¿Bailamos? 19. Una mañana fuera de lo comun

Pedro se despierta echo un lio, Leti le ayuda un poco; luego recibe una visita que no esperaba, más tarde otra y su vida queda convertida otra cosa. Por un lado, puede que se esté encauzando y por otro; su vida se está yendo a la mierda, incluso puede reventar en cualquier momento.

¿Bailamos?

Capitulo 19. Una mañana fuera de la común

Despierto, por decir algo; porque no hemos dormido, salvo alguna pequeña cabezada entre polvo y polvo.

-      Toc, toc. – suelta Leti, entre besos en los labios juguetones.

Le contesto los besos medio dormido, pero no contesto.

-      ¿Estás ahí? – pregunta sonriendo, lo noto porque lo hace pegada a mi cara.

-      No estoy – digo, dándome la vuelta en la cama; queriendo dormir.

-      ¿no? Tendré que buscarte entonces… ¿no le prometiste a la coneja saciarla? – me pregunta para picarme.

Me la agarra y me la manosea, refregando sus pechos por mi espalda; besando mi cuello, contra todo pronóstico mi arma sigue subiendo.

-      ¿estas, loca? Si ya he perdido la cuenta… ¿quieres más? – le pregunto, dándome la vuelta.

-      Siempre – ríe, con cara de viciosa.

Se pega más a mí, abre las piernas y se la mete de frente; me duele y por su cara sé que a ella también, pero la muy bruta sigue.

-      ¿te gusta? – me pregunta.

-      Y me duele – me quejo.

-      Mejor – sonríe

-      ¿mejor? – pregunto, mirando su cara sin poder descifrarla.

-      Asi no solo te doy placer, te doy gusto; dolor, morbo… - enumera, demostrando que está muy loca.

-      Estas, loca. – rio divertido.

Poco a poco se va poniendo más húmeda, el dolor se va reemplazando por placer; segundo a segundo el gusto va volviendo a nuestras partes, mientras nos deleitamos con los labios y el cuerpo del otro. La agarro de las nalgas intentando que entre más profundo pero el ángulo de penetración no lo permite, ella sonríe; agarra mi nuca y hace más profundos los besos, impidiendo que me retire lo más mínimo.

-      ¿quieres más? – me pregunta, divertida.

-      Sí, quiero más. – Le pido, sincerándome.

Ella levanta una pierna, provocando que le entre un poco más; pero no mucho más, sus gemidos y el dolor aumentan paulatinamente.

-      ¿mas? – me pregunta.

-      Mas – pido.

Ella se da la vuelta y eleva el trasero, entonces la introduzco entera; ella gime y yo resoplo, me está dando un gran placer.

-      Mmm…sigue, que gusto. – me pide.

-      Ahhh, no veas como estas. – comento.

Voy haciendo las estocadas, más lentas y profundas; haciéndola llegar a un orgasmo brutal, caído desmadejado sobre la cama y ella se sienta sobre mi palo erecto.

-      ¿Qué haces? – le pregunto sorprendido.

-      Ahora te toca a ti. – contesta, empezando a moverse rápido.

Mientras ella está en la ducha, llaman a la puerta al timbre; viendo que es domingo, me sorprendo ya que no espero visita hoy. Me pongo los bóxers, abro la puerta y veo a Cristina llorando y con una maleta…nada más abrir, se me abraza.

-      ¿Qué te pasa, Cristina? – le pregunto sorprendido.

-      Alberto, me ha dejado. – me llora y aprieta fuerte.

-      ¿Qué paso? – le pregunto, intrigado.

-      Llevo un tiempo diciéndole que no…solo puedo pensar en ti, asi que no tengo ganas de hacerlo con el. – me confiesa.

-      Ven, pasa; entra. – la invito a pasar.

Ella se sienta en el sofá.

-      ¿quieres algo? – le pregunto.

-      ¿Un abrazo? – me pide.

Cierro la puerta, suspiro; la abrazo.

-      Me gusta cómo me has recibido. – sonríe entre lágrimas.

-      Aquí siempre te recibiré, ya lo sabes. – le contesto acariciando su mejilla.

-      ¿Puedo quedarme aquí, contigo? – me pregunta, esperanzada.

-      Sí, claro; quédate, sin problema. – digo, entonces ella mira el baño.

-      ¿Quién hay en el baño, Pedro? – me pregunta.

Sonrío, ella se dirige al baño; lo abre y ve a Leti duchándose que la saluda, tan tranquila.

-      ¿estas con ella? – me pregunta, cerrando la puerta a Leti.

-      No, estoy igual que contigo, María y con ella. – confieso tan tranquila.

-      ¿Y ahora que no tengo novio, no serás solo para mí? – me pregunta tensa.

-      Lo hablare con María y una vez lo hable con ella, te diré que haremos a partir de ahora. – respondo, pensativo.

-      ¿Y con ella? – me pregunta, señalando al baño.

-      Con ella, este es el de despedida. – sonrío y ella me sonríe.

-      Entiendo, ¿lo disfrutaste? – me pregunta curiosa.

-      Si, cada una tiene su encanto; ya sabes, siempre lo disfruto. – contesto, mientras la consuelo; le hago un hueco en el armario y al rato Leti, sale desnuda y la saluda.

-      Hola, ¿eres Cristina no? – le pregunta.

-      Si, tu Leti; ¿alumna de Miguel? – intenta cerciorarse.

-      Si, ¿también te lo tiras? – Quiere saber Leti.

-      Si – responde tímida Cristina.

-      No veas, es un semental; tiene a la gata, la coneja y la perra babeando por él. – me abraza desnuda y Cristina la mira un poco raro.

-      Es un juego de palabras, la gata es María; la coneja ella y la perra supongo tú. – sonrío, pero Cristina tuerce el gesto.

-      ¿Lo sabe? – me interroga, agarrando mi brazo.

-      Nos atrapo ayer, al comérmela; sabia a un coño que no era el suyo. – me sincero. – pero tranquila, está un poco loca; pero no dirá nada. – suelto, haciendo sonreír a Cristina.

-      Estoy muy loca, pero Pedro es proporcionalmente muy caballero; asi que minimiza el impacto, para que no pienses mal de mí sin saber que ni para ti ni para mi va a ser malo estar loca. – explica Leti.

-      Entiendo, asi que la perra…me gusta, me gusta hacerlo al perrito. – confiesa Cristina.

-      ¿Verdad? – ríe divertida Leti.

-      Bueno, voy a la ducha; llevaos bien, ¿vale? – les pido, cogiendo la ropa; para ducharme.

Llaman a la puerta.

-      Joder, hoy es un día; fuera de lo común. – protesto, voy a la puerta; la abro y quedo totalmente sorprendido, veo a otra chica con una maleta y esta de espaldas.

-      ¿si? – digo sin reconocerla en un primer momento.

-      Hola Pedro… - dice la voz de María, se ha teñido de pelirroja; se ha cortado el pelo, viene vestida con un vestido ceñido y por eso no la reconocí de espaldas.

-      ¿María? – pregunto, sorprendido.

-      Pedro… - suelta, dándose la vuelta; está llorando, me quedo sorprendido.

Al ver la maleta junto a ella, mi alarma interior; se activa, recuerdo lo que me paso con Cristina minutos antes.

-      ¿lo has dejado con Miguel y quieres vivir aquí? – pregunto y ella abre perpleja la boca.

-      ¿Cómo lo sabes? – me pregunta.

-      Nada, tonterías mías; pasa anda. – la dejo pasar.

-      ¿Eso es un sí? – me pregunta.

-      Es un sí, pero tenemos que hablar. – comunico, ella pone cara rara y se sienta en el salón.

Agarra mis manos.

-      Dime – suelta nerviosa.

-      Cristina me ha pedido justo lo mismo. – le confieso.

-      ¿Y tú que le has dicho? – me pregunta, más nerviosa; incluso aprieta sus manos con las mías.

-      Que tenía que hablarlo contigo. – digo sin decir opinión alguna mía ni mostrar sentimiento alguno.

-      ¿Qué propones? – añade, atacada.

-      No lo sé, os quiero a las dos; pero si el novio la ha dejado por mi culpa, no puedo simplemente dejarla de lado. – confieso, temiendo perder a María.

-      Eso te honra, ¿pero y que hay de mí? – me pregunta con cara de cordero degollado.

-      A ti te quiero mucho y no te quiero perder, bajo ningún concepto. – determino muy seguro de lo que digo.

-      ¿Y qué quieres estar con las dos? – me pregunta sin salir de su asombro.

-      … - no puedo responder y simplemente agacho la cabeza, lo dice como si sonara mal; a mí no me suena nada mal, la verdad.

-      No puedes estar con las dos, yo he dejado a Miguel para estar contigo; no puedes hacerme esto. – dice enfadándose.

-      ¿Quién te dice que no? – pregunta Leti, apareciendo en el salón; como dios la trajo al mundo.

-      ¿Qué? – repite María, sorprendida; a la par que furiosa.

-      Que ¿Quién te dice que no puede estar con las dos? Es una tontería perder un amor de verdad, por convencionalismos sociales. – suelta Leti, recogiendo la ropa que dejamos por el salón ayer; tan tranquila.

-      ¿Esto de que va? ¿Qué ganas tu? – pregunta Maria, poniéndose en pie.

-      Esto es un buen consejo y tristemente, soy la única aquí que no gana nada; tu ganas una mejor amiga y hermana, a un semental…yo solo pierdo. – confiesa siendo fría. - ¿verdad, Cristina? – suelta, haciendo que Maria; alce una ceja.

Cristina sale del cuarto, llorando; se acerca lento a María, esta retrocede.

-      A mí me dejo Alberto, ¿me das un abrazo? Por favor. – le pide Cristina lloriqueando y María deja de retroceder abrazándola.

Pedro se levanta y abraza a las dos.

-      Qué bonita escena – aprecia Leti.

-      No creo que sea buena idea – niega María.

-      A mí no me importaría compartir a Pedro contigo, sabemos de sobra que tiene energías y tiempo; para complacernos a las dos, incluso debo admitir que me gustaría.

-      ¿te gustaría? – se sorprende María

-      Sí, creo que sí. – admite Cristina.

-      ¿Por qué? – pregunta María.

-      Pedro no es un tipo fácil de complacer, ya has visto que nos ha dejado escaldada a las dos y el sigue con ganas de más; imagina complacerlo yo sola, terminaría dimitiendo. – explica Cristina.

-      A las tres, me tiene la raja; al rojo vivo. – confiesa Leti, ganándose una sonrisa de mi parte; una mala mirada de María y una risotada, de Cristina.

-      Bueno, podríamos intentar…solo una cosa, durante un año estaremos en secreto en el mundo del baile le he prometido a Miguel eso. – argumenta no muy convencida.

-      Gracias, hermana. – abraza con fuerza Cristina.

-      Lo entiendo, no hay problema con eso. – acepto y Leti nos abraza desnuda.

-      ¿Podríamos celebrarlo, no? – comenta, haciendo gestos obscenos.

-      Me parece que no – niega María

-      Quizá otro día – acepta Cristina.

-      ¿Cristina? – pregunta María incrédula.

-      ¿Qué? Me gusto el trio. – sonríe, haciendo reír a mí y a Leti.

María resopla.

-      La que me ha caído con vosotros… - suelta, tocándose la frente. – y tu vístete ya. – le ordena a Leti.

Haciéndonos reír a los demás.

-      ¿seguro que no queréis? – dice Leti con la ropa en la mano.

Provocando que hasta María se ría, negando con la cabeza.