Bailes nocturnos

Como tu presencia en una discoteca cambia la noche radicalmente hacia nuevas sensaciones.

Bailes nocturnos

No era mi intención acabar en aquella discoteca, pero cuando todo el mundo se empeña en ir al local de moda, no hay nada que hacer, así que tras esperar media hora por fin pudimos entrar. Mucha gente, mucho ruido, y nada de interés, por lo que me dirijo a la barra a tomar una copa. A la tercera el ruido ya no me importa, e incluso me parece reconocer el ritmo de una de esas canciones de regaetton que tan de moda están ahora. Me fijo en el ambiente. Y entonces te veo.

Te encuentras en mitad de la pista, y destacas entre la multitud. Llevas una camiseta negra que deja al aire tus hombros y espalda, a la vez que realza ese escote impresionante que tienes, y unos vaqueros ajustados que marcan un culazo como pocos he visto. Unas botazas negras de tacón fino te acaban de complementar. Pero lo que realmente te hace deseable es la forma en que te mueves, como poseída por la música. Vas provocando a cada movimiento, a cada gesto. Y decido lanzarme a por ti.

Me acerco por la espalda y comienzo a bailar cerca de ti. Al cabo de un minuto te das cuenta de mi presencia, me miras, guiñas un ojo y pasas tus manos por mi cuello, jugando con él al ritmo de la música. Eres deseable, un sueño, sabes que te deseo y te aprovechas de ello. Paso mis manos por tu cintura, me acerco a ti y comienzo a copiar tus movimientos, mientras me pierdo en tus ojos y tu en los míos. Comienzas a jugar con tus manos sobre mi cuerpo, y comienzo a hacer lo mismo contigo. Acaricio tus hombros, bajo por tu espalda desnuda y llego hasta tus vaqueros. Sigo bajando, al ritmo de la música, sin dejar de mirarte. Acaricio ese culo que me vuelve loco, lo deseo, y cuando no soporto más, te doy la vuelta y te pongo de espaldas a mí. Me das un beso largo en la boca, y nos comemos las lenguas y los labios el uno al otro. Me estas excitando, y no sé cuanto más podré soportar.

Te acerco, cogida por tu cintura, y comenzamos a bailar. Frotas tu culo contra mi entrepierna como sabes que me excita, y yo te acerco más a mí. Al final acabo bajando mis manos y sujetándote contra mi cuerpo por la parte interior de tus muslos, y parece gustarte, porque te frotas aun más rápidamente, con pasión. En ese estado me abalanzo sobre tu cuello, y comienzo a comértelo, mientras pego a tu piel la humedad de mi boca. Debes de estar ya muy caliente, porque en un momento determinado me parece escuchar un gemido que se escapa de tu boca, largo y excitante, y frotas tu culito mientras intentas que mis manos asciendan de tus muslos.

Se acaba la canción, te giras y dices que vas al baño, que ahora vuelves. Te sigo con la mirada hasta la puerta. El baño está lleno y, debes de tener una urgencia, porque sales disparada rápidamente hacia la puerta, camino del exterior. Salgo detrás de ti, y no te veo, aunque no me cuesta demasiado encontrarte, y lo que veo te aseguro que me sorprende. Te encuentro en un callejón lateral, entre dos coches, en cuclillas. Al principio pienso que estas meando, pero no: te estás masturbando. Me miras y te pones roja, pero no paras, por lo que te tengo que parar. Te siento contra la pared, te bajo los pantalones, y comienzo a comerte el coño ahí mismo.

Cierras los ojos, acercas mi cabeza con tus manos y te preparas para disfrutar. Comienzo a lamerte ese coñito, calentito y húmedo que tienes, y no tardo en notar como te llega un orgasmo cuando te pones a gemir como loca allí mismo. No tardas en inundar mi boca de tus jugos dulces. Cuando termina tu orgasmo me acerco a ti, me siento sobre tu tripa apoyado en tus rodillas que acabas de doblar, y te doy un morreo para saborear tu boca. ¿Cuánto crees que duró? ¿No sabes decirlo? 15 minutos. Estuvimos 15 minutos comiéndonos la boca, y te aseguro que tu saliva es el más dulce manjar que he probado nunca, y me encantaría poder beberla cada día de mi vida.

Ese beso me ha recargado, así que decido recompensarte. Te quito las botas y los pantalones allí mismo, arranco tu tanga y me lo guardo en el bolsillo, pongo tus piernas sobre mis hombros y comienzo a comerte el coño de nuevo. Tardo un poco más, pero al final acabas rendida a mí y me concedes un segundo orgasmo, y en ese momento, mientras gimes y te retuerces, acelero mis besos y caricias, hasta el punto de solapar un tercer orgasmo y hacerte chillar del placer creciente que te recorre. Y no paro hasta que al final caes rendida y jadeando al suelo.

Me levanto y te contemplo, tirada en el suelo, derrotada de placer, jadeando y gimiendo, con tu coñito húmedo. Al cabo de un rato te ayudo a ponerte los pantalones, te calzo y nos volvemos a la discoteca, a seguir bailando y comiéndonos el uno al otro, hasta que esa noche te dejo en tu casa con la promesa de vernos al día siguiente, para continuar. No sé si al final te atreverás, pero al menos me he quedado con tu tanguita en mi bolsillo como regalo. Ya me parecía a mí que tus vaqueros estaban muy húmedos cuando te deje en casa...