Ayudante de pintor

Vamos a pintar a casa de la Sra. Anita y le damos dos manos bien dadas.

-       “Ayer cuando fui a llevar los trastos a su casa, la dueña esta como un tren no dejaba de provocarme. Cojo cada calentura que termino con los huevos cocidos”, me dice Marcial mientras nos comemos el bocadillo de la mañana.

Marcial es un sufrido autónomo que me ha contratado a horas para que le haga de ayudante durante las vacaciones estivales.

-       “¿te la has tirado ya o no?”, le digo haciendo una pausa con el bocata y la cerveza.

-       “¡Que va!, me lo pone tan fácil que creo que va a ser mentira, me pongo nervioso y me entra el “cangelis”. Yo nunca le he puesto los cuernos a mi mujer…si se enterase…uuuuy!... si se enterase”, dice poniendo una cara muy expresiva.

-       “Esta tarde me voy a hacer ayudante de pintor y me voy a ir contigo, veremos si estando los dos juntos es igual de valiente… y si se pone a tiro nos la follamos… ¿qué te parece?”, le propongo.

-       “Por mi conforme…aunque no sé… ya veremos. Te dejo unos pantalones y una camisa vieja, y vemos que tal nos va”.

-       “Tengo que advertirte que es una mujer muy educada y amable, y que sobre todo no digas palabrotas… que tú eres muy basto y fastidiaras la oportunidad”.

Después de comer nos presentamos en la casa, le dice que soy su ayudante. La mujer está de muy buen ver, roza los cuarenta, esta algo regordeta pero tiene un buen polvo. Nos recibe muy educadamente, con una voz muy fina, casi infantil, y unos modales bastante cursi.

Me resulta casi imposible creer que esa mujer haya tratado de provocar a mi colega. Parece que lo más cercano al sexo infiel lo ha visto en la tele. Va vestida con una especie de bata con botones delante, que le va bastante ajustada, sobre todo por el trasero.

Nos ponemos a trabajar, Marcial pinta el techo y yo limpio las gotas, pongo cinta por encima del rodapié y le ayudo en lo que me pide. A los pocos minutos vuelve la amable señora a ofrecernos algo fresco para beber.

Los tres botones inferiores de la bata los tiene desabrochados y enseña una buena parte del muslo, parece que la cosa se va animando, pienso mientras la observo de reojo.

Se pone a charlar con mi amigo dándome la espalda, yo me arrastro por el suelo simulando limpiar el suelo cerca de donde esta ella para poder ojear un poco por debajo de sus faldas.

El esfuerzo merece la recompensa de verle las nalgas y unas bonitas bragas que le parten los glúteos por la mitad. Mi amigo me ve desde la escalera y me hace señas para que me retire, no vaya a ser que ella me vea estirado en el suelo como un niño travieso y nos monte un escándalo.

Minutos más tarde se va y nos quedamos solos Marcial y yo.

-       “Te has pasado, mira que si se da cuenta… menudo compromiso”, me reprende Marcial.

-       “El comportamiento de hoy no es como el de otros días, mejor será que te portes bien si no queremos tener problemas”, añade.

-       “Pues yo creo que está mucho más caliente que cuando está sola contigo, creo que la idea de ser follada por dos al mismo tiempo la tiene frita… se le nota en el habla… no te das cuenta… seguro que tiene el chochito haciendo plub…plub…plub!. ¡Está más caliente que nosotros dos juntos!.

-       “Tu habla con ella… y te darás cuenta. Tiene un culete más guay… estoy deseando cojerlo y comérmelo enterito… llámala y a ver que hace”, le sugiero.

-       “Señoraaaaa, señora Anita…¿puede venir un momento?”

La señora aparece casi enseguida… viene con el color de sus mejillas muy subido, (cualquiera diría que me ha estado oyendo) y se le nota la voz alterada.

Mientras le pregunta algo sobre la pintura a utilizar, aprovecho para echar otra miradita debajo de las faldas. Como ahora tiene las piernas algo separadas puedo ver como alguno de sus pelitos se escapan por los laterales… debe tener un coño bien peludito.

Mi amigo la entretiene y yo disfruto con la vista. Ella no se da por enterada o mejor, le gusta que la mire pues se balancea ligeramente sobre las piernas con lo que la visión resulta mucho más agradable.

Acuerdan que Marcial ira a por unas muestras de tinte que tiene en el coche. En cuando la puerta de la calle se cierra tras de él, la señora Ana viene a la habitación donde trabajamos. La abertura de la bata le llega justo donde empieza la braguita y me deja ver todo el muslamen.

-       Señora, ¿dónde puedo ir a mear?, le digo con naturalidad, tengo ganas desde hace rato y no me atrevía a decirlo estando Marcial delante.

Me acompaña hasta el baño en silencio. Mi tosquedad no parece que le haya desagradado, más bien al contrario. Al pasar por delante de ella me echa una mirada llena de lujuria que no pasa desapercibida.

Dejo la puerta abierta a mi espalda, me desabrocho el botón me bajo la cremallera y me abro el pantalón. Me saco la picha y empiezo a mear con fuerza  dirigiendo el chorro hacia el agua para que haga ruido.

Hago una larga meada hasta quedarme bien a gusto. Me la sacudo varias veces exagerando un poco los movimientos, me la recojo y la pongo dentro del calzoncillo.

Antes de subir la cremallera me vuelvo y me la encuentro mirando tras la puerta.

-       ¿es que quieres verme la pichulina?... ahora la tengo pequeñita… pero si la quieres ver te la enseño, le digo con mi mejor sonrisa.

Ana no sale del asombro y se siente atrapada por su curiosidad. Aprovecho para bajarme de un tirón los pantalones y los calzoncillos dejando al descubierto todos mis atributos.

-       No esta mal, ¿eh?... ¿es como te esperabas? ¿te gusta?, le digo mientras echo el pellejo hacia atrás para descubrirle el hermoso capullo que corona mi polla.

Hace un mínimo gesto de aprobación pero no llega a decir nada. Me la sacudo un poco, le doy unos cuantos meneos y dejo que se empiece a hinchar. Poco a poco voy teniendo una erección respetable. Cuando más crece más parece gustarle, así que continuo frotando hasta que se me pone dura como una piedra.

-       “Ven a tocármela un poco si quieres… ven, toca toca…” le invito mientras le muestro el instrumento en plena forma.

Como no parece que pueda moverse, me acerco a ella, le tomo la mano y hago que me la sobe. Después de superada la sorpresa inicial, Anita toma la iniciativa haciendo lo que posiblemente ha soñado muchas noches.

Le pido que me la chupe y se hace la desentendida. Insisto y esta vez la acompaño cogiendola por detrás del cuello. Finalmente accede y me la chupa con tantas ganas que me sorprende.

Del gusto que me dan sus chupadas siento que las piernas me flojean. A los pocos instantes salen varios chorretones de semen que se esparcen en su cara.

Suena el timbre de la puerta. Es Marcial que vuelve con los tintes.

¿Qué hago?, le digo algo y tratamos de seguir follando los tres o me callo y guardamos el secreto entre la señora Anita y yo. Lo tengo que decidir rápido, pues ella ya va hacia la puerta.

-       “Tenías razón, le he tirado los tejos cuando te has ido y enseguida se ha escapado. Me parece que estando los dos, se ha acobardado bastante”, le digo a Marcial nada mas verlo entrar ocultando lo que acaba de pasar.

-       “Pues mira, yo me lo he pensado bien y creo que si se atreve conmigo cuando estamos solos, creo que sería un desprecio dejarme ahora con la miel en los labios”, dice mi colega.

La conversación se interrumpe bruscamente cuando Anita hace su aparición a escena. Viene con la expresión de la calentura grabada a fuego en su cara.

-       ¿queréis tomar algo fresco? Hoy hace un calor horrible”, dice antes de resoplar y enseñarnos la canal de su pecho al sacudir la solapa de la bata como si tratase de abanicarse.

Miro a mi compañero y comprendo que va a ser difícil de convencer de que dejemos la aventura para otro día. Luego la miro a ella y descubro que la mamada que me ha hecho antes la ha dejado fuera de sus casillas y ahora viene decidida a recoger su parte.

Unos minutos más tarde se presenta con dos cervezas para nosotros y un helado para ella. Mientras las bebemos observamos como Anita devora el helado a base de darle unas chupadas increíbles.

Lo sujeta por el palo y se mete en la boca hasta medio bombón de chocolate. Marcial esta que no puede mirar hacia ella viéndola dar esas chupadas y yo tengo tan reciente la corrida que sufro por no poder tener la brocha bien dispuesta.

-       “Aquí han caído varias gotas”, dice ella inspeccionando nuestro trabajo junto a la puerta.

-       “No se preocupe señora, antes de acabar se lo dejaremos todo bien limpio. Va a quedar muy satisfecha con nuestro trabajo”, se apresura a decir el pintor.

-       “Eso está muy bien. Después a mí me cuesta mucho y nadie me ayuda en casa. Lo tengo que hacer todo yo sola. Si lo hacemos entre los tres es solo un momento y no cuesta trabajo ¿verdad?

-       “No, no... no hace falta que nos ayude. Es nuestra obligación dejarlo todo recogido, en su sitio y bien limpio. La clienta debe quedar plenamente satisfecha... para que nos llame otro día, tercio en la conversación. Nuestra mayor satisfacción es dar gusto a nuestras clientas.

Se va a llevar las botellas vacías. Mi amigo Marcial me confiesa que la conversación le ha puesto a cien y que así no puede seguir trabajando, al tiempo que me enseña el tremendo paquete que se le ha puesto.

-       Yo creo que si que quiere. Este es el tipo de conversación con doble sentido que solemos tener. A ella le encanta ponerme así. Lo que pasa es que no la sé seguir, cuando me pongo así ya no sé qué decir, y es ella la que habla.

-       “¿le importa que nos quitemos la camisa?. Hace mucho calor y mi amigo no se atreve a pedírselo”, le digo a Anita cuando vuelve de la cocina.

-       “Claro que no... no creo que vea nada nuevo... a mi edad... jejeje. En la playa se ven de todos los colores”, dice ella risueña.

-       “A nuestra edad ya hemos visto muchas cosas pero no es lo mismo ver una mujer en bikini que con bragas y sujetador”, dice Marcial empezándose a animar.

-       “Pues yo creo que si, dice ella encontrando la excusa perfecta para empezar a desabrocharse la bata y quedarse semi desnuda delante de nosotros.

-       “Cuando mi marido está en casa, que suele estar poco, me pongo en bragas y el nunca me ha dicho que este más sexy que en la piscina”, dice luciendo su estupenda braguita blanca llena de brocados y hecha de satén.

-       “a mí me encanta la lencería de mujer. Es muy sexy y veo que tú tienes muy buen gusto. Ese conjunto te sienta de maravilla”, le digo para que se anime un poco más y nos lo enseñe por completo.

-       “¿tu crees? ¿de verdad te gusta o lo dices por quedar bien?”, pregunta con cierta picardía y se quita totalmente la bata dejándola caer a un lado.

-       “Una cosa es lo que digo y otra es lo que piensa ésta”, le digo señalando hacia el paquete. Como puedes ver “el algodón no engaña”, con lo que consigo arrancar una carcajada a Anita y otra de Marcial.

-       “Pues yo no sé decir tantas cosas, pero también estoy muy contento de verte así”, dice Marcial bajándose el pantalón para mostrar los esfuerzos que tiene que hacer el slip por contener su miembro.

Mi amigo queda con una imagen algo ridícula, unas botas grandes con calcetines y un slip a punto de reventar no es la mejor indumentaria.

Le sigo los pasos y me quito también los pantalones. Anita da unas vueltas alrededor de nosotros tratando de fingir normalidad en la situación, aunque sus ojos se clavan una y otra vez en nuestros respectivos paquetes.

-       “Creo que esto solo tiene un tipo de cura... venid aquí los dos que tengo la medicina adecuada para vuestro mal”, dice ella como si fuese la segunda mujer que hay dentro de Anita.

Se sienta sobre un taburete y nos hace señas para que vayamos hacia ella. En cuanto nos tiene a su alcance, mete la mano por debajo del slip y saca las pollas.

-       Uhmmm ¡qué buenas están!, ¿por cuál empiezo?, dice mientras sube y baja los respectivos pellejos.

Anita se ha transformado. La mujer corriente que os ha recibido parece que se ha convertido en una apasionada viciosa, que está deseando recibir placer de dos hombres locos por ponerle las manos encima.

Como para mí ya sería la segunda sesión, cedo el privilegio a mi amigo Marcial, y aprovecho para meter mano  a Anita y para desbrochar el sujetador y así liberar sus tetas para poder manosearlas entre los dos.

Deverano.