Ayudando a mamá para calentar a papá

Mi padre perdió potencia sexual, pero su mujer, mi madre, me pidió ayuda...

No sabría expresar las sensaciones que me producía mi madre. Mis padres trabajaban por lo que nuestra situación económica no era mala. Mi madre lo demostraba, dedicaba mucho dinero a cuidar su cuerpo. Pagaba caros tratamientos de belleza y pasaba bastantes horas en el gimnasio manteniendo su buen cuerpo.

De esta manera fue alucinante la madrugada que me desperté y me dirigía al baño. Yo tenía dieciséis años y al pasar por la puerta de la habitación de mis padres pude ver como mi madre cabalgaba sobre mi padre. En la semioscuridad pude ver la hermosa figura de ella. No apreciaba como el aparato de mi padre la penetraba, pero en pleno éxtasis se echó hacia atrás y pude ver el contorno de sus hermosos pechos. No los observé durante mucho tiempo, pero la paja que me hice después fue muy gustosa.

Desde aquel día ella era la fantasía que usaba para satisfacerme a solas. Incluso cuando me estrené un año más tarde con una chica de mi edad, use la imagen de mi madre en el momento de correrme. La verdad es que su cuerpo me gustaba y me excitaba mucho.

Meses más tarde mi madre se hizo unos arreglos de cirugía estética. Siempre pensé que era preciosa y no necesitaba hacerse nada, pero las mujeres de más cuarenta años siempre piensan que sus cuerpos no son bonitos aunque la verdad es que, estén como estén, todas están muy apetecibles.

Como veis me gustan las maduras y sobre todo mi madre. Además, no sé si será algún trastorno o no, me gustan de todo tipo, de tetas gordas o pequeñas, de culos gordos o chiquitines… en fin, me gustan todas, tal vez lo que más me atraiga de ellas sean las caras, sin son bonitas el resto no me influye tanto. Pero lo que más me atrae es el morbo que me produzca la relación. En más de una ocasión he imaginado que amaba a mi vecina del quinto, una mujer de cerca de cincuenta años, algo rellenita y bajita, pero con unos ojos preciosos y unos labios carnosos que tiene que ser una maravilla chupando. Imaginaba que me pedía un favor y para agradecérmelo me daba una buena mamada y acabábamos en la cama… En fin, que siempre imagine situaciones imposible que se hacían realidad.

Y cuando cumplí los dieciocho años se produjo una de esas situaciones que siempre pensé que no se producirían en la realidad. Como os comentaba mi madre se hizo sus arreglos y después de un periodo de recuperación, unos tres o cuatro meses, un día que estábamos solos se acercó a mí.

-Hijo, qué te parece como me ha quedado el cuerpo. – tenía puesto una bata y la abrió ante mí para mostrármelo.

La miré de arriba abajo. Solo llevaba unas bragas y un sujetador. Se había quitado algo de grasa de la barriga y estirado su piel teniendo una barriga liza sin ningún tipo de michelín. Se quitó la bata y se giró para que pudiera ver como le había quedado su redondo culo. Se puso unas prótesis para levantárselo, con lo que le quedó un culo firme, redondo y respingón como a mi padre le gustaba, a mí también. Entonces se quitó el sujetador y me mostró los pechos. Se puso otras prótesis para rellenarlas un poco más y elevarlas, supongo que por su edad ya empezaba a descolgárseles.

-Te las has puesto preciosas. – le comenté.- Pero sigo pensando que has corrido un riesgo innecesario al meterte en un quirófano para eso nada más

-Ya lo sé, pero tengo una edad en que como no esté bonita puede que tu padre se fije en otra

Al final resultaba que su problema era de inseguridad. Era una mujer bonita, su cuerpo siempre fue precioso y excitante, era inteligente y culta, tenía independencia económica… en fin, lo tenía todo para no tener problemas y sin embargo le asustaba la idea de que su marido la fuera a dejar por otra más joven, pues más bonita o mejor era difícil de encontrar.

Es de suponer que en aquel momento en que ella me mostró su cuerpo para que le diera mi opinión, desarrollé un poco más mi memoria fotográfica. Intenté con todas mis fuerzas memorizar su cuerpo para después recordarlo a la hora de hacerme una paja.

Pero todo cambió en el mes de julio. Como todos los años marchamos a la casa que tenemos en el campo. Era grande y tenía un hermoso jardín con piscina. Mi padre iba y venía a la ciudad pues aún no estaba de vacaciones. Mi madre seguía con su culto al cuerpo y, después de nadar un buen rato para mantener su forma, tomaba el sol.

Recuerdo un día ya por la tarde en que estábamos en la piscina los dos. Mi padre se había marchado el día anterior a la ciudad y tardaría dos o tres días en volver. En aquella urbanización los terrenos de cada finca eran bastante grandes y los jardines tenían bastante privacidad. En casa solamente estábamos mi madre, yo y la señora que limpiaba y preparaba la comida, así que mi madre decidió tomar el sol desnuda.

-Cariño ven un momento. – me llamó mientras se posaba en una tumbona que había al sol. Llegué a ella. - ¿Te importa si me desnudo para tomar el sol?

-No… - le respondí – para nada, has lo que quieras.

No esperó a que me retirara, se levantó, se desabrochó el cordón que tenía a su espalda y se quitó la parte de arriba del bikini. Después se agarró el filo de las braguitas y rápidamente las bajó para sacar sus pies y quedarse totalmente desnuda. Yo la observé durante todo el tiempo. Ya había visto sus pechos, pero me sorprendió el cuidado aspecto de su pubis. Tenía un triángulo de pelos al comienzo de su raja y parecía que el resto estaba bien depilado.

-¿Te gusta? – me sacó de mis pensamientos su voz.

-Eres preciosa… - fue lo único que se me ocurrió decir, me dí media vuelta y me tiré al agua un poco avergonzado.

Pensaba en lo bonita que era mi madre y la suerte que tenía mi padre. Salí a la superficie y furtivamente la miraba. Realmente me excitaba el cuerpo de mi madre, además era preciosa y entonces mi imaginación empezaba a volar. La imaginé allí esperando que saliera del agua y que me acercara a ella, me bajara el bañador y me empezara a mamar la polla. Me estaba excitando con mis pensamientos y mi imaginación no paraba de provocarme. Ahora la imaginaba sobre la tumbona colocada a cuatro patas, con su pecho apoyado en el asiento y su culo ofreciéndome perfectamente su hermosa raja para que mi pene la penetrara. ¿Cómo sería la sensación de penetrar a tu propia madre?

Entonces salió Laura para avisarnos de que ya estaba la cena preparada. Ya eran las ocho y media de la tarde. Mi madre se puso una pequeña bata que llevaba y entramos juntos en la casa. Yo me quité el bañador que tenía mojado y me puse un pantalón de pijama corto que tenía en mi habitación, mientras bajaba por la escalera sentía como mi pene se movía hacia todos lados como el badajo de una campana cuando tañe.

Mi madre estaba sentada en la mesa lista para comer. Me senté y empezamos a comer. Ella estaba con la bata de la piscina, así que debajo no debía llevar nada. Se le marcaba en la tela los pezones de sus hermosas tetas. Aquella visión me empezó de nuevo a excitar. No sé si era la edad o que me pasaba, pero cada vez me excitaba con más frecuencia ante la visión de mi madre.

Cuando acabamos de comer, nos levantamos para llevar los platos sucios a la cocina pues Laura ya se había marchado hasta el día siguiente. No me acordé de que no llevaba puesto calzoncillos, me levanté y mi erección quedó patente.

-¡Vaya como has crecido, hijo! – me dijo ella mirándome al abultado pantalón.

-Perdona… - le dije a la vez que me sentaba para ocultar mi erección.

-No te preocupes hijo, eso es normal sobre todo a tu edad… - me dijo para tranquilizarme – lo que hay qué saber es lo que te ha provocado tal erección… - y esas palabras me pusieron más nervioso.

Ella se marchó a la cocina y yo esperé a que bajara la cosa. Volvió y se inclinó desde el otro lado de la mesa para coger mis platos. No sé si lo haría queriendo, pero su bata estaba algo abierta y pude ver como sus hermosos pechos colgaban y se bamboleaban con sus movimientos. Más excitado me puse.

-Me voy a la ducha. – me dijo y se marchó subiendo las escaleras.

Me levanté después de esperar un rato a que ella subiera y mi erección no se podía disimular. Subí y entré en mi baño para ducharme. Me desnudé y me miré en el espejo. El cuerpo de mi madre me había excitado tanto que aquello requería medidas urgentes. Entré en la ducha y comencé a masturbarme mientras el agua caía. No tardé mucho en lanzar varios chorros de semen y quedarme relajado.

Acabé de ducharme y me tumbé en la cama pensando en mi madre. Aunque era mi madre, me sentía muy excitado con ella. No sólo era por su cuerpo, no sabía si era por el morbo de que fuera mi madre y que en ese momento me encontraba con ella a solas. Podía insinuarme e intentar tener algún tipo de sexo con ella… Pero no, era mi madre… Y si ella no quería, qué podía pasar, qué podía pensar mi padre, porqué ella se lo diría… y ya no sería algún tipo de castigo, no, si no que ya no podría mirarlo a la cara.

Decidí no pensar más, me puse de nuevo el pijama de antes y marché al salón para ver un poco la televisión. Cuando entre me encontré a mi madre sentada con el mando buscando algún canal que ver.

-Hola cariño, ven siéntate aquí. – me dijo golpeando el asiento para que me pusiera a su lado. - ¿Te he avergonzado mucho antes?

-No… es que no me di cuenta de cómo estaba y

-No digas nada, - me calló poniendo un dedo en mis labios – a tu edad es normal… siempre he cuidado mi cuerpo para tu padre y no pensé que tú eres mi otro machito

Mi madre estaba esa noche preciosa, se había maquillado ligeramente para resaltar sutilmente lo más bonito de su cara. Además hablaba de forma tan sensual que me tenía hipnotizado. Permanecimos viendo la televisión por un buen rato hasta que ella decidió marcharse a su habitación. Hice lo mismo que ella. Acostado en mi cama pensaba en mi madre. La recordé cuando años atrás la vi follando con mi padre. Empecé a excitarme de nuevo. Entre pensamientos caí en un profundo sueño.

Al despertar por la mañana me sentía excitado. Sin duda algo erótico tenía que haber soñado. Mi pene estaba totalmente erecto, al estar bocabajo froté mi pene contra la cama para darme algo de placer. Me levanté y oriné en el baño. Después perdió su dureza y se tranquilizó.

Bajé a la cocina y ya estaba allí Laura preparando la comida. Ya eran las once de la mañana. Mi madre hacía sus ejercicios en el agua y salí a saludarla. Nadaba de espaldas y podía ver sus pechos sobresalir de la superficie. Me fijaba en su hermosa figura. Me senté en una tumbona para acabar la tostada que estaba comiendo y no apartaba la vista de ella, era muy hermosa. Llegó a la parte de la piscina donde yo me encontraba y salió del agua sentándose en el filo. Me daba la espalda y me fijé en su hermosa figura, su cuello fino, sus hermosos hombros, su marcada cintura, sus hermosas caderas y su redondo culo… era una diosa.

Sobre las dos de la tarde llegó mi padre. Nos saludó y Laura nos sirvió la comida en el jardín. Estábamos los tres en la mesa, ellos se hacían cariños y vino a mi mente la imagen de los dos follando de unos años atrás. Seguramente esa misma noche lo harían y se me ocurrió que podía espiarlos para ver a mi madre como montaba a mi padre. Pero era una idea algo difícil de llevar a cabo, con lo que la dejé de lado.

Era viernes, así que Laura se marchó a medio día para volver el lunes. Estuvimos bañándonos por la tarde en la piscina y recibí la llamada de mi buen amigo Lorca. Según me contó llegaría a la urbanización al día siguiente y quedaríamos para intentar pasarlo bien, le habían regalado un coche y podíamos movernos por los pueblos cercanos en busca de marcha.

Sobre las nueve y media de la noche decidimos ir a comer a un restaurante. Nunca habíamos estado allí y la verdad es que nos gustó el sitio. Después de cenar decidieron que podíamos ir a una discoteca. No me hacía mucha gracia, pero como eligieron un pueblo en el que no conocía a nadie, no me importó.

La música sonaba y fui a por unas copas. Me esperaron en una mesa y yo los veía como se decían cosas al oído y como se hacían cariños. Llegué con las bebidas y al poco mi madre me pedía que le acompañara a bailar, mi padre me animaba.

Nunca imaginé que mi madre se moviera de aquella forma. Movía su cuerpo y no había hombre en la sala que no se fijara en su cuerpo. Entonces paró la música disco y empezó una balada. Ella no me dijo nada, se acercó a mí y me rodeó con sus brazos por el cuello. Por un momento pensé que me iba a besar pues su boca se acercaba cada vez más a mí.

-Agarra a tu madre y bailemos. – me dijo dándome un beso en la mejilla.

Se pegó bastante a mí y me sentí excitado por la proximidad de su cuerpo. La rodeé con mis brazos por la cintura y sentía su cuerpo, mi pene empezó a tomar vida. Apoyé mis manos en su espalda y podía sentir como empezaba la redondez de su culo. Sus pecho se apretaron contra mí y ella apoyó su cabeza en mi hombro. Me encantaba bailar así con ella y se me hizo muy corta la canción. Volvieron a poner música disco y nos separamos para volver a la mesa cogidos de las manos.

-Me ha gustados veros bailar. – dijo mi padre cuando llegamos.

-Ya te lo dije, lo mejor es esto. – dijo ella y eso no lo entendí.

-Bueno qué, ¿volvemos a casa? – mi padre lo preguntaba pero comenzaba a levantarse.

Salimos y nos montamos en el coche. Por el camino ellos reían y estaban divertidos. Llegamos a casa y, después de meter el coche y dejar las puertas en orden, nos sentamos otro rato a hablar en el salón. Mi padre sirvió tres copas de ron que traía de Cuba en cada viaje.

-Jorge, - comenzó a hablarme mi padre – sabes que hay muchas maneras de amar a una persona. – me decía y pensé que el alcohol lo puso filosófico – Pues resulta que a mí hay una cosa que me gusta en el tema sexual.

-Ya tienes dieciocho años, ya eres un hombre… - dijo mi madre y no entendía bien por donde iban. – Te vimos con tu amiga Claudia el día que os dejamos solos.

-¿Nos visteis? – pregunté aunque siempre imaginé que de no habernos visto, lo hubieran imaginado.

-No os vimos mucho, pero fue bastante para saber lo que hacíais. – comentó mi padre. – pues hay una cosa que queríamos contarte… veras… - no se atrevía a contarme lo que fuese.

-Cariño, - dijo mi madre – a tu padre lo que le pasa es que se excita cuando otro hombre me hace el amor

Los dos me miraban expectantes para ver mi reacción. Yo los miré y agradecía la confianza, pero no llegaba a alcanzar a que venía esa extrema confianza. Al ver mi reacción, mi madre se decidió a seguir hablando.

-Hace ya algún tiempo en que descubrimos que no podíamos hacer el amor pues tu padre no se excitaba como no fuera cuando me imaginaba con otro hombre. – me confesaba y buscaba siempre mi comprensión ante lo que me contaba para seguir hablando. – Desde hace seis meses ya no se excita, por esto me operé, para ver si se recuperaba, pero no ha causado efecto

Los dos estaban sentados juntos y se agarraban nerviosamente las manos, me estaban confesando cosas muy privadas de una pareja, de la pareja formada por mi padre y mi madre. No sabía bien que pensar. Soy abierto de mente e imagino que en una pareja puede ocurrir todo lo que quieran los dos, así que lo único que se me ocurría es que quisieran que buscara algún amigo mío que les sirviera.

-Creemos – continuó mi madre - que si me ve tener relaciones con otro hombre delante de él puede que recupere la fuerza en su aparato.

-¿Queréis que os presente a algún amigo mío? – les dije yo.

-Nada de eso… - dijo mi padre y mi madre acabó la frase por él.

-Nunca sería capaz de hacerlo con alguien a quien no conociera… - bajó la mirada como avergonzada – Hemos pensado en ti… - y antes de que yo pudiera decir nada – Sólo si tu quieres… ya no sabemos que hacer.

-Tranquilo hijo, piénsalo con calma… - dijo él.

Los dos me miraban como si no existiera otra solución, implorando mi ayuda. Entonces analicé la situación. Por un lado mi padre parecía impotente y necesitaba ver como lo hacía su mujer, pero no le gustaba que la follara cualquiera. Mi madre lo amaba mucho y estaba dispuesta a entregarse a otro, pero no quería un desconocido, así que estaba dispuesta a hacer incesto para excitar a su marido, o era ella la que se excitaba al hacerlo con su hijo… de todas maneras mi madre estaba muy apetecible y me calentaba mucho.

-Entonces me proponéis que le haga el amor a mamá ¿no? – los dos asentían con la cabeza – Para que papá se excite. – sus cabezas se movían a lo unísono – Y cuando esté excitado me quito para que él continúe.

-No, no… - dijeron los dos a la vez.

-Nada de eso. – continuó mi madre – Lo haremos por completo, él nos mirará y si funciona veremos lo que pasa, pero contigo lo haré hasta el final.

Me resultaba extraño escuchar a mis padres hablarme de sexo y sobre todo de hacerlo conmigo, pero la verdad es que me estaba excitando. Pensar en el cuerpo de ella me ponía caliente, tener la posibilidad de follármela me ponía cardiaco.

-Vale, - les dije – probemos.

-Entonces ven. – me hizo levantar de donde estaba sentado.

Mi padre se colocó en una silla apartados de nosotros, en un rincón y mi madre puso música y me hizo bailar con ella. Se agarró a mí como antes lo hizo en la discoteca, pero ahora su boca buscó mi boca y nuestras lenguas comenzaron a jugar. Puse mis manos sobre su culo y sentía su redondez y firmeza. Estábamos luchando en un fuerte beso y nuestras manos recorrían nuestros cuerpos. Entonces ella se volvió y apoyó su culo contra mi erecto y abultado paquete, moviéndose para calentarme.

-Acaríciame… - me pedía agarrando mis manos y colocándolas en sus tetas. – toca a tu madre… - y una de las dos la llevó hasta su entrepierna.

Yo mordía su cuello a la vez que la acariciaba. Ella me agarró por las caderas para frotar su hermoso culo por mi polla. Con una de las manos levantó su falda y coloqué la mano sobre sus bragas. La acaricie y ella abrió un poco las piernas para que pudiera tocarla bien. Con mis dedos apreté sobre las bragas y sentí el bulto de los labios. Busqué el filo de las bragas y metí la mano dentro para buscar su raja y la entrada de su coño.

Con mis dedos jugando con su clítoris y mi boca besando y mordiendo su cuello, ella no paraba de gimotear. Por momentos se iba poniendo más caliente y notaba como su coño estaba más mojado. Mi dedo entraba entre los labios de su coño y se colaba por su vagina sin ningún tipo de problema y notaba como brotaban más flujos. Ella se desabrochó la camisa que llevaba y la abrió para que le tocara las tetas. Se bajó las copas del sujetador y pude tocar sus erectos pezones. Tenía unas tetas firmes.

-Sigue, me estás volviendo loca. – me decía mientras mis manos la acariciaban – No pares, me voy a correr

Pensé que lo decía para excitar a mi padre, pero la verdad es que al momento se convulsionaba y gemía por el orgasmo que estaba sintiendo.

-¡Aaaaaah, me corro! – empezó a gritar. – ¡Dale placer a tu mami!

Miré a mi padre que en un rincón de la habitación se empezaba a acariciar su pene. No perdía detalle de lo que hacía su mujer. Entonces la giré para que viera como mi mano estaba en su coño, y como se corría conmigo. Parece que aquello le gusto y empezó a acelerar su masturbación y su pene empezó a crecer.

-Déjale ahora a mami que te dé placer.

Se separó de mí y se quitó la camisa y la falda que tenía. Apareció ante mí con una lencería excitante. Toda de negro, tenía los pechos fueras por encima de las copas del sujetador. Unas bragas negras cubría su hermoso coño y sus largas piernas estaban cubiertas por dos medias que sujetaban un portaligas. Los altos tacones de sus zapatos realzaban su hermosa figura. Se acuclilló delante de mí, me desabrochó los pantalones y los dejó caer, me bajó los calzoncillos mientras yo acababa de quitarme mi camisa y mi erecto pene apareció ante ella.

-¡Qué buen aparato! – dijo al agarrarlo y empezar a pasar su lengua a todo lo largo de él.

Miré a mi padre que se masturbaba sin dejar de mirar como su mujer mamaba a su hijo. Sentí como el calor de su boca rodeaba a mi polla por todos lados y como con una mano jugaba con mis huevos. Puse una mano sobre su cabeza, la acariciaba y acompañaba su movimiento. El placer era grande y tenía ganas de correrme, pero tenía que darle más espectáculo a mi padre. Le quité la polla a mi madre de la boca y ella la siguió con deseo de seguir mamando. La levanté y me agaché para bajarle las bragas.

Se las quité y su coño estaba a la altura de mi boca. Me acerqué y lo besé. Estaba mojado por el orgasmo anterior y pude saborear sus flujos. Ella agarró sus labios con ambas manos y me ofreció su raja abierta para que la chupara. Saqué la lengua de mi boca y busqué su clítoris. Lo lamí con deleite. Mi madre gimoteaba de nuevo y su cadera se movía al ritmo de mi lengua. Sus piernas empezaron a temblar por el placer. Me levanté y la hice sentar, le abrí las piernas y seguí chupando su raja de arriba abajo.

-¡Aaaaaah, me gusta! ¡Sigue, has que me corra! – ella gemía y me hablaba mientras mi lengua recorría toda su raja parando en su clítoris para darle más placer.

Vi como de su coño salía una riada de flujos cuando tuvo otro orgasmo. No paré de lamer su clítoris hasta que me pidió que la penetrara. Agarré mi polla y la llevé a su raja, la froté por toda ella y paré en la entrada de su vagina. La miré a los ojos.

-¡Folla de una vez a tu madre! – me pidió.

Dejé caer el peso de mi cuerpo sobre ella y mi glande empezó a entrar separando las paredes de su vagina. Estaba tan mojada que apenas opuso resistencia su coño a la entrada de mi polla. Mientras comenzaba a moverme sobre ella para penetrarla, mi padre se colocó tras nosotros para ver bien como la polla de su hijo daba placer a su mujer. Ella daba grandes gemidos y clavaba sus uñas en mi culo marcándome el ritmo que debía imprimir a mis penetraciones.

Saqué la polla de ella y la coloqué a cuatro patas y mirando a su marido que estaba en el otro lado del sofá, de forma que quedaron uno frente al otro. La penetré por detrás. Entraba en el coño de mi madre y ella gemía con placer. Yo tenía ganas de correrme, pero mi madre aún no lo había hecho.

Mi padre tenía la polla totalmente tiesa y se masturbaba a poca distancia de su mujer mientras yo la penetraba. No tardó mucho en correrse entre gemidos lanzando leche que cayó en el suelo y sofá. Entonces mi madre al ver como se había corrido su marido empezó a sentir que le llegaba el momento.

-¡Más rápido! ¡Me corro!

Empezó a gritar entre gemidos y obedecí como buen hijo imprimiéndole toda la velocidad y la fuerza que mi juventud me permitía. No tardó mucho en comenzar a gemir con grandes gritos y a correrse.

-¡Yo también me quiero correr! – le dije.

Con mis palabras acabó de correrse mientras yo aceleraba para intentar correrme mientras mi padre nos miraba. La saqué rápidamente y ella se sentó en el suelo para que me corriera en su boca. Entonces mi padre se sentó junto a ella y abrió la boca para que le diera a él algo de mi semen. Mi madre lo miro.

-Esto es lo que de verdad me gusta. – le dijo a ella.

Ella miró hacia mí y empecé a descargar semen. El primer chorro fue a parar a la garganta de mi madre y el resto de mi corrida la repartí entre los dos. Empezaron a besarse y lamerse las bocas para tomar toda mi leche. Él intentó chupármela, pero mi madre no le dejó, se la retiró y me la mamó por un buen rato.

Descansamos en el sofá y después hablamos de lo ocurrido. Entonces mi padre confesó que lo que le había excitado realmente no era que follara a su mujer, si no verme follando. Al final lo que realmente le atraía eran los jóvenes, hasta esa noche en que su hijo y su mujer habían tenido una relación incestuosa no fue capaz de darse cuenta. A partir de ese día cambiamos las habitaciones, mi padre dormía en mi cama y yo empecé a dormir, y a follar, todas las noches con mi madre.