BAD BROMANCE 3: Papá

El padre de Dani y Hugo les pilla en plena acción, lo que tendrá consecuencias.

Me habían petado. Enculado. Follado el ano. Sodomizado. La forma de llamarlo daba igual, lo que me importaba era que desde el momento en el que esa polla entró en mi culo me había convertido en algo que nunca hubiese imaginado en mis 15 años de vida: en un maricón. Y es que si me lo hubiesen hecho y no me hubiese gustado, vale, pero me lo han hecho y me ha encantado. Ahora, amo las pollas, me encanta chuparlas y tragarme el semen. Y donde estén unos buenos pectorales que se quiten las tetas. En menos de una semana he pasado de encantarme el cuerpo de una tía a parecerme completamente indiferente y de repudiar el de un tío a adorarlo.

Pero desde luego lo peor de la historia de mi amariconamiento no es eso. Lo peor es que el hombre que me ha convertido en homosexual es nada más y nada menos que mi hermano mayor,    Hugo. Se lo contamos a alguien y nos llamaría degenerados, incluso pensaría en mandarnos a un psicólogo de cabeza. Pero bueno lo que importa es que a nosotros nos encanta y vamos a seguir haciéndolo hasta que esta historia se descubra. A veces pienso en lo que pasaría si mi padre se enterase… no vivíamos para contarlo. Facha como es él, nos corta la polla y le da los restos a unos gatos callejeros.

Otro de los problemas que había era mi novia Laura. Yo la quería mucho y he pasado grandes momentos junto a ella; y para mantener las apariencias está genial. Pero yo no podía seguir jugando a dos bandas y menos con ella. Así que decidí dejarla.

Ese mismo día, después de quedar con ella, al llegar me esperaba una sorpresa tumbada en el sofá. Hugo me esperaba, completamente desnudo y con una sonrisa de oreja a oreja.

-Papá y Pablín han salido y tardarán muuucho en volver…- me dijo pícaramente mientras se metía un dedo en la boca- Además, tu preciosa polla todavía no ha catado mi hambriento culo… Y por lo que veo tiene muchas ganas.

Y es que evidentemente me había empalmado como un caballo. Mi hermano se levantó del sofá y me empezó a besar calurosamente. Ayudado por él, me quité la chaqueta, la camiseta, los playeros, lo calcetines, los pantalones… y los bóxer, ya manchados con el precum, que además se notaba bastante al ser blancos. Mi hermano se agachó y me los quitó. Seguidamente empezó a trabajar con su boca en mi polla como él sabía. Sus mamadas eran maravillosas. De una vez a otra mejoraban muchísimo. Tenía la impresión de que practicaba con otros, pero prefería no preguntarle. Me la estaba haciendo tan bien, y como yo llevaba bastantes días sin descargar, empecé a notar que me iba a correr inminentemente.

-Hugo, tío, para…- dije entre gemidos- que me voy a correr y la verdad es que prefiero hacerlo en otro sitio.

  • Uy, perdón… es que cuando me pongo… - dijo sonriendo- Bueno, al menos ya está bien lubricada.

  • ¿Tienes condones?- pregunté.

  • No… - me contestó- pero no creo que me hagan falta. Tú no tienes nada y yo tampoco. Y embarazado no me voy a quedar.

A mí me parecía un poco irresponsable pero la verdad es que un poco de razón tenía. Se colocó a cuatro patas en el sofá con el culo completamente en pompa.

  • Venga, no esperes más- dijo mirando para atrás- Clávamela ya.

  • Oye… - dije tímidamente- Verás, es que me da un pelín de asco lo de chuparte el culo… preferiría no hacerlo…

  • Pues no lo hagas- me dijo secamente- Ya la tienes bien mojadita y con unos dedillos yo creo que ya estaría bien dilatado.

  • Una cosa…- quise preguntar- ¿Ya te han follado el culo?

  • ¡Por supuesto que no! – dijo sorprendido- ¿Quién me lo va a follar? Además me estoy reservando para ti… así que venga, no esperes ni un minuto más.

Yo procedí tímidamente. Mojé mis dedos en saliva, echando algún escupitajo, y empecé a meterlos en el precioso culo de mi hermano. No estaba depilado, de hecho tenía bastantes pelos, pero me pareció muy sexy. El primer dedo entró fácilmente. Demasiado, diría yo. El segundo costó un poco más, pero también pasó. Con el tercero hubo un poco más de problema, así que decidí lanzarme, quizá debido a lo cachondo que estaba, y empecé a lamerle el culo fuertemente.

-Muy bien, así me gusta Dani, que rápido aprendes y que bien lo haces- dijo Hugo dándome su aprobación y haciéndome sentir realmente orgulloso.

Después de chupárselo bien, decidí intentar meter el tercer dedo, que después de ese beso negro entró perfectamente. Los metí y saqué todos juntos unas cuantas veces.

  • Perfecto, cariño- dijo Hugo muy sensualmente- Ahora empieza a usar tu arma.

“Cariño”. Ese apelativo utilizado por mi hermano me marcó, y me quedé traspuesto por unos momentos. Pero de repente volví en mí y vi ese precioso culo que me estaba esperando, así que decidí ponerme en acción. Me puse en la postura adecuada y le fui metiendo poco a poco mi polla, que ya estaba a punto de reventar. Intenté imitarle con un ritmo lento y sin meterla del todo, pero pronto comprendí que mi hermano iba más rápido.

  • Coño, hermanito, no te andes con mariconadas, que yo ya soy un hombre hecho y derecho. Así que venga, métela del todo y con un buen ritmo.

Lo capté a la primera y se la metí enterita. Lo que más me sorprendió fue que no soltó ni un gritito de dolor, con todo lo que me había dolido a mí. Confiado en que mi hermano era de verdad un “hombre hecho y derecho” aumenté la velocidad y empecé a metérsela y sacársela como si no hubiese un mañana. El ritmo que había cogido era frenético, ambos gemíamos y gritábamos de placer, y justo cuando empecé a notar que estaba a punto de correrme…

  • ¡¿QUÉ COJONES ESTÁIS HACIENDO, MARICONES DE MIERDA?!

El rugido que soltó mi padre hizo que inmediatamente sacase mi polla de mi hermano y me girase muerto de miedo y sin saber dónde meterme.

  • Papá, por favor…

Intenté excusarme pero tan solo pude balbucear esas tres palabras antes de que la mano abierta de mi padre me diese en plena cara. Me dio tan fuerte que me tiró al suelo y por poco me doy contra la esquina de la mesa. Cuando ya estaba en el suelo me dio una patada en la barriga con todas sus fuerzas. Sin embargo, ni con esas consiguió que el empalme que tenía se bajase. A mi hermano, en cambio, se le había encogido tanto que parecía que volvía a tener seis años.

  • Papá, podemos explicarlo…

A él tampoco le dio tiempo a acabar la frase ya que mi padre se lanzó a él como un oso pardo que se lanza hacia su presa. Le dio un fortísimo rodillazo en la barriga que le dejo tirando en el suelo para después pegarle una ostia en la cara de la que caía el suelo.

  • Me dais auténtico asco. Me avergüenzo de tener unos hijos como vosotros. Ahora lo que vais a hacer es meteros cada uno en su habitación con la puerta abierta de par en par, y tenéis terminantemente prohibido salir sin que antes yo lo sepa. Cuando yo salga de casa, uno de vosotros saldrá también y el otro se quedará aquí, completamente cerrado. Como intentéis engañarme, os juro que os interno a los dos.

Y con las mismas se fue a la cocina a preparar la cena.

Mi hermano y yo, ambos tirados en el suelo recubiertos con un poco de sangre, nos miramos durante unos segundos, y sin mediar palabra, cada uno cogió su ropa y nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones con la puerta bien abierta, como nuestro patriarca nos indicó hace unos segundos. Yo, sin poder evitarlo, tuve que hacerme una paja para acabar la faena que había empezado hace unos minutos y supe perfectamente que mi hermano hizo lo mismo.

Durante la siguiente semana el ambiente estuvo muy tenso y la convivencia fue muy complicada. Estuvimos días enteros sin hablarnos entre nosotros, y Pablín empezaba a mosquearse y a preguntar que nos había pasado. Evidentemente, nadie le dijo la verdad. Pero poco a poco, por el bien de todos, tanto Hugo como yo empezamos a volver a hablarnos con nuestro padre, y nos sorprendió que él hiciera como si no hubiese pasado nada, sin volver a mencionar el tema.

Ya habían pasado varias semanas, y un día como cualquier otro yo me estaba duchando con la puerta abierta, siguiendo las normas marcadas. Inesperadamente, entró mi padre en el baño con tan sólo una toalla puesta en la cintura y empezó a afeitarse. Como tenía la puerta abierta el espejo no se había empañado, y la mampara estaba colocada de tal manera que mi padre me veía perfectamente el cuerpo entero y él sabía que yo me estaba dando cuenta. Empezó a poner unas caras un tanto extrañas, como de vicioso. Yo me di la vuelta para sentirme menos incómodo, ya que con el morbo de la situación estaba empezando a empalmarme.

  • No la escondas hijo, si eso que tienes entre las piernas es digno de enseñar- me dijo tan normal- Se nota que has salido a tu padre.

Miré hacia atrás y pude ver como mi padre se desprendía de la única prenda que le cubría y como dejaba al descubierto un precioso y descomunal pene, así como peludísimo. Yo no fui capaz de pronunciar palabra, pero no hizo falta. Papá cerró la puerta con pestillo y se metió en la ducha conmigo. Se acercó hasta que estuvo a menos de un palmo de mí y me besó. Ese beso fue tan brusco como bonito. Empezó a darme cachetes en el culo y yo no pude evitar empalmarme completamente.

  • Hijo, hoy voy a actuar de profesor- me dijo sonriendo- Te voy a poner unos deberes. Te vas a agachar y vas a empezar a usar esa boca que Dios te ha dado para lo que tú ya sabes, que seguro que tienes mucha experiencia.

Yo titubeé un poco, pero finalmente me agaché poniéndome a la altura de su gran polla, la cogí con una mano, abrí mi boca y empecé a chuparle la punta tímidamente. Al no estar él empalmado pudo metérmela entera en la boca, pero poco a poco empecé a notar como el miembro de mi padre empezaba a aumentar considerablemente de tamaño en mi boca y tuve que sacarla. No obstante, proseguí con la mamada, aunque no fui más allá de la mitad de su pene, que estaba completamente erecto.

  • ¡Ay, hijito mío!- dijo mi padre acariciándome la cabeza- Tú que nunca me has dado problemas para comer, ahora no vayas a ponerte quisquilloso. Así que venga, cómetelo todo sin protestar.

Como buen hijo que soy, obedecí, e intenté metérmela entera en la boca, pero era demasiado para mí. De repente noté la mano de papá en mi nuca y me empujó la cabeza tan bruscamente que su polla llegó hasta el fondo de mi garganta produciéndome una enorme arcada que casi me provoca el vomito. Le miré pidiendo piedad pero me miró con severidad y no hicieron falta palabras para que prosiguiera con mis “deberes”. Así que empecé a hacerle una felación como Dios manda, de la mejor forma que sabía, intentando imitar un poco a mi hermano Hugo. Pero parecía que para él no era suficiente, así que empezó a hacer el característico movimiento de pelvis y comenzó a follarme la boca salvajemente. Me la metía tan adentro que me produjo tres o cuatro arcadas pero estaba mereciendo la pena ya que los fuertes gemidos de placer que soltaba mi padre y sus frases de apoyo, tales como “venga, que lo estás haciendo genial, cariño” o “ya verás luego la recompensa” me reconfortaban mucho.

De repente, sin que yo lo esperara y sin que papá me avisara empecé a notar trallazos de semen que iban directos a mi paladar, que seguidamente derivaron en el mayor chorro de semen que he visto (en este caso sentido) jamás. Cuando mi padre sacó su enorme pene descargado de mi boca, yo la tenía completamente llena de semen. No me cabía ni una gota más. Y la verdad que me costaba tragarlo.

  • ¿No vas a quedar mal por el final, no? Trágatelo- dijo severamente.

Yo obedecí e hice pasar toda esa cantidad de leche caliente que tenía en mi boca por mi garganta, que me escoció un poco en ese momento.

  • Muy bien, así me gusta, ¿no vas a ser tú menos que tu hermano no?

  • ¿Ya habías hecho esto con Hugo?- le pregunté sorprendido.

  • Claro- río- Y le he citado para este viernes por la noche. Tu hermano Pablín va a dormir a casa de un amigo. Espero que tú no me falles.

Después de decir eso, salió de la ducha, cogió la toalla, se la puso por la cintura y salió del cuarto de baño. Yo hice lo propio y me pasé el resto de la semana deseoso de que llegase por fin ese viernes por la noche que iba a ser fantástico.

Proximamente…

BAD BROMANCE 4: EL PEQUEÑO PABLÍN

“Y pudimos ver como el mote diminutivo “Pablín” no hacía para nada referencia a lo que guardaba entre sus piernas.”