Basta de rutina!

Me sentía agobiada por la rutina, hasta que la desgracia ajena fue mi suerte!.

BASTA DE RUTINA…!!!

Me llamo Mónica y pronto cumpliré los 39 años… llevo varios años de casada y tengo dos hermosos hijos. Soy maestra en una escuela privada del Gran Buenos Aires.

A mi marido nunca le fui infiel hasta hace poco aunque eso no signifique que lo deje de amar… supongo que llegué a este punto cansada de la rutina que rodeaba (y aún rodea) nuestro matrimonio.

A pesar de mis años me encuentro bien… sigo delgada, mis tetas no están muy caídas, tengo el vientre chato, aunque, debo reconocer, mis caderas son un poco anchas, pero eso se compensa con que no tengo nada de celulitis en mis piernas.

Yo comparaba mi vida (de casa al trabajo y del trabajo a casa) muy rutinaria a pesar de mis esfuerzos, no correspondidos por mi marido, para cambiar algo. Pero él creo que no me comprende: está absorto en su trabajo que, a menudo, lo obliga a pasar unos días fuera de casa; cuando vuelve, en vez de salir con nosotros a pasar un fin de semana en cualquier lado, prefiere quedarse en casa.

La mayoría de los padres de mis alumnos son separados o divorciados; yo veo como las mujeres separadas están siempre radiantes y cada tanto aparecen con un "novio" diferente… y yo me preguntaba porque yo siempre estoy dando este aspecto de cansada, siempre con el uniforme de la escuela… etc.

Resulta que uno de mis alumnos es hijo de una compañera mía de la escuela secundaria, al marido también lo conozco desde que eran novios y tenía con él cierta amistad puesto que ambos cumplimos años el mismo día, así que aunque no nos viésemos seguido, yo cada año lo llamaba para saludarlo o él lo hacía conmigo.

De esta manera, me sorprendí cuando me enteré que mi amiga había dejado a, llamémoslo de alguna manera, Carlos y había formado otra pareja.

Yo ya había llamado a Carlos para ver cómo estaba y lo noté muy deprimido.

Tampoco estaba muy bien su hijo, ya que su desempeño en la escuela era muy bajo. Quise comentarlo con su madre, pero parecía que no comprendía muy bien lo que yo le quería decir. De manera que una tarde llamé a Carlos y le pregunté si al salir yo de la escuela podía pasar por su casa para hablar de su hijo.

Carlos, con sus 40 años aparentaba, por lo menos, unos cinco años menos: su ensortijado y abundante pelo negro apenas tenía trazos de canas en las sienes, continuaba delgado como un palo, aunque sus ojos castaños, que antes eran vivaces, habían perdido algo de ese brillo que siempre me había llamado la atención. No pude evitar compararlo con mi marido ya algo panzón y medio pelado.

Me contó todo lo que sufrió por la separación y cómo la estaba llevando adelante. En un momento, sus ojos se pusieron más tristes y lo abracé para consolarlo. Con su cabeza en mi hombro sentía su congoja … y su respiración en mi cuello

Finalmente, le dije que iba a hacer todo lo posible para ayudar a su hijo a pasar este trance y le ofrecí que si quería traerlo a mi casa para que juegue con el mayor de mis hijos, que es apenas un par de años mayor que el suyo. Vino a casa un par de veces por la tarde, cuando mi marido estaba trabajando y así me siguió contando sus cosas y yo, en confianza le conté de mis penas. Al hacerlo, me sentí mejor, como que me quitaba un peso de encima…; riéndome, le dije que nos estábamos ahorrando un montón de plata en sicólogos!!!.

Una mañana, trajo él mismo a su hijo a la escuela, ya que esa semana el chico permanecería con él.

Hola Moni…, cómo estás?… a ver cuando venís vos a mi casa para que jueguen los chicos… si sigo yendo a la tuya los vecinos van a creer que andás en algo raro…jajaja…-

Por suerte, en el edificio no son chismosos… si no, no te imaginás el lío que se hubiera ya armado…-

Seguimos haciendo chistes por un rato más y entré a la escuela para empezar las clases.

Todos los días los dos se acercaban y charlábamos unos minutos antes de empezar las clases y unos minutos más cuando lo venía a retirar.

El miércoles, antes que se retiren le pregunté a Carlos:

Ché, Carlos… ¿ seguís laburando como kinesiólogo ?…últimamente siento una contractura en el hombro y creo que tengo que ver a uno… -

Claro..ahora laburo más que nunca… así trato de ganar unos pesos más, que mal no me vienen…-.

Mirá que te voy a pagar… no te estoy pidiendo nada gratis… lo paga la Obra Social…-.

Dejate de joder, boluda!… no te voy a cobrar una consulta… después de lo que hacés por Ramiro ( su hijo )-.

Bueno… vení cuando quieras… ahora tengo el consultorio en casa, para abaratar costos… y también doy masajes…-.

¿ Puedo ir mañana después de salir de la escuela ?…-.

Por supuesto!!!…mañana te espero…¿ a las dos de la tarde está bien?-

Perfecto!!!…dejo a Adrián con mi vieja, porque Roberto no está, me cambio y voy para tu casa…-.

Bueno…te espero.

Al día siguiente, dejé en casa de mi vieja a Adrián, fui para la mía y me cambié el uniforme de la escuela por algo más cómodo: una calza azul marino ajustada, una remera polo celeste y un conjunto de bombacha y corpiño de algodón blanco.

Carlos ya me estaba esperando en su casa vestido con un pantalón de jogging gris y una remera blanca. Entré por su casa y me hizo pasar al cuarto que era su consultorio. Me senté en la camilla y me preguntó que me dolía.

Mirá… siento un dolor en el hombro derecho que a veces llega hasta la base del cuello… además, algunos días, al levantarme de la cama, me duele terriblemente la cintura…-.

No creo que sea nada que no se pueda curar con algunos masajes bien dados… si querés, te puedo dar unos masajes en la espalda y en la cintura… yo creo que así va a mejorar .-

Siii…dale…dame esos masajes..si no me cura…mal no me van a hacer!!!.

Entonces… vamos al living que vamos a estar mejor allí.

Fuimos al living. En el centro del mismo, frente al televisor y un equipo de música había una mesa baja con algunas revistas encima.

Carlos corrió la mesa, colocó una manta de lana cruda en el suelo y me pidió que me echase allí, boca abajo y sin la remera.

Colocó debajo de mi mejilla un pequeño almohadón para que descansara sobre él. Por el rabillo del ojo lo veía encender unas velas aromáticas que dejaba sobre la mesa baja que estaba cerca de mí. Puso un CD de música muy suave… con un saxo que despedía notas suavísimas que llenaban la sala con un aire de tranquilidad y que me ayudó a relajarme. Para completar la atmósfera de paz y quietud, Carlos cerró la puerta de la sala y bajó las persianas de las ventanas casi totalmente, de manera tal que la mayor parte de la tenue luz presente venía de las velas sobre la mesa baja.

Cierro todo para que no te me escapes - bromeó con una sonrisa dibujada en su rostro.

Jajaja… me siento tan bien que no me quiero escapar a ningún lado – le contesté con mis ojos cerrados.

Carlos se puso a horcajadas de mi cola y me pidió que me desprendiese el corpiño y dejase los brazos relajados a ambos de mi cuerpo.

Puse los brazos como me pidió, pero le pedí a él que me abriese el corpiño, pues me sentía muy bien como estaba. Así lo hizo y enseguida comenzó con sus masajes en los hombros y en la base del cuello.

Sus manos de seda aflojaban milagrosamente las tensiones de mis músculos y yo notaba como me relajaba más y más.

Estuvimos sin hablar por unos minutos, yo disfrutando de sus masajes, que eran como caricias para mí, y Carlos recorriendo mis hombros, cuello y bajando por las espalda… sus dedos se deslizaban también por mis omóplatos caían por los lados… a veces hasta rozar el comienzo de mis tetas aplastadas. Sentía como una pequeña descarga eléctrica que desde las yemas de los dedos enderezaban mis músculos, relajándome y trayéndome alivio a mis dolores.

Ummm… con esos dedos debés tener un éxito terrible entre tus pacientes…- murmuré todavía con los ojos cerrados.

Bueno…no es para tanto… no a todos les hago masajes como a vos…-.

Entonces seguí así que me siento muy bien… -

Sus manos abiertas, con los pulgares en mi columna y las palmas extendidas a ambos lados acariciaban, más que masajeaban, mi espalda. Venían desde el cuello y descendían hasta la cintura, hasta el borde de la calza, y volvían a subir.

La atmósfera tranquila y llena de luz tenue, el perfume de las velas, sus manos tibias y húmedas de aceite aromatizado que delicadamente parecía volar sobre mi cuerpo, su respiración suave, la música dulce, llevaban a que entregase mi piel sin reservas.

Seguí así… que me siento como nunca antes me sentí…-. Era como una experiencia cercana a la sexual por la entrega que yo hacía a su arte.

Podés correr un poco la calza… así puedo continuar con tu cintura… ¿ no te molesta, no?.-

No problem…vos sos el profesional… pero, si no te molesta…bajámela vos, suavecito… que estoy fenómena así…ni me quiero mover…-

Despegué un poco la cola de la manta para permitir que Carlos pudiera ir enrollando la calza hasta dejar media cola al aire, apenas tapada por la bombacha, que se había deslizado parcialmente ( y creo que dejaba ver el nacimiento de la raya) y parte de la calza. En ese momento me di cuenta que Carlos estaba en una posición donde ningún hombre, excepto mi marido, había estado desde que me casé… eso, lejos de lejos ponerme nerviosa o avergonzarme, me excitó un poco, y me pregunté si Carlos sentiría lo mismo o algo similar, si sólo pensaba como un profesional o si también me miraba como un hombre.

Mejor sacámela toda… me molesta sentir la calza que me aprieta las nalgas…-

Carlos se puso a un lado de mí para enrollar la calza hasta mis pies y dejarla a un costado. Me pareció ver un bultito delator en su jogging, lo que me halagó, pues a mi edad, podía aún excitar a un hombre que no era mi marido.

Cuando quiso volver a ponerse encima de mis piernas para continuar los masajes, sin pensarlo dos veces, como obedeciendo a un impulso, abrí mis piernas, quedando para Carlos, como una Y invertida. Él titubeó un poco, pero enseguida reaccionó y se colocó entre mis piernas para masajearme la cintura; con sus dedos que parecían querer escapar, ya que a veces rozaban el inicio de la raya de mi cola.

Yo, que me estaba excitando y me preguntaba donde terminaría todo esto, aunque en realidad e inconscientemente, sabía y deseaba lo que pasaría, movía por reflejo mi cola cuando sus dedos se acercaban a ella. Sabía que me estaba regalando y mi deseo era que Carlos se diese cuenta y que aceptase el regalo.

En ese momento, él se detuvo para untarse nuevamente las manos con aceite aromático.

¿Estuviste con otra después de Gaby? – le pregunté en voz baja.

No..con nadie desde hace ocho meses.- .

Ummm…pobre..que duro debe ser, ¿no?.-

Carlos me miró un par de segundos y en vez de untarse las manos con el aceite, se quitó la remera blanca y arrodillado entre mis piernas se acercó nuevamente a mi cuello, como para darme caricias allí, pero dejó sus manos a ambos lados de mis hombros y sentí su beso en mi nuca

No te imaginás lo duro que es…-

Su pecho caliente rozaba mi espalda… me pasó la punta de la lengua en mi oído y jugueteó con ella ahí dentro, excitándome aún más. Yo movía mi cola para refregarla contra el bulto oculto por el jogging. Salió de mi oído, volvió a mi nuca y poniendo allí la punta de su lengua, fue descendiendo por mi columna hasta mi cola… sus manos bajaron la bombacha y comenzó a besarme alternativa y delicadamente las nalgas y a pasar su lengua por mi raya, humedeciéndola cada vez más con cada pasada.

Pará un momento …- le pedí.

Carlos creyó que yo quería parar la cosa, nada más lejos de mi mente; pero él se quedó arrodillado ahí, sin saber que hacer. Yo aproveché para darme vuelta y al pasar mis piernas por encima de él, las recogí momentáneamente para sacarme la bombacha y quedé totalmente desnuda ante él, ofreciéndole, sin decir palabra alguna, mi sexo y mis pechos. Se puso de pié para bajarse el jogging y el slip al mismo tiempo. Le extendí mis brazos para atraerlo a mi cuerpo. Lo abracé para sentir su calor en mí y su pene en la puerta de mi sexo, frotándose buscando la entrada, húmeda, tibia y deseada.

Voy por un preservativo… - susurró.

Nooo….nooo..tengo DIU… no te vayas….-

Abrió más mis piernas, se acomodó y me penetró hasta el fondo, sin problema alguno, de tan mojada y abierta que me encontraba… yo suspiré cuando me sentí llena de Carlos. Esperó unos segundos y comenzó a bombear mi sexo, con oleadas de calor que se desprendían de mi intimidad y llegaban a cada rincón distante de mi ser.

Pronto terminó, con bombazos un poco más bruscos, llenándome con su semen acumulado… con el último bombazo lo abracé para que se relajara sobre mi pecho. Yo no había terminado, pero lo perdonaba porque él estaba muy necesitado.

Por supuesto, cuando se recuperó, y luego de una buena mamada introductoria, me lo monté para que yo pudiera terminar y así pude tener mi orgasmo infiel al mismo tiempo que Carlos descargaba su segunda ración de lechita dentro de mí.