Balcones
Verano, hotel, sol, chica, chicos, calor. Las aventuras de Mariela a los ojos de un observador ocasional.
Las vacaciones con amigos son un peligro.
Hay dos posibilidades: o que unos se diviertan más que otros o que los otros se diviertan más que tu. Creo que yo estaba en el segundo grupo. Mis cuatro colegas vivían por las noches y dormían por el día. Mi reciente ruptura con la chica de mis sueños me hacía más un lastre para sus noches lujuriosas que un revulsivo; así que para no estropearles las noches, yo me dedicaba a llorar mis penas en la bonita piscina del hotel, abusando de los triglicéridos en el buffet libre y acompañado por suaves cócteles en las tumbonas.
La única ventaja que les sacaba es que mi piel se estaba bronceando mientras que ellos entre ojeras y palidez eran más personajes de libro de vampiros que chicos de vacaciones en una bonita y mediterranea isla.
Me quedaban muchos días por delante, mi toalla, mi libro y mis gafas de sol eran los acompañantes justos para mis sesiones de piscina. Por un lado me protegían del sol, me ofrecían diversión y me secaban... por otro me permitían observar a algunas chicas de muy, muy buen ver que tomaban el sol cerca de mi.
Una de ellas era un espectáculo andante. Mariela se llamaba, lo sé por que una de sus amigas la llamaba siempre que Mariela se entretenía con algún chico a la orilla del agua.
De unos veintitantos años, morena de piel, de cabello rubio, un bonito cuerpo y lo que más destacaba.... desenfadada, muy abierta, rayando la ordinariez pero controlando sus impulsos, juvenil. Saluda a todo el mundo, se ríe con todos los comentarios, juega con su mirada bajando las gafas hasta la punta de su pequeña nariz.
Sí, me tenía un poco atrapado. Lo reconozco.
Se me hizo tarde esa mañana y llegó el mediodía. Bajé con mis tres herramientas a la piscina. Apenas había lugar donde ponerse, así que opté por un lugar un poco más alejado del agua pero con mejores vistas del mar. A mi derecha estaba la fachada principal del hotel, donde los balcones ofrecían un abstracto cuadro multicolor de toallas (a pesar del aviso de que estaba prohibido)
No localizaba a Mariela, entre otras cosas por que estaba bastante alejado de donde solían ponerse ella y su pequeño grupito de amigas.
Así que gafas para abajo, libro arriba y a pasar el rato mientras mis amigos dormían la mona.
La cerveza con limón se acababa, el calor y el sol no daban tregua, así que decidí levantar la vista de mi libro e ir a seguir abusando del "todo incluido" del hotel.
Giré la cabeza y allí estaba ella, Mariela, pero no, no estaba en la piscina o en los alrededores, estaba en uno de los balcones. He de suponer que sería el de su habitación.
Súbitamente detrás de ella apareció un joven. Me olvidé rápidamente de mi cerveza con limón y giré mi tumbona. Escondido tras mis gafas de sol contemplé toda la maniobra.
Los dos están en ropa de baño, bikini ella, bañador el. El chico aparece a sus espaldas, ella está de pie en el balcón con ambas manos en la barandilla, el muchacho (que parece más joven que ella) la toma de la cintura, le besa el cuello y una de sus manos se pierde por la parte de arriba del bikini, dentro de la tela, masajeando su pecho. Ella sonríe picaramente. Se retuerce. El joven comienza a bajar sus manos, siempre metidas dentro de la camiseta de la joven.
Ella sin pensarlo abre las piernas cuando el busca con ambas manos entrar dentro de su pequeño pantalón de playa. Mariela gira la cabeza y se funde en un beso apasionado con su novio (¿?), mientras este comienza a frotar sus dedos contra el pubis de nuestra joven amiga.
Ella suelta la lengua del chico y comienza a mover su melena al ritmo de su cabeza que se mueve al de las manos del joven. Golpea la barra del balcón, el chico saca una de sus furtivas manos y le mete dos dedos en la boca de la joven, que a juzgar por sus movimientos y su abertura de piernas está a punto de correrse.
Su melena queda colgando en el aire, así se pasa unos segundos, justo antes de reincorporarse, darse la vuelta, ponerse de rodillas y bajarle los pantalones al joven hasta los tobillos.
La escena hace que mi entrepierna ya esté pensando por ella misma.
La melena se le mueve alante y atrás y sospecho que la polla del chico también. El no duda en poner las manos en la cabeza de la joven y marcarle el ritmo, pero el muchacho ya está más que preparado para la explosión final.
Con un golpe de cadera comienza a correrse. Ella, lista, sube su mano y le araña el pecho, pero no suelta su presa, ni su zumo natural, del que sospecho que no deja ni una gota en su recipiente.
tras un par de lamidas para dejar el aparato reluciente, se reincorpora, da un beso en los labios del chico y lo deja solo en el balcón, pensando en la novia que tiene (o eso creo yo)
Pienso que quizás debería de decírselo a mis colegas, pero también pienso que si ellos "vivieran" durante el día, tendría alguna razón el chivatazo, así que me lo guardo para mi y para mis ejercicios táctiles onanísticos.
El calor, la sombra que por fin me llega de la sombrilla y el recuerdo del espectáculo de Mariela, hacen que me entre el sueño.
Me despiertan risas de niños jugando en la piscina de los ídem. Miro el reloj que cuelga de la pared del puesto de bebidas y me asombro con las cinco de la tarde que marca. No he comido, pero no tengo demasiada hambre.
Lo primero que hago al incorporarme es buscar a mi "amiga", pero no la veo y sospecho que estará con su novio haciendo la segunda parte del show del balcón.
Pero un par de tumbonas más allá veo al "novio" de Mariela, con tres marcas de uñas en su pecho y riendo a gritos con dos amigos más. Sospecho que está vacilando de lo hecho hace tres horas.
Me levanto y me meto en el agua. Justo cuando me apoyo mirando al hotel, la veo de nuevo, otra vez con su mini pantalón y su parte de arriba del bikini, dos minúsculos triangulos.
No entiendo la reacción de la pareja, ella pasa delante de el y de su grupo de amigos, y apenas se miran. Mariela pasa de largo y se sienta en una tumbona donde está una de sus amigas. Mariela se quita el pantaloncito y se queda con una especia de tanga a juego con su mini sujetador del bikini.
Tiene un cuerpo digno de un museo.
No le di importancia, es más, supuse que quizás había sido una aventura pasajera, ninguno de los dos era un niño ya.
En la noche me animé a salir un poco con mis amigos "vampiros". Lo cierto es que no lo pasamos mal, tambien reconozco que en mi mente el hueco por Mariela ya era amplio y contundente. pero las risas y las conversaciones típicas con las chicas en los bares eran amenas y todos pasamos un buen rato. Desde luego reconozco que el primero que se fue al hotel fui yo. Eran las 3 de la madrugada y en la discotequa quedaban algunos viejos y otros tantos padres bailando muy agarrados música lenta.
Me masturbé pensando en el espectáculo que me habían brindado los dos chicos en la tarde, mereció la pena.
Por supuesto cuando yo baja a a desayunar sobre las 10 de la mañana mis amigos entraban por la puerta del hotel. "Vaya la que te perdiste", "Eres un rajado" y cosas así sonaron en toda la recepción.
Me senté en la mesa de siempre y cuando me estaba sirviendo café en la máquina del mismo, pude ver como Mariela ya estaba sentada en una mesa, cercana a la mía, con gafas de sol y al lado de una chica, no esperad, una señora, tenía cerca de los cincuenta o cuarenta y pocos, alta, morena, muy atractiva. Me llamó la atención, no era del grupo de sus amigas. Pensando ya en mi mesa, con mi café y mis dos donuts, apuré las opciones de que fuera su madre, pero no se parecía en nada. Las dos se reían, incluso se hacían gestos cariñosos y cómplices con las manos.
Todo esto comenzaba resultarme muy extraño.
Ya en la tumbona habitual, con las gafas de sol habituales me dispuse a tomar el sol, desconectar y esperar que la muchacha me ofreciera otro espectáculo. Mi cuello se retorcía entre las tumbonas de la piscina y el balcón donde los había visto ayer. Mi gozo se fue al conocido pozo cuando vi aparecer al chico con sus amigos, directos a la piscina ya reír carcajada en alto.
Al mirar en dirección al balcón, por fin la veía.... espera un momento; primero, segundo, tercero... Está en el tercero!!! Pero si el de ayer era el quinto!!
Súbitamente, detrás de ella apareció una sombra. "Pero si acabo de ver al chico en la piscina" Giré la cabeza y aún seguía en el agua, con sus amigos.
"A ver, calma, vamos a tranquilizarnos" pensé.
Volví a mirar al balcón, al ser dos pisos más bajo que el de ayer, pude ver que la sombra era la de la mujer con la que había desayunado, que se ponía a su lado. La mano de Mariela se posó sobre la de la mujer y en un abrir y cerrar de ojos las dos se fundieron en un apasionado beso.
"No, no son madre e hija"
Las manos de la mujer comenzaron a bajar, hasta apoyarse en las nalgas de Mariela, las cuales comenzó a apretar con dulzura mientras sus lenguas jugaban a ver quien entraba más a dentro. Mariela abrió las piernas un poco para que la mujer pudiera maniobrar bien los bajos de la joven.
El espectáculo era incluso mejor que el del día anterior, había más pasión, era más pausado. Mariela separo sus labios de los de la mujer y poniéndose de rodillas busco los otros.
Sin quitarse la braga del bikini, solo apartándola un poco Mariela comenzó a dar buena cuenta del coño de la mujer, que ya comenzaba a flojear sus piernas y a acariciar el brillante pelo de nuestra joven amiga. Casi podía escuchar los pequeños grititos que salían de su boca.
Os confirmo que mi entrepierna estaba aún más "escandalizada" que yo.
La mujer apretó la cabeza de Mariela contra su coño, justo en el momento en el que su cuerpo, por medio de pequeños espasmos, anunciaba un fuerte orgasmo.
Mariela se separó de su amante y lamiéndose los labios se fundió de nuevo en un apasionado beso, tan apasionado que supuse que lo que buscaba era que la mujer bebiera de sus propios fluidos.
Yo no podía más de la excitación que sentía.
La mujer hizo un amago de tomarla por la mano para llevarla dentro de la habitación, pero Mariela la detuvo y dándose la vuelta, se bajó el bikini tanga, se lo quitó, se abrió de piernas y se abrió las nalgas del precioso y moreno culito. La mujer no se pudo resistir y arrodillándose en el suelo del balcón, comenzó a meter su lengua por el ano de su joven amante. Con una otra mano comenzó a masturbar el coño de Mariela, mientras que con la otra metía y sacaba dos dedos de su húmeda vagina.
Mariela se retorcía de placer.
La mujer era el vivo retrato de la lujuria, su cabeza se movía salvajemente entre el coño de Mariela y su ano. A los pocos minutos el orgasmo llegó a la joven y poniéndose de puntillas sobre sus sandalias de su boca salió un grito que hizo buscarlo a un par de niños que estaban cerca de mi tumbona.
Sin ponerse su tanguita, Mariela tomó de la mano a la mujer para ayudarla a incorporarse y las dos entraron en la habitación.
"Esto es una puta locura" pensé, sin darme cuenta de que mi bañador ya no podía sujetar más mi polla.
Comí con Felipe, el único que se atrevió a bajar al comedor. Estuve tentado a comentarle las jugadas de Mariela, pero el egoísmo se apoderó de mi y al final pensé que guardármelo para mi solo sería lo mejor. El sin embargo no paraba de hablar de una chica que había conocido la noche anterior "justo antes de que te fueras".
Siempre es lo mismo, cuando se te ocurre irte, ocurre lo mejor de la noche.
Yo apenas le prestaba atención, enfrascado en mis pensamientos cual Sherlock Holmes intentando buscar una explicación a los diferentes espectáculos que me ofrecía, sin ella saberlo, Mariela.
Felipe me preguntó si me apetecía ir a la playa, que estaba unos doscientos metros del hotel, pero mi "no" rápido y contundente le sobró para no insistir más.
Subí a la habitación y allí estaban aún desperezándose los otros dos chicos. Me lavé los dientes y dije que me baja de nuevo con mis gafas de sol y mi revista.
Antes de echarme de nuevo en la tumbona, pedí en la barra un café solo con hielo. La piscina estaba casi desierta, era la hora de la siesta y apenas un par de alemanes "ballena style" dormidos y rojos como cangrejos.
Una pareja joven haciéndose arrumacos dentro del agua y el socorrista muy aburrido.
Me tumbé buscando algo de sombra y comencé a contar balcones. Mi cloncusión fue la que seguramente todos vosotros y vosotros habéis llegado. Mariela era una chica a la que le gustaba el sexo y con cualquiera de los dos géneros de la raza humana, tuviera la edad que tuviera.
"Quizás si yo le tiraba los tejos, podría hacer algo, la verdad que está riquísima"
Pensé.
"Pero yo soy del montón y tanto el chico del primer día como la mujer de hoy, eran muy atractivos, quizás solo busca gente guapa...."
De mis pajas mentales me despertó la silueta de Mariela desde un balcón, uno nuevo. Este era en el sexto piso y de entre las cortinas salio Mariela y una de sus amigas del grupo de la piscina. Supuse enseguida que se trataba de su habitación. Las dos comenzaron a hablar, haciendo gestos bastante ostentosos. Parecía que discutían. La altura del piso solo podía entrever que Mariela sonreía mientras la otra chica le reprochaba algo.
Mariela comenzó a gesticular suavemente, como pidiendo perdón. Trataba de tomar las manos de la chica, de calmarla con caricias en los hombros. La chica se ablando y con un abrazo entre las dos, pude suponer que la paz había llegado de nuevo.
La amiga de nuestra joven protagonista, se separó de ella y le dio un pico en los labios; del que Mariela no se escondió.
La chica se separó lentamente de su amiga y Mariela la volvió a tomar por los hombros acercándose de nuevos sus labios. Esta vez el beso no fue casto e inocente. Las dos abrieron las bocas y comenzaron a trabajar sus lenguas.
Las manos de la chica se perdían por el pelo y la nuca de Mariela. Mientras que las de nuestra amiga comenzaban a bajar peligrosamente por la espalda de la chica.
Se posaron en las nalgas de la joven. La amiga de Mariela sin dejar de chupar su lengua, pasó sus manos hacia alante y con un hábil gesto pasó una de ellas por dentro del bikini de Mariela para comenzar a hurgar en sus bajos.
Mariela se separo de los labios de su amante para comenzar a respirar y poner esa cara que ya conocía de las otras dos veces.
La mano furtiva de la joven comenzó a moverse muy rápido, casi frenéticamente. A Mariela comenzaban a flojearle las rodillas. Su amiga, lista ella, aprovecho el momento de debilidad, para apartar uno de los minúsculos triángulos que tapaban sus pezones y comenzar a chupar como un bebe hambriento. Su mano izquierda, experta por lo que podía ver, comenzaba a abrirse paso entre los placeres de Mariela. A los pocos segundos las rodillas de Mariela cedieron y cayendo sobre ellas comenzó a tener espasmos de placer.
Allí estuvo durante unos segundos, mientras que su amiga la miraba, con cara de deseo. Con un suave gesto tomándole la barbilla, le levantó la cabeza. Se intercambiaron algunas palabras y la amiga abrió sus piernas, se llevó la parte de alante del bikini a un lado de su pubis y trajo la boca de Mariela hacia su coño. Mariela comenzó a beber, comer, lamer, chupar. La amiga se había vuelto una salvaje. Tomaba la cabeza de Mariela y se la empujaba para que se comiera todo lo que le ofrecía.
Moviendo sus caderas, comenzó a abrirse más de piernas, mientras Mariela trataba de apartar el bikini para poder comer el sexo de su amiga con comodidad. Pude notar como las manos de la joven compañera, se posaban sobre las nalgas y abriéndoselas a ella misma, con una buscó su ano, para ayudar a que su coño tuviera un rápido orgasmo.
Lo tuvo, vaya si lo tuvo. Con Mariela bebiéndoselo todo, la chica comenzó a gesticular con las manos en el aire, como poseida, mientras su amante comenzaba a darle fuertes palmadas en sus nalgas mientras se corría.
Sí, si os estéis preguntando como estaba yo, acertáis, yo estaba cardiaco, ya era real y solo los estaba disfrutando yo. Mi mano jugaba con mi bañador disimuladamente aprovechando el solitario ambiente que reinaba aún en la piscina.
Las dos chicas después de arreglarse como pudieron, se metieron de nuevo en la habitación, de la mano, como dos enamoradas.
El día pasó sin pena ni gloria. Mis amigos bajaron a la piscina un poco antes de salir. Hoy también iba a salir con ellos a ver si este calentón que me llenaba lo podía desahogar con alguna chica.
Eran las nueve de la noche y el sol nos ofrecía una bonita fotografía desde nuestro balcón, estaba esperando a que los chicos se arreglaran para bajar a cenar e irnos a la zona de bares cuando picaron a la puerta de la habitación.
Después de un par de minutos Felipe vino al balcón y con cara de loco me dijo: "Tío, es la chica de la que te hablé hoy en la comida, dice que si tenemos algo de bebida"
Con cara de sorprendido entré en el salón y me dirigí hacia la pequeña cocina que tenía nuestra habitación.
"Mariela"
Allí estaba Mariela, con su inseparable pantalón ultra-corto, con su bikini de triángulos y hablando apoyada en la pared con los otros dos amigos.
Me miró nada más que me vio entrar en la habitación y sin apartar sus ojos de los míos me preguntó:
"¿Puedo ver la puesta de sol desde vuestro balcón?"