Bambu para la doctora

La amante aprovechando la ausencia del marido trama amistad con la legítima esposa con el objeto de transformarla en una zorra caliente, objeto de dominación, castigo y sexo brutal.

BAMBU PARA LA DOCTORA I

Fue casualidad que ella fuera cliente de la peluquería de mi cuñada. Fue la curiosidad la que me llevó a conocerla al enterarme, al fin al cabo yo era la amante de su esposo, siempre puede ser positivo conocer a nuestra rival. Era unos años mayor que yo, tenía cuarenta y tres. El pelo moreno y corto , ojos grandes, delgada. Mantenía erguidos los pechos que no eran muy grandes pero si bonitos y tenía un buen culo. No es que lo exhibiera mucho, más bien al contrario, vestía siempre de un modo clásico, en gran medida recatado y tirando a mojigato. Según me decía su marido y mi amante, el ingeniero A su esposa la doctora R era sosa y remilgada en la cama. Su marido por lo demás la quería y respetaba.

Me gané su confianza a fuerza de coincidir con ella y charlar mucho, tanto allí como en la cafetería cercana donde terminábamos nuestro paso por el cortado y el tinte. Así pude saber que contrariamente al estilo que tenía o quizás precisamente por ello su pequeña fantasía era verse exhibida ante los hombres y dominada por varios.

Cierto día el ingeniero A me comunicó que enviado por su empresa debería pasar un mes en Nueva Cork, no podríamos vernos. Me dijo también que estaba sintiéndose mal, que su mujer no se merecía que la engañara y que iba a aprovechar para pensar sobre nuestra relación en este tiempo.

No quería perderlo, los placeres que me proporcionaba el cuerpo y las hábiles manos del ingeniero estaban a años luz de los pobres logros de mi marido, he de decir que yo también estoy casada. Existía una oportunidad para mi, demostrarle a mi amante que su mujercita no sólo no era tan decorosa y púdica como el pensaba sino que era toda una zorra, caliente y bien caliente.

En nuestra última charla en la peluquería aproveché para invitarla uno días a mi casa, con la magnífica excusa de que así no estaría tan sola, ya que ella no tenía familia en la ciudad donde vivía. Le comenté que aquel fin de semana celebrabamos una pequeña fiesta de disfraces con nuestra peña de amigos, era carnaval, y que se lo pasaría bien. Me dijo que no tenía disfraz pero yo le dije que no se preocupara que me diera sus medidas y yo le proporcionaría uno adecuado. Aquel día yo había ido para hacerme la cera y recortarme el felpudo, la peluquería es también centro de estética. Ella me dijo que nunca se lo hacía, tenía una hermosa mata de pelo a la puerta de su coño. Le dije entre bromas que si quería que la invitación siguiera en pie debía hacerlo y además a mi gusto. Hablé con mi cuñada y le ordené que la rasurara completamente. La doctora cuando se dio cuenta empezó a protestar, pero mi cuñada con toda la zalamería la convenció de que era demasiado tarde, no la iba a dejar a medias, así que finalmente se resignó. Quedó pues sin muestras de vello púbico, permitiendo una perfecta visión sin interferencias de sus labios inferiores y la entrada de su sexo.

La recogí aquella misma noche a la puerta de su casa, una vez cerré la boutique de mi propiedad. En quince minutos estabamos en casa, vivo en una población satélite muy cerca de la ciudad. Mi marido aún no había llegado pero no tardaría. Tomamos unos bocadillos en la cocina porque se nos hacía tarde para la fiesta. Luego la acompañé a su cuarto para que se instalara, le invité a que se diera una ducha pues ella había tenido consulta por la tarde. Le dije que le traería su disfraz y se lo dejaría en la cama.

Me di un duchazo rápido y me coloqué mi disfraz, un tanguita rojo,un sujetador transparente del mismo color y un mono muy ceñido de colorado intenso, con una gran cremallera que según se abriera mostraba u ocultaba más. Botas rojas de tacón y tapando mi cabeza y completando el disfraz lo necesario para convertirme en una diablesa. Hay que reconocer que el vestuario me venía al pelo. Tenía también un pequeño tridente que cogería mas tarde.

Cuando llegué al cuarto de invitados la doctora R aún se recreaba en el agua. Dejé su disfraz un tanga dorado minúsculo del que llevan las bailarinas brasileñas de samba, un sujetador del mismo tejido y color que mostraba la misma economía de tela, unas medias de red con liga en lugar de los pantys que las danzarinas suelen llevar, completaban el tipo un antifaz para ocultar el rostro y un sombrero con plumas. Por supuesto el calzado eran unas sandalias teñidas de oro de un tacón impropio para mujeres con vértigo.

La esposa del ingeniero A se escandalizó un poco cuando comprobó lo explícito de la indumentaria que yo había elegido para ella.

Nadie te conoce aquí y además llevas antifaz. Puedes realizar tu fantasía sin que nadie se entere.

Me sorprendió lo fácil que me fue convencerla, aunque aún me replicó que al ir sola y no conocer a nadie podía ser víctima de un acoso no deseado de los hombres de la fiesta.

Eso tiene fácil solución – le propuse resuelta- te cedo a mi marido toda la noche. Es más –le dije riendo abiertamente- no quiero saber lo que haces con él, mientras el no sepa lo que yo hago. Eso si- terminé muy seria continuando la broma- mañana me lo devuelves.

La cosa no podía ir mejor, ella misma se metía en la boca del lobo.

En eso llegó mi marido y llamó a la puerta. Le invitamos a pasar.

Te presento a la doctora R cariño- le dije señalando a mi futura víctima.

El le dio dos besos, con un descaro que me sorprendió, lo hizo mientras palpaba las nalgas desnudas de su futura esclava, cosa que él aún desconocía. Más me sorprendió que a ella aunque enrojeció no pareció molestarle.

Está guapa verdad- comenté mientras cogía a la señora de una mano y la hacía girar para que mi marido pudiera apreciar y recrearse en la semidesnudez de aquel cuerpo que se le ofrecía.

El asintió con la cabeza.

Dejémosla que termine de maquillarse y voy a ayudarte a ponerte tu disfraz querido.

Antes de abandonar la habitación me volví hacia la mujer.

Con esas braguitas el rasurado te ha venido de lujo- le susurré al oído.

Al llegar a mi cuarto mi marido me inquirió por nuestra invitada.

Es la doctora R ya te lo dije. Ahora a efectos tuyos es una morena que necesita bambú, mucho bambú y en todos los sentidos.

A que te refieres ¿ - preguntó él.

Bambú en varas de caña de bambú- le contesté mientras hacía el gesto de quien azota a alguien- y bambú de troncos humanos- continúe mientras dirigía mi mano a su entrepierna aumentando la erección que había comenzado a tener con la visión de la futura zorra.

Me miró con ojos como platos.

Bambú , mucho bambú. Por delante – mientras hablaba hacía un gesto que iba de mis tetas a mi coño.- y como ya te has dado cuenta , por detrás.

Y yo ¿

Tú hoy sin que sirva de precedente tienes permiso para hacer con ella lo que no te dejo hacer conmigo. ¨´Usala a tu antojo, castigala y entregala a tus amigos.

¿ Por que ese interés ¿

  • Ella lo necesita y yo hago cualquier cosa por una amiga.- le respondí sonriendo con malicia.- Recuerda, bambú mucho bambú.