Bea se busca que un compañero de piso se la folle
Bea le explica a su profe favorito cómo un compañero de piso terminó follándosela en el salón.
Antes, justo después de hablar contigo, cuando aún estaba cachonda por las pocas palabras que hemos tenido, he ido al salón pensando que mi hermana estaba allí. Pero al único que he encontrado ha sido a Jesús durmiendo en el suelo, encima de los cojines del sofá, sin camiseta y con unas bermudas holgadas.
Algo duro se erigía entre sus piernas. Desde luego el chico está bien dotado. Tiene el pelo largo y ondulado, moreno de piel y con todos los músculos bien marcados. Pero el músculo más potente es su polla. No lo he podido resistir y he tenido que arrodillarme junto a él. He palpado sus piernas y he deslizado mis manos hacia su polla. Primero me he topado con sus huevos, pequeños y duros. Cuando los he acariciado un suspiro casi imperceptible ha surgido de su boca. Entonces me he agachado y, mientras lamía sus rodillas he continuado acariciándole. Pero mi vista no se apartaba del bulto pronunciado que tenía debajo de las bermudas de fina tela. Suavemente he introducido más mi mano bajo el pantalón, hasta tocar su polla. La he estirado hacia arriba para comprobar su longitud y su grosor hasta su capullo. Mi boca segregaba mucha saliva y notaba como palpitaba mi coñito. Con movimientos suaves he empezado a masturbarle. Sus labios gruesos se han abierto y unos gemidos débiles llegaron hasta mis oídos. Cuánto vicio había en mis ojos.
Las bermudas era fáciles de quitar, así que sin que se enterase lo dejé desnudo encima de los cojines y el suelo. "Buen cuerpo. Rezuma energía". Ahora lo tenía delante de mí, con las piernas un poco abiertas. Me volví a arrodillar y gateé hasta colocar mi boca delante de su capullo. Mi lengua pedía sexo y mis labios piel fresca. Empecé a chuparle muy lentamente para saborear su polla. Demasiado grande para meterme entero su capullo, así que le di chupetones, caricias prolongadas con mi lengua. Estaba muy caliente y muy dura. No pude aguantar mucho e intenté tragármela. Abrí mucho la boca para introducirla, enorme, gruesa, dura, caliente y muy apetecible. Se la chupé. Se la estuve comiendo durante muchos minutos de una manera suave y dulce. Mientras tanto me había quitado el pantalón del pijama que llevaba puesto. Sólo llevaba el tanga rojo y con una mano me había dejado mi coñito al descubierto. De esa manera podía jugar conmigo tocándome, dándome golpecitos, humedeciéndome los deditos y metiéndomelos por la rajita. Entonces mis tetas se ponían duras y las notaba tambalearse a medida que yo le chupaba la polla a Jesús y me masturbaba sin parar.
Empecé a chupársela más rápidamente, de manera más brusca. Tenía la necesidad de tragarme toda su polla, de que me llegara hasta la garganta. Él empezó a agitarse, a poner su polla más tensa, más dura aún que antes. A punto de estallarle.
Cuando estaba a punto de correrme en medio de tanta excitación pensando que él no se despertaría y que podría disfrutar de un orgasmo robado, de repente noté como sus manos me apretaban el pelo, como su cintura se elevaba del suelo para clavarme su rabo aún más. "¿Qué pasa zorra, no tuviste bastante con lo que te dimos Bruce y yo el otro día? Te has ganado que te folle." Pero entonces me entró el pánico. Me había pillado chupándosela y ahora me quería follar. Su tranca es demasiado. Folla demasiado brusco y no sabía si con tanto masturbarme mi coño iba a aguantar una follada como la que me esperaba.
Yo arrodillada él se incorporó de golpe, me miró a los ojos y me besó con enérgica pasión para meterme la lengua hasta lo más profundo de mi boca. Mientras me cogía del pelo y noté cómo se tenía que contener para no hacerme daño. Sé que le gusta mostrar cuánta fuerza tiene, y eso me infunde respeto y un cierto temor a la lujuria. Me tocó con la otra mano las tetas, me las agarró con descaro y cuando gemí para quejarme me mordió los labios intensamente hasta que no pude aguantar el dolor y le arañé la espalda con mis manos. Entonces se apartó de mí y me miró con ojos encolerizados como un animal en celo y con la palma de la mano abierta me golpeó la cara. Yo estaba demasiado caliente como para que me doliera. No me hizo daño, sólo notaba un cosquilleo y tuve la indecencia de devolvérsela. Me miró y sonrió. "Eres una puta muy graciosa". Forcejeó conmigo y al final consiguió sujetarme las dos manos poniéndomelas a mi espalda. Me tiraba hacia él, mi pecho, mi cara, mi estómago y la parte superior de mis piernas chocaban contra él, contra su torso y contra su polla que estaba erecta entre los dos. Cuando perdí las fuerzas me dejé caer y me senté sobre mis pies. Entonces él me soltó y se apresuró a tocarse la polla y ponérmela delante de la cara. Me daba golpes con ella por la cara, el cuello, mis hombros y entonces me dijo... "Cométela ahora, ahora que te puedo ver bien". Entonces abrí la boca y me metió su polla sin contemplaciones. Al principio pude chupársela, pude degustarla pero cuando empezó a moverse como loco creía que me iba a perforar la garganta. Intenté detenerlo con mis manos pero fue en vano. Él me cogía de mi cabeza para que no me fuera y a veces me golpeaba las tetas o la cara con sus manos. No podía resistirlo más, me faltaba la respiración y notar una polla de esa magnitud en mi boca me estaba produciendo que empezara a verlo todo borroso.
Cuando dejé de arañarle y apretarle porque mis fuerzas flaqueaban, entonces se retiró hacia atrás. Yo me dejé caer completamente en el suelo, sin apenas energía. Se acercó a mi cara y me dijo... "Y ahora es el momento de follarte, de metértela hasta que no puedas más. Desearás no haber empezado esto. ¿O eres tan zorra que incluso vas a correrte? Eres una puta a la que hay que follar. Ya me dijo Bruce que eras una zorra cachonda. ¿Has visto cómo me has puesto la polla? Ahora tienes que arreglarlo."
Cerré las piernas pero no tardó en abrírmelas de nuevo. Me las abrió y agachado me las puso sobre sus hombros. Entonces comenzó a chuparme el coñito como un salvaje. Me impregnó de su saliva. "Estás cachonda zorra. Estás mojada y lista para follar." Ahora era yo la que le cogía del pelo. No podía parar de gemir. Era demasiado brusco. Intentaba huir de ese placer porque me producía miedo. Tenía miedo de que me mordiera. Era brusco pero tenía una lengua maravillosa. Abarcaba mi coñito de un lengüetazo. Jugaba con mi clítoris y yo sabía que seguía machacándosela. De pronto paró. Pude respirar con normalidad pero sólo fue unos segundos. Me abrió de nuevo las piernas y pude notar cómo me introducía las dos manos estiradas por el coño. Joder. No podía moverme. Sólo podía gritar de placer. "Esto no es nada, putita..." Y fue cierto, tras jugar un poco con sus manos dentro de mí las apartó, se tumbó encima de mí y empezó a golpearme con su polla por toda mi rajita. Mientras, me comía la boca, quería ver cómo me estremecía. Placer, dolor y excitación se mezclaban en mi mirada. Fue cuando me metió el rabo de golpe.
Un sentimiento ardiente me recorrió todo el cuerpo. Un gemido placentero salió de mi boca. El placer de notar esa inmensa polla follándome era lo que en realidad había estado esperando desde el principio. Una tranca tan dura que me penetrara intensamente, decidida a perforarme, a llevarme a la excitación, a provocarme el desmayo. En cambio él hacía gala de su fuerza, de su energía. Me follaba bruscamente, metiéndome toda su polla, sin parar de moverse, de mordisquearme la cara y los labios, de gemir al lado de mi oído, de balancearse. "Toma polla, aquí la tienes... era lo que querías, ¿verdad? Joder qué coño tienes, puta."
Mi mente se nublaba y el sentimiento de que su sexo abarcaba todo mi ser me inundaba. Formaba parte de él, de su cuerpo y de su manera de gozar. Me corrí. Me corrí por ese rabo erecto y potente que me clavaba sin cesar. Mi boca se abrió y mis ojos se cerraron. Lo noté en mi cuerpo y en mi coño. Un escalofrío ardiente ocupó mi cuerpo y la borrosidad apareció. "Déjame. No puedo más" le dije. Pero él no paró. "Has venido a buscar leche y te la voy a dar". Me clavó su tranca hasta que no pudo más, me agarró de las tetas y me empujó hacia él. Notaba su capullo dentro de mí. "Toma esto", y me la volvía a clavar hasta el fondo. Me golpeaba las tetas, me apretaba la cara y el culo con una fuerza contenida provocada por la excitación. "Zorra, voy a correrme, toma este baño de leche". Sacó su polla húmeda de mí y se la cogió con la mano derecha. Con la izquierda me cogió de la nuca y me levantó la cara para que viera el espectáculo. Tiró leche por todo mi cuerpo. Vi como se estremecía de placer y como me llenaba de leche. Pude saborearla y sentirla en mi boca y mis tetas. Me impregnó de su sexo y de su viciada mirada.