Ballbusting Infernal - Reeta

Troy continúa su descenso hacia los Tormentos Infernales.

Saludos, lectores. He decidido dar continuidad a este proyecto que empecé hace tiempo. Troy recorrerá distintos niveles antes de tocar fondo… por toda la eternidad.

Troy despertó con una cierta sensación de desesperación. Aunque sabía perfectamente que no tenía daños en su hombría, el dolor había sido algo amargo y lo primero que hizo al abrir los ojos fue buscar a Nadir. Pero ella ya no estaba, en su lugar; otra demonia un poco más delgada y menos voluptuosa estaba de pie a su lado. Allí pudo notar que estaba en el suelo, aún seguía desnudo y sus extremidades aseguradas con grilletes.

Ella no parecía notar que había recuperado el conocimiento y se limitaba a pasear por la mazmorra, a la espera. Finalmente se percató de que había despertado y se acercó, Troy pudo darse cuenta que la demonia tenía piernas tonificadas y bien marcadas. Aquello no le dio mucha esperanza.

“Basura, al fin despiertas. Pensaba hacerlo cortando tus huevos, pero esto será mucho mejor,” dijo la diabla. “Mi nombre es Reeta y estarás bajo mi dominio por los siguientes diez años,” añadió.

“Que!?” exclamó Troy asustado. “Diez años?”

“Si, me gané el derecho a tenerte por diez años jugando a los dados. Hay muchas hermanas que desean divertirse contigo, humano.”

“Por favor…” rogó el joven, sudando como loco por el calor y el miedo. “Si me sueltas, prometo servirte bien… por favor…”

“Que patético…” murmuró Reeta con una carcajada salvaje. “Aun serías mi esclavo si no te libero, buen intento…” dijo la demonia.

Troy se retorció en sus ataduras pero era inútil. Jamás podría liberarse y de llegar a hacerlo, de nada serviría pues estaba en el peor lugar posible y sin escapatoria. Reeta se movió fuera de su campo de visión y por los gestos y ruidos que hacía, ella estaba moviendo algo pesado. Y eso era lo que la demonia hacía.

Frente a él y por encima apareció una plataforma pequeña con escaleras en la parte posterior. La base de la plataforma estaba situada justo entre sus pies separados, Reeta subió los escalones lentamente y se paró en el tope, mirando a Troy desde arriba. El condenado admiró la delgada pero firme silueta de Reeta, sus piernas potentes y sus pies descalzos, lo que fuese a hacerle no sería nada placentero.

“Vas a pasar diez años maravillosos…” sonrió Reeta con maldad.

“Que vas a hacer? No te he hecho nada…” dijo Troy con voz temblorosa.

“No tienes miedo, o si?”

Troy no dijo nada y tragó saliva. Por última vez intentó liberarse de los grilletes pero renunció en un par de segundos. Reeta tomó aire y sonrió, sabiendo lo que iba a hacer y saltando un poco, sus pies descalzos cayeron sobre los huevos expuestos de Troy.

“Aaaaaaarrrghhhh!!!” gritó Troy devastado por el brutal pisotón.

Reeta soltó una carcajada mientras sus pies aplastaban y retorcían los huevos de Troy sin piedad. El joven se movía tratando de apartarla pero se provocaba más dolor y dejó de hacerlo.

“Joder… YA!!! MIS HUEVOS!!” chilló Troy completamente desquiciado.

“Shhh…” siseó Reeta y luego de un par de minutos, se apartó de sus huevos.

Le dolían a horrores, no podía sujetarlos y alzando la cabeza, vio que se le hincharon. Troy suplicó misericordia a la demonia, que se volvió a subir a la plataforma; lista para saltar nuevamente.

“Listo?” preguntó ella retóricamente con una sonrisa.

“Nooo…!!!” gritó Troy con todas sus fuerzas.

La demonia cayó de pie una vez más y el dolor se redobló. Sintió como una descarga eléctrica que se expandió por su cuerpo, los huevos cedieron de nuevo bajo el feroz pisotón de Reeta. El muchacho lloró amargamente debido a que su testículo derecho no aguanto la terrible presión y estalló dentro de su escroto. Reeta fue consciente de ello y rió complacida.

“Muy bien, creo que otro pisotón acabará con el que falta.”

Ya no tenía fuerzas para responder y con un tercer intento, logró el objetivo y Reeta disfrutó la enorme masa deforme e irregular bajo sus pies. Troy se desmayó enloquecido por el sufrimiento y al recobrar sus sentidos los volvía a tener saludables y listos para más. La diabla no se aburría y probó diversas formas de saltar sobre los huevos de Troy, que no paraba de gritar y maldecir.

Después de 3 semanas y casi 900 castraciones, Troy había perdido la cabeza y no podía creer la cantidad de dolor que había sentido. Aquello en verdad parecía tener significado, vivir un infierno en el infierno y se lamentaba una y otra vez por sus horribles transgresiones. Reeta en cambio gozaba cada segundo y trataba de mantener la chispa e innovar sus métodos.

Fue ese día, luego de tres semanas ininterrumpidas de tortura cuando la diabla se detuvo y se alejó de su campo de visión. Por un instante Troy pensó que se había cansado de él y por lo menos pasaría los siguientes años atado, pero nada más lejos de la realidad. Reeta regresó con un par de botas, el humano casi rompió a llorar mientras la observaba ponerse aquellas cosas y se preparaba para saltar sobre sus huevos.

El grito de agonía de Troy se escuchó hasta veinte mazmorras de distancia. El brutal pisotón acabó con ambas gónadas sin contemplaciones y se desmayó al no soportar el feroz dolor proveniente de su entrepierna. Así continuó por varios meses y ya le costaba recordar muchas cosas de su vida anterior al tormento eterno. Hasta que Reeta volvió a realizar una breve pausa para introducir un nuevo cambio.

En lugar de las pesadas botas que usaba, escogió otras con clavos puntiagudos. Troy maldijo con todas sus fuerzas a Reeta pero se convulsionó de dolor al sentir como su escroto era perforado en algunos puntos y sus huevos reventaban al clavarse la punta de los clavos en ellos.

“Creo que con estas nos divertiremos todos estos años… haré numerosas tortillas con vuestros patéticos huevos,” aseguró Reeta antes de saltar sobre sus indefensos cojones.

Y así, los gritos y lamentos de Troy llenaron ese sombrío calabozo por los siguientes diez años, al igual que otros condenados. El Infierno apenas comenzaba para él…