Bancarias del amor. IV (Final)
Las peleas no duraban mucho, a los 20 minutos una iba a abrazar a la otra, se perdonaban y terminaban haciendo el amor en el sitio de turno. Ya fuera el sofá, la mesada de la cocina, la mesa del comedor, la cama, cualquiera era propicio para una sesión de sexo del perdón.
Desde aquella tarde-noche en que Giuliana se quedó a "cenar" en el departamento de Beatriz, se había instalado a vivir allí. Regresó a su casa a buscar su ropa y algunos objetos de valor, y a partir de entonces Bea ya no durmió sola.
En el banco comenzaron a sospechar, las dos mujeres andaban más juntas que de costumbre, ya no parecían íntimas amigas sino novias. Ellas estaban al tanto de los rumeres y les hacían oídos sordos. Una vez, un compañero de trabajo se acercó a preguntarles, las dos charlaban alegremente en un rincón, si eran novias. Las dos se rieron de los nervios y Beatriz contestó por ambas.
-¿Por qué lo preguntas?
-No, por nada. Digo, vos y...Giulina, están todo el tiempo juntas y...No sé, parecen otra cosa más que solo amigas.
-¿Y vos tenés algún problema con eso?
-No, no, yo...
-Mirá, Fernandez, lo que Giuliana y yo hagamos de nuestras vidas no tiene por qué incurbirte. Mejor prestale más atención a tu mujer que se está levantando a tu primo. Vámonos, Giuli.
Giuliana se reía a carcajas, Bea la llevaba de la mano, y Fernandez no sabía dónde meterse.
En el bar-café, el dueño ya les había advertido sobre el uso que le daban al baño, con una seriedad en el rostro que las chicas no sabían si temerle o reírse. De todas formas, siguieron dándole uso al baño del bar-café, pero con menos frecuencia.
Creyeron que nadie las descubriría, pero un día, estaban tan concentradas en chaparse (besarse) en un rincón del baño, que no oyeron ni vieron entrar a una mesera del bar-café. Ella las vio cómo se besaban y acariciaron, se quedó observándolas un instante, era una escena erótica desde cualquier punto de vista, y volvió a cerrar la puerta con cuidado. La mesera se lo comentó a sus compañeras, la mas chusma se lo dijo al dueño, éste se lo contó a cada cliente que preguntaba por las dos chicas que siempre entraban y salían juntas del baño, y así se enteraron en el banco, y el verdadero rumor llegó a los oídos del jefe, que mandó a llamar a Beatriz y Giuliana. Las dos ingresaron en la oficina con las piernas teblando, el jefe les dijo que podían tomar asiento, las dos se sentaron casi sincronizadas:
-Verán, señoritas. No sé si estarán al tanto de los rumeres que circulan en este banco.
-¿Que Giuliana y yo somos...más que amigas?
Estuvo a punto de decir "pareja" pero Giuliana la miró con cara de "no digas eso" y cambió la palabra a tiempo.
-Sí, esos rumores. Voy a ir directo al grano, ¿ok? Señoritas, ustedes saben que yo las respeto, las he tratado como a mis hijas, y las respeto tanto como ustedes a mí, y... Es dificil decir esto.
-¿Nos va a echar?
-¡No! ¡Cómo creen! ¿quieren que me caigan los del INADI y se me llene la cuadra de noteros amarillista? No, señoritas, no voy a echarlas. Voy a sugerirles que limiten sus...demostraciones de afecto, ¿me comprenden?
-Sí, señor, pero nosotras no... (Giuliana)
-No me intereza lo que hayan hecho o no puertas adentro del banco. Nada más les pido que, para evitar inconvenientes, se guarden sus...cosillas para cuando estén en su casa, sin nadie que las vaya a insultar o discriminar. Yo las quiero, y son muy buenas empleadas.
-Gracias, señor. (las dos a coro)
-Y están invitadas al casamiento de mi hija Gisela.
-¿Cómo? ¿Nos lo dice en serio? (Beatriz)
-¡Pero por supuesto! Si me la paso hablando bien de ustedes, mi hija está harta, las quiere conocer. Mas vale que vayan
- Si, señor, vamos a ir. ¿Cuándo es el casamiento? (Beatriz)
-En octubre.
El jefe sacó dos sobres de un cajón del escritorio y les entregó las invitaciones.
-Las quiero ver puntuales y bien vestidas en la Iglesia, nada de vestidos con zapatillas.
-No, señor. Digo, sí, señor. Ahí vamos a estar. (Giuliana)
-Bien. Vuelvan a trabajar, que los clientes las deben extrañar.
Al salir de la oficina, Bea y Giuli se pusieron a saltar de alegría. Era la prmera boda a la que Giuli era invitada, y para Bea sería la cuarta o quinta. Ella tenía más esperiencia, así que ayudó a Giuli a elegir un vestido para la ocasión. La boda sería en dos meses, y los vestido de un local estaban de oferta.
-Quiero usar uno blanco.
-¡¿Vos estás loca?! ¿Querés que la novia te arranque los ojos? no podés ir de blanco.
-Pero me gusta ese vestido-, dijo Giuli señalando un strapless tres centímetros por encima de la rodilla blanco de encaje con escote de corazón y moño en la cadera izquierda.
-Ya sŕ, es lindo y todo, pero no va.
-¡Pero me gusta, y me queda!
-Ni siquiera te lo probaste.
-Con solo verlo sé que me va a quedar.
-¿Y qué te parece este?
Beatriz le enseñó un vestido del mismo modelo, sin encaje, color rojo.
-No, eso es más para una gala, nosotras vamos a un casamiento.
-Ya sé, pero...no va.
-Yo no te digo nada del tuyo.
Beatriz había elegido uno azúl marino con lentejulas en el escore en V y falda con volado.
-Porque este si va, el tuyo no.
-No me importa, yo quiero el blanco.
-Pero, Giuli, mirá un poco más.
-NO. Quie-ro-el-blan-co.
-Está bien, llevate el blanco y después no me vengas con que la novia te miró mal ni nada por el estilo, ¿ok?
-Trato hecho.
Giuliana corrió a sacar el vestido del perchero, se lo probó, no dejó que Bea se lo viera puesto, pagó con su tarjeta, lo guardó en su lado del placard, con plástico protector, y le arrancó la etiqueta.
Transcurrieron las 8 semanas sin nada nuevo bajo el sol. Beatriz y Giuliana seguían con su nueva vida conviviendo en el departamento, discutían por cosas irrelebantes, por ejemplo, el vestido que Giuli iba a usar en la boda de la hija menor del jefe. Estaba convenciada de que sería un suicidio social y se encargaba de recordarselo, a lo que Giuli respondía que si la seguía molestando se iba a tirar al primer hombre menor de 40 que se le cruzara en la calle. Las peleas no duraban mucho, a los 20 minutos una iba a abrazar a la otra, se perdonaban y terminaban haciendo el amor en el sitio de turno. Ya fuera el sofá, la mesada de la cocina, la mesa del comedor, la cama, cualquiera era propicio para una sesión de sexo del perdón. Irónicamente se amaban más después de pelearse que cuando estaban tranquilas y sin discutir por idioteces.
Por fín llegó el día de la boda, la ceremonia religiosa era a las 20 hs y la fiesta en el salón a las 23 hs. Bea y Giuli se ducharon, se maquillaron, se peinaron, y Bea se puso su vestido primero porque Giuli quería sorprenderla con, según Beatriz, su no acertada elección. Salió del cuarto y al verla, Beatriz casi se desmaya de sorpresa y fascinación. Giuliana se veía mucho más linda que cualquier novia que hubiese visto antes, el vestido le quedaba justo, y el pelo bucleado y el collar con dije de corazón plateado la hacían parecer una princesa.
-Estás...bellísima.
-¿Qué te dije? Y vos querías que usara ese horeendo vestido rojo.
Beatriz fue hacia ella, sostuvo su cabza con ambas manos y la besó con infinita ternura.
-Por mí te podés vestir de blanco para un velorio, no me importa. Estás hermosa.
-Gracias, Vos también estás muy linda.
-¿Vamos?
Bea la llevó del brazo, se subieron al auto y llegaron puntuales a la Iglesia. Todos se giraron a verlas, más bien a ver a Giuliana, algunos con buena cara otros no muy convencidos por su atuendo. Saludaron a su jefe, este felicitó a Giuliana y le dijo al oído "parese a la izquierda de la novia, ella siempre desvía hacia allá lo que tira para atrás."
En media hora inició la ceremonia, la novia atravezó la alfombra blanca del brazo de su padre con lágrimas de emoción en los ojos, el padre la entregó al novio y el la hija lo abrazó (al padre) lo cual hizo lagrimear hasta a un primo con tatuajes hasta el cuello y cara de psicópata. Silencio total hasta que el cura dijo "puede besar al la novia" y todos aplaudieron de pie al momento del beso. Los invitados salieron a la entrada de la Iglesia y lea tiraron arroz crudo a los recién casados. La novia tiró el ramo y Giuliana, fiel al consejo de su jefe, lo atrapó desde la esquin izquierda del último escalón. Bea gritó de contenta con ella y se abrazaron y brincaron como quien festeja que su equipo de futbol haya salido campeón. En cuanto los recién casados se subieron a su auto con moño blanco, los invitados corrieron a sus respectivos vehículos y algunos que otros iniciaron una carrera a ver quién llegaba primero al salóm, después de los recién casados, claro.
Bea y Giuliana se sentaron en una de las mesas junto a la de la familia, comieron casi todo del bufé, se ensuciaron la cara con la cascada de chocolate, los vestidos zafaron de milagro, bailaron el vals, Giuli con ramo en mano, no lo soltaba ni para cortar la comida, danzaron al ritmo de la música latina, cumbia, reggaeton, cuarteto, y de clásicos del rock. La fiesta terminó a las 5 de la madrugada con los recién casados despidiéndose en plena conga brasilera. Bea y Giuli se quedaron a consolar al jefe, que aún ya con tres de cuatro hijas casadas y formando familia propia, se conmovía ante la partida de sus pinpollitos, como les decía. Recién pasadas las siete de la mañana llegaron a su departamento, no muy exhaustas por la celebración, se tiraron en el sofá, se limpiaron los vestidos de confeti y dejaron las máscaras y vinchas de cotillón en el suelo. Bea pegó un suspiro.
-Bueno, parece que vamos a tener que ser las siguientes en casarnos.
-¿Te parece? Hace...¿cuánto? ¿Tres meses?
-Cuatro en una semana.
-¡Cuatro! No, esperemos un poco más.
-Yo no voy a esperar un año o dos para darte el anillo.
-Ok, hagamos un trato. Si después de diez meses seguimos juntas y nada más peleamos por boludeces, vos pedime que me case con vos y yo te doy el sí.
-¿En serio?
-Estrechame la mano-, Bea se la estrechó sin más. -Listo, es un trato hecho y derecho.
-Yo me banco los diez meses, pero que no te sorprenda que te pida ser mi esposa antes.
-No, no me sorprendería.
Las dos se rieron, se besaron, se abrazaron fuertísimo, arrugando la tela de los vestidos, Bea empujó a Giuli con la fuerza de su cuerpo y la recostó n el sofá. La besó súper apasionada, acariciando su figura por encima del vestido.
-Te amo, Giuliana.
-Yo también te amo, Beatriz.
Volvieron a besarse, afuera ya había amanecido, la vida continuaba, pero en un departamento, dos mujeres se amaban como si no existiera un mañana.
Bueno, este es el capítulo final, espero que las guste mucho, mucho, mucho.
En un par de dias subo un nuevo relato, tengo tantas ídeas que voy a tener que hacer tateti hasta que me quede una sola, jaja.
Hasta el próximo relato.