Baile en la Disco, final
Lo que bien inicia, bien acaba...
Baile en la Disco, final
…y hasta ahora solo era el comienzo.
No se cuanto duré temblando con los ojos cerrados y las piernas abiertas, fue increíble, poco a poco fui recobrando la conciencia, en donde estaba, con quién estaba; mi esposo, …; ¿mi esposo?; abrí los ojos y lo busqué, estaba de pie, al lado de la cama, viéndome con los ojos entrecerrados, sonriendo, tocándose el pene que se había sacado del pantalón, lo vi más grande, mas duro que nunca, me levanté a tocarlo, quería comérmelo, quería con mi boca decirle a su pene lo mucho que lo necesitaba, lo mucho que acababa de disfrutar y lo mucho que quería que él también gozara; lo besé, lo lamí, lo apreté con mis manos; y finalmente lo metí en mi boca, quería que lo empujara, que me ahogara, pero mi esposo se quedó quieto, levante la mirada y vi que estaba a punto de correrse, no dejé que lo sacara, lo aprete de las nalgas para que me inundara con su esencia y descargó todo el placer que tenía concentrado en ese fuego que recorría mi garganta y me calmaba; era exactamente lo que quería, que mi amado esposo se regara en mí, que me inundara con su deseo que me inflara de gusto; lo disfruté sin quitarle la mirada; su respiración se fue calmando a medida que su pene aflojaba un poco la presión en mi boca aunque no perdía su erección; lo sacó poco a poco, como queriendo sentir toda mi boca a su alrededor, al salir le besé el glande con dulzura.
Mi esposo me acostó nuevamente en la cama, esta vez a lo largo y él se acostó conmigo, nos abrazamos y nos besamos plácidamente volviendo a retomar ese impulso vertiginoso que nos llevaría a más placer; sentí que Antonio se acostaba a mi espalda, luego sentí su duro pene contra mis nalgas, me pegué para sentirlo más cerca, me tomó de la cintura y me halo hacia él para poner su pene entre mis nalgas, quería llegar a rozarme el ano, entendí sus intenciones y volteé a mirarlo, nos besamos mientras mi esposo me besaba los senos y acariciaba la vulva, me estaba dejando arrastrar a una caída de éxtasis impresionante, sentí que esos dos hombres, mi esposo, mi amado esposo y ese extraño me volverían loca de placer y me abandoné; me subí en mi esposo, su pene estaba cerca de mi vagina, no hacia falta direccionarlo, solo encontró el camino muy listo, muy mojado, me penetró, suave y permanente, sintiendo cada pedazo de mí, lo sentí más duro que nunca, me llegó hasta más adentro de lo que alguna vez haya llegado, me empecé a mover con frenesí, él me apretó los pezones, estaban tan duros, y comenzó a moverse hacia arriba, tratando de llegar más al fondo, sentía como sus testículos llegaban a tocar mis nalgas.
Antonio no se quedó quieto, se puso detrás y empezó a besarme el cuello mientras me acariciaba las nalgas, sentir su respiración en mis oídos, su boca en mi cuello, su pecho en mi espalda y sus manos en mis nalgas me encendían más y más; mi esposo me tomó del cuello e hizo que bajara mi pecho para besarlo, sentí que perdía algo de profundidad su pene, pero el rozamiento hacia el clítoris aumentaba, nos besamos con hambre; Antonio me penetró con un dedo por el ano, me sentí muy bien, relajada, lista para lo que fuera; luego metió otro y empezó a meterlos y sacarlos despacio, luego los giraba, me dilataba bien, los sacaba y los metía cada vez más rápido, luego, muy de prisa, los saco y metió tres o cuatro, no sé, pero me gustó mucho, sentí que me abría mucho, sentí que llegaba otro orgasmo, mi esposo me apretaba más aún sin dejar de besarme, él sabia lo que seguía y yo también; aunque nunca esperaba lo que sentí, me sacó los dedos y penetró todo su glande en mi dilatado ano….No sé como describirlo, fue absolutamente angustiante, doloroso y muy pero muy placentero, fue sublime, casi me desmayo del gusto, me sentí totalmente llena y aún no había metido todo el pene.
Poco a poco lo dejó entrar en mí, me tomó de los hombros y sentí como me inundaba de pene todo mi trasero, es la sensación más placentera que he vivido hasta ese momento, me dejé caer desfallecida sobre mi esposo que me besaba todo el rostro mientras disfrutaba de un orgasmo más; tantas veces mi esposo me había sugerido que quería que experimentara una doble penetración y tantas veces yo le decía que estaba loco, que nunca lo haría; y allí estaba, con dos penes dentro de mí, gozando como nunca y dispuesta a volverlo a vivir; gracias amado mío, gracias.