Bañándome entre tus piernas.

Recordar aquella tarde de piscina cuando éramos jóvenes todavía me excita muchísimo, por eso he decidido escribirla...

Antes de comenzar he de hacer una breve aclaración: Este texto es antiguo y no he podido editarlo o 'mejorarlo' como otras veces hago, además de que era jóven y tal vez sea algo más light de lo acostumbrado. Estoy en época de exámenes y, en cierto modo, quería dejar constancia de cómo escribía antes para que se notase la evolución. Dicho esto, disfrutadlo. Porque, la verdad, cuando recuerdo la situación, todavía se me mueve algo por dentro y...

Llevabas uno de esos vestidos de verano. No eran espectaculares, cierto; no eran de noche con detalles de gala; ni tenían brillantitos y ni siquiera tenía escote pero... se te adaptaba al cuerpo como un guante, y era uno de los mayores placeres del mundo verte con él. Era holgado, cómodo y con vuelo. Cada paso se subía la tela por tus piernas dejando soñar con que se vería algo pero... nunca se veía nada. Llevabas el pelo suelto y sonreías. ¿Se puede pedir algo más en una chica perfecta? Pues sí, pero no pude observar bien el bikini que escondía hasta que no fuimos a la piscina. Era un tono de rosa oscuro, con los bordes morados. El pecho lo cubría levemente, y la parte inferior enloquecía con los dos lacitos laterales que hacían soñar con que, si los Dioses son amables, algo provocaría que se desanudaran y... la verdad, estaba deseando el momento de llegar a la piscina, se me pasó francamente rápido el trayecto.

Tratamos de buscar una sombra para no convertirnos en pequeñas gambas cocidas, y apoyamos las toallas. Yo trataba de instarte a disfrutar de la piscina cuanto antes, con menos gente, para disfrutar de cierta tranquilidad y... para que el vestido cayera por fin de esos hombros. Y lo acabé logrando, aunque me quedara en estado de shock al observar lo que llevaba buscando tanto tiempo. La curva de tu cintura, tu cadera, el pecho que hacía el ligero bikini... incluso cuando al adelantarme tuviste que recolocarte la braga y no pude evitar fijarme en el trasero. No pude evitarlo, y al volverte para tratar de darme prisa no pudiste evitar sonreírme 'anda ya, no me digas que eres como todos. Sigue caminando, que se te va la vista'. Miré avergonzado el suelo y cogí la mano que me tendías para guiarme hacia el agua. Tus dedos siempre son suaves y se adaptan a los míos perfectamente, entrelazándose. Entre risas entramos en la piscina y jugamos a pelearnos, cualquier escusa es buena para acabar con mi cabeza entre tu pelo y sentirte cerca. Tratabas de ahogarme y en una de las ocasiones, al tirar de mí hacia abajo, tiraste del bañador y me dejó en gayumbos... una vez preguntaste porqué llevaba gayumbos debajo de los pantalones, simplemente intúyelo. Volvimos del agua y buscamos quitarnos el frío tumbados en el sol. 'Podemos tratar de tumbarnos en una toalla y taparnos con la otra, para secarnos', te ofrecí. 'Eso nos haría estar muy juntos, ¿no crees?'. Obvio que lo creo. Sino no lo hubiera nombrado.

Empezamos ambos sentados sobre tu toalla y tratando de combatir el frío con la mía sobre ambos hombros. Tenerte tan cerca inundaba mis sentidos de tu aroma... y me robaba en cada bocanada de aire la cordura. Fue una pena que al oler tan bien tratara de hiperventilar para sentirte más y perdiera todo el control sobre mí tan rápidamente. Las bromas empezaron a ser demasiado frecuentes y estábamos demasiado cerca como para saber qué hacer con las manos, así que acabaron apoyadas en tu muslo. Suave y sedoso. No podía evitar recorrerlo con las yemas mientras sonreíamos y hablábamos. La toalla nos tapaba de cualquier cosa que trata de ver lo que sucedía entre mis piernas y tu mano... y me impedía llegar a controlar hasta donde podía llegar con las yemas.

Bajaba por la cara interna de tus muslos desde la rodilla haciendo presión para que no sean unas meras cosquillas, y poco a poco convertía esa caricia en algo más leve hasta acabar con un ligero roce de mis dedos sobre tu piel. Seguí bajando absorto por la frase que te estaba diciendo sobre un tema insignificante comparado con lo que estaba sucediendo bajo la toalla y noté como tu mirada se clavó en mis ojos tratando de preguntarme si sabía lo que estaba haciendo. No entendía esa reacción por una simple caricia en el muslo hasta que me dí cuenta que topé con la ingle y la tela del bikini... y de la reacción dejé caer mi mano como muerta, tratando de mantenerla quieta. Mi mano cayó sobre la tela y... no sabía dónde meterme. 'Lo siento, no controlé y...'. 'Te dije que si algo me llevaba a molestar te lo haría saber, ¿has visto que me quejara?'. Adiós cordura. Definitivamente adiós por el resto de la tarde.

La cosa empezó a ser un juego mucho más divertido. Aunque el hielo ya estaba roto y casi completamente fundido tras el percance con el bikini, todavía seguíamos sin estar plenamente sueltos para dejar que gobernaran nuestros instintos más básicos la tarde. Era después de comer y la piscina estaba bastante llena, por lo que eso nos cohibía en gran medida; aunque he de reconocer que desde ese momento no tuve miedo a que las caricias se pasaran de los límites de amistad. Con el shock, decidí tumbarme sobre tu toalla y como todavía seguíamos húmedos (refiriéndome al agua de la piscina) tú no querías soltar mi toalla para que no entrase frío. Te mantenías sentada a mi lado mientras yo estaba tumbado tratando de no salirme de la toalla, 'si no la apoyas en el suelo, vamos a estar apretados los dos tumbados aquí'. '¿Tú no me pediste una vez dormir juntos? Nos tumbamos y nos tapamos como si fuera una manta la toalla... el resto lo dejamos a la imaginación, que no tienes poca campeón'.

Cuando tu lado más divertido se libera, no puedo evitar sonreír pareciedno tonto. Así que eso hicimos. Yo estaba tumbado de lado y tu caíste bocarriba a escasos centímetros míos, nos tapaste como pudiste con la toalla y empezamos a hablar como si no estuviéramos casi pegados el uno al otro. Mi mano no tenía donde apoyarse así que cayó sin problemas sobre tu ombligo haciendo círculos a su alrededor, y jugando con la curva de la vida que tanto me enloquece. Entre bromas podía dejar escapar mis deseos que surcaban mi cabeza, como tú los liberabas entre bromas también. 'Esto de que estés tapada... no sé si cuando durmamos juntos te dejaré que te tapes tanto'. Me sonreías. 'Cuando durmamos juntos no te preocupes que te dejará boquiabierto el pijama'. Te cayó en beso en la mejilla. 'Pequeña, cuando estemos juntos durmiendo, el pijama estará sobre el suelo, junto a tu sujetador y mis gayumbos'.

La sonrisa cubrió tu cara y empezó a irradiar felicidad. Me lo merecía. Mi mano se apoyo sobre el vientre haciendo presión, mientras mi dedo gordo se enganchaba en tu ombligo. Mis labios se posaron en tu mejilla, rozando la comisura de los tuyos. Y entonces mi mano empezó a bajar. Rozó la curva de la vida, notó la tela todavía húmeda y... con agilidad dos dedos se colaron por debajo casi sin darse cuenta. Diste un respingo. Simplemente me limité a recorrer tu bikini por debajo... sin llegar a bajar hasta donde emanaba el calor, simplemente acariciando con las yemas el pubis suavemente. Pellizcando juntando dos yemas y... el beso cayó sobre tus labios, y el balón de un par de críos nos interrumpió e hizo salir mi mano del paraíso. Estábamos liberando demasiado rápido... y más lento de lo que mi cuerpo necesitaba.

El juego poco a poco fue teniendo detalles que nos enloquecían, y las horas iban pasando. En ese momento te encontrabas tumbada bajo la toalla mientras a mí me tenías recluido a tus pies. Intentabas dormir mientras yo disfrutaba de masajear tus gemelos, que estaban fuera de toalla, tratando de usar algo de crema para que fuera mas leve. Estaba sentado con las rodillas hacia los lados y tus pies apoyado sobre mis muslos. Yo recorría tus piernas tratando de relajarte como podía para que la siesta te llegara antes. Te acariciaba tratando de masajearte con presión, para drenar y que se tranquilicen las piernas. Los gemelos ya estaban cubiertos de crema; y los muslos poco a poco se estaban convirtiendo en una pista de patinaje para mis dedos que se deslizaban bajo la toalla. 'Qué pena que estés dormida... no podrás disfrutar del masaje'. Guardaste silencio.

¿Creías que de verdad iba a creerme que estuvieras dormida? ¿Creerías que no lo pondría a prueba? Mis manos se deslizaron por tus muslo hasta llegar al límite con tus glúteos. Trataba de masajearlo y disfrutaba de su tacto. No pude evitarlo... escalé por tu muslo y comencé a masajear ligeramente tus glúteos. Poco a poco, con delicadeza... 'qué suerte que estés dormida'. Tienes un trasero acojonante... y al tacto es liretalmente increíble. Tus pies se deslizaban por mis muslos mientras yo me acercaba a ti, y caían hacia mi entrepierna suavemente, como si estuvieran inertes. Mis manos continuaron jugando con tu glúteo, con tu muslo... hasta que cayeron a la parte anterior del muslo. No podía contenerme. Algo me gobernaba. "No, eso es pasarme"; me gritaba una vocecilla; "pero si estuviera incómoda lo diría, lo sabes perfectamente".

Creo que notaste como mis manos recorrían la curva de tu muslo con el glúteo, y como recorrían son suavidad el interior de tu muslo hasta rondar la zona que mi cabeza pedía a gritos acercarme. No pude contenerme... me acerqué a la ingle, la tanteé y... me apoyé sobre la tela húmeda. "¿Se habrá secado ya el agua de piscina y esto será...?". No pude evitar la pregunta en mi cabeza... y continué el masaje. Los dedos con crema hidratante, y se deslizaban por la ingle y por la tela... haciendo presión en tu íntimo tesoro que necesitaba sentir. 'Lo siento', no pude evitar susurrar, casi inaudible aunque espero que la oyeras. Tus pies cayeron del todo sobre mi entrepierna y notaron como me enloquecía. Aparté la tela con un dedo y... continué el masaje. Suavemente, sin llamar la atención. Un dedo comenzaba el baile hasta que otro se le unió, pasando de un lento pasodoble a un ritmo de salsa... e incluso atreviéndose con un tango a tres.

La tarde fue pasando entre juegos y caricias. Cada vez menos disimuladas pero siempre con miedo de la gente de alrededor. Tus manos me acariciaron sobre la ropa, y las mías se atrevían a jugar bajo tu suave tela. Los juegos conseguían que mi frágil cabeza no pudiera contener a mi cuerpo; y tus ansias también se liberaban sin que ninguna atadura lograra contenerlos. Por suerte estaba haciéndose tarde y decidimos volver a casa para tomar algo de cena. Nos moríamos de hambre con tanto juego, y necesitábamos descansar del calor en tu casa unos minutos. No sabíamos si habría gente en tu casa pero la esperanza es lo último que se pierde, aunque lo descubrimos al poco tiempo al responder tus hermanos cuando sonó el telefonillo.

Tu madre acababa de salir momentáneamente y los había dejado a ambos en casa... entre los males, el menor. Entramos, buscamos algo de comer y aprovechamos para que te cambiaras de ropa. Ambos lo estábamos deseando y... ya la cabeza dejaba de regir nuestros impulsos. Saludamos a tus hermanos, entramos en tu cuarto y yo me tumbé en tu cama mientras tú metías la ropa en el baño para cambiarte. No era lo que queríamos pero... no podías cambiarte frente a mí con tus hermanos delante, así que te limitaste a entrar en el baño. '¿Tiene pestillo tu puerta?', susurré antes de que entraras. 'Creo que tendremos 10 minutos libres ya que mis hermanos estarán distraídos... ¿No crees?'. Sonreí. 'Déjamelo a mí, y tú disfruta'. Cogiste la ropa rápido para que no pudiera verla y te metiste en el baño cerrando levemente, dejándolo entornado. Yo no podía contenerme y trataba de dar vueltas alrededor de la cama debatiéndome en qué hacer... hasta que de un susurro me llamaste. Saliste del baño con un vestido negro de infarto con la cremallera bajada.

Te pusiste al borde de la cama y me pediste que te ayudara a subirla. Lo intenté... juro que lo intenté hacer lo que me pediste pero la parte de mi cuerpo que gobernaba mis manos no podía desaprovechar la oportunidad de que tu vestido cayera y terminé de bajar la cremallera, en vez de subirla. Me miraste con cierto toque de odio y.. lujuria.. pura lujuria. Entonces no pude más y te empujé para que cayeras sobre la cama. La falda voló y dejó ver la ropa interior negra... y el magnífico trasero que te hacía. Sin ningún tipo de espera casi sobre ti mientras tu estabas boca abajo... y empecé a devorar tu cuello, tu espalda, mis manos pasaban por tu costado y disfrutaban de tus pechos que necesitaban ser liberados... y mis manos los disfrutaban hasta que el pezón pudiera ser cogido entre dos dedos.. y mis besos seguían bajando, esquivando la tela para poder morder carne. Mis manos olvidaron tu pecho... se apoyaron en tu muslo mientras mis labios en tu oreja te susurraban 'no gimas.. nos oirán'. Los dedos subieron del muslo y volvieron a entrar en ella.Húmeda, excitante, perfecta.... entraron sin reparos. Uno con delicadeza mientras su compañero le seguía poco a poco y buscaban la presión perfecta.

Tus piernas se fueron abriendo involuntariamente incitándome a continuar... cada vez más rápido, más fuerte; mientras mi otra mano jugaba con tus labios y mordiscos llovían sobre tu cuello y tu hombro. 'Van a venir..' susurrabas entre suaves jadeos, casi suplicando que ni aún así parase. 'Yo paro si quieres... pero entonces antes de que acabe el día me tendrás que dejar continuar... y te tocará a ti ayudar.' Mis labios rodeaban tu oreja... y mis manos no se paraban. Cada vez más rápido. Con más pasión. 'Acepto...' susurraste. 'Acepto.... pero por favor.. van a venir...'. 'Sólo si firmas el contrato con un beso...'. Ladeaste la cara para poder besarme, mientras mis manos no paraban. No eras capaz de abrir los ojos, tan solo abriste los labios y te besé. Durante todo el besos mis dedos no te dieron tregua, de hecho juraría que fue uno de los besos que más has alargado. Terminó y paré, como lo prometí.

Entonces ya eran nuestros instintos los que guiaban cómo nos comportábamos. Mientras caminábamos se nos escapaban ligeros mordiscos, comentarios divertidos e incluso algunas caricias. Era bastante oscuro ya y era divertido caminar entre las farolas disfrutando de esos rincones donde se perdía visibilidad. Te abrazaba por la espalda y apoyaba las manos en tus muslos levantando la falda, tú te acercabas a mí para sentir si todavía estaba alegre de tenerte cerca... reías, me comentabas que te encantaba sentirla tan cerca, me besabas rápidamente y jugabas a apoyar tus manos en mi muslo y que cayeran sin querer. El camino hacia la parada del autobús fue demasiado divertido y se nos pasó el tiempo volando... por lo que al llegar, vimos que el bus ya se estaba yendo. Me miraste asustada... 'no te preocupes, no era el último, ¿no?'. Miraste para comprobarlo. 'No, hoy hay también otro más, pero es dentro de hora y media'. 'No hay problema, seguro que se nos ocurre algo que hacer'. La verdad, a mí se me ocurrían un millón de ideas pero ese parque estaba bastante lleno de gente, por lo que nos apoyamos en un bordillo para seguir hablando entre tonterías.

No podíamos evitar continuar besándonos y jugando con las caricias, así que empezábamos a sentirnos incómodos rodeados de tanta gente. '¿Se te ocurre algún lugar donde ir?', te susurré mientras mis manos rodeaban tu espalda y trataban de agarrarte para que no te escaparas. 'Pues... la verdad no se me ocurre, como no sea la piscina...'. Las manos ya estaban donde debían estar, te levanté en peso y me dirigí hacia la piscina sin que ni siquiera pudieses terminar la frase. Reías y me pedías que te soltara, así que te dejé caer tirando de tu mano para llevarte rápidamente. Los bancos enfrente de la puerta de la piscina estaban ocupados, pero buscamos entre la reja una esquinita donde poder subir. Tú simplemente me llamabas loco y te negabas a hacer estas tonterías; yo cada vez que me llamabas loco te plantaba un beso, y te decía que sólo tenías que atreverte para pasar la mejor noche de tu vida. 'Me lo debes... antes paré'. Te susurré, mientras no podía evitar comerte a besos. Tú me seguías el juego.

Encontramos un sitio cómodo donde saltar la valla y yo me ofrecí a ayudarte a saltarla y luego saltarla yo. Tardé en convencerte pero... mereció la pena. El vestido, mientras te subía en mis brazos, era incapaz de ocultar nada y ver tu trasero como lo había visto antes en tu cama... volvió a desesperarme. Conseguimos saltar y... por fin estábamos en el césped y te llevé de la mano hacia donde habíamos estado esa misma mañana. Te sonreí. 'Creo que por fin podemos retomarlo donde estábamos antes, ¿no crees?'. Me mirabas con asombro. Pensabas que estaba loco pero... te encantaba. Te encantaba descubrir hasta qué límite podrían llegar las locuras que haría por ti... te encantaba descubrir que en verdad, carecía de ese límite. Sentías que cada momento podía convertirse en la aventura que estábamos viviendo ahora... que por fin estabas viviendo esa aventura. 'Pero esta vez no hay toalla... ni bikini'. Sin contestar me quité la camiseta y la tiré al suelo para que te pudieses sentar sin que te molestase la hierba, 'El bikini se improvisa igual.. a mí también me sobrará el bañador, y lo sabes. Y... a cambio los bichitos duermen, y... ¿ves alguien más alrededor? porque creo que es el momento de dejarnos de palabras..'. Me acerqué a ti y te ayudé a caer suavemente sobre la camisa, mientras yo me apoyaba sobre ti. Todos hemos visto esas escenas en las películas y no se podían ni comparar a nosotros ahora mismo. Tu pelo caía sobre la camiseta, y mi cabeza estaba ladeada para poder besarte mejor.

Mi brazo izquierdo me hacía de apoyo en el suelo mientras el derecho recorría desde tu hombro hasta tu mano, que estaba posada sobre tu muslo. Tenías una pierna levantada y la otra apoyada entre mis dos piernas. Mi rodilla se apoyaba casi en tu ingle... y el beso fue eterno. Todo olía a ti... cuando entraste en el baño volviste a darte una ración de colonia y me parecía el cielo. Tu mano me rodeó con ternura la espalda, pidiéndome que no me alejara, que te dejara sentirme cerca. Yo te comía a besos, separándome de tu boca para besar suavemente tu cuello y tu barbilla. Tu simplemnete te relajabas y me ofrecías el cuello para que lo mimara... hasta que empezaste a mimarme tú desde la oreja, recorriendo la escasa barba y llegando a moderme los labios. Una de tus manos me acercaba a tí desde la espalda, y la otra se apoyaba en el límite del bañador y subia por mi torso haciando presión. Cuando empezaste a llegar al pectoral, clavaste levemente la uña y continuaste besando. Jugamos a amarnos como en las películas durante unos minutos. Las películas son divertidas pero... ninguna llega a la mejor parte.

Me deshice de tu vestido y lo dejé caer a un lado, mientras con las manos guiaba tus piernas para que se apoyaran abiertas. Simplemente me limité a recorrer tu cuerpo de besos. El muslo, cuello, escote, costado, entre los pechos, ombligo, vientre, mordiendo la goma de la ropa interior para tirar de ella e incluso sobre la tela besaba tu sexo. Simplemente te dejabas mimar y suspirabas disfrutando como mis dedos de recorrían con suavidad, hasta que susurraste 'la piscina está sola'. Lo llevaba deseando. La verdad es que me entraron unas ganas horribles de poder estar agusto en la piscina. Tu te levantaste y fuiste directa a la piscina donde hacíamos pie, para poder jugar, mientras me mirabas para que me diera prisa. Yo me quité el bañador... era jugar sucio que yo llevara bañador y tu te tuvieras que conformar con ese cullote. corrí tras de ti, te alcancé y te cogí en brazos para entrar en la piscina. Los dos sabíamos que estaría congelada, pero merecía la pena. Te planté un beso mientras todavía te tenía en brazos y, en el borde, susurré 'te juro que olvidarás el frió... de eso ni te preocupes'. Entré en la piscina con cuidado mientras te llevaba en brazos. El agua subía por mi pierna como si fueran dedos congelados de una mujer... sabes que eso me vuelve increíblemente loco, y sólo consiguió aumentar mi erección. Mientras te mantenía en lo alto, no sufrías el frió del agua y me bañabas a besos el pecho. Hasta que lo sentiste. Tu cuerpo dio un respingo, te agarraste más a mi e involuntariamente me hincaste las uñas en la espalda.

Yo sentía como me mordías el pecho para sobrepasar el frío, y al mirarte pude ver como se remarcaban los pezones sobre el sujetador. Me volvió loco. y te solté sobre el agua para poder besarte como si estuvieras tumbada sobre algo sólido. No te separaste de mí, el frío lo impedía, y para combatirlo decidiste salir del agua lo máximo posible... saltando sobre mis brazos. Te tenía cogida por la cadera, con tus piernas rodeando mi cintura, con tu cabeza sobre mi cuello y tu pelo empapado chorreando por mi pecho. Te tenía con tu pecho contra el mío, sintiendo levemente dos pequeños botoncitos; con tus manos aferrándote a mí y sintiendo mi erección contra tu cadera... Sentía como te tenía para mí. Te besé... de besé mientras una de mis mano escalaba por tu espalda atrayéndote más a mi y la otra usaba tu trasero como asadera para mantenerte. Te besé mientras tus uñas bajaban hasta mi trasero dejando marcas por el camino, y seguí besándote cuando mi mano llegó a tu sujetador y lo desabrochó. No te importaba. Nada importaba. Porque nos seguíamos besando. Te volví a coger con las dos manos, te levanté unos centímetros y tu te separaste. 'Así que eso es lo que quieres, ¿eh?', susurraste mientras me mirabas con una sonrisa juguetona. te deshiciste del sujetador y lo lanzaste fuera del agua, mientras me mirabas 'ya son todas tuyas. Libres y con frío... ¿no vas a hacerles nada?'.

Mis manos estaban heladas por el tacto con el agua así que no podía usarlas para eso. Levantándote te apoyé en el borde de la piscina con las piernas dentro del agua, y te recosté hasta que tus pechos estuvieron al alcance de mi boca. Y los devoré. El pezón estaba duro así que me limité a humedecerlo para no dañarlo y a propinarle pequeños mordiscos. Mientras yo besaba tus pechos, tú te limitabas a jadear y a rodearme con las piernas para atraerme más a ti. 'Quiero sentirla pegada a mí' me decías, y con los pies bajaste los calzoncillos lo justo para liberarla. Cuanto estuvo libre sentiste como se apoyaba contra tu sexo sobre la ropa, cómo palpitaba mientras te devoraba el pecho y tú jadeabas como una loca.

Cuando no pude más me limité a cogerte en brazos, coger tu sujetador y volver hacia donde estaba la ropa. Me pediste que me tumbara, buscaste el preservativo entre mis bolsillos y lo dejaste de lado. Empezaste a jugar con mi miembro y a disfrutarlo... primero con la mano mientras me besabas y luego con la boca mientras tus manos me acariciaban. Cuando sentiste que fue el momento me pusiste el preservativo y, sentada sobre mí, me cabalgaste. Empezaste con suaves jadeos y acabaste sin miedo a gemir. Probamos tú encima, yo ahora, de lado... cualquier postura que se nos ocurriese la cumplimos hasta que terminé. Entonces, con ganas todavía, no pude contenerme en tumbarte y continuar lo que dejé a medias con la lengua... hasta que las fuerzas volvieron a mí y tuvimos que usar otro preservativo.

Sentí cómo las caricias de mi lengua hacía estremecer tu cuerpo. Al notar como no podías controlar los impulsos y te temblaban las piernas como una chiquilla nerviosa, supe que habías llegado. Y seguí... con la ayuda de un dedo recorriendo lo que no podía recorrer la lengua, que estaba ocupada con la parte superior. Temblaste durante quince segundos, y luego sentí como caía tu cuerpo absolutamente cansado sobre el césped. En este momento no tenías ninguna fuerza y, aminorando el ritmo hasta convertirlo simplemente en un suave masaje para relajar la zona sin eliminar la excitación; cogí otro preservativo y me lo puse con cuidado, para no parar. Después de esos instantes de quedar absolutamente rendida, volviste a despertar con unas ansias que no había llegado a conocer nunca. Yo trataba de masajear suavemente la zona algo dolida por la diversión hasta que sentí como tus manos se apoyaban en mis mejillas y, cogiéndome con fuerza, me hiciste subir hasta tu cara.

Mi cabeza subió hasta estar enfrente tuya pero una de mis manos se quedó jugando con tus labios y entrando suavemente en una zona que estaba todavía dispuesta para que siguiese. Me besaste con fuerza, con rudeza, casi como si trataras de matarme con ese beso... 'quiero que me sigas follando, ¿o es que ya has terminado? Quiero que me partas en dos...'. Yo sonreí. Con un suave movimiento de cadera notaste como se apoyaba en tu muslo, casi a la altura de la ingle, mi polla de nuevo absolutamente tiesa y ya protegida con el condón. '¿De verdad creías que no lo iba a hacer? Con lo cerda que eres sabía que uno no te conformaría... así que no pararé hasta que no me lo supliques'. Simplemente, de un movimiento de cadera, deslicé mi miembro por tu ingle hasta entrar en ti.

Lo hice sin problemas, ya que estaba bastante más estrecho que la anterior vez, y sólo paré cuando llegaste a sentirla entera dentro. 'Eso espero, cabrón...', me jadeabas al oído mientras mordías la parte superior de mi oreja, teniéndome apresado entre tus brazos para que no pudiese alejarme, 'a ver si estás a la altura de lo que esta cerda necesita'. Poco a poco subí sacando la mayor parte de mí hasta dejar sólo la cabeza, y caí rápidamente con una fuerte embestida mientras mis manos te agarraban las piernas. No pudiste evitar soltar un leve gemido. 'Te puedo dar más de lo que puedes llegar a desear, sólo tienes que darme la libertad de ser el que manda'. Usaste las uñas hincándolas para poder elevarte y ponerte a la altura de mi oído. 'Como se te ocurra contenerte... de esta sales sin polla. Demuéstrame que sabes usarla o no merecerás tenerla'. '¿Acaso no lo he demostrado ya?'. Sonreíste dejándote caer desplomada incapaz de hacer algo más que no fuera recibir una tras otra las embestidas. Eran duras, fuertes, sin miedo a desgarrar el coño ya preparado que había dejado de antes. Yo me ponía cómodo para poder moverme más fuerte, dándole un ritmo vivo pero no especialmente rápido y tratando de partirte en dos... como me pedías. Tú gemías, me arañabas y tratabas de susurrar burradas que se quedaban en simples jadeos.

Una de mis manos rodeaba tu espalda y la otra te agarraba del trasero para poder atraerte mejor. Tú, por inercia, movías la cadera para recibirme. No era pequeña y lo sentías dentro de ti. Notabas como se hundía cada vez que bajaba con fuerza y cómo iba rozando cada centímetro de la pared de tu interior. Eras capaz de sentir cada vena, cada curva, cada detalle de mí mientras yo sólo podía entregarme a ti. Me veías concentrado, marcándome un ritmo alegre que ponía en tensión todos mis músculos. Disfrutabas mirando cómo se marcaban, pero sobretodo te fijabas en que el abdomen se me perfilaba con ese movimiento. Apoyaste tus manos sobre los huesos de mi cadera para agarrarme y marcar el ritmo de los movimientos. Eras insaciable, sólo capaz de pedir más y más... y mientras yo perdía la vista en tus pechos. Ahí estaban, desnudos, botando ligeramente con los movimientos y yo deseándolos pero siendo incapaz de saborearlos en esta postura. Tú lo notaste y subiste las manos por tu cuerpo para jugar con ellos mientras me mirabas con deseo. Los recorrías, los manoseabas y apretabas el pezón cuando yo marcaba más los golpes de cadera. Estuvimos un rato así hasta que optamos por probar otra.

Yo caí de rodillas mientras tus piernas seguían abiertas y mis caderas se movían. Cogiéndote de la espalda y los hombros te incorporé sobre mi, sentándote con tus piernas detrás, casi en mi espalda, y haciéndote cabalgar un poco a ti. Yo tenías mis manos en tu trasero para darte inercia en el movimiento y tú te entregabas como si no estuvieran quemando todos tus músculos. Te movías con fuerza y ritmo al principio hasta que noté que los gemidos empezaban a ser demasiado rápidos y... eras incapaz de continuar al mismo ritmo porque estabas terminando de nuevo. Cuando tú flojeabas, a base de brazos yo compensaba tu movimiento. Sentías como te venías teniéndome a mí dentro taladrándote poco a poco un centímetro más. En el éxtasis final no pudiste evitar soltar un alarido e hincarme de nuevo las uñas en la espalda ya llena de cortes.

Te abrazaste a mí y, como segundos de tregua para que te recompusieras, te levanté en vilo sin que tú soltases mi cintura con tus piernas. Me apretabas con fuerza. Te dejé caer para que te pusieras de pie y vi corría un ligero reguero de ti sobre tu pierna. Estabas empapada, y caía poco a poco flujo al estar de pie. Tu descansaste un segundo recostada sobre mí mientras estábamos de pie pero... ver eso me superó. 'No hay pared pero... casi'. Susurré teniéndote exhausta abrazada a mí. Me miraste y esbozaste de nuevo una sonrisa, sintiendo que las fuerzas volvían. Yo te señalé el árbol que esa misma tarde nos había dado sombra. Tú sonreíste. Te dí un beso para que recuperases líquido y, con mi miembro todavía duro chocando contra tu vientre a cada movimiento, nos dirigimos al tronco del árbol.

Cogiéndote suavemente de las manos, te las guié para apoyarlas en el tronco del árbol. Te acerqué a ti al árbol, mirando ambos a él, y cuando tus manos estuvieron apoyadas recorrí con las mías todo tu brazo, tu hombro, caí por el costado disfrutando unos segundos de tus tetas y, cuando llegué a tu cadera frené. Casi como un cacheo, apoyé mis manos en el interior de tus muslos y los abrí ligeramente, echando tu cadera hacia atrás buscando una posición más cómoda. Tú me mirabas de reojo sin atreverte a decir nada. Sólo se escuchaba nuestra respiración entre cortada, y los latidos todavía excitados de nuestro corazón en los oídos retumbar. Tú bajaste una mano del árbol para coger de nuevo mi mástil, alegando 'es que tengo que volverla a poner a punto'. Cuando la cogiste sentiste que estaba increíblemente dura ya. 'Mientras sigas en esta postura, dejándome disfrutar de este trasero y pudiendo ver cómo consigo que se empapen tus piernas... no creo que me haga falta que me pongas a punto'. Sonreíste y, aprovechando que ya estaba todo preparado, te cogí de la cadera y con ayuda de tu mano entré en ti. Esta vez sentías que te rozaba por un sitio diferente mi polla.

Sentías como subía haciendo presión sobre la cara anterior de la vagina, casi parecía que iba a salir por tu ombligo. Notaste como entraba y, al estar más estrecho con la posición, notabas como si fuera más grueso. Notaste como con miedo entré la primera vez y como centímetro a centímetro fue subiendo en ti. Gemías con un gemido suave y continuo todo el recorrido. Me moví en un par de ocasiones más suavemente y me pediste que empezara a follarte de verdad. Tus deseos son órdenes. Enganchándome bien de tu cadera; empecé a acercarte y alejarte de mí con mis braozs, mientras mi cadera se movía con mucha fuerza. No lo soportaste mucho sin dejar caer la cabeza sobre el tronco, exhausta. Cuando me cansé de coger tu cadera y noté que aunque la soltase tú continuabas los movimientos sola; disfruté de tus pechos con mis manos, asiéndome a ellos y jugando con tu durísimo pezón. Mientras te follaba tú no podías parar de jadear a gritarme que no parase, que querías sentirme más y más... así que eso hice. Como mi polla no llega a todos los rincones de tu vagina, bajé una mano deslizándola por la cadera y, mojándome en ti, jugué con tu clítoris mientras te iba taladrando poco a poco. Sólo podías gemir. Ya eras incapaz de continuar los movimientos, así que con la mano libre me apoyé en tu vientre y marqué los movimientos desde ahí.

Cogía entre mis dedos tu perla, la acariciaba, jugada con el ritmo de la cadera y de la mano para que nunca estuvieras descansando. Sentí como de nuevo llegaste pero ni me inmuté en parar. Tú me pediste una vez que parase porque creías que ibas a morir en ese momento... pero se te quitaron las ganas en menos de diez segundos. Te follé. Te follé como si fuera a conseguir romperte. Te follé hasta que notaste como mordía la parte superior de tu oreja, avisándote que iba a llegar. 'Esa no se merece terminar dentro', dijiste cuando notaste que mordía tu oreja y de un movimiento brusco me sacaste de ti y te diste la vuelta. Me besaste el cuello mientras tu mano quitaba el preservativo y lo tiraba al suelo. Te dejaste caer de rodillas rápidamente, apoyando la espalda cuando lo necesitabas en el tronco, y continuaste con la boca. Me devorabas, sin miedo, sin ningún tipo de reparos. Yo continuaba tocándote la oreja para avisarte. 'Esto no lo voy a poder controlar...'. Me miraste sin sacártela del todo, mientras jugabas con ella y tu lengua golpeaba la cabeza. 'Quiero comértela, y no tengo más que decir. No tengo que darte explicaciones. Quiero sentir que tu polla es mía, porque lo es, y puedo hacer con ella lo que me de la gana'. Tu mano continuaba masturbándome mientras hiciste el parón para volver a chupar la cabeza. 'Y si termina ahora, que termine, pero no pienso separarme de tu polla hasta que me deje satisfecha'. Y no tuviste más que decir. No tenías que dar explicaciones. Te mereces tener esa polla para lo que quieras.