora mi juicio luchaba por sacar de ella imágenes del pasado que solo me ponían peor.

Por ejemplo, recordé mi noche de bodas al lado de mi amado Fer, la forma en que me tocaba, su cuerpo desnudo junto al mío con ese enorme pene excitado entre sus piernas. Recordé otras noches de pasión loca, en las me le entregué una y otra vez, haciéndome gozar y gozando él conmigo. Lo recordé prendido de mis pezones, le encantaba chupármelos, o yo asida de su pene, lamiéndoselo y succionándolo con frenesí y amor. Recordé también mis experiencias previas, los hombres con los que compartí la intimidad. Los recordé poseyéndome, haciéndome su mujer.

"¡No!" gemí, abriendo los ojos y tratando de volver a la realidad, no me di cuenta de a qué hora me agarré los senos con una mano y el sexo con otra. Me solté y apoyé mis palmas contra el azulejo de la pared, tratando de respirar profundo y despacio, tratando de calmar mi agitación, no era una cualquiera para estarme pajeando pensando en esas cosas, menos en momentos como estos. No pude, talvez Vorandemur tenía razón y yo era como él o como mi padre, quizás si era una perra.

La calentura obnubilaba mi lucidez y me mandaba de regreso a mis recuerdos, lo que hacía que mi mente y mi corazón se acelerasen considerablemente, lo mismo que mi respiración. La comezón se me hacía insoportable, sentía que el cosquilleo, en vez de disminuir y aliviarse, solo se hacía mayor y se hacía acompañar de una agradable sensación que parecía estarme haciendo un silencioso llamado a continuar más allá. Ya no lo pude soportar más, apenas puse mi mano en mi vulva sentí una fuerte corriente eléctrica que de nuevo me puso la piel de gallina. Y apenas incursione con mis dedos dentro de mi ardiente gruta, note como se iban mojaron por completo con mis calientes y abundantes fluidos íntimos. Encontré mi clítoris estaba muy inflamado y cuando me lo toque me transmitió un placer tremendo que me consumió entera.

Ya no me interesó en lo más mínimo saber qué era lo que me estaba sucediendo, la necesidad de placer era tan atroz y era tan rico tocarme y acariciarme, que me abandoné y seguí con mis manoseos. Me di cuenta que todos mis sentidos estaban especialmente sensibles, cada roce que me daba lo sentía aumentado en 10. Acomodé mi otra mano sobre mis pechos, rozándolos, apretándolos y acariciándolos, poniendo especial atención en mis pezones, que ya estaban muy duros y erectos. Mi otra mano continuaba restregando incansablemente mi hinchada, jugosa y tierna vulva, que continuaba manando sus viscosos y abundantes líquidos, me impresioné mucho de la abundancia de estos.

No me di cuenta de cuándo fue que comencé a menear las caderas y a meterme los dedos dentro, sacándolos y metiéndolos como si nuevamente me estuvieran poseyendo. Pero si recuerdo que separé ansiosamente los carnosos y jugosos labios de mi vagina e inicié una vigorosa frotación, desplazando mis dedos por encima de mi engrosado y excitado clítoris. Rápidamente la presión y la velocidad de mis movimientos aumentaron considerablemente, mi respiración y mi corazón se agitaban y mi piel ardía, a pesar de estar bajo los fríos chorros de la regadera. Cerré los ojos en ese momento y apreté las mandíbulas, todo se me nubló, mi cuerpo se tenso y sentí un indescriptible placer que nacía en mi vagina y se extendía por cada poro de mi cuerpo.

¡¡¡¡¡GGGGGMMMMMMMMMAAAAAARRRRRRRGGGHHHHHH!!!!!

Grité de placer y caí sobre el frío piso agotada, trémula y jadeante, había conseguido el orgasmo más intenso de mi vida y había sido extraordinario, fenomenal, formidable… sucio, denigrante, humillante, vergonzoso, excitada por obra de algún poder sucio y malsano de ese hijo de puta que me abusó. Me sentía tan mal, tan sola y tan sucia, jamás en mi vida me imaginé llegar hasta donde estaba, y heme ahora, sentada bajo la fría ducha y apoyada contra la pared, aun sin poder separarme de mi sexo al rojo vivo ni de mi busto ávido de más caricias

Salí envuelta en una toalla y me encontré con Ixcamil, que ya iba a preparar el almuerzo, junto a ella estaba Hilda, que me saludó como si nada… pero con una sonrisita cínica que yo sabía bien a qué venía:

¿Cómo siguió señora? – me preguntó Ixcamil.

Bien… bien… ya un poco mejor

No se debería haber bañado… ¡se puede poner peor! – agregó.

Si, si… ya sé… pero necesitaba bañarme… – en ese momento volteé a ver a Hilda, que aun me sonreía – y… Ixca… ¿todo anda bien? – pregunté a mi ama de llaves, aparentando toda la normalidad que pude.

Si seño… ya hice el desayuno y ahorita me iba a poner a hacer el almuerzo. Solo en el oficio estoy un poco atrasadas, pero no mucho

¿Y Gisel? – pregunté con temor.

Ella está durmiendo en su cuarto… se sentía muy mal también.

¿Y… te dijo en donde estuvo anoche?

Si… ¡pobrecita! – tragué saliva – ¡Qué injusto que tenga que pasar por esas cosas! – agregó.

¿Qué cosas niña?

Que sus papás la vinieron a buscar anoche… ¡pero solo para pegarle, viera como la dejaron, por eso regresó tarde la pobre!

¿La viste entrar?

No seño… yo ya estaba dormida… pero la fui a buscar en la mañana a su cuarto y me lo contó todo… – respiré tranquila, mi inocente ama de llaves no sabía nada.

Bueno… bueno… andá a la cocina pues… más tarde te acompaño… aun no me siento bien.

Vaya señora… se cuida… ¡Ah, y mire, Don Jorge la quiere venir a ver por la tarde… me dijo que le dijera que está enojado con usted porque no le contó que estaba malita.

¡Ah!… el Jorgito… va, decile que lo espero con un chocolate bien caliente… – la joven se dio la vuelta y se alejó, solo se quedó Hilda, que había estado totalmente en silencio.

Bueno señora… – dijo acercándoseme – ¿y ya decidió? – no me moví ni un paso, viéndola a los ojos fijamente y con cara de pocos amigos.

¿Cómo llegamos? – le pregunté.

En el vehículo de mi Amo… yo la entré a su habitación y también a Gisel

¿Vos nos vestiste? – asintió sonriéndome, mientras me pasaba suavemente un dedo por mi mejilla – ¿E Ixcamil, seguro no se dio cuenta?

De nada señora… mi Amo es muy bueno para manipular mentes

¿En dónde está? – pregunté, apartando su manos que ya quería bajar más de la cuenta.

En donde usted lo quiera ver

Volteé hacia todos lados, asegurándome que no hubiese nadie, y me dirigí al sótano, seguida de cerca por Hilda. Abrí la puerta y entré, bajé las gradas y me quedé allí de pié. Nuevamente era mi viejo, polvoriento, desordenado y tétrico sótano de siempre.

¡Vorandemur, aparezca ya! – lo llamé.

Beatriz

¡¿Qué me pasó anoche, quien me rescató, dónde están los violadores?! ¡¿Y Gisel?! ¿Qué me está pasando que no logro tranquilizarme?, ¡estoy caliente como perra y por más que trató no logro relajarme! – le solté.

Beatriz, ella está bien, no se preocupe, ya mi esclava le dio muchas respuestas… y sobre sus atacantes, pues esos pobres infelices tardarán en recuperase, los dejó muy lastimados

¿Y esta calentura qué?

Bueno, anoche usted absorbió una cantidad de energía enorme, eso la ha mantenido muy caliente. Aparte Braulio le inyectó una sustancia con un poderosos efecto afrodisíaco… me temo que tardará un poco en pasársele. – me tranquilicé un poco – Mi señora, debo decir que estoy muy impresionado por su desempeño de anoche

¡Hijo de puta, ¿por qué dejó que me pasara esto?! ¡Creo que si de verdad quería que aceptara su propuesta no debió dejar que eso me pasara… por lo menos para quedar bien conmigo!

Mi señora, yo no hago que las cosas pasen, el destino es insondable y lo tenemos que tomar como venga… además, no estoy acostumbrado a rogar… – hice una pausa, luego continué.

Braulio va a regresar por mi, ¿verdad?

Si, si es que sobrevive, usted absorbió demasiada de su energía.

Bueno… pues entonces voy a estar lista para cuando venga… y usted me va a ayudar

Pero señora, ¿para qué va a ir en busca del peligro?

El peligro ya me encontró sin que lo tuviera que buscar… – le dije, se quedó callado, se que no era común que él se quedara callado – ese hombre va a regresar por nosotras… está loco y no me voy a quedar con los brazos cruzados, esperando a que eso suceda. Si no me va a ayudar lárguese a la mierda, yo sola voy a hacer las cosas.

¿Y qué piensa hacer señora mía? – no respondí, solo me di la vuelta y resueltamente me dirigí hacia las gradas – Alto Beatriz, espere, siendo tan terca no logrará nada bueno, escúcheme… – me detuve, pero sin decirle nada – usted posee un poder extraordinario, siendo hija de quien es su padre… aprenda a controlarla y será invencible

para así poderme defender de Braulio

Si señora… y para poderse defender del mal, no crea que la Bestia de las Montañas Nubladas es el único ser maligno que hay.

Si, me imagino… me preguntó de dónde se sacó ese apodo.

Mire a su alrededor, el sistema montañoso que rodea a su ciudad es del tipo bosque o selva húmeda. También se le llama bosque nublado o bosque húmedo.

Si, entiendo

Y entienda esto también, mientras más poder acumule le será más fácil dar con el mal… o a él dar con usted. Es un arma de doble filo mi señora

Lo sé… me lo imaginé

Entonces mi señora… ¿está diciendo que acepta mi propuesta? – Hilda empezó a dar vueltas a mi alrededor, con la misma actitud de gata remolona que tenía la noche anterior.

¿Usted me va a enseñar… me va a contar sobre mi padre y sobre mi madre, me va a explicar muchas cosas que me han pasado a lo largo de mi vida?

Él le va a explicarrr todo lo que usted necesite saberrr – me dijo Hilda al oído, aprovechando para darme un par de lamidas.

Entonces hice algo que, antes de todos los acontecimientos que me ocurrieron, jamás hubiese pensado siquiera en hacer. Tomé la toalla y la dejé caer, quedándome totalmente desnuda, con la piel erizada, mis gigantescos senos al aire y mis pezones bien duritos. Abajo, sentía que mi sexo volvía a encharcarse de nuevo y que toda yo estaba lista para coger como una perra. Hilda se paró frente a mi y comenzó a quitarse la ropa lentamente.

Creo que mi respuesta es más que clara… Maestro… – le dije.

¿Es eso un sí mi señora? – me respondió burlonamente.

¡No me joda!… conocimiento por placer… ese es el trato

Si Beatriz… conocimiento por placer… – entonces, Hilda, desnuda, se me acercó

Una hora después yo salía del sótano, agitada y sudorosa, pensando que talvez aquello no sería tan malo después de todo. Me dirigí a la habitación de Gisel, la encontré aun profundamente dormida, mejor, estaba al límite de sus fuerzas. Sin embargo al poco se despertó gritando, muy asustada, y cuando me vio cayó al suelo de rodillas y así se quedó, esperando mis órdenes. Mierda, ¿cómo hacer para que volviese a ser la misma? Ni siquiera sabía si había alguna solución. Yo la levanté y la besé, luego la senté en mi regazo y me quedé con ella acariciándole el pelo.

Más tarde me encontré con Jorge, que luego de reclamarme me contó que se habían llevado a Braulio de emergencia a la capital, víctima de un infarto y que estaba muy grave, en coma y que los doctores no sabían si sobreviviría. Si, claro, un infarto… pero bueno mis amigos, he aquí mi historia… o por lo menos una parte de ella. A partir de ese día las cosas cambiarían más aun para mi. Pero de eso les contaré más adelante… hasta entonces besos y abrazos.

FIN.

Garganta de Cuero

Pueden enviarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.