Bancarias del amor. III
...La espalda de Guili estaba que ardía. Llegó a su trasero, y allí Giuli se puso a reír de los nervios, pero se tranquilizó cuando Bea acarició sus nalgas enjabonadas y le dio unas suaves nalgadas. Se dio la vuelta y Bea refregó su pecho con la esponja vegetal, acarició uno a uno sus senos...
Bea fue a sacar su auto del estacionamiento, esperó a Giuliana frente al banco, y cuando la vio salir, la expresividad de Giuliana se asemejaba a la típica imagen de la chica joven que se acaba de casar: feliz como una lombriz. Giuli se subió al auto, sentada en el asiento del acompañante, dejó su bolso en el asiento de atrás y Bea emprendió marcha hacia su casa. El trayecto no fue muy largo, unos 15, 20 minutos, y en todo ese tiempo solo se dedicaron miradas de enamoradas, un beso o una caricia en semáforo en rojo. La verdad es que ambas estaban nerviosas, nerviosísimas por lo que tarde o temprano sucedería. Ninguna tenía experiencia en relaciones lésbicas, sí con hombres, pero era muy distinta una csa de otra.
Por fin llegaron a destino, un edifio de estilo moderno de 10 pisos, Bea vivía en el octavo. Entraron y atravesaron un largo y ancho pasillo hasta llegar a los ascensores del fondo. Los dos estaban en planta baja, y a Giuliana se le ocurrió jugar una carrera de ascensores, a ver quién llegaba primera. Ella fue la vencedora, esperó a Bea unos segundos, ya que no sabía cuál era su apartamento. Bea sacó las llaves de su bolso, abrió la puerta y prendió una a una las luces. Un apartamento modesto, tres ambientes, living-comedor, cocina y dormitorio, no presisaba más que eso.
-¿Querés tomar algo?
-Sí, gaseosa.
-Tengo Sprite.
-Dale.
Bea sirvió dos vasos de dicha marca de gaseosa. Se sentaron a beber en el sofá, muy pegadas la una a la otra, riéndo con miradas de complicidad. Dejaron los vasos medio llenos-medio vacios y comenzaron a besarse y a acariciarse, poniéndose más intensas a cada minuto, entrelazando las piernas. De a poco aflojaron sus nervios, las piernas de Giuliana dejaron de temblar, Beatriz la abrazaba y la acurrucaba en su pecho, con una ternura casi maternal, podría decirse, mirándose intenso a los ojos.
-¿Te dije que sos muy bonita?
-No, creo que no.
-Bueno, ahora te lo digo. Sos muy bonita. Giuli.
-Y vos sos hermosa, Bea.
-Te quiero, nena.
Se besaron con infinita pasión, acariciándose cada vez con más sensualidad, recorriendo la piel de la otra por debajo de las prendas. Por un eterno instante, se miraron a los ojos sin decir palabra, sin besarse, sólo acariciando las mejillas ruborizadas de la otra. Bea sonrió con picardía. Se puso de pie, le tendió la mano a Giuli, ella se la tomó entrelazando sus dedos.
-Vení. Te voy a bañar.
Las dos sabían que nada parecido eso sucedería.
Bea guió a Giuli hacia el baño, dejó la puerta abierta, al vivir sola una pierde el sentido de la privacidad, total nadie te está mirando u espiando. Se puso a desnudar a Giuliana, lentamente, prenda por prenda, empezando por los tacones, la falda, la camisa, y luego la ropa interior. Se detuvo a admirar su físico, sus pezones ya erectos, un triángulo de vello púbico rodeando su sexo. Giuli hizo lo mismo con Bea, pero la atacaron los nervios y la ansiedad y casi le rompe todos los botones de la camisa. Bea abrió las canillas y se tomaron de las manos para meterse bajo la lluvia de agua tibia.
Beatriz mojó una esponja vegetal, refregó un jabón rosa con aroma floral, y se puso a enjabonar el cuerpo de Giuliana, empezando por sus hombros y espalda. La refregaba con delicadeza, valiéndose también de su mano libre. La espalda de Guili estaba que ardía. Llegó a su trasero, y allí Giuli se puso a reír de los nervios, pero se tranquilizó cuando Bea acarició sus nalgas enjabonadas y le dio unas suaves nalgadas. Se dio la vuelta y Bea refregó su pecho con la esponja vegetal, acarició uno a uno sus senos enjabonados, oyendo los suspiros ahogados que emitía. Enjabonó su abdomen, y rozó apenas la pelvis. Luego agarró una de las piernas de Giuli, la levantó un poco en el aire y la refregó, rozando la cara interna de los glúteos, lo mismo con la otra pierna. Apoyó sus manos en la cintura de giuliana y la puso bajo la ducha, para quitarle todo el jabón del cuerpo.
-Ahora te toca a vos.
Bea le dio la esponja vegetal a Giuli, ella le aplicó un poco más de jabón, la esponja se llenó de espuma, y enjabonó suavemente los grandes senos de Beatriz, que se endurecieron al intante. Se aproximó más a ella, hasta rozar sus senos con los de ella. Se besaron tiernamente, Giuli enjabonó el trasero de Bea, dejó caer la esponja al piso y acarició sus nalgas arañándolas suavemente. Se abrazaron frotando sus cuerpos entre sí y Giuli se giró para poner a Bea bajo la ducha y que se quitara el jabón de encima.
Bea cerró las canillas, salieron de la ducha tomadas de la mano, los dedos entrelazados, y con una sonrisa de oreja a oreja, se dirigieron al dormitorio.
Beatriz se recostó en su cama de dos plazas apoyándose sobre los codos, Giuliana se puso sobre ella, y se abrazaron, besaron y acariciaron como dos enamoradas. Sus cuerpos se frotaban entre sí, y las dos se excitaron al sentir el sexo de la otra rozando el suyo. Se abrazaron más fuerte y refregaron sus sexos lento y suave, suspirando y gimiendo en los brazos de la otra.
Giuliana besó el cuello de Beatriz recorriéndo hacia abajo, besó sus senos, y chupó los pezones como una bebé, succionándolos. Beatriz gemía con los ojos cerrados, peinando el cabello de Giuli para que no se interpusiera entre sus labios y sus senos. Giuli se entretuvo con esos enormes senos por un buen rato, deteniéndose para besar los labios de su amada y volver a tratar esos morados pezones. Descendió por su abdomen, lamiendo el ombligo, y al llegar al bajo vientre, el olor a mujer excita invadió sus fosas nasales. El sexo de Beatriz tenía un aramo particular, delicioso, y Giuliana ansiava conocer su sabor. Lamió el sexo de Bea como un perro que lame la mano de su dueño, pero apurando más las lamidas, hasta ubicar el clítoris y comenzar a chuparlo. Beatriz gemía de placer, sacudía sus caderas y arqueba la espalda hasta tener solo la cola y los hombros en el alcoholchado de la cama. sus jugos fluían cual cascada, a Giuli le agradó su sabor, Beatriz era rica, deliciosa, olía bien, tal vez por el jabón floral. Una avalancha de jugos fue a parar en el interior de su boca y se los tragó sin chistar. Beatriz había tenido un orgasmo, ¡y qué orgasmo! Pegó un grito, largo, lento, bajando los desiveles, hasta suspirar aliviada con los ojos apun desorbitados.
Giuliana subió a besar a Bea con su sabor en su boca. Ella la abrazó con fuerza, acarició su trasero, la nalgueó suavemente, y oyo los suspiros de placer que Giuli emitía en sus oídos. Beatriz se quitó de debajo de ella, Giuli inclinó su trasero al aire, invitándola a que lo explorara. Beatriz besó sus nalgas, las lamió, lamió el orificio del ano despertando fuertes gemidos de placer en su pareja. Con su lenga descendió a su sexo, y se puso a lamerlo. Giuli elevó un poco más su trasero para que Bea no tuviera que agacharse. Ella apoyó una mano en cada nalga, y lamió su sexo, logrando penetrar su vagina valiéndose de su lengua. Giuliana gemía con los ojos cerrados y una sonrisa de placer en el rostro. Sus jugos fluían incontrolables, y Beatriz supo comprobar que también sabía delicioso. Con los dedos de una mano, buscó a tientas el clítoris de Giuliana y lo estimuló suavemente, sin dejar de lamer el orificio vaginal. Al rato Giuli comenzó a jadear, se abrazó a uno de los almohadones, arqueó fuertemente la espalda, y Beatriz sintió sus jugos empapar sus dedos. En cuanto Giuli se calmó, se chupó los dedos, limpiándolos. Giuliana se dio la vuelta con un suspiro de placer, volvieron a abrazarse, a besarse, acariciarse, dando rienda suelta a la pasión. Tenían toda la noche por delante, y la vida también.
Hasta acá llegué con el tercer cap.
No sé si será el último, veremos si encuentro inspiración, sino empiezo con otra cosa.
Tengo muchas ideas :-3 ;-)
Hasta el próximo relato.