Ayumi Nakashima

Mi castigo es la humillación pública.

Ayumi Nakashima

Ayumi Nakashima es la dueña mas hermosa que he tenido. Es una importante abogada a pesar de juventud. Bella, en su naturaleza oriental, con una mirada penetrante y autoritaria. Esta haría confesar hasta el mas mentiroso culpable. Es realmente perfecta, escultural y además goza de una buena posición.

Nos habíamos mudado hace poco en Madrid. En cuanto, desde Canarias, me ofreció seguir sirviéndola, yo no dudé en abandonar mi vida para seguir siendo su esclavo. Y es que su trabajo le ha dado una oportunidad de mejorar mas ya su amplia economía.

Para ir adaptándose a Madrid, mi dueña quiso improvisar con el alquiler de este apartamento. Yo lo agradezco la verdad, ya que me resulta mas cómodo limpiar estos noventa metros cuadrados. No es para nada igual que el chalet que teníamos en Las Palmas.

Su apartamento está radiante y fresco como todos los días. Yo pongo mucho empeño en su limpieza y Ayumi lo sabe. Por ello  ya no tiene que decirme lo que debo hacer. Soy un esclavo muy anticipado y me entrego mucho para mis deberes domésticos.

Ahora mismo son las 2:30 y mi dueña ya debe de estar de camino del trabajo. Espero que no se retrase para la comida. Desde la cocina se huele unos tallarines y gambas a punto de terminar de hervir. Y yo la verdad que tengo mucha hambre. Hoy he estado mas liado, y no he podido desayunar por la mañana.

A cada minuto me asomo a la ventana. Eso si, siempre con cuidado, no se que desde la calle vean mi collar de esclavo. Desde la cintura para abajo no podrán ver mi desnudez, pero el cuello de cuero ancho es muy vistoso y podría extrañar  a los vecinos del frente con mi ventana.  Pero tengo que vigilar la llegada de mi dueña.

En una de esta que voy a entrar, el sonido de su nissan murano hace que me asome de nuevo. Allí esta su murano negro. Tengo que darme prisa!

En lo que ella aparca yo dejo su plato y cubiertos sobre la mesa. Vigilo el baño, re coloco los cojines del salón y me doy de su perfume favorito.

Rápido voy a mi sitio. Me coloco en posición de espera en mis rodillas y la frente al suelo. En cuanto oigo el ascensor, me llevo las manos recostados al suelo hacia atrás.

Se oye abrir el ascensor y en cuanto se siente salir alguien, escucho emocionado los pasos de sus escarpines de Miss Dios. Mi dueña!

Las llaves hurgan la puerta y esta se abre. Yo sigo igual con la frente al suelo. Antes de hacer lo habitual debe ella antes de darme una señal. Ella entra, y en cuanto cuelga su abrigo en la percha...

  • Limpia!

O si! es la señal. Levanto la frente del suelo y me acomodo para gatear hasta mi dueña. Es el momento de limpiar sus suela. Pero primero debo lamer el cuero negro de la puntera para quitar alguna mancha visible. Lamo el primer zapato adelantado y luego el otro en cuanto ella adelanta el siguiente. Este es un momento embriagador en la que el sabor del cuero de su zapato llega al sentido de mi gusto. Me encanta, es agradable hasta su olor. Con esto tengo una erección completa, y mis testículos presionados por el anillo estrangulador de testículos en acero medical de 2,5cm de ancha y 275gr de peso, no deja contraer mi saco escrotal.

Ella como siempre no media palabra, solo paciente espera a que termine. Y solo cuando termino de recuperarle el brillo con mi saliva, ella me da la señal.

  • Échate!

Rápido poso mi espalda al suelo. Eso si, boca arriba debo siempre abrir mis piernas flexionadas ante ella. Es importante que ella vea mi miembro erecto para que recuerde lo contento que estoy por verla.

Colocado en la posición ideal, ella primero restriega la suela de su zapato derecho en mi pecho. Luego lo acerca a mi cara para que yo lama su suela. Me esmero y se los dejo como nuevo. Ella lo comprueba mirando su suela, y en cuanto está satisfecha procede hacer lo mismo con su izquierdo.

Hoy no está muy contenta. Normalmente cuando está contenta juguetea con sus escarpines en mi pene. Pero hoy no. De repente me ordena quitarme del paso.

En cuanto ella pasa delante mía yo la sigo. La noto hoy muy distante, pero eso no debe hacer que no me concentre de atenderla.

Antes de llegar al salón suelta sus escarpines sacudiéndoselo de los pies. Yo atento los cojo en mi boca mordiendo el tacón de 5 cm. Ambos los llevo como premio mientras la sigo a su habitación. En cuanto llegamos ella abre su vestidor y me da una señal de que entre. Gateo dentro y suelto sus escarpines a un lado de su colección de zapatos elegantes. Cuando salgo ella se ha quitado la chaqueta gris de oficina y se está desabrochando la blusa de ceda blanca.

Allí esta, sentada en su cama tan hermosa como siempre. Yo voy al encuentro de la chaqueta que dejó en la cama y ya poniéndome de pie, cuelgo en la percha con cuidado su chaqueta. Ella de momento no me dice nada, así que se por experiencia de que no debo hablar.

Pronto su blusa cae en la cama. Yo no debo mirarla, pero de reojo veo su sujetador blanco que aprieta esos pecho de una 90. Se suelta la cola, y su melena larga morena cae en el momento que coloco su blusa en la percha.

Luego se levanta y yo espero de rodillas a que su falda caiga. Cuando cae ella levanta un pie y luego el otro para yo coger esa falda de ejecutiva.

Un olor fresco de su perfume, que aún no la ha abandonado me alienta, y gimo para mis adentros. Se de reojo que lleva un tanga bajo las medias de brillo y trasparente.

El sujetador cae al suelo. Luego se baja las medias hasta los tobillos. Se sienta en la cama y estira sus pie juntos. Se lo que sigue. Yo termino de sacar sus medias de sus hermosos pies. Os! aún tiene el aroma sus escarpines!. Quisiera lamerlos, pero ella baja sus pies desnudos al suelo.

Del suelo tengo que recoger muchas cosas, así que me pongo a ello. Ella mientras se levanta y va a un cajón a coger un mini pantaloncito de pijama. Hoy se pone los rojo de rayas blanca.

Su sujetador y medias las tengo que llevar a donde la colada. Por desgracia tengo que salir de la habitación y perderme como ella aún está con sus pechos al aire.

Pongo sus prenda en donde la ropa sucia, no sin antes olerlas. Pero en cuanto oigo los pasos de las zapatillas de casa de Ayumi voy a su encuentro gateando.

Nos tropezamos por el pasillo. Ahora ella lleva una camisilla blanca con bordes rojos y calza sus zapatillas de casa blanco con un sol rojo naciente de adorno.

  • ¿Que has preparado hoy, Sushi?

  • Tallarines y gambas, mi dueña.

  • Umm! Hoy me has sorprendido. ¿Está todo listo, Sushi?

  • Enseguida mi dueña.

Me adelanto gateando y en la cocina me pongo de nuevo de pie. Me lavo las manos y mientras ella se sienta en su silla habitual, yo voy con los preparativos. De la hoya sirvo los tallarines hasta que ella me da el stop. Luego las gambas y salsa. También le tengo la mesa con frutas variadas, pan y una patatas fritas. En cuanto termino me arrodillo a su lado.

Ella come y su humor se va suavizando. No se si ha tenido un día duro. Pero si consigo relajarla, yo sería muy feliz.

Con la mirada baja espero a que ella termine, mientras me recreo en sus zapatillas que por pena cubre sus deditos. Al menos veo su empeine y la forma divina de los huesos en su tobillo. Mas arriba sus piernas bronceadas con ese brillo limpio que la hace mas guapa. Y es que esta oriental es tan poderosa, que aunque yo solo soy permitido mirar de las rodillas al pie, ya solo con eso, saco la conclusión de que ella es la Diosa de las Diosas. La adoro...

  • Trae tu comedero, Sushi!

Me ordena mi dueña.

Voy a los estantes bajos y cojo mi comedero de acero Inoxidable con relieves de huesos de 1,8 Lt./ 20 Cm. Es el momento de pedir mi porción. Así que me acerco a ella de rodillas y le ofrezco mi plato.

Ayumi coge las sobras de su primer plato y los echa en mi plato. Luego como había pelado un pera, me echa las cáscaras. Eso de momento.

Yo pongo mi comedero al suelo. y me dispongo a comer de las sobras de los tallarines, papas y las cáscaras de la pera. Lo hago sin la ayuda de las manos, como un buen perrito. A mi dueña le gusta verme comer como un cachorro.

En cuanto termino mi dueña escupe las pipas de las ciruelas en mi plato. Yo los acojo para chupar algo del jugo de la ciruela. Luego me escupe otra en cuanto aparato la cara de mi plato, y procedo a chupar la siguiente pipa.

  • ¿Quieres gambas?

  • Oh si, mi dueña.

  • ¿No crees que es mucho nivel para mi mascota?

  • Perdone mi dueña. No debo...

  • Toma un poquito de agua...

Ella se inclina con una botellita de agua y lo echa en mi comedor con las manchas de los tallarines y las pipas que escupió.

  • Gracias mi dueña!

Lameteo el comedero hasta secarlo. Terminado de beber ella baja su yogur  recién acabado a mi encuentro.

  • Sushi!, limpia el envase.

Meto mi lengua en la boca del recipiente lácteo, y lamo los resto de su yogur.

  • Muchas gracias mi dueña!

Ella se ríe, y poco a poco va recobrando su humor.

Pronto termina de comer. Se levanta y sale de la cocina.

Tengo que darme prisa en recoger la mesa y fregar los platos.  Ella seguramente va repasar los casos de sus carpetas. Lo normal es que se recueste en el sillón del salón con las carpetas mientras deja la tele encendida. Yo debo de de estar siempre cerca. Así que esto no debe ocuparme mucho tiempo.

Terminado de recoger la cocina, voy al salón gateando. Ella ya está sentada con sus descalzados pies sobre la mesilla. Lee y ojea unas carpetas. Yo me arrodillo a un lado de sus pies extendidos. Ayumi, que se había puesto sus gafas para leer, se las baja para verme, y mira mi pene ahora en semi erección.

  • Sushi, hemos hablado de que siempre que esté en casa tu pene debe de estar tieso.

  • Disculpe mi dueña, estaré mas atento.

Miro en sus pies descalzo y la erección vuelve automáticamente. Esta se eleva apuntando el techo.

  • Mucho mejor!

Dice mi dueña que ahora se dispone a seguir repasando los documentos.

Mi dueña me había comprado este anillo testicular para que en mis erecciones, mis pelotas no pierdan su deseado tamaño. A Ayumi le encanta jugar con mi saco, y no permite con este anillo ingenioso, que se contraiga.

Ella mueve su deditos sobre la mesita. Y yo no quepo mas de si, y espero impaciente a que mi dueña me deje lamerlos. Con esta erección plena y ofrecida a mi dueña espero una oportunidad.

  • Sushi, traedme un baso de agua!

Gateo rápido a la cocina y me dispongo a llenarle su vaso.

Vuelvo al encuentro de Ayumi, y le doy su vaso. Ella lo coge y se lo bebe rápido.

  • Toma!

Me lo da y yo lo llevo a fregar y aguardar el vaso.

Vuelvo de nuevo y ella sigue atenta a sus documentos. Y que había perdido algo de erección, me concentro en sus pies, y esta vuelve antes de que ella se diera cuanta.

Estoy desesperado y le pregunto...

  • Mi dueña, discúlpeme. ¿Hoy no quiere que la atienda sus pies?.

  • Haber, ¿Te he mandado hacerlo?.

  • No, mi dueña,

  • Pues cállate que no te he dado permiso para hablarme.

  • Perdón, mi dueña.

Ella vuelve a su trabajo, y yo al mío que es la de esperar en mis rodillas y concentrarme en mi erección. Así que no me queda mas que mirar sus pies sobre la mesita e imaginarme que se los atiendo. Solo así mantengo mi erección ante la vigilancia de mi dueña, que de vez en cuando aparta los documentos de su vista, y mira a ver si yo sigo erecto.

Con esta erección sufro por no poder tocarme. Estoy con las manos a los costado desesperado. Yo miro el camino de sus piernas hasta sus pantaloncitos, y no me atrevo mirar mas arriba. No puedo controlar cuando me vigila, y me esfuerzo de forma inhumana de mantener el pene con palpitaciones.

Ayumi de repente, baja su mano izquierda al borde del sillón.

  • Acercase!

Rápido de rodillas me acerco adivinando que debo de estar cerca de esa mano. Mi pene se queda a su altura.

  • Venga! .

Ella abre la mano y deja la palma para que yo pose mis testículos.

Pronto quedo atrapado. Ella aprieta y juguetea con el saco. Eso si, no quita ojo a los documentos.

Yo estoy fuera de si, y mi pene parece reventar. Ella mientras se relaja en mis pelotas. Siento que me está utilizando para relajarla de estrés, y disfruto sentir su palma y dedos apretando suavemente.  Es agradable también sentir el frío de los anillos de sus dedo. El masajeo y mi pene apuntando en mi vientre espera impaciente que se recree también con el.

Ring ring....!

Mierda!. Suena su teléfono.

Soltado miro como ella coge el teléfono de su lado.

  • Diga!

  • Ah, hola querida que tal.....

Ayumi tapa el micro del teléfono y me haces señas señalando sus pies sobre la mesita. Luego sigue hablando con supongo, una compañera.

Yo por lo menos tengo el consuelo de atender sus pies. Gateo mas abajo y nada mas llegar, atrapo sus dedos en mi boca. Cazo ese aroma y sabor que siempre he tenido en sus zapatos del vestidor. Es agradable atenderla mientras ella habla con una amiga. Me puedo imaginar como si estuviera aquí charlando con mi dueña mientras yo la atiendo. Es el morbo que me viene a la cabeza. Me encanta.

Lamo y lamo la planta aprovechando que mi pene se roza en mis muslos, para darme un gusto extra. Yo, que por la altura de la mesita debo bajar mucho la cabeza, ya que solo mide alto unos 15 cm, me arqueo la espalda con mi culo en alto sobre mis muslos arrodillados. Estos muslos los cierro para atrapar mi erección y contonearme para apretar mi glande. Es un hábil consuelo mientras ella me ignora y sigue charlando con su compañera.

La humedad resbala en mis muslos hasta el suelo. A medida que voy lamiendo los talones mi excitación crece mas. Descontrolado me meneo el pene en mis muslo mas y mas. Estoy fuera de si. Dibujo el camino con mi lengua por el empeine y vuelvo a sus dedos, y en cuanto los atrapo... Mmmm!

Un disparo de semen cae al suelo, luego otro y luego otro... ¿Que he hecho?

Ayumi en ese momento se despide por teléfono.  Creo que se está dando cuenta por mi aliento en su empeine. Pero ella educada sigue con las cordiales despedidas de su compañera, cliente, no lo se. Solo se que en cuanto cuelgue me espera lo peor.

  • Hasta mañana querida!

clock!  Cuelga.

  • ¿Que has hecho, Sushi?

Yo le enseño el delito quedándome en mis rodillas.

  • Perdóneme mi dueña, no pude aguantarme.

  • Que asco!, no lo puedo creer. Ahora vas y te corres sin permiso. Desde que vinimos a Madrid estas muy desobediente. ¿Que es lo que te pasa?.

Ella sigue sentada con su mirada fulminante esperando mi respuesta.

Yo que me veo totalmente manchado en mis muslos, por no mirar como de perdido dejé el suelo, no contesto y bajo mas la cabeza de pena.

Ella se levanta y en cuanto se me acerca...

Zas!

Me da una brutal cachetada.

  • Te he hecho una pregunta!

Casi lloroso le contesto...

  • Perdóname mi dueña, me me siento muy mal con migo.

  • En lo que hablaba con mi cliente, te he visto menearte como una zorra. ¿Que es lo que te pasa?.

  • Nada, mi....

Zas! otra gran cachetada del otro lado.

Casi lloro. Y no por el dolor en mis cachete. Si no por lo mal que me siento por no saber controlarme. ¿Que me esta pasando?. Es cierto que desde que estamos en Madrid, yo he perdido mucha concentración. Y creo que es debido al cambio.

Antes en Las Palmas, yo tenía un horario para visitar su chalet. A diferencia que ahora, yo no vivía con mi dueña. Yo tenía una vida de soltero y trabajaba de fontanero por las mañanas. Tenía un estricto horario para atenderla y atender su casa.

Pero ahora soy totalmente de su propiedad. Vivo con ella y ya no trabajo mas que para ella. Ayumi me mantiene, y yo a cambio soy su esclavo. Esto me ha emocionado bastante. Y desde que me siento mas de ella, estoy mucho mas excitado. Ahora no tengo mas vida. que la de un cachorro en un apartamento. Adoro ser su mascota esclavo. Soy tan feliz. que no quepo en mis excitaciones. ¿Será ese el problema, y por ello no me concentro?

  • Anda vete al balcón!

No otra vez no, pienso. Su balcón solo está protegido por unos barrotes de acero a media altura. Las barras separadas permite ver a cualquier vecino, en interior del balcón. Y eso es lo que ella quiere. Quiere que yo con este atuendo me quede en mis rodillas en su balcón, sin importarle la mirada curiosa de cualquier vecino.

Ella abre las correderas de cristal y me de señas...

  • Vamos!

Gateo hasta su balcón y enseguida noto la brisa de la calle.

Vivimos en un quinto del paseo de la Castellana. Y el ruido de repente de los coches es ensordecedor. Frente hay mas edificios que desde sus ventanas no pueden ver. Pero ella aquí en Madrid le de igual. Ella se siente mas libre y no le importa que cualquier vecino, sobretodo los de los balcones de los lados, me puedan ver.

  • Ahí te quedas!, piensa en lo que has hecho, que yo ya me estoy pensando si seguir manteniéndote.

Esa última frase duele mas que sus cachetones de antes. Con eso mis ojos de humedecen de pena y siento que estoy apunto de estallar a llorar. Dios mío! Eso nuca.

Está tan enfadada que ni siquiera ha dejado que limpie mi semen del suelo. Le he defraudado y ahora ella quiere estar sola en el interior, y no ver mi apenado careto.

La conozco, y se por que quiere que sea visto en el balcón. Aquí no hay donde esconderse por si alguien se asoma por el balcón del al lado. Los del frente están muy lejos, e igual no me ven bien entre los barrotes. Pero si algún vecino de los lado sale a su balcón, ellos me pueden ver perfectamente.

Ayumi quiere que con esta humillación recuerde cual es mi lugar. Que ya no es solo que tenga que servir a mi dueña, si no que debo comportarme como tal hasta en público. De esta forma me recuerda que no soy nada. Y que cualquiera puede disponer de mi.

En cuanto cerró las correderas quedé abandonado al público.

Apenado miro los cuadros del suelo, y en cuanto ya no siento mi dueña cerca, me tapo el pene gastado con mis manos.

De repente se abra las correderas!

Rápido pongo mis manos a los costados.

Ella detrás mía con el gancho de mis brazaletes me pide poner las manso atrás. En cuanto lo hago engancha ta traba, y quedo con las manos inmovilizados tras mi espalda.

Luego se retira y sin decir nada mas cierra las correderas.

Ahora si que no puedo tapar mi miembro. Bueno!, se me ocurre abrir mis muslos y dejar que mi pene caiga entre ellos. Luego me siento en  mis talones, eso si, arrimado a la esquina para ser lo menos visto posible.

Del balcón izquierdo oigo gente. Puede que una pareja con un niño chico.

De repente se oye abrir su corredera, y de ella sale una chica joven con un niño de de un año aproximado en sus brazos. Aún no me ve, ella se dispone a despedirse de alguien por el balcón.

Estoy muy avergonzado y temo que se de cuenta de mi presencia. Podría denunciarme por exhibicionista. Este juego de Ayumi puede ser muy peligroso.

La chica dice adiós repetidas veces y hace que su niño de despida de alguien querido. En cuanto ella se gira me ve...

  • Por dios! que poca vergüenza tienen algunos.

Ella tapa la mirada se su niño y entra rápido a su vivienda.

Yo quedo destrozado y me preocupa de que pueda llamar a la policía. La verdad que no debe ser agradable para una madre con su hijo ver un hombre en su balcón desnudo y maniatado con un collar de perro. Y para mi tampoco es agradable. ¿Que puedo hacer? ¿Aviso a mi dueña Ayumi?

Continuará con mas entregas!