Bea, morbo sin límites 1

Los estudios no van bien y Bea decide casarse

Cuando Roberto conoció a Beatriz se enamoró inmediatamente. Había finalizado su carrera de Derecho con Matrícula de Honor y hacía un par de años que trabajaba para una multinacional que le pagaba un sueldo estratosférico. Físicamente bastante mediocre: más bien bajo, una alopecia galopante que, ya a los 20 años había dejado descubierta parte de su cabeza y un poco de barriga hacían de él un hombre poco atractivo para las mujeres. Además de ello, siempre fue más bien apocado, por lo que su experiencia en el campo amoroso era prácticamente nula cuando vio a aquella muchacha despampanante en la fiesta de cumpleaños de un compañero.

Beatriz, que en aquél momento tenía 21 años, era de estatura media, rubia de cabellos rizados, pómulos marcados, labios carnosos, ojos verdes y mirada seductora. Cuando sonreía, unos preciosos hoyitos se marcaban en su cara lo que la hacía más bella aún.

Pero si de cuello para arriba no tenía desperdicio alguno, su cuerpo era más deslumbrante si cabe: medidas explosivas 93-62-95, piernas rotundas, trasero respingón y unas preciosas tetas que, a pesar de su tamaño se erguían desafiando la ley de la gravedad y rematadas por unos pezones rosados y duros.

Puede decirse que en cuanto a experiencia amorosa, Beatriz era todo lo contrario a Roberto. A su tierna edad ya había tenido varios novios e innumerables amantes que habían disfrutado de sus generosas curvas, ya que la chica era de naturaleza ardiente y morbosa, siempre dispuesta a probar nuevas experiencias. Aunque a sus novios nunca se lo dijese, tomaba la píldora desde los 17 años, pues cuando follaba con algún amante ocasional le gustaba hacerlo a pelo, sentir la carne caliente y palpitante de una buena polla y culminar la sesión chorreando esperma.

Acababa de abandonar a su último novio hacía una semana, pues ya había jugado con él todo lo que le había apetecido y se aburría enormemente a su lado. Estudiaba periodismo, pero su afición a la noche y su falta de ganas de estudiar hacían que llevase un par de años repitiendo curso. Quizás sería el momento oportuno para buscar un buen partido, abandonar la carrera y dedicarse a su afición favorita: follar sin descanso.

Cuando le presentaron a Roberto y comprobó que era un panoli bastante manejable para ella y con una buena cuenta bancaria decidió que era el tipo adecuado. Unas sonrisas, y un pellizquito en el antebrazo al tiempo que le decía algo al oido mientras restregaba sus hermosas tetas libres de sujetador bajo el vestido contra el brazo del chico bastaron para hacerlo caer rendido a sus pies.

Tras darse los números de teléfono quedaron en verse al día siguiente para tomar café por la tarde.

EN EL CAFÉ

Los minutos pasaban y Beatriz no aparecía. Empezaba a ponerse nervioso. ¿Se le habría olvidado? Una chica tan guapa. Seguramente había perdido el interés. Era normal. Él nunca había conseguido ligar con una chica como ella. Miró de nuevo el reloj: las 17:15. Igual ha tenido un contratiempo. Le enviaré un watssap – pensó.

-“Hola, soy Roberto, ¿recuerdas que habíamos quedado?”

Comprobó que el watssap le había llegado, pero que ella no lo leía.

Quizás mejor llamarla.

EN EL DORMITORIO DE FRANCESCO

-Vamooosss!!! Fóllame bien cabrón!!, sigue metiéndome ese pedazo de verga que te gastas – gritaba Bea a su amante. A cuatro patas, en el borde de la cama, recibía las embestidas del italiano sin descanso.

Conoció a Francesco en una discoteca hacía un par de meses y se lo folló la primera noche. Era buen amante y estaba extraordinariamente dotado, como a ella le gustaba, 21 cm de polla dura y gorda que colmaban todos los deseos de su jugoso coñito. Por eso decidió permitirle disfrutar de su cuerpo con cierta frecuencia, privilegio que no todos podían permitirse. Beatriz sólo repetía con los que sabían hacerla gozar de verdad.

-Piiiiii….piiiii…..piiiii – sonó el teléfono que había dejado en la mesita de noche. Bea alargó la mano para cogerlo. Entretanto su amante seguía machacando a vergazos ese coñito que parecía exprimirle la polla. A pesar de follar con mucha frecuencia su coño era estrechito y además ella había aprendido a contraer los músculos internos para sentir mejor la penetración. Ello hacía que sus amantes sintiesen que más que follar, ella conseguía ordeñarles la polla.

-Aaaahhhhh!!!!....Me corrooooooo!!!!!! – gritó Francesco

-Siiiii…..dígame!!!

-Hola….¿Bea? Soy Roberto. Habíamos quedado a las cinco para tomar café.

-Sí, lo siento, he tenido que pasar a recoger unos apuntes a casa de mi amiga. En un ratito llego.

-Vale, ya pensaba que te habías olvidado.

-¿Olvidarme? ¿Cómo iba a olvidar la cita con el hombre más interesante que he conocido. No tardaré – y cortó.

-¿Quién es ese putita?

-Ese es mi futuro marido

-Jajajajjajajajajaja ¿marido? ¿te vas a casar? Pero si cortaste con tu novio la semana pasada. Además, no te imagino yo a ti de fiel esposa.

-Jajajajajaajja…..este es otro que conocí anoche. Y he decidido casarme con él. Y nadie ha hablado de fiel esposa. Seré sólo esposa…..jajjajajjajajaja – rió Bea al tiempo que le guiñaba un ojo.

-Eres la caña, igual hasta lo consigues

-Acércame el vestido. Con hacerlo esperar una hora ya está bien para que se vaya acostumbrando. Te dejo el tanga y el suje de regalo. Guárdalos por si alguna vez que pase a visitarte los necesito.

EN EL CAFÉ

-Hola, siento haberte hecho esperar – saludó Beatriz con una sonrisa que resaltaba los hoyuelos de su cara. El chico se quedó boquiabierto. La espera merecía la pena. Delante de él se encontraba la mujer más atractiva que nunca hubiese conocido. El vestido resaltaba cada curva del cuerpo de la chica dejando sus preciosas piernas bronceadas al descubierto. Y los taconazos hacían que su trasero se alzase y las caderas de la chica se moviesen de una forma realmente hiptnótica.

Tomaron un café y charlaron de cosas intrascendentes. Ella sabía perfectamente la estrategia a seguir para conseguir su objetivo. Hablaron un poco de todo. Él le reconoció que nunca había tenido novia y ella le dijo que una vez había salido con un chico, una relación de poco recorrido que acabó pronto.

PREPARANDO EL CAMINO

Empezaron a verse con cierta frecuencia. Al poco tiempo Roberto le pidió formalizar la relación y ella aceptó gustosa. Las cosas iban saliendo según lo previsto por Bea.

A los tres meses Roberto intentó meter mano a Beatriz y ella se mostró escandalizada. ¿Cómo se le ocurría hacer eso antes del matrimonio? Algún beso de despedida y poco más. Cada vez que tenía una cita con ella, Roberto terminaba masturbándose en su dormitorio fantaseando con el cuerpo de su chica, pues ella solía usar ropa que ponía de manifiesto su monumental figura. Ella, por el contrario, solía acabar echando un polvo con Francesco o cualquier otro de su amplio listín telefónico después de que su novio la dejase en la puerta de su casa.

Con cierta frecuencia Bea se retrasaba media hora o una hora, lo que hacía que Roberto se desesperase y se sintiese subyugado por la personalidad de su novia. Una sonrisa al llegar siempre acababa con el mal humor causado por la espera.

Impaciente ya por poseerla, el novio no aguantó más y se presentó un día con un precioso anillo de oro coronado por un gran diamante. Le estaba pidiendo matrimonio.

Ella se mostró feliz e ilusionada y se dispuso a realizar los preparativos de la boda cuyos gastos íntegros, naturalmente correrían a costa de Roberto.

Roberto quedó una noche con sus padres para presentarles a su preciosa novia. Ella realizó la actuación de su vida, mostrándose como una chica educada y tradicional (naturalmente esa noche se vistió con mucho decoro) y los padres de él quedaron encantados de saber que su hijo tendría a su lado a una mujer encantadora que le ofrecería los mimos y el calor que Roberto necesitaba.

EN EL DORMITORIO DE FRANCESCO

-Quietecito – ordenó Bea – túmbate en la cama, extiende los brazos a los lados y cierra los ojos

Su amante yacía en la cama según ella le había indicado, completamente desnudo, con su enorme polla apuntando al techo. La tetona no se cansaba de disfrutar de aquel mástil que se erguía desafiante ante ella.

-Arrrggggg – gritó Francesco - ¿qué me haces en mis pezones?

-Ssssshhhhhh – calla y disfruta cabrón – le susurró al oido pasándole la lengua por el cuello y mordiéndole el lóbulo de la oreja mientras restregaba sus hermosas tetas contra él. La punta del diamante al rasgar los pezones del hombre provocaba un intenso y agudo dolor que ella sabía convertir en goce al acompañarlo de las caricias más placenteras.

Follar con Bea siempre era una experiencia extraordinaria. La calenturienta imaginación de la chica siempre conseguía sorprender al italiano, quien, a pesar del abultado curríuculo amoroso del que gozaba siempre se quedaba boquiabierto con las ocurrencias de ella.

En un momento determinado ella se dio la vuelta para dejarlo completamente inmovilizado al colocar sus piernas sobre los brazos de él y su coñito a la altura de su boca.

-Saca la lengua y come cabronazo – no había conocido a ningún hombre capaz de negarse a obedecer una orden suya cuando lo estaba follando. Era así, a Bea no la follaban, era ella la que follaba y mandaba cuando estaba con un hombre en la cama.

Inmediatamente Francesco empezó a recorrer la jugosa rajita que se ofrecía con su lengua cuando notó un pinchazo en la plazoleta de su capullo

-Aaaggggghhhhh…..- ¿qué me estás haciendo putona? – intentó gritar, pero inmediatamente ella bajó su pelvis para dejar la cara del chico enterrada entre sus hermosas nalgas – mmmmmfffffffff!!!!!

-Ssshhhhhh – calla, y deja trabajar a la artista. Estoy  dejándote un recuerdo, para que te acuerdes de mí cuando estés una temporada sin catarme. Termino rápido.

El dolor seguía siendo intenso, pero al estar un momento sin respiración, pues el coñito y las nalgas de ella cubrían completamente su nariz y su boca, hizo que Francesco se concentrase más en la imperiosa necesidad de respirar que en el dolor que sentía en su polla, lo que dio el tiempo justo a la chica para terminar su obra.

-Ya está quejica……mmmm…..ahora voy a ponerte la anestesia que te calmará el dolor – dejó la cabeza del chico libre y adelantó las rodillas para montarse lentamente sobre la polla del chico. Su coñito completamente mojado por los jugos de ella y la saliva de él la recibió gustoso. Así, en esa posición, de espaldas a él lo empezó a cabalgar.

Francesco la sujetaba por detrás de la cintura para marcar el ritmo, dandole de vez en cuando una nalgada para sentir el tacto de ese precioso culo que subía y bajaba sobre su polla. Todavía sentía cierto escozor en en su capullo, pero el gusto de la penetración de un coñito tan jugoso hacía que el dolor quedase diluido en el placer. ¿Qué diablos le habría hecho?

-Mmmmmmmm!!! Qué polla te gastas cabrón!!! Me encanta cabalgarte!!! Mmmmmmm!!! Me corroooooo!!!! Vamos!!! Ahora córrete tú!!! Vamos a poner un poquito de calmante en tu capullo!!! – Empezó a acariciar los huevos del chico con la punta de sus uñas mientras seguía subiendo y bajando y, como si hubiese pulsado un interruptor, el semen brotó a borbotones e inundó el goloso coñito de Bea que siguió montándolo cada vez más despacio hasta que la polla fue perdiendo fuerza y terminó abandonando el cálido agujero que la acogía. En ese momento ella aprovechó para volver a colocarse el anillo de compromiso en su dedo sin que él se diese cuenta.

Cuando la chica salió, el italiano todavía yacía tendido en la cama recuperándose de la intensa sesión amatoria que le acababan de regalar. Su capullo le quemaba y pudo comprobar que, además de jugos y semen, algún resto de sangre también manchaba su polla. Obviamente le había hecho un arañazo con algo. Nada grave, pero un poco molesto.

-Pero qué guarra es!!! – pensó al día siguiente cuando al despertarse con una tremenda erección, como en él era habitual pudo observar la imagen de una “B” rasgada en la plazoleta de su capullo y un pequeño hilo de sangre brotaba del arañazo. Le había hecho un tatuaje, sólo faltaba la tinta.

CONTINUARÁ………