Bailar en los tiempos del COVID

En los tiempos preCOVID la moda del baile, era fácil de seguir; en los tiempos del COVID, bailar ha sido como beber ante la ley seca. Esto solo es una historia de ficción en mi cabeza, pero me consta; que el baile ha proliferado de un modo similar, en la realidad y no es que lo apoye o lo critique.

Bailar en los tiempos del COVID

Introducción

(Búscame por mi nombre de autor, para estar al loro de mis escritos)

Antes era profesor de baile, la verdad es que desde que empezó todo esto del virus; he estado viviendo de los ahorros, hace poco me apunte a clases de baile para intentar recuperar esa parte de mi que se oxidaba poco a poco y día tras día…por no utilizarla. He empezado casi de 0, pero por increíble que parezca el baile es como montar en bicicleta y nunca se olvida del todo; por lo que avanzo más rápido que los demás, el baile esta en mi interior y solo me hace falta práctica.

Pero aunque avanzo rápido, con una academia lo veo lento; me apunto a dos, luego a tres y porque no me da el tiempo ni el dinero para una cuarta. Academias hay a patadas, profesores muchísimos; solo hay un problema, no me terminare de recuperar del todo sin sociales.

Hago muchos conocidos en las academias, a la gente le gusta como bailo; aunque a mi personalmente ahora mismo, no. Me tontean algunas mujeres, pero no es lo que me interesa; ahora mismo, tengo problemas mas grandes que las mujeres.

Un día…dos chicas tras la clase, una morena y otra castaña de pelo rizado.

—   Hola, bailas muy bien. – me dice la morena.

—   Gracias, pero antes bailaba mejor; ahora es que estoy falto de práctica. – me excuso avergonzado.

—   Anda ya, si eres el mejor de los alumnos de la clase. – dice la otra.

—   Vaya, gracias.  – me ruborizo un poco.

—   ¿tienes algo que hacer el domingo? – me pregunta la primera que me hablo.

—   No, ¿por? – pregunto, extrañado; por esa curiosa proposición.

—   Nosotras vamos a bailar a un sitio seguro. – suelta la morena.

—   ¿seguro? – pregunto, para ver a que se refiere.

—   Con cámaras, no tendríamos problemas con la policía ni nada. – me explica la del pelo rizado.

—   ¿puedo pensármelo? – les pregunto.

—   Si, claro que sí; pero no tardes, que hay que meterte en lista...si vas a venir. – me cuenta la morena.

—   Bueno, dadme vuestros números y ya os digo. – dejo caer, sacando el móvil.

—   Toma, te daré el mío. – se ofrece la del pelo rizado.

Apunto su número, nos despedimos; me dicen que me lo piense, así que toca eso…pensárselo.