Bambi

Un universitario descubre que la compañera más introvertida de la clase es una viciosa (contiene scat,zoo y sado)

Aquella mañana de viernes estaba resultando especialmente insufrible, dos horas seguidas de derecho mercantil, era terrible.

Para Sergio era aún peor, los jueves universitarios se traducían en salir, beber y todo lo que se tercie en una buena fiesta, pero el viernes tocaba clase, se había querido ir pronto, pero los chupitos iban y venían. Ahora estaba pagando el precio de esa estupidez.

Con una resaca de tres pares de cojones tenía que soportar el coñazo de clase.

Trató de centrarse, pero no podía, la cabeza lo estaba matando, y el tono de voz del profesor era soporífero.

Sergio paseaba la mirada por sus compañeros, la mayoría escuchaba y tomaba apuntes, el resto, simplemente, estaban presentes. Reparó en que alguien lo observaba, Bambi, la rarita, lo miraba fijamente, Sergio se percató de que, posiblemente su compañera del fondo de la clase hubiera reparado en la cara de resaca que tenía y quisiera estar presente cuando Sergio se quedara como un tronco o hiciera el ridículo de alguna otra manera.

Estaba muy buena, tenía 22 años (dos menos que el), siempre iba con ropa ancha, pero su figura se notaba bien, delgadita y sin tetas apenas, mediría metro 65 y tenía la piel blanca. Su cara era como la de una muñequita de porcelana, una preciosidad, ojos verde oscuros, labios carnosos y piel blanquita. Tenía su melena castaña siempre recogida en una coleta.

Ya su nombre era rarito, Bambi, pero ella en sí era rara, nunca hablaba con nadie y nunca se le había visto con nadie, pareja, chico, chica, amigos… nada.

Bambi metió sus apuntes en una carpeta,la cerró, la cogió, se levantó, y se encaminó a la puerta del aula, al pasar por la mesa de Sergio abrió el puño y dejó caer una pastillita en una tableta recortada. Tras esto, se fue de la clase. Sergio miró la pastilla, era un paracetamol, que le venía de muerte para el dolor de cabeza. Se la tomó y un buen rato después ya se sentía mejor.

Al mediodía decidió irse a la biblioteca, tenía que pasar unos apuntes y estudiar algo, y con la resaca latente prefería silencio.

Entró en el edificio de la biblioteca y fue al baño. Allí meó hasta quedarse a gusto, se despidió de los tequilas que se iban por el desagüe del urinario y se lavó las manos. Miró su reflejo en el espejo, tenía una cara de mierda, a pesar de todo se observó. Tenía el pelo corto moreno y unos ojos marrón oscuros muy comunes, piel tirando a morena natural, herencia de su padre del sur, no era musculoso, pero tampoco un tirillas, medía metro 74 y pesaba 64 kilos.

Salió del baño y ahí estaba Bambi observándolo de nuevo, abrazada a su carpeta.

  • ¿Te encuentras mejor, fiestero?

  • Si, por cierto, gracias por la pastilla, tenía la cabeza como un bombo.

  • Sí, algo así me parecía. Escucha, quería hablar contigo de una cosa. ¿Qué tal llevas el trabajo de civil?

  • Bien, para ser para dentro de dos semanas lo tengo casi terminado, he recopilado todos los datos y ahora solo queda darle forma.

  • Había pensado en que este finde te puedes venir a mi casa, que no hay nadie y nos ayudamos mutuamente, a ver, no me malinterpretes, lo llevo bien. Pero redactar todo y darle forma, como tú dices, pues, francamente, voy mal con eso.

A Sergio le sonaba raro, esa chica nunca se relacionaba con nadie, nunca había pedido ayuda y siempre sacaba unas notas sobresalientes. Sin embargo accedió, acordaron quedar pronto por la mañana del sábado y ella le dio su dirección para que pudiera llegar sin problema.

A la mañana siguiente Sergio hizo lo propio, desayuno, se vistió, cogió el portátil y los apuntes, se subió a su coche de cuarta mano, lo había pagado el con lo que le habían dado ciertos trabajos de verano porque, por orgullo no había dejado que sus padres le ayudasen a sufragado, y metió la dirección en el GPS del móvil. Descubrió que iba a un lugar muy alejado de la civilización,  no estaba lejos, pero sólo se veía la casa en mitad de la nada.

Condujo tres cuartos de hora hasta llegar a su destino, un caserío enorme rodeado de verde. Una gran extensión de campo, con vacas y huertas con un bosque próximo. Era un lugar extremadamente tranquilo que transmitía una sensación de paz y tranquilidad. Se bajó del coche y aspiró, el olor de la hierba, ese tufillo a ganado y un leve aroma a café recién hecho invadió su cuerpo. De pronto se sintió como el típico paleto de ciudad que parece que no ha pisado el campo en su vida y comenzó a sentirse un poco avergonzado de sí mismo por parecer un capullo.

No había timbre, así que tocó dos golpes suaves en la puerta, tras unos segundos la chica abrió. Se notaba que estaba en su casa, mallas negras, una sudadera que tenía años para parar un tren y el pelo recogido en un gurruño que no era ni una coleta ni un moño, si no un revoltijo hecho apresuradamente con un lápiz a modo de enganche.

Ella lo invitó a pasar. Entraron directamente a la cocina, era una estancia grandísima, lo cual no le sorprendió, la casa era enorme. Le ofreció café y unos bollos, lo cuál el aceptó de buen grado y pasaron directamente a la acción, estuvieron dos horas compartiendo datos e ideas para los trabajos. A Sergio le gustaba que la chica le ayudase, porque se notaba que ella controlaba muchísimo del tema, a el no se le daba mal, pero a ella se le daba de miedo.

Para las 12 del mediodía habían terminado ambos trabajos, se preocuparon porque no se parecieran, puesto que eran trabajos individuales y ella le ofreció una cerveza para celebrarlo porque “se lo habían ganado”, Sergio aceptó porque con una iba a estar bien y no daría positivo en alcoholemia.

Bambi se agachó para alcanzarlas en la nevera y Sergio observó un detalle que había pasado por alto antes, ella no llevaba bragas, podía ver la raja de ese bonito y redondito culo si  problema a través de las mallas. Automáticamente su miembro empezó a recibir sangre y a hincharse, cruzó las piernas en la silla para que no se le notase esa pequeña indiscreción que le estaba provocando su cerebro.

Bambi abrió los botellines y se sentó frente a el, al parecer no había reparado en el cambio de posición de el y que estaba un poco rojo, pero para no provocar más historias éste decidió iniciar una cháchara para irse un poco por las ramas, le dijo que era una casa enorme y preciosa, ella le fue indicando que su padre tenía ganado y huertas para vender leche y hortalizas para sacarse un sobresueldo, pero que se dedicaba al comercio de maquinaria agrícola. Que su madre también andaba en el negocio familiar y que, al ser hija única, a ella le tocaría arrimar el hombro el día de mañana.

Acordaron que tras la cerveza ella le enseñaría el terreno si quería porque el parecía sentir verdadera admiración por el entorno.

Sergio dejó su portátil y su chaqueta  y acompañó a Bambi al exterior. Fuera hacía un día precioso, brillaba el sol, pero no hacía un calor de muerte, era un día muy agradable, algo fresco. Caminaron por un sendero trasero hasta un cercado, Bambi abrió la puerta y los dos pasaron. Se veía unas vacas al fondo pastando tranquilamente. Ella se descalzó y caminó por la hierba fresca y ánimo a Sergio a que la imitase, éste se mantuvo reacio en un primer momento pero, finalmente dejó sus zapatillas y sus calcetines junto a las sandalias de ella.

La hierba fresca bajo sus pies era una sensación fantástica, movió los dedos para sentirla, le provocaba unas cosquillas frescas, no pudo evitar dibujar una sonrisa en su cara. Cuando alzó la cabeza vio que tenía a su compañera justo ante el, ella le dio un besito en los labios, apenas un roce, un piquito y le dijo:

-Esto sólo acaba de empezar.

Sergio quedó atontado un segundo. Bambi la rara, que, por cierto, era preciosa, a la par de rara, le acababa de dar un pico. Ella caminaba por la hierba por delante de él, éste la seguía como atentado hasta que notó algo bajo la planta del pie.

-Oh, mierda…

-Es lo que tiene el campo. A mi me encanta.

Sergio se dio cuenta de que ella iba pisando las mierdas deliberadamente. No entendía absolutamente nada, pero ya no tenía nada que perder, así que decidió dejarse llevar. La chica tenía un aura de morbo increíble.

Llegaron junto a las vacas, Sergio las acarició como su nunca hubiera visto una, hacía años que no veía una tan de cerca. Se giró para darle las gracias a Bambi y lo que vio lo dejó de piedra.

Estaba desnuda, completamente, no se había cortado lo más mínimo, la miró de arriba abajo. Tenía unas tetitas pequeñas, con unos pezones gordos y marrones, abajo tenía una mata de vello púbico bastante considerable y el conjunto era bastante increíble.

-Vaya, vaya, ahora te cortas menos que en la cocina.

Estaba empalmado, y no se había dado cuenta, ella sí… como en la cocina, ahora sí que se sonrojó. Ella se acercó y poniendo una mano en su hombro lo besó, no era un piquito, era un beso largo y húmedo, le metía la lengua como una bestia, notaba la saliva de ella en su boca, se estaba poniendo muy cachondo.

Ella se separó de él alzó los brazos mostrando más mata de vello en sus axilas y salió corriendo por el campo, Sergio no vio a nadie en los alrededores y decidió que era hora de dejarse llevar, se desnudó y, tras dejar su ropa con la de ella, corrió tras Bambi cuán cazador.

Notaba la brisa en su cuerpo, era una sensación embriagadora, esa libertad era increíble, nunca se había planteado que eso fuera así, puesto que, realmente, era algo pudoroso para mostrarse así en público. Corría mirándola hasta que, de repente, pisó algo correoso, patinó y cayó en la hierba. Sin darse cuenta había pasado sobre un tordo de vaca y se había resbalado. Ahí la realidad le trajo de vuelta y sintió una pequeña pizca de asco.

Bambi se acercó a el y le preguntó si se había hecho daño, al responder que no y ver su cara, ella se agachó junto a él y besó su pie cubierto de bosta de vaca. Eso, lejos de provocar un asco natural, potenció la elección de su pene.

-Bueno, pero qué tenemos aquí, veo que te gustan las cochinaditas a ti también…

-Lo siento, ha sido un accidente, un momento, ¿Cómo que también?

Sin dejar de mirarlo, Bambi se alejó de él y se puso a mirar al suelo, llegó a un punto en el que había dos plastas enormes en la hierba, y se tumbó sobre ellas, se revolcó como una cerda mientras se reía a carcajadas. Su blanca piel iba cubriéndose de esa mierda oscura y , con las manos iba cogiendo más porciones y extendiéndosela por el cuerpo. Después de un rato haciéndolo, estaba completamente sucia, tenía pegotes de mierda por las tetas, el vientre, los brazos y las piernas, Sergio incluso podía ver los cachitos de hierba sin digerir que habían pasado por el interior de los animales.

-Ahora ya estamos los dos manchados.

En el caso de Sergio sólo era la pierna, de la caída, ella estaba cubierta. Se miró y la miró, ella sabía qué estaba pensando, y se dirigió donde el, que seguía en el suelo, abrió las piernas dejándolo justo debajo de ella y, mientras los dos se miraban a los ojos, ella dejó que su coño hiciera su labor. Un chorro abundante de orina caliente cayó por el torso del chico que estaba disfrutando de algo que para él era completamente nuevo.

-Bueno, ya ves como soy yo, hacía tiempo que quería esto contigo, tienes dos opciones, o te entregas a mi con todo, o te llevo a casa, te duchas, te vas y no le dices nada a nadie. Si hablas, yo lo negaré todo.

-Bambi, me encantas, todo esto es nuevo para mi, pero me estás poniendo guarrisimo, quiero ver dónde lleva la madriguera del conejo contigo.

-Eso es de otro cuento…

Ella sonrió y se acuclilló sobre él, introduciéndose su polla sin preliminares ni nada. Su coño no ofreció ninguna resistencia, entraba sola, Sergio agarró las caderas de Bambi y dejó que siguiera botando mientras disfrutaba de la follada que le estaba ofreciendo, ella se empaló del todo y dibujaba círculos con su cadera con la polla clavada hasta el fondo. Sergio disfrutaba, mientras ella seguía tomando porciones de mierda del suelo y se las restregaba en las tetas, era una cerdada, pero Sergio acababa de descubrir que le encantaba. El chico agarró con firmeza a su amazona y haciendo fuerza con sus hombros se impulsó para rodar y quedar sobre ella. Bambi sonrió y elevó las piernas para facilitar la penetración. Rodeó las caderas de el con las piernas y dejó que el bombear con fuerza. Mientras el la embestía sin piedad ella comenzó a lamer el interior de la boca de él.

Cuando notó que ya venía el orgasmo cerró más las piernas alrededor de el y sintió, a la par del grito ahogado de este, como un torrente de semen inundaba su coño. Se quedaron ahí besándose unos minutos mientras iban recuperando el aliento.

Sergio se puso de pie y se quedó mirando a la chica unos segundos, estaba hecha un asco, pero le ponía muchísimo. Bambi se levantó y mandó a Sergio que se arrodillase.

-Cómeme el coño y límpialo.

Sergio no lo dudó, alguna vez había probado su semen a ver a qué sabía tras una paja, pero nunca lo había hecho de un coño, estaba tan caliente que quería hacerlo. Lamia con fruición, saboreando el líquido blanco espeso que salía de ahí. Ella volvió a correrse casi al instante.

Cuando paró se miraron y, sonriendo, Bambi le dijo:

-No sabía que esto te gustaba, yo también soy bisexual, me gusta que tu lo seas.

-No, no lo soy, vamos que yo nunca he hecho estas cosas

-Bueno, aún no has hecho estas cosas…

Bambi echó a andar por el campo en dirección al bosque, Sergio la siguió,  llegó a su altura y la acompañó cogiéndola de la mano, parecían un par de jóvenes enamorados por el parque si ni fuera porque iban en pelotas, cubiertos de heces de animal y de orina de ella.

Se internaron unos metros hasta llegar a un río que tenía una poza bastante grande. Allí Bambi se lanzó al agua, se notaba que no era su primera vez, ya que ni comprobó la profundidad ni nada. Sergio se lanzó tras ella y estuvieron nadando un poco.

Como dos críos se iban tirando agua, abrazándose y separándose constantemente,  algún beso que otro se iban dando también de paso, era un momento idílico de dos “enamorados”, todo era muy precipitado, pero a ninguno de los dos les importaba.

-¿Te gusta esto?

-Me encanta.

-Mis padres vuelven mañana, si quieres te puedes quedar, vamos, si no tienes planes.

-Luego envío un mensaje a casa de que me quedo y a mis amigos otro de que no salgo, que estoy conociendo a una chica.

-Ah ¿si?¿estás conociendo a una chica?¿te vas a echar novia o algo?

-Nunca se sabe, si ella quiere a mi no me importa.

Bambi lo abrazó y lo besó. Esta vez no era un beso guarro, era un beso afectuoso y sincero. Sergio se sentía en una nube, Bambi la rara era un pibón y encima era súper guarra, además, quería que se quedase.

Salieron del agua y se tumbaron sobre la tierra seca de la orilla, Sergio boca arriba y ella se acurrucó en su pecho.

Cuando Sergio se despertó lo hizo entre escalofríos de placer, notaba su polla a punto de reventar, pero lo notaba por dentro. Giró la cabeza y vio la escena, Bambi estaba haciéndole una mamada y la sensación que notaba era un dedo de ella metido en su culo. En una décima de segundo cerró el culo atrapando el índice de la chica en su interior.

-Shhhh, relájate y disfrútalo, te va a gustar, si, eso es, relaja…

Dejó de hacer fuerza en el culo, notaba el dedo acariciando su próstata. Era una sensación muy buena, era un torrente de placer adicional a la pedazo de mamada que le estaba haciendo, era un chupeteo suave y calmado, casi cariñoso.

Cuando Bambi se cansó usó su mano libre para pajearlo mientras colaba un segundo dedo en el culo de Sergio,  éste no tardo en sentir una especie de náusea y un orgasmo increíble, el semen escapó a chorros de su polla y cayó sobre su vientre, su cadera y su muslo derecho. El resto que estaba en la mano de Bambi desapareció en su boca.

Tras esto, Bambi sacó los dedos del culo de Sergio y se los llevó a la boca, chupó y después le metió el índice en la boca a Sergio. El chupó ese sabor amargo y otro hilillo de semen cayó desde su glande. Bambi, atenta a la escena le dijo:

-Hasta a ti te gusta lo rico que estás,  luego probamos más, vamos a dar un paseo, no, no toques, no te limpies, me gusta verte glaseado.

-Eres una cerda.

-Aún no has visto nada.

Esbozó una sonrisa muy pícara y, cogiéndole del brazo, echó a caminar. Iban tranquilamente por el bosque, en silencio, disfrutando del paseo, volvían en dirección a las vacas, recogieron la ropa y fueron hacia la casa, allí en la entrada Bambi arrojó la ropa al suelo y echó a andar hacia el lado opuesto al bosque. Había dos estructuras de madera y metal enormes, las cuadras, iban hacia allí cuando un precioso pastor alemán corrió ladrando hacia ellos, Sergio vaciló a la hora de acercarse pero la chica le indicó que estuviera tranquilo.

Bambi acarició al perro, éste movía la cola alegremente y sacaba la lengua mientras su dueña lo acariciaba. Sergio se acercó y lo fue a acariciar, el perro lo olfateó y le lamió la mano, tras esto su lengua pasó a su pierna y  su tripa, y se dirigió hacia su miembro, iba a retirar al perro, pero  Bambi le sujetó el brazo y se lo echó hacia atrás para que lo dejase .

-Parece que a Rocky le gusta tu semen.

La muy zorra lo tenía todo preparado cuando hizo que no se limpiara la leche de su cuerpo, el perro pasaba lametadas por la polla de el, la lengua era rugosa y un poco áspera, pero era una sensación muy rica, se le estaba poniendo la polla dura de nuevo. Aunque cuando tomó conciencia de sus pensamientos, le invadió una sensación de vergüenza e intentó retirar al animal de nuevo.

-No, no, no, déjate llevar.

Sergio estaba nervioso y Bambi lo notó, lo soltó, se agachó y acarició al perro, éste empezó a darle lametadas frenéticas por el cuello y la cara.

-¿Ves? Es muy cariñoso, es mi amante secreto.

Abrió la boca y dejó que la lengua del animal entrase en ella, después sacó la lengua y empezó también a lamer la del animal, como si se tratara, efectivamente, de un amante.

-Ven, prueba.

Sergio se agachó e imitó a su compañera, la lengua del animal entró en su boca, entraba y salía, notaba el aliento del perro en su boca, la lengua le hacía cosquillas en la parte interna de las mejillas. Sacó su lengua para facilitar las lametadas y notó esa rugosidad por toda la lengua, mezclándose las babas del perro con las suyas. Su polla estaba dura del todo cuando Bambi juntó su cara a la de él y los tres compartieron sus lenguas, estuvieron así un rato hasta que la chica apartó al perro.

Ella se acuclilló, levantó su rabo y empezó a pasarle la lengua por el ojete. Sergio, maravillado se acercó y dejó que ella guiara su cabeza al culo de Rocky, el cual lamió con curiosidad, notaba un regusto agrio y las babas de ella. El perro se dejó caer en el suelo y Bambi, con mano diestra le sacó la polla roja de su funda peluda, y le hizo un amago de paja, indicó a Sergio que se pusiera a su lado y éste pudo ver como esa picha roja desaparecía dentro de la boca de ella, el perro, que se notaba que estaba acostumbrado acercó el hocico, momento que aprovechó el chico para volver a lamer su lengua.

Bambi dejó la mamada y le indicó a Sergio que era su turno, el ocupó su sitio sin dudar y pasó la lengua por la polla del animal, era dura, pero de tacto blando y estaba muy viscosa por lo que estaba saliendo de ella, al meterse metersela en la boca esa viscosidad salada aumentó gradualmente, no era capaz de tragarse todo el líquido que caía por su boca, por el rabillo del ojo veía que ella se estaba tocando, eso le ponía más, era su primera mamada y encima era a un perro.

Continuó así hasta que ella le indicó que parase, el obedeció. Bambi se colocó a cuatro patas en la hierba y eso pareció la llamada de atención del perro, el cual se levantó y se puso a olerle y lamerle el coño y el culo, ella gemía y el perro amagó varias veces a subirse, finalmente el animal subió sus patas delanteras a la espalda de ella y agitaba la cadera intentando meter su aparato. Sin que nadie le dijera nada, Sergio  agarró la polla del perro y la puso en la entrada del coño peludo de Bambi, el animal siguió el camino y penetró ese hoyo, provocando un gritito apagado de la chica. Sergio veía la escena, el perro se la estaba follando mientras el se pajeaba. Bambi estaba roja, apretando las uñas en la tierra y jadeando sin control. Sergio le metió la polla en la boca para que no gritase más, ella mamaba con ganas mientras gemía.

Llegado el momento, ella expulsó la polla de el de la boca el perro había aumentado el bombeo hasta que ella lanzó un alarido enorme de placer. El perro se había detenido y por los lados del coño de ella caía un líquido espeso. El animal se giró, provocando que ella gritase de nuevo y se quedaron ahí culo contra culo. Sergio entendió que la bola se había quedado atascada y habría que esperar a que bajase, Bambi, que notaba la polla del can dentro seguía orgasmeando. Sergio aprovechó la situación para agarrar la cabeza de ella y follarle la boca con fuerza, embistiendola con vehemencia, provocándole arcadas constantemente, le daba igual, el seguía. Cuando notó que se iba a correr sacó la polla y dejó que su semen saliera disparado contra la cara de ella, mezclándose con su sudor, babas y lágrimas. Cuando vio que la cara y el pelo de ella estaban lefados le dio una sonora bofetada en la cara, ella le miró con los ojos rojos llenos de lágrimas, sonrió y le dijo:

-Veo que sabes jugar a esto.

El se agachó y le besó los labios lefados.

El perro se soltó y se marchó a un lado a lamerse el miembro, indicando que su tarea había terminado. Bambi bromeó con que Sergio desearía poder llegarse con la lengua a la polla y, entre risas, Sergio se tumbó en la hierba para que una jadeante Bambi se pusiera a horcajadas en su cara, ella separó sus labios vaginales con los dedos y el recibió el semen canino en su boca, sabía más fuerte y más salado que el suyo, era espeso y pringoso. Siguió comiendole el coño hasta que se corrió de nuevo, momento en que se levantó y dio una serie de saltitos. Sergio le preguntó si se encontraba bien, ella se acuclilló sobre él, éste se imaginaba que se mearía sobre el, como antes, sin embargo cayó un leve chorrillo y ella respiraba un poco fuerte.

Sonó un pedo suave de ella, Sergio supo lo que venía, ella lo miraba a los ojos, mientras el sonreía y la animaba a que lo hiciera.

Otro chorro de orina más grande cay en su pecho y algunas gotas se colaron en su boca, el siguiente lo dirigió ella con los dedos, era un buen  chorro que dio en su cara y su boca abierta, otro pedo sonó y sintió como sobre su ombligo caía algo caliente, el entorno se cubrió de un intenso olor a mierda, Bambi gemía  de gusto mientras sus intestinos se vaciaban sobre el, cuando acabó, Sergio miró el zurullo, tenía una montaña de mierda en su abdomen, Bambi se sentó sobre ello y con su culo restregó y extendió la plasta marrón, después lo hizo a mano, cubriéndole el pecho con esa pátina marrón, encima la orina la ablanda a y manchaba mejor.

Pasó dos dedos marrones por las mejillas de el y le pintó dos franjas como a los indios, después se besaron y ella dijo:

-¿Tu no te cagas?

-Hace rato.

-¿Me lo das?

-Siempre te daré lo que quieras, cielo.

Ese comentario hizo caer una lagrimilla a Bambi, la cual lo rodeó con sus brazos y lo besó tiernamente. No importaba que al juntar sus cuerpos, el torso de ella se manchara, ni la espalda de él tuviera manos marrones marcadas.

Sergio se puso en pie y ella se arrodilló. Bambi comenzó a meter su lengua por el culo de el, le separaba  las nalgas con las manos para que su cara entrase mejor. A Sergio nunca le habían chupado el culo, le estaba encantando, estaba maravillado con las cosas placenteras que estaba descubriendo ese día, ya no comprendía ni compartía el tabú del culo para los tíos.

Absorto estaba en su placer y sus pensamientos cuando un sonoro pedo se escapó de su culo, de los fuertes, esos que te tiembla hasta el ojete.

-Perdona Bambi, no he podido aguantarme.

Bambi aspiró profundamente y dijo:

-No quiero que te disculpes, ni que te aguantes, dámelo todo, relájate y deja que salga.

Sergio seguía notando la lengua de Bambi en lo profundo de su culo. La lengua de ella entraba mejor, puesto que el agujero iba dilatandose poco a poco. En la punta de la lengua notó ya una barrera que se acercaba, instó al chico a que empujase más fuerte y este obedeció.

El enorme tordo salió con fuerza y entró en la boca abierta de ella, quie masticó y degustar la mierda de el, el resto cayó por su barbilla y sus tetas, el resto fue al suelo. Bambi puso las manos para que cayera ahí y se restregaba parte por sus tetas. La otra parte se la aplicó en la cara, como si fuera una mascarilla marrón, solo se dejó el contorno de los ojos. Cogió un trozo del suelo y se lo extendió a Sergio por la espalda, justo antes de que éste se diera la vuelta y le soltase un chorrazo de orina a las tetas, Bambi aprovechó eso para extender mejor las heces ablandadas por su cuerpo, también pegó un buen trago de ese néctar amarillo, tragó y suspiró.

El de pie, ella de rodillas, cubiertos de mierda, se miraron, ella se levantó y le dio otro beso.

Caminaron hasta las cuadras, ella quería enseñarle algo. No entraron, se dirigieron a la parte trasera y allí sonriendo le enseñó una montaña de estiércol enorme.

-Sígueme.

Y salió corriendo hacia ella. Cuando ella llegó se lanzó sobre el montón de mierda bovina sin dudar, la parte superior estaba fresca y la manchó al mínimo contacto, se soltó la coleta y se revolcó como si fuera un cerdo en una piara. Estaba completamente negra ya, cogió la sustancia con ambas manos y se lo aplicó en el pelo, el cual quedó instantáneamente convertido en una plasta en su cabeza.

-¿Vienes o qué?

Sergio hizo lo mismo, corrió y se lanzó, una sensación de asco recorrió su cuerpo, el olor era muy fuerte y una arcada brotó de su interior, pero le ganó su excitación. Empezó a dar vueltas en la montaña para cubrirse también, Bambi extendía excrementos por la cara y el pelo de él, estaban completamente cubiertos, ella cogió una porción más y se la aplicó a Sergio por los huevos y la polla y, aprovechando que ya estaba ahí empezó a pajearlo.

Sergio la besó de mientras, hasta que ella vio que la polla ya estaba dura y  se puso sobre el en posición de 69.

Ella le mamaba con fuerza y el metió la lengua en su coño, la mierda le sabía a coliflor hervida, también notaba el gusto a coño y restos de semen del perro, esa mezcla de sabores era una explosión.

Estuvieron dándose placer mutuo hasta que ella se retiró se tumbó en el estiércol boca arriba y separó las piernas, Sergio lo captó al momento, se colocó sobre ella y, con las piernas de ella elevadas contra sus hombros, la penetró el coño, era una follada dura, la embestía sin piedad, golpeando sus huevos contra el coño de ella con sonoros chasquidos. Bambi gemía con fuerza con cada golpe, estaba gozando como una perra, Sergio era incansable y ella insaciable. Llegaba el momento y ella se acercó a su oído:

-Córrete sin miedo, no me vas a preñar, aún no toca.

Sergio liberó su esperma dentro de ella, quien notó la leche caliente llegando hasta lo más profundo de su útero.

El orgasmo llegó simultáneamente a ambos cuerpos que temblaban y jadeaban a la par. Se quedaron inmóviles un rato y después se besaron y se acariciaron con suavidad, como quien hace el amor.

Después de un rato así se limpiaron por encima con una manguera que había colgada ahí, primero Bambi lavó a Sergio y después este hizo lo mismo con ella, el agua a presión se llevó todo y lo devolvió al pie de esa montaña mágica.

Después de todo, fueron hacia la casa y Bambi le mostró dónde tenía una ducha y toallas y ella se fue a otro cuarto de baño, lo cual dejó perplejo a Sergio,  puesto que pensaba que se ducharían juntos. Se resignó a ducharse solo. Dejó que el agua caliente y el jabón retirasen los restos del caliente día que había tenido, si se ponía a pensar en todo no podía evitar la erección.

Se secó y se encaminó desnudo al salón, puesto que la ropa seguía fuera, se sentó en el sofá y esperó a que Bambi hiciera aparición, echó la cabeza hacia atrás y se empezó a quedar dormido. No oyó los pasos que se aproximaban.

-Eh, despierta.

Echó la cabeza hacia adelante y tragó saliva. Bambi estaba ante el, la miró de arriba a abajo y de abajo hacia arriba, botas de cuero negro, con tacón de aguja hasta las rodillas, medias de rejilla con ligueros enganchados a un corsé negro de cuero con las tetas por fuera, un collar de cuero negro con pinchos, los labios pintados de rojo intenso, un antifaz de encaje negro y una coleta. En la mano derecha llevaba una bolsa de lona negra y una fusta larga. Metió la mano en la bolsa y sacó unas muñequeras de cuero unidas por una barra de acero de unos quince o veinte centímetros, se aproximó a el y le colocó las correas en las muñecas. Sergio se percató de que no podría quitarse los grilletes sin ayuda, ahora estaba a merced de una especie de dominatrix peluda, guarra, creativa y un poco chalada. Bambi agarró la barra y tiró de ella, indicando a Sergio que la acompañase, éste obedeció y la siguió.

Subieron las escaleras, los tacones resonaba en la madera de los peldaños, avanzaron por el pasillo hasta el final y llegaron a la habitación de ella, una estancia amplia con una enorme cama en el centro, un escritorio y un armario, estanterías… un dormitorio normal, salvo por un mosquetón que colgaba de una anilla en el techo mediante una cuerda, ella enganchó la barra de los grilletes en el mosquetón y cogió la cuerda, tiró de ella y los brazos de él se estiraron hacia arriba un poco.  Con un par de tirones más quedó estirado y completamente a su merced. Ató la cuerda a un herraje fijado al suelo para que no se soltase.

-Me pregunto qué opinan tus padres de esto.

-Es para el saco de boxeo.

-¿Le das al saco?

Ella le propinó un puñetazo en el vientre que lo dejó sin aire, Sergio tosió y Bambi contestó:

-Si, y a partir de ahora hablarás cuando yo te diga. Ahora te haré una serie de preguntas, te pegaré con cada pregunta, si me gusta la respuesta te haré otra, si no te pegaré y seguiré preguntando.

El primer fustazo cayó en sus nalgas, Sergio ahogó un grito, no se estaba cortando, pegaba fuerte.

-¿Te gusta lo que has hecho hasta ahora?

-Si.

Le volvió a pegar, Sergio gimió de dolor.

-Si, mi ama, me encanta.

-Bien, veo que lo pillas. ¿Te vas a quedar conmigo?

Le propinó otro golpe en la espalda.

-Si, mi ama. Me voy a quedar para siempre contigo y servirte.

-Perfecto, ¿Follaras conmigo y con quien te diga yo sin importar género o especie?

El siguiente golpe dio en su pecho, le dejó una marca roja profunda y marcada.

-Si, mi ama, quiero descubrir todo eso contigo.

-¿Vas a jugar y consumir todos los fluidos corporales que yo te ordene?

-¿Humanos?

Ella golpeó con la fusta su pene, Sergio chilló, mientras una lágrima caía por su cara.

-Aquí las preguntas las hago yo, estúpido, además, con lo que has hecho hoy es evidente que no.

Volvió a pegarle en el muslo.

-Si ama, lo que tu me ordenes.

-Ahora voy a darte diez golpes porque me apetece, después te voy a follar, me parece que te va a gustar.

Bambi dejó la fusta y tomó un látigo, se veía el cuero trenzado, amenazante, se colocó a un lado por detrás de él y dejó caer la cola, echó la muñeca hacia atrás y cuando tiró hacia delante el látigo golpeó la espalda con una fuerza brutal, Sergio gritó de dolor, sus lágrimas caían, su espalda tenía un enorme surco rojo.

Volvió a golpear otra vez, el gritó fue mayor, después otra, y otra, y otra, a la sexta ya se había meado encima y desmayado. Bambi siguió hasta el décimo golpe y paró. Lo bajó,  le quitó los grilletes y lo dejó descansar un poco.

Al de un rato lo despertó con un poco de amoniaco.

Sergio estaba dolorido. Miró hacia arriba, ahí seguía esa chica y su antifaz, su expresión dura había cambiado, había ternura en sus ojos.

Quizá se había dado cuenta de que se había pasado un poco.

-¿Vas a quedarte para siempre?

-Por supuesto, ahora eres mi chica, y mi ama y señora.

Bambi lo besó con suavidad, y le ayudo a tenderse en la cama. Se tumbó junto a él y lo abrazó. Los dos se quedaron dormidos.

Cuando Sergio despertó era de noche ya, la piel de la espalda le ardía como fuego. Bambi dormía a su lado con su antifaz de dómina aún puesto, le dio un beso en la frente y la despertó, tenía hambre, ella indicó que también. La opción más rápida fue pedir una pizza, se trasladaron al salón mientras esperaban al repartidor, ahí estaban en el sofá desnudos y acurrucados los dos, en silencio. Unos veinte minutos después sonó el timbre, Bambi se puso un batín de satén y fue a atender al repartidor, el cual se quedó de piedra, la verdad es que el batín era una mierda, solo le tapó el coño y los pezones, el resto se veía. El repartidor, un chavalín de instituto se iba feliz, propina de 10 euros y un recuerdo para paja.

Cenaron riéndose del pobre pizzero, que se había quedado atontado desde que la puerta se abrió hasta que se había marchado.

Una vez hubieron terminado Sergio le preguntó si aún tenía ganas de que la follase, a lo cual Bambi respondió:

-No, te he dicho que te voy a follar yo a ti, no que vayamos a follar.

Se fue un momento al dormitorio y  después de unos momentos volvió,  completamente desnuda, salvo por unas correas en su parte inferior de las que colgaba un falo de goma de unos 20 centímetros y 3 de ancho. Portaba un bote de lubricante similar al gel de manos, sonrió mientras llegaba observando como su “pene” golpeaba sus muslos al andar.

-Lo siento, me había dejado la bolsa en la habitación.

-Pues sí que me vas a follar.

-Ya te lo dije, no tengas miedo que iré suave para no hacerte daño, de todos modos, no te voy a engañar, te va a doler un poco, es tu primera vez, con el tiempo dejará de dolerte y pasaremos a dildos más grandes y amigos de dos y cuatro patas.

-¿De veras?

-¿Te gustaría?

-Si.

El propio Sergio se sorprendió de su propia respuesta, Bambi sonreía como una niña con un regalo, se inclinó sobre el y le dio un beso, después le indicó que abriese la boca,  él lo hizo y ella escupió un salivazo gordo y abundante dentro de la boca de él, éste se lo tragó y cuando ella, satisfecha, se incorporó,  el se metió el dildo en la boca. Babeó la superficie y pasó la lengua por el, agarró la base con una mano y empezó a meterla y sacarla de su boca. Evidentemente Bambi no notaba nada, pero estaba viendo eso y su coño estaba al rojo, destilando todos sus líquidos que caían por sus muslos, le ponía cachondísima:

-Veo que se te da bien.

Ella agarró la cabeza de él y, con la presión hecha, embistió el dildo contra la boca de Sergio, la arcada no tardó, los ojos se le inyectaban en sangre y lagrimeaba con cada golpe de cadera que ella le propinaba. Babas abundantes caían por su boca y se deslizaban por la barbilla, a Bambi le encantaba tener el control,  no le importaba cederlo en los juegos, pero prefería dominar ella, éste chico se dejaba dominar sin problema, a ella no le importaría que éste la dominase de vez en cuando.

Cuando  le pareció, sacó la polla de goma de la boca de Sergio y lo dejó respirar un rato:

-Sabes que dentro de muchos años, cuando seamos viejitos, seguiremos haciendo estas cosas, ¿verdad?

-Por mi perfecto.

En cualquier otra circunstancia a Sergio le parecería una tarada, acababan de conocerse, pero el también tenía claro que quería pasar su vida así, y si era con ella mejor.

Bambi lo hizo acomodarse a cuatro patas en la alfombra del suelo recostado sobre el asiento del sofá. Sergio se acomodó y cerró los ojos. No tardó en sentir la lengua de ella subir y bajar por su raja, paseándose por sus nalgas, las manos de ella separaron los glúteos y la lengua le penetró, notó el calor del músculo húmedo en su ojete, entraba y salía haciendo círculos, le gustaba.

Sentía después unos besos en el culo mientras un dedo gelatinoso y frío entraba en su culo. Empezó un metesaca suave, rotaba en su culo también de vez en cuando, después entró otro dedo más, hizo lo mismo y después vino un tercero. Cuando hubo trabajado bien el culo con tres dedos, Bambi prácticamente bañó en lubricante el pene de goma y lo puso en la entrada del culo de Sergio.

-¿Listo?

-Para ti siempre.

El primer tramo no encontró resistencia, había hecho un buen trabajo dilatándolo, la segunda mitad fue entrando por presión poco a poco. Sergio sentía una mezcla de placer y dolor, evidentemente el culo le ardía porque nunca le habían hecho eso, pero no era como se lo imaginaba, era un dolor suave, nada que no se pudiera soportar, a parte notaba esa presión en la próstata que sintió por la mañana, eso y que su compañera le ponía muy cachondo, eso ayudaba a relajarse a cualquiera.

Bambi agarró con firmeza las caderas de Sergio, la polla estaba completamente dentro de el, sacó con suavidad tres cuartas partes y volvió a entrar, repitió y Sergio gimio con suavidad, tras la tercera probó a ir un poco más rápido. Sergio no indicaba que le molestase o doliese, por lo tanto ella siguió aumentando el ritmo, era más veloz, pero aún era suave, como el sexo con una amante.

Estaba dándole y también sentía que estaba cada vez más cachonda, aumentó la velocidad. Sin darse cuenta también había aumentado la potencia en las penetraciones, Sergio no se quejaba, así que clavó sus manos en las caderas de él y empezó una follada brutal, bombeaba frenética, era casi como su perro, dale que te pego sin parar, mientras follaba, Bambi se inclinó y chupó la oreja y el cuello de un gimiente Sergio que disfrutaba con cara de idiota y los ojos cerrados.

Bambi daba con fuerza a su compañero cuando este pidió que no parase, ella obedeció y dio un último tirón, porque ya notaba algo de fatiga. De la polla no dura del todo de Sergio empezó a manar leche que cayó casi en hilos en el parqué del suelo. Con un suspiro ahogado Sergio tuvo un orgasmo con el que se corrió sin que nadie le tocase la polla.

Bambi se retiró del culo de el, que ahora parecía un cráter rojo y le dio un beso en la mejilla. Sergio se echó hacia detrás, quedando de rodillas en el suelo y vio cómo Bambi lamía el semen del suelo. Se besaron y se abrazaron.

Después se fueron a la cama, ya era tarde y ambos estaban agotados de hacer el trabajo de la universidad. Se metieron en la cama desnudos y se cubrieron con la sabana, Bambi se acurrucó en el pecho de éste y ambos se durmieron al instante.

A partir de ese momento se convirtieron oficialmente en pareja, se sentaban juntos en clase y disfrutaban de su mutua compañía, Sergio se la presentó a todos sus amigos, desde entonces ya nadie la conocería como Bambi la rara, ahora ya solamente era Bambi. Para Sergio ahora era Bambi la guarra, pero eso era para ellos dos. Sus juegos continuaron en el tiempo, incluso después de casarse años después.