Bea y su señor

Primer encuentro entre Bea y Hector. Este es mi primer relato, agradecería opiniones, gracias.

—¿Estas caliente? —le preguntó sin titubeos.

—Sí.

Él la miró alzando las comisuras de los labios aprovechando que no podía verle debido al antifaz que le había puesto. La tenía de pie, con las manos atadas por encima de su cabeza a dos argollas del techo con los brazos tan estirados que por poco se tenía que poner de puntillas, obligándola a que todo su cuerpo se tensara, con sus pechos tan perfectos apuntando hacia arriba.

Sin embargo, por mucho que disfrutara ya sólo tenerla así, debía de ser firme, pues ella tenía mucho que aprender. Sin dudarlo, ando los tres pasos que le separaban, metió su mano entre sus rizos, le agarro con fuerza de la raíz y tiró hacia atrás. Ella jadeó, primero por la sorpresa y después, de placer,  pues aquel movimiento encendió todas sus terminaciones nerviosas.

—Sí ¿Qué? —le preguntó a milímetros de su oído.

—Sí, señor.

—Esta es la última vez que te permito el despiste, la próxima vez, habrá castigo, ¿Queda claro?

—Si, señor —le contestó en un susurro que escondía una excitación y un miedo sin igual.

Era la primera vez que estaban juntos. La conoció semanas antes en un local de fiesta. Él estaba con sus colegas de trabajo tomándose algún whisky y de repente, la vio entrar con unas amigas.

— Fíjate en las chicas que acaban de entrar, están tremendas —dijo uno de sus colegas sin apartar la vista de ellas.

Observó como se acercaban  a la barra, cerca de ellos y pidieron unas copas. Su amigo, sin perder el tiempo, fue directo a hablar con la que más destacaba de todas, morena y unas tetas de infarto. Sin embargo, él se fijó en la rubia, parecía mucho más tímida que su amiga, pero su corto vestido negro dejaba entrever un cuerpo proporcionado y realmente sexy.

Ella le lanzó una fugaz mirada que hizo que se le pusiera dura al instante. Menudos ojazos. Tendría unos 25-27 años, unos veinte menos que él. Nunca le habían llamado la atención las mujeres tan jóvenes, pero esa chica desprendía un encanto que no le paso desapercibido.

—Ya están aquí —oyó como le murmuraba a su amiga.

Unos chicos de su edad las saludaban y les invitaban a bailar con ellos. Su amiga, con una mirada propia de una puta, se despidió y sin más dilación, cogió de la mano a la chica rubia y anduvieron hacia la pista. Antes de adentrarse entre la multitud,  ella volvió a lanzarle una mirada y le sonrío tímidamente.

No pudo apartar los ojos de aquella chica en toda la noche, su cuerpo contoneándose hacia que su polla estuviera más y más dura cada vez, y ver como aquellos niñatos le tocaban todo lo que podían, le puso de mala hostia.

Un par de horas después, la chica se dirigió a la barra a por otra copa. Era su momento.  No sabía sí estaba loco o demasiado cachondo, pero debía decirle algo.

Se puso a su espalda, era mucho más bajita que él, así que se agachó para susurrarle al oído.

—¿Cómo te llamas?

La chica se sobresalto y quiso darse la vuelta, sin embargo, él firmemente le puso una mano en la cadera impidiéndoselo.

—Contéstame primero y luego te dejaré darte la vuelta.

No supo si fue por culpa sentir su aliento en la oreja, la forma que tenía de hablarle o por sentir sus dedos sujetándola fuertemente, pero sintió una corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo y como sus pezones se ponían duros en un instante.

—Me  llamo Bea —contestó con voz entrecortada — ¿y tú?

—Elige ¿Te contesto o te dejo darte la vuelta?

Bea tardo unos segundos en responder, la situación realmente le parecía inverosímil pero a la vez, quizá por las copas demás, realmente excitante, así que decidió seguir su juego.

—Me contestas.

Aquella respuesta era la que esperaba, pues significaba que aquello le gustaba.

—Me llamo Hector. ¿Cuántos años tienes? —Quiso aventurarse un poco más y con la mano que tenía libre empezó a acariciarle disimuladamente la espalda, pues gracias a su vestido la tenia al descubierto. Su piel era suave y reaccionó a su tacto erizándose.

— 27, ¿y tú?

— 42. ¿Alguno de esos chicos es tu novio? —El olor de esa chica le estaba dejando noqueado. Olía realmente sexy, a jazmín.

—No.

—¿Y follas con alguno de ellos? —Después de hacerle la pregunta le mordió ligeramente la oreja, ella se estremeció pero no hizo amago de apartarse.

—Sí.

La forma tan sincera en que le respondía le gustó, se notaba que era una chica que no se escondía, y dadas las circunstancias, parecía también abierta a nuevas experiencias.

—¿Te corres con él?

Ella agrandó los ojos. No entendía muy bien la conversación que estaba teniendo con aquel desconocido y porque le estaba contestando a todas sus preguntas sin rechistar. Quiso darse la vuelta y apartarse.

—Quieta —La sujeto con más firmeza—. Contéstame a esa pregunta y te dejaré ir.

Ella trago saliva y se paso la mano por el pelo, tenía demasiado calor notando el cuerpo de aquel hombre detrás de ella, su piel le quemaba allí por donde sus dedos se posaban.

—Bueno, creo que sí.

Hector soltó una carcajada y se metió la mano en el bolsillo sacando una tarjeta para ponerla en la barra delante de Bea.

—Si alguna vez quieres correrte de verdad, escríbeme. Un placer, preciosa. —Le dio un beso en el cuello y la soltó. Rápidamente Bea se dio la vuelta para ver a su improvisado captor, pero solo pudo observar como un hombre en traje de chaqueta salía por la puerta. ¿Sería él?

Durante toda la semana no pudo quitarse de la cabeza la escena que había vivido. Su voz, sus caricias, su forma de tocarla…De hecho más de una vez se había masturbado recordando la escena e imaginándose alguna que otra escena subida de tono con el hombre de aquella voz. Estaba casi segura de que se trataba del hombre que vio al principio de la noche. Si era él, le parecía un hombre realmente atractivo, pues era alto y esbelto, con los ojos azules y barba de algunos días, sin embargo, no podía confirmar al cien por cien que se tratara de aquel hombre pues no lo había podido ver. Todos los días quiso escribirle pero a la vez le daba miedo. ¿Cómo iba a quedar con un desconocido que le había hablado así?

El viernes por la noche se armó de valor. No perdía nada por escribirle, además para ser sincera, tenía ganas de saber qué le diría.

Bea:  Hola, soy Bea, la chica de la otra noche…

Al par de horas, recibió respuesta.

Hector: Hola Bea, ¿Entonces quieres?

Bea: ¿Qué si quiero qué?

Hector: Te lo deje claro antes de marcharme. Que me escribieras sí querías correrte de verdad.

Bea se puso roja al instante. El hombre iba directo al grano.

Bea: Bueno, supongo que quiero verte la cara, al final no me dejaste verte.

Hector: Tú elegiste. Te invito mañana a cenar, ¿Te apetece?

Bea: De acuerdo. ¿Dónde?

Hector: Quedamos en la puerta del pub de la otra noche. Ponte el vestido del otro día. Me quede con unas ganas enormes de arrancártelo.

Bea: jajaja

No sabia qué contestarle, así que se limito a una risa, que siempre quedaba bien.

Hector: No te rías..hasta mañana.

Cuando la recogió en su coche, pudo comprobar que finalmente se trataba del hombre que ella pensaba, él de las miradas al principio de la noche. Una tranquilidad le invadió, pues temía que no se tratara de él y fuera algún otro que no le gustara nada.

La cena transcurrió con normalidad, conociéndose y comprobando que había mucha química entre los dos, aunque quince años los separaban, Llegaron los postres y con ellos el momento decisivo de si iban a continuar o no la noche juntos. Hector, tomó la iniciativa.

—Me gustaría que vinieras a mi casa Bea, pero te tengo que advertir de una cosa. Mis gustos en terrenos sexuales son un poco diferentes…

—¿Diferentes?

—No haremos nada que no quieras, sólo te pido que te dejes llevar. Si en algún momento algo no te gusta, pararemos.

Bea dudo un instante, sin embargo, todo su cuerpo se excito ante la posibilidad de probar cosas nuevas. Ella siempre había fantaseado con ello pero nunca había conocido a nadie que le proporcionara nuevas experiencias.

—De acuerdo. Si puedo parar en cualquier momento, acepto.

Hector al escuchar esas palabras se puso aún mas duro si era posible, pues había pasado toda la noche con un calentón de mil demonios.

Al cerrar la puerta de su casa, le puso las manos en las caderas y la empujó contra la puerta. Bajo su cabeza hasta su cuello y empezó a pasar su lengua hasta su oído. Bea no pudo hacer otra cosa que jadear, la energía de Hector la consumía.

—Ahora mismo estás en mi terreno y vas a seguir al pie de la letra mis instrucciones. Si alguna cosa no te gusta, simplemente tienes que decirme “no me gusta Hector”, con esas palabras pararé todo lo que este haciendo. No me servirá un “basta”, “Para” un “por favor”…por qué te aseguro que esas palabras saldrán de tu boca y no me detendré. Unicamente un “no me gusta Hector”, será lo que pare todo, ¿entendido?

Bea procesó aquellas palabras y asintió con la cabeza.  En ese momento Hector le devoró la boca, notando todo su sabor.

Bea se dejó llevar por el beso y se aventuró a meter su lengua en la boca de él. Se estaban devorando literalmente, enlazando sus lenguas y reconociéndose.

En el momento en que Bea necesitaba más de él, paró en seco y se apartó de ella. Sintió un vacío en todo su cuerpo que nunca antes había experimentado.

Hector se dirigió al minibar a servirse una copa y con serenidad se sentó en el sofá. Bea se había quedado paralizada en el sitio, observando detenidamente los movimientos de él.

—Ponte delante de mí y desnúdate.

Con timidez, Bea obedeció sus ordenes. Ando hasta quedarse parada frente a él que la observaba con semblante serio desde el sofá mientras jugueteaba con su copa.

Bea se quito el abrigo, y se desabrochó lentamente la cremallera lateral de su vestido haciendo que este cayera a sus pies y se quedo parada.

—Te he dicho que te desnudes. Quítatelo todo.  No me gusta dar las ordenes dos veces, recuérdalo.

Bea temblaba, por la vergüenza de tener que desnudarse cuando él todavía llevaba la chaqueta del traje, pero a la vez, un fuego interior la calentaba y le ayudaba a obedecer lo que le pedía. Se desabrochó el sujetador y lo lanzó al lado de su vestido, después puso las manos en sus braguitas de encaje y las bajo poco a poco hasta que cayeron a sus tobillos, con un ligero movimiento, salió de ellas y las empujo a un lado.

—Me encanta tu coño depilado —le dijo Hector —quiero que lo lleves siempre así, ¿entendido?

—Sí —murmuro ella.

Hector se levantó y la miró desde arriba de forma tenaz.

—A partir de ahora, todas las frases las terminarás con “señor” o con “amo”, como prefieras. Puedes hablar y preguntarme lo que quieras, siempre que lo hagas como debes, ¿Queda claro?

—Si, señor.

—Sígueme.

Hector empezó a andar y Bea lo siguió, sin embargo, este paro en seco.

—A cuatro patas, como la perrita que eres.

Bea agrandó los ojos, primero por la petición y después por la forma que le había hablado, sin embargo, su coño se contrajo de la excitación que le produjo el tono de su voz.

Con vergüenza, obedeció  y comenzó a andar a cuatro patas detrás de él. Llegaron a un cuarto, oyó como Hector rebuscaba algo de un cajón y volvía hacia ella.

—Levántate. ¿Tienes miedo?

—No —contestó ella incorporándose—  en realidad estoy un poco nerviosa…expectante —le confesó.

Hector alzó una ceja.

—¡Señor! perdóname, señor.

—Así me gusta. No tengas miedo…Esto te va a gustar. Ahora te voy a poner unas muñequeras y unas tobilleras.

Pasó las manos masajeándola suavemente, quería que se relajara y disfrutara de la experiencia. Si no había salido corriendo aún, es que le llamaba la atención e intuía que le gustaba que la tratara así.  Le tapo los ojos con un antifaz y cogió su mano para situarla en medio de la habitación. Ato sus dos manos a una argolla del techo y apretó un botón que hizo que la argolla empezara a enrollarse para tensar los brazos de Bea, cuando vio que tenía que hacer esfuerzos para mantener todo el pie apoyado en el suelo, lo paró.

Y ahí se encontraba ahora Bea. Le acababa de confesar que estaba muy caliente y eso que aún no la había tocado. Deseaba con todas sus fuerzas que posara las manos por su cuerpo, sentir otra vez su lengua junto con la suya, pero lo único que hacia Hector, o eso creía era caminar observándola, pues su oído se había agudizado y lo único que escuchaba eran sus pasos…

Escuchó como volvía a rebuscar en un armario y se acercaba a ella. De repente, sintió frío en sus pezones. Ella soltó un gritito por la impresión.

—¿Qué es eso…señor?

—Es el hielo de mi copa, putita. Quiero tus pezones bien duros.

Ella se dejó hacer ya que era su única posibilidad. Atada e indefensa como estaba. Él estuvo torturándole los pechos con el hielo, dejándoselo hasta tal punto de sentir el quemazón, en ese instante lo apartaba y pasaba su lengua por ellos, mordisqueándolos y apretando sus tetas entre sus manos.

—Me encantan tus tetas…van a quedar preciosas con esto.

En ese instante, Bea sintió algo metálico apresando su pezón. Un dolor agudo recorrió su cuerpo obligándola a lanzar un grito.

—Sh…aguanta perrita, te va a gustar —Y en ese momento, sintió la pinza en su otro pezón.

Tras la impresión y el dolor inicial, pudo admitir que aquel ligero dolor le resultaba placentero. Hector se esperó a que se acostumbrara a ellas y cuando vio que su respiración volvía a ser normal, tiró de la cadena que las unía obligándola otra vez a lanzar un gemido.

—¿Sientes como ese dolor se vuelve  placentero? Una corriente eléctrica va directamente a tu coño… Seguro que si lo toco esta chorreando, ¿ A que sí?

Bea estaba inversa en las sensaciones que le provocaba Hector tirando deliberadamente de la cadena.

—Cuando tú señor te hace una pregunta, le contestas —Tiró con más fuerza que las otra veces provocándole un grito.

—Lo siento señor…Sí, mi coño esta chorreando, señor.

—-Que guarra eres…si ni siquiera te he tocado.

Aquella frase humilló a Bea. Tenía razón. Estaba a mil y únicamente había lamido sus pezones.

Hector con destreza hundió dos dedos en el coño de Bea. Esta se sorprendió, pues no lo vio venir y lanzó un gemido. Hector le estiró del pelo hacia atrás y apresó su gemido con la boca. La besó con violencia, haciendo suya esa boca, mordiéndole los labios y hundiendo su lengua hasta la garganta.

Bea no podía hacer otra cosa que gemir entre los labios de él, pues empezó a masturbarla metiendo cada vez más dedos dentro de ella, primero dos, luego tres, y hasta cuatro dedos mientras con el pulgar le acariciaba el clítoris.

La misma violencia que ejercía con su lengua la usaba con sus dedos. Bea estaba a punto de la locura. Hector se separó unos milímetros de su boca.

—¿Quieres correrte?

—Si,ahh, si amo, por favor, ahh —Bea no era capaz de decir una frase entera sin jadear.

Hector empezó a estirar de la cadena que unía sus tetas con fuerza sin parar de follarle el coño con sus dedos.

—¿Alguna vez has sentido este placer? —Hector alargaba el momento, aunque sabía que podía dejarla así, con las ganas, quería que experimentara el placer que iba a proporcionarle si seguía a su lado. ¿No le había prometido que se correría? Pues se lo demostraría.

—No, señor, mmm, nunca.

—Muy bien putita, puedes correrte.

Hector volvió a besarle la boca mientras seguía moviendo sus dos manos, una en la cadena y otra en su coño a un ritmo enfermizo. Bea sintió toda una corriente eléctrica en su cuerpo y sin esperar ni un segundo más, lleno la mano de Hector de sus flujos y su boca con sus jadeos.

Tuvo el orgasmo más monumental de su vida. Cuando Hector dejó de sentir las contracciones en su mano, sacó los dedos lentamente y los llevo a la boca de Bea.

—Límpiame la mano de tus fluidos putita, me has puesto perdido.

Bea se encontraba en otra realidad, había tenido el mejor orgasmo de su vida y ni siquiera había sido follando. No dudo ni un segundo y acató su orden.

Tenía muchas ganas de continuar con ese juego, con esa experiencia, pues sí el camino era obedecer en todo lo que le dijera…no iba a negarse.

Continuará…

Es mi primer relato, me gustaría saber vuestras opiniones y valoraciones, Gracias.