B i l l e t – d o u x [ 2 ]

Esta chica es un buzón para cartas de amor.

B I L L E T – D O U X

CAPITULO 2

Sabía que mi vida ya no iba a ser la misma desde lo que sucedió con Rocío en las duchas. Durante toda la noche, no pude pensar en otra cosa… Terminé estropeando el tanguita nuevo con el que dormía. Y pensar en la fiesta del sábado me ponía nerviosa… “¿Voy a perder la virginidad allí?”, pensaba yo.

Pasaron los días y por fin llegó el sábado. No supe nada más de Rocío hasta esa noche. Mi padre le había abierto la puerta y desde mi habitación escuche: “¡Rocío! Tan guapa como siempre, cielo”. A saber cómo había venido vestida… pero no iba a tardar mucho en saberlo, pues mi padre la llevo directamente a mi habitación.

— ¡Laura, tu amiga ya ha llegado! — gritaba mi padre desde el otro lado de la puerta mientras la abría.

Yo dejé el móvil a un lado y me levanté de la cama para saludarla con dos besos. Ahora ya sé porque mi padre le decía tanto lo preciosa que estaba… Su camisa que translucía sus aureolas y esa falda negra tan corta que apenas le llegaba a la mitad de su culito lo confirmaban, y eso que no he añadido sus medias de lencería con ligas sujetas a su falda.

— ¡Qué padre tan bueno que tienes! Me salvo la vida cuando subía las escaleras, por culpa de estos tacones tropecé…— decía mientras ellos intercambiaban miraditas.

Su forma de sonreírle era tan picara… Mi padre le respondió devolviéndole la sonrisa y vi como una de sus manos se paseaba por la cintura de Rocío. No hace falta imaginar el agarrón que le dio a su culito.

— Bueno chicas, os dejo para que habléis de vuestras cosas. ¡Encantado, Rocío! — se despidió de ella con dos besos y cerró la puerta de la habitación. Rocío me miraba de arriba abajo y suspiro…

— ¡Bff! No iras así vestida ¿verdad? — preguntó y seguidamente me dijo que me quitara mis shorts vaqueros.

— ¿Por? ¿Qué hay de malo? — su respuesta fue: «Que no pareces una puta». La culpa de que me mordiera mi labio inferior… Mientras yo me quitaba mis shorts, ella buscaba en mi armario y saco unos tacones de aguja que eran de mi madre.

— Anda, quítate las converse y ponte esto— decía mientras me los arrojaba.

— ¿Podré caminar con eso? — me quité mis zapatos y me puse los tacones. Di unos pasos con ellos y ya capte la atención de mi amiga.

— No veas que culazo te hacen. Al menos has hecho bien en ponerte ese tanguita tan pequeño y de color negro, perfecto. ¿Sabes por qué? Porque cuando buscas follar se lleva ropa interior negra— yo me miraba en el espejo gigante que había en la pared de mi habitación. Hacia poses; me ponía de espaldas, me inclinaba y paraba mi culito… Y sí que tenía razón Rocío.

— Toma, ahora están mucho mejor— me giré para coger mis shorts y ¡los había cortado hasta dejarlos tan pequeños como mi tanga!

— Rocío, ¿qué has hecho? Se me va a ver todo…— los observaba ya en mis manos.

— Esa es la idea. Tienes que presumir del culito de putita que tienes— dijo a la vez que jugaba con las tijeras.

Me los probé sin rechistar a lo que había hecho y madre mía… ¡Qué puta me veía!

— Te quedan espectaculares— pronuncio alegrada de cómo me veía y yo me lo creí.

— Ahora sólo falta la parte de arriba…— añadió pensativa mientras volvía a mirar mi armario.

Rocío había agarrado un top que hacía unos años que no usaba, ya que me quedaba pequeño.

— Veamos si todavía te entra— me lo lanzo y se rio.

Sé que me iba a entrar, pero también sabía que mis tetas iban a quedar atrapadas allí y mis pezones estarían más marcados que nunca. Y así fue. Me quite la camiseta sosa que llevaba, y antes de ponerme el top, Rocío me obligo a quitarme el sujetador. Joder… Nunca me había vestido tan puta. Me veía preciosa, como una de esas chicas de los videos de mi hermano.

— ¿Ves cómo has cambiado con esa ropa? Bueno, ¿nos vamos ya? Llegaremos tarde— abrió la puerta de mi habitación y yo respondí que sí.

Bajamos las escaleras, suerte que mi padre se encontraba preparando su cena porque se habría muerto de verme vestida así. Me despedí de él gritándole un adiós antes de cerrar la puerta de casa. Íbamos las dos cogidas de la mano, yo me dejaba guiar ya que no sabía dónde era la fiesta. Según Rocío, no era muy lejos. Después de un rato de caminar con estos incomodos tacones, ella se detuvo frente a un enorme chalet. Se escuchaba la música desde la calle y se veía a un montón de gente en el jardín.

— Es aquí, Laura— dijo ella.

— Que precioso…— pronuncie embobada mientras contemplaba esa hermosa casa.

El portal estaba abierto, así que pasamos las dos.

— ¡Espera! — fueron las palabras que me hicieron voltear. Y cuando lo hice, Rocío estaba quitándose su tanga y dejándolo en el picaporte del portal.

No dije nada sobre eso, simplemente seguimos caminando por el camino de piedras hasta la entrada de la casa. Me había dado cuenta de que la gente era muy mayor comparada con nosotras. Entre unos diez y quince años de más. Y la gente que había dentro no iba a cambiar eso. Cuando el camino de piedras acabo, llegamos al porche del chalet y Rocío llamo al timbre. Nos abrió un señor bastante apuesto, pero como ya había dicho, era muy mayor para nosotras. Parecía como si ellos se conocieran… Se saludaron en un largo abrazo y con dos besos.

— Ella es mi amiga Laura, la chica de la que te había hablado…— los ojos de aquel hombre me recorrieron entera y decidió presentarse.

— Es un verdadero placer, Laura. Yo soy Leo, quien ha organizado todo esto— cogió mi mano y la beso como todo un caballero.

— Encantada, Leo. ¡Qué precioso chalet tienes! — le confesé mi gusto.

— Y eso que aún no la has visto por dentro. Anda, pasad preciosas — nos invitó tan amablemente.

— Laura, Laura… Espérame un momento. Mientras ve presentándote…— susurraba mi amiga a espaldas de Leo.

Ella se pegó más a él y se cogieron de la mano. No pude ver a dónde iban, pues se perdieron entre la multitud. Yo no sabía que hacer sin Rocío, así que permanecí allí observando y me di cuenta de que todas las chicas vestían con lencería erótica. Y que por cierto, estaban muy cariñosas… Paso un buen rato y ella no volvía, la buscaba pero con tanta gente era difícil y pasara por donde pasara mi culito siempre era víctima de un azote. Subí unas escaleras que llevaban a muchísimas habitaciones. No era difícil imaginarse lo que estaría haciendo Rocío… Me acerque a la primera habitación, llame e intente abrir, pero estaba cerrada desde dentro. Pude oír unos gemidos venir de lo más profundo de la habitación… Fui a la siguiente y esta sí que abrió. No estaba Rocío, pero si una pareja follando ¡y cómo lo hacían! Cerré rápidamente la puerta tras recibir esa ola de gemidos. Pase a la siguiente, la abrí despacio y lo primero que vi fui a una chica encima de un escritorio. Estaba a cuatro patas y arqueaba deliciosamente su espalda, eso hacía que su culito se levantara de tal forma que hasta yo me pondría ahí detrás…

— ¡Rocío! — grite al reconocer la cara de mi amiga.

— ¡Aaah! — fue lo único que me respondió.

— Laura, que placer volver a verte. ¿Por qué no pasas y observas lo puta que es tu amiga? — Leo se dirigió a mí mientras le provoca interminables gemidos a Rocío.

Podía ver claramente como toda su polla estaba enterrada en ese agujerito que parecía tan apretado, pero que en ese momento era capaz de tragar cualquier cosa. Más que una pregunta fue una orden. Yo… le obedecí. Sin decir nada, cerré la puerta y camine despacio hasta ellos. No reconocía la expresión que había en el rostro de Rocío, pues era la de toda una zorra.

— No te quedes ahí parada, preciosa. Arrodíllate y mira bien, porque algún día tu culito respingón quedara así de roto— me decía Leo a la vez que sacaba su polla del culo de su putita.

Oh, dios… El culo de Rocío estaba completamente roto ¡no se le cerraba! Me agache rápidamente delante de ese culito tan apetecible y lo admire sin olvidarme ni de un detalle.

— Tu amiguita me dejo la polla toda sucia. ¿Por qué no me la limpias, Laura? — me acerco su polla y la puso delante de mí… podía sentir el olor a culo que tenía.

— Leo, ella no sabe comer pollas…— Rocío hacia esfuerzo por hablar.

— ¿No? ¡Pero si tiene cara de putita mamona! — por toda la habitación se escuchó el ruido del azote que le dio a mi amiga. Luego le ordeno bajarse de la mesa y arrodillarse junto a mí.

— Laurita, hoy estás de suerte. La puta de tu amiga te va a enseñar a ser una come pollas— decía mientras su polla se paseaba por mi cara…

Rocío la cogió con sus manos y empezó a hacerle una paja. Leo respondía con suspiros…

— Tienes que cogerla así, ¿ves Laura? — me indicaba mi amiga mientras hacía lugar para mi mano.

Tímidamente, atrape esa polla con mi mano. Estaba ardiendo… Rocío la soltó y movía mi mano enseñándome como hacerlo.

— Que zorras sois las niñatas de ahora…— decía el treintañero entre suspiros.

Él se pegó más a mí y cada vez que yo movía mi mano, la punta se rozaba con mis labios… Poco a poco los empecé a abrir y notaba como él la quería meter.

— Laura, ahora tienes que hacer esto— mi amiga saco su lengua y la pasaba por la punta, como si fuera un helado.

Se puso a lamer un lado de la polla mientras yo me animaba con el otro, lo hacía despacio y con un poco de asco al principio. Todo eso desapareció a los segundos, cuando el sabor me tenía totalmente embobada. Las dos mirábamos fijamente a Leo y lamiamos como unas gatitas… Leo se río al vernos hacerlo con tanto deseo. Sin esperarlo, me sujeto de la cabeza y me clavo su polla entera en mi boca. Empezó a moverse igual que cuando estaba follando el culo de Rocío, duro y rápido. Un montón de saliva empezó a caer por mi barbilla hasta el suelo. Estaba dejando que un hombre de treinta años me follara la boca… Me sentía la más puta del mundo y él se dio cuenta cuando mientras le miraba, ponía una cara de zorrita total.

— Ya sabía que te iba a gustar ser una putita mamona, Laura— me decía él mientras no paraba ni un segundo.

Yo tenía que aguantarme las arcadas… El sabor de su polla mezclado con el sabor del culo de Rocío me hacía volverme loca y no falto mucho para perder la cabeza.

— ¡Tienes que tragártela toda, puta! — grito mientras me llenaba la boca de leche.

Que calentita estaba. Sentí como un poco se salió fuera y corrió por mi barbilla hasta caer goteando. Casi me ahogo, así que empecé a tragar cada chorro que salía. Nunca había probado nada más rico… Leo me soltó, pero aún me sujetaba del pelo. Yo con mi boca abierta intentaba recuperar la respiración. Él me observaba y se reía de mí. Agarro su polla y empezó a darme con ella en la cara… Rocío coloco su mano en mi barbilla y me gire. La guarra me estaba lamiendo los chorros de semen que habían salido fuera. Luego, termino morreándome, comiéndome la boca y yo cedi. Necesitaba volver a probar sus labios y más con este sabor a polla en mi boca, con ese sabor a semen… Nos besábamos y lamiamos con muchísima pasión y muy desesperadamente.

— Sonreír— y un flash nos atrapo a las dos mientras nos besábamos.

— Espero que no os haya molestado que tomara una foto de recuerdo— observaba sonriente la foto que nos había tomado.

Eran las cinco de la mañana y aún seguía despierta… No me podía dormir con ese sabor en la boca. No paraba de relamer mis labios. Nunca me sentí así de caliente… mi tanga estaba completamente mojado. Lo pensé por ratos y… necesitaba volver, necesitaba que me follara la boca. Agarre mi móvil y tenía un mensaje. Era de Leo, me había enviado la foto que nos tomó y con una nota que ponía: «No puedo dejar de pensar en cómo te dejabas follar la boca por un desconocido el doble de mayor que tú, putita» y eso me derritió… «Pues esta putita no puede dejar de pensar como le follabas la boca y te corrías en ella. Y con sólo recordar eso le entra un hambre…» le respondí yo. La conversación siguió con cosas como:

●”Si la gatita tiene tanta hambre, siempre se puede escapar a mi casa a beber toda la leche que quiera.”

●”No me digas eso que en cinco minutos me tienes allí…”

●”No me parece tan mala idea. ¿Sabes? Tengo ganas de verte y que me la vuelvas a comer como una puta. Y te aviso que eso no va a ser lo único que te haré.”

No le respondí. Me puse otra vez los tacones, me levante de la cama y me fui. Al llegar a aquel precioso chalet, toque el timbre. Leo abrió la puerta y tuvo que bajar la mirada porque me encontraba a cuatro patitas, con mi boca abierta y sacando mi lengua. Él se rio a carcajadas.

— ¡Putita mamona! — exclamo.

— ¿Vienes a que te usen como una perrita? — me pregunto mientras se agachaba delante de mí y acariciaba mi mejilla.

— Estoy aquí para que me uses como tu perrita— dije con un tono seductor.

Leo agarro mi pelo como si fuera una correa y me llevo dentro. Yo gateaba detrás de él mientras me guiaba hacia el sofá de cuero. Se sentó y con su mano me hizo señas de que me sentara en sus piernas. Me levanté y puse mi culo encima de su entre pierna. Sentí sus manos abrazar mi cintura. Note como se empezaba a restregar contra mi culito, poco a poco… Luego, invadió mi cuello a besos. Lo mordía, tiraba de él suavemente y lo lamia. Yo no me oponía a sus caricias, pues me encantaban. Sus manos me acarician e iban subiendo despacio, recorriendo el camino a mis tetas. Las agarro por encima del top y las manoseaba. “¡Mmm!” le hacía saber cuánto me gustaban sus caricias con mis gemidos. Me retorcía encima de él, frotando mi culo contra su bulto. El cual cada vez se ponía más duro.

— Bfff… no me toques así o voy a empapar mi tanga aún más— le suplicaba yo.

— ¿Ya venias mojada de casa, zorrita? — bajo mi top y mis tetas quedaron al descubierto.

— Sí… con pensar en lo que paso esta noche me mojo mucho…— le confesaba entre gemidos.

— ¿De verdad? Lo tendré que comprobar— mientras una de sus manos no paraba de manosear una de mis tetas en círculos, su otra mano bajo y se metió dentro de mi short.

— ¡Pero si estás hecha una fuente, puta! — me decía al oído mientras era esclava del placer que me daba su mano allí abajo, la forma en la que se movía tocándome todo…

— ¡Uuuhm! — empezó a jugar con mi pezón.

— Tendré que quitarte estos shorts tan monos para que no los ensucies con tus jugos— dejo de tocarme unos segundos para quitármelos lo más rápido.

Allí estaba, abierta de piernas encima de él, dejando que con una mano jugara con mis tetas y con la otra que me frotara el coño por dentro de mi tanguita. Uno de sus dedos se colocó en la entra, pero lo detuve…

— ¡Leo, no! Soy virgen…—

— ¿Qué eres virgen? Así que esta será tu primera vez… No te preocupes, perrita, haré que sea especial— decía mientras me cogió en brazos y me llevo escaleras arriba.

Se paró frente a la última habitación, la puerta era enorme. La abrió como pudo y entramos. Me dejo encima de la cama, que también era bastante grande.

— Tengo un montón de ropa para chicas como tú. Quiero que te vistas preciosa para mí. Esta noche te haré sentir una mujer y quiero que disfrutes— fue caminando hasta un gran armario y lo abrió.

Desde la cama pude ver un montón de ropa de lencería erótica. Me levante y fui hasta ese gran armario, él me indicaba donde estaba cada prenda. Mientras yo me quitaba mi ropa, Leo me observaba tumbado en la cama ya sin su camisa y con sus manos jugando bajo su pantalón. Podía sentir sus ojos mirarme con lujuria mientras me vestía como una puta sólo para él. Al acabar, se acercó a mí sonriendo. «Que preciosa estás, Laura…» dijo mientras sus manos me pegaban a él. Mis brazos le rodeaban su cuello y lentamente nuestros labios se fueron acercando cada vez más hasta quedar completamente juntos y derritiéndose en un beso de lo más cerdo. Podía sentir su erección contra mi muslo, pero aún más la forma en la que me manoseaba el culito con sus manos. Mordí su labio y tire de ellos con ternura, luego se los lamí como si fuera toda una gatita.

— ¿Te ha enseñado Rocío a hacer eso? — preguntó Leo.

— Sí… ella me enseñó a besar—

— Admito que lo haces mejor— agarro mi mano y lo puso encima de su bulto.

Yo lo comencé a frotar sin pensarlo. Movía mi mano de arriba abajo sin parar mientras volvíamos a besarnos. La quería tener otra vez en mi boca y no tarde mucho en bajarle los pantalones junto a la ropa interior. Me agache y se la agarre con mis manos tal y como me había enseñado Rocío. Le miraba mientras le hacia una paja gloriosa que él agradecía con suspiros.

— Deseaba tanto esto…— le decía mientras Leo notaba mi respiración en la punta de su polla.

Acaricio mi pelo con su mano derecha y yo empecé a jugar con mi lengua. La movía en círculos sobre la punta. La sujete con mi mano, y mi lengua recorrió desde sus huevos hasta la punta de su polla. Allí, empecé a morrearme con ella de una forma muy cerda y poco a poco iba entrando más y más hasta que ya me encontraba chupándosela. Esta vez no era él quién estaba follandome la boca, esta vez era yo quien se la estaba comiendo como toda una puta.

— Joder, Laura… Dime quién te ha enseñado a chupar así porque Rocío no me la come tan bien como tú— decía mientras desde arriba observaba como su polla se marcaba en mi mejilla cada vez que se la chupaba.

— Mirando se aprende— le respondí yo con su polla aún en mi boca.

— Jajaja— acaricio mi pelo otra vez. — Que preciosa te ves desde ahí abajo, putita…— añadió.

Volvió a agarrarme del pelo como si fuera una correa y me llevo gateando a la cama. Me subió y me quede a cuatro patas. Me acomodo a su gusto, apoyo mi cabeza en la cama y me hizo levantar más mi culito.

— Perrita, ahora vas a saber lo que se siente cuando te comen el coño— y sentí su lengua recorrer la raja de mi coño.

­— ¡Uhm…!— se me escapaban gemidos y cerré mis ojitos disfrutando de aquel nuevo placer…

Leo había separado mis labios vaginales con sus dedos y estaba dándole lengua sin parar. Cuando por fin lo había lubricado lo suficiente, se incorporó detrás de mí y restregaba toda su polla por mi coñito… « ¿Quieres que te folle el coñito de puta que tienes, Laura?» me pregunto mientras su polla comenzaba a entrar despacio.

— ¡Sí! Métemela toda y follate mi coñito de puta…— le suplicaba yo.

Mis palabras hicieron que perdiera el control y bruscamente la clavo entera dentro de mi coño. Empecé a sentir ese pequeño dolor, pero Leo se encargó de hacerme sentir una mujer, de darme ese placer que tanto buscaba… Y lo encontré cuando en mi cabeza pensaba: “Estoy dejando que un hombre que conocí esta noche me quite la virginidad y encima vestida de puta” como me empecé a mojar…

— Que apretada estás, perrita— dijo mientras mi culito recibía un azote.

— Mmm… ¡Aah! ¡Aaah! ¡Qué rico! Uhm…—

Leo empezó a marcar el ritmo. Al principio lo comenzó haciendo despacio, pero luego no se contuvo más y empezó a follarme cada vez más rápido, más duro y como si yo sólo existiera para eso. Para dejar que me usaran.

— ¡Más! ¡Aah! — mis gemidos llenaron toda la habitación.

— ¿Más qué, puta? — paro de follarme, dejando su polla entera dentro.

— Tu putita quiere que te la folles más rápido…—

La saco y volvió a enterrarla toda, así repetidas veces.

— No te escucho, Laurita. ¿Decías algo? —

— Que quiero que me la metas y no pares de follarme como me lo merezco. Quiero que me uses— grité.

Él rio y se recostó en la cama.

— Si tanto te está gustando follar, puedes empezar por aprender a montar pollas— dijo mientras sujetaba su polla.

Me subí encima de él y lo besé. Lo besé tanto que ya no recuerdo cuanto rato fue. Leo me manoseaba ese culito que tanto le gustaba y con su otra mano, me volvió a meter su polla. Solté un gemido de placer. Volvió a colocar su mano en mi culo y lo movía enseñándome cómo hacerlo.

— Eso es, putita. Que bien mueves el culito. Oh…—

Yo gemía al lado de su oreja, mientras que mi culito se movía para que mi coño devorara entera su polla.

— Me encanta… me encanta ser una monta pollas— le susurraba yo.

Y tonta de mí, porque eso hizo que me cogiera en brazos y me levantara. Sus manos pasaban por debajo de mis muslos hasta llegar a mi culito, en el cual se agarraban con fuerza y abrían. Mis brazos se sujetaron a su cuello. Estaba indefensa, me iba a destrozar y lo sabía…

— ¡Aaah! ¡Ah! ¡Sí! — incluso hasta le pedía más cuando empezó a moverse y sentí como su polla llegaba a lo más profundo de mi coñito.

Me movía como si fuera un consolador para él. Lo hacía fuerte, pero pausado y poco a poco eso me termino dando tanto gustito…

— Voy a parecer una puta como sigas follandome en estas poses obscenas…— le dije junto a su oreja.

— ¿Acaso no es eso lo que eres? ¿Una niñata putita que le encanta ser usada por pollas? — sus bazos movían más rápido mi culo y eso hacía que mi coñito se derritiera tanto que empecé a chorrear sin parar.

Oh, dios. Que sensación tan maravillosa. Su polla no se detenía y yo me estaba corriendo a chorros porque me decían guarradas al oído…

— ¡Sí! ¡Uuuuhm! Soy una zorra que le encanta tener pollas en su coño— grite junto a gemidos mientras mi coñito no paraba de chorrear.

Leo me bajo en la cama. Quede abierta de piernas delante de él, observando cómo se pajeaba mirándome…

— Dame lechita, Leo. Córrete encima de mí— le pedía yo.

Leo soltó un gemido y chorros de semen caliente empezaron a llenar mi cara, mi boca… Yo lo miraba mientras recibía encantada su leche, con mi lengua fuera para no desperdiciar nada. Cuando termino de eyacular, le enseñe toda la leche que había en mi boca y él me miro contento.

— Trágatela, gatita— me ordeno.

Cerré mi boca y me trague hasta la última gota de leche. Leo pasaba su dedo por mi cara, recogiendo todo lo que había caído en mí. Luego, me lo puso en mi boca y yo se lo chupe.

Nunca antes había visto un amanecer y sé que no habría mejor día para verlo. Caí exhausta en la cama y Leo junto a mí. Me abrazó y nos quedamos mirando. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa. Es un día para no olvidar, ya que en este rojizo amanecer me había convertido en algo me cambiaria para siempre.