Bachiller XII - Vayamos despacio

Por fin Oscar ha dejado a Isaac, y vuelve a su ciudad, donde podrá seguir dando pasos con Alberto

Buen, apurando el tiempo, he logrado subir un nuevo relato, suerte que este no he tenido que arreglarlo mucho, estaba ya casi hecho, y espero que os guste.

Daros las gracias por vuestros comentarios, por vuestros mails y por el tiempo que dedicáis a leer mi historia, hoy he llegado a las 40.000 lecturas, no me lo puedo ni creer.

Un abrazo muy fuerte a todos


Oscar

Me gusta venir a Teruel, aquí nació mi madre, y es una ciudad que conozco como la palma de mi mano. Es cierto que no conozco a nadie excepto a mis abuelos. Pero en casa, si no quedo con mis primos también es verdad que no quedo con nadie.

Además es la única vez que veo a mis abuelos, son los únicos que me quedan, y desde que murió mi madre, bueno… digamos que con mi padre no se llevan muy bien, nunca lo hicieron, pero a mí me quieren con locura, soy su único nieto y cuando estoy con ellos  me siento muy a gusto.

Pero esta vez es diferente, ya que no puedo esperar a contar las horas para volver, ya que deseo a ver a Alberto.

Si bien es cierto, que aun no somos nada, porque yo insistí en ir lento, pero sé que lo seremos. He tardado, pero me he dado cuenta que lo quiero.

La principal razón para pedirle eso es lo mal que había ido todo con Isaac, pero ya me había dado cuenta a la legua, que Alberto no tenía nada que ver con él, es cariñoso, atento, amable, es maravilloso. Lo único que tenían en común era que los dos son terriblemente guapos.

Esos días no dejamos de hablar por whatsapp, no podía parar, le echaba de menos y así hasta las 3 de la mañana algunos días sin dejar el móvil.

Pero por fin era lunes y volvía a casa quería quedar con el cuanto antes, pero claro tenía que estar  con mi padre, al pobre sino, no lo veía casi y quería pasar tiempo conmigo.

Al fin quedaríamos el martes, y pasaríamos la tarde juntos. Ay pasar la tarde con él, la de veces que quise hacer eso con Isaac, cuand… , no, no quiero ni pensar en él, no se merece ni eso.

Quedamos pronto, a la 5 en un centro comercial, cuando llegue me estaba esperando en la puerta. Qué guapo estaba, llevaba unos pantalones beige, con un jersey negro y una cazadora marrón. Ya me había fijado que Alberto era un poco pijillo al vestir, pero me encantaba, acentuaba su aspecto de niño bueno.

-          Que ganas tenia de verte – me dio un abrazo que me elevo de suelo y me hizo poner rojo- jajajaja como te pongas rojo con cada abrazo que te dé, cambiaras de color.

-          No me importa, me gustan.  ¿Bueno y que vamos hacer?

-          Pues había pensado que nos fuéramos a tomar algo, aquí, hay un sitio de granizados estupendo, y luego vamos al cine si quieres.

-          Me parece un plan perfecto.

Lo perfecto en realidad era esta con él, fuimos a tomar un granizado, no nos pudimos contar mucho de estos días ya que nos habíamos contado todo por whatsapp, así que me pidió que le contara cosas de mí, quería saber todo de mi antes de empezar en el colegio. Yo le pregunte lo mismo, nos contamos muchas cosas, pero ambos evitamos el tema de mi madre y de sus padres, no queríamos cosas tristes.

Me di cuenta de lo distintas que habían sido nuestras vidas, la mía era prácticamente normal, pero la suya era la de un chico con muchísimo dinero, los mejores colegios, estudios en el extranjero, vida entre algodones, heredero de una gran fortuna, de una gran empresa y un futuro brillante.

En ese momento me entro una cierta desazón, porque me di cuenta de lo rematadamente rico que era Alberto, me producía miedo, miedo de ser demasiado poco para él, de no ser de su clase, pero hice lo imposible por desechar esa idea.

A las 7 fuimos al cine, una de risa, son mis preferidas, además después de la temporada que hemos llevado, nos venía bien reírnos.

Estábamos a mitad de película cuando note una mano en la mía, le vi sonreírme y entrecruce mis dedos con los suyos.

Cuando acabo la peli ya eran las 9. Era martes y no quería llegar muy tarde, por suerte donde vivo no está lejos del centro comercial, el insisto en acompañarme.

-          Pero tú ¿dónde vives?, antes no me lo has dicho, no estará muy lejos.

-          Pues sí, está un poco lejos, vivo en el Sotillo Alto.

Madre mía, Sotillo Alto es con diferencia la zona más exclusiva de la ciudad, no son casas, son mansiones, pero autenticas mansiones, con columnas en el porche, fuentes, y enormes jardines. Joder, yo nunca me he considerado pobre, tenemos dinero, pero es que lo de Alberto es mucho dinero si vive allí, dejaba como pobres a la mayoría de los de los del colegio, hasta Isaac, que yo sabía que tenía muchísimo dinero, parecía a su lado pobre, así que yo… Intente  no darle importancia, pero me estaba rayando.

-          Pero entonces ¿cómo vas a ir hasta allí?

-          No te preocupes, tengo un ático en el centro, en realidad vivo en el, ya pillare un taxi hasta allí.

Alaaaaa, y con casa también en el centro. Definitivamente no éramos de la misma clase.

-          Oye, Oscar, ¿ya tienes pensado que hacer este finde?

-          No la verdad que aun no he pensado nada, pero mañana y pasado tendré que estar con mi padre que casi no lo veo.

-          Por supuesto, pero es que si te parece, solo si tu quieres, me gustaría invitarte a cenar, pero no a restaurante, me gustaría en el ático, quiero prepararte yo la cena.

-          Claro que quiero –me encanto ese detalle – me hace un montón de ilusión.

-          ¿De verdad? ¡¡¡¡Genial!!!!

Llegamos a mi casa, y al despedirnos me dio un tierno beso en la mejilla, no podía esperar hasta el viernes para quedar con él.

-          ¿El jueves por la mañana haces algo? – pregunte-

-          Pues he quedado a tomar un café.

-          Ah, pues… no pasa nada.

-          Vente, he quedado con Cristian mi mejor amigo, así lo conoces, es muy majo, y con mi hermana que también la conoces.

-          Vale, entonces de acuerdo.

La tarde había sido estupenda, cada vez quería mas a Alberto, pero una sombra se cernía sobre mí. Alberto era un encanto, era guapo, buena persona y rico a mansalva ¿Cómo había podido alguien como él fijarse en un mindundi como yo?


El miércoles pase el día con mi padre. Yo con él siempre había tenido una relación excepcional era mi padre y mi madre y lo quería mucho, lo mismo que el a mí, por eso me gustaba pasar el día juntos.

Estábamos comiendo en un restaurante y contándole cosas sobre el futbol, cuando dije

-          Papa, este viernes me iré por ahí a cenar, lo digo por si cuando vuelvas – Se iba el viernes, por trabajo y volvía por la noche– no estoy.

-          Tranquilo Oscar, no te preocupes, me alegra que salgas, normalmente eres un hurón, pero me pregunto a que se debe que este año salgas tanto, ayer te fuiste por ahí, mañana a tomar café, el viernes a cenar.

Contando que mis mejores amigos, Germán vive en Valencia y Dani en Madrid, es cierto que en casa, soy un poco ermitaño.

-          Bueno es que he hecho este año un nuevo amigo.

-          Ahhhh, ¿es con el que fuiste al cine?

-          Si con el

-          ¿Y con el que mañana vas a tomar café?

-          Si ese – mi padre tenía una facilidad para ver a través de mi, de la misma forma que Germán, que siempre me incomodaba-

-          Bien, bien.

-          ¿Pa…pasa algo? – me estaba poniendo nervioso-

-          No, nada, ¿Que va a pasar? tráelo algún día a casa, así lo conozco, el único amigo que conozco es a Germán, y el pobre no es que viva al otro lado de la calle.

-          Si, si claro – si supieras donde vive este -

Me estaba poniendo rojo como un tomate, si bien Germán había estado en mi casa, Alberto era algo totalmente distinto. Mi padre noto mi reacción

-          Hijo, ¿hay algo que quieras decirme?

Si que había algo, mi padre era la persona más importante de mi vida, siempre había podido contar con él para todo, y quería contárselo, claro que quería, pero me daba miedo, mucho miedo.

-          Pues, papa, tu… ¿tú nunca dejarías de quererme verdad?

-          Pero que estupidez es esa, como puedes siquiera pensar eso.

-          Es que… me gustaría contarte algo.

-          Oscar me estas preocupando, ¿no te ocurrirá nada malo?

-          No, bueno, yo no lo veo malo, tu…, bueno… veras –notaba un sudor frio en mi frente – yo… yo soy…

Me agarro la mano, y sonrió

-          Hijo, no te preocupes, se lo que quieres decir, y no pasa nada.

-          No, no creo que sea lo que te imaginas.

-          A no, ¿pues qué es? – ahora le volví a notar preocupado-

-          Pues es que yo… soy – baje la voz – gay.

-          Uffff, pues eso, que ya lo imaginaba.

-          ¿¿¿¿¿¿QUE?????? – la gente que estaba alrededor se giro al oírme -

-          Hijo soy tu padre, joder, cuando has dicho que no era lo que me imaginaba, pensé que era algo malo, pero eso hace tiempo que lo sabía.

-          Pero tu…. Como…

-          Oscar, tienes muchas cualidades, ero el disimulo no es una de ellas, me he dado cuenta, como mirabas cuando salía un chico guapo en la tele o cuando íbamos a la piscina

-          Papaaaaa – me escondí tras el menú, creo que iba a explotar de vergüenza-

-          Me alegra que me lo hayas contado.

-          Papa ¿de verdad que no te importa?

-          Hijo, eres una persona, inteligente, honrada, buena y cariñosa, eso es lo que me hace sentir orgulloso de ti, y ahora el haber sido tan valiente y…. sé que tu madre ahora mismo estará tan orgullosa como yo de su hijo – se le humedecieron los ojos, y los míos también-

-          Papa, te quiero un montón

-          Venga un brindis – y me lleno la copa de vino – por mi hijo y su salida del armario.

-          Papaaaaa – me volví a poner rojo


El jueves quede con Alberto a tomar un café vino su hermana a la que ya conocía, me encantaba esa chica, pero sobretodo me gustaba verla junto a Alberto, eran tan iguales físicamente, pero tan diferentes, el tan sosegado, ella un torbellino. Su amigo Cristian también me gusto, era muy hablador – parece que la gente que rodeaba a Alberto era muy habladora, en comparación a él -, pero lo que más me sorprendió es que solo tuviera 17 años, era barba que se le intuía, esos rasgos tan marcados, era voz grave, habría jurado que tenía 21 o 22, bueno y cuando me dijo que también era gay me sorprendí aun mas.

Luego nos fuimos, Alberto quería indicarme donde tenía el ático para que fuera mañana.

-          Sabes ¿Ayer le conté a mi padre que era gay?

-          ¿A siiiiii? ¿Y qué tal fue?

-          Pues muy bien, dijo que se lo imaginaba, que – me sonroje – se me notaba como se me iban los ojos tras… los chicos.

-          Jajajajajajaja, es que se te nota, eres poco disimulado.

Joder, Germán, Isaac, mi padre, Alberto, pero ¿¿¿¿tan descarado soy????

-          Pero, pero, ¿tanto se me nota?

-          Si, chiquitín, un poco sí, pero a mí me vino bien, para saber que eras gay, mas de una vez me di cuenta que me mirabas el culo, jajajajajaja.

-          Lo … lo siento – Dios, qué vergüenza –

-          Jajajaja, que tonto- me agarro por los hombros y me atrajo hacia el – me encanta que me mires el culo – y me beso el pelo –

-          Sabes que cuando se lo conté a Germán, lo imaginaba por lo mismo

-          Normal, además para él creo que es más fácil, me parece que él también es gay.

-          ¿Y porque piensas que lo es?

-          Por la fiesta de su cumpleaños, por como miraba a ese chico amigo suyo, el camarero de la cafetería.

-          Bueno, pues, si él es gay, pero porfa no digas nada, ni que yo te lo he dicho.

-          Jajajajaja, tranquilo, Germán me cae muy bien, si algún día me lo cuenta me sorprenderé, mira aquí es el portal, es el ático.

-          Perfecto, voy a ver si cojo el autobús, ¿sobre qué hora me paso?

-          Pásate a eso de las 7:30 – me atrajo hacia él y me beso en la mejilla – ponte guapo.

Me fui a casa contando los segundos para volver estar con él.

Estaba en la puerta ante el ático de Alberto, me había puesto guapo como me dijo, unos pantalones negros que me hacían muy buen tipo, una camisa negra , con rayas blancas verticales, y unos zapatos oscuros, me arregle el pelo, poniéndome el flequillo de punta.

Llame a la puerta y abrió, joder, que guapo iba, con unos pantalones negro claro, una camisa azul mate, y una corbata también azul tornasolada.

-          Qué guapo te has puesto chiquitín

-          No tanto como tú.

Entre y me dio un fuerte abrazo acompañado de un beso en los labios.

-          Siéntate ponte cómodo, la comida estará en un poco

Me gustaba el ático, tras todo lo que sabía de él me imagina un loft tipo las pelis americanas. Pero no, era muy hogareño. Un comedor con un sofá, televisor y mesa, separado de la cocina por una barra americana, y una cama, separada por un biombo, estaba muy bien, era acogedor.

-          ¿Te gusta el risotto?

-          Me encanta

-          Vale entonces creo que te gustara la cena, ¿qué quieres tomar?

-          Jajajajajaja, pero que llevas puesto

Llevaba un delantal de Homer Simpson cocinado, estaba graciosísimo.

-          Pues para no mancharme, emmm creo que es de mi hermana.

-          Estas majísimo – me acerque y lo agarre por la cintura-

-          ¿A si? – dijo haciéndose el interesante – pues si quieres me lo dejo puesto – nos dimos un pico – uyyy que se me va a quemar la cena, ¿qué quieres? coca cola, cerveza …

-          Una coca-cola

Cuando empezamos a cenar, saco un vino y empezamos con un risotto de setas

-          Coño, que bueno esta, que bien cocinas.

-          Si, Carmina, me enseño a cocinar.

-          ¿Quién es?

-          Essss, bueno es mi niñera desde que nací, pero para mí es como mi otra madre, ella siempre dice que la forma más fácil de conquistar a la gente es atreves del estomago.

-          A mí me has conquistado.

-          Si quieres te enseñare, me dijiste que te gustaba.

-          Jo, entre cocinar, tocar el piano y comer con palillos, te voy a tener que pagar clases particulares.

De segundo comimos carne en salsa, estaba igual de buena, yo estaba impresionado, mirara por donde mirara, Alberto era perfecto, no podía describirlo de otra manera, me quede como un tonto mirándole embobado, me estaba enamorando hasta las trancas.

-          ¿Qué pasa? ¿Me he manchado?

-          No, no, que me he empanado – baje los ojos un poco rojo –

De postre saco unas natillas.

-          Estas son compradas, para tanto no llego.

-          Es más de lo que podía imaginar, no tendrías que haberte molestado tanto.

-          No me importa, hoy es una ocasión especial, pero para la próxima pedimos unas pizzas.

Tras eso, recogió la mesa y nos pusimos una copa, los dos de vodka con limón, vaya tenemos el mismo gusto, y nos sentamos en el sofá.

Estuvimos hablando de varias cosas, así intrascendentales, no lo recuerdo, pero sentí que de repente tenía su mano sobre la mía, sentía su calor y su suavidad. Entrelace con él los dedos.

-          Ha sido estupendo Alberto, nadie… nadie había hecho esto por mí.

-          Espero poder hacerlo muchas veces – llevo su mano a mi mejilla –

-          Alberto ¿te acuerdas que te pedí que fuéramos despacio?

-          Si – un destello de triste paso por sus ojos y empezó a separa su mano – lo siento

-          Pues, estoy harto de ir despacio.

Una sonrisa de felicidad se dibujo en la cara de Alberto, se acerco hacia mí y me beso, que maravillosos labios, como había podido vivir sin ellos. Abrí la boca para poder acariciar su lengua, que me rozaba dulcemente, puso sus manos en mi cuello, acariciando con sus dedos y empezó a besarme con más pasión, de la misma manera que yo, notaba que él ansiaba esos besos, pero además de la pasión, imprimían un amor y un cariño, que yo no había conocido nunca. Me sentía en una nube, mi corazón palpitaba con fuerza y una felicidad inmensa recorría todo mi cuerpo.

Poco a poco fue bajando sus manos a mi cintura y recostándome en el sofá sin dejar de besarme, hasta quedar encima de mí, notaba su pecho contra el mío, sentía el latir de su corazón, lo abrace con fuerza.

Cuando nos separamos y me sonrió, con esa dulce sonrisa que tiene, veía tal felicidad en su rostro, que no pude evitar que los ojos se me humedecieran, fue en ese momento en ese instante, viendo esa mirada de cachorrito feliz, cuando me di cuenta hasta que punto lo amaba, y que lo amaría siempre sin remisión. Lo atraje hacia mí y lo abrace con toda la fuerza que fui capaz.

-          Te quiero Alberto.

-          Y yo a tu chiquitín – me beso en la nariz – mi vida – en la frente- mi amor – en los labios

Este beso tierno se fue convirtiendo en uno apasionado, quería que me dejara sin aire. Fui bajando mis manos por su espalda, poco a poco hasta llegar a su culo, aaaaaaa que ganas tenía de agarrarlo, era grande y duro como una piedra, lo apreté haciendo que se retorciera

-          No sabes las ganas que tenia de agarrarlo.

-          Pues te vas a hartar.

Alberto empezó a besarme el cuello, besos dulces y lentos, que hacían que se me erizara la piel, era tan suave el contacto de sus labios, como ti una pluma me acariciara. Lentamente sus dedos fueron a los botones de mi camisa, que fue desabrochando uno por uno.

-          Que cuerpo tienes chiquitín, no me cansaría de mirarlo.

Empezó llenar de besos mis pectorales y mis abdominales, como si quisiera que sus labios no dejaran ni un centímetro de piel sin tocar, pero cada vez que se separaban de mi piel, deseaba con ansia su vuelta, ya que notaba todo el amor y el cariño que imprimía en cada roce y era algo que no quería dejar de notar jamás.

Volvió a subir, hasta llegar a mis pezones, saco su lengua, empezó a jugar con ellos dándoles pequeñas caricias con ella y formando círculos, mientras que sus manos, acariciaban mi cuerpo, como me estaba gustando todo lo que me hacía, notaba como el fuego recorría mi cuerpo y mi pene apretaba contra el pantalón.

-          Vaya, por aquí alguien está contento

Y coloco su mano sobre mi entrepierna y empezó a presionar, mientras sus besos empezaron a bajar por mis abdominales de nuevo, hasta que llego hasta ella.

-          Oscar ¿quieres?

-          Claro que quiero.

Empezó a desabrocharme el pantalón, y a quitarme los zapatos, me saco el pantalón delicadamente dejándome en bóxer.  Me beso mi pene todo duro por encima de la tela, haciéndome estremecer, era maravilloso. Finalmente agarro el bóxer por el elástico y me lo bajo. Me la agarro con la mano suavemente, y me miro sonriendo de forma tierna y lujuriosa.

-          Es mucho mejor de lo que me esperaba.

Le atraje hacia mi quería besarle de nuevo, lo apreté contra mí cuerpo y rodeé su cintura con mis piernas, no quería que se separara nunca de mi.

-          ¿Cómo puedo tener tanta suerte? – pregunté-

-          Soy yo quien la tiene – me volvió a besar – y ahora tengo trabajo -  hizo que me riera.

Cogió mi polla, y empezó a besarla, besos suaves, desde la punta hasta los huevos. De allí paso a los lametones, hasta que se introdujo el capullo en su boca, aaaaaaaaaaaa su lengua era un torbellino. Luego fue metiéndosela poco a poco en la boca pero sin retroceder, hasta que note su nariz en el pubis, así comenzó a subir y bajar primero lento y luego más fuerte.

-          Aaaaaa, aaaa, Alberto…. Ohhhh.

No sé qué hacía pero cuando se la tragaba hacia cosas con su lengua, que me volvían loco. Con su mano me acariciaba el pecho, la cogí y lleve sus dedos a mi boca, los chupaba con deleite, con gula, me hacia tocar el cielo. No podía parar, era increíble, tenía la frente perlada de sudor,  y como siguiera así me iba a correr y me negaba, quería seguir haciéndolo con él toda la vida.

-          Para…aaaa… para

Dejo mi polla y volvió a besarme, besos tiernos y dulces de nuevo.

-          Te quiero tanto – le dije –

-          Y yo a ti, llevaba tanto tiempo esperando oírlo

Pase mis piernas por su cintura y le volví a besar. Me elevo en brazos y agarrándome a él sin dejar de besarnos me llevo hacia la cama.

Caímos en ella el sobre mí, me dejo allí tumbado y se incorporo.

Empezó a desabrocharse la camisa, no perdía detalle, deseaba  contemplar su cuerpo. El noto mi mirada de lujuria y empezó a desvestirse más lentamente moviendo sensualmente los hombros, poniéndome a mil.

Se quito la camisa y la corbata, se me hizo la boca agua, parecía cincelado en mármol, no era en exceso musculoso, estaba en su justa medida, con todos sus músculos perfectamente marcados, sin apenas vello, unos fuertes bíceps y una tableta que no veía el momento de ir a por ella.

Se fue desabrochando el cinturón mientras movía las caderas, yo no pude evitarlo y me empecé a tocar la polla, haciendo que se riera.

Se desabrocho el pantalón y se lo quito quedándose solo con el bóxer que le marcaba un bulto delicioso. Se agarro, el elástico.

-          ¿Quieres que me lo quite?

-          Si

-          Quítamelo tu

Me acerque, para quitárselo, y ¡¡¡¡¡Ostras!!!!!!  Menudo rabo, era de 25 cm seguro, algo grueso, mas moreno que el resto de su piel, con un par de venas recorriéndolo, y un glande sonrosado reluciente de liquido preseminal, como lo colofón unos huevos, grandotes y perfectos, sin apenas vello. Yo le miraba embobado

-          Eres un autentico Dios

-          No, soy tu esclavo, chiquitín.

Ufffff, no aguante mas, me dirigí con lujuria, con hambre a su rabo, sabia delicioso, era lo mejor que había probado en mi vida. Sabía que sería difícil, pero quería tragármela entera. Poco a poco fui avanzando, me la tuve que sacar varias veces, me ahogaba. Alberto me dijo que no hacía falta, pero no, en ese momento no había nada que deseara mas, y lentamente, al final logre meterme esos 25 cm.

-          Ahhhhhhhhhhh, jodeeeer Oscar…. Eres increíble.

Me la comí con más fuerza, el oírlo jadear me ponía más caliente, cuando empezaba a comerla le miraba y veía su cara de placer. Verlo disfrutar tanto era para mí un regalo, y me hacia querer hacerle sentir aun mas.

De repente, me la quito, me volvió a tumbar y empezó a besarme con una furia desatada, me mordía los labios, me lamia la cara, me volvía loco. Le abracé con mis brazos y piernas, me encantaba abrazarle y quería rodearlo completamente por mí.

Notaba su polla rozando mi perineo y mi ano, ahhhh, no podía esperar, quería que Alberto me hiciera el amor, quería que por primera vez me hicieran el amor.

-          Quiero que me hagas el amor, quiero sentirte dentro de mí.

Me empezó a besarme más tiernamente, me encantaba esa dualidad de pasión y ternura, me volvía loco.

Se levanto de pronto y fue al baño, volviendo al segundo, con un condón y lubricante, me quede mirándolo, ese cuerpo magnifico, con el pene todo erecto, esa imagen se iba a quedar grabada en mi memoria.

Volvió a darme esos maravillosos besos por el pecho, bajando por mi abdomen, se detuvo en mi polla que seguía toda dura, dándole uno lametones. Levanto mis piernas, me fue lamiendo los huevos, bajando por el perineo, hasta llegar a mi ano.

Lamia de forma lenta, suave, deliciosa, notaba pequeñas descargas desde mi culo hasta el resto del cuerpo, no le bastaba solo con mi ano, me lamia todo el culo y le daba pequeños mordiscos.

-          Tienes el culete mas majo del mundo

-          Pues ahora es todo tuyo

Siguió con su lengua, notaba ya todo mi culo lleno de saliva, su legua entraba poco a poco en mi interior, produciéndome continuos jadeos. Al poco note uno de sus dedos que presionaba  y lo introducía con mucha suavidad, pero entre la saliva y lo a gusto que estaba, entro solo, lo movía como un maestro dentro de mí, luego vino un segundo dedo. Notaba como masajeaba mi próstata, pensé un par de veces  que me corría. En ese rato no dejo de regalarme besos, por mis piernas y mis ingles, hasta que acabo introduciendo mi pene en su boca. Uuuuuuuuu, eso era demasiado, sentí que podía explotar.

-          Aaaaaaaaaa, por favor... no me tortures más.

Me saco los dedos con cuidado y se dirigió hacia mi rostro, me volvió a besar y me dijo al oído.

-          Te voy a hacer el amor como nunca te lo han hecho.

Mi corazón dio un bote, sus palabras me llegaron de tal forma que note húmedos mis ojos.

Se levanto y se puso el condón, luego me lubrico lentamente, con suavidad, acariciándome, coloco mis piernas en sus hombros, dándome besos en los tobillos y acomodo la punta de su pene en mi ano. Me miro con un poco de temor.

-          Oscar, lo voy hacer con cuidado y muy despacio, pero si te duele me lo dices y paro, se… sé que es grande.

Dios, esa preocupación que mostraba por mí, me hacían derretirme, asentí con la cabeza. Su pene empezó a entrar. Yo no era novato y estaba lubricado aun así dolió, era enorme, pero valía la pena, solo por sentirlo dentro, agarre fuertemente la colcha y apreté los ojos, parecía que no se acababa nunca, pero compensaba, ya que cada vez Alberto estaba más dentro de mí, hasta que por fin note sus huevos en mi culo.

Acerco su cara a la mía y nos besamos mientras mi culo, se hacía a su enorme herramienta, me besaba y me acariciaba cariñosamente el pelo. Cuando me vio más relajado, empezó a bombear suavemente, y madre miaaaaaa, yo ya había sentido esa sensación, pero esta vez era aumentada al paroxismo, cuando la hundía en mi era placer en estado puro.

Se separo de mi y empezó a hacerlo a mayor velocidad, yo no podía evitar jadear como un loco, mientas le veía, bombeándome, con su cuerpo brillando por el sudor, no pude evitarlo empecé a correrme sin ni siquiera haberme tocado.

Salpico por todo mi pecho y mi abdomen, y grite de placer. Alberto redujo sus embestidas a una forma lentísima, mientras me tocaba mi pene que ya iba bajando. Cogió con sus dedos y toco mi semen que me salpicaba el pecho y acto seguido se los llevo a la boca.

-          Esta bueno

Jodeeeeer, porque me hacia esto, solo verlo mi pene empezó de nuevo a reaccionar. Me miro con una sonrisa maliciosa y me empezó a pajear mientras volvía a penetrarme con mayor velocidad.

Esta vez su envestida era salvaje y a medida que aumentaba, la paja que me hacia aumentaba también, agarre con mis manos sus caderas, para que me penetrara aun mas hondo, ufffff iba a hacer que me corriera de nuevo, de golpe se acerco hacia mi besándome con furia desatada, y penetrándome con todas sus fuerzas,  se iba a correr ya, le agarre por el cuello con fuerza, me faltaba el aire pero no quería separarlo, note como su cuerpo se estremecía, la hundió hasta el fondo y se corrió, yo agarre mi polla, para correrme de nuevo, quería correrme a la vez que él, no tarde nada, salpicando de nuevo mi pecho y el suyo.

Nos fuimos relajando, los besos se volvieron tiernos y dulces, nuestros pechos se apegaban en uno al otro y yo notaba como su polla iba bajando, pero aun estaba dentro de mí. Me habría quedado en esa posición toda la vida, recibiendo sus besos.

-          Te quiero Oscar, te quiero con toda mi alma.

-          Y yo a ti.

Estuvimos así un rato hasta que me levanto y me llevo hasta el baño para darnos una ducha, aunque realmente lo que hicimos fue besarnos sin parar bajo el agua. Me encantaba enjabonarle ese cuerpo perfecto y  agarrarle con fuerza el culo, ya se había dado cuenta que me gustaba hacerlo mientras le besaba, y creo que a él también le gustaba que lo hiciera.

Luego nos acostamos abrazados, apoyando mi cabeza en su pecho y rodeándome con su brazo.

-          Oscar, no te imaginas lo feliz que me has hecho.

Nos dimos un beso y al momento se quedo dormido. Me quede un rato mirándolo, era tan guapo dormido, sí que me lo imaginaba, porque el también me había hecho el más feliz del mundo, solo quería estar a su lado siempre. Le di un beso en el pecho y me dormí.

Alberto

No me canso de mirarle, esta tan guapo dormido, con esa carita de ángel, y este cuerpo tan bien proporcionado y marcado. El se quejara de que es bajito, pero para mí no podía ser más perfecto. Lo de anoche fue un sueño hecho realidad, tras tanto tiempo ansiándolo, mi chiquitín era mío y yo era suyo, creo que en este momento era plenamente feliz.

Se empezó a despertar

-          Buenos días guapetón – y le di un beso –

-          Da gusto despertarse a tu lado

Estuvimos un rato besándonos, hasta que miro la hora.

-          Ostras, son las 9:30 ya.

-          ¿Qué pasa?, aun es muy pronto

-          Pero es que no le dije a mi padre que me quedaba a dormir fuera, mierdaaaa. - Se sentó en la cama con intención de vestirse –

-          Noooo, no quiero que te vayas – fingí pucheros como un niño pequeño y le abrace con mis brazos y piernas –

-          Jajajajajaja, no seas como un nene – dijo sonriendo-

-          Soy un nene, y quiero que mi chicho se quede conmigo

-          ¿Soy tu chico?

-          Si tu quieres

Me empezó a besar, besos dulces y a la vez pasionales

-          Claro que quiero, es lo que más quiero, bueno tendré que llamar a mi padre, y decirle que me quedo aquí.

-          Te quiero, te quiero muchísimo.

-          Y yo a ti mi niño caprichoso

-          Pero caprichoso contigo, no quiero separarme de ti.

Ese día fue como un sueño, yo habría sido feliz solo con tenerlo abrazado a mi lado, pero fue mejor, infinitamente mejor.

Hablo con su padre y tras un rato convenciéndolo logro quedarse hasta mañana por la mañana.

Desayunamos hasta hartarnos, y nos pusimos a ver la tele, aunque no la vimos mucho, preferíamos aprovechar el tiempo abrazándonos y besándonos.

A la hora de comer pedimos comida china

-          Espera que te traigo los cubiertos

-          Ok –dijo -, nooooo, palillos no, ya sabes que soy un desastre.

-          No eres un desastre, solo tienes que aprender, y yo te enseñare.

A pesar de mis indicaciones, de colocarse los palillos, solo llego a llevarse a la boca un poco de arroz, y creo que mas por casualidad que por saber manejarlos.

-          Esto no me gusta – dijo poniendo morritos – dame un tenedor

-          Jajajajaja, como me gustas cuando pones esa cara, pues no hay tenedor, si no puedes comer tú, te tendré que dar de comer yo.

Cogía el arroz y se lo llevaba a la boca, joooo, me encantaba de cualquier forma, hasta comiendo me gustaba a rabiar. Cada vez que le daba un poco de arroz, le daba un pequeño beso y notaba como le brillaban sus preciosos ojos. Al final me apiade de él y le traje un tenedor.

Acabamos de comer y Oscar me empezó a dar besos, estaba retozón  y yo la verdad también.

-          Me he quedado con hambre – me dijo –

-          ¿A si? ¿Y qué quieres? – dije sonriendo –

-          Algo para lo que no necesito ni tenedor ni palillos – y llevo su mano a mi entrepierna –

Se subió sobre mí a horcajadas y me empezó a besar con pasión, como me gustaban sus besos, se bajo y me quito el bóxer que era lo único que llevaba y empezó a chupármela, no mucho rato lo suficiente para dejarla toda húmeda.

-          No puedo esperar más – dijo y se volvió a sentar sobre mi -

Me chupo dos dedos y los llevo a su ano, yo empecé a moverlos en su interior, mientras me besaba, que parecía que me quería devorar. Los sacos, cogió mi polla y la fue dirigiendo para que entrara, bajo poco a poco, mientras mantenía la boca entre abierta, hasta que entro totalmente. Inmediatamente el empezó a mover sus caderas, mientras yo le besaba el pecho y luego pase a sus labios, estuvimos casi todo el rato sin separarlos, mientras entraba y salía de él. Estaba en el mismo cielo, pero lo mejor era verle, ver su cara de placer, casi eso me calentaba más que el placer que yo estaba recibiendo. Moví mis caderas a la vez que el, moviéndonos a un ritmo salvaje, se arqueaba, y no paraba de jadear. Me volvía loco, verlo a si, quería darle todo el placer que pudiera, todo del que fuera capaz.

-          Te quiero Alberto,…. aaaaa, te adoro.

-          Y yo…. me vuelves loco.

Empezó a pajearse de forma frenética, hasta que se vino sobre mi pecho, como me gusto esa sensación, eso fue detonante para que yo me corriera dentro del, sin parar de besarle, no habría parado nunca. Tras limpiarnos, nos recostamos los dos en el sofá abrazados y nos dormimos casi toda la tarde.

Cuando desperté era más de las 7, Oscar me estaba acariciando la nariz

-          Menuda siesta te has pegado – me dijo –

-          Ayyy, es que me dejaste tan bien

-          Jajajaaja, es que soy una maquina.

Nos volvimos a duchar y pedimos la cena, esta vez unas pizzas, mientras comíamos.

-          Oye Oscar, yo quería preguntarte una cosa, en el colegio ¿qué planes tienes?

-          Pues estudiar, jugar al futbol, salir los sábados.

-          ¿Y respecto a mí?

-          Quererte un montón, aunque tendremos que tener cuidado, o seremos la comidilla del la escuela.

-          Eso está claro, pero aun así podríamos quedar en las habitaciones, tú compartes el baño con Germán, será la más segura.

Nos quedamos callados mientras comíamos hasta que el hablo.

-          Alberto, yo soy el primero que quiero ser discreto pero… pero te quiero pedir una cosa.

Le veía algo nervioso, lleve mi mano a su nuca y le acaricie.

-          Veras – continuo – yo no quiero, que en público me ignores.

-          ¿¿¿¿Cómo????

-          Pues eso, no digo que vayamos dándonos besos por los pasillos, ni de la mano, pero no quiero que me rehúyas, me gires la cara, o evites hablarme.

Lo atraje hacia mí, apoyando su cabeza en mi pecho y abrazándolo.

-          ¿Pero cómo puedes pensar que haría eso?

-          Es que lo viví una vez y lo pase mal, no quiero volver a sentirme así.

-          Mi amor, yo no podría hacer eso, ni aunque quisiera, no podría, te quiero demasiado.

Se abrazo a mí con muchísima fuerza, casi ahogándome, pero no me importaba, lo sentía tan cerca.

Acabamos de cenar, y nos pusimos una película, técnicamente de miedo, pero en realidad era tan mala que no paramos de reírnos.

Nos fuimos a la cama pronto, había que madrugar, ya que al día siguiente volvíamos al colegio y los dos teníamos que pasar por casa. Pero eso no evito que volviéramos a hacer el amor antes de dormirnos abrazados el uno al otro. Era total y absolutamente feliz.