Bacanal Incestuoso (1: Iniciación)

La familia Clavijo tiene una vida sexual abierta e incestuosa pero prontó descubrirán un nuevo potencial miembro para unirse a sus ardientes juegos familiares.

Bacanal Incestuoso

Por Isabella Vidal

Este es un relato basado en los personajes de uno de los best-sellers más exitosos de los últimos años. Por supuesto he cambiado los nombres y la escenografía pero los perfiles psicológicos son los mismos. Las situaciones son producto de la ficción y de mis más locas y calientes fantasías.

Este es sólo el primer capítulo de la serie en la que cada personaje tendrá la ocasión de contar una parte de la historia (nombre en paréntesis). Aunque la categoría que mejor contiene la serie en general es Amor Filial, a lo largo de los capítulos irán encontrando una serie de eventos que entrarían mejor dentro de otras categorías.

Gracias por leer y espero comentarios.

Capítulo 1 Iniciación (Rosalía)

Odiaba mudarme. Lo odié cuando Esmeralda y Cristóbal se casaron y lo odiaba en este momento. No importaba qué tan grande prometiera Esmeralda que sería mi habitación o cuán hermosa sería nuestra casa, simplemente lo detestaba.

Recuerdo la última vez que tuve que mudarme. Cristóbal, mi papá, y Esmeralda acababan de casarse. Todos teníamos que mudarnos a la casa de tres pisos que mi padre había comprado: Mi padre y mi hermano mellizo Javier, junto con nuestra nueva madrastra Esmeralda, sus tres hijos Emilio, Eduardo, Alicia y yo.

Mi madre había muerto cuando yo tenía diez años y desde entonces mi padre no había salido realmente con nadie hasta que conoció a Esmeralda. Ella se había divorciado de su esposo sólo unos pocos años antes y tenía la patria potestad de sus tres hijos que, convenientemente, eran contemporáneos con Javier y conmigo. Emilio era sólo un año mayor que nosotros (Esmeralda había dado a luz cuando apenas tenía dieciséis años), Eduardo era de la misma edad que Javier y yo y la pequeña Alicia era un año menor.

Mi padre, mi hermano y yo éramos muy similares los tres, los rastros de mi madre y su familia casi imperceptibles en los rasgos angulares del rostro de mi hermano y del mío. Éramos extremadamente pálidos, con ojos color azul profundo y cabellos rubios tan platinados que la gente siempre pensaba que nos tinturábamos. Mi padre tenía 35 años cuando se casó con Esmeralda (quien era tres años menor) y su físico, al igual que el de mi hermano, era casi perfecto. Los dos eran altos (mi hermano media casi dos metros siendo el más alto de la familia) y medianamente musculosos, sus brazos, abdómenes y piernas absolutamente definidas. Yo por mi parte era tenía una estatura menor a la de ellos, con un cuerpo que nunca pasaba desapercibido ante ambos hombres y mujeres. Mi trasero era voluptuoso y mi largo cabello ondulado normalmente caía sobre mis pechos medianos y firmes y sobre mi espalda hasta mi cintura.

Mi madrastra y hermanastros eran muy diferentes a excepción de Eduardo. Esmeralda era muy delgada y su apariencia de mujer frágil e indefensa probablemente había sido una de las cosas que más le había atraído a mi padre. Sus ojos cafés y su lisa y larga cabellera caramelo oscuro enmarcaban su pálido rostro en forma de corazón. Alicia, al igual que su madre, era en extremo delgada y pero de una estatura más baja. Su cabello café oscuro casi negro era completamente liso y le llegaba casi hasta la cintura, por encima de su redondo trasero y un poco más debajo de sus crecientes senos.

Ella y su hermano Emilio compartían el mismo color de ojos que su madre. Éste tenía el cabello café oscuro, corto y un poco ondulado y un cuerpo bronceado tan monumental y musculoso que parecía ser un levantador de pesas profesional. Aunque la figura de Emilio era en extremo atractiva, Eduardo era sin lugar a dudas el más atractivo de los hijos de mi madrastra.

A diferencia de sus hermanos que se parecían muchísimo a Esmeralda, Eduardo era la viva imagen de su padre según lo expresado por su madre y las pocas fotos que había podido mirar del antiguo esposo de mi madre putativa. Los cabellos de Eduardo eran rubios, de un extraño color bronce, y siempre los llevaba en un desordenado peinado que lo hacía lucir increíblemente sensual. Era un poco más bajo que Emilio y Javier y menos musculoso aunque tenía su cuerpo bien definido. Sus ojos eran de un hermoso color verde esmeralda y su sonrisa, al igual que la de todos los miembros de nuestra recién conformada familia, brillaba límpida cada vez que abríamos la boca.

La boda además de unir a mi familia y a la de Esmeralda significó la legitimación de una serie de prácticas que si bien se venían desarrollando anteriormente en las dos familias desde hacía algunos años respectivamente, serían mejoradas con la participación de todos excepto de Alicia. En esa época ella era tan inocente, sólo con catorce años. Se unió formalmente a la familia casi un año después de la boda, cuando tenía quince y Esmeralda aprobó que fuera involucrada en las prácticas más placenteras de la familia. Sonreí al recordar cómo la pequeña e inocente Alicia se convirtió en la mujer que es hoy. Todo había empezado con una conversación que habíamos tenido en ese entonces, cuando no éramos tan cercanas como ahora, aunque bien es cierto que hay un inexplicable lazo que se forma después de compartir cierta intimidad femenina. No teníamos eso en esa época.

-Eh, ¿Rosy? –Alicia dijo tímidamente, asomando la parte superior de su cabeza por la puerta de mi habitación.

-¿Si? –contesté sin molestarme en alzar mi mirada de la revista que estaba leyendo.

-¿Has visto a mi mamá? –preguntó vacilante otra vez.

-Creo que fue a comprar comestibles… –respondí distraídamente. Seguro , si por ‘comestibles’ uno entiende lencería sensual para el placer de mi padre.

-Oh, está bien… –ella dijo resignada. Su tono me hizo despegar mis ojos de la revista y mirarla a ella. Alicia estaba siempre feliz, claramente algo no estaba bien.

-¿Necesitabas algo? –pregunté curiosa.

-Eh, no. Sólo quería hablar con ella… –se volteó para irse antes de que yo tomara su muñeca y la halara hacia el interior de mi habitación, cerrando la puerta.

-Vamos, Ali. Cuando Esmeralda no está en casa yo soy la siguiente autoridad femenina y me encantaría ayudarte – sonreí tratando de ser persuasiva ya que la actitud de Alicia era muy intrigante. Ella había estado muy feliz cuando habíamos llegado de la escuela y como las dos éramos las únicas en casa a excepción de mi padre, sabía que si algo había pasado estaba relacionado con él.

-Bueno… –dijo sentándose en mi cama junto a mí, mirando hacia mi tendido blanco todo el tiempo mientras hablaba. –Estaba abajo viendo televisión y Cristóbal vino a sentarse junto a mí. Todo estaba bien hasta que empezó a decirme cómo le encantaban mis piernas y comenzó a acariciar mis muslos… –susurró, la última parte casi inaudible.

-Oh, no te preocupes –dije calmadamente. –Eso es lo que él hace cuando quiere acostarse con una mujer. Aún recuerdo la primera vez que me lo hizo a mí –sonreí al recordarlo.

-Él… Tú… ¿Qué? –dijo meneando su cabeza y luciendo perpleja.

Me reí entre dientes ante su reacción. –La primera vez que tuve relaciones con mi padre yo tenía catorce años. Acababa de terminar con mi primer novio y como él sabía que ya yo no era virgen, finalmente decidió hacerme saber que me deseaba.

Parecía que Alicia fuera a desmayarse. – ¿Tú tuviste relaciones sexuales con Cristóbal?

-Sí –respondí calmada.

Ella me miraba a los ojos tratando de descifrar alguna señal de humor en ellos, intentando descubrir una broma inexistente. Después de una pausa, tragó saliva.

-¿Mi madre sabe sobre esto?

-Sí –contesté sonriendo. –De hecho, nos ha visto haciéndolo –dije recordando la cara de Esmeralda la noche que la conocí, la noche en la que mi padre la llevó a conocer a Javier y a mí. –Pasó un rato muy placentero… -reí disfrutando del sonido musical que salía de mi boca.

Ella estaba sin palabras. Yo por mi parte estaba aliviada ya que por fin podíamos decirle todo a Alicia. Esmeralda había sido muy específica en no querer a Alicia involucrada en nuestros pequeños juegos antes de cumplir los quince años y que ella pudiera comprender en qué se estaba metiendo. El decimoquinto cumpleaños de Alicia había sido el evento más esperado después de la boda y por fin había sucedido dos semanas antes de nuestra pequeña charla. Sólo la noche anterior habíamos decidido contarle todo a Alicia y eso tendría que ser pronto. Yo estaba dichosa de ser la persona en decirle, el rostro de mi hermana menor era absolutamente invaluable.

-Sabes, Ali… –dije mientras acariciaba su mejilla con la parte de atrás de mi mano, feliz por la idea que acababa de cruzar mi mente. –Si perdieras la virginidad con mi padre tal vez Javier finalmente te prestaría atención.

-¿Qué? –dijo ella, saliendo de su ensimismamiento.

-Javier tiene esta regla acerca de no acostarse con vírgenes. Si tú ya no fueras una virgen él probablemente se interesaría en ti.

Mi hermano realmente odiaba a las vírgenes y nunca se había cogido una en su vida, yo sinceramente no sabía por qué. Pensé que esta era una motivación apropiada para Alicia ya que estaba completamente loca por mi hermano desde el momento en que lo conoció, aunque las intenciones de él obviamente no eran tan decentes como las de ella.

-Si bien eso fuera cierto, aún estaría mal. Nuestros padres nunca lo aprobarían –dijo más para sí misma que para mí.

-Oh, Ali –dije dramáticamente. –Seguramente habrás notado lo que tenemos Emilio y yo.

-Por supuesto que lo he notado… –respondió distraídamente.

-Bueno, nuestros padres también –dije mirando mis uñas recién pintadas, luciendo aburrida.

-¿De verdad? ¿Qué dijeron? –preguntó más interesada en el chisme.

-No les importó en lo más mínimo. Hay mucho que necesitas saber pero preferiría que nuestros padres te explicaran el resto… –dije poniendo la revista en mi regazo mientras escuchaba el carro que se parqueaba afuera. –Creo que tu madre acaba de llegar –sonreí devolviendo mi atención al artículo que estaba leyendo antes de la interrupción de Alicia. Luego ella se paró de la cama y dejó la habitación.

El siguiente fin de semana fue la iniciación de Alicia. Fui a la sala de estar para ver el espectáculo y encontré que Javier, Eduardo, Emilio y Esmeralda ya estaban allí. Mi hermano y Emilio estaban cada uno sentado en lados opuestos del sillón dejando el centro para mí. Eduardo estaba cómodamente posicionado en una silla al lado del sillón y Esmeralda parada justo detrás de él, sus manos en los hombros de su hijo.

El gran televisor estaba listo y yo podía ver en la pantalla la habitación de nuestros padres en las cuatro secciones rectangulares que mostraban los ángulos desde cuatro cámaras diferentes. La primera estaba exactamente en el techo sobre la gran cama doble, ni una sola arruga sobre las límpidas sábanas blancas. Las otras tres cámaras también estaban puestas en el techo en tres esquinas diferentes, una dirigida hacia la puerta y las demás hacia a cama.

Me senté entre Javier y Emilio y crucé mis piernas esperando a que algo pasara. Después de algunos minutos, la puerta de la habitación de mi padre y Esmeralda se abrió. Un Cristóbal muy entusiasmado entró con pequeña Alicia pegada a sus labios. Se estaban besando apasionadamente, sus lenguas moviéndose con tal ferocidad de una boca a otra que eran visibles a nosotros. A mi lado, Javier se movió incómodo. Miré hacia él y no pude evitar notar el prominente bulto entre sus piernas.

En la pantalla, las manos de mi padre subían y bajaban por la espalda de Alicia mientras sus brazos colgaban de su cuello. Él la empujó hacia la cama y aterrizó encima de ella, nunca dejando de besarse. Tan rápido que fue borroso, Alicia terminó usando nada más que un sostén blanco y calzones con corazoncitos rosados. Cuán apropiado pensé sarcásticamente. Su cabello largo y liso colgaba sobre sus hombros y sobre la parte superior de sus recién expuestos y suaves senos. Tenía que admitir que ella tenía un cuerpo muy bonito.

Junto a mí Javier había empezado a frotar su entrepierna sobre sus pantalones. Ese chico no iba a durar mucho pues había querido estar con Alicia desde la primera vez en que la vio en un vestido de baño de dos piezas. Giré mi cabeza hacia el televisor y vi a mi padre encima del pequeño cuerpo de Alicia, las manos de ella unidas alrededor de su cuello, sus labios fusionados dulcemente.

Él luego se sentó al lado de Alicia y desabotonó su camisa, deslizándola lentamente por su pecho y brazos. Con un rápido movimiento la lanzó sobre su hombro, la tela aterrizando mudamente sobre el piso. Sus manos continuaron hacia su correa y luego a la cremallera de su pantalón. Alicia es lenta pensé al notar que ella no había intentado ayudarlo a desvestirse, sólo se quedó allí, sus ojos sin separarse un instante de las manos activas de mi padre. Él se paró y dejó que sus pantalones se deslizaran hacia el suelo y luego los pateó hacia un lado con un veloz movimiento. Se quitó sus zapatos y medias apresuradamente y se sentó en la cama junto a Alicia usando sólo unos apretados interiores blancos.

Mi padre empezó a acariciar los muslos de Alicia moviéndose lentamente hacia sus calzones. Se inclinó sobre ella y comenzó a besarla de nuevo, sus manos arrastrándose hacia abajo por sus hombros y su espalda hasta que su sostén estuvo suelto. Deslizo los tirantes por sus brazos y lanzó la prenda a un lado dejando los senos de mi hermanita a la vista de todos nosotros.

A mi lado, los movimientos manuales de Javier se tornaron más rápidos. Alicia tenía senos redondeos y medianos coronados por pezones erectos y rosados. Mi padre, sin dejar de besarla, palpó sus senos y pellizco suavemente su pezón izquierdo, el pecho de ella moviéndose de arriba abajo por su respiración agitada. Las manos de mi padre se movieron hacia su abdomen y se detuvieron allí un momento haciendo calmantes movimientos circulares y jugando distraídamente con su ombligo. Alcanzando su abdomen inferior, deslizó dos dedos debajo de sus calzones a cada lado de su cadera y empezó a halarlos hacia abajo lentamente. Cuando llegó a sus rodillas, él rompió su beso y continuó quitándole los calzones a Alicia poniéndolos a un lado.

Javier gruñó y yo me concentré en el rectángulo que mostraba la cámara encima de la cama y vi el por qué de su respuesta. El coño de Alicia estaba completamente liso, ni un solo vello presente. ¿Desde cuándo Alicia se depilaba? Afortunadamente no tuve que preguntar porque mi hermano mellizo expresó mi inquietud.

-Esmeralda ¿Le dijiste a Alicia que se afeitara? –preguntó tratando de sonar desinteresado y fallando completamente.

-No –ella respondió riéndose ligeramente. –Ella misma dijo que quería… Aunque creo que decidió depilarse con cera

Javier gruñó de nuevo. En la pantalla podía ver a mi padre rozar gentilmente la concha de mi hermanita y ella se estremeció. Al parecer esto fue demasiado para mi hermano porque apresuradamente desabrochó su cinturón, bajó su cremallera y tomó su completamente erecta polla en su mano acariciándola firmemente. Su pene era muy similar al de mi padre, sólo un poco más corto. Era largo y delgado con una cabeza protuberante. La de Eduardo era un poco más grande que la de Javier pero en general muy similar. La verga de Emilio, era por supuesto, mi favorita y diferente de las demás. No era tan larga pero mucho más gruesa y con muchas venas abultadas que añadían una sensación extra cada vez que la tenía dentro de mí.

Todo esto me recordó acerca de mis otros compañeros y miré a mi izquierda para encontrar a Emilio y Eduardo frotando sus entrepiernas sobre sus pantalones y a Esmeralda deslizando sus manos en el pecho de Eduardo, sus labios junto a la oreja de su hijo.

Mi padre se quitó sus interiores para revelar una polla notablemente dura de la que Alicia no podía despegar sus ojos. Él estiró su mano para abrir el cajón de su mesa de noche y sacó un condón de su interior, luego se lo pasó a mi hermanita.

-Regla número uno: Siempre usa protección –le sonrió y con una mano la animó a abrir el brillante paquete.

Ella dejó de mirar el pene de mi padre y lo miró a él directamente a los ojos antes de hablar.

-Eh… Nunca he usado uno de estos antes… No sé cómo… –se sonrojó.

-Oh, no te preocupes. Yo te enseño –le dijo mientras acariciaba su mejilla con la parte trasera de su mano derecha y tocaba su miembro con la otra.

-Después de revisar la fecha de vencimiento y de estar seguros que el paquete no está dañado, lo abrimos cuidadosamente –dijo mi padre, ayudando a Alicia a sentarse y alentándola a abrir la envoltura.

Ella hizo como él le dijo y luego sostuvo el pequeño preservativo circular en su mano. Junto a mí, Javier estaba tocándose más fuertemente y entonces decidí que mi hermano necesitaba un poco de ayuda. Gentil y lentamente puse mi mano derecha sobre su muslo y la deslicé hasta que alcancé su polla. Él automáticamente la soltó dándome completo acceso a su verga mientras recostaba su cabeza en el espaldar del sillón.

Moví mi mano confiada desde la base hasta la punta y sentí que estaba bastante seca, así que lamí la palma de mi mano izquierda y la puse sobre su miembro, frotándolo lentamente. Lamí mi otra mano e hice lo mismo mientras incrementaba la velocidad hasta encontrar un ritmo cómodo. La polla de mi hermana era suave y rígida bajo mis cuidados. La voz de mi padre llamó mi atención de nuevo hacia la pantalla aunque nunca dejé de tocar a mi hermano.

-Ahora mueve un poco el borde entre tus dedos para ver cuál es el interior –le dijo a Alicia mientras seguía frotando su pene con su mano izquierda y acariciaba el muslo de mi hermanita con la otra. Ella desenrolló el borde entre sus pulgares y dedos índices hasta que la puntita del condón se hizo visible.

-Bien –le sonrió. –Ahora sostén la punta firmemente y ponla sobre la cabeza.

Las mejillas de Alicia so tornaron de un intenso color carmesí al estirar su mano y tomar la verga de mi padre entre sus tímidas manos. Vacilante, situó el condón sobre la punta y lo haló hacia abajo hasta que llegó a la base.

Él le sonrió traviesamente y se inclinó para besarla de nuevo, empujándola lentamente sobre la cama otra vez. Gentilmente separó las piernas de Alicia y se situó a sí mismo en medio. En ese momento podía sentir en mi mano los jugos pre-seminales de Javier y eso me hizo darme cuenta de lo húmeda que estaba yo, mis calzones rojos empapados con mis propios jugos. Estaba gratamente sorprendida con mi excitación debido a los juegos previos de mi papá y mi hermanastra.

Mi padre dejó de besar a Alicia y puso su verga en la entrada de mi hermanita. Sus pechos se movían de arriba hacia abajo agitadamente, todo su cuerpo tensionado con anticipación.

-¿Estás nerviosa, chiquita? –le susurró en su voz más paternal. Ella sólo asintió con la cabeza sin dejar de mirarlo a los ojos un instante.

De repente sentí las manos de mi hermano sobre las mías, insistiéndome que las moviera más rápido y lo masturbara más duro. Deslicé una mano hacia abajo y empecé a acariciarle sus testículos también. Él gimió silenciosamente y centró su atención de nuevo en la pantalla.

-¿Quisieras que tu madre estuviera aquí contigo? –preguntó mi padre. Yo miré hacia donde estaba sentado Eduardo con su polla en sus manos y noté que Esmeralda ya no estaba en la habitación con nosotros. Seguramente ella y Cristóbal habían arreglado esto previamente. Alicia asintió nuevamente y luego ambos voltearon hacia la puerta cuando escucharon un golpe.

-¿Quién es? –preguntó él suavemente.

-Cariño, soy yo –entusiasmo filtrándose en la voz de Esmeralda.

Mi padre miró a Alicia y tras ver su sonrisa tranquilizadora dijo –Entra –y giró aún más su cabeza para ver a su esposa.

Esmeralda entró en la habitación y cerró la puerta detrás de ella. Sonrió al ver a su esposo a punto de penetrar el virginal coño de su hija y se apresuró a sentarse junto a Alicia antes de presionar sus labios contra los de mi hermanita en un beso muy ardiente. Luego deslizó su mano hacia abajo, sobre el abdomen de Alicia, y empezó a frotar sus hinchados labios vaginales mientras proporcionaba breves besos a los duros pezones de mi hermanastra.

Mi padre tomó los suaves gemidos de Alicia como una señal y se posicionó en su entrada, empujando delicadamente la punta de su muy rígida verga hacia adentro. Debajo de su madre, Alicia se movía incómodamente y trataba de alejarse del miembro de mi padre. Esmeralda puso más peso sobre su hija mientras Cristóbal empujaba aún más.

-Mmm… ¡Me duele! –se quejó Alicia tratando de zafarse de los brazos de su madre. – ¡Sácala!

Mi padre miró a Esmeralda y ella le indicó que continuara. En la porción de la pantalla que pertenecía a la cámara que estaba directamente encima de la cama podíamos ver los labios vaginales de Alicia separándose al contacto con la polla de mi padre que entraba aún más y los dedos de Esmeralda que jugueteaban con el clítoris de mi hermanita.

-¡Oh, Joder! –gimió Javier a mi lado, su pre-semen saliendo más fuertemente ahora. Como estaba arrodillada en el sillón casi encima de mi hermano, hacía tiempo que no veía lo que Emilio estaba haciendo a mi otro lado hasta que sentí un par de grandes manos tomándome de la cintura debajo de mi falda y deslizando los mojados calzones rojos por mis piernas hacia abajo. Abandoné la tarea que estaba realizando actualmente, la cual Javier retomó inmediatamente, y giré para encontrar a Emilio sonriéndome con su mano izquierda sobre su pene y su mano derecha sosteniendo los recién adquiridos calzoncitos.

Rodeé su grueso miembro con los dedos de mi mano derecha, sintiendo la textura de las venas que tanto me gustan, y me incliné sobre él para besarlo en la boca, su caliente aliento y lengua adentrándose dentro de mis labios.

-Lamento haberte descuidado, bebé –susurré contra sus labios.

-No te preocupes –dijo sonriendo. –Creo que Javier lo necesita más que yo ahora –yo le devolví la sonrisa. –Pero… Prométeme que me vas a compensar después de esto –continuó diciendo mientras agarraba mi trasero fuertemente. Yo lo besé una vez más y volteé para asistir a mi hermano.

Continué con la masturbación asistida y para el momento en que presté atención a la pantalla nuevamente vi a mi padre cogiéndose a Alicia vigorosamente, sus senos rebotando con cada embestida y dulces gemiditos escapando de su boca.

Después de unos cuantos minutos de dedicados roces al sensitivo glande de mi hermano, sus gruñidos se unieron a los de Alicia, excitándome aún más. Ahora que no tenía ropa interior podía sentir mis propios fluidos que tibios se resbalan por mis piernas y mi culo.

-¡Oh, sí! ¡Oh, joder! –gimió Javier, sus ojos completamente concentrados en la pantalla.

-Mmmm… ¡Oh Dios! Sí… Aaah… –los gritos de Alicia se hacían más intensos cada segundo.

Pronto, mi hermano no podía contenerse más y con un final – ¡Sí… Joder! –se corrió en mis manos, su leche caliente empapando mis dedos, sus pantalones y el sillón. Saqué mi lengua y lamí mis dedos, devorando los jugos salados de mi hermanito. También limpié su polla con un par de lengüetazos mientras apreciaba los inconfundibles signos de Alicia llegando al primer orgasmo de su vida, su espalda arqueándose hacia adelante y sus estridentes gemidos lo demostraban. Esmeralda continuó estimulando a su hija con los dedos mientras besaba a mi padre ávidamente. Después de una pausa, él se retiró del interior de Alicia y Esmeralda quitó el condón rápidamente para revelar una verga aún tiesa. Detrás de mi podía escuchar los gruñidos de Eduardo y Emilio.

Cuando mi hermanito hubo recuperado su aliento nuevamente, se sentó y observó a su madre y mi padre besándose, sus lenguas moviéndose ferozmente de una boca a otra. Cuando notaron el movimiento de Alicia, los dos dejaron de besarse y le sonrieron.

-¿Querida, te gustaría chuparle el pene a Cristóbal? –le preguntó ella a Alicia al notar que su hija no podía despegar sus ojos de la aún tiesa verga de mi padre.

En mi mano podía sentir que Javier se estaba poniendo duro otra vez, seguramente ante el prospecto de Alicia chupando alguna polla. En la pantalla, mi hermana asintió tímidamente con la cabeza y se acercó a mi padre, arrodillándose levemente. Sacó su lengua y le dio un rápido lamido a su abultada cabeza. Yo le hice lo mismo a la puntita de mi hermano y él gimió ruidosamente. Después de algunos lengüetazos se metió toda la cabeza a la boca y mi padre gritó suavemente.

-Cuidado con los dientes, mi amor –Esmeralda le dijo dulcemente a su hija.

Alicia asintió y empezó a bombear el miembro de mi padre dentro de su boca y yo imitaba cada movimiento tratando de hacer creer a Javier que era ella quien se la estaba chupando. Podía sentir la polla de mi hermano llenando mi boca y parte de mi garganta, mi lengua arremolinándose a su alrededor para incrementar su placer. Mi hermanita sólo pudo tomar la mitad de largo del pene de mi padre en su pequeña boquita pero yo, que sabía mejor lo que hacía, relajé mi garganta permitiendo que el pene de mi hermano entrara completamente hasta que mis labios rozaron su pelvis depilada y sus testículos.

-Joder… ¡Que rico! –Jadeó Javier y yo sonreí internamente. Me encanta cuando alguien disfruta tanto placer por algo que yo hago.

Sabía que mi padre estaba disfrutando de la cara sonrojada de Alicia con su polla adentro tanto como Javier y pronto empezó a gemir y embestir más fuertemente.

-Mmmm… Alicia ¡me voy a correr en tu boca! ¡Argghhh! – mi padre gritó y después de unos minutos retiró su verga de la boca de mi hermanita, su pegajosa leche derramándose sobre sus labios, sus rosadas mejillas y sus firmes pechos.

Pasó su lengua sobre su labio inferior y tragó un poco de la leche de mi padre. Esa escena puso a mi hermano al límite y yo podía probar su salado semen en mi lengua. Tragué toda su semilla mientras Esmeralda lamía el resto de la leche de su esposo de las mejillas y pechos de Alicia.

-Chiquita ¿Te gustó? –mi padre le preguntó a Alicia mientras le acariciaba una mejilla amorosamente.

Ella asintió vigorosamente mientras lanzaba sus brazos alrededor del cuello de Cristóbal y se inclinaba para besarlo. Terminaron el beso al escuchar a Esmeralda hablar.

-Cariño ¿No te gustaría cogerla por atrás también? –dijo provocativamente mientras ponía una mano en uno de los muslos de Alicia y de Cristóbal.

Mi hermanita pestañeó varias veces, el color drenándose de su rostro. Mi padre se rió al ver su reacción. A mi lado pude sentir que a Javier se le tensaron los músculos. Claro pensé. Javier odiaba las vírgenes pero no podía resistir un culo virgen y yo estaba completamente convencida que mi padre ya le había prometido que iba a dejar el culito de Alicia sin tocar sólo para él.

-Creo que nuestra pequeña Alicia ha tenido suficiente por hoy, ¿No es cierto? – le preguntó dulcemente a mi hermanita. Ella respondió con un tímido –Sí – y Javier se relajó a mi lado.

Para ese entonces yo había terminado de succionarlo así que él puso su flácida polla dentro de sus interiores y subió la cremallera de su pantalón. Limpio unas cuantas gotas de su leche que yo no había alcanzado en la esquina de mi boca con su pulgar y se inclinó para darme un sencillo y dulce beso en los labios.

-Gracias, hermanita –me dijo sonriendo y luego se levantó y dejó la habitación.

Antes de que pudiera recuperar mi aliento de nuevo sentí que estaba acostada sobre mi espalda en el sillón, Emilio encima mío, besándome fuertemente. Sus tibios brazos acariciaron toscamente mis piernas y el interior de mis muslos, frotando mi muy húmedo y palpitante coño. Separó sus labios de los míos y sonrió picaronamente.

-Ahora es mi turno –susurró en mi oído izquierdo y me levantó en estilo nupcial.

En la pantalla pude ver a Alicia moviéndose a la silla al lado de la cama, sus piernas raramente separadas ya que no podía cerrarlas. Esmeralda estaba quitándose la ropa mientras le decía a su hija –Ahora mira y aprende, mi amor – y mi padre tomaba otro condón del cajón. La última cosa que vi fue a Eduardo sentado en la mitad del sillón, su pantalón e interiores tirados en el suelo.

Habían pasado dos años desde entonces. Ahora mi padre, un reconocido cirujano, había aceptado un trabajo poco remunerado pero moralmente gratificante en el más incógnito de los pueblos italianos. Esmeralda, que desde su matrimonio había apoyado incondicionalmente la reconocida carrera de mi padre, estaba encantada de irse a vivir a Italia ya que al ser restauradora llevaría a cabo muchos proyectos, empezando por la lujosa villa del siglo XVII que Cristóbal acababa de comprar. Emilio tenía diecinueve y acababa de graduarse de la secundaria. Había sido aceptado en Oxford pero como íbamos a mudarnos al olvidado pueblo de Foligno en la región de Umbría, había decidido estudiar en Roma que quedaba sólo a un poco más de dos horas en auto. Emilio era una persona muy familiar. Eduardo, Javier y yo estábamos en último año y Alicia un año más atrás y ya habíamos sido inscritos en la provinciana secundaria Pietro Vannucci.

Obviamente no me quería mudar en nuestro último año, no por los cientos de amigos que no teníamos sino porque de alguna manera nos habíamos asentado aquí y mis profesores realmente se veían dispuestos a ayudarme a pasar sin mucho esfuerzo de mi parte. Seguramente iba a ser extraño en una nueva escuela, todo el mundo chismoseando sobre los misteriosos chicos Clavijo. Este iba a ser un pésimo año.