Ballbusting Infernal

Violador sádico es sentenciado a muerte por sus atroces crímenes y termina en el Infierno. Allí, las sensuales diablesas encargadas de los hombres se escandalizan al conocer sus pecados, resolviendo castigarle por la eternidad con ballbusting bestial y toda clase de infernales suplicios

Saludos. En este relato, exploraremos las profundidades del dolor y sufrimiento, merecido en este caso. Así que si deseas evitar ser atormentado por la eternidad, aplicad la Regla de Oro.

En la sala de juicio, la tensión era palpable. Completamente abarrotada, con un gran número de mujeres, aquella querella se había extendido por más de un año. Más allá de las personas que asistían a la audiencia y separados de los presentes, se hallaban las partes, a la derecha estaba la parte acusadora, conformada por el fiscal de distrito y un par de mujeres que fungían como asesoras legales, nominalmente más que de realidad, pues aquel caso en la mente de todos tenían una sola e irremediable decisión.

En el otro extremo, la parte acusada. Solo estaba un hombre mediando la treintena y vestido de traje, y otro individuo muy guapo y de rostro sereno; que en condiciones normales pasaría por cualquier galán o persona común, pero vestía un mono naranja y tenía las manos encadenadas a la cintura con pesados grilletes, igual que sus pies estaban encadenados y con la separación justa que le permitiese caminar. El abogado defensor tenía una expresión cansada y de vergüenza, como si no quisiese estar en ese lugar junto a su representado.

Y no era para menos. Aquel joven de 26 años era acusado de al menos 40 violaciones, y algunas otras pendientes de confirmación. Había eludido la justicia por casi 5 años pero tras haber sido pillado en un operativo especial, y tras más de un año de deliberaciones, pruebas, reconstrucciones explicitas de algunos crímenes y alegaciones de enfermedad mental (desestimadas por el juez), había llegado la hora de conocer el veredicto del jurado, diferido en múltiples ocasiones por la defensa, para ganar tiempo.

En ese momento, el fiscal de distrito se puso de pie para hacer su última acotación, y lograr su objetivo.

“Honorable Juez, miembros del jurado, y presentes. Como argumento final, solo debo decir que Troy Slaughter no solo es culpable, sino una amenaza para la comunidad. Un monstruo retorcido que no solo se conformó con abusar y violar a mujeres indefensas, también se han descrito las infames maneras de este ser despreciable, un carnicero con rostro de hombre, y ello solo amerita un veredicto… la pena de muerte,” dijo el fiscal para sentarse en medio de vítores.

“Orden, orden,” dijo el Juez golpeando con el martillo varias veces hasta que se hizo silencio, “Tiene algún argumento final antes de que el jurado se retire de la sala para su deliberación final?” preguntó el Juez a la parte acusada.

El abogado miró de reojo a su defendido, que seguía con su misma expresión serena, casi sonreía y mirando al Juez, este negó con la cabeza.

Dando la orden, el jurado se retiró de la sala para debatir, aunque no había objeto de ello. Solamente un milagro o alineación de planetas podía salvar a Troy Slaughter de una condena y muerte segura.

Mientras esperaban el regreso de los miembros del jurado, la secretaria observó de reojo y notó que Troy le miraba. Este se relamió con lascivia cuando ella le miró, y se llevó las manos al paquete, con un gesto repulsivo, la mujer desvió la mirada y se limitó a esperar como todos. Troy rió, satisfecho por su reacción.

Ocho minutos después el jurado regresó, el portavoz se puso en pie y se aclaró la garganta.

“Honorable Juez Pawcett, este jurado ha debatido y ha llegado a una decisión en todos los cargos contra el acusado. Primero, en los 40 cargos por violación, encontramos al acusado… culpable de todos los cargos,” anunció el portavoz del jurado, siendo interrumpido por los aplausos y estallidos de júbilo de los presentes.

“Orden, orden!” volvió a insistir el Juez.

“Segundo, en relación a los 327 cargos por homicidio agravado, tortura, secuestro agravado, lesiones gravísimas, encontramos al acusado… culpable de todos los cargos. Los miembros de este jurado no habíamos sido testigos de tanta maldad, bajeza y violencia en una persona, por lo que solicitatodo el peso de la ley… y que Dios se apiade de su alma,” concluyó el portavoz en medio de aplausos.

“Gracias. Considero oportuno una pausa de 10 minutos para dictar sentencia,” anunció el Juez Pawcett y golpeando con el martillo, se levantó de su asiento para ponderar todo.

En tanto el Juez tomaba la decisión final, la sala se llenó de voces alegres y aliviadas, en especial de los familiares, quienes al fin obtendrían justicia y cerrarían ese nefasto capítulo de sus vidas. Troy cantaba en voz baja frases de “Highway to Hell” de AC/DC y “Hades” de Kalmah, ante la mirada atónita de su abogado, que le dio la espalda. El juez regresó prontamente, y un silencio sepulcral invadió el lugar.

“Antes de emitir mi veredicto, quisiera decir unas pocas palabras. En mis 29 años sirviendo al sistema judicial de nuestro país, he visto cientos de casos y distintos niveles de depravación, pero esto…” y el Juez Pawcett miró a Troy con asco, “Esto sobrepasa cualquier calificativo, y me atrevo a decirle en su cara, que ni los animales depredadores son capaces de tanta crueldad y sadismo,” dijo el Juez y Troy sonrió con un brillo de maldad en sus ojos.

Tras una corta pausa, el Juez se aclaró la garganta.

“El acusado póngase de pie, para proceder a dictar sentencia.”

Troy se levantó tranquilamente y con una última mirada de repulsión, el Juez se preparó para emitir su sentencia.

“Troy Slaughter, culpable de violación, homicidio agravado, secuestro agravado, tortura, te sentencio a la pena de muerte por inyección letal. La ejecución de esta sentencia quedará prevista dentro de los 21 días siguientes a la publicación de este fallo. Hasta entonces, estará recluido en la prisión de máxima seguridad del estado, en aislamiento y sin posibilidad de recibir visitas. Que Dios se apiade de su alma,” anunció el juez y con un golpe seco, el eco del martillo se escuchó en el silencio de la sala.

Mientras el Juez Pawcett hablaba, un silencio se apoderó de todos, como si contuviesen la respiración. Pero al escuchar de su boca la sentencia y el golpe seco del martillo, muchas personas no pudieron contenerse. Algunas lloraban de tristeza, otras de alegría, pero todos coincidían en que al fin se había hecho justicia; algunos incluso decían que esa condena era algo suave para Troy, a pesar de que al fin se cerraba un oscuro capitulo en sus vidas.

Una de las tantas madres de las jóvenes violadas y mutiladas fue abordada por una periodista, para conocer su impresión sobre el fallo del Juez Pawcett.

“Señora Lambfield, al fin su hija obtendrá justicia, qué opinión tiene acerca de la condena, está de acuerdo?” preguntó la periodista.

“Mi hija podrá descansar en paz ahora. Solo desearía que en lugar de una simple inyección, le hubiesen mandado a la silla eléctrica, para que al menos sintiese algo de dolor antes de pudrirse en el infierno,” respondió la mujer con cierto odio, y la periodista siguió en busca de otros testimonios.

Troy fue trasladado rápidamente fuera del tribunal y llevado a su lugar temporal de reclusión. Pasó muchos días en confinamiento solitario, aunque algunas veces los guardias le ataban de pies y manos para darle unas cuantas palizas merecidas. Una vez conocido el fallo, las siguientes tres semanas transcurrieron a toda velocidad, como si la Muerte estuviese ansiosa por reclamar a tan indeseable ser humano.

“Troy Slaughter, has sido sentenciado a muerte por inyección letal, tiene algo que decir?” preguntó el alcaide de la prisión, pero Troy negó con la cabeza, mientras la camilla lentamente recuperaba su posición horizontal.

Muchos familiares acudieron para ver el final de infame depredador, y cerrar ese horrible episodio. Haciendo una señal con el dedo, el alcaide ordenó al doctor que comenzase a administrar las dosis. Lentamente, Troy se sintió débil y mareado, la luz de la habitación perdía su brillo por momentos y ya no sentía las manos; en menos de diez segundos perdió el conocimiento y todo quedó a oscuras.

Pronto tuvo la sensación de estar acostado sobre algo, pensó que se trataba de la camilla a la cual estaba atado, pero no quería abrir los ojos. La curiosidad le pudo más y separó los parpados. Una luz radiante le cegó por un instante, para descubrir que estaba acostado sobre nubes, o tal vez el suelo estaba bajo ese vapor, una música celestial se podía oír; a lo lejos divisó unas puertas doradas cerradas a cal y canto… estaba en el Paraíso.

El muchacho se puso de pie, vestía una larga túnica blanca que le llegaba a los pies. Caminó en dirección a las puertas, y a su alrededor otras personas iban en esa dirección. Varios seres angelicales estaban custodiando las puertas y dando el acceso, Troy se acercó a uno de ellos, tenía un gran libro sobre una pequeña mesa.

“Bienvenido al Paraíso, humano. Cómo te llamas?” preguntó el ángel sin apartar la vista del libro.

“Troy Slaughter…” respondió el joven.

Al escuchar su nombre, el ángel levantó la mirada y su expresión era de completo terror.

“Troy Slaughter?” repitió.

“Si…” contestó Troy.

“Eh… si… me temo que… creo que ha habido un error,” dijo el ángel con cierto nerviosismo y chasqueando los dedos, todo quedó a oscuras de nuevo.

Una vez más, Troy sintió que estaba acostado sobre algo. Pero esta vez, detectó algunas cosas antes de abrir los ojos. Un olor nauseabundo llenó su nariz, y sentía mucho calor, peor que el desierto del Sahara. Cuando abrió los ojos, descubrió que yacía sobre una superficie rocosa y cubierta de lodo, en lugar de una larga túnica blanca vestía simples harapos chamuscados, lamentos, gritos y risas malignas habían reemplazado la música celestial… estaba en el Infierno.

Nunca había creído que tal lugar existiese, pero todo parecía muy real, demasiado vivido. El hedor a azufre se hizo mayor y sudaba como un cerdo, con cierta dificultad se puso de pie y miró a su alrededor. Parecía una enorme cueva, como si estuviese dentro de un volcán, también habían muchas personas que se dirigían a una pequeña hendidura en la pared, bloqueada por una simple puerta negra.

Un pequeño demonio de poco más de un metro de estatura corrió como una exhalación y al pasar a su lado gritó.

“Bienvenidos, basuras despreciables. Bienvenidos al lugar más feliz del Universo!!!” proclamó antes de estallar en una larga y malévola carcajada.

Ese no era el único. Había otros que usando pequeños tridentes, punzaban a algunas personas, instándolas a seguir adelante. Troy era el único que caminaba sin temor, otros eran arrastrados de los pies para llevarlos dentro del Infierno; lo que llamó su atención fue una diabla desnuda y voluptuosa, que mediante engaños llevaba a un hombre de la mano.

“Si… creo que este no es mal lugar, sexo duro y guarro, y nada de puritanas,” pensó Troy con una sonrisa.

Al llegar a la puerta, un demonio de aspecto anciano y cansado le recibió.

“Nombre?”

“Troy Slaughter…”

“Ah… Slaughter. Morfin! Conducid a este al Tribunal de Enfermos Sexuales, al fin la pobre Lilith recibirá a otro,” dijo el demonio y uno de esos pequeños diablillos que antes corría, se acercó y cogió la mano de Troy, llevándolo más allá de las puertas.

Siguiendo al pequeño diablillo, Troy apenas podía soportar el hedor y el caminar descalzo por el lodo. Los gemidos lastimeros se oían con mayor nitidez y la pequeña criatura se volvió y notó su expresión inquieta.

“Ya te acostumbraras. También chillaras como un cerdo,” dijo Morfin con una risita.

Pero todo aquello pasó a segundo plano cuando el corredor se ensanchó y Troy entró en una sala circular. Su polla parecía que aun respondía a los estímulos, porque se empalmó con la vista.

Una media docena de diablesas estaban en el lugar. De cuerpos curvilíneos y curvas de perdición, todas estaban desnudas, mostrando sus tetas y culos sin ningún pudor, las expresiones de sus rostros era de completa lascivia y depravación. En ese momento otra demonia llegó, era alta, de piel rojiza, gran culo y buenas tetas, pero con un aura de lujuria y maldad.

De pie ante el Tribunal de Enfermos Sexuales, Troy trataba de bajar su erección pero esas diablesas eran muy sensuales; mientras que la demonia se sentó y revisaba su expediente. De pronto, sus ojos parecieron salirse de sus orbitas, claramente atónita.

“Por las barbas de Lucifer, menudo historial!” exclamó Lilith, “Violaciones inhumanas, mutilaciones, torturas… arrgh, pero esto ni siquiera se puede calificar como normal!!” gritó escandalizada. Las otras demonias miraron a Troy y luego a Lilith.

“Tan malo fue?” preguntó Maaree.

“Malo!? Esta basura humana es lo peor que han visto mis ojos desde la Inquisición!” respondió Lilith indignada.

“Vamos, vamos… que han vivido peores que yo. Hitler, Stalin, John Lennon…” argumentó Troy pero Lilith le interrumpió.

“Silencio, basura! Ya veo que el estar aquí no te ha acojanado lo suficiente!”

“Y porque? Total, ya estoy muerto…” dijo él con ironía. Algunas demonias rieron.

“Si, tiene razón, no sigáis con este,” indicó Naamá.

Pero Lilith no dejaría las cosas así, Troy estaba ahora en el Infierno y podía hacer lo que le viniese en gana.

“Puede que esté muerto… pero aquí se viene a sufrir por la eternidad. Vivirás un infierno en este Infierno,” aseguró Lilith a Troy, que se echó a reír.

“Pues escucharte hablar ya es un infierno.”

“Suficiente! Por tus reiteradas burlas y tus repugnantes crímenes, tendrás un merecido castigo. Así como violaste y torturaste sin piedad, serás atormentado eternamente como el violador que fuisteis, tus huevos y tu ridículo rabo van a conocer el verdadero significado del Infierno!” dijo Lilith y dejando caer su martillo sobre su estrado, confirmó su sentencia, “Comiencen de una vez,” añadió.

Cuatro demonias se acercaron y por un momento Troy pensó en escapar. Pero aquello era ridículo, pues ya no podría escapar, sujetándolo por sus extremidades, lo cargaron por distintas zonas. Solo se podían escuchar gritos y lamentos, y malvadas risas de las diablas que ejecutaban los castigos impuestos a los condenados. El intenso olor a azufre, la penumbra, la putrefacción y lo decadente del lugar bastaban para asustar a cualquiera pero Troy parecía diferente.

Llegaron hasta una oscura y sucia celda, y las demonias acostaron a Troy en una especie de mesa, separando sus piernas y brazos, aseguraron sus tobillos y muñecas con macizos grilletes que se clavaron en su carne. Aquello parecía muy real, pues podía sentir el contacto del metal y la incomodidad, luego las diablas se fueron, dejándolo solo. Así estuvo por largo rato, finalmente la silueta de una demonia curvilínea hizo aparición frente a él.

“Oye, soltadme. Quizás podamos echar un polvo, seguro te mola un anal salvaje,” dijo Troy con voz picara.

La demonia de cabello negro lo ignoró y acto seguido se acercó a otra mesa, donde las demonias habían dejado el expediente y la sentencia de Troy.

“Troy Slaughter. 26 años a la fecha de muerte. Violador impenitente. Todos los métodos para machacar los huevos están permitidos, incluidos los Tormentos Infernales. Bajo ningún concepto deberá recibir misericordia. Cualquier demonia podrá atormentar al condenado sin restricciones,” era lo que había indicado Lilith en su ficha.

“Troy Slaughter?” murmuró la demonia.

“Si, sí, pero no te importaría soltarme? Estas cosas están incomodas y ya en la Tierra lleve unas por mucho tiempo…” dijo Troy pero la criatura no le prestó atención.

Lejos de la vista, la demonia acariciaba diversos y desconocidos objetos, una sensación de calentura se apoderó de su bajo vientre y reprimió un gemido. Cogiendo un par de pinzas, se acercó a donde yacía Troy indefenso.

“En serio, me duelen los tobillos, están muy apretad…” comenzó a decir Troy cuando la sensación de metal frio aprisionó su escroto. Las pinzas sujetaron la base de su bolsa escrotal y la demonia le miró con maldad pura.

“Me llamo Nadir, bienvenido al Infierno,” se presentó la diabla y sin vacilación retorció la pinza en su mano. Un agudo y lastimero grito de dolor inundó la celda mientras Nadir giraba y jalaba sus huevos. Pronto sus conductos seminales no soportaron el atroz movimiento y con un chasquido se rompieron, Troy no pudo soportar el dolor más intenso que jamás había sentido, ni siquiera estando vivo y se desmayó ante la mirada sádica de su castradora.

“Mmm… joder, que sueño más extraño… soñé que estaba en el Infierno y me habían castrado…” dijo Troy en su mente sin abrir los ojos. Aquello le había parecido muy real y de pronto sintió un inusitado peso en su entrepierna y abrió los ojos.

Aún seguía atado a la mesa, y definitivamente aquello no había sido un sueño. Recordó el feroz dolor y cayó en cuenta de que a pesar de ello, no sentía ningún cambio en su ser. Pronto se dio cuenta de la fuente de su inusitado peso. La mesa ahora estaba en vertical, y de sus huevos colgaba una pesada esfera de metal, al verla el dolor regresó con una intensidad brutal, como si estuviesen jalando todos sus órganos hacia abajo, Nadir estaba a su lado, esperando que recobrase el conocimiento.

“Pero qué coño… quita-quítame eso!” rogo con voz chillona Troy.

Nadir permaneció en silencio. Tampoco entendía porque sentía tanto dolor si ya le había castrado, cuando vio que sus huevos, de un insano color morado e hinchados, estaban por el momento intactos.

“La diversión está garantizada. Cada vez que te desmayas o duermes, cualquier daño permanente es revertido. Podría castrarte por 1000 años, y cada vez que despiertes, volvería a empezar e intentar algo diferente; jamás me cansaría de esto, no es genial?” informó Nadir con una sonrisa perversa.

“Nooo… joder, nooo…” gimió Troy completamente abatido por esa revelación.

“Siiii… siiii… patética escoria… eventualmente, descubrirás que tu vida anterior será como un sueño, y esto, real…” dijo Nadir y dio un pequeño tirón de la cuerda que sostenía la pesada esfera, haciendo que Troy aullase de dolor.

La demonia comenzó a tirar de la esfera sin ningún cuidado, estirando al máximo el escroto de Troy, que chillaba como un cerdo y sentía una vez más que sus conductos seminales estaban al borde. Nadir le dio un breve descanso para traer una especie de pedestal, que puso a unos casi dos metros de Troy, y volviendo a estirar la cuerda, el violador volvió a gritar de dolor mientras la esfera fue puesta en la parte superior del pedestal, dejando sus huevos bien estirados e hinchados.

“OH POR DIOOOSSSS… AYUDAAAA!!!” vociferó Troy desesperado y Nadir rió.

Aprovechando que su escroto había quedado bien estirado, la demonia comenzó a dar palmadas a sus huevos, incrementando el suplicio. Sus conductos no resistieron más y con un chasquido, ambos se volvieron a romper dentro de su escroto, con un último y desgarrador alarido Troy trató de no desmayarse pero fue inútil…

“Despertad, mi querida mascota, no quiero que os perdáis de esto,” una voz suave se escuchó a su lado.

El humano volvió a abrir los ojos, aún seguía atado y Nadir estaba a su lado. Sus piernas estaba más separadas, y sus huevos; libres e intactos. Por primera vez, lagrimas se deslizaron por sus mejillas, ya no quería seguir sufriendo y apenas estaba empezando.

“Por favor, déjame ir, estoy arrepentido…” suplicó Troy angustiado.

“Ya es muy tarde. Tuviste toda una vida para evitar terminar aquí, ahora tendrás una eternidad de sufrimiento… a todos no les gusta la recompensa por sus malas acciones,” dijo Nadir con una sonrisa fría.

Parándose frente a él, solo pudo ver la pierna de la diabla subir a toda velocidad y luego sintió como la poderosa patada aplastaba sus huevos contra su hueso púbico. Sin aire, y con el dolor subiendo por su bajo vientre e invadiendo cada célula de su cuerpo, Troy veía luces brillantes a su alrededor. Nadir comenzó a patear sus huevos sin ninguna misericordia, cada una se sentía peor que la anterior y pronto Troy estaba con la boca abierta y la saliva escapaba de su boca, un molesto zumbido le impedía oír los insultos que profería Nadir, burlándose de él.

“Parad… parad…” dijo con un hilo de voz unos diez minutos después, con sus huevos morados y más grandes que pelotas de tenis.

“Aun no. Después de todo, aquí encontrareis a algunas hermanas peores que yo,” contesto Nadir, propinándoles tres patadas rápidas y continuas.

Convulsionándose y retorciéndose de dolor, su mente no pudo tolerar la brutalidad del castigo y volvió a caer en la inconsciencia, su amiga por breve tiempo.

Cuando se recuperó del desmayo, para su horror sus huevos estaban intactos y esperando el siguiente castigo. Nadir no perdió tiempo al ver que había abierto los ojos, y atando un par de cuerdas en cada testículo; sujetó ambos extremos.

“Creedme, esta técnica me ha fascinado por milenios,” aseguró la demonia con una sonrisa.

“Dios… ayúdame,” rogó Troy mirando hacia arriba.

“Oh… eso no va a pasar. Está ocupado en otros menesteres como para salvar a un asqueroso violador,” dijo Nadir y jaló ambas cuerdas.

El condenado volvió a chillar como un cerdo mientras Nadir, sin delicadeza; daba poderosos tirones a sus huevos. Aquella tortura le provocaba ligeros y rápidos calambres que lo dejaron al borde del desmayo, la piel del escroto estaba irritada y en algunas zonas, sangraba. Sudaba y temblaba angustiado, de haber sabido que ese era el castigo por su estilo de vida, habría hecho todo en su mano para cambiar.

Nadir jalaba las cuerdas con mayor violencia, y Troy parecía un soprano de fama mundial. La demonia no cesó en ningún momento la tortura y con un último alarido, los conductos volvieron a ceder y el condenado lloró desesperado antes de desmayarse.

Las gotas de sudor se deslizaban por su cuerpo, solo quería morir y por un segundo pensó que era la solución, hasta que recordó que ya estaba muerto. Nadir estaba de rodillas a su lado, con una paleta pesada en una mano y la otra retorcía y sujetaba sus pelotas.

“Ya… no puedo más… quiero descansar,” balbuceó Troy.

“Tendrás un descanso de tres minutos después que termine, y luego una de mis hermanas continuara,” indicó Nadir.

Sin perder un segundo, Nadir comenzó a golpear sin pausa sus huevos. Los gritos de dolor de Troy al principio fueron desgarradores, para irse apagando a medida que sus pelotas se hinchaban una vez más, la piel de su escroto pasaba de rojo a un morado oscuro y apenas podía quejarse ya que el dolor era más de lo que podía resistir.

Con los testículos del tamaño de un pomelo, Troy estaba sudoroso, dolorido y mareado. Nadir sonrió con maldad, a sabiendas de lo que sucedería.

“Esto hará que me recuerdes por un rato, tal vez volvamos a repetir…” murmuró la diabla a modo de despedida y, abriendo la boca, clavo sus dientes en los magullados y maltratados huevos de Troy.

Nadir no tardó mucho tiempo en castrarle, y Troy, una vez superado el umbral de su sufrimiento, volvió a desmayarse una vez más, no sin antes escuchar una suave y cruel risa…