Bancarias del amor. II

Se abalanzó sobre Beatriz, la besó más apasionada que nunca, bajó la tapa del inodoro y la empujó para sentarla allí, se sentó a horcajadas sobre sus piernas, siguió besándola cada vez con más intensidad, Bea la sostenía de las caderas, sorprendida, fascinada y excitada.

Desde aquél beso en el apestoso depósito del banco, Beatriz y Giuliana no podían evitar sonreír con complicidad cuando cruzaban miradas. A nadie le sorprendió que de pronto fueran tan íntimas amigas, porque todos los demás empleados se dedicaban full time a sus clientes. Se mensajeaban todos los días, fuera del horario de trabajo, una llamaba a la otra por las noches y se quedaban charlando hasta pasada la medianoche. Bea llegaba de mejor ánimo al trabajo, saludaba a Giuliana antes que nada, le decía Giuli unas 20 veces al día, y ella la llamaba para que la acompañara al depósito si no se encontraba ocupada con un cliente, y entonces se besaban con desesperación, siempre ansiando el momento de volver a probar los labios de la otra.

-Giuli, linda...

-¿Sí?

-¿A vos te parece...bien...que tengamos que venir acá para besarnos?

-Y...sí.

-Es asqueroso.

-Yo no siento el olor.

-Vos no, yo sí. Mejor vayamos al baño.

Bea ya se enfilaba para salir de ese mugroso depósito.

-Pero...

-¿Qué?

Se detuvo abriendo apenas la puerta.

-Me de miedo que nos descubran.

-Tranquila, la puerta se traba desde adentro.

-Ya sé, pero...¿Y si nos quedamos encerradas?

-No nos va a pasar, te lo prometo.

-Es que me da claustrofobia ese baño, es muy chico.

-Sí, tenés razón. ¿A dónde podíamos ir entonces?

-Al baño del bar café, es para una sola persona y es más grande.

-Dale, pero tenemos que consumir.

-Yo te voy a consumir a vos.

Guili la abrazó y le estampó un beso en los labios.

-Te vas a quedar sin novia sino.

-¿Ah, somos novias?

-No, soy tu hermana mayor que dieron en adopción. ¡Por supuesto que somos novias!

Giuli la volvió a abrazar con mas fuerza, la besó como cinco veces antes de que pudieran salir de ese antro de depósito.

En el bar-café conocían a todos los empleados, estaban en frente uno del otro y en la hora pico de pasado el mediodía el bar quedaba atestado de hombres y mujeres de oficina. Bea y Giuli consumieron un bife con ensalada cada una, ybpara quitarse el aroma a carne, pidieron de postre una ensalada de frutas y luego fueron juntas al baño. Las dos llevaban cepillos de dientes y crema dental en sus carteras, la buena presencia, y el buen aliento, lo es todo, sino perderían decenas de clientas que las adoraban por su feminidad.

Giuli ya estaba terminando de escupir la crema dental, Bea se adelantó y trabó la puerta por dentro. Se apoyó contra la puerta con los brazos cruzados tras las espalda, Giuli terminó de secarse la boca, se miraron con complicidad, y ella fue a arrinconar a Bea con los brazos a la altura de su cintura. Exhaló su fresco aliento mentolado en su cuello, a Bea le hizo cosquillas besó su cuello recorriéndolo hasta las mejillas, eso la enloqueció, se besaron como dos enamoradas, con ternura y pasión, abrazándose.

Así era casi todos los día, el baño del bar-café se había convertido en su sitio ideal para expresarse su amor por medio de los besos. A veces demoraban hasta media hora en salir, y para entonces ya había seis o más mujeres en fila india esperando para pasar con cara de pocos amigos. Seguro debían imaginar lo que el dúo hacía puertas adentro en el baño, pero nunca les dijeron nada.

Una de esas tardes en que refrescó de golpe, al mediodía se largó una tormenta tropical, con unos ventarrones que se llevaron paraguas y ramas frágiles por los aires. Bea y Giuli cruzaron la calle corriendo y sin abrigos ni paraguas, no los creyeron necesarios para un recorrido de 10 segundos ida y vuelta. Ingresaron en el bar, pidieron lo de siempre, se metieron en el baño, y Giuli no quiso esperar a que tuvieran los dientes limpios. Se abalanzó sobre Beatriz, la besó más apasionada que nunca, bajó la tapa del inodoro y la empujó para sentarla allí, se sentó a horcajadas sobre sus piernas, siguió besándola cada vez con más intensidad, Bea la sostenía de las caderas, sorprendida, fascinada y excitada. Las manos de Giuli acariciaron su cuello, y luego descendieron hacia el escote de su camisa, la acaricio sobre esta y le desabotonó un par de botones, arrancando un tercero, para meter sus manos y manosear sus senos cubiertos por el corpiño. Bea suspiraba de excitación, deseaba que Giuli fuera más allá, pero volvió a la realidad cuando oyó que alguien tocaba la puerta.

-Giuli, por favor...Acá no.

-Quiero que hagamos el amor.

-Yo también, linda. Pero acá no se puede.

Volvieron a tocar la puerta, que esta vez no estaba trabada por Giuliana no le había dado tiempo a Beatriz para hacerlo. La puerta se abrió, y un alto reflejo, Giuli estiró un brazó y cerró la puerta de un golpe tan fuerte que se oyó en todo el bar-café. Menos mal que Bea la sostenía, sino se hubiera caído.

-Está ocupado.

Las dos mujeres se rieron a carcajadas. Salieron del baño y una mujer de unos 40 años las miró con los ojos bien abiertos y expresión de asco. Ellas solo podían reír hasta desfallecer. Regresaron a trabajar, y ya a la hora de salida, las 18 hs, Bea se acercó a Giuli, que cada dos por tres tenía un ataque de risa, se inclinó y le dijo al oído:

-¿Querés venir a mi casa a cenar esta noche?

A Giuli se le iluminaron los ojos, asintió con la cabeza, riendo de contenta.

-Te espero en el estacionamiento, ya sabes cual.

-Okay.

Bea la despidió con un beso en la mejilla rozando la comisura del labio, se dirigió a la salida, girando la cabeza dos veces para ver a Giuli ruborizada como un tomate.


Ok, espero que les haya gustado este segundo cápitulo.No va a ser una historia muy largo, sino pierdo la inspiración, aunque podría volver a ese banco, jijijiji...

Hasta el próximo cap.