Bambú para la doctora (5)

Desventuras de la doctora en el pasillo francés antes de su inminente y salvaje flagelación.

BAMBU PARA LA DOCTORA 5

Tomás quiere pasar – anunció mi esposo.- trae una sorpresa más.

Bien que pase , pero que se de prisa, estoy impaciente porque esta perra comience a recibir su merecido.-contesté.

Me ha costado trabajo conseguirlo pero aquí está, hace poco leí historia de o

y desde que ví y probé el culo de esta hembra no se me había quitado de la cabeza.

Tomás sacó de una bolsa un utensilio similar al que recibió la protagonista de la novela, un tallo de ebonita en forma de pene terminado en un triangulo de chapa a modo de braguita cuya finalidad era ser insertado en el ano de la mujer, dilatarlo y ensancharlo, quedando fijado por delante con la unión de dos cadenitas. La doctora fue obligada a arrodillarse sobre la cama, Tomás empujó su nuca hacia delante bruscamente hasta que su rostro quedó pegado a las sabanas, sus piernas fueron separadas y en esta explícita postura le fue introducido el tallo sin contemplaciones, quedando perfectamente fijado con el cierre de las cadenitas. La doctora reaccionó con un pequeño grito ante la penetración de aquel elemento intruso en su expuesta anatomía, resignándose luego a lo inevitable de la molestia y la vergüenza.

A la prisionera le fueron vendados los ojos, sujetas las muñecas por detrás, unas pinzas mordieron sus pechos unidas por una cadenita. Así fue conducida al salón donde iba a comenzar su punición. Suplicó una vez más indulgencia pero solo recibió una bofetada en cada una de sus mejillas y la orden tajante de que callara y aceptara su suerte o esta sería mil veces peor.

Antes de llegar al salón sonó el timbre y para alegría de Tomás llegaron dos invitados más. Tomás me entregó la fusta, la correa de azotar y la vara de bambú indicándome que me sentara en un sofá a esperar la sentencia de la rea, su pública petición de perdón por el perjuicio a mi causado y su castigo ejemplar. Así lo hice., me había puesto para la ocasión unas botitas de alto tacón, un pantalón ceñido de cuero y una camiseta negra sin mangas que me daban un aspecto sexualmente poderoso.

La señora fue presentada ante los invitados, cinco y mi marido que procedieron a examinarla, magrearla a su antojo. Boca, tetas y coños fueron ampliamente admirados, palpados y sobados. Causó una excitante sensación el tallo de ebonita incrustado en su ano, provocando el deseo general de proceder a una posterior penetración del agrandado hueco.

A nuestra ilustre invitada le gustaría que este momento pasara con celeridad, sentir la mordedura de la correa, el nacer de las marcas de la fusta y el dolor indescriptible de la vara de bambú.- empezó a decir Tomás.- Ser usada y follada sin piedad para pagada sus culpas descansar y olvidar el asunto. Pero no es tan fácil, debe ganarse ese derecho y ese perdón.

Lola fue obligada a arrodillarse, fue liberada de la atadura de sus muñecas y posicionada a cuatro patas.

Creó que a esto lo llaman un pasillo francés. Los hombres estarán colocados formando un pasillo tres a tu derecha y tres a tu izquierda. Deberás desplazarte como lo que eres una perra ciega, elevando indecente tus nalgas y antes de dar el siguiente paso deberás haber complacido con tu boca a los sexos ansiosos de los formadores del corredor. Por cierto no he podido encontrar mejor palabra, corredor.

Al llegar al final te presentarás ante la señora de la casa para implorar no su piedad, sino su justicia, para castigar tus faltas por adúltera , traicionera y perdida.

La hembra comenzó su recorrido, el primer miembro del pasillo atrajo su cabeza hacia su miembro y la incitó a lamer y a mamar como era su condición. Una nueva conmoción invadió a la esclava, Tomás había provisto a los hombres de fuertes varas, y el que estaba enfrente del que estaba siendo saciado, subió y bajó verticalmente el trozo de madera golpeando la braguita metálica con decisión, obteniendo el pretendido fin de que el tallo de ebonita hiciera de clavo en la abertura trasera de la esplendorosa y sometida mujer.

Todas las pollas del pasillo fueron atendidas por la lengua y los labios de la doctora, no se le permitió distracción, relajación o trampa. Tuvo que chupar, lamer y succionar a cada uno sin desmayo, al último como si fuera el primero. Recibió de cada compañero del mamado, el correspondiente golpe de vara como martillo incansable en la chapa del cipote de ebonita.

Por fin llegó hasta mi.