Barbacoa, playa y un ascensor
Todo comenzó inocentemente en una barbacoa, pero fue en la playa, en el hotel que compartiamos donde la situacion tuvo su desenlace
Amigos, os voy a narrar la última experiencia que hemos vivido mi mujer, Verónica, y yo. Todo comenzó el día en que la compañera de mi mujer, Laura, organizó una barbacoa en su casa como despedida hasta después de las vacaciones estivales, cualquier excusa es buena para una fiesta, a la que asistieron varias parejas más, todos compañeros de trabajo de ambas.
Laura es una mujer tremenda, pues tiene un culo muy bonito, marcado por el pantalón vaquero muy ajustado de color claro que en esta ocasión llevaba, y unas tetas que no pasaban desapercibidas a nadie, pues con una talla 105, supongo, llamaban poderosamente la atención en cuanto las veías, y como no podía ser de otra manera, para mí tampoco lo hicieron. Ya en otras ocasiones en las que habíamos estado con ella y su marido Antonio, a mis ojos le costaba trabajo dejar de mirarlas.
Todo trascurría por los cauces habituales: comida, bebida y charla distendida. Laura es una chica que tienes los límites de la bebida poco definidos y no para de beber durante todo el tiempo, por lo que al poco ya daba síntomas de embriaguez, cosa que a su marido le ponía de mal humor, pues su comportamiento pasaba a ser demasiado extrovertido.
Me dirigí al interior de la vivienda, a coger una cerveza del frigorífico, coincidiendo en el camino con Laura, a la que ya se le había vaciado nuevamente la suya. Hablábamos de lo que unos días después haríamos en el hotel de playa en el que ambas parejas habíamos reservado unas habitaciones para pasar unos días juntos en la playa. Al volver con el grupo nos encontramos que solo quedaba una silla libre en la que poder sentarnos, por lo que yo la se la cedí a ella, sobre todo por que la notaba muy mareada. Ella me pidió que me sentara yo, argumentando que ella se sentaría sobre mis rodillas mientras se quedaba otra silla vacía. Yo accedí, de modo que ella lo hizo sobre mí, de modo que su admirado culo se posara sobre mi paquete. Me sentí un poco violento al tenerla en aquella posición delante del resto de invitados y, sobre todo, por las miradas recriminatorias que su marido le dirigía, por lo que le hice ver que no quería tener líos con su pareja. Ella lejos de dejar su asiento, dijo que se fastidiara, que ella estaba muy cómoda con el asiento que había encontrado, y comenzó a mover su culo como si quisiera tomar una mejor posición sobre mí.
En esos momentos y debido a los movimientos de ella, y gracias a mi imaginación, comencé a sentir que mi polla se empezaba a poner dura, aprisionada por el peso de ella. Se lo hice saber, pícaramente:
- Laura, levanta un poco que creo que voy a tener que cambiar de posición a mi amiguito, pues me lo estás aprisionando y me hacer daño.
- Ya decía yo que estaba notando algo en mi culo que se me clavaba.
- Perdóname, pero no he podido evitarlo. Además tú tienes la culpa.
- No te preocupes, estoy encantada de sentirte. Lo que siento es que haya tanta gente y no puedas darle toda la libertad que a ambos nos gustaría.
Aquel comentario me dejó de piedra, pues era una declaración de intenciones muy clara, seguramente influenciada por el alcohol que llevaba en su cuerpo.
La cuestión es que ella, aun quedándose sillas libres no abandonó su sitio, moviéndose de vez en cuando sobre mí, de tal manera que mi erección no se bajaba de ninguna de las maneras, pues además la visión tan cercana de sus tetas, me habría bastado bajar un poco mi cabeza para tomar posesión de ellas, no ayudaba en absoluto en dicho fin.
Verónica, a la que no le importaba en absoluto todo aquello como os podréis imaginar, me pidió irnos ya pues se encontraba muy cansada y era bastante tarde. Por lo que nos excusamos con Laura y su marido por irnos; nos despedimos del resto del personal, y nos dirigimos a nuestro vehículo para volver a casa. Nos acompañó Laura como anfitriona para despedirnos. Se despidió de mi mujer con los dos típicos besos y después se vino hasta mí, y atrapándome por el cuello metió su lengua en mi boca propinándome un inesperado beso que no hizo más que provocarme una nueva erección.
- Oye, ¿qué haces, marrana? Le recriminó a modo de guasa mi mujer.
- Pues ya ves, despedirme de tu marido. Me gusta ser una buena anfitriona.
Tras lo cual volvió a repetir el beso al cual respondí gustosamente.
Después de esto, ya sí, nos despedimos hasta que nos viéramos en el hotel.
Verónica, como es natural, no comentó nada sobre lo ocurrido, pues después de todas las experiencias que hemos compartido, aquello era algo demasiado suave como para ni siquiera merecer su comentario, pero en mí si quedó el regustillo de pensar en lo que podría haber ocurrido con su compañera en otras condiciones y que si me era posible, en el hotel de la playa intentaría que algo surgiera.
Días después, ya en el hotel de la playa, nos vimos con Laura y Antonio, compartiendo los momentos de relax que tan merecidamente nos habíamos ganado durante el año.
La visión de Laura en biquini era espectacular, pues la braguita no cubría su bonito culo, y mucho menos aún la parte de arriba que cubría a duras penas parte de sus tetas, asomando parte de ellas por los lados e incluso por la parte inferior. Todavía no entiendo que hacía aquel pedazo de mujer con un pringado como era Antonio, que además de no ser gran cosa físicamente, era bastante soso.
Decidí que debía tomar un poco la iniciativa y ver si todo lo que ocurrió aquella noche durante la barbacoa, fue fruto de la bebida o si bien, estando sobria seguía sintiendo atracción sobre mí como me dio a entender. Aprovechaba cuando subíamos en el ascensor hacia las habitaciones, que normalmente iba lleno a reventar de gente, por lo que teníamos que ir muy próximos unos a otros, para con disimulo pasar mi mano tras ella y acariciar su culo. Al principio lo hacía por encima del pareo, pero viendo que en absoluto me lo recriminó, salvo por una mirada entre de placer y de disimulo señalándome a su marido, cada vez me aventuraba un poco más, atreviéndome incluso a meter mi mano por debajo de su biquini y tocar su duro culo a pelo. En una ocasión en la que su marido se tuvo que situar en el lado opuesto del ascensor, quedando un montón de gente entre él y nosotros, impidiendo una visión casi del 100% de nosotros, metí mi mano por dentro de su bañador y la bajé hasta encontrar su coño, totalmente depilado y para mi sorpresa muy mojado, seguramente porque esperaba que, como siempre le hiciera algo en el ascensor, provocando dicha excitación. Observé cómo se mordió el labio inferior al sentir mis dedos avanzar por su raja. Lástima que el hotel tuviera tan pocas plantas y tuviéramos que abandonarlo tan pronto.
Las situaciones en las que siempre que podía la tocaba se fueron multiplicando, aprovechando cualquier ausencia de su marido, con lo que conseguí que siempre fuera caliente como me confesó en una de las ocasiones. Pero todo aquello era insuficiente, necesitábamos más.
El momento llegó solo, pues uno de los días les comenté que iba a echar una siesta, ya que la noche de antes nos acostamos muy tarde. Laura dijo de acompañarme pues había olvidado las gafas en su habitación. Nada más subir en el ascensor repetí la rutina de siempre. Nos bajamos en nuestra planta y nos dirigimos a las habitaciones, que eran contiguas, pues hicimos la reserva juntos. Abrí la puerta de mi habitación y ella entró en ella como un vendaval, sin mediar palabra alguna comenzó a quitarme la camiseta mientras me besaba, una vez desprovisto de ella empezó a desatar mi bañador, sumándome ,,yo a la tarea de desnudar hice lo propio con su pareo, desabroche el sujetador del biquini dando libertad a sus tetas que me dejaron sumido en un sueño, pues era increíbles. Bajé mi boca hasta ellas aprovechando para, en el mismo movimiento, bajar sus braguitas. Las chupé con desesperación durante unos instantes. Me empujó sobre la cama, para arrodillarse entre mis piernas y comenzar a chupármela a la vez que acariciaba mis testículos. Pero todo aquello le parecía ya insuficiente, su calentura, y la mía también, hacía que necesitáramos más.
Casi de un salto se subió sobre mí, clavándose certeramente mi polla. Comenzó a follarme como una loca a la vez que me pedía que le pellizcara y que le chupara las tetas, lo cual hice marcialmente.
Era tanto el calentón que llevábamos que no pudimos aguantar más. Ella en pocos minutos se corrió un par de veces, haciendo con sus gemidos y gritos que me excitara aun más si cabe, consiguiendo así que mi resistencia por aguantar un poco más sin correrme fuera vencida. Le avisé que me corría y ella lejos de parar, o de sacarla para que no lo hiciera dentro, aceleró el ritmo, diciendo que quería sentir mi leche dentro de ella. Aquello fue el detonante de mi tremendo orgasmo, sintiendo como mi polla expulsaba mi corrida por chorros dentro de ella. Comenzó a gritar que le encantaba sentir mi leche caliente dentro de ella, lo que hizo que nuevamente sufriera un orgasmo casi simultáneo con el mío.
Tras esto se quedó unos segundos tumbada sobre mí, con mi polla aun dentro de ella. Cuando se recuperó se levantó poco a poco haciendo que mi polla saliera de su coño muy despacio. Cuando por fin salió del todo, vino acompañada por parte del semen que había dentro de ella. Metió dos de sus dedos dentro de su agujero, lo que hizo que saliera más semen aún, el cual ya chorreaba sobre mi vientre. Sacó los dedos y los chupó con gran placer.
Saltó de la cama y me dijo que se iba pues no podía tardar mucho más para que su marido no sospechara. Durante el resto de los días continuamos tocándonos mutuamente cada vez que podíamos pero no surgió la oportunidad de repetir aquel polvo, aunque nos prometimos que una vez de vuelta a nuestras casas nos debíamos ver en cuanto pudiéramos y hacerlo tranquilamente, pues no lo merecíamos.
Yo no sé si su marido se daría cuenta de algo. Si fue así lo disimuló como buenamente pudo. Pero a la que por supuesto no le pasó todo aquello desapercibido fue a Verónica, por lo que se lo conté todo, lo que hizo que se excitara especialmente y tuviéramos que follar durante varias ocasiones fantaseando con que interviniera en el polvo Laura. Pero aquello no era todo, Verónica me dijo que le debía una y que se la iba a cobrar en cuanto pudiera, y digo si se la cobró, pero eso ya os lo contaré en el próximo relato.