Baile en la fiesta del barrio

Me gusta bailar con la madura vecina de mi mamá.

Estas bailando........¡Te encanta bailar!, y normalmente siempre lo haces sola, a tu marido no le gusta. Son las fiestas patronales de la ciudad y por los distintos barrios se han organizado diversos bailes populares, se reúnen los vecinos para pasar un rato de animada diversión, bailando, comiendo y sobre todo bebiendo mucho.

En un cruce de calles se monta un escenario, un grupo de músicos con su correspondiente cantante ocupan el escenario. Hacen las delicias de los asistentes mezclando un popurrí de canciones, unas ligeras, otras mas antiguas que invitan a bailar en pareja y otras que fomentan los apretones y tropezones entre el público asistente.

Se mezclan, grandes con pequeños, parejas con gente suelta, es un pequeño desmadre y eso le da su carácter de fiesta popular.

He vuelvo al barrio donde me crie, al barrio donde viven mis padres, y también donde vive mi antigua vecina Regina. Es una mujer de la edad de mi madre, que se conserva bien y que todavía simboliza mi ideal de mujer hermosa. Es muy atractiva igual que cuando yo era un adolescente.

Por aquel entonces la espiaba desde mi casa, esperando verla aparecer tras la ventana del baño. ¡uy…muchas vivencias pasadas! ¡Cuántas noches esperando para verla en camison o en bragas. Nos hemos reencontrado después de muchos años. No encuentro una explicación sencilla a lo que sucede, tenemos una apasionada aventura juntos.

Ella es una mujer madura, llena de vida que no se resiste a languidecer junto a un marido aburrido. Yo soy un hombre joven con mucha vitalidad y ganas de aprender disfrutando. Con quien mejor  que con una una mujer madura,  que hace unos años fue el símbolo del amor platónico entre un joven y su atractiva vecina que casi le triplica la edad.

Esta noche ha salido con su marido a disfrutar de la fiesta. Pronto te ha sustituido por unas cervezas del improvisado bar callejero. Por eso no le ha importado que se  te vaya en medio del bullicio a bailar sola.

Regina nota como una mano cuidadosa y a la vez que fuerte y segura se pone sobre su cintura....no se quiere girar,  no sabe a quien vas a encontrar detrás… quiere seguir sintiendo ese escalofrío por su cuerpo....quiere que la duda dure toda la noche.

—     Te dije que vendría al baile y aquí me tienes —le digo a Regina cuando finalmente se vuelve para comprobar quien es quien le pone la mano encima.

—     Te lo prometí…y aquí estoy…—l

Finalmente se da la vuelta, y ahí estoy yo. Mis ojos se clavan en ti, en tus ojos, en tu pelo, en tu cuerpo. Se apoya en mi brazo para mirarme emocionada, le tiemblan las piernas y teme que alguien la vea tan emocionada.

—     ¡Que alegría me das!. Estoy con mi marido, mi hija menor no sé por dónde anda. Me había animado a bailar sola… en medio de tanta gente no se nota— tras unos segundos que parecen una eternidad una sonrisa se dibuja en tu cara.

Aprovecho su desconcierto para tomarla de la mano, mientras balbucea no sé que cosas, la arrastro hacia el centro de la pista de baile. Lo hago con cierta prisa, temo que se niegue a acompañarme por miedo a que alguien preste atención a nuestro encuentro.

Antes que se dé cuenta, la tengo cogida por la cintura y damos juntos nuestros primeros pasos de baile de una melodía caribeña muy alegre y pegadiza. La hago voltear rápido, caminar de puntillas sobre una nube, alejarte de mí y volver a mi lado juntando nuestros cuerpos con fuerza.

Nadie podrá decir nada malo de nosotros…solamente estamos bailando…algunos nos conocen, todos saben que soy el hijo de la señora Asunción y que Regina es su vecina de toda la vida.

Mi mano se posa delicada sobre la tela de tu camisa y noto la calidez de tu piel. Tu cuerpo se mueve alegre y desenvuelto, mientras tu rostro refleja tu pasión por el baile.

Intuyo que este placer será, a pesar de todo siento como la pasión me impulsa a tomarte, a soltarte, a hacerte girar a mi alrededor, a hacer contonear tus caderas violentamente, a acercar tu pecho contra el mío, a olerte, a oírte jadear, a sentir como resoplas alegre... a verte disfrutar del baile, de la música... de la pasión.

Ver cómo te mueves es ... estimulante...es sensual... es una delicia!!!. Una mujer de cincuenta que conserva la gracia de los movimiento de una mujer joven. Tu melena cae sobre los ojos y después de sacudir la cabeza hacia atrás, te muerdes los labios y te acercas provocativa.... ¿qué pretendes hacer? Aquí delante de todo el barrio no es el momento…

Te fundes decidida a mi cuerpo y los lanzamos a interpretar una danza interminable llena de seducción y erotismo. Tu y yo solos, cegados por la pasión nos abrazamos, hacemos chocar nuestros cuerpos y rozar nuestros labios lascivamente.

Estar con ella me estimula tanto que tengo una erección enorme. Cada vez que puedo me aprieto con su cuerpo y le hago sentir lo dura y gorda que se me ha puesto. Por unos momentos olvidamos que otras personas nos acompañan, nadie puede sospechar la pasión que inspira nuestros pasos.

Entre la gente veo avanzar su marido hacia nosotros, bruscamente te arranca de mis brazos y os alejáis de mi abriéndoos paso entre la gente que baila despreocupada. Apenas ha dado tiempo para saludarnos; su marido , ya está cansado de la fiesta y quiere volver a casa

Me quedo solo por un instante. Luego corro tras de ti, salgo de la zona de baile te encuentro y te hago señas de que luego te llamare por teléfono. Ahora aunque te separes de mí, tengo tu número en la memoria y tú tienes el mío ¡Seguro que nos encontraremos la forma de reunirnos!

Os sigo hasta llegar a la entrada de tu casa. Tu marido ya se ido escaleras arriba. Rápidamente buscas tu móvil, marcas mi numero y esperas contestación.

—     te estaba esperando— digo por el móvil mientras me pongo delante de la cristalera del portal para que puedas verme, estoy a tan solo un metro de ti.

Me abres la puerta y nos fundimos en un largo y excitante beso. Mientras nuestros cuerpos se encuentran en un apasionado abrazo, buscamos un rincón discreto del portal para celebrar nuestro encuentro. Todo el vecindrio está en la fiesta y el rincon oscuro de la entrada resulta ser un sitio discreto.

Allí nos acariciamos como dos adolescentes. Pongo mi mano sobre tu pecho, desabrocho tu camisa y acaricio la fina tela del sostén. Siento tu corazón palpitar acelerando, también siento como se marca la redondez de tu seno y el bulto del pezón.

Nuestras lenguas se entrelazan y juguetean, nuestras manos recorren inquietas la piel del otro, nuestros cuerpos se aplastan y se buscan, mientras que nuestro corazón excitado y alegre, parece querer salir del pecho.

Te acaricio el culo por encima de la falda con mucho vuelo que vistes. Con facilidad ésta se resbala sobre tu piel y parece querer recogerse hacia arriba arrugada sobre tu cintura. Finalmente, deja al descubierto tu culito adornado por unas braguitas llenas de encajes.

Paso las manos sobre los glúteos y los aprieto acercando tu cuerpo contra el mío. Mis pulgares se cuelan entre el elástico de la cinturilla de las bragas y la piel. Bajo la mano haciendo que un cachete quede libre, luego el otro. Sacas un poco el culo hacia atrás. El elástico queda justo debajo de la redondez del culo.

Por delante, las braguitas se han arrugado un poco. Lo justo para mostrar el principio del triángulo poblado de pelos oscuros que adornan tu sexo. Cruzas un poco las piernas y las braguitas caen al suelo dulcemente como los copos de nieve, y te ofreces a mi ardiente y esplendida.

Me desabrocho el cinturón y hago caer hasta los tobillos mi pantalón y los calzoncillos. Siento tus piernas enlazarse alrededor de mi cintura y como tus brazos se aferran a mi espalda. Nuestros cuerpos permanecen unidos, mientras tu barbilla reposa sobre mi hombro. Tus pechos quedan aplastados contra mi cuerpo y siento palpitar tu corazón.

Mientras acaricio tus nalgas, te siento temblorosa presa de la excitación y el morbo de la situación. Seria inexplicable si alguien nos sorprendiese así. No te atreves a dejarte caer, a abandonarte al deseo, y sentirme dentro de ti.

Yo siento una necesidad imparable de darte muestras de mi pasión. Llevo ambas manos deslizándolas sobre tu espalda hasta tus hombros. Te sujeto con fuerza y te obligo a descender.

Poco a poco mi pene se va incrustando en tu conchita húmeda y ardiente. Finalmente aflojas el abrazo y te dejas caer totalmente, mi pene se clava en tu chochito mientras se te escapan unos gemidos de dolor y de placer al sentir como tus carnes se abren con violencia ante mi polla completamente hinchada.

Nos movemos como dos animales; tu subiendo y bajando las caderas, y yo moviendo mi culo atrás y adelante para conseguir penetraciones más rápidas y cada vez más profundas. Tus jadeos junto a mi oído me excitan mucho mas. Tus manos se colocan alrededor de mi cuello y todo tu cuerpo parece poseído por una desesperada agitación.

En volandas te llevo hasta un rincón, donde puedo apoyar tu culo. Eso me permite mayor libertad que  aprovecho para embestir con furia, sin reposo, con energía y rapidez hasta que te abrazas alrededor de mis hombros y mi cuello.

Me clavas las uñas, gimes y suspiras con fuerza. Siento que ya ha llegado tu momento. Las contracciones de tu vagina me proporcionan un estímulo adicional y yo también me corro mientras aprieto el culo para poder meterla hasta el tope.

Pasan unos instantes dulces, maravillosos, irrepetibles. Ahora siento flaquear mis piernas. Siento que las hormonas ya no me ayudan a soportar tu peso, y te ayudo a descabalgar. Ha sido estupendo. Te alisas la falda y recompones la camisa.

Con cierta coquetería, te pasas la mano por el pelo. (No hacía falta....estas maravillosamente bella!). Mientras me miras con una cara radiante de felicidad, te diriges hacia el ascensor para volver a casa donde te espera tu marido. ¿Qué debe estar pensando sobre tu inusual retraso?

Continuará...