Bea, morbo sin límites 2
Los compañeros de oficina preparan la despedida de soltero de Roberto
LA DESPEDIDA DE SOLTERO
Los compañeros de Roberto alquilaron un chalet con piscina en el campo, a las afueras de la ciudad. Como el verano no había terminado aún, era ideal para una buena juerga nocturna después de un día de cervezas y chapuzones.
Invitaron a unas amigas a pasar el día con ellos y, al caer la tarde todo se había convertido ya en un desmadre escandaloso a los ojos de Roberto, de moral muy tradicional y poco acostumbrado a ver chicas en top less lanzándose a una piscina borrachas.
Él no dejaba de pensar en Bea. ¿Dónde estaría ahora su preciosa novia? ¿ qué estaría haciendo en el mismo momento en que esta panda de degenerados bebía sin control y fumaba porros en el borde de la piscina? La despedida de ella era la semana siguiente. Por supuesto no le había contado a Roberto cómo la haría; ni siquiera las amigas que la acompañarían. ¿Por qué sería tan reservada con él? Roberto no tenía ningún problema en contarle a su amada todos los detalles de su vida. Ella, sin embargo se mostraba recelosa de dar cualquier tipo de detalle referente a su intimidad. Así, poco a poco y sin que él se diese cuenta, Bea se iba haciendo la dueña de su corazón sin dar contrapartida alguna.
-Vamooos!!! Al agua con el novio – gritó Sergio – y en un instante Roberto se vio llevado en volandas en dirección a la piscina donde fue lanzado por una multitud de hombres que se descojonaban de risa.
Las chicas, que lo esperaban en el agua, empezaron a meterle mano para animar la fiesta mientras Roberto luchaba desesperadamente por salir. Unas lo empujaban bajo el agua. Otras le pellizcaban el trasero bajo el agua. Las más osadas incluso llegaron a estrujar su paquete. Realmente no sabía qué hacía allí. No disfrutaba nada con estas situaciones.
Cuando por fin pudo escapar fue en dirección a la casa en busca de una toalla seca, dejando a los chicos y las chicas divertirse a su antojo.
El plato fuerte estaba reservado para la noche. Javier, el compañero de la oficina que le había presentado a Bea, había contratado a una stripper para para que ofreciese un show privado al novio.
La chica se presentó con una gabardina que la cubría por entero, un sombrero y unas gafas negras. Al llegar pidió ir al aseo para cambiarse. Entretanto Javier se encargó de que las luces del salón estuviesen apagadas. Sólo unas velas iluminaban tenuemente la estancia. El novio en el centro, sentado en una silla y con los ojos vendados. Los demás tirados por los sofás dando gritos y palmas.
-Vamooossss!!!! Sal yaaaaa!!! Que el novio está desesperado!!! – gritaban – Roberto, muerto de vergüenza y de nervios soportaba la situación como podía. Era un trago que debía pasar.
Cuando la chica salió del baño y accedió al salón todos, incluso las chicas se quedaron mudos. La stripper era sencillamente espectacular. El disfraz de cat woman se le pegaba al cuerpo como un guante. La máscara dejaba al descubierto unos carnosos labios rojos y parte de la rubia cabellera de la chica. Unas largas botas negras de fino tacón que le llegaban hasta casi el trasero realzaban las hermosas piernas de la stripper. El generoso escote del disfraz dejaba al descubierto buena parte de las tetas de la rubia.
Avanzó hacia el centro del salón con paso despacio pero firme, contoneando su trasero exageradamente y con un látigo en la mano.
Plaaassshhhhhh!!! – el latigazo sonó en toda la estancia, haciendo a Roberto temblar pensando qué barbaridad se le habría ocurrido a sus compañeros.
Plaaasssshhhhh!!! – Esta vez la punta del látigo alcanzó directamente la pierna derecha del tembloroso muchacho que gritó de Dolor al sentirlo.
-Arrrrgggggggg!!!!
-Sssshhhhh – le ordenó la chica callarse, al tiempo que se acercaba a él para empezar un sensual baile al ritmo de la música de fondo que Sergio se había encargado de poner. La stripper se contoneaba y se restregaba contra el hombre que, muerto de vergüenza recibía las caricias de la mujer. Al menos la venda le servía como escondrijo. De haber estado presenciando el espectáculo con los ojos abiertos lo hubiese pasado peor.
La stripper se separó un poco e hizo crujir el látigo muy cerca de la cabeza de Roberto lo que hizo a éste dar un saltito de miedo encima de la silla. Después se acercó una vez más para restregar su generoso escote contra la cara de él sujetándole la cabeza fuerte con las manos para atraerlo más hacia ella. Eso hizo que inconscientemente el tímido chico se excitara un poco. La chica obviamente tenía experiencia en estas lides, porque en un santiamén tenía desabrochados todos los botones de la camisa del hombre y había llegado a la correa del pantalón.
- Fuera la ropaaaaaa!!!! Desnúdalo y fóllatelooooo!!! Vamos guapa!!!
-Hazlo un hombre!!!
-Vamoossss!!! Enséñale lo que es una mujer!!!
La camisa de Roberto voló en el aire camino de las chicas que estaban en un rincón del salón. La stripper cogió al chico del pelo y lo obligó a levantarse para bajarle el pantalón hasta las rodillas y hacerlo sentarse otra vez en la silla.
Se sentía completamente ridículo. En calzoncillos sentado en la silla, desnudo de cintura para arriba al tiempo que sus compañeros gritaban y jaleaban a la chica para que lo hiciese pasar más vergüenza si cabe.
La erección fue completa cuando la rubia se sentó encima de su polla empezando a restregar su prieto trasero contra su polla por encima de los calzoncillos simulando un coito. La chica alargó una mano hacia atrás para acariciar la polla completamente dura ya del novio pero pudo apreciar que el tamaño del instrumento del chico era bastante reducido.
-Mirad!!!! El novio está empalmado!!!
-Venga guapa!!! A ver qué haces para quitarle el calentón!!!
Todos sabían que la chica no era una prostituta y que sus servicios sólo incluían el streptease y calentar un poco al novio. Javier, que había sido el encargado de contratarla, ya los había puesto al corriente. Así es que no esperaban mucho más del espectáculo.
La stripper se levantó, se alejó moviendo el trasero en dirección a una de las mesas. Cogió un vaso de coca-cola y volvió para lanzarlo a la entrepierna del novio que, al no esperárselo casi le da un infarto de la impresión. Luego la chica recogió su látigo y se fue corriendo en dirección al baño, donde había dejado su gabardina.
El novio se puso en pie para subirse los pantalones mientras todos aplaudían y gritaban. El espectáculo había terminado. Lo peor había pasado, pensó Roberto al tiempo que iba en busca de su camisa. Unas copas más y la peor noche de su vida habría terminado. Al menos esperaba que mereciera la pena. Era el último paso antes de estar con Bea y poder hacerla suya al fin.
Después del mal rato pasado y una vez que dejó de ser el centro de atención de los demás que siguieron a lo suyo bebiendo, bailando y divirtiéndose, Roberto fue al baño a refrescarse y secarse un poco los calzoncillos. Justo al llegar escuchó unos gemidos que provenían de la habitación del fondo. La curiosidad le pudo y se acercó para ver qué ocurría. La puerta estaba entreabierta.
La escena era extraordinariamente morbosa. A pesar de estar la luz apagada, la luz del jardín entraba por la ventana y pudo apreciar a contraluz lo que allí dentro ocurría. La silueta no dejaba lugar a dudas. Una chica disfrazada de cat woman (la stripper pensó acertadamente) situada a cuatro patas sobre la cama con el fino pantalón de cuero negro bajado hasta el borde de unas largas botas también de cuero recibía los embates de Javier, que la penetraba con una polla que, por lo que Roberto pudo ver entre sombras, era de unas dimensiones que se salían de lo normal.
-Qué cabrón! – pensó – ha aprovechado para follarse a la stripper – se dio la vuelta y volvió en dirección al baño para que los amantes no se dieran cuenta de que los había pillado en plena faena.
Al salir del baño todavía pudo escuchar los gemidos de la chica y el grito final de Sergio antes de descargar todo su semen en el coñito de la stripper.
Una vez se puso la gabardina, se quitó la máscara y volvió a ponerse las gafas de sol y el sombrero la chica salió en dirección a la puerta bajo la atenta mirada de todos los hombres de la fiesta. Incluso con la gabardina puesta, los movimientos de la chica al andar hacían que las miradas fuesen inevitables.
Cuando Bea llegó a su casa y se quitó el disfraz, de su coñito todavía escurría el semen de Sergio.
CONTINUARÁ………..