Balcones

La vida de in single coge interes al intervenir en la vida de su vecina de enfrente... (Nota: Gracias por las lecturas, valoraciones y comentarios,...me satisface mucho la acogida y anima a escribir realidades y ficciones).

Salía a fumar a la terraza de su apartamento de "single" . 45 metros cuadrados con tres espacios en los que por visitas y olores no se podía permitir el amarillo del tabaco en las cortinas ( cosidas por mamá).

EL lavadero-tendedero, esa sería su definición exacta le permitía por altura y patios de viviendas ver diferentes ventanas de una docena de pisos aledaños.

Seis ventanas tenía claro que eran cuartos de baño externos diferenciadas por su anchura y los cristales semiopacos. En estas deducía entradas-salidas al trabajo y percibía alguna sombra cuando se duchaban en medias-bañeras junto a la ventana.

Las cocinas, como en su caso se disimulaban con tendederos de lamas de aluminio y tan sólo podía apreciar o defenestrar el gusto por la ropa que tenían algunos vecinos.

De los salones no podía comentar más que cuando se abrían de par en par para ventilar. Además la mayoría eran domicilios estables por lo que las cortinas están fijas y en algunos casos esperando un cambio.

Había un salón siempre semi-bajada la persiana, pero con el balcón no alcanzaba a ver el interior.

Se empezó a interesar por estas ventanas (... tendedero con braguitas de tallas pequeñas y modelos interesantes, alguna chica a sacar bolsas de basura no de tamaño familiar) que sistemáticamente a las diez salía a hablar por teléfono (se recortaba su silueta) y a echar un cigarrillo (por el brillo del ascua). Pensó, vaya otra con el mismo problema: traslado, sola, llamadas a casa o pareja, ... su mente se puso a pensar ...

La tercera ventana de su apartamento era la del dormitorio, también semibajada pero en la que se apreciaba un exiguo mobiliario que el podía ver desde una altura superior.

Apreció algo más que su silueta cuando algún fin de semana la veía hablar de día (cosa de tarifas) y se preocupó cuando la vió alterada, gesticulando e incluso llorando.

Se hizo el encontradizo (coincidían en el Super y en la calle) y como si de un método sectario se tratase aprovechó las bajas defensas del disgusto para acercarse, conocer datos (...) y captarla. Siguieron coincidiendo e incluso quedaron a tomar algo en una terraza en la que sofocar el calor del verano que empezaba a llegar.

Poco a poco aumentaron los encuentros y los encontradizos.

El notó un cambio en las salidas al balcón, sus modelos no eran el chándal de "andar por casa" de antes, eran camisolas de tirantes, shorts muy shorts con tops y sujetadores deportivos y aunque ninguno de los dos supiese realmente si el otro estaba se alargaban con dos cigarrillos y un saludo levantando el brazo al retirarse.

Una noche después de terminar la caña nocturna con un "pues bueno, me voy a ver la tele a ver si me entra el sueño" por parte de él, siguió la rutina del cigarrillo. En enfrente, debajo, ella levantó un poco más la persiana del salón. Se veía un sofá un montón de prensa y revistas y una planta grande reflejando la luz variable de la televisión. Ella miraba la tele zapeando a altas horas de la noche. Poco a poco soltó el mando fijando la mirada en un canal sin definir, lo hicieron sus actos. Se acomodó tumbada en el sofá y lo que empezó como un "ponerse cómoda" se convirtió, al quedarse sólo con la braguita en una masturbación en la que ella se sabía deseada. Se froto el pubis con todos los dedos de una mano abierta que no hizo falta humedecer más que la primera vez para poder introducirse uno, dos y hasta tres dedos. La película porno que echaban en el canal de marras se estaba doblando en vivo. Se pellizcó los pezones al mismo tiempo que seguía con un fisting parcial. En cierto momento se levantó azorada y creyendo se retiraría el detuvo la paja que se había empezado a hacer apoyado en el ladrillo cara-vista del balcón...

...Pero volvió. Movió un poco el sofá y la mesilla y mostró "a nadie" un consolador del que sólo ella sabía la existencia. Jugó con él (también jugaba con el "voyeur") y se lo introdujo entre convulsiones apreciables. Lubricado de si misma se lo introdujo en el ano sin variar la posición horizontal aunque no le permitiese introducírselo mucho. Por esto se giró, y ofreciendo un culo esplendoroso y tras introducirse un dedo para dilatar se metió el dildo hasta dentro, tuvo que morder el reposabrazos del sofá y como una gata arañar la tela para no ser vencida por el paroxismo de la situación. Seguía frotándose el clítoris y sus tetas se bamboleaban (por su tamaño no se podía decir que se meciesen) al ritmo de su deseo. Al alcanzar el orgasmo se derrumbó boca abajo en el sofá, tuvo que esperar un poco para poder sacarse el consolador-vibrador que también le produjo una segunda oleada de placer.

El hacía tiempo se había corrido pero seguía manteniendo en su mano un miembro semiflacido que había participado de su sexo onanista.

La siguiente "cita" comenzó por parte de ella con un lascivo: "¿Qué tal la tele anoche? Y una sonrisa. Estaba más bella, si cabe, pero el reponiéndose al beso y la frase casi susurrada al besarle en la mejilla (casi comisura del labio) el contestó "Si quieres esta noche la vemos juntos porque me gustó la película y la repiten esta noche!!..."

Se hicieron amantes y lo que empezó como un juego siguió como tal. Un día jugaron a ver quien preparaba el mejor plato para cenar... el con ostras y champán no pudo hacer nada contra la tarta de chocolate, nata y fresas que ella preparó. La base era ella misma y tuvieron ración de tarta para toda la noche.

Tan sólo mantenían dos regularidades, ella paraba todo lo que estuviese haciendo (incluidas mamadas con lo que a él le dolía aunque sabía continuaría) para hablar por teléfono y fumar un cigarrillo en la terraza mientras tanto. Era bonito esperar el sexo en la cama viendo una silueta moverse por la terraza envuelta (a veces) por la sábana que arrastraba por el suelo.

La segunda era que independientemente de la actividad sexual realizada (Todas). Ella volvía a casa antes de amanecer. También esto fue objeto de juego y se apostaron si era capaz de volver a su casa (apenas 100 largos metros) completamente desnuda aprovechando la soledad de la calle. Salió desnuda de casa y el la acompañó así al ascensor. Pero en la malicia de las mujeres se permitió vestirse minimamente en la bajada, recorrer la calle con paso apresurado y volver a desnudarse en el ascensor de su casa para aparecer en el balcón otra vez desnuda mostrándose al ufano creyente perdedor de la apuesta.

Cuando se descubrió el engaño la venganza fue deliciosa, ella debía estar un día desnuda (como en otras ocasiones) debajo de un mínimo vestido y acudir a los lugares que él decidiese. Hasta hay todo más o menos normal, no era la primera vez que en invierno ella bajaba los domingos a comprar el pan con el camisón, pijama o ni eso debajo de un abrigo largo para poder volver a una cama sola o en compañía.

La novedad en esta ocasión fue el regalo que el la hizo, un vibrador control remoto que desde su bolsillo podía manejar sin previo aviso. Visitaron un museo y nunca el arte resultó tan placentero. En el restaurante el con malas artes aceleró el ritmo cuando el camarero pedía la comanda, su cara no fue menos al ver los pezones sobresalir marcando la fina tela del vestido ni se extrañó al ver la cara y el cuello mojados por el agua de la jarra de la mesa y que fue el medio de refrescarse. Al probarse ropa en una tienda en exceso climatizada, no pudieron resistir y tuvieron que FOLLAR con gran riesgo de ser expulsados del local o llamar al 112 para curar las marcas de mordiscos para aplacar los gemidos.

El único borrón fue en una de las llamadas de las 10. AL volver ella se explayó en su otra vida y habló de una pareja ausente que iba a regresar en breve y que era el objeto de las ausencias de las diez. Se consideraban adultos si bien les enturbió sus días (y más las noches) no afecto el juego al menos hasta que el llegó.

Como la primera vez el se hizo el encontradizo y la acompañaba un joven con una maleta (o macuto de viaje) que la agarraba de la cintura sin que ella le correspondiese.

Esa noche apuró más cigarrillos y pudo ver como en el salón cenaban una pizza y como pasaban por turno al baño para ducharse. El, había dejado la ventana semiabierta (por olores) y ella se duchó sin darse cuenta del dato más que cuando estaba desnuda y tuvo que cerrarla no sin antes asomarse a tomar aire por la noche que le esperaba sin percatarse de los que podían estar mirando.

Esta imagen de que alguien la viese, aunque no fuese nueva le hizo pensar el ultimo juego. Preparó el dormitorio con la persiana subida, una débil luz que permitiese ver el interior y la ventana abierta. El deseo de él no le permitió apreciarlo o no le dio importancia. Ella se arregló con un regalo del amante (un pañuelo de cuello a modo de sujetador) y le tumbó dispuesta a lo que el creía una noche de sexo particular.

Le recorrió a besos y mordiscos para centrarse en el glande y besarle la base de los huevos. El no consiguió tomar el mando de la situación y se resigno a ser el objeto de placer de su pareja. Se vio cabalgado, con ella de espaldas a él y ofreciéndole su trasero. El se creyó recompensado cuando ella en realidad estaba de cara a una ventana que no dejaba ver más que la oscuridad de la noche.

El que el la estimulase el ano permitió que ella se posicionara en 4 patas para la penetración. No fue doloroso y al llegar al orgasmo, mientras él cerraba los ojos para eyacular ella miraba hacia arriba a la "nada".

Desde el lado contrario él llegó también al clímax porque sabía se sentía partícipe. Es más sabía que era él el que estaba allí, dentro y profundo.

...Cuando terminaron y el joven visitante se durmió ella salió al balcón a hablar por teléfono y a fumar un cigarrillo. Al otro lado del teléfono preguntaron "¿Jugamos...?"

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