Banquete de boda
Yago y Engracia descubrieron el lado más degenerado de los novios, y pagaron caro su descubrimiento.
BANQUETE DE BODA
Testimonio 1: Él
Ante todo, creo que debo empezar por el principio. Años ha, tuve un compañero de trabajo al que llegué a apreciar mucho, y con el que hice muy buenas migas. Fuimos muy buenos amigos pero, como a veces ocurre, cuando fue despedido, a pesar de todos mis esfuerzos, el contacto se rompió. Por eso, cuando unos pocos años después me llegó una invitación suya para ser invitado en su boda, recibí aquella noticia con alegría por mi parte, confiando en recuperar el contacto perdido. A varias semanas de la boda, él y yo nos encontramos en una cafetería, y a partir de ahí logramos reestablecer los lazos perdidos. Mi satisfacción por el encuentro era enorme porque Juanjo, que así se llamaba él, era un buen tío. De hecho, cuando le dije que yo también tenía novia y que no quería dejarla de lado, me dijo que no habría problema en que Engracia viniese. Nunca entendí como pudimos alejarnos Juanjo y yo cuando los dos nos habíamos llevado tan bien…y menos aún entendí lo que ocurrió después.
Ese “después” al que hago referencia ocurrió ya en la propia boda. La ceremonia fue preciosa, y Juanjo estaba esplendido. Cada vez que miraba a Nieves, la novia, se le iban los ojos, le brillaban como estrellas. Casi hasta tenía envidia de ver a dos novios tan felices jeje (envidia sana, no vayan a pensar mal), pues aunque con Engracia existe mucho cariño y compresión, ni de lejos alcanzábamos esos niveles de felicidad que ellos destelleaban (esas cosas se notan). Después de la ceremonia nos fuimos al restaurante, donde se reunieron los más de 100 comensales que éramos. Nunca llegué a imaginar que Juanjo y Nieves estuvieran tan bien relacionados, pues jamás me había encontrado en una boda tan multitudinaria. En fin, a lo que iba…Avanzada la fiesta y la juerga, tuve que irme al baño a hacer aguas menores. Mi vejiga nunca ha tenido mucha tolerancia con el alcohol, y después de varias copas, tenía por fuerza que ir a aliviarme o de lo contrario daría un espectáculo escatológico del que no me quería ser protagonista.
No recuerdo cuantas veces tuve que ir al lavabo, aunque sí sé que fueron varias, tantas que Engracia dijo que ya empezaba a parecerme a esas fuentes de niños meones, lo que provocó no pocas risas del grupo en donde estábamos. En las primeras era de lo más sencillo, entraba y salía, pero tras varios brindis seguidos festejando el enlace (y básicamente brindaban por cualquier tontería), en esta ocasión la urgencia era más apremiante y casi hasta dolorosa. Entré con ganas y fui a uno de los lavabos para vaciarme de líquidos. Mientras estaba allí, me pareció escuchar algo detrás mío, como un murmullo apagado. Pensé que quizá sería alguno de los invitados con su novia, o quizá con alguna de las damas de honor, que dicho sea de paso, estaban todas de muy buen ver (yo mismo había intentado pelar la pava con alguna, sin éxito). Con mi urgencia terminaba, me limpié debidamente (soy muy aseado para esas cosas) y ya me disponía a salir cuando de una de las puertas a mi espalda, donde estaban los retretes, vi que salía uno de los invitados. Eso me pareció trivial en comparación con a quien vi que se quedaba en el retrete: ¡¡LA PROPIA NOVIA!!.
El invitado salió escopeteado tanto que ni le pude ver bien, y Nieves quedó mirándome con espanto. Me había reconocido porqué Juanjo me la había presentado y le había contado como nos habíamos conocido y demás. La chica me había caído muy bien, pero jamás imaginé encontrarla en semejante situación. Quedé paralizado sin saber que decir. Ella fue hasta la puerta del lavabo de hombres y la cerró, pasando el pestillo, para evitar que cualquier otro llegase y nos pillase. Semejante idea me causó terror por Engracia, porque desde luego si me encontraba en ese lío, me iba a caer la de San Quintín. Nieves se me quedó mirando e intentó excusarse alegando que aunque amaba a Juanjo, necesitaba echarse una última cana al aire antes de tener a un solo hombre para toda su vida porqué ella siempre había sido de tener varios amantes (a veces a la vez, me confesó). Quise aliviar su miedo y le dije que no se preocupase, que apreciaba tanto a Juanjo que él nunca sabría lo que ella había hecho. Mis palabras eran de corazón, pero Nieves no quiso correr riesgos…y un brillo extraño asomó a sus ojos.
Descorrió el pestillo del baño de hombres, se lanzó a mí y me llevó al mismo retrete del cual ella misma había salido minutos atrás. Quise que se detuviese, que yo no deseaba engañar a Engracia con ella pero Nieves aludió que dado que ni ella no yo nos habíamos casado aún, no había problemas de cuernos y que de ese modo estaría segura de que yo no me fuese de la lengua. Busqué por todos los medios de rechazarla, pero en vano: Nieves se bajó el escote palabra de honor de su vestido de novia y me enseñó el par de tetas más fascinantes y magnéticas que había visto nunca. Ni siquiera Engracia las tenía tan perfectas. Bajándome la cremallera del pantalón me sacó mi verga de entre los pantalones y se puso como una loca a pajearme, dejando que se las comiera lo que yo quisiese. Perdí la cordura chupeteando esa maravilla de pezones. Nieves se subió su vestido todo lo que pudo y me dejó acariciarla en su ya húmeda panochita. No llevaba nada de ropa interior. Ella me había dicho que le daba morbo estar sin ella delante de la gente, que le gustaba saber que debajo de ese vestido de supuesta pureza, latía en ella la viciosa del sexo que ella siempre había sido.
La paja que me estaba haciendo se torció ligeramente al notar que la puerta del lavabo se abría. Quien entró fue directamente a mi retrete, y tuve que decir que estaba dentro y que por tanto, estaba ocupado. ¡¡HORROR, ERA JUANJO!!. Poniéndose en el retrete contiguo, fue un auténtico suplicio mantener una conversación con él porque la perra de Nieves me había dejado de masturbar para, en un diabólico juego de morbo, ir a hacerme una felación tan loca que pensé que me la iba a arrancar. Tuve que hacer un acopio de todas mis fuerzas para seguirle la conversación a Juanjo. Éste, sin saber lo que pasaba a un metro de él, me contaba sobre Nieves y sus muchos amantes, que sabía de sus relaciones pasadas y que confiaba en que ahora la cosa cambiase. Por dios, lo que me costó decirle que no se preocupase y que ahora que estaba casada, eso sería cosa del pasado. Peor aún, un inocentón Juanjo me soltó que le había encantado Engracia, y que tuviese cuidado porque en estos bodorrios siempre hay alguna que busca darse un gusto a costa de uno de los invitados, sin importarle que estuviese comprometido. Diciéndole lo mucho que le agradecía aquel comentario y que estaría ojo avizor, Juanjo terminó y regresó a la boda…mientras yo estaba sufriendo la mejor mamada de mi vida de parte de su novia. Aún hoy no sé como logré fingir de esa manera.
Nieves terminó de subirse su vestido y me enseñó su depilado chochito y aquel culito de perfectas formas redondeadas. Nunca imaginé que aquel “angelito” con cara de no haber roto un plato nunca, con aquellos ojitos azules y aquel pelo rubio ondulado fuese tan pervertida. Haciéndome sentar en el retrete, ella se sentó de espaldas a mí y de una sentadilla se penetró ella misma. Comenzó a rebotar como una posesa sobre mi rabo mientras cogiéndome de las manos, me hizo agarrarle las tetas con fuerzas. Tuve miedo de hacerle marcas de tan fuerte que le gustaba que se las cogiese. Nieves se echó hacia atrás usándome de sillón y siguió rebotándose sobre mi polla. A ese punto yo ya estaba entregado al polvo más increíble que estaba echando. No me lo podía creer: me estaba cepillando a la novia el día de su boda…y yo no era el novio. ¡Y como follaba la perra de ella, era una fiera en el sexo!. Ahora comprendía porque la chica era de tener varios amantes: era un desperdicio de artes amatorias el que solo se limitase a un hombre.
En el paroxismo de la perversión y del vicio, mientas una de mis manos estaba jugando con su coñito penetrado, y la otra seguía bien cogida a sus tetas, Nieves me dio un morreo y me aseguró que ese polvo lo iba a recordar toda la vida. No estaba seguro de a que se podía referir, pero ella misma se encargó de sacarme de dudas: se puso en pie y me hizo levantarme del retrete para ponerme detrás de ella (algo complicado, dado lo estrecho que era el retrete). Se puso en pompa…y sin pudor alguno me dijo que era libre para darle por el culo, que no se preocupase porque ya se había encargo ella misma de limpiárselo a fondo y que el anterior amante se había negado a encularla, pero que ella deseaba que alguien la sodomizara. Yo no salía de mi asombro: en su propia boda, la novia me estaba ofreciendo su culo para que se le lo rompiera. Jamás le había dado por el culo a una chica y no sabía si eso podía dar mucho placer. Que ahora tuviese esa oportunidad era algo que ni con Engracia se me había pasado probar.
Tenía razón en cuanto a que se había limpiado el culo. No sé que se haría, pero mi rabo entró en su culito a la primera, sin mucho esfuerzo. Eso me hizo pensar que o bien ya se lo habían petado mucho (quizá Juanjo, quizá sus otros amantes), o que a ella misma le gustaba darse gusto por detrás, quien sabe de qué modo. Nieves apoyó ambas manos contra la pared, y una rodilla encima de la tapa del retrete. Una postura ideal con que encularla…y vaya que sí me la enculé. No me imaginaba que fuese tan placentero y tan morboso, madre de dios que paraíso de culo tenía la novia, estaba loco por correrme dentro de esa preciosidad de culo que me estaba cepillando. Nieves empujaba contra mí al mismo tiempo que yo empujaba contra ella. Esos tira y afloja en contra dirección me tenían al rojo vivo, estaba desatado y solo deseaba correrme dentro de ese culito. Nieves me suplicó que por favor retorciese sus pezones, que nada de acariciarlos o pellizcarlos, que debía retorcerlos y punto. Al hacerlo, la excitación de Nieves metió la directa. Sus gemidos anunciaban un inminente orgasmo y sus movimientos eran más salvajes, tanto que me costaba retenerla. Finalmente y en un movimiento relámpago, Nieves se salio de mi culo, se agachó y con su boca recogió todos los chorros de mi esperma, que salieron como escopeteados. Jamás me había encontrado con una chupapollas de su calibre.
Cuando terminó de saciarse de mis fluidos se recompuso con tal rapidez de en seguida estaba como si no hubiese pasado nada. Parecía tan virginal que daba miedo lo zorra y falsa que podía llegar a ser. Hacía unos minutos estaba con una polla ensartada en su culo, y ahora parecía una nenita virginal e inocente. Salí yo primero del retrete y me aseguré que no había moros en la costa. Entonces hice salir a Nieves, y esperando un poco para no despertar sospechas, salí detrás de ella. Al volver al salón, ella se lanzó de forma amorosa a los brazos de su ahora marido. Llegando junto a Engracia, la encontré extrañamente ruborizada, pero no quise preguntarle (el rubor le apareció varias veces a lo largo de la tarde-noche, no sé porqué). Me hallaba absorto en mi mente, recordando lo que había ocurrido. Nieves tenía razón en que ahora estábamos unidos por un secreto que nunca podíamos revelar. De hacerlo ella rompería un noviazgo, pero yo rompería un matrimonio, y sería incapaz de vivir con algo así. Sigo sin comprender como pudo pasar lo que pasó…y lo que es peor, lo que sigue pasando: Nieves ha sabido sacarle partido a su chantaje y como ahora de puertas afuera somos tan amigos, a nadie extraña que quedemos de vez en cuando en plan informal. Si los demás supieran la de cosas que hacemos cuando estamos a solas, muchos se llevarían las manos a la cabeza. Eso me acarrea un problema tremendo: amo a Engracia más que a nada, y por nada del mundo le haría daño. Me encantaría dejar de follarme a Nieves, pero ésta me ha pillado bien: ha sabido enviciarme a sus polvos y me encanta ser presa de su gigantesco repertorio de perversiones. ¿Cómo me he visto envuelto en semejante berenjenal?...y más importante: ¿cómo diablos me las apaño para salir?.
Testimonio 2: Ella
Cuando conocí a Yago, mi vida dio un gran vuelco. Atento, cariñoso, servicial, un encanto de hombre. Yo, que siempre me he visto algo feucha (morena, ojos pardos, un poco más delgada de lo debido y con un pequeño lunar en mi barbilla que por miedo nunca me quité), no comprendía como él se había fijado en mí. Él, tan atractivo a mis ojos, podía haber escogido a quien hubiese deseado como su novia. Jamás entendí que vio él en mí, pero siempre me sentí bendecida con haber encontrado a un hombre al que había llegado a amar y al que se veía estaba prendado de mí. Me aferré a él como a un clavo ardiendo, en la idea de que si no estaba con él, mucho menos estaría con otro. No me veía capaz de despertar sentimientos tan intensos en otra persona, ni mucho menos parecerle atractiva a nadie más…pero no tenía ni idea de que el tiempo se encargaría de hacerme ver lo equivocaba que estaba.
Un día Yago llegó a casa contento como unas castañuelas. Resultó que un viejo amigo con el que llevaba años sin hablarse le había invitado a su boda. Él estaba muy contento porqué deseaba retomar la amistad con él, que había perdido creo que por las cosas de hacer cada uno su vida y con el tiempo, olvidarse uno del otro. Cuando ambos quedaron a tomar algo unas semanas antes de la boda y Yago contó que tenía novia y que no quería dejarla de lado, Juanjo me invitó sin si siquiera conocerme ni cruzar una palabra conmigo. Cuando Yago me lo contó, me quedé con ganas de darle las gracias a Juanjo por ese gesto tan amable. Un par de días más tarde quedamos los cuatro, y tuve ocasión de conocer a Juanjo y a Nieves, la futura esposa. Quedé impresionada con la belleza de Nieves, que era todo lo opuesto a mí. Juanjo también era un buen ejemplar, de cabello largo en color castaño claro, con ojos verdes. Y alto. Con toda probabilidad no bajaría del metro ochenta y cinco de altura. Yago y yo llegábamos al metro setenta nada más, lo mismo que Nieves. Juanjo era imponente.
Con Nieves conecté enseguida. Una chica con mucho desparpajo y desenvuelta en todo. A veces era tan brusca para hablar de hombres y sus fantasías que arrancaba sonoras carcajadas a todas sus amigas. Yo, algo más tímida, a veces me ruborizaba con sus comentarios, lo que despertaba en Nieves un sentimiento de condescendencia, como si fuese una hermana pequeña para ella. El día de la boda, mientras estaba junto a Yago en la iglesia, los veía mirarse y casi veía las chispas que saltaban entre ellos. Aunque yo quería a Yago y él a mí, no llegábamos ni de lejos a aquella perfección que ambos se profesaban. Me hizo envidiarles y desear que, algún día, Yago me mirase como Juanjo miraba a Nieves. Acabada la ceremonia y tras salir de la iglesia convertidos en marido y mujer, fuimos todos al restaurante. Fue una fiesta de alto copete con baile, música y un ambiente de lo más juerguista. Fue todo tan de risa que hasta me animé a bailar con el novio, pese a que yo era pato mareado. Noté en los ojos de Juanjo una especial chispa que no supe identificar, pero de la cual me olvidé rápidamente. Una pequeña punzada en mi bajo vientre me hizo saber que era hora de ir al baño: al igual que Yago, tengo poca resistencia al alcohol y tengo enseguida que ir a sacarlo.
Me fui al baño de chicas dejando al novio bailar con una dama de honor. Yago se había ido al baño así que no tuve mucha dificultad en llegar, no había charlas ni otras cosas entre medias que me ralentizaran el paso. En cuanto llegué al baño me encerré en uno de los retretes y estuve allí todo lo que hizo falta para aliviar esa punzada de dolor que se tiene cuando la vejiga te dice que tiene más de lo que puede contener. Me quedé en la gloria una vez alivié mi cuerpo, y por supuesto me limpié a las mil maravillas para no dejar un solo resto de suciedad (un rasgo que me inculcó yago: la limpieza extrema). Me quedé un instante pensando en Juanjo, en aquel alto morenazo y en la forma en que me había mirado mientras bailaba con él. Por un instante sentí…¿deseo?...no sé, pero no le quise dar importancia al creer que se trataba de una fantasía mía. Juanjo acababa de casarse con la chica más increíble del mundo, ¿cómo iba entonces a desearme a mí?. En mi cabeza cupieron las ideas más alocadas que había tenido en mucho tiempo, las cuales deseché rápidamente…hasta que salí del retrete y vi que Juanjo estaba allí.
Me dejó de piedra. ¿Cómo había tenido valor de entrar en el lavabo de chicas?. Y encima, parecía que llevase tiempo esperándome. Sus ojos parecían brasas ardientes. Volvió a meterme en el retrete y me estampó un señor beso que me excitó hasta en las puntas de los dedos de los pies. Antes de Yago había tenido muy pocas relaciones, que salieron siempre mal (ellos siempre iban buscando solo sexo…y por ese aro nunca he pasado). Yago fue el único con quien encontré amor de verdad, del bueno…pero en ese momento en que Juanjo me tenía sometida con aquel pedazo de morreo que me estaba dando, descubrí algo nuevo: descubrí la lujuria. Me sentí estremecer y me rendí a sus deseos sin protestar. No comprendía como ese tiarrón podía fijarse en mí, pero no iba a perder ni un momento más preguntándomelo. Ya juntos en el baño, me bajé un poco el escote de mi vestido largo y le enseñé mis tetas para que jugase con ellas. A diferencia de las de Nieves, las mías eran más pequeñas en comparación, pero a Juanjo eso parecía darle igual. Me dijo entre lametones que él siempre había sido un conquistador entre las chicas y que antes de estar siempre con Nieves necesitaba estar con otra una última vez. Me sentí mal por Nieves, a quien quiero muchísimo…pero no fui a capaz de negarme a su último polvo extra marital.
Me las apañé como pude para subirme el vestido largo y que pudiera sobarme mi coñito caliente. Su mano fuerte y poderosa me atrapó desde la primera caricia. Puse mi mano sobre la suya para que me tocase con más fuerza, estaba loca de deseo por él. Sus besos me encendían de un modo que Yago no alcanzaba a excitarme…Yago…en ese momento tuve un chispazo al recordarle, al pensar que él estaba feliz en el restaurante, ignorante de lo que estaba pasando. La duda que empezó a corroerme fue barrida de un plumazo cuando sin previo aviso Juanjo me puso la lengua entre mis piernas. Se había agachado y había apartado mi tanga para empezar a devorar lo que solo hasta entonces había permitido probar a Yago. Que diferencia, por amor de dios. Yago era un comedor entrenado…pero Juanjo era un maestro. Despegué la pierna derecha apoyándola contra la pared y así le permití comérmelo más a fondo. Un súbito portazo y una puerta que se abría me hizo temer de pánico…y excitarme más. La idea de hacer esas cosas con una persona cerca me excitaba.
¡¡NIEVES!!. Al preguntar si había alguien, hizo un saludo al aire y le pregunté a ella por la boda. Me dijo que se lo estaba pasando en grande, y que pronto iba a bailar con uno de los invitados que llevaba toda la tarde detrás de ella. En broma le dije que se anduviera con cuidado, no fuese que quizá el invitado quisiera algo más con ella. Nieves se rió y me contó que no había cuidado, que babosos como esos ya se los tenía más que trabajados y que era solo palabra y nada más. Devolviéndome la gracia, me aconsejó ser cuidadosa, no fuese que yo me liase con otro o que el propio Juanjo, de quien sería era un lidibinoso empedernido, intentase algo conmigo. Alardeé de las proezas sexuales de Yago, y ella terminó de lo suyo, salió y nos dejó a solas. Juanjo me desafió diciéndome que seguramente Yago no era tan bueno como él, que seguramente jamás iba a dar con otro hombre que me follase como me iba a follar él. Aquella prepotencia de machito, la misma que en otros había rechazado, me puso el coñito chorreando de gusto…Juanjo se lo comió todo, luego me puso a cuatro patas (postura que nunca había probado) y sin mediar palabra me la metió de una sola estocada.
Se puso a barrenarme nada más penetrarme. Fue algo tan carente del cariño de Yago que solo por tuve mi primer orgasmo. Juanjo me llamó golfilla y que bajo aquella apariencia de señora era una zorrita en busca de sexo. Su humillación calentó mi cuerpo. No imaginaba que le fuese el sexo violento. ¿Lo sabía Nieves?. En cualquier caso, su manera de follarme era muy sucia y no sabía porqué pero eso me encantaba. Estaba que ardía de pasión por él. Jadeando le decía que siguiera dándome caña, que no quería que parase de hacerlo, que si quería incluso le dejará que me diera por el culo. Me asusté de que yo hubiese dicho eso. Ni siquiera a mi novio le había permitido esa parte de mí. Él fue distinto. Mi oferta pareció excitarlo, me insultó y me llamó de lo peor, diciendo que era una golfa por dejar que un extraño le diese por el culo, y que si eso yo le daba, él no iba a privarse de ello. Saliéndose de mi coñito dilatad y ardiente cambió de agujero: me sentó en sus rodillas de espalda a él y usando la gravedad como ayuda, me sentó sobre su polla tiesa. No sé como pude hacer tal locura, pero él pareció encantado: después de varios intentos, logró su gran deseo y me dio por el culo.
Su mano izquierda bajó hasta mi hace un momento penetrada vulva y usó un par de dedos para penetrarla. La otra mano me agarró una teta y con sus caderas inició mi primera enculada. Me dolía como no soy capaz de describir, estaba sometida a un trance que no conocía, a una tortura brutal. Juanjo era un pervertido como no podía esperarme, disfrutaba mi culo cada instante y me dio un par de chupetones en el cuello que me dio miedo de que Yago me los viese, así que le dije por favor no me hiciese eso más. Juanjo aceptó: me giró la cabeza con su mano derecha y me volvió a morrear con gusto. Fue un verdadero cerdo que me pasó por la piedra como le vino en gana, y luego el cerdo de él se me corrió en el culo y se marchó de allí de nuevo a la pista de baile. Me quedé con cara de estupefacción pensando en como había pasado algo así: se me habían follado, me habían sodomizado como a las fulanas…y yo lo había disfrutado. ¿Cómo pudo ser?.
Al volver a la pista de baile, me encontré con que la novia y el novio estaban de lo más acaramelado bailando, pero no encontré ni rastro de Yago. Éste salió del baño un par de minutos más tarde de que lo hiciese yo. Me ruboricé tanto que tuve que darme aire para quitarme el rubor de las mejillas, y por suerte él no me preguntó por eso. A él lo encontré extrañamente ausente, como si algo hubiese pasado, pero no fui capaz de ir a preguntarle qué había pasado. El resto de la velada fue de lo más divertida y hubo un par de momentos en que creí recuperar la normalidad, pero era mirar a Juanjo y quedar sonrojada pensando en las cosas tan indecentes que me había hecho. Nieves me miraba con una extraña pose, sus ojos azules me avergonzaban aunque trataba de disimularlo. Me centré en Yago y en divertirme con él, en olvidar lo que me había pasado…pero no era fácil cuando por la tela del tanga notaba resbalarse el semen de quien poco antes me había dado por el culo de la forma más humillante. Esperé un poco, confiando en que no llegase nunca a caer más allá de la rodilla, pero cuando lo sentí por el muslo con tanto bailoteo, temí que se asomara por la raja de mi vestido largo y fingiendo haber tomado alguna copa de más tuve que volver al baño.
Me metí en el mismo retrete de antes, el único que entonces estaba libre, y con el papel intenté quitar todos los rastros de semen de Juanjo. Acababa de tirarlos al retrete e iba a tirar de la cisterna cuando unos nudillos llamaron a la puerta. Al preguntar quien era, está se identificó como Nieves, que me había visto marcharme a toda prisa y que le preocupaba que me encontrase mal, que Yago la había hecho venir por miedo a que me hubiese sentado mal la bebida. Aunque me negué a lo primero, accedí a abrir la puerta y charlar un momento con Nieves. Su preocupación era auténtica y le dije que no tenía de que preocuparse, que con ciertos líquidos tenía poca resistencia y que por eso me había metido en el baño. Tardé en convencerla, pero al final lo hice. Lo malo fue cuando hizo un gesto inesperado: me olfateó. Sí, en serio. Como un perro olfateando a su amo. Me sentí muy violenta por ese gesto y dije de salir, pero antes de que pudiese abrir la puerta para volver a la boda…Nieves me morreó con más fuerza que su reciente marido.
Me quedé que si me lo cuentan, no me lo creería en la vida. No hacía ni un par de horas el novio se me había pasado por la piedra…y ahora lo hacía la novia. Intenté librarme de ella alegando que yo no era lesbiana y que nunca lo sería. Riéndose, Nieves me soltó que ella tampoco era lesbiana, si no bisexual, y que hacía mucho tiempo una chica no le excitaba tanto como yo, y que antes de permanecer fiel a su marido toda la vida, iba a darse un gusto a mi costa para vivir con el recuerdo de ser yo la última mujer que ella probase. Luego de decirme eso me estampó otro señor morreo en los labios y su lengua empezó a jugar con la mía. Sus manos bajaron mi escote y se apoderaron de mis tetas, haciendo contacto con mis pezones con sus dedos pulgares. La imagen era de lo más indecente que podía pasar por mi mente: novia e invitada a la boda, vestidas con su mejor gala, pero entregadas a un irrefrenable sentimiento de lujuria lésbica.
Se bajó su escote y cogiéndome de la nuca me hizo poner mi boca sobre ellas y sobre sus pezones para que se los jalara. Usaba la misma brutalidad que Juanjo, así que o bien Juanjo la había instruido muy bien en el sexo violento…o ella ya lo traía de casa aprendido, lo que explicaba quizá porqué ambos se compenetraban tan bien. Si eran así de salvajes en la cama, entonces sus devaneos sexuales debían derribar los tabiques de su casa de la fuerza que emplearían para follar. Vaya par de salidos viciosos. Y ya que hablo de vicio, eso es lo que se me estaba despertando mientras Nieves me morreaba de una manera tan lasciva que me parecía imposible que aquel angelito con carita aniñada tuviese un lado tan oscuro. Contempló mis pezones y se puso a jugar con ellos una vez se dio por satisfecha de que yo jugase con los suyos. Me ordenó recogerle el vestido y lo hice tan malamente como pude, hasta que quedó a la altura de sus caderas. Entonces, y para mi asombro, me hizo agachar hasta quedar debajo de ella, metida por dentro del vestido…con mi boca pegada a su sexo. Si alguien hubiese entrado al retrete hubiese visto solo a la novia, pero no a mí, el vestido me ocultaba totalmente.
Me humilló tratándome de perra y de bollera, y que más le valía hacerla gozar bien o de lo contrario iba a castigarme de forma muy cruel. Ni siquiera podía imaginar a que se refería, solo sé que su fragancia natural me excitó. El olor de su coñito, que no sabía porque pero tenía como algo familiar (a todas luces imposibles, me pareció), hizo que me excitase y que sacase la lengua de la boca para penetrarla con ella. Nieves usó sus manos para apoyarse en la pared que tenía enfrente (se había puesto de lateral) y así sostenerse. Arrodillada por dentro de su ropa, mi boca y mi lengua dieron rienda suelta a unas bajas pasiones que me llevaron a hacer la primera comida de coño de mi vida. Lo había escuchado a alguna amiga lesbi que tenía, lo bien que era hacerlo y recibirlo (si se hacía bien), pero una cosa era escucharlo y otra muy distinta hacerlo. Nieves parecía en órbita de lo que estaba gozando conmigo. Con una libertad de movimientos limitada por estar casi a oscuras debajo de su ropa, solo podía palpar con las manos…y eso hice: las llevé a su entrepierna y empecé a masturbarla con ellas y mi boca a partes iguales.
Entregada como estaba a mi tarea, Nieves no tardó en correrse…¡¡Y DE QUÉ MANERA!!. Por como reaccionó, yo diría que fue algo más que un simple orgasmo. Lo que me pareció sentir en ella fue una corrida múltiple. ¿Sería multi orgásmica, acaso, o es que yo lo había hecho tan bien que le había provocado varios orgasmos seguidos?. A todas luces eso nunca lo sabré (ella jamás me lo diría, pues así me tortura sabiendo que me tiene en un puño), en ese instante lo cierto es que tampoco importó mucho. Acababa de hacer correr a una chica…y sabía que si a Nieves le sobraban fuerzas, iba a devolver ese favor con creces. No me equivoqué: me subió el vestido, apartó mi tanga, se agachó sin llegar a mancharse el vestido, y aún con el maquillaje puesto (de esos que no quedan borrosos si se besa o algo parecido), se atrevió a hacerme una espectacular paja con su boca en tantos sus manos subieron a mis tetas e incluso se atrevió a meterme un dedo en la boca, que luego usó para penetrarme. Separó mis piernas y entonces me hizo suya sin que pudiera evitar nada de lo que estaba pasando. Nieves me tenía en sus manos, estaba loca de placer después de lo que yo había hecho y ahora deseaba que ella me lo hiciera a mí, y así fue: me folló como nunca me habían follado, con su boca y su mano logró que mi cuerpo experimentase un orgasmo visceral y desgarrador que a ella le hizo sonreír de forma malévola. Nunca me habían hecho nada parecido con anterioridad.
Cuando terminó conmigo quedé desmadejada en aquel retrete (que a este paso ya iba a ser mi segunda casa). Nieves se encargó de hacerme la puesta a punto y ambas volvimos a la boda como si no pasara nada, solo dos amigas en plan momento íntimo en el baño. Por suerte para mí, no hubo más sexo esa noche, Yago parecía estar perdido en sus propias divagaciones (por las que no pregunté, bastante tenía con las mías) y por mi parte necesitaba dormir e intentar dar sentido a todo lo que había pasado esa tarde. ¡Ah!, ni que decir tiene que de una sola vez ni hablar, tanto Juanjo como Nieves me mintieron descaradamente y, cada uno a su momento, me llaman para quedar conmigo y hacernos unos polvos esplendidos. Si ambos llegan a enterarse de lo hago con el otro, son capaces de hacerse un trío conmigo y de, literalmente, matarme a polvos. Si él es un depravado al que le gusta la humillación, y ella una bisexual a la que le va el sexo violento, ¿qué le harían ambos a una servidora si llegan a unir fuerzas contra mí?. Sin saber como pudo pasar, me he visto en vuelta en una situación imposible: no solo le estoy poniendo los cuernos a mi novio con su amigo, ¡¡si no también a su amigo con su propia mujer!!.
Lo subrrealista de mi vida es tal que no se lo puedo contar a nadie, y mucho menos a Yago. Lo amo más que a nada en el mundo, es mi adoración y espero que un día sea el padre de mis hijos…¿pero como podría decirle que me acuesto con Juanjo a espaldas de él, o peor aún, con Nieves a espaldas de ellos dos?. Eso le destrozaría, y no podría vivir con ello. Muchas veces pienso en todo lo que ha pasado desde el maldito banquete de boda al que asistí con Yago (no menos de tres años de aberraciones que es mejor no revelar), planteándome siempre las mismas acuciantes preguntas: ¿cómo coño pudieron embaucarme para que me hayan convertido en la esclava de un matrimonio de pervertidos?, ¿cómo me vi metida en este condenado lío?...y la que me quita el sueño por las noches: ¿qué demonios podría hacer para escapar de él?.