Bajo el sol

Un grupo de compañeros de la universidad pasan deliciosos días de descanso y relax en la montaña, aprovechando para dar rienda suelta a su imaginación y sexualidad.

Acabábamos de llegar al refugio de montaña cuando se hizo la total oscuridad. De haber tardado más en llegar seguramente no habríamos sido capaces de encontrarlo. Estábamos tan agotados que nada más entrar y encender el fuego, nos metimos en nuestros sacos y nos dormimos al momento, sin apenas hablar nada.

Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, descubrí que era la última en despertar y que el refugio estaba vacío. Al oír las voces de mis amigos, me asomé a la ventana y pude verlos a todos tumbados en la hierba sobre sus toallas, bajo el maravilloso sol que lucía sobre sus cabezas. Mirando a mis antiguos compañeros de carrera, riendo junto al riachuelo, no pude menos que recordar los maravillosos tiempos de la Universidad. Hacía un año que habíamos terminado y decidimos irnos todos de excursión para recordar viejos tiempos. Fui paseando mi mirada por cada uno de ellos:

Sara, mi aún compañera de piso, insultantemente atractiva. Una chica de 1,70 m. que con su larga melena rubia, sus ojos azules y sus más que perfectas curvas, se permitían tomar el sol como lo estaba haciendo: con su bikini preferido, un minúsculo tanga blanco con una parte de arriba casi inexistente. Su mente, al igual que su cuerpo, estaba casi exclusivamente diseñada para disfrutar del sexo.

Pedro, con su aspecto de chaval inmaduro, de sonrisa fácil y atractivo innato, observándolo todo con sus cálidos ojos castaños, casi ocultos por el rebelde flequillo también castaño, escuchando a todos y hablando poco, permanecía sentado con sólo unas bermudas azules, mostrando un torso bronceado y fibroso.

Susana, una soñadora empedernida, ecologista, pacifista, solidaria, pero con los pies en el suelo y nunca dispuesta a sermonear a nadie. Parloteaba sin cesar mientras se apartaba una y otra vez del rostro su largo y liso cabello oscuro. Echaba alternativas miradas de reojo al cuerpo de Sara y después al suyo, hermoso y proporcionado, aunque tal vez demasiado oculto bajo el, algo conservador, traje de baño negro.

Juan, el imprescindible bromista del grupo, algo prepotente pero incapaz de dejar de ayudar a alguien. No dejaba de escuchar las palabras de todos y cada uno, esperando el momento de soltar el comentario adecuado para lograr las carcajadas de todo el mundo. Lucía su cuerpo espectacularmente musculoso y bronceado con un bañador de slip negro, y una eterna melena rubia. No dejaba de lanzar disimuladas y apreciativas miradas al cuerpo de Sara.

Luis, dispuesto a esgrimir su homosexualidad ante cualquiera, refrescantemente cínico. Sus impenetrables ojos verdes los observaba sin dejar ver el cariño que sentía por ellos, permanecía sentado y quieto, sin poder evitar alguna que otra mirada a Pedro. Delgado, con el pelo moreno, vestía con unas bermudas estampadas y una camiseta blanca.

Y por ultimo, Alicia, la timidez personificada. Delgada y pequeñita, propensa a pasar desapercibida, ocultando a veces sus profundos ojos negros tras su largo y rizado pelo moreno. De belleza delicada, miraba a todos sin decir nada. Se mantenía callada junto a Susana con una camiseta larga de Mickey Mouse y unos pantalones cortos color caqui.

Tras una ultima mirada, desayuné rápidamente y me vestí. Me puse mi bikini rosa pálido con una vieja camiseta azul encima. Pasé revista a mi aspecto y tras peinar un poco mi corto cabello rubio, observó lo poco que se veía de mi atractiva figura, fruto de largas horas de aeróbic. Finalmente decidí cambiar la camiseta por otra más corta, de tirantes, tan fina que casi se trasparentaba, y que dejaba mi ombligo al descubierto. Por ultimo y tras dudar unos segundos me convencí para quitarme la parte superior del bikini. Después de todo estaba entre amigos y... no quería sufrir como Susana junto a Sara.

Al salir, todas las miradas se volvieron hacia mí y noté en ellas un aire extraño.

-¡Ana! -exclamó Sara- por fin te has despertado. Sólo faltabas tú para empezar a jugar, ya he convencido a los demás y te estábamos esperando.

-¿Jugar? -pregunté- ¿a qué vamos a jugar?

-Ahora té lo explico -contestó mientras sacaba algunas cosas de su mochila-, cada uno saca un papel de esta taza, en los papeles están escritos nuestros nombres, el propietario del nombre y el que lo saque deberán deleitarnos con un polvete. Si el nombre es del que saca, tendrá que masturbarse.

Cuando acabó de hablar tenía ante sí una taza con papeles doblados en su interior, un bote de vaselina y un consolador de un tamaño considerable.

-¿Quieres decir que tendremos que... hacerlo con el que nos toque delante de todos?-pregunté asombrada-, ¿y estáis todos de acuerdo?

-Será divertido-dijo Susana-. El que más pegas puso fue Luis porque podría tocarle con alguna de nosotras, pero cuando consideró las otras posibilidades- continuó mirando sonriente a Pedro y Juan-, cambió de idea.

-Bueno... -dije algo dudosa, mientras me sentaba- si todos estáis de acuerdo...

-¡Perfecto! -exclamo Sara-, yo empezaré.

Metió la mano en la taza, y con gran ceremonia saco un papel, lo desdobló y finalmente lo leyó.

-Vaya, hombre -se quejó mientras lo mostraba, y volvía a meterlo en la taza-. Sara.

En ese momento pensé que se echaría atrás, que no lo haría y todo quedaría como una broma, pero ya debería conocer bien a Sara. Una gran sonrisa apareció en su rostro y mirándonos a todos, se puso de pie ante el semicírculo que formábamos y dijo:

-¡Empieza el espectáculo! Se volvió de espaldas a nosotros y comenzó a acariciar su cabello mientras movía sinuosamente sus caderas, durante un rato estuvo deslizando sus manos por su espectacular silueta. Aún de espaldas desabrochó el sostén dejándolo caer, y tras unos segundos de baile sensual se giró para mostrarnos sus firmes y bronceados pechos. Los fue acariciando lentamente mientras nos miraba a los ojos uno por uno sin dejar de sonreír lascivamente. Se arrodilló sobre la toalla del centro y continuó pellizcando con suavidad sus pezones ya completamente erectos. Tras recorrer todo su cuerpo con las manos, comenzó a volverse de nuevo hasta ponerse a gatas, de espaldas a nosotros. Con la mano izquierda retiró la escasa tela blanca que apenas ocultaba su coñito y con la derecha empezó a acariciarlo. Todos pudimos ver los rosados labios de Sara, rasurados salvo por la escasa mata de pelo rubio que florecía justo sobre la rajita. Sara utilizaba sus dedos para abrirla y así poder acariciar su clítoris. Sus movimientos eran hábiles, casi parecían calculados cuando, casi sin aviso previo se penetró con un dedo.

Miré a mí alrededor curiosa y descubrí que ninguno de mis amigos era capaz de desviar la mirada del cuerpo de Sara ni un segundo. Cuando devolví mi atención a Sara, ésta se encontraba ya tumbada de espaldas con las piernas abiertas y flexionadas. Había cogido el consolador, con el que ya se penetraba, echando a un lado el tanga, a la vez que emitía unos apagados gemidos de placer. Siempre sin dejar de mirarnos a todos fue aumentando la intensidad de sus gemidos, a la vez que aceleraba el movimiento del consolador dentro de su coño. De repente comenzó a frotarse el clítoris y a mover las caderas al compás, sin dejar de penetrarse, mientras se corría ante nosotros entre gemidos y pequeños gritos de placer. Se sacó el consolador y permaneció unos segundos sin respirar, con las manos entre las piernas y el cuerpo en tensión, hasta que finalmente se relajó y comenzó a respirar profundamente.

Durante el momento que permaneció tumbada, recuperando el aliento, aunque me costase admitirlo, me fijé por primera vez en lo excitada que me encontraba y en que mi rajita había empezado a humedecerse. Aproveché para echar una ojeada a los demás y observé cómo permanecían extasiados sin dejar de mirarla. Sobre todo me fijé en Juan, y en la punta de su polla que asomaba por la cintura del bañador.

Tras unos segundos más, Sara se levantó aún con la respiración agitada:

-Bueno -dijo sin dejar de sonreír-, ahora debo elegir al próximo y te elijo a ti, Luis.

Luis permaneció inmóvil durante un momento, sin hacer caso de la taza con papelitos que le tendía Sara, pero finalmente se decidió y, con una fugaz mirada a la entrepierna de Juan, metió la mano y sacó un papel. Lo abrió para leerlo mientras se levantaba y se ponía frente a nosotros.

-Susana -murmuró enfurruñado-.

Permanecimos un instante callados sin saber qué hacer hasta que Luis comentó:

-Lo que queráis pero seguro que ni siquiera se me levanta.

-Conque no, ¿eh? -exclamó ofendida Susana mientras se levantaba-, ahora verás...

Se acercó a él, y sin darle tiempo a reaccionar le hizo una llave y lo tumbó boca arriba. Se sentó sobre su pecho, mirando hacia los pies y le bajó las bermudas a tirones hasta los tobillos. En efecto, su polla estaba totalmente flácida, de modo que Susana la cogió entre sus dedos y jugueteó con ella mientras le acariciaba los testículos. Cuando ésta empezó a endurecerse poco a poco, la cogió más firmemente y comenzó a mover su mano de arriba abajo hasta dejarla tiesa y dura. Entonces se inclinó y fue deslizando la punta de su lengua por ella haciendo que se hinchase y fuese tomando un color púrpura. Cuando finalmente se la introdujo en la boca, se la fue metiendo y sacando con rapidez, haciendo paradas para deslizar la lengua por todo el capullo o lamer sus huevos. Luis, que intentaba permanecer impasible, fue incapaz de contenerse más: flexionó ligeramente sus rodillas y comenzó a mover sus caderas para acelerar el ritmo de las chupadas. En ese momento Susana paró un segundo para mirarnos con una sonrisa triunfal en sus labios. Tras esto, lamió cuidadosamente el dedo corazón de su mano derecha y al mismo tiempo que volvía a meterse la polla de Luis en la boca introdujo con suavidad el dedo en su culo. No tardó en acompasar el movimiento de su dedo con las chupadas a la polla y las caderas de Luis. Continuaron así durante un buen rato, hasta que de pronto, Luis comenzó a jadear y entre los labios de Susana y su polla comenzaron a surgir regueros de espeso semen. No obstante, ella continuó chupando hasta que dejó de eyacular, sólo entonces se volvió y, con una sonrisa, lo besó suavemente en los labios dejándole caer en la boca gran cantidad de su esperma. Luis, sonriendo también, se relamió laboreándolo.

-He de reconocer que no ha estado nada mal -admitió Luis, mientras cogía la taza-. Te toca, Alicia.

Tras un buen rato sin moverse, al ver que Luis no retiraba la taza, sacó un papel sin levantar la mirada y tras leerlo, susurró mi nombre. Quedé sorprendida al oírla, pero entre lo excitada que estaba, y la determinación de no echarme atrás, me decidí a disfrutar al máximo. Al ver que no sería ella quien tomaría la iniciativa, me acerqué, y cogiéndola de la mano, la llevé a la toalla. Observé que estaba realmente avergonzada y decidí hacérselo lo más fácil posible. Nos arrodillamos una frente a otra, aparté el pelo de su rostro y le susurré palabras de animo al oído. Comencé a besarla suavemente hasta notar que respondía a mis besos. La tumbé boca arriba y deslicé su camiseta por su cuerpo hasta sacársela por la cabeza y dejar sus pequeños pechos al descubierto. La situación no pudo menos que recordarme las largas noches de estudio en que Sara insistía una y otra vez en descansar un rato para relajarnos, y siempre terminaba convenciéndome para algo más. Pero esta vez, en lugar del voluptuoso cuerpo de Sara, era el delgado y encantador de Alicia...

Le besé el cuello, y desde ahí fui deslizando mi lengua hacia uno de sus pechos, acaricié la delicada piel de estos con la punta húmeda de mi lengua, para después cerrar mis labios sobre su pezón. Lo sentí crecer y endurecerse contra mi lengua mientras oía cómo su respiración se hacía más y más agitada. Mientras le acariciaba con delicadeza los pechos, movía mi cabeza de uno o a otro para lamerle los pezones por turnos. Paré un momento para ver qué tal estaba Alicia y al hacerlo, ella me devolvió la mirada con sus negros ojos abiertos como platos:

-No pares -dijo con voz temblorosa-, sigue, por favor.

Al bajar de nuevo la mirada, observé que estaba desabrochando sus pantalones. Terminé de quitárselos junto con las braguitas y abriéndole las piernas lentamente enterré mi cara en su rajita húmeda, apartando la fina y suave mata de pelo que la ocultaba. Sentí su clítoris hincharse contra mi nariz, mientras mi lengua lamía su coño a la vez que entraba y salía de él. Pronto los gemidos y suspiros de placer de Alicia fueron claramente audibles, lo cual no hacía otra cosa que excitarme aún más. Sentí cómo rodeaba con sus piernas mi cabeza para mover las caderas al ritmo de mi lengua. De repente noté cómo empezaba a temblar para acabar corriéndose entre espasmos de placer y pequeños gemidos lujuriosos. Cuando me incorporé, miré a Alicia cómo se levantaba y se dirigía a mí con una mirada de lascivia tal, que apenas la reconocí. Me tumbó con firmeza y al ver mi bikini ya empapado, lo apartó a un lado, sin quitármelo. Deslizó dos dedos dentro de mi coño mientras cogía mi clítoris entre sus labios para chuparlo y hacerme sentir una oleada de placer próxima al orgasmo. Los dedos entraban y salían de mí rítmicamente sin un segundo de descanso. Era tal la excitación que me recorría que no sabía ni lo que hacer con mis manos, si acariciar mis pechos, deslizarlas entre su cabello o dejarlas inertes sobre la toalla. Cuando aceleró el movimiento de los dedos y empezó a mordisquearme el clítoris, todo mi cuerpo se tensó y mi espalda se arqueó. No aguanté ni cinco segundos más, me corrí de manera explosiva. Alicia no dejó de lamer y meterme los dedos hasta que no quedé inmóvil sobre la toalla apenas sin aliento.

Tras descansar unos momentos, incorporarme para volver a mi sitio, comprobé que todos estaban inmóviles y que, hasta Luis intentaba disimular una erección. Alicia, increíblemente transformada, se acercó a Pedro totalmente desnuda y le ofreció la taza para que escogiera.

Con aire resignado, sacó un papel y lo leyó:

-Pedro- dijo enseñándonoslo-.

Se dirigió al centro y tras mirarnos uno por uno, nos sonrío y se quitó las bermudas. Todos contuvimos el aliento y Sara y Luis se inclinaron hacia delante como si no creyeran lo que veían. Pedro estaba totalmente empalmado después del numerito que habíamos hecho Alicia y yo, y comprobamos asombrados que esa enorme polla no podía medir menos de 20 cm., además de ser terriblemente gruesa. Por otro lado, era completamente recta y apuntaba hacia arriba, formando un ángulo de 45 grados con su estómago, lo que le daba un aspecto aún más espectacular.

Se sentó sobre la toalla con las piernas abiertas y tras lubricar levemente con vaselina las palmas de sus manos, terminó de descubrirse el capullo. Era grueso y de color violáceo y su tensa piel parecía a punto de estallar.

Empezando con mucha suavidad comenzó a deslizar su mano derecha a lo largo de la interminable polla, desde la punta hasta la base, para a continuación ser seguida por la izquierda haciendo el mismo movimiento. Continuo acariciando con suavidad y con las dos manos hasta comprobar con asombro cómo crecía aún un poquito más.

Continuó con ese ritmo insoportablemente lento, pero conforme pasaba el tiempo y unas gotitas de liquido transparente comenzaban a relucir en la punta del cada vez más hinchado capullo, Pedro fue aumentando la velocidad de sus mano. Su respiración fue haciéndose más y más profunda, entrecerró los ojos y continuando ya tan sólo con una mano, con la otra comenzó a masajearse los huevos. A partir de ese momento fue cambiando el ritmo de sus movimientos continuamente, más rápido, más lento, alternando ritmos y cadencias. Apenas podía resistir la tentación de lanzarme hacia él y comenzar a lamer aquel monstruo que meneaba sin cesar entre sus piernas. Entonces, vi cómo se le encogían los huevos y tras emitir un gemido ahogado, cerró con fuerza los ojos y empezó a eyacular entre respiraciones entrecortadas. Su semen no cesó de brotar durante un buen rato y él no paró de masturbarse hasta que no salió la ultima gota.

Finalmente abrió los ojos y se sonrojó ligeramente al ver nuestros ojos clavados en su inmenso miembro que a pesar del orgasmo permanecía completamente erecto. Se tapó como pudo con las bermudas y tras devolver el papel con su nombre a la taza se la ofreció a Susana sin decir nada.

Volví a pasear la mirada por el grupo y pude notar la gran excitación que nos recorría a todos. Pedro y Luis se habían puesto ya las bermudas, pero a ambos se les notaba las tremendas erecciones que tenían (sobre todo a Pedro). Juan hacía lo posible por taparse, pero el pequeño slip negro apenas no podía cubrir su polla totalmente tiesa. Alicia, increíblemente permanecía totalmente desnuda y no parecía hacer ningún esfuerzo por taparse en absoluto. Sara continuaba con sus espléndidos pechos desnudos, y llevaba puesto el húmedo tanga que se pegaba a su vulva como una segunda piel. Yo me había puesto bien la parte inferior del bikini, pero mis pezones, que permanecían erectos, se percibían con toda claridad a través de la finísima camiseta y Susana aún no se había quitado su bañador.

Susana sacó el papel y al leerlo, permaneció un instante callada. Finalmente dijo:

-Vaya, sólo me toca gente que le gustan los chicos. Sara -dijo mostrándonos el papel-.

-Tranquila -dijo entre sonrisas Sara al levantarse- Ya veras cómo esta vez si te corres...

Se situó tras Susana antes de que ella pudiera levantarse de manera que estaban mucho más cerca de los "espectadores" que en el resto de ocasiones. Sara comenzó a besarle el cuello al tiempo que deslizaba los tirantes del bañador por sus hombros dejándole los pechos al descubierto. Susana parecía algo incómoda al sentir cómo Sara acariciaba sus pechos y los masajeaba haciendo pasar los pezones entre sus dedos, al mismo tiempo que pegaba los suyos contra su espalda. A continuación, a base de pequeños tirones y caricias por su cuerpo, terminó de quitarle el bañador e hizo que se tumbara sobre la toalla. Movió su cuerpo sinuosamente hasta colocarse entre sus piernas mientras se las separaba sin ninguna prisa, y sin dejar de mirar a los ojos a una apuradísima Susana, fue acercándose lentamente a su rajita al tiempo que humedecía sensualmente sus labios. Cuando finalmente besó sus labios para después sorberlos ruidosamente, el rostro de Susana fue cambiando rápidamente de expresión de tal modo que creí que se correría en ese instante.

Cuando Sara llevaba un rato con la cabeza entre las piernas de Susana, ambas empezaron a contorsionar su cuerpo hasta situarse de manera que la cabeza de Susana también quedó entre las piernas de Sara, movimiento que aprovechó esta para coger el consolador y llevárselo a la boca. Susana tiró del tanga de Sara hasta las rodillas y comenzó a lamer su coño algo insegura al principio, aunque no tardó en ganar confianza. Entre tanto, Sara terminó de lubricar con su saliva el consolador y con una expresión mitad de placer y mitad de triunfo, lo hundió lenta pero firmemente en la raja húmeda de Susana. Ésta, al sentirse penetrada, gritó de placer justo cuando su lengua se deslizaba entre los labios de la rajita de Sara, abriéndola y excitándola al mismo tiempo.

Curiosa, volví a observar al resto del grupo, y descubrí a Juan totalmente absorto, mirando con la boca abierta mientras su polla totalmente erecta se escapaba por encima del slip, sin que éste se esforzara ya por ocultarla; a Pedro, que a pesar de las amplias bermudas, no podía disimular que permanecía completamente empalmado; a Luis, que observaba con claro interés la escena; y finalmente a Alicia que, para mi total alucine, acariciaba disimuladamente sus pezones sin despegar los ojos de los cuerpos de sus amigas.

Devolví la atención a ellas para ver cómo Sara metía y sacaba rítmicamente el consolador del coño de Susana al tiempo que gemía y suspiraba, pues esta no paraba de lamer, chupar y sorber sus labios y su clítoris a un ritmo tan frenético que parecía haber enloquecido de placer. Cuando finalmente Sara comenzó a correrse, no pudo evitar que los espasmos de placer le hicieran penetrar a Susana con más fuerza, lo que hizo que también ella alcanzara el orgasmo. Tras unos instantes de gemidos y grititos casi inaudibles se derrumbaron sobre la toalla intentando recuperar el aliento al tiempo que se sonreían y se besaban suavemente en los labios.

Cuando se recuperaron, ofrecieron juntas la taza a Juan con una mirada traviesa a la polla tiesa que asomaba de su bañador.

Al sacar un papel y leerlo rápidamente intentó devolverlo diciendo:

-¡Espera, saco de nuevo...!

Pero un sonoro abucheo le hizo desistir, y resignado dejo el papel sobre la toalla para que todos lo leyésemos: Luis.

Sinceramente, todo fueron sonrisas y ante mi asombro me sentí excitada y ansiosa por verlos actuar. Juan esperaba en la toalla, con aire de resignación mientras Luis se acercaba con un extraño brillo en los ojos. Sin decir nada, se situó frente a él y comenzó a besarle muy suave y lánguidamente en los labios. Veía con claridad como deslizaba la lengua entre sus labios y se los mordisqueaba sensualmente. Juan parecía recibirlo sin demasiada convicción, así como las caricias que sentía en su musculosos trasero, pero aín así había que reconocerle que algo de su parte también ponía. Unos momentos después, Luis se arrodilló frente a Juan, le bajó hábilmente el slip hasta los tobillos y se introdujo su polla, ahora algo más flácida, en la boca. Comenzó a lamerla y a chuparla de tal manera que rápidamente volvió a ponerse tiesa y dura. Los labios de Luis se deslizaban una y otra vez por la superficie de la polla, haciendo que esta entrase y saliese una y otra vez de su boca. Luis movió su mano y vi cómo metía el dedo anular en el bote de vaselina, para introducirlo después suavemente en el culo de Juan e iniciar una suave y lenta penetración, este, si se dio cuenta, ni siquiera hizo un gesto de molestia. Pude comprobar, con sólo fijarme en la cara de Juan, que realmente Luis la chupaba con gran maestría, y más aún cuando apoyó la mano sobre la cabeza de Luis para acariciar su cabello. Cuando fueron dos los dedos que entraban y salían de su culo, recibió una serie de profundos lametones sobre su capullo, que le hicieron contraer el rostro de placer y comenzar a correrse mientras Luis continuaba chupando y tragándose todo el semen sin dejar siquiera escapar una gota. Cuando acabó de eyacular, Juan dijo con voz aliviada:

-Bueno, no fue tan malo...

-Pues, espera que esto no ha acabado -dijo Luis sonriente-.

Cuando Luis le obligó ponerse a cuatro patas entre quejas y protestas y empezó a embadurnarse su polla, que ya estaba tiesa, con la vaselina, volví a mirar al resto para descubrir que estaban tan excitados como yo, e incluso que Alicia se acariciaba suavemente la rajita. Esta se dio cuenta que la miraba, y con una sonrisa me guiñó un ojo, para después continuar observando y deslizando sus dedos entre las piernas.

Volví la atención a tiempo de ver como Luis introducía muy suavemente su polla toda tiesa en el prieto y lubricado agujero del culo de Juan, lo cual para mi asombro hizo que la polla de este se endureciera ligeramente. Y aún mayor fue mi sorpresa cuando, al empezar Luis a mover sus caderas, para meter y sacar su polla del culo, volvió, poco a poco, a empalmarse de nuevo hasta alcanzar una erección completa. Cuando Luis se percató de esto, se reclinó sobre la musculosa espalda de Juan para coger la polla entre sus dedos, y al tiempo que le penetraba una y otra vez, se la meneaba cada vez más rápido. Mientras la mano de Luis se movía sin cesar a lo largo de su miembro completamente erecto, y la polla entraba y salía del culo de Juan, para este empezaba a resultar difícil disimular el placer que sentía en ese momento, llegando en cierto punto a mover sus caderas al ritmo de las embestidas. Tras esto, Luis no tardó en alcanzar el clímax y comenzó a moverse para metérsela a sacudidas. Mientras se corría aceleró el movimiento de su mano hasta que segundos después Juan se corrió por segunda vez, con una expresión de puro placer en el rostro.

Luis permaneció recostado sobre Juan durante unos segundos, recuperando el aliento y viendo cómo su semen se deslizaba lentamente entre los muslos de este. Cuando por fin se levantó, Juan miró a Luis, y mientras se ruborizaba dijo:

-Será mejor que no me acostumbre a esto...

Y posteriormente me ofreció la taza para que escogiera. En ese momento quedé un tanto despistada, pues casi había olvidado que era la única que quedaba por coger, de modo que saqué un papel y para mi satisfacción cogí el de Pedro. Lo miré y le dije:

-Te tocó... Nos levantamos los dos, y nos situamos entre el resto. Cuando me ayudó a tumbarme en la toalla, pude ver en sus ojos y brillo de deseo que me hizo estremecer. Comenzó a besarme con suavidad mientras sus manos acariciaban mis tetas por encima de la camiseta. Pareció gustarle el modo en que se transparentaban mis senos a través de la sudada camiseta, pues no hizo ademán de quitármela en ningún momento. De repente, se deshizo con rapidez de mi mojado bikini y sin más preámbulos se inclinó entre mis piernas para sentir su lengua y sus labios lamiendo y deslizándose por mi rajita húmeda y caliente. Puse mis manos sobre su cabeza para empujarle hacia mí y hacer que chupara y lamiera aún más. Su lengua se dedicaba a hundirse una y otra vez en mi coño, llegando cada vez más dentro. Cada vez que su lengua entraba en mí, se movía sin cesar lamiéndome las húmedas paredes de mi rajita. Estaba tan cachonda que en seguida sentí un orgasmo arrasador que me hizo soltar unos profundos gemidos de placer. Tras recuperarme unos instantes, me incorporé, aún jadeante, y le aparté de mí de un empujón para agacharme frente a él y bajarle de un tirón sus bermudas. Dejé ante mí su gigantesca polla, que introduje en mi boca tanto como pude. Al sentir el enorme capullo dentro de mi boca comencé a chuparlo y a juguetear con la punta de mi lengua sobre él.

Noté cómo su capullo engordaba hasta que creí que no me cabría en la boca, de modo que me lo saqué y comencé a lamerlo desde la base hasta la punta, succionándolo a cada pasada hasta dejarla tiesa y dura como el acero. Se apartó de mí y yo me tumbé en el suelo con las piernas totalmente abiertas y las rodillas flexionadas, esperándolo.

En ese momento vi que miraba a los demás y al fijarme yo también, descubrí que estaban todos masturbándose sin quitarnos ojo, entonces no pude más y susurré:

-Vamos...

Se inclinó sobre mí sonriendo y muy lentamente la metió. Creí que moriría de placer al sentir cómo la enorme polla entraba poco a poco, abriéndome, llenándome, más y más, hasta hacerme gemir de gusto.

Cuando creí que nunca dejaría de meterla, paró un segundo y comenzó a retirarla igual de lentamente. Inicio así un pausado vaivén. Sentía cómo entraba y salía de mi coño, mientras mi raja se abría cada vez más con cada embestida. Notaba cada centímetro de su polla, cada curvatura y cada vena presionando dentro de mí, excitando cuanto encontraba a su paso. Cuando creí que me volvería loca ante su lentitud agarré su cintura para obligarle a penetrarme aún más rápido, pero se resistió y sus movimientos sólo se aceleraron muy poco a poco. En ese momento no podía pensar con claridad y me oí decir cosas sin sentido entre suspiros y gemidos de placer. Entonces sentí cómo nacía el orgasmo a lo largo de todo mi cuerpo y lo recorría de parte a parte hasta concentrarse en mi estómago y se preparaba para hacerme gozar como nunca. Sentí cómo Pedro se ponía rígido y supe que nos correríamos juntos. Su polla entraba y salía con más rapidez y con menos recorrido hasta que algo dentro de mí estalló y me corrí al mismo tiempo que sentía cómo su semen golpeaba el interior de mi coño. Grité de placer mientras oía los gemidos y suspiros Pedro y de todos los demás corriéndose a mi alrededor. Bajo el Sol.

Pezzini.

Si queréis preguntarme o decirme cualquier cosa, podéis escribirme a pezzini_s@yahoo.es