Bajo la lluvia por tí, Eugenia

Ayy… no me puedo creer que Eugenia me haya hecho el amor de esa manera tan romántica, como siempre me había imaginado. Ahora sé que los sueños se pueden cumplir si los sigues.

Bajo la lluvia por ti, Eugenia

Hoy la he vuelto a ver y… nada. Ella me ignora, no me dirige la palabra, y ni siquiera unas de sus cálidas miradas. No se da cuenta del daño que me hace su ignorancia hacia mí, un daño muy difícil de calmar. Sólo mis llantos silenciados lo pueden calmar (algo) Nadie sabe nada, nadie se daba cuenta de lo que me pasaba a pesar de que lo tenía pintado en la cara, nadie sabe la gran tristeza interior que tengo por culpa de estar tan enamorada de ésa mujer, y que con sólo nombrar su nombre, me entran unas ganas tremendas de llorar… Eugenia.

Me llamo Delia, tengo 20 años y me gustaría deciros que tengo un cuerpo escultural pero… tampoco me puedo quejar, aunque estoy muy orgullosa de mis pechos; son grandes y firmes. De pelo moreno, corto y liso. Mido 1´69 y de ojos azules. La conocí hace dos años en su lugar de trabajo; una tienda de alimentación. La verdad es que nunca me había llamado la atención, a pesar de que me gustaban las mujeres. Eugenia era la típica chica que no llamaba mucho la atención, pero tenía ése aire de misterio que a mi me impresionó: morena de pelo corto, a veces liso, a veces rizado, un poquito más alta que yo, delgada pero con buenas curvas… y unos ojos negros que podrían curar cualquier enfermedad (en mi caso no lo conseguiría) Hubo unos días atrás en la que ella y yo hablábamos como amigas de toda la vida. Yo le preguntaba sobre su trabajo y alguna que otra cosa personal; que si los estudios, la edad (26 años) estado civil… Cada vez que tenía una pequeña charla con ella, me alegraba el día, mi corazón y mi vida. Pero no sólo era el hecho de hablar con ella, también es el poder disfrutar de su cálida y relajante mirada que Eugenia tenía. Poder contemplar aquella mirada era como pasear por el campo en primavera, algo inexplicable que sólo con sentirlo se puede entender. Su voz siempre resonaba en mi cabeza en mis días de depresión y me animaba; candente, dulce, penetrante… tal y como es ella. Y su sonrisa; cada vez que la hacia reír, ella dejaba entrever sus perfectos dientes, y emitía soniditos como la sonrisa de cualquier niño pequeño.

Pero en estos últimos días en la que yo la visitaba en su trabajo, la ví muy distinta, sobretodo conmigo. Ya no era aquella chica de la que me enamoré perdidamente. No tenía ésa frescura y ésa alegría en su rostro, ni sus ojos tan brillantes, ni su sonrisa de oreja a oreja. Cada vez que me dirigía a ella… o me respondía con palabras cortas y malsonantes o simplemente me ignoraba. Esto último era lo que más daño me hacía porque me dejaba entender que yo le importaba una mierda. De todos modos, a pesar de tener Eugenia ése comportamiento conmigo, seguía yendo a la tienda a comprar lo necesario. Y nada… ella proseguía con ése carácter que la había convertido en una persona arisca y borde. Tanto me molestaba ése carácter que dejé de ir a la tienda durante un buen tiempo, no me apetecía verla (bueno, en realidad sí) pero temía que me ignorara de nuevo porque entonces yo… estaría todo el día llorando en cada esquina; el rechazo de Eugenia producía en mí una tristeza irreparable.

Con el tiempo oí en boca de algunos clientes de la tienda que Eugenia "había salido del armario y que mucha gente se había reído de ella o la despreciaban" Tal vez por eso había cambiado de carácter; se convirtió en una persona borde y arisca por temor a que la gente siguiera riéndose de ella. Era como… su mecanismo de defensa. Pero ése comportamiento no debería mostrarlo conmigo ya que yo soy lesbiana y casi todo el barrio lo sabía (ella puede que también, espero) Yo también he tenido que enfrentarme con la burlas y con el desprecio de la gente que me rodeaba y con el tiempo he sabido superarlo. Eugenia es mayor y más madura que yo, sabrá superarlo pronto, muy pronto. No puedo negar que me alegró saber que ella era lesbiana y que gracias a eso, tenía alguna posibilidad con ella, de pasar el resto de mi vida con ella, lo deseaba desde luego, no deseaba otra cosa, deseaba a Eugenia.

Al no ir a la tienda durante un tiempo, no me pude enterar de la mala noticia: Eugenia estuvo una semana de baja por tener su cuello dislocado. ¡¡No puede ser!! Mi niña preciosa había estado sufriendo durante una semana y yo sin saberlo. Si lo hubiera sabido tal vez… Que tontería ¿Qué podría haber hecho yo? Eugenia no me pertenece para hacerle nada. Pero… si ella fuera mía, le fuera dado unos suaves y delicados masajes por alrededor de su cuello. Que ella se sintiera muy relajada con el calor de mis manos. La tocaría como a una muñequita de porcelana; con cuidado de que no se rompiera. Tal vez dándole unos cuántos besitos por alrededor de su cuello también le aliviarían el dolor. ¿Por qué no intentarlo? Me acercaría a su cuello, retiraría lentamente sus cabellos negros y tímidamente le besaría. Poco a poco, sin prisa. A la vez también entrarían en juego mis manos, dándole masajes en sus hombros… De sólo pensarlo, ya me ponía caliente. Si se hiciera real creo que estaría igual, aguantando las ganas de hacerla feliz, de hacerla gozar, de hacerla disfrutar aunque sólo fuera una noche. Si me diera ella ésa oportunidad

Decidí un día esperarla al lado de su casa, para averiguar cómo estaba. Dió la casualidad de que ése día estaba lloviendo a cántaros y no había nada a su alrededor para poder alojarme y evitar que me cayera todo el chaparrón. No tuve más remedio que esperarla sentada en la acera, cayéndome encima toda la lluvia que no dejaba de cesar. Eran las 22:00 y Eugenia no aparecía por allí. Tal vez fue a trabajar, pero a mí me dijeron que la vieron en la tienda currando a pesar de estar todavía recuperándose de lo suyo. Desde niña siempre asustaban las tormentas; me escondía debajo de las sábanas para no oír los rayos. Pero allí estaba yo; en la acera, de noche y oyendo sin parar el sonido de la lluvia cayendo con fuerza en el suelo y sobre los coches y el sonido de la tormenta que era peor que asistir a una matanza de un pueblo (eso opino yo) Yo empezaba a tener frío por culpa de toda la lluvia que me cayó encima y decidí mejor marcharme y hablar con ella en otra ocasión. Al incorporarme y girarme, ví de lejos la silueta de alguien que se apresuraba en mi dirección, para que no le cayera la lluvia. ¡Era Eugenia! ¡¡Por fin apareció por allí!! Ella al percatarse de quién se trataba, se acercó a mi, me miró de arriba y negó con la cabeza.

  • ¿Qué haces aquí? ¿No ves la que está cayendo?

  • Lo sé, llevo horas esperándote –le aclaré, cayendo sobre mi cara mi pelo humedecido.

  • ¿Esperándome por qué?

  • Quería saber como estabas Eugenia. Me dijeron que estabas de baja y… ¿Cómo estas? –cambié de tema, disimulando mi alegría por verla mejor.

  • Bien. Gracias por preocuparte. Debo marcharme –dijo, dirigiéndose a su portal.

  • Deacuerdo.

Yo seguía parada en el sitio, dirigiendo mi mirada al suelo, un poco decepciona he de decir porque esperaba un comportamiento más agradecido por su parte. No fué así. Ni siquiera notaba la lluvia caer sobre mí pero… si sentí que mi corazón se rompía en mil. Estaba a punto de romper a llorar si no fuera porque Eugenia se acercó a mí de nuevo.

Oye ¿vas a seguir ahí parada toda la noche? Te vas a resfriar.

Como si a tí te importara algo –le dije, aguantando mis ganas de llorar y sin mirarla directamente.

¿Cómo dices?

Déjalo –le dí la espalda y me dispuse a volver a mi casa.

¡Espera Delia! –me detuve- Ya que te has molestado en esperar… te invito a que subas a mi casa hasta que pare la lluvia. ¿Te apetece?

Eh… -dudé unos segundos. Era el ofrecimiento más hermoso que jamás me habían pedido- Te lo agradezco. Gracias.

¡¡Increíble!! La chica que más amo, que más adoro, que más deseo en éste mundo me ha invitado a su casa. No debía desaprovechar ésta oportunidad que me ofrecía la vida. Debía al menos confesarle que… me gusta desde hace tiempo, desde que la conocí. Si le decía que estaba enamorada de ella tal vez Eugenia me mande a paseo por no decir "a la mierda" Las dos nos apresuramos para llegar al portal porque la noche todavía amenazaba con seguir diluviando (y la verdad es que ahora preferiría que siguiera lloviendo durante muuucho tiempo porque así… estaría horas y horas con Eugenia)

Al entrar al portal, nos dirigimos al ascensor y sin más demora, entramos dentro. Al apretar ella el número 7, se cerró delante nuestra las puertas y empezó a elevarse. Eugenia me miró y sin más sonrió. Era normal su risa; tenía yo un aspecto patético, con toda mi ropa y mi pelo mojado. Yo también la acompañé en su risa, señalándole la ropa. Eugenia empezó a tocarse el pelo y a quitarse el agua de su cara. Yo me fijé en ella, sólo en ella y en su ropa; tenía una camiseta de rayas verde y blanca que le podía entrever su sujetador beige y de paso sus pezoncillos marcados y unos pantalones verde militar muy ceñidos. Nunca la he tenido tan cerca como ahora y debo deciros que tuve que hacer un gran esfuerzo para no abalanzarme sobre ella y besarla en sus labios carnosos y perfilados. Pero… me tuve que conformar con ver su cuerpo a través de su ropa mojada. La seguía mirando de arriba abajo, mientras que ella seguía pasando sus dedos por el pelo. Como deseaba ser yo la que tocara su pelo y su cara… y su cuerpo… Me estaba excitando sin querer, con sólo verla así y para disimular, yo también hice lo mismo que ella. Ahora era ella la que me miraba sin cesar, observando detalladamente cada movimiento que hacía. Por un momento creí que Eugenia se acercaría a mí y me empezaría a acariciar con esas delicadas manos creadas para satisfacer, para dar placer, para dar y recibir, para buscar y encontrar… no fué así claro, sólo me miró con su oscura mirada en silencio. Al pararse el ascensor, yo seguí a Eugenia hasta la puerta de su casa (era el 2) Abrió sin dificultad la puerta y me hizo pasar. Al encender la luz, vi que su casa era pequeñita pero acogedora. Con fotos colgadas por todos lados que supongo que serán de familiares y amigos. Y por supuesto… sola. En el ambiente se podía oler un aroma desconocido para mí, que me atraía y me hacía feliz; era incienso. Nunca creí que a Eugenia le fuera ése rollo; parecía una chica tan reservada que me era imposible intuirlo siquiera. Eugenia me ofreció asiento en su sofá y yo enseguida acepté. Estaba todavía tan sorprendida por estar al fin en su casa, que ni siquiera me acordaba que estaba empapada. Ella si que se acordaba; inmediatamente fué al baño y se trajo consigo una toalla para que yo me secara. Todo un detalle por su parte, porque yo ya me estaba helando del frío. Me sequé primero el pelo (que ahí tenia para rato jeje) y después pasé a secarme las partes de mi cuerpo que eran visibles. Ella de nuevo desapareció de mi vista. Tal se fuera a por otra toalla para secarse ella pero… no fué así. Al regresar conmigo, tenía en sus manos una camiseta. Y sin más preámbulos, se quitó su camiseta mojada delante de mí y pude observar lo mas hermoso que jamás había visto; su cuerpo semi-desnudo y mojado. Lo único que me impedía ver su cuerpo integro era ése sujetador beige que escondía sus senos, que aunque no fueran muy grandes, eran igual de tentadores. La vista de su cuerpo me distrajo totalmente del mundo real. Ni siquiera me acuerdo de lo que estaba haciendo… Estoy mirando a Eugenia. Nunca en la vida me había dado ésta oportunidad tan maravillosa de contemplar a la chica que más he querido jamás. Que bello cuerpo, de piel blanca y con algunos lunarcillos que me parecían muy sexis. Estaba segura de que su piel era suave y cálida, quería comprobarlo por mí misma ahora que Eugenia se había dado la vuelta. Quería acariciarla de igual manera que lo hacia en mis húmedos sueños con ella, en la que yo acariciaba e iba al mismo tiempo descubriendo su cuerpo con mis manos, sólo con mis manos. Siempre me parecía tan real, que me despertaba muy mojada y excitada y la única forma de calmar mi calentón era masturbándome pensando en ella. No me atreví al final a tocarla, me arriesgaba demasiado en una sola mano. A si que me contuve y me quedé con las ganas, pero no antes sin pasarme mi mano ligeramente por mi sexo que se encontraba a punto de caramelo y muy, muy caliente. Al acabar de ponerse su camiseta, se puso frente a mí y me miró fijamente. Me pilló mirándola con deseo y eso se percataba en el ambiente.

-¿Qué pasa?

-Na… nada… -tartamudeé- Que… que me gusta tu camiseta jeje.

  • Seguro –dijo ella en un tono irónico.

  • Bueno, es que… sigo teniendo frío… -comenté, tiritando de frío.

  • Eso tiene arreglo.

Pensé que iba a ofrecerme alguna ropa suya, pero… lo que hizo (en mi opinión) era mejor que cualquier prenda del mundo; se sentó a mi lado y me abrazó, para que entrara en calor. Por supuesto que entré en calor, pero era otro tipo de calor lo que yo sentía ahora… CALOR SEXUAL. Que Eugenia esté abrazada a mí era demasiado, estaba punto de explotar y tirarlo todo por la borda, cometiendo la locura que más ansiaba hacer con ella: poseerla. Nuevamente tuve que aguantar mis ganas y me aparté de ella un poco, sólo para que no notara lo excitaba que estaba.

-¿Qué te pasa?

-Nada… cosas mías –contesté sin mirarla a los ojos.

  • No estarías así de empapada si no me hubieras estado esperando tanto rato

  • Quería saber como estabas, si lo tuyo era tan grave como rumoreaban -le expliqué, sin dejarla terminar.

  • Y ¿por qué te interesaba tanto saberlo? –me quedé callada un rato, sin saber que decir a eso.

  • Porque… me importas.

  • ¿En serio? –sus ojos y su cara se le alumbraron de felicidad- La gente… le gusta rumorear mucho.

  • Lo sé, también he oído otras cosas

  • ¿Qué cosas? –me preguntó con interés, sin dejarme terminar.

  • Pues que… que tú… -balbuceé sin saber como seguir.

  • ¿Qué yo qué?

  • Que tú… eras lesbiana –Eugenia suspiró.

  • ¿Tú también piensas lo mismo que los demás? – me dijo, cruzándose de brazos y con sus ojos llenos de tristeza.

  • ¿Qué dices mujer? –me acerqué a ella- ¿Cómo voy a pensar lo mismo que los demás? Yo también soy lesbiana, y ya pasé por todo aquello. Todo esto pasará. Tranquila.

  • No sé cómo voy a superarlo… -su tono casi rozaba al llanto.

  • Yo te ayudaré.

Pobre Eugenia, estaba hecha polvo por todo el tema de ser lesbiana. Había sentido el rechazo de mucha gente que antes consideraba "amigos" y ahora estaba baja de moral. Necesitaba el cariño y el apoyo de cualquiera que pudiera entenderla (yo era la más indicada) No quería verla triste nunca más, quería contemplar de nuevo aquella sonrisa de niña pequeña y para conseguir eso, me abracé a ella, como antes pero ésta vez, apoyé mi cabeza en su hombro para que pudiera sentirme cerca. Allí estaba yo, abrazada a la chica que amaba, dando y recibiendo calor. En sus brazos me sentía muy protegida, muy amada, muy feliz… A pesar de todo los que nos rodeaba, sentía que sólo existíamos ella y yo, sin que nadie pudiera estropear éste bello momento. Bueno… algo si había: el maldito ruido que producía la tormenta me acojonaba mucho. Eugenia notó en mí mi temor hacia ello y por eso, pasó su mano por mi todavía mojado pelo y me atrajo más hacia ella, para que no me separara (ni pretendía) Y con su otra mano, me iba acariciando los hombros para entrar en calor. ¡¡Dios!! Podía sentir el latir de su corazón, su respiración continua… Sentía a Eugenia como nunca antes la había sentido, tan cerca de mí… Esto superaba mis sueños, aunque aquella situación me lo parecía. Quería seguir viviendo en ése sueño el tiempo que durase ésa tormenta. Ansiaba mucho que ella me acariciara con sus manos y por eso, le cogí su mano y la puse en mi rostro. La iba guiando poco a poco a la vez que sentía la calidez de su mano, empezando por mi frente, siguiendo por mis mejillas y terminando en mis labios. Sus dedos rozaban con delicadeza mis labios, producían en mí una sensación maravillosa, y lo más maravilloso es que ella dejaba que yo siguiera guiando su mano por dónde quisiera. Ella observaba, en silencio, viendo como yo disfrutaba de aquella situación. Empecé a besuquear sus dedos como si de pequeños chupa-chups se tratasen. Seguía probando sus dedos uno a uno, mientras que notaba como Eugenia respiraba con más fuerza, como si le faltara el aire. Dejé de saborear sus dedos para mirarla a los ojos; por primera vez quería verlos de cerca, ya que nunca he tenido esa oportunidad. Me los encontré también mirándome a mí, con cierto brillo indescriptible, que nadie podría explicar. La sonreí levemente y me abracé de nuevo a ella; no quería separarme de ella nunca, en lo que me quedara de vida. Quería susurrarle que la quería, que deseaba que ella fuera mía y que yo fuera suya, pero el temor de siempre me lo impedía. Me limité a abrazarla y a sentir su calorcito, ese calorcito al que yo me estaba acostumbrando.

Noté que se acercaba a alguna parte de mi cuerpo; se dirigió lentamente a mi cuello y lo empezó a besar dulcemente, de manera que yo no sintiera miedo ni dolor. ¡Ohh! Que hermosa me parece ahora la vida al sentir lo que Eugenia me ofrece. Subía y descendía por mi cuello y eso hacía que yo me pusiera más nerviosa, sin saber qué sería lo próximo que me haría. ¡Ohh! Cómo me gustaba aquello que me estaba haciendo, mi ardor deseo de antes hacia ella volvió a aparecer gracias a esos tímidos besos por mi cuello, que ahora iban subiendo por mi barbilla, merodeando la zona de mis labios sin que Eugenia los besara. Paró de repente de hacerme aquello pero sin dejar de acariciar mi pelo. Puso su mano en mi barbilla y la puso a la altura de su cara; quería que la mirase a los ojos, y lo hice. Estaba hipnotizada con el brillo y la tranquilidad de sus ojos negros, no era capaz de articular ninguna palabra, pero si podía sentir que mi excitación aumentaba por segundos. Por impulso propio, cerré los ojos, como si esperara que fuera Eugenia la que me besara. Ella captó enseguida el mensaje de mis labios; me besó con toda la ternura del mundo. ¡Al fin mi sueño se ha hecho realidad! Me besaba de tal manera que me hizo estremecer. A lo primero era un beso tímido, tal vez temía mi reacción al respecto. Pero al ver que yo le correspondía, me empezó a besar apasionadamente, uniendo nuestras lenguas en una sola. Ahora había algo más que me gustaba de ella; el sabor de su boca, era único y muy exquisito. Eugenia se convirtió en mi plato preferido. Y al ser mi plato preferido, no quería dejar de probar y saborear aquel manjar. Las dos nos pusimos en una posición más cómoda para seguir besándonos y para poder acariciarnos sin problemas. Ahora era yo la que acariciaba su pelo todavía mojado, que se me iba enredando en la mano. Y no sólo su pelo, también su cara y su cuerpo por encima de su ropa. ¡Dios! Jamás en mi vida había estado tan excitada como ahora, y lo bonito de todo es que lo estaba por lo que me hacía Eugenia y ahora… era el momento para consumir todo mi deseo hacia ella guardado durante mucho tiempo. Ella me tumbó en el sofá y se puso encima de mí y aprecié su peso y lo caliente que se encontraba sus partes más íntima (y que seguro) más hermoso de su cuerpo. No se separó de mí en ningún momento para besarme. Ni siquiera cuando empezó a tocarme por debajo de mi ropa mis pechos que se encontraban pidiendo a gritos ser lamidos y chupados por su lengua. Ella paró de besarme, me dedicó una de sus lindas sonrisa y bajó hasta la altura de mis tetas. Hundió su cabeza entre ellas y la movía de tal manera que parecía que estaba haciéndose un huequecillo para quedarse ahí. Yo seguía en las nubes, sin creerme nada de lo que me estaba pasando. Eugenia subió mi camiseta y dejó al descubierto mi sujetador negro, que no tardó en despojarme. Ella contempló con asombro y con excitación mis enormes tetas; se las comía con la mirada. No tardó nada en posar su húmeda lengua en mis pezones para ponerlas duritas (que ya de por sí se encontraban) Lo hacía con mucha delicadeza, lento y con ansia a la vez. Esa mezcla de sensaciones encendió totalmente mi excitación.

¡Como la deseaba!

Al saciarse Eugenia con mis tetas, hizo un recorrido con su lengua, que me puso los pelos de punta; pasó por mi estomago, se recreó lamiendo mi ombligo, siguió bajando… lentamente. Yo estaba muy impaciente, deseaba mucho que me comiera el coñito con su lengua. Se detuvo al encontrarse con el botón de mi pantalón y me tocó la concha por encima de éste. ¡¡Uyy!! Se ha arriesgado demasiado ¡tal vez se haya quemado! Mi sexo pedía a gritos una buena corrida. Eugenia al notar ése inmenso calor en mi sexo, me sonrió y empezó a desabrochar el botón y me bajó el pantalón hasta quitármelo del todo. Siguió el recorrido con su lengua por mis ingles, paso por alto mi concha para ir al interior de mis muslos.

  • ¡¡Ohh Eugenia…!! Que mala eres – le decía con voz entrecortada.

  • Ya lo sabía –ella me sonrió como un angelito.

Después de decirme eso, dirigió su lengua al interior de mi vagina. Al notar su lengua ahí… dí un pequeño brinco de sorpresa, porque no esperaba que aquello fuera una sensación tan asombrosa. Eugenia movía su lengua de manera muy sutil, de manera que disfrutase pero sin llegar al orgasmo demasiado pronto. Pero no creo que pudiera aguantar más, ella me comía el coñito tan bien… lo lamía sin parar, sin dejar ni una gota, centrándose de lleno en mi clítoris, que amenazaba con explotar de inmediato. Mi respiración aceleraba a la misma velocidad que movía su lengua, mi corazón bombeaba sin parar, agarré la cabeza de Eugenia para que no parase… mi orgasmo se aproximaba. Ella notó ésa desesperación en mí y por eso no paró de lamer y chupar mi concha. Arqueé mi cuerpo, me agarré fuertemente a la cabeza de Eugenia y… ¡¡Ahhhhh!! A disfrutar de mi maravilloso orgasmo que ella me proporcionó. Fué largo y prolongado, con inmensas contracciones de placer en mi clítoris. Me quedé quieta, totalmente relajada, con los ojos cerrados. Al abrirlos, lo primero que ví fué a Eugenia, esperándome con su mirada para observar mis ojos medios dormidos. Ella me sonrió y se acercó a mí para besarme dulcemente como antes. Ahora su saliva sabía a mis propios flujos vaginales. Ayy… no me puedo creer que Eugenia me haya hecho el amor de esa manera tan romántica, como siempre me había imaginado. Ahora sé que los sueños se pueden cumplir si los sigues.

Quería seguir viviendo mi sueño, quería seguir cumpliendo todos mis sueños el tiempo de durase ésa noche mágica y especial para ambas; ahora me tocaba a mi hacerle el amor a Eugenia, lo estaba deseando (al igual que ella) Me levanté rápidamente del sofá y me puse encima de ella, acorralándola con mis brazos para que no se moviera. Las dos sonreíamos, como dos antiguas amantes. La miré a los ojos y me entraron unas ganas tremendas de darles tiernos besitos por toda su carita angelical. Por la frente, por la mejilla, por la nariz, por la barbilla, por sus orejas… y finalmente la bese en sus labios. Ayy… me había enganchado a ellos, no había nada que pudiera impedir que siguiera besando a Eugenia. Bueno sí… si había algo; quería probar toda su anatomía que ahora estaba a mi total disposición. Para ello empecé quitando su camiseta, para ver sus tetitas que tanto deseaba ver. Y de paso también quité el obstáculo que me impedía verlas: el sujetador. Antes de empezar a lamerlas, me quedé mirando a aquellas dos preciosidades porque eran más hermosas de lo que me había imaginado. Las toqué, primero con timidez (tal vez por miedo a hacerla daño) Pero no, ella entornaba los ojos y eso era buena señal. Su piel olía a colonia de niño pequeño; a nenuco, mi favorita. Humedecí la punta de mis dedos y le rocé uno de sus pezones, que al instante de puso durito (y a ella le gustaba jeje) Yo sonreí al ver que su cuerpo reaccionaba a mis caricias. E hice lo mismo con su otro pezón, que le pasó lo mismo. Ella cogió mi mano y se la llevó hacia su boca y empezó a chupar mis dedos, uno a uno, lentamente y sensualmente. ¡Que cosquilleo tan divino! La volví a besar en sus labios y descendí mi lengua hasta sus tetas y… empecé a devorarlas, a comérmelas… en fin, saciarme con ellas. ¡Cuánto tiempo deseando hacer aquello! Hoy no pararé hasta matar a Eugenia de placer, ahora está a mi merced y haré con su cuerpo todo lo que me dé la gana. A pesar de seguir lloviendo afuera, yo estaba concentrada en darle placer a la chica que tenia delante. Seguí lamiendo sus pezones con la punta de mi lengua, suavemente, delicadamente… ¡que ricas sabían! Bajé mi lengua por su abdomen, vi como sus vellos se ponían de punta a cada paso que iba. Topé con otro obstáculo y lo quité de en medio en seguida; quité sus pantalones y la dejé sólo con ropa interior. De nuevo paré a observarla; semi-desnuda, tan bella como en mis sueños, tan indefensa como un corderillo, tan apetecible como un plato de gambas (nunca mejor dicho jeje) Ella optó por la postura "soy un angelito" tapándose un poquillo con sus brazos.

  • Eres mía Eugenia. Ahora serás mía –le susurré.

Al decirle eso, ella se dejó hacer por mí… Bajé hasta su sexo y me fijé en sus braguitas beige; ligeramente se encontraban empapadas y no por la lluvia precisamente. Le toqué su conejito por encima de sus braguitas y ella suspiró de placer y en sus ojos negros vi claramente que decían: "no sigas tocando, mejor lámemelo" Aparté un poco ésa prenda para ver la comida que me esperaba. Su matita de pelos negros ya se asomaban mojaditos de sus flujos e introduje ni lengua ahí dentro

¡¡Ahhh!! Delia… que delicia… sigue

En seguida llené mi boca con sus líquidos vaginales, no me podía hacer una idea de lo caliente que se encontraba Eugenia. Sin quitarle del todo sus braguitas, seguí con mi movimiento rápido – lento de lengua sobre su clítoris. ¡Sabía riquísimo! No esperaba que ella supiera tan bien jeje. No sé si estaba cegada por el deseo pero… su coñito era lo mejor que había probado y no pararía hasta dejarlo bien comidito. Por momentos entraba en juego también mis dedos, rozando sus labios mayores, su botoncito… que por supuesto yo me lo llevaba a la boca como parte del festín. La respiración de Eugenia era cada vez más acelerada, estaba a puntito de llegar. Aquella situación tan morbosa, hizo que me excitase de nuevo y me calmaba a ratos tocando mis partes (no servía de nada, ahora lo único que me calmaba era su lengua) Noté como Eugenia me agarraba de la cabeza fuertemente, casi por impulso, sus cortos gemidos de antes se convirtieron en casi gritos de placer. Y al oír un sonoro "¡ahhhh!" de su boca, supe que había llegado al clímax. Y prosiguió respirando fuertemente durante el tiempo que duró su orgasmo. Yo me sentí muy feliz, de haber pasado la noche más bonita de toda mi vida con la mujer que amaba profundamente y ella… esbozaba de felicidad, con sus ojitos medios dormidos ¡que mona!

Nos quedamos abrazadas en el sofá, sin ninguna manta que nos tapase nuestros desnudos cuerpos, mientras que afuera seguía lloviendo. Ni falta que nos hacia, ya nos dábamos calor mutuamente. Le acariciaba el pelo, mientras la besaba con cansancio y deseo a la vez... De entre tantos besos, le susurré un "te quiero" Eugenia me miró y parecía que iba a decir "¿Qué?" Pero en su lugar dijo: "Lo sé" La lluvia sólo duró ésa noche pero… ahora Eugenia es mía durante toda la vida.

FIN.

A todos aquellos lectores que han leído mi anterior relato, sólo os puedo decir GRACIAS por vuestra opinión y las buenas críticas, y que podéis seguir haciéndolo en mi correo.