Barbara desperdiciada - I
Bárbara notaba como la miraban los hombres por la calle, siempre vestía elegante y discreta pero no podía ocultar aquel cuerpo que atraía todas las miradas con fuerza magnética, aquello la excitaba, pero las miradas y piropos de los hombres en la calle y su consolador no eran bastante.
Tenía el rostro un poco alargado, en su cuerpo de metro setenta y cuatro, con unos maravillosos ojos azules color cielo intensos, redondos y muy grandes, unos labios carnosos y jugosos custodiaban una sonrisa perfecta de dientes blancos y simétricos, y una armónica nariz dividía su rostro coronado por una melena natural rubio oro, cabello ondulado que le caía hasta mitad de la espalda, tenía unas anchas y redondeadas caderas, típicas de las mujeres germanas, unas piernas firmes y redondas con unos muslos llenos y bien contorneados, que acababan en un apetitoso, firme y curvo culo . Y lo más maravilloso una de aquellas delanteras alemanas nacidas para lucir en el escote de un traje de cervecera bávara, unas enormes y abundantes tetas naturales teutonas. Hacía ya cuatro años que vivía con su marido y su pequeña hijita de tres años en España. A pesar de haber tenido una niña de tres años y a sus treinta y ocho años, su cuerpo podía ocupar la portada de cualquier playboy, se cuidaba, comía sano y hacia deporte cuatro veces a la semana. A pesar de eso su marido solo tenía palabras de desprecio para ella y su cuerpo. No dejaba jamás de compararla con aquellas las modelos lugareñas y latinas, morenas, de pecho casi plano, de culo que era una raja al final de la espalda y de piernas delgadas y finas. No era así cuando se habían conocido, y ella era una de las chicas más deseadas de su escuela, con aquel cuerpazo, pero de eso había pasado mucho, desde que se quedo embarazada apenas tenían sexo, y Bárbara sabía que Frank se entendía con su secretaria española, había demasiadas señales para que fuera obvio.
Bárbara notaba como la miraban los hombres por la calle, siempre vestía elegante y discreta pero ella no podía ocultar aquel cuerpo lleno de curvas que atraía todas las miradas con fuerza magnética, aquello la excitaba, pero las miradas y piropos de los hombres en la calle y su consolador no eran bastantes. Y Bárbara empezaba a estar más que harta de los desprecios de su marido y del endiosamiento de aquellas mujeres morenas cadavéricas.
Cada día cuando llevaba camiando a su hijita a la guardería pasaba por delante de una obra, en aquel momento solo se veían dos obreros, uno de ellos no paraba de decirle todo lo que la haría al verla pasar tan alta ,tan derecha y tan hembra, contoneándose con todas sus curvas, mientras el otro se reía estúpidamente. Aquello excitaba a Bárbara hasta humedecerle sus bragas brasileñas, le daba mucho morbo. Aquel día llevaba puesto un pantalón vaquero lavado, con un dobladillo por encima del tobillo y una blusa-top de manga corta con líneas paralelas doradas con un maravilloso escote de dobladillo en forma de cuña donde se enfundaban sus majestuosas ubres sin sujetador alguno. Unas sandalias verdes con tacón de esparto y un bolso verde a juego, sus muñecas estaban decoradas con pulseras color oro. Y una pequeña perla color oro también asomaba de los lóbulos de sus orejas. Había dejado ya a la pequeña y caminaba de vuelta cuando, pasó con paso firme y sereno junto a la valla de la obra como cada día, y el más viejo bajito, barrigón, moreno y calvo, empezó a decirle guarradas, mientras el más joven y atlético asentía. Ya los había dejado atrás, cuando sintió deslizarse la humedad de su raja, y un pensamiento caliente le ocupo la mente, se paro, se chupo lentamente un dedo índice, y esbozando una sonrisa maliciosa, giro sobre sus pasos y se acercó a la valla, donde estaban los dos hombres moviendo su cabello ondulado al viento. Al principio los dos obreros se quedaron parados. Entonces Bárbara se acercó a la valla y le pidió al viejo moreno barrigón que le repitiese lo que le haría si ella se dejase. El viejo trago saliva, la miro fijamente y tras respirar hondo, empezó a decir sus barbaridades habituales, que le chuparía las tetas hasta dejárselas empapadas, que le rompería el culo, que le masajearía las piernas, que le comería el conejo, que se la follaria al estilo perro, y de todas la maneras. Barbara que hablaba un español muy aceptable con un suave acento alemán. Le sonrio sin dejar de chuparse el índice, y cuando el viejo ya no supo que decir. Mirándolo lascivamente le pregunto si había algún lugar donde podría demostrar todo aquello que presumía de poder hacerle. El viejo la miro sorprendido con los ojos y la boca abierta al tiempo que Bárbara, decía lentamente de forma muy sexy y sensual que aquella era su única oportunidad. El viejo le abrió la valla de la obra y Barbara entro alumbrando su rostro con su maravillosa sonrisa mientras el viejo la cogía por la muñeca y la llevaba hacía el interior, el muchacho joven los seguía haciendo aspavientos de incredulidad, mientras el viejo, no saliendo de su asombro, le decía que había que aprovechar la oportunidad, que una hembra así no se cruzaba todos los días en la vida de uno.
Entraron en la estructura del edifico y se pusieron a cubierto tras una pared a caravista donde había algunas herramientas y mesas de obras. Entonces el obrero más viejo se abalanzo desde atrás sobre Bárbara, que era más alta que él, superexcitado y con su miembro duro como una piedra se aferro a Bárbara con sus manazas por su par de melones y la atrajo hasta su paquete al tiempo que sin dejar de apretarle las tetas le chupaba por la nuca, el más joven y atlético saco un miembro fibroso, grande y musculado con venas que lo recorrían, Bárbara lanzo una expresión de admiración en alemán, mientras el muchacho se masturbaba y el viejo obrero de unos cincuenta y tantos se bajaba el mono y dejaba su pene morcillón a la vista. Bárbara lo agarro con una de sus manos y sus finos dedos y empezó a sacudírsela al viejo, al tiempo que miraba al muchacho ,que tenía un enorme aparato que se había estirado y extendido, lanzándole miradas de lastima y moviendo la cabeza como pidiéndole que se acercara, el viejo empezó a subirle por delante la camiseta-blusa a Bárbara entre gritos sordos de “zorra y puta” con la excitación al punto de la erupción, cuando alcanzo las enormes y turgentes ubres naturales de Bárbara el viejo tenía los ojos que parecían que iban a salir de las orbitas, agarrando las tetazas como si las sopesara con ambas manos sin poder contenerlas, jugueteando con sus índices con los pezones puntiagudos de Bárbara y luego apretándolos, mientras Bárbara no paraba de decir al chico con movimientos de cabeza que se uniera a ellos. El chico se acercó con su ariete inerte, en ese momento Bárbara lanzo un gemido de necesidad y deseo y acerco su boca a la polla del muchacho al tiempo que lanzaba una sacudida fuerte y rápida que hacía al viejo correrse entre espasmos de placer y caer sentado sobre un tonel, agarro el pene del chico con las dos manos y se lo trago todo, masajeando con su lengua y sus labios carnosos las paredes de aquella culebra ardiente, después se puso de pie y le ofreció con las dos manos sus enormes tetas al chico, que lanzando gemidos de necesidad se arrojó con sus labios sobre ellas, abrevando en sus pezones y en la aureola de los mismos pasando la punta de la lengua por ellos, y chupándolos como si quisiera afilarlos entre los espasmos de placer de Bárbara sobretodo cada vez que le mordisqueaba los pezones, chupetones, lengüetazos que cubrieron toda la superficie esférica de la carne de sus tetas y cuando hubo acabado se arrodillo a los pies del chico y tomando su poderosa barra entre sus tetas, empezó a frotarla moviendo sus magníficos senos arriba y abajo al tiempo que dejaba caer saliva en su canalillo para lubricar sus tetas las cuales tomaba con sus arregladas manos por ambos laterales exteriores para ayudar en la fricción de la cubana, al tiempo que balanceaba su cuerpo arriba y abajo, haciendo aparecer y desaparecer la polla fibrosa del chico que relinchaba de placer. Llevaba así un rato haciéndole al chico la mejor cubana de su vida, cuando se acercó el viejo, de nuevo con su polla morcillona y se la puso encima del hombro a Bárbara. Esta soltó el rabo del chico y se metió en la boca la del viejo, ajustando su diámetro con sus labios y ayudándose con su mano sin dejar de frotar arriba y abajo el rabo del viejo, que aullaba de placer se giro al muchacho sin dejar de masturbar al viejo, y le volvió a tragar la polla, con fruición, con necesidad en sus gemidos, como si la polla del muchacho le calmase la sed de muchos meses, para deshacerse del viejo volvió a darle una sacudida poderosa y rápida, y este se corrió entre gemidos y maldiciones, lo dejo a un lado y concentro toda su atención en el chico, le estaba devorando la polla, Bárbara con sus manos apoyadas en los musculosos tríceps del chico empezó a bombear atómicamente sobre el cañón del chico, balanceando su cabeza adelante y atrás, para que el pene del chico entrase y saliese de su boca, masajeando así el tronco y el glande del chico con sus labios, y empapando su prepucio con su húmeda lengua que no paraba de chuparlo al tiempo que sus tetazas se bamboleaban en el vacío a un ritmo frenético, el chico no pudo más y se corrió inundando con su cálida leche la boca y la garganta de Bárbara, que casi se ahoga, y que retiro la cabeza de entre los muslos del muchacho tosiendo hacia los lados debido al atragantamiento. Se separo del chico y sin dejar de mirarlo, con sus enormes y redondos ojos azules, trago hasta la última gota que llevaba en la boca de su leche, mostrándoselo al muchacho y relamiéndose con la lengua.
Después se quito el vaquero y su braga brasileña blanca que estaba empapada como una esponja. Y haciendo que el chico se apoyase en una de las mesa de obra, se puso de espaldas a él con las piernas abiertas, se aproximó tomo su largo garrote que no había dejado de estar firme y se lo metió por su coño desde atrás, y empezó a bombear sobre la tranca poderosa del muchacho, sentándose y levantándose sobre su mastil, aumentando el ritmo lentamente, sobre sus tacones de esparto con cintas y hebillas verde, moviendo su cuerpo adelante y atrás sobre el pubis del obrero joven, en un movimiento aeróbico, al tiempo que el chico se aferraba a la mesa de obras, el viejo jadeaba en una esquina agotado, y Bárbara agarrando y apretándose sus tetas, cabalgaba sobre olas de placer, estuvo así durante más de cinco minutos cuando sintió que ella se corría, aullando como una perra en celo y que nuevamente el liquido cálido del chico le inundaba por dentro y se deslizaba por sus piernas abajo. Cuando acabo todo se levanto sacando la polla del chico d su cuerpo, se giro, le tomo el rostro entre sus manos de finos y delgados dedos y le beso en los labios, cogió sus cosas se vistió y salió de la obra diciendo gracias y dejando a los dos obreros agotados y por los suelos. Había tomado una determinación se follaria todo lo que se cruzara en su camino y tuviera gana, por fin iba a ser una mujer liberada.