Bajo la lluvia
Adultos fantasias
“ Bajo la lluvia”
(Escuchar: Sade “No ordinary love”(modo repeat))
No lo podía evitar. Cada vez que le tenía delante, le temblaban las piernas, sus entrañas...¡todo!
Se conocían desde hace mucho pero la vida y las circunstancias, no habían permitido que pudieran estar juntos. Se deseaban. Así lo demostraba el silencio y las miradas controladas cada vez que se encontraban. La tensión sexual se palpaba y a duras penas lo disimulaban.
Pasados más años, y ahora sin pareja ninguno de los dos, él dio el paso. Leo, era ingenioso, divertido, atractivo, muy atractivo, testarudo y muy amigo de sus amigos. Se habían rozado lo suficiente como para saber que, mucho tendrían que cambiar las cosas como para que ellos, terminaran juntos. Pero lo que más le gustó a ella fue que, a pesar de todo, él lo intentó.
Tras intercambiar varios mensajes, su cita llegó. La citó en un pueblo de los alrededores bellísimo e histórico.
Ella andaba sobre una nube hasta el día de la cita. Se había imaginado tantas veces estar con él, besarle, acariciarle, susurrarle...que no se podía creer que SU momento, estaba al día siguiente llamando a su puerta. Preparó una bolsa y se dispuso a recorrer kilómetros, los que fueran, daba igual.
Antes de entrar a la antigua y conocida cafetería señalada, respira profundamente. Y ahí está. Su pelo ensortijado, sus ojos como faros desafiando al mar y su maravillosa sonrisa de siempre. No podían negar que los dos estaban un poco nerviosos pero él, controló la situación.
Risas, picoteo, caricias y un primer tímido beso aliñados con doble ración de nervios, fueron los entrantes. Decidieron abandonar la cafetería. Caían chuzos de punta y tuvieron que ir corriendo sorteando los charcos, entre risas, carreras y pillajes hasta sus coches. El subidón de adrenalina, hizo que él, le cogiera de su mano y tirara de ella hasta un arco que, lejos de protegerles de la lluvia, ayudó más a sus excitaciones. La lluvia les había empapado. Sus bocas mojadas chocaron. Todo en ellos era deseo y ganas de follarse. Él le acariciaba el rostro mojado y le retiraba el pelo, que atravesaba su cara, ofreciendo una imagen muy sensual.
Se metieron en el coche y sin poder parar, siguieron más besos y más caricias. Los abrigos empapados terminaron detrás y los cristales empañados. De repente, un señor golpea suavemente la ventana. Obliga a Leo, bajar la ventana y muy cortésmente, pregunta si iban a salir de la plaza para poder aparcar él. Entre carcajadas, se dirigieron al hotel.
La habitación escogida por Leo era abuhardillada, amplia, con vistas al campo. Elegantemente decorada con muebles antiguos. El baño enorme, con todo lujo de detalles. Una preciosidad. No se irán sin estrenarlo. Seguro.
Pero en ese mismo momento, daba igual dónde estuvieran. Bárbara tenía la piel de gallina por el frío. Sus pezones se marcaban en su camiseta blanca. No dieron mucho margen a que sus ropas cayeran al suelo. Con los cuerpos fríos y húmedos, se metieron bajo las blancas y suaves sábanas a darse calor. La fórmula funcionaba a la perfección. Sus bocas se buscaron. Sus manos se palpaban. Sus piernas se entrelazaron y así, poco a poco, el calor fue haciendo suya la cama.
Nada más necesitaban. Se deseaban. Se amaban en secreto. Se habían deseado durante mucho tiempo y, ahora, ese tiempo que anduvo algo despistado, les brindaba una oportunidad y la iban a aprovechar.
Cuando ella siente su lengua caliente entrar en su boca, la excitación es total. Esa lengua intrusa y descarada, provoca a la suya, tímida hasta entonces. Las dos chocan y se reconocen. Se unen en un sinfín de movimientos, acompañadas ahora, de unas manos curiosas por descubrir el camino sagrado. El camino, que les llevará a reconocer cada rincón sexual que quieran descubrir y a aquel que desee ser descubierto.
Leo sube su mano por el muslo. Con su otra mano, tira suavemente hacia atrás del pelo de Bárbara. La primera, ya ha llegado a su puerto. Acaricia la entrada. Deja que lentamente, sus dedos se vayan colando. Uno a uno. Despacio. Recorre la cueva caliente y húmeda. Nota cómo los pezones de su amante se endurecen y decide, con su otra mano, tantear su otra cueva. Desliza su dedo a lo largo de la espalda, provocando un escalofrío en ella. Su dedo corazón ha llegado y empieza a estimular su ano. En círculos. Suaves. Continuos.
Ve que ella está disfrutando a placer, pues solamente con sus tocamientos, ella retoza entre él y las sábanas. Quiere más. Gime sin pudor. Exhala a placer. Se estremece. Lo único que desea ella en ese momento, es que la penetre. Que la folle tan bien como esos dedos suyos que le están llevando al séptimo cielo. Como si hubiera escuchado sus palabras mudas, Leo, le clava su pene.
“Aaahhhhhhh, ooohhh síiiiiii”, murmura ella. Leo sonríe para sí. Ella se deja llevar y follar. Mientras él entra y sale, su dedo maestro no deja de estimular su ano. Estimulaen círculos sus pezones, le muerde sus pechos, lame el sudor que le cae por el escote. Se gira rápidamente y coloca a Bárbara debajo. Ahí, puede tomarla a placer. Saca su lengua y lame su boca. Mordisquea su labio, lo que hace que ella se excite más. Son como dos animales oliéndose, reconociéndose, deseándose...
Cuando más excitados están, Leo agarra firme a su presa y sus envestidas se hacen cada vez más fuertes. Más seguidas. Más salvajes. Y sin poder controlar toda su excitación, hace que los dos aúllen sin control.
Continuará si así lo deseáis