Bea

La doctora desatendida se busca la vida

Me llamo Beatriz, tengo 33 años y llevo 5 como médico de familia. Por fin, después de mucho esfuerzo conseguí mi plaza en el servicio público de salud. Llevo casada también 5 años aunque conozco a mi marido de siempre y como novios llevábamos ya casi otros 5.

Aún no tenemos hijos, los trabajos nos absorben tanto que casi no tenemos tiempo para nosotros como para pararse a pensar en como cambiará nuestra vida en ese caso.

Mi vida se resume en madrugar, trabajar y al salir por las tardes, descansar un poco y aprovechar para dar alguna charla, curso, docencia o hacer alguna guardia de 24 horas. Cuando todo eso me deja tiempo también voy a clase de costura de vez en cuando.

Mi lugar de trabajo me queda a casi una hora de camino en coche desde la ciudad. Es algo temporal, el traslado a algún sitio más cercano será mi siguiente paso. Lo bueno es que este pequeño centro médico cuenta con una plantilla completa de mujeres. Algo que a mi, personalmente, me gusta. Chus, la administrativa, está cercana a la jubilación, es de allí, del mismo pueblo, muy agradable y dicharachera mientras que Julia, la enfermera, viene solo unas horas, una cincuentona delgada y bajita. Por lo tanto, la mayor parte del tiempo Chus y yo estamos solas.

Yo soy bajita, tengo una melena rubia, muy blanca de piel, con gafas y, según dicen, una sonrisa muy bonita. Tengo un pecho normal, ni mucho ni poco y mis caderas son amplias. Guapita y con curvas, sobre todo en el trasero.

"Antes solo venían señoras, ahora empiezan a venir también los señores a ver a la juventud" me decía últimamente Chus entre risas mientras desayunábamos en la sala de descanso. "alguno no tiene nada y viene solo a verte" "no exageres, Chus". Bromeábamos.

En una época acabando el invierno y empezando la primavera me notaba triste, sobre todo en casa, estaba deseando ir a trabajar y que no pasara nunca mi turno para estar menos en casa y eso me angustiaba cada vez más. Pedí a la dirección que me asignasen más guardias y a veces me pasaba tres días seguidos entre el centro y la unidad de urgencias que habÌa a unos kilómetros. Puede que mi matrimonio se estuviese apagando, pensaba algunos días. Puede que ya no le guste a mi marido, pensaba otros. Puede que no peguemos bien y que simplemente no nos entendamos. Cada vez parecíamos más unos compañeros de piso que otra cosa, aunque yo nunca me atreví a sacarlo en conversación por miedo a su reacción, creía que solo una mala época estaba pasando y pronto remontaría... De sexo ni hablamos...

Siempre me vuelco mucho con mis pacientes, además creo que esa soledad y ese malestar en casa hacía que la ilusión en el trabajo creciese. El trabajo en este momento lo era todo en mi vida.

De nuevo charlando con Chus le conté que Manuel, un paciente de unos 60 años, tras haberle insistido en dejar de fumar, que podía ayudarle en eso, me había dicho con toda su cara que el también podía ayudarme a mi en otras cosas. Chus no pudo aguantar la risa...

  • me puse colorada y miré hacia el ordenador como que no había oído nada, que vergüenza - le dije.

  • y parecía tonto - se rió Chus.

Nos reímos las dos...

  • al final tengo yo razón, que tienes admiradores

  • pues soy una mujer normal...

Poco después, ya en mi consulta, suena el teléfono.

  • Si sabes lo que acabo de oir aquí en el mostrador, como me gusta tener razón - dijo Chus en voz baja.

  • Que

  • Cuando se vayan voy ahí y te lo cuento - para colgar inmediatamente.

Cuando salió la señora que estaba dentro entró Chus rápida y cerró la puerta.

  • Vas a tener donde elegir eh

  • venga cuenta, no seas dramática - le dije restándole importancia.

  • Pepe le dijo a Ramón que daría su paga por llevarte a su cama

  • Dios mío bendito pero están fatal estos señores - le dije de nuevo riéndome.

Cerca de la hora de irnos, Manuel apareció de nuevo en el centro. Chus me lo mandó pasar y se presentó en la consulta. Traía la tensión por las nubes de nuevo, tras mirársela le mandé tumbarse desnudo en la parte de arriba. Comencé a explorarle como habitualmente hacía con todos mis pacientes. Manuel con su mano empezó a tocarme la pierna, en cuanto noté el contacto me aparté, un poco asustada, pero después creí que eran paranoias mías y volví a explorarle.

Otra vez me tocaba la pierna con esa mano por lo que decidí apartarme del todo. Tras avisar a Julia para que le aplicara los cuidados quedamos en que al día siguiente volvería a revisar la tensión de nuevo.

No le conté nada a Chus de lo que había sentido allí dentro por evitar entrar otra vez en la misma conversación.

Al otro día otra vez pasó a mi consulta Manuel y otra vez comencé a explorarlo. Otra vez Manuel me toco con su mano en mi pierna. No fue nada aleatorio lo del día anterior si no que lo hacía de forma consciente.

Esta vez no me aparté bruscamente si no que seguí con mi exploración como queriendo no dar importancia a que me rozara con su mano. Al ver que yo no me apartaba los toques ya empezaron a ser caricias y Manuel me estaba acariciando la pierna sin pudor. Cuando acabé me dijo:

  • Si mañana me vuelve a explorar, le pediría que me mirase mejor, más tiempo

Volví a ruborizarme y poner mi mirada fija en el ordenador, avergonzada. Poco despuÈs, Chus vino a mi consulta

  • Manuel me ha pedido dos citas seguidas que dice que tu le has dicho que la cita normal de 15 minutos no es suficiente...

  • Si, vale, dale dos - le dije sin explicarle mucho más a Chus que sin entender muy bien tampoco, se fue.

Al día siguiente Manuel apareció a su hora y pasó a mi consulta para tumbarse directamente en la camilla sin yo decirle nada. Desde mi escritorio le mire con mi blusa azul de lunares blancos y mi vaquero con mi fonendoscopio al cuello. Coloqué mis gafas y vi como con su mano golpeaba la camilla como dándome a entender que mis piernas tendrían que estar ya allí. Resignada me levanté y me coloqué para empezar la exploración. Mientras oía sus pulmones Manuel ya me acariciaba la pierna.

  • Puede ponerse un poco más cerca doctora? - Me dijo sin ningún tipo de pudor agarrándome ya el culo y atrayéndome a la camilla.

Me estaba tocando el culo sin disimulo en mi consulta. Me lo estaba amasando para ser más exactos y yo me estaba dejando.

  • Creo que ya está bien - le dije sacándome el fonendoscopio y dándole a entender que mi culo estaba suficientemente sobado ya.

Manuel apartó su mano de mi culo y se la llevó a su entrepierna. Mientras yo estaba de pie mirándole, se saco su polla, grande y gorda, y empezó a masturbarse mientras me miraba. Yo no sabía a donde mirar

  • Puede darse la vuelta y mirar hacia la pared - me dijo y obedecí.

Me puse dándole la espalda y su mano cogió de nuevo mi culo mientras se pajeaba con la otra

  • me voy a cascar la paja tocándote el culo doctora

Así estuvo hasta que me mandó coger papel de manos y dárselo. Se lo di y miré como acababa de correrse de su paja.

Seguía inmóvil, se limpió y bajó de la camilla para irse de la consulta. Me dejó lo más caliente que había estado en mi vida.

"Genial", pensé, "y hoy tengo guardia todo el día"...

Me senté en mi silla de la consulta pensando en lo que había pasado, casi no pude reaccionar durante cinco o diez minutos en los que toda mi vida me vino a mi mente. El típico ángel y diablillo de los dibujos animados se hizo realidad en mis hombros. Sensaciones encontradas y raras. Me sentía bien, me sentía querida, sentía que gustaba a los hombres, a veces, no muy contenta con mi cuerpo eso era algo precioso para mi, me sentía incluso excitada viendo como ese hombre tuvo una erección casi instantánea al tocarme, además la falta de sexo supongo que ayudaría. Por otra parte, todas las demás sensaciones no me gustaban, la traición a mi marido, la traición a mi trabajo, era muy fea... mientras pensaba en todo esto Manuel ya debía estar en su casa.

La puerta sonó, era Chus la que la golpeaba desde el otro lado.

  • Manuel ha pedido otra cita doble para mañana

  • si, esta bien Chus - constesté como si me acabara de levantar, rompiendo la burbuja de mis pensamientos.

  • no me gusta mucho ese hombre, si necesitas que este contigo en la consulta me avisas

  • porqué Chus...

  • mientras le daba la cita me miró de una forma muy rara y me soltó una tonterÌa...

  • que te dijo

  • que no anduviese tan tapada y tan seria que amargaba a la gente que venía.

Puse cara de sorpresa y le dije que no le diera importancia, que estando cara al público a veces pasaban esas cosas.

  • y ahora no lo sacamos de aquí, todos los días...en fin

Y se fue... Mis pensamientos en mi cabeza... desde luego Manuel era un puto guarro y un machista, estaba claro...

No podía pensar con claridad, entre lo que había pasado en la consulta y la falta de sexo estaba rara, estaba como no había estado en mucho tiempo. Comí y acabé la mañana intentando distraerme en otras cosas. Cuando acabé, me despedí de Chus y me fui a la unidad de urgencias a continuar mi turno.

Siempre que llego a la guardia, quito toda mi ropa y me pongo un pijama de trabajo verde encima de mi ropa interior y si es necesario me abrigo con una bata o una chaqueta. Dejo mis cosas en el pequeño catre que tenemos para descansar y coloco mi ropa. Normalmente comparto la guardia con el mismo equipo, entre otros, está Miguel, el administrativo, enemigo de la informática pese a su trabajo y cercano a los 66 años, acabando su prórroga de jubilación, pasa bastante de todo porque entre sus casi 120 kilos y su edad cree que ya está de vuelta en el puesto.

El día avanzaba sin novedad, me senté en una silla de la sala de descanso y me puse a leer, cuando llevaba un rato me fijé por encima de mis gafas que Miguel no me quitaba ojo, estaba con las piernas cruzadas y mi nalga ceñida en el pantalón verde del pijama se intuía grande y dura, Miguel me la miraba fíjamente. Otra vez esa sensación, otra vez la mañana acalorada volvía a mí.

El timbre casi nos asustó, un paciente había llegado por lo que dejé mi libro y fui a mi consulta. Al acabar de atender al paciente volví a la sala pero Miguel siguió en su ordenador, así pasó la tarde, yo no veia caer la aguja de los minutos, no sabía que me pasaba, estaba como en otro mundo. Me imaginaba como sería el día siguiente y la vuelta de Manuel a la consulta, de si se se atrevería o sería capaz de dar un paso más...

  • Estas un poco despistada hoy, Bea - me dijo Miguel levantando la cabeza del ordenador hacia mi

  • Estoy cansada sí... la verdad - le contesté mientras me sentaba de nuevo con mi libro.

  • Túmbate un poco en esta habitación si quieres, si viene alguien yo te aviso.

Acepté, al final pensé que tirándome un poco en la cama igual sacaba de mi mente todo el sexo que me nublaba el día. Así, poco a poco, me fui quedando dormida. No se el tiempo que pasó hasta que Miguel golpeó mi puerta indicándome que un paciente me esperaba. Después de atender la consulta, miré la hora, eran casi las 2 de la mañana. Miguel se acercó a la puerta y entró en la consulta.

  • Quieres café, Bea?

  • Si, me tomo un café contigo

La verdad es que hoy Miguel estaba siendo realmente amable. Siempre fue seco y un poco cascarrabias por lo que me sorprendía su gentilidad.

Tomé el café con Miguel, charlamos de cosas sin importancia y otra vez, mientras Miguel me hablaba, sus palabras empezaron a resonar y desconecté, el angelito y el demonio me asolaron, pensaba en Manuel, en mi marido, en Chus, en el día siguiente...

Cuando reaccioné estaba sola en la sala, quizás Miguel se había cansado de hablar solo y se había ido dejándome con mis pensamientos en la sala. Fui hacia el baño, media somnolienta, abrí la puerta y allí estaba Miguel, de pié, con su pantalón abierto y su polla fuera.

Llevé mis manos a mi boca

  • Perdón!, dije.

  • Cierra, que verguenza... dijo Miguel

Pero estaba tan descolocada que cerré la puerta pero no salí, como un acto reflejo cerré la puerta a mi paso para guardar la intimidad de Miguel pero me quedé en ese baño con él.

  • Bea, es que la tenía tan dura...

  • Ya está! no te vio nadie, será un secreto, tápate y vámonos, venga!

De reojo le miraba esa polla, era enorme, era mucho más grande que la de Manuel, que ya me parecía grande de por sí comparada con la de mi marido, esta era monstruosa. Miguel se quedó parado y estiró su mano para apretar la puerta y evitar que abriese de nuevo.

  • La tengo muy dura, Bea - me dijo mirándonos. - Mira, tócala.

Miguel agarró mi mano y la llevó a su tremenda polla, me hizo agarrarla pero inmediatamente me solté.

  • Miguel, soy tu compañera, estamos en un lugar de trabajo, puedes ser mi padre y además... - levanté mi mano y mostré mi anillo - estoy casada.

  • Por favor, ayúdame... - volvió a agarrar mi mano

Miguel me hizo otra vez agarrar su tremendo pollón y ayudada por su mano empezamos poco a poco a mover ese trozo de carne. Estábamos en silencio y poco tiempo después, yo sola pajeaba a Miguel. Mi fuego acabó aflorando.

  • Nadie puede saber esto Miguel...

  • No, Bea, claro que no...

Me coloqué enfrente de él y acabé por ponerme de rodillas enfrente de ese pedazo de polla, con mi uniforme de doctora iba a comenzar a mamarle la verga a ese viejo gordo. Abrí la boca todo lo que pude y metí ese capullo. Solo me entraba el principio, después saqué mi lengua y lamí toda su cabeza, alternaba mi lengua con volver a meter el capullo en mi boca. Continuaba el silencio, Miguel respiraba un poco más fuerte pero no había apenas más ruido que mi boca y mi saliva. Cada vez era capaz de meter un poco más en mi boca de ese tremendo pollón. Por un momento parecía que volvía mi cordura, manteniendo agarrada su polla con mi mano la saqué de mi boca.

  • Esto no esta bien, quizás deberiamos parar, Miguel

  • Sigue, venga.

Mientras me lo decÌa agarró mi cabeza por detrás con firmeza y volvió a llevar mi boca a su polla. Poco a poco, Miguel se iba moviendo, su cadera empujaba y cada vez un poco más rápido empezó a follarme la boca. Eso me calentó, me calentó mucho.

Conseguí salir de su polla y con mi lengua empecé a lamerla desde los huevos hasta la punta, lamía y la metía en mi boca, volvía a lamer y volvía a tragármela entera.

  • No dices nada... - le dije sacándomela de la boca.

  • Lo haces genial

Me rei un poco, me acomodé y continué, se la chupaba un poco más rápido y me la metía muy al fondo. Me estaba encantando mamarle la polla a ese viejo, desde la base hasta el capullo seguía lamiendo. No se cuanto tiempo pasó con esa imágen de doctora con mi fonendoscopio colgado de mi cuello, mi casaca y mi bata. Todo me estaba sobrando y mi entrepierna ardía, estaba muy caliente.

Me agarró la cabeza y otra vez empujó, luego me soltó y mi boca estalló de saliva, me estaba babando y gemí, suspiré mucho.

Miguel empezó a bajarse el pantalón de todo, hasta los tobillos mientras yo no era capaz de despegarme de esa polla que me tenía hipnotizada.

  • Vámonos de este servicio asqueroso... - me dijo Miguel

  • Llévame a donde quieras - le dije

  • A su despacho doctora...

  • Vámos - y me levanté como un resorte.

Abrí la puerta del baóo y salí delante, rápido, caminamos hacia mi consulta. Miguel con el pantalón agarrado con su mano y yo delante. Según entramos me senté en mi gran butaca y él vino para volver a encestar su polla en mi boca. Sentada en la silla de mi consulta seguí mamando ese pollón con Miguel a mi lado de pié.

Adoraba esa polla no podía parar de chuparla, ahora también sus huevos, ocupaba toda mi cara ese pedazo de carne. Miguel abrazaba mi cabeza por detras y marcaba el ritmo.

  • Necesito ver tus tetas... - dijo Miguel

  • Creo que ya hago suficiente - le contesté

Con su mano empezó a retirarme el fonendo y con fuerza apartó mi bata...

  • Vale, espera... - le dije

Saqué mi bata y me levanté de la silla, de espaldas a él empecé a quitarme la casaca pero él se me adelantó y puesto detrás de mi con su polla acariciando mi culo empezó a sacarme la ropa. Cuando levantó mi casaca por encima de mis tetas las cogió con sus manos por encima del sujetador me las apretó fuerte y empezó a besarme el cuello. Pronto las sacó del sujetador y jugó además con mis pezones. Yo solo tenía mis brazos levantados para que acabase de quitarme mi ropa, suspirando. El seguía besando mi cuello y sobando mis tetas. Me sacó la casaca y me sacó el sujetador, los tiró al suelo.

Miguel se sentó en mi silla de despacho y tiró de mi para que me sentase en su regazo, de espaldas a él. Otra vez abrazó mis tetas conmigo sentada encima. Me agarró de las caderas y tiró de mi hacia él un poco más lo que hizo que su enorme polla saliese entre mis piernas. No lo dudé y en cuanto la ví empecé a masturbarla otra vez mientras Miguel no quitaba la manos de mis tetas.

  • Sabes lo que más me gusta de tí. - me dijo Miguel acercándose a mi oído

  • Dime...

  • Tu culazo

Entendí perfectamente lo que me quería decir. Me levanté y dejé que metiese su mano para tirar de mi pijama de trabajo hacia abajo. Me ayudé para quitarlo y en bragas me dio la vuelta y me volvió a poner cara a cara con él. Ahora abrazaba mi culo y me lo apretaba tirando de mi hacia él, mientras mis tetas acabaron en su boca. Estaba en la gloria, estaba cachondísima y estaba desatada, estaba en la gloria con ese viejo. Con una mano empezó a apartar las cosas de mi escritorio para con la otra ir bajando mis bragas. No lo consiguió de forma sencilla por lo que desistió y me dejó las bragas puestas.

  • Súbete y siéntate aquÌ - me dijo

Me subí al escritorio y él acercó un poco la silla, apartó mi braga a un lado y metió su cabeza en mi coño. Abrí mi boca lo más grande que pude y cogí aire, me estaba comiendo el coño en mi escritorio, y empecé a jadear, alternaba sus dedos frotando mi clítoris con su lengua chupando y lamiendo.

  • Ah, ah, ah - jadeaba. - Jooooder

Pronto paró de lamerme y empezó a meter dos dedos, empezó a pajearme con fuerza mientras no dejaba de mirarme, yo le miraba a él pero no podía decirle nada, solo respiraba fuerte, cerraba y abría los ojos disfrutando del momento.

  • Quieres follar

  • Si, Miguel

Se levantó, acercó mis caderas al final de la mesa y de pié encaminó su polla a mi coño. No me la metió, empezó a frotarla lentamente alrededor. No pude más y la agarré con mis manos y yo misma me la metí. Era enorme, notaba como me abría en dos.

  • aaaaaaaaaa

En cuanto metió casi su polla dentro de mi empezó a follarme con fuerza, tenía mucha energía, con fuerza me embestía encima de mi mesa y aún tenía tiempo a sobarme las tetas con su mano y con la otra agarrarme la cabeza para que no paráramos de mirarnos. Gemía y jadeaba como una perra en celo, levanté mi pierna para ponerla en su hombro y poder tener más comodidad. Miguel empezó a sacarse toda su polla de mi coño y cuando la tenía toda fuera la volvía a meter. Eso me volvió loca... Me estaba llevando al límite

  • Siii, dios, que bueno...

Al decirle esto volvió a meter su polla y taladrar de nuevo mi coño, empecé a sudar y me corrí, me corrí como hacía mucho que no lo hacía, años... me corrí mientras me siguió follando

  • No acabé aún doctora - me dijo

  • Pues sígueme follando

Y vaya si lo hizo, continuó, no tenía fin su energía. Me levantó de la mesa, me llevó hacia él y me plantó un morreo mientras apretaba mi culo para después girarme y bajar mi espalda dejándole en pompa lo que me había dicho que más le gustaba, mi culo. Apoyé mis codos en mi escritorio y enseguida me la metió hasta el fondo por mi húmedo coño. Me estaba follando cuando escucho la puerta.

  • Bea, estas ahí...

Miguel paró de follarme pero no sacó su polla fuera, nos paramos en esa posición.

  • Si, Sandra, estoy con el ordenador

  • Me pareció oir ruidos raros, estas bien

Miguel empezó despacio a follarme de nuevo, no muy rápido

  • MMM, noooo, nooo pasa nada, estoooy bien.

  • vale, cualquier cosa me avisas

  • Gracias Sandra...

En cuanto le di las gracias, me folló de nuevo fuerte.

  • Vas a hacer que me corra otra vez, cabrón, con Sandra al lado...

  • Que culo tienes Bea...

En poco tiempo me volví a correr, jamás me había pasado pero otra vez Miguel lo había conseguido. … Él no paraba, era insaciable, un verdadero semental... Me azotaba y seguÌa follándome. Se apartó y se sentó otra vez en mi silla

  • Ahora fóllame tu y haz que me corra

Obedecí, me senté y me ensarté esa polla para emepezar a subir y bajar cada vez más y más rápido. Miguel cogió mi fonendoscopio y me lo colgó al cuello otra vez. Eso me encenció y empecé a gemir a su oído mientras mi culo subía y bajaba. Mi coño se engullía su pollón

  • Ojalá mi marido me diera esta caña - le dije al oído - menudo pollón, me vuelves loca...

  • Se acabó follar con tu marido

  • Vas a ser el amante de la doctora...

  • Acabaras pidíendome que te preñe...

En ese momento me lancé a su boca, nos morreamos con ganas mientras me apretaba las tetas

  • Cómete mi polla y trágatelo todo - me dijo

Me salí y me metí rápido la polla de Miguel en la boca justo a tiempo de recibir toda su leche, era mucha, me caía por la comisura pero conseguí tragármela toda. Saqué mi lengua y empecé a lamerle la polla otra vez, su tamaño era realmente grande. En esa posición estábamos cuando nos dimos cuenta de que Sandra había entrado en la consulta. Los tres nos quedamos mirándonos...

  • Menudo pollón... - dijo antes de marcharse de nuevo...

Me quedé sentada en suelo desnuda mientras Miguel se componía las ropas.

  • No dirá nada, Bea...

  • Como estas tan seguro - le pregunté

  • Quien se lo va a creer, no tiene pruebas...

  • Hablaré con ella... - dije resignada.

  • Hasta mañana culazo... - me dijo Miguel saliendo de la consulta...