BDSM, el disgusto
Un probador de condones, siente la necesidad de experimentar con el sadomasoquismo, puede ser cómico, pero el pobre probador de condones pasa las de Caín.
Cuando tengo un momento de descanso durante la jornada laboral, leo los anuncios guarros de los periódicos. Eso me pone y me va bien para realizar mi trabajo en la fábrica de condones.
Tengo una responsabilidad muy grande y mi pene siempre ha de estar irrigado al máximo para llevar al límite el condón-tipo del lote de fabricación.
Además, el que se encuentren restos de mi semen en un condón empaquetado, es considerado como un premio y a quien lo entrega junto con la prueba de compra, se le regala una reproducción escala 1:1 de mi miembro y un video en el que se muestra solamente mi cara de placer y mis preciosos ojos semicerrados durante las pruebas que realizo.
La verdad, nadie se mata por conseguir eso. Y de hecho, nadie ha solicitado el premio. Y parece ser que nadie se entera de que dentro de algunas cajas, se encuentra un condón usado que da fe de la calidad de los productos fabricados por Condoms La Gran Corrida Associated & Fantasy Anal Truños Arts.
Si mi nómina es grande, es gracias al papel que se necesita para imprimir el mierdoso nombre de la empresa.
Bueno, como os decía, me gusta leer los textos de los anuncios de contactos y las casas de putas. Me entretiene tanto que a veces me quemo los dedos al consumirse el cigarro mientras me como mi bocata de chistorra con sobrasada, chorizo y ketchup.
Nadie me gorrea el periódico cuando acabo de ojearlo porque da asco de aceites saturados. Mejor, así a veces me limpio las pequeñas gotas de semen en él. En la página de contactos de los maricas, claro; es lo único que no leo. Las tortilleras en cambio me ponen.
Nunca me ha dado por responder a un anuncio de esos. Es simple morbo. Yo no pago por follar.
En todo caso, cobro. Y a unos precios que ni la reina Sofía podría pagar sin pensar en como justificar semejante gasto real.
No soy un cualquiera.
Un anuncio nuevo llamó poderosamente mi atención; se trataba de un club BDSM (algo de sadomasoquismo) en el cual (bajo el pie de una foto de una tía impresionante con correajes de cuero) se explicaba que por nueva apertura se celebraba una pequeña fiesta en la que se permitía el acceso a personas interesadas en formar parte de dicho club.
A mi eso del cuero negro me pone, me gustan las tías que llevan bragas de cuero con cremallera, las tetas al aire sujetas por arneses de cuero. Las botas altas que llegan hasta la parte más alta del muslo...
En fín, cuando vi que se hallaba el local a pocos metros de donde trabajo, decidí llamar a mi mujer y decirle que llegaría tarde porque tenía que hacer pajas extras debido a una punta de trabajo.
A las 18:05 me planté en la puerta y entré en un local decorado con paredes rojas y negras y todo tipo de accesorios extraños y prometedores de insanos y lujuriosos placeres.
La recepcionista era una mujer mayor que chorreaba michelines por el corpiño de cuero.
Con voz cazallosa me pidió mis datos.
¿Amo o sumiso?
¿Se pueden probar las dos cosas?
Claro hombre, pero hay que empezar por una.
Y con la mejor de mis suficientes sonrisas dije:
- Sumiso, seguro que es más relajante y cómodo.
No acabé de hablar cuando pulsó encima de un interfono y dijo:
- Sumiso. Sala 3.
No acabó ella de pronunciar el 3 cuando aparecieron dos bellezas con su sexo descubierto que me llevaron a una sala en la que habían grilletes, cadenas, látigos, un potro y una mesa de torturas.
Desde luego, lo tenéis bien ambientado esto.- dije con simpatía para romper el hielo.
Calla, perro.- me dijo la rubia.
No fue lo que me dijo, eso no me ofende porque no tengo dignidad, lo que me jodió fue la bofetada que me pegó. Acto seguido metió la lengua en mi boca y me calmó un poco. La morena mientras tanto (yo la miraba de reojo saboreando el chicle de la rubia) cogió un látigo y se colocó frente a nosotros.
- ¿Te desnudas tú o lo hacemos nosotras?
Yo quise que fueran ellas.
- Vosotras, que estáis muy buenas.
En aquel momento, me di cuenta de que el BDSM seguramente no era lo mío y que además, no era lo que yo creía.
Porque las muy guarras, me tiraron en el suelo y una de ellas clavó el tacón de su bota en mi barriga mientras la otra me desnudaba de cintura para abajo escupiéndome y dándome fuertes palmadas allá donde le daba la gana.
- Hostia puta, que daño...- me lamenté
La morena apartó a la rubia, cogió me pene que creció en segundos entre sus dedos calientes y me lo dobló.
Yo no sabía que hacer con mis huevos por la forma en que se encogieron ante el dolor. No se si me metieron hacia dentro o se me cayeron al suelo.
- Te callas, perro. Te estamos preparando para tu Ama.
Acto seguido, con un par de latigazos me ayudaron a sacarme la camisa.
Yo lloraba ya un poco nervioso.
En cuanto estuve desnudo, me sujetaron las muñecas tras la espalda con unas esposas, me amordazaron con una mordaza rematada con una pelota de ping-pong naranja y me calzaron un tanga de cuero que apretaba mi polla hasta tal punto que me costaba respirar.
Se largaron y me dejaron solo con mi humillación y malestar.
"Yo me largo de aquí", no era un pensamiento, era una plegaria. Un deseo vehemente.
Y entonces, se abrió la puerta y apareció una mujer enorme, un auténtico monumento que dejaba entrever unos pechos firmes y enormes a través de unos tirantes que los cubrían muy escuetamente.
Un pantalón de cuero ajustado marcaba su sexo, metiéndose bien adentro la costura.
Casi que me quedaría un rato más.
Ella no llevaba nada en las manos.
Pero claro, había un armarito y lo abrió.
Encendió una vela de color lila y esperó sin decir nada.
Bueno, me decía cosas como: "Mi perrito, mi mierda, mi esclavo, mi cosa, cerdo, puerco, hijo puta..."
Se notaba que esa mujer disfrutaba con aquello, lo hacía bien.
Yo ya había olvidado la paliza que me dieron aquellas guarras y estaba excitado. Aquello me ponía y la polla se hinchó en un universo comprimido y en constante expansión (a veces leo a Hawkins porque soy así de culto).
- Buzzcaadfñgf.- le dije (Quítame el tanga que me está matando)
Se acercó, me quitó el tanga de un tirón junto con algunos pelos de los huevos y dejó caer la cera caliente acumulada en el cirio, en todos mis cojones.
Yo no soy sufrido así, que le pegué un bocado a la pelota de ping-pong y la pude aplastar lo suficiente para decirle (después de soltar un agudo chillido)
Como coja yo la vela te hago un molde de los pulmones con la cera.
Los perros no hablan y empujándome con el pie, con una delicada patada en mis costillas me obligó a dar la vuelta en el suelo; y me quedé boca abajo, agradeciendo el frescor del suelo en las pelotas.
Primero fue algo suave, como cuando te pica el culo y te rascas. Pero aquello entró como un misíl y me puse más rígido que los labios de Aznar.
Yo le pedía perdón y que me sacara aquello del culo.
Pues a pesar de mis alaridos desesperados, no me hizo caso la muy insensible.
Me cogió del pelo y me soltó un escupitajo en toda la cara.
Yo me largo de aquí. Ya tengo bastante.- le decía con sinceridad.
Ni hablar, los esclavos habéis nacido para sufrir.
Y para que me la chupes.- dije con descaro porque soy un bocazas de nacimiento.
Aquello pareció magia, me soltó suavemente la cabeza, y me di la vuelta.
Se agachó ante mi y su boca se abrió.
Me rozó el pijo con la lengua y oprimió entre su puño el pene.
Yo creo que estaba hipnotizada por la belleza de mi miembro.
- Eres una guarra...- le dije suspirando, casi enamorado de aquella delicada beldad.
El suspiro se convirtió en un mensaje de angustia lanzado al cosmos cuando me colocó un cepo brevemente dentado que apresaba mis huevos.
Y la muy cabrona, apretaba tan fuerte mi polla entre los dedos que aquello se mantuvo duro ante aquel dolor insoportable.
Con la mano libre, abrió una cremallera que iba del coño al culo y se sentó encima mio, y se penetró ella sola.
Y así, mientras yo pensaba distraídamente en el cepo que estaba a punto de amputar mis cojones, ella se movía aprovechando mi polla dura. Pues veréis, la cosa no fue así de suave.
Tuvo la feliz idea de mearse.
Vamos a ver, yo no soy así, mi naturaleza no es esa. No disfruto con ello.
Ni me sentía a gusto con ese:
- Cerdo, cerdo, cerdo...
Y mientras se meaba, la muy pérfida abrió la boca como una loba y apresó mi pezón derecho.
Aquello era dolor en estado puro, me debéis de creer.
En mi vida había llorado así.
Y no se cómo, pero en un momento dado, entre los meados de ella, el cepo que me estaba provocando necrosis y mi pezón a punto de ser devorado; eyaculé.
Me corrí sin placer, sin darme cuenta. Ya estaba harto de esa disciplina.
Ella dijo cariñosa:
- Mi cerdo se ha corrido...
Y metió sus dedos manchados de mi leche en mi boca abierta.
Imaginé que provocaba mi vómito en vista de tal y como se desarrollaban las cosas.
Pero yo soy muy duro, no soy delicado.
Se quedó mirándome y pensando en alguna barbaridad, seguro.
Y yo temía que hubiera por ahí una lavativa con agua muy caliente.
Y me puse histérico, me meé yo también al imaginar un enema en aquel lugar.
Seguro que había un sótano con una piscina de ácido en donde se deshacían de los cadáveres deshidratados de todo fluído corporal.
- Bueno, se acabó la sesión, espero que vuelvas, guapo. Cuando seas socio, ya mantendremos una sesión más completa.
Y volví a nacer.
Ella me ayudó a vestirme y me indicó donde estaban las duchas.
Yo le dije, que no me duchaba más que en mi casa (intuía alguna trampa en aquel lugar).
Me besó delicadamente pensando que mis lágrimas eran de agradecimiento a su buen trabajo de Ama.
Y aún no me había metido la polla dentro del pantalón cuando pasé como un exalación delante de la recepcionista sin despedirme.
Cuando llegué a casa, me metí en la ducha y me acuclillé abrazándome, dejando que el agua limpiara todo ese dolor y humillación. Soy un ser delicado.
Cuando me encontré más tranquilo me masturbé un par de veces y me sentí mejor.
Me puse crema hidratante en los cojones y me quedé unas cuantas horas dormido en el sofá del comedor acunado por las palabras de mi mujer y sus problemas diarios, que me importan una mierda.
Aún hoy, cuando veo las iniciales BDSM, mis cojones se encojen como pelotas de cuero. Y se me han pasado las ganas de preguntar qué coño significan esas siglas. No soy tan curioso.
Ahora ya lo he probado todo. Os lo juro.
Buen sexo.
(Nunca mais)