Azul (IV)

No pensaba en nada, sólo en seguir con ella.

5.

Han pasado unas cuantas semanas desde el último fin de semana en que pude tocar el cuerpo de Camelia y en el que ella me pidió dejar de hacerlo. Ella, creo yo, en el transcurso de los siguientes días, trataba de saludarme y comportarse comúnmente, pero no le era fácil. Las pocas veces que nos quedábamos solas, notaba la incomodidad en su cuerpo. No me miraba y buscaba la manera de alejarse de mí. No entendía por qué, bueno, quizá sí; y me molestaba que Camelia no haya encontrado la manera de controlar esta situación. Sí, yo sabía que no era fácil convivir con lo que habíamos pasado. Pero vamos, me parece muy infantil no saber sobrellevar asuntos tan sencillos como éste. Porque complicado no era.

Había decidido alejarme un poco – bastante – para que ella analizara mejor la situación. Y también para que fuera ella la que ahora me buscara. Sé que me estaba arriesgando mucho dejándolo a la suerte pero qué más podía hacer. Había dejado de lado mi orgullo y dignidad por mis estúpidos planes de venganza; que a pesar de que ahora los consideraba innecesarios me sentía insatisfecha sin cumplir lo que me había propuesto.

Y todo esto, eran ideas construidas racionalmente. Porque lo que yo realmente sentía era desolación, tristeza, enojo y muchas más cosas por lo que me hicieron. Sentía aún mayor este golpe porque Camelia estaba con Juan y no conmigo… Pero evitaba estos sentimientos y sólo pensaba superficialmente sin adentrarme tanto en lo que todo esto podría, o no, causar.

Después de alejarme totalmente de Camelia comencé a frecuentar a Renata, la chica con la que me besé en la fiesta de Rubén. Ella estaba en la facultad de filosofía, así que nos veíamos a diario. Jamás la había visto, o quizá, nunca había reparado. Pero pasó que ahora era de diario encontrarla. A Iván no le platicaba de mis encuentros casuales con Renata. Él en ese ámbito se había abierto más. Me platicaba la manera en cómo la vio por primera vez, cómo tantas veces le intentó hablar y cómo había logrado ser su amigo. Iván me había ‘’perdonado’’ por lo del beso. Yo le aseguraba y juraba nunca volver a meterme con ella. Comprendía completamente la inseguridad que seguramente Iván sentía en ese momento. También comprendía cómo se sentiría. Lo entendía porque a mí ya me lo habían hecho.

Habían pasado dos meses de conocer a Renata, a veces era imposible no desearla. Estaba segura de que me sentía atraída por ella. Renata había logrado hacerme olvidar pasajeramente a Camelia y me sentía bien con eso. Camelia por su parte no me buscaba y había días en los que sentía una creciente desesperación.

Al inicio del segundo mes, Renata me invitó a su casa.

  • Ven, vamos a mi habitación – dijo tomándome de la mano y guiándome.

  • Bien – respondí.

Subimos a su habitación y me dejó un momento sola en lo ella bajaba por algo de beber. Mientras ella se fue sabía lo que seguía. Era tan obvio que me comencé a llenar la cabeza de qué tan bueno o malo era lo que seguramente estaría por pasar. Pensé en Iván, qué pensaría. Después recordé a Camelia… estaría con el estúpido de Juan. Era viernes por la noche y estaría con él. Sentí que mis ojos se mojaron un poco. Cómo explicar lo que tanto me atormentaba, ¿cómo? Recordé la primera vez que besé a Camelia, en su piel tan suave y ahora, lo sabía, él la estaría tocando con sus ásperas manos; le besaría el cuerpo y la besaría con sus secos labios. Escuché pasos venir por el pasillo y rápido me sequé los ojos. Despeiné mi cabello y cuando Renata abrió la puerta le sonreí. Me devolvió la sonrisa, cerró la puerta y caminó hacia mí, dejando una botella al lado de la cama. Se hincó frente a mí y haló de mi playera para quedar a la altura de su rostro. Me miró a los ojos y después rió.

  • ¿Por qué no haces nada? – preguntó y me soltó.

  • No sé – dije regresando a mi antigua posición. Ella se colocó de pie.

  • Me encantas – dijo riendo.

  • Gracias – dije riéndome de ella.

  • No, de verdad, me encantas. Tú, tu pelo que jamás peinas. Tu sonrisa… todo – dijo sin yo esperar que me lo dijera en ese momento. Sabía que le gustaba porque de qué otra manera coincidiría tanto con ella en la universidad. Después de todo confirmé que no era casualidad encontrarla.

  • Tú también me gustas, Renata – respondí después de unos segundos. Ella abrió un poco sus ojos.

  • Y tú a mí, Lía. Mucho – respondió un momento después segura y calmada. Tomó la botella del suelo y caminó hacia el lado de su cama donde estaba su buró. Debajo de él sacó dos vasos cortos de vidrio.

  • ¿Por qué tienes vasos en tu habitación? – pregunté sonriéndole.

  • Para cualquier ocasión – dijo mirándome y mostrándome su sonrisa.

  • ¿Es whisky? – pregunté

  • Sí, Buchanan’s whisky.

  • Hm, no me gusta mucho el whisky – dije.

  • Oh, no me harás bajar de nuevo – dijo arrugando su nariz. Esa acción suya me gustaba mucho.

  • Tendrás que bajar de nuevo porque no trajiste hielos. O, ¿con qué lo vamos a tomar? – interrogué.

  • ¿Quieres hielos? ¿En este momento? – preguntó insinuante a que mi respuesta fuera negativa.

  • Por favor – respondí.

  • Ya qué – dijo haciendo una mueca de tristeza con los labios. Dejó la botella y vasos sobre el buró. Después comenzó a caminar hacia la puerta.

  • Es broma – dije riendo un poco antes de que ella abriera la puerta –. Me da igual cómo tomarlo.

Comenzamos a beber. Las dos nos sentamos encima de la cama y platicamos de distintas cosas. En el tiempo que llevábamos de conocernos nunca me había hablado de Iván por lo que deduje que por él no tenía interés. Él era mi amigo y está demás decir que Iván no tenía nada con Renata pero a él le gustaba. ''Le gustaba pero no tenía nada con ella – pensaba. ''

Comenzamos la botella entera y para cuando Renata colocó música en el estéreo ya íbamos a la mitad. Ya eran cerca de las nueve de la noche.

Renata se acercó a mí después de colocar la música y me extendió la mano para ponerme de pie. Esa acción irreparablemente me llevó a cuando hice lo mismo con Camelia en la fiesta de Rubén. Cerré los ojos unos segundos para bloquear ese recuerdo de mi mente y me puse de pie sin tomar la mano de Renata. Dejé mi vaso en el suelo y Renata me tomó de la cintura. Sonaba una canción de reggae, muy calmada, y me comenzó a bailar. Con el ritmo nos fuimos alejando unos metros de la cama hasta que terminó la canción y quedamos en silencio. Lentamente acercó sus labios a mi cuello y suspiró de mí. Entonces comenzó una segunda canción. Prosiguió con mi clavícula, la lamió, y después, subió a mis labios. Me comenzó a besar. Introdujo sus manos debajo de mi playera y las deslizó hasta llegar a la orilla de mi sostén. Metió las yemas de sus dedos y acarició los límites de mis senos. Profundizó más en mi sostén y sus manos acariciaron completamente mis pechos. Suspiré en su boca. No pensaba en nada, sólo en seguir con ella. Pensé en jugar un poco y retiré sus manos de mi cuerpo de un momento a otro, y me alejé de su cuerpo. Renata se desconcertó un poco, pero al verme reír, sonrió divertida. Me di la vuelta y caminé hacia la cama. Mientras caminaba hacia ésta, me desabotoné el pantalón y me lo quité antes de sentarme en el colchón viendo directamente hacia Renata. Ella aún seguía parada en el mismo sitio con la misma sonrisa.

-          ¿Qué pasa? ¿No vienes? – pregunté.

No dijo nada. A los minutos ya estaba sobre mí besándome los senos. Las dos para ese entonces ya estábamos completamente desnudas. Su cuerpo se sostenía por medio de sus rodillas que estaban al lado de mis caderas, respectivamente, y por sus manos que se recargaban en el colchón. Me dejó de lamer los senos para sentarse en mi abdomen. Sentí su humedad tan clara en mi piel que sólo eso me otorgó un inmenso placer. Levantó su cuerpo un poco pasando su mano derecha por debajo de su vagina y sin pensarlo me penetró con la punta de su dedo medio. Grité y comencé a suspirar fuertemente. Fue un dolor exquisito. Gocé tanto el sólo sentir la punta de su dedo.


Es corto, lo sé, pero gracias por leer :)