Ayúdame a recordar: Final 2
Recibí un mensaje notificando de la desaparición de este capítulo, así que he decidido volver a subirlo. No es ninguna continuación ni nada por el estilo.
Llegué a casa reventada y arrastrando los pies, no podía ni con mi alma. Tiré las llaves con mala leche en la cómoda y me senté en la silla, con los codos apoyados en las rodillas y mi cabeza en mis manos, suspirando de puro cansancio. Me había tocado hacer doble turno por un favor que me había pedido una compañera, dado que era una de las pocas con las que me llevaba bien decidí aceptar, ella me había ayudado a mí en varias ocasiones. Pero haciendo esto había tenido que pasarme gran parte de la mañana con Carlos, un compañero que llevaba tirándome la caña tres años a pesar de saber que tenía una relación muy estable e incluso una hija. Nunca desaprovechaba la ocasión de piropearme, tirarme los tejos y sobretodo de mirarme. Sabía que algún día la cosa se me iría de las manos y no podría contenerme a darle un buen guantazo. El tío era gilipollas como el que más, con sus comentarios machistas y sus bromas de las que tan solo se reía él, y cada vez que le rechazaba parecía que cogía más ganas de entrarme. Sentía que estaba a punto de explotar.
Entonces sentí unos brazos rodear mi cuello y unos labios besar mi mejilla, inmediatamente la tranquilidad volvió a mí. Sus manos apartaron mi pelo y apretaron con fuerza la parte superior de mi cuello y mis hombros, dándome un masaje muy reconfortante. Suspiré de gusto y eché mi cabeza hacia adelante, dándole más espacio en el que maniobrar.
-Estás muy tensa, deberías relajarte y descansar un poco- me dijo Ali con voz muy suave.
-Debería.
Continuó masajeando con fuerza ciertos puntos en mi cuello aliviándome muchísimo algunos dolores que llevaba teniendo desde algún tiempo. Al cabo de unos diez minutos aproximadamente apartó sus manos de mí.
-¿Mejor?
Giré mi cuello, la miré y le sonreí.
-Mucho, gracias mi amor- murmuré besándola- ¿Y eso que has venido tan pronto?
-Por increíble que parezca había poco trabajo. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día?
-Desastroso. Mi jefe es un cabrón y Carlos el mayor imbécil que he visto en mucho tiempo.
-¿Qué ha hecho ahora?
-Lo mismo de siempre. Se ha puesto en medio de la salita con un ramo de flores y me ha pedido salir por quinta vez, todo esto mirando mis tetas. No podría haber sido de otra forma tratándose de él.
-¿Pero qué coño le pasa a ese tío? ¿No entiende el significado de ‘no’? Me está cabreando mucho, y de verdad que no quiero hacer nada que te perjudique en tu trabajo, pero como siga así voy a ir ahí y le voy a dar tal hostia que se le va a ir la tontería en dos segundos- dijo molesta, yo le apreté las manos conteniendo una sonrisa. Ahí estaba mi mujer, defendiendo con uñas y dientes lo suyo.
-No Ali, no gastes energías en él, no vale la pena.
-Es que me enerva.
-No tienes nada de lo que preocuparte. Se puede quedar esperando sentado si cree que le voy a decir que sí.
-Lo sé.
Acaricié su mejilla y la besé, nuestra confianza se había vuelto inquebrantable. Desde que nos separamos tanto después de que Alicia diera a luz cinco años atrás no se había atrevido a cuestionarme ni a dudar de mí. Seguía siendo igual de celosa, eso era algo que jamás podría evitar, pero nunca volvió a desconfiar de mi palabra, ni yo de la suya. Tampoco nos dimos motivos para hacerlo, durante todos esos años habíamos forjado una confianza incuestionable. Confiábamos más en la palabra de la otra que no en la propia nuestra, así que no volvimos a tener problemas de inseguridad o de supuestas infidelidades. En esos instantes si yo me hubiera encontrado a Alicia en la cama con otra me habría empezado a reír y preguntaría dónde estaba la cámara oculta, me sería imposible creer que ella me hubiera puesto los cuernos, y lo mismo pasaría al revés.
Nos separamos, le sonreí y la miré, aun llevaba el uniforme del trabajo. Era de un azul cielo que le quedaba como un guante y la hacía ver toda una profesional. A mí me ponía muchísimo.
-Mmm, ¿sabes lo que me gusta hacerte cuando llevas el uniforme?- le pregunté acariciando su mano y mirándola con picardía, ella sonrió.
-Sí, lo sé muy bien. ¿Sabes lo que no me gusta hacerte cuando acabas de llegar de trabajar, especialmente después de hacer un doble turno?- me preguntó sin perder el encanto de su sonrisa.
-Sí, por desgracia lo sé muy bien. Si no fuera porque me encanta mi trabajo renunciaría, así podría mandar a la mierda a mi jefe y a Carlos, y sobre todo así no tendrías excusas para no hacerme el amor.
-No tengo absolutamente ninguna excusa para no hacerte el amor mi vida, y sabes que nunca las tengo. Es solo que no quiero cansarte tanto.
-Lo sé, y te lo agradezco porque si no fuera porque sabes controlarte nunca podría decirte que no.
-Ya, es lo que tiene ser irresistible- bromeó sonriendo.
Me giré y la miré levantando una ceja. Tenía toda la razón del mundo, era una mujer irresistible. Si no la conociera y me dijeran que había tenido una hija no me lo creería, no lo parecía, estaba incluso mejor que antes del embarazo. Ni una sola estría, todo en su sitio, nada de carne fofa y todo bien fuerte, todo esto debido a todo el ejercicio que hacía cuando podía. Se cuidaba muchísimo. Lo único que delataba su embarazo era la apenas visible cicatriz de la cesárea pero por todo lo demás estaba perfecta.
-No pienso volver a decirte lo preciosa que eres, tu ego se hincha demasiado.
-Lo siento por ti, no solo tus palabras me lo confirman sino también tu mirada.
-Sí claro, y la mirada de mis tetas también. No te jode.
-No, la mirada de tus tetas me dice lo excitada que estás, que es diferente- contestó ella riendo.
-¿Ah sí? ¿Y qué te dicen ahora?- le pregunté bostezando.
-Me dicen que te des una ducha y que duermas un poco, yo haré la comida.
-Qué eficacia- sonreí- ¿Y Sandra?
-Irán tus padres a buscarla al colegio, se queda a dormir con ellos.
-¿Otra vez? Se pasa más tiempo allí que aquí- comenté levantándome.
-Ellos la adoran y ella les adora, no tiene más explicación.
-Cuánta adoración en esta familia, pero desde luego ninguna mayor que la mía por ti- dije besándola- ¿Me acompañas en la ducha?
Ella me miró levantando la ceja con desconfianza, pocas eran las veces en las que nos duchábamos y no acabábamos haciendo el amor. Bueno, realmente las únicas veces que hacíamos el amor en la ducha era cuando no estaba Sandra.
-Prometo no tocar tu precioso cuerpo, aunque eso sea un pecado capital.
-¿Pecado capital?- preguntó riendo- Creo que te confundes mi vida, pecado es tu manera de hacerme el amor.
-Ya ya, lo que sea, ¿vienes o no?
-No.
-Está bien.
Me agaché, pasé mis brazos por sus gemelos y la levanté, sus piernas quedaron apoyadas en mi hombro derecho y el resto de su cuerpo colgando hacia abajo. Ya no me costaba tanto cogerla, lo cierto es que me había puesto bastante fuerte.
-¡Bájame ya, Ainhoa!- gritó ella pataleando y golpeando la parte trasera de mis piernas sin ningún éxito.
-A la ducha.
Comencé a caminar lentamente para no hacerla caer, siguió gritando mientras reía y no dejaba de mover sus piernas hasta que me mordió con fuerza la nalga izquierda.
-¡Oye!- exclamé dando un pequeño bote, escuché su risa traviesa.
Descubrió una manera de vengarse, que fue sobarme, pellizcarme y morderme el trasero hasta que llegué al baño. Una vez allí la dejé en el suelo y me golpeó la cabeza riendo.
-Te has puesto roja- comenté sonriendo y apartándole un mechón de pelo de la cara.
-Eres idiota- me besó sonriendo también.
-Y tú eres una calabaza, mi calabacita.
-Oh, no puedo creer que aun sigas recordando ese mote después de tantos años.
-Si se trata de ti nunca olvidaré nada mi vida.
Ella sonrió y volvió a besarme, acariciando mi espalda.
-El otro día leí que las mujeres pelirrojas son las más sexualmente activas. Creo que a mí me ha tocado una defectuosa.
-No pienso caer en tu juego, nos vamos a duchar y no va a ocurrir nada- afirmó- Pero creo que te equivocas, cuando estaba embarazada no decías lo mismo.
-Bueno, esos eran otros tiempos.
Me miró no del todo segura de lo que había significado eso.
-Ahora lo haces mil veces mejor- murmuré besándole la nariz.
-¿Entonces antes lo hacía mal?
-No, antes lo hacías divinamente. Imagina cómo de bien lo debes hacer ahora.
Ella negó con la cabeza.
-Ni alabándome ni chinchándome lograrás lo que quieres.
-Bueno, había que intentarlo.
Mi interior agradecía el descanso que quería darle a mi cuerpo, pero por otro lado tenía ganas de matarla. Me moría por hacerle el amor, pero también estaba reventadísima, haciendo que mi deseo y mi cansancio se pelearan. Al final no me quedó otra que resignarme, pero de ir a dormir nada. Nos duchamos sin nada que pasara de unos cuantos besos y unas pocas caricias superficiales y salimos. Como siempre fui la primera en terminar, así que me dirigí a la cocina y empecé a hacer dos sándwiches para Ali y para mí, los metí en una mochilita y añadí también dos cervezas, aparte de un par de servilletas.
-¿Qué haces?- me preguntó entrando en la cocina-Tendrías que estar durmiendo.
-Mi amor, de verdad que te agradezco que te preocupes tanto por mí, pero dime, ¿cuánto tiempo hace que no tenemos un tiempo para ti y para mí las dos solas?
Se quedó unos segundos en silencio.
-Mucho- admitió.
Me acerqué a ella y le cogí las manos.
-Dormir una o dos horas no me va a hacer recuperar todo el sueño atrasado que tengo, y prefiero pasar ese tiempo contigo, aprovechando que Sandra está con mis padres. Hace un día precioso y no hace demasiado calor, ¿qué te parece si nos perdemos un poco por la montaña, que sé que te encanta, y hacemos un picnic?- le propuse besándole las manos.
Ella suspiró indecisa, sabía que le hacía ilusión la idea pero como siempre el hecho de que llevara tanto tiempo sin dormir no le gustaba. Yo la verdad es que no me sentía demasiado cansada.
-Ya he hecho los sándwiches- dije para terminar de convencerla.
Sonrió y me besó.
-Está bien, pero luego cuando lleguemos por la tarde duermes dos horitas ¿vale?
-Mi amor es viernes, mañana tendré mucho tiempo para dormir todo lo que quiera. Hoy quiero estar contigo todo el día.
-Recuerda que yo mañana tengo que cubrir un turno y tú tienes que ir a recogerme.
-Lo recuerdo, a las cinco estaré allí. Después iremos a por Sandrita y el domingo…-dejé la oración inacabada para que ella terminara de planificar el fin de semana.
-Marta y Javi me dijeron de quedar, podemos aprovechar para ir al parque y que la niña se entretenga un poco ¿no? Me ha dicho que les echa de menos.
-Pues ya está, solucionado. Pero ahora tú y yo nos vamos.
Ella se puso muy recta y seria, se llevó la mano a la sien e hizo el saludo militar.
-Sí señor, digo señora.
Sonriendo le pegué suavemente en el brazo, ella rió.
-Vaya mujer me ha tocado, eres más infantil que tu hija.
-Uh, lo dice aquí la “miss madurez”. “Vayamos a hacer un picnic, chachi piruli”- dijo esto último moviendo las manos y con tono burlesco.
-¿Te parece infantil que quiera hacer algo diferente contigo por una vez?
-No, me parece muy bonito y necesario- me abrazó por la cintura- Pero mi vida, admite que las servilletas de Mickey Mouse sobraban.
Me giré y miré la mochilita en dirección a las servilletas, luego volví a mirarla a ella.
-La niña me las pidió porque le hacía ilusión y se las compré, por ser de Mickey Mouse no voy a dejar de usarlas- contesté encogiéndome de hombros.
-¿Le hacía ilusión a ella o a ti?- me preguntó con una ceja levantada.
-Digamos que a las dos- admití sonriendo.
-¿Ves lo que decía? Infantil, pero aun así y todo te amo- me besó- ¿Qué tienes que me encanta tanto?
-Una belleza descomunal y un cuerpo de infarto, nena- su cara me lo dijo todo- No me pega esto de ser egocéntrica ¿no?
-No, no te pega- negó con la cabeza.
Sonreí, la besé y después de terminar de preparar las cosas nos marchamos. Fuimos hasta el Puig de Randa, un camino que al hacerlo a pie no cansaba mucho y que tenía vistas bastante bonitas. Evidentemente no subimos hasta arriba del todo pero si hicimos una buena caminata. A Alicia le encantaba hacer aquello, conocía muchísimas plantas y le gustaba mucho decirme cuál era cada una. Yo disfrutaba viéndola tan entusiasmada, además de que me parecía muy interesante lo que me decía. A menudo ella me adelantaba bastante porque mis piernas eras muy cortas a diferencia de las suyas, al final conseguí que me llevara a caballito un buen rato. Después de dos horas llegamos a una explanada en la que decidimos pararnos a descansar y comer con las preciosas vistas que teníamos en frente.
-Mi amor, ¿recuerdas qué día es hoy?- le pregunté pasándole un sándwich.
Su rostro se tornó algo serio por unos instantes y cogió el sándwich sin mirarme.
-Nunca podré olvidarme de este día y nunca podré dejarme de sentir como una mierda por mucha felicidad que me haya dado- respondió algo fría.
-¿Cuándo dejarás de sentirte culpable? ¿Habrías preferido que las cosas hubieran pasado de otra manera?
-Sí y no.
-Me parece un precio justo el que tuve que pagar por estar contigo.
Ella negó con la cabeza mostrando su desacuerdo, yo me acerqué a ella y la besé.
-Sí Alicia, sí. Si pudiera volver el tiempo atrás no cambiaría nada, ni siquiera el más absurdo segundo que he pasado contigo, y sabes que hay muchos- ella sonrió.
-Y habrá muchos más y más absurdos aun.
Comimos envueltas en una agradable conversación y descansamos un rato, todo nos llevó alrededor de una hora y pico. Continuamos con nuestra pequeña excursión una hora más y luego volvimos al coche, lo cual fue otra hora. Al llegar a casa nos tiramos en el sofá bastante cansadas, yo estaba molida, y lo único que hicimos fue acomodarnos, encender la tele y hacer zapping. Realmente necesitábamos más momentos como esos, a solas. Últimamente habíamos estado muy ocupadas con nuestros trabajos y con la niña, aunque ella en verdad se quedaba como mínimo un día por semana a dormir a casa de mis padres. Ellos estaban encantados con Sandra, se les caía la baba por ella, y mi hermana otra que tal, siempre que iba a verla le traía algo. Ella había conseguido encontrar a un buen hombre, llevaban un año de relación y realmente se notaba que él estaba que se moría por ella. Era un hombre muy humilde, amable y buena persona. Digno cuñado mío.
-Dicen que el amor dura de tres a cuatro años y que después es rutina, ¿tú crees que es cierto?- me preguntó Ali sacándome de mis pensamientos.
-Bueno, creo que sí y creo que no. El amor en una pareja con el paso del tiempo se va suavizando, no es como el primer año en el que sientes que te va a explotar el corazón si la persona que amas se te acerca mucho, pero estoy absolutamente en contra de eso de la rutina. Yo no estoy contigo por rutina, estoy contigo porque si no lo estuviera me daría algo, pensar que podría despertarme y no tenerte durmiendo a mi lado me crea un enorme vacío en el estómago. Pienso que si el amor de una pareja va menguando a medida que pasa el tiempo es porque lo han dejado morir, por caer en la rutina. Entonces eso de que el amor dura unos tres o cuatro años y que después es rutina sería cierto, pero porque se ha permitido que se muera el amor. Pequeños detalles día a día, cosas inusuales como lo que hemos hecho hoy hace que el amor siga vivo, y puedo asegurarte que mi amor por ti no ha estado nunca tan vivo como lo está ahora.
Ella me miró y me sonrió con ternura, yo me abracé más a ella. Pasamos toda la tarde viendo los típicos peliculones que solían poner a esas horas, nosotras las criticábamos y nos reíamos de las pésimas interpretaciones de los actores. Aquella noche hicimos el amor durante horas, la había estado provocando y al final no había podido seguir resistiéndose. Cuando desperté la mañana siguiente ella ya se había ido a trabajar, odiaba eso. Encontré una notita suya en la mesita de noche, lo cual me hizo empezar el día con una gran sonrisa. Me puse una camiseta y las bragas y desayuné. Maté las horas siguientes y gran parte de la tarde arreglando un poco la casa y leyendo. Al final no nos habíamos mudado, a la casa le cogimos bastante cariño y la verdad es que las tres nos las apañábamos bien allí así que descartamos la idea de mudarnos a una casa más grande.
Entonces miré el reloj que estaba colgado en la pared y vi que eran las cinco y cuarto.
-Mierda, mierda, mierda- murmuré cerrando el libro de golpe y levantándome de un salto.
Definitivamente Ali me mataría, cogí mi bolso a la velocidad de la luz y salí pitando hacia donde trabajaba ella. Me sorprendí al comprobar que no estaba en la pequeña placita que estaba en frente de su edificio, y entonces al mirar la hora en el móvil me di cuenta que no eran más que las cuatro y media. ‘La próxima vez menos sexo y más poner atención a estas cosas’ Jai, qué bien que me avises ahora, en serio.
Sin nada más que hacer me senté en un banco a esperar que saliera, cosa que serían conociéndola unos cuarenta y cinco minutos. Debieron pasar unos diez cuando sentí unas manos tapar mis ojos.
-¿Otra vez saliendo pronto? Ya te echaba de menos mi amor- dije sonriendo, levantándome y girándome para besarla.
Justo cuando mis labios hicieron contacto con los suyos me di cuenta de que no era ella. En ningún momento me había parado a mirarla, y al separarme rápidamente y abrir los ojos me llevé una gran sorpresa al encontrarme el rostro confuso de Sergio.
-¡Sergio!- exclamé sorprendida- L-lo siento, pensaba que… No sabía que eras tú- me disculpé algo avergonzada.
-No te preocupes.
Se formó un silencio algo incómodo.
-¿Puedo…- me preguntó señalando el banco para ver si podía sentarse.
-Eh…- dudé al saber que si Alicia nos veía juntos formaría un gran escándalo- Claro, por qué no.
Él me sonrió, dio la vuelta al banco y se sentó a mí lado. Lo notaba bastante distinto, más cambiado, más… más maduro. Tenía el pelo más corto y en sí se veía diferente, nuevo por decirlo de alguna manera.
-¿Qué ha sido de ti todo este tiempo? Hace años que no sé de ti- le pregunté para romper el hielo.
-Bueno, la última vez que nos vimos la cosa no acabó muy bien- dijo esto riendo un poco, no pude evitar sonreír al recordarlo- Lo pasé tan mal cuando me dejaste que mis padres pensaron que lo mejor sería mandarme fuera de España y acabé yendo a Alemania.
Eso último me sorprendió y me incomodó. No le veía hablando alemán, y que sacara el tema de nuestra ruptura no me hacía especial emoción.
-¿Qué ha sido de Alicia? ¿Aun sigues con ella?- me preguntó mirándome, se veía tan diferente que me dio la confianza suficiente para contestarle.
-Sí, aún seguimos juntas. De hecho tenemos una hija.
Él arqueó las cejas muy sorprendido.
-¿Una hija?
-Se quedó embarazada de Andrés antes de salir conmigo y bueno, él no quiso hacerse responsable.
-Parece que lo vuestro sí que era serio al final ¿no? Quién iba a pensarlo.
-Pues sí.
Volvió a formarse otro silencio, menos incómodo esta vez.
-Verás, yo… quisiera pedirte perdón, por todo lo que te he hecho, lo de tu accidente… Me siento muy avergonzado, y sé que no merezco que me perdones. No tenía ningún derecho a hacerte eso, a amenazar a todos para que no te ayudaran, pero la idea de perderte me aterraba. Me volví un auténtico cabrón.
-¿Qué te han hecho en Alemania?- pregunté sonriendo, él rio.
-Alemania no sé, pero una alemana sí que ha hecho mucho- admitió.
-¿En serio?
-Sí. Después de lo nuestro no quería estar con nadie más, pensaba que me moriría sin ti, y entonces viajé hasta allí. Me pasé el primer año solitario y sin relacionarme apenas con nadie, pero entonces la conocí a ella. Consiguió hacer que te olvidara. Me pasé más de medio año intentando conquistarla, intentando que se fijara en mí, y al final lo conseguí. Llevamos tres años juntos.
-Eso es fantástico, enhorabuena- le felicité con sinceridad, me alegraba por él. Sabía que con nuestra ruptura lo había pasado realmente mal, y los cinco años que habían pasado se llevaron todo tipo de rencor que pudiera tenerle. Vaya, ya ni siquiera me acordaba de él.
-Gracias. Es una pena que me diera cuenta demasiado tarde del enorme error que cometí contigo. Supe desde un principio que ella estaba enamorada de ti y cuando tuviste el accidente y vi que empezabas a acercarte mucho más a Alicia y que incluso te la quedabas mirando embobada fue demasiado para mí, me convertí en un gilipollas e hice lo imposible para intentar alejarte de ella pero me fue imposible conseguirlo, te enamoraste de ella sin remedio alguno. Lo siento, de verdad, me alegro muchísimo por vosotras y espero que seáis muy felices.
-Muchas gracias Sergio- le dije con una pequeña sonrisa- Perdónate tú a ti mismo por lo que hiciste y olvídalo, yo ya lo he hecho. Gracias a ese accidente me enamoré de la chica de mis sueños, supongo que vendría a ser mi princesa azul- reímos durante unos pocos segundos- Dejemos esto atrás ya, ¿qué te parece? ¿Crees que podremos empezar de cero?- él me dedicó una pequeña sonrisa y se limitó a asentir.
-¿Puedo decirte algo?
-Claro.
-Creo… creo que siempre has estado enamorada de ella, solo que no querías verlo.
Sus palabras me dejaron muy pensativa. Podría ser perfectamente, lo que sentí al estar con ella después del accidente fue exactamente lo mismo que antes de este. Quizás olvidar a todo el mundo me hizo darme cuenta de ello, de verla como algo más que una simple amiga. Levanté la mirada y lo miré, tenía una extraña mueca en la cara que yo sabía muy bien qué significaba.
-Entiendo cómo te sientes. Supongo que no debe ser fácil para un hombre ver que su novia le ha puesto los cuernos para estar con otra mujer ¿no?
-No, la verdad es que no es muy reconfortante- admitió riendo.
-Lo que sentí por ti no es ni la mitad de lo que siento por Alicia. Ni un medio, ni un cuarto, no tiene ni un punto de comparación, ¿para qué engañarte?- le dije encogiéndome de hombros- Pero te amé Sergio, te amé y mucho. Así que quita esa cara que puedes estar muy orgulloso de tu virilidad- negó con la cabeza y rio.
Estuvimos hablando durante un largo rato de muchas cosas. Me contó sobre Alemania, de lo diferente que era en comparación a España, cosas de su novia, y yo le conté cómo surgió mi relación con Alicia y cómo lo habíamos llevado durante ese tiempo, lo que había supuesto Sandra en nuestras vidas y también le conté la horrible experiencia que sufrí al pensar que había muerto en el parto.
- ¿Sabes? Este es el Sergio del que me enamoré- le dije cuando nos estábamos despidiendo.
-Procuraré no volver a convertirme en otro monstruo- bromeó sonriendo.
-Esperemos que no sea así.
-Una cosa, si Alicia se enterara de que nos hemos visto ¿te causaría problemas?- preguntó mirando detrás de mí.
Me giré y la vi caminando velozmente hacia nosotros.
-No, sé tratarla- contesté sin poder contener una sonrisa.
A los pocos segundos ella llegó a nosotros.
-¿Se puede saber qué haces aquí y cómo te atreves a volver a dirigirle la palabra?- le preguntó furiosa.
-Alicia…- la regañé cogiéndole la mano, ella me miró alucinada.
-¿Le vas a defender? ¿Qué te pasa?
-Bueno, creo que será mejor que yo me vaya ya, Ainhoa supongo que te explicará todo luego- dijo algo acojonado frente al fuerte carácter de mi pelirroja- Ha sido un placer volver a hablar contigo.
-Lo mismo digo, espero que te vaya muy bien en Alemania y con tu novia- le dije despidiéndome con dos besos, desistí en el intento de intentar pronunciar bien el nombre de su chica.
-Gracias, igualmente. Adiós.
Dicho esto se dio la vuelta y siguió su camino. Me puse a pensar que si él no hubiera cambiado podría haber sido muy feliz a su lado, no tanto como con Alicia ni mucho menos, pero no habríamos tenido el final de hace unos años. Ella estaba de brazos cruzados.
-¿No tienes nada que contarme?- no pude evitar reír.
-El reloj de casa está adelantado, pensaba que llegaba tarde pero ha sido todo lo contrario. Él pasaba por aquí y nos hemos puesto a hablar. Me ha dicho que se fue a Alemania, que es muy feliz y que tiene novia- recalqué eso último- La verdad es que ha cambiado muchísimo.
-Vale, ¿y por qué su labio inferior estaba ligeramente manchado de un color igual que tu pintalabios?- volvió a preguntar alzando la ceja, sabía que no desconfiaba de mí pero sí que estaba celosa.
Sonreí, la abracé por la cintura y la pegué a mí.
-Porque me tapó los ojos antes de que yo le viera y pensé que eras tú, y como buena novia que soy fui a saludarte con un buen beso pero nada más tocar sus labios supe que no eran los tuyos y me separé inmediatamente- le expliqué, al ver su mirada añadí- ¿No me crees?
-Pues claro que te creo, pero no me gusta que esos morritos besen otros que no sean los míos- murmuró besándome.
-Mmm, te aseguro que los míos tampoco quieren besar otros- dije respondiéndole al beso- ¿Vamos a casa?
-Sí por favor, me muero por ducharme.
La llevé a casa, se dio una buena ducha y luego fuimos a casa de mis padres. Alicia subió antes que yo ya que me quedé un buen rato intentando aparcar y ella se estaba empezando a marear. Al cabo de diez minutos más encontré un sitio y subí.
-¡Mamiiiiii!
Pude ver un torbellino pelirrojo salir corriendo hacia mí con los brazos abiertos, yo sonreí. Su pequeño cuerpo chocó con el mío, mis manos se colocaron en cada uno de sus costados y la levanté. Sus cortas piernas intentaron rodearme, sus bracitos rodearon mi cuello y me apretó con fuerza.
-Hola preciosa, ya te echaba de menos- la saludé besándole la cabeza.
-Y yo a ti- dijo alegre la pequeña después de darme un largo y sonoro beso en cada una de mis mejillas.
-¿Qué tal lo has pasado?- le pregunté apartándole el pelo de la cara.
-Muy bien, los abuelos ayer me llevaron a cenar al McDonald’s y mira que juguete me tocó- me enseñó un muñeco de plástico de Batman, le apretó en el pecho e hizo un ruidito y se encendieron unas luces.
-Ala, qué chulo- dije sonriendo y cogiendo el juguete con la mano.
Esa niña me tenía completamente embobada, se me caía la baba por ella. Para mi alegría había salido exactamente a su madre, eran un calco, si Alicia no fuera tan mayor podría jurar que eran hermanas gemelas. Lo único en lo que se diferenciaban era en los ojos ya que Sandra los tenía de color miel, eso sí que lo había heredado de su padre, pero eran iguales en todo lo demás. Las dos iguales de pálidas, las dos pelirrojas, aunque Alicia tenía un color bastante más fuerte, las dos con pecas adorables en la parte superior de las mejillas y en la nariz y las dos igual de preciosas.
-Dame el juguete, por fi- me pidió con la voz más tierna del mundo.
-Solo si me das un gran abrazo de oso.
Volvió a enroscar sus brazos en mi cuello y me apretó con fuerza, aunque eso para mí no fue nada.
-Oh vamos, ¿no puedes hacerlo mejor? ¿No puedes así de fuerte?- la piqué estrujándola entre mis brazos moderando mi fuerza.
Ella volvió a intentarlo algo más fuerte. Yo sonreí, me incliné hacia delante dejándola en paralelo hacia el suelo y empecé a darle miles de besos en la mejilla y en su cuello haciéndola reír. Su risa era la más contagiosa que había escuchado nunca. ¿En resumen? Esa chiquitina me volvía loca.
-Qué pasa, ¿aquí no se saluda más que a la niña o qué?- preguntó mi madre con una sonrisa entrando al recibidor.
Yo me enderecé y sin soltar a Sandra, ya que tampoco me dejó, la saludé con dos besos.
-Hola mamá, ¿os ha dado muchos problemas?
-Como mucho a la hora de irse a lavar los dientes, pero nada más.
Miré a la pequeña a modo de advertencia, ella encogió los hombros sin dejar de sonreír.
-Pero mira qué dos bellezas tenemos aquí- dijo mi padre acercándose para saludarme, también le di dos besos.
Fuimos al salón donde Alicia me miró sonriendo.
-Das besos a todo el mundo pero te olvidas de tu amada.
Sonriendo me acerqué a ella.
-Hay que dejar lo mejor para lo último- murmuré besándola con pasión para que no se quejara.
Que nosotras fuéramos dos mujeres no fue ningún problema para Sandra. Ella lo veía completamente normal y esto no la confundió en absoluto, de hecho tenía un noviete en su clase de primero de primaria. Las demás madres y padres sabían que éramos pareja y con ninguno tuvimos ningún problema, nos llevábamos muy bien con todos, eran majísimos.
Sentí las manos de Sandra en mi cara separándome de Alicia, ella la miró confundida.
-Ella es mía, solo me da besitos a mí- dijo besándome a mí en los labios.
No fue más que un pequeño e inocente roce de labios en el cual por supuesto no sentí absolutamente nada, en ocasiones me daba tanto a mí como a su madre pequeños picos. La cara de Alicia fue un poema y yo no pude evitar romper a reír descontroladamente, era la primera vez que hacía eso. Pude escuchar las carcajadas de mis padres de fondo. La pequeña al escuchar mi risa le sonrió con maldad a Ali, esta aun no podía creérselo. Sin duda alguna eran madre e hija.
-Oye, perdona que te diga pero ella es mía, la llevo besando desde hace mucho más tiempo que tú y puedo asegurarte que pienso seguir haciéndolo. Y por cierto, a la única que le da besos es a mí- dicho esto volvió a besarme poniendo sus manos en mis mejillas, de modo que la niña no pudiera separarnos de ninguna manera. No pude dejar de sonreír.
-Cuando decía que era irresistible te reías de mí, pero tenía toda la razón del mundo, os tengo babeando a las dos por mí.
-Pero ella solo te quiere por lo que le puedas comprar, yo no- dijo Ali a posta para chincharla.
-¡Eh, eso no es verdad! La quiero porque es mi mami, pero tú no la quieres.
-¿Y por qué dices que yo no la quiero?
-Hay veces que la haces gritar mucho cuando estáis en el cuarto con la puerta cerrada, ¿tú le pegas mamá?- le preguntó con miedo.
Alicia y yo nos quedamos con la boca abierta, ambas con los colores en la cara, y mis padres empezaron a reírse a lo grande.
-N-no cariño, jamás la maltrataría- negó Alicia nerviosa- Es solo que…
-Me hace muy buenos masajes en la espalda Sandrita, tanto que quizás a veces me hace gritar un poco de lo relajada que me deja, pero no me pega- intenté buscar alguna excusa creíble.
Mis padres al escuchar mi respuesta se rieron aún más, nuestra hija se giró para mirarlos.
-¿A ellos también les haces esos masajes tan buenos?
Y de nuevo, más risas por parte suya.
-¡No! No, por supuesto que no, solo se los doy a Ainhoa, y ella a mí, pero nada más.
-¿Y por qué se ríen tanto?
-Porque tus abuelos son idiotas Sandra, por eso- le contesté fulminándolos con la mirada, ellos parecieron calmarse algo.
-¿Y a mí me podrías dar uno de esos masajes mami?
-Mira hija, olvídate de los masajes ¿vale?
-Jo- hizo un puchero que madre mía, ¡era lo más mono que había visto nunca!
Alicia se acercó a ella y le dio un gran beso en la mejilla.
-Ve a recoger tus cosas, en media hora vamos a casa- le informó.
Ella asintió, la dejé en el suelo y salió corriendo. Entonces miré a Ali fijamente.
-Mi amor, tenemos un problema- le susurré para que no nos escucharan mis padres.
-¿Tenemos? Tienes, ¡tan solo te oye a ti!
-¿Y qué quieres que haga? No puedo reprimirme. Si no lo hicieras tan bien…
-Sí claro, ahora la culpa es mía, que yo sepa tú no te quejabas en absoluto.
-¿Queréis un consejo? Cuando queráis hacerlo ponedla a ver una película con el volumen algo alto, así estará más distraída- nos dijo mi padre- Experiencia propia.
-Ay Dios, no me digas que… que cuando me poníais a ver La Sirenita y El Rey León…- empecé a decir, ellos me miraron asintiendo- La madre del cordero, ¡no era algo que quisiera saber!
Mis padres y Alicia empezaron a reír.
-Ya os vale- les dije mirándolos.
-Hey, deberíamos probarlo, quizás funciona- me propuso Ali, eran tantos años con mis padres que hablar de estas cosas delante de ellos ya no suponía una vergüenza total.
-Ya nos contaréis.
-Os veo capaces de preguntarle a la niña cuántos días la ponemos a ver una película sola para enteraros de mi vida sexual, ¡que sois unos cotillas!- bromeé sonriendo.
-¿Qué es vida sexual?- preguntó Sandrita entrando al comedor.
‘Ainhoa, a tu hija la llaman la oportuna eh’
-¿Eh?- dijo Ali.
-¿Qué significa…
-¿Qué vida?- la interrumpí para intentar hacerla un lío.
-Pues esa que habéis dicho.
-¿Cuál?- volvió a preguntar Ali.
-Pues esa. Vida se…- se quedó callada al no recordar el resto.
-¿Vida semanal?
-Sí, eso- asintió convencida de que era lo que había escuchado, Alicia y yo nos miramos suspirando de alivio.
-La vida semanal es lo que haces semana a semana, de lunes a domingo.
-Ah- contestó desinteresada- Mamá ya he acabado.
-Muy bien cariño, en un ratito nos vamos.
Le lancé una mirada a Ali que ella interpretó muy bien, teníamos que tener más cuidado. Estuvimos una horita más en casa de mis padres y luego volvimos a casa. Pasamos allí el resto de la tarde, Sandra tenía que hacer deberes así que la ayudamos. Qué cabrona Alicia, si se trataba de su hija bien que se comportaba como tocaba.
Después de cenar Ali se fue a dormir ya que estaba cansada, yo me quedé haciendo un par de cosas del trabajo en el portátil y Sandra se tumbó en el sofá a ver la tele. Antes de que pudiera darme cuenta fueron las doce. Apagué el portátil y fui directa a la cama, era la única que quedaba despierta ya que Sandra se había ido a dormir hacía tiempo.
A las pocas horas sentí unos golpecitos en mi brazo, abrí los ojos lentamente para descubrir el rostro de Sandra, tenía a su osito de peluche en su regazo. No hizo falta que dijera nada. Me aparté un poco del borde de la cama para dejarle espacio, ella se tumbó y yo pasé mi brazo sobre ella para abrazarla. Metió su cabeza en mi pecho y suspiró.
-Gracias mami. Te quiero.
-¿Mucho mucho mucho?
-Un millón.
Sonreí y le besé la cabeza.
-Y yo a ti cariño.
Alicia:
La mañana siguiente abrí los ojos lentamente, estos querían volver a cerrarse para continuar durmiendo pero sabía que no lo conseguiría. Levanté la vista y con sorpresa vi a Ainhoa y a Sandra durmiendo abrazadas. Me llevó poco tiempo deducir que la pequeña se habría despertado con miedo y había recurrido a Ainhoa. Cosas típicas de los niños pequeños.
Me acerqué un poco más a Ainhoa y pasé un dedo por la cara de mi hija, acariciándola. Era mi más preciado tesoro, la que me alegraba cada mañana al saltar sobre la cama para despertarnos. Estaba segura al cien por ciento de que Andrés si algún día llegara a conocerla se arrepentiría durante toda su vida de haber renunciado a ella. Pero la verdad es que no parecía que quisiera conocerla, no sabía ni dónde se encontraba. Ni siquiera recordaba la última vez que le vi. Y lo mismo podía decir de mis padres. En cinco años no había vuelto a saber de ellos, no se interesaron por mí ni por saber cómo estaba, al parecer iba a pagar caro el ser lesbiana. No sabía si ellos estaban enterados de que tenían una nieta, y si lo sabían mostraron el mismo interés por conocerla que su padre. ¿Si dolía? En su momento me dolió muchísimo, a esas alturas seguía sin poder creerme que hubieran sido capaces de olvidarme por el simple hecho de que me gustaran las mujeres. Pero ellos se lo perdían, si no querían una hija lesbiana tampoco iban a querer a la hija de esta. Me vi en verdaderos apuros cuando Sandra me preguntó por mis padres y por el suyo, me quedé completamente bloqueada. Gracias a Dios Ainhoa tuvo el ingenio de inventarse que vivían muy lejos de España y que no podíamos mantener el contacto porque de mí no se habría creído nada. Ainhoa, siempre haciéndome la existencia más fácil y difícil a la vez…
Levanté la vista y la miré, estaba dormida como un bebé. Realmente lo era, era mi bebé, mi niña. No sabía qué habría sido de mi vida si no le hubiéramos provocado aquel accidente, si no se hubiera enamorado de mí. No quería pensar en ello, tan solo quería vivir a su lado sin seguir pensando en ningún “¿Y si no hubiera…?” Era feliz, ella se encargaba de que así fuera día a día así que todo lo demás no importaba. Mi vida con ella no había sido la más fácil, eso había que admitirlo, pero no habría podido ser igual de feliz con nadie. Era perfecta, una gran mujer, a veces incluso pensaba que era demasiada mujer para mí pero eso me lo callaba y lo dejaba en mis pensamientos, sabía que a ella no le gustaría nada que pensara eso. Tan solo ser su amiga era un privilegio, así que ser su novia era una auténtica lotería. Esa elegancia y gracia al moverse, esa seguridad aplastante, ese orgullo enorme que aun así me encantaba, esos labios gruesos y provocadores, ese trasero divino, esa sonrisa traviesa, esos grandes y preciosos ojos más azules que el mar con esa mirada inocente, pícara y tan llena de amor… Ella, ella, ella entera era maravillosa y yo había caído en sus redes hasta lo más profundo, estaba completamente atrapada y lo último que deseaba era salir de allí, quería quedarme en ese lugar por siempre. Nadie me había amado de una manera tan incondicional, ni siquiera mis padres. No me pedía nada a cambio, ni siquiera mi amor, lo único que quería era amarme con todas sus fuerzas y más, con toda su vida, con todo lo que tenía. Y yo de ninguna de las maneras ni por ninguna de las razones de ese mundo ni de ninguno otro la dejaría escapar.
Me levanté y me puse a hacer el desayuno. Sabía bien lo que nos gustaba a las tres así que empecé a prepararlo. Al cabo de un buen rato, casi terminando, me di cuenta de que no había café, y por las mañanas Ainhoa sin café no era persona, así que me limpié las manos y quise darme la vuelta para ir a comprárselo pero unos brazos me detuvieron, se enroscaron en mi cintura y sus manos se aferraron a mi barriga mientras que sus labios empezaron a besarme el cuello.
-¿Dónde vas?- me susurró al oído.
Puse mis manos sobre las suyas, cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás dejándole espacio para que continuara besándome.
-Se ha acabado el café e iba a salir a comprártelo- le contesté sin moverme.
-No importa, ya compraremos mañana.
Me dio la vuelta, puso sus manos en mi cintura apretándome a ella y me besó con intensidad. Me adelanté a sus intenciones y fui yo la que la agarró, ella rodeó mi cintura con sus piernas y mi cuello con sus brazos. Me encantaba cogerla, tenerla a mi disposición, sentirla tan pequeña en mis brazos.
-¿A qué viene tanta pasión?
-Viene a que esta noche no me he abrazado a ti, y me debes muchas horas en tus brazos.
Sonreí y volví a besarla.
-Con lo que te gusta dormir es todo un logro que un domingo estés en pie a las nueve de la mañana, ¿qué ha pasado?
-Tu maldita manía de dormir con la ventana cerrada es lo que ha pasado.
-Lo siento mi amor, por esta zona hay muchos bichos y sabes que no los soporto. Si me despertara y viera una cucaracha en el suelo me daría algo.
-No me puedo creer que seas capaz de curar heridas, estar rodeada de sangre, quitar cristales de la piel, poner puntos y mil cosas más y no seas capaz de tocar un simple bicho.
-Lo siento, está por encima de mí.
-Bueno, si veo que algún estúpido bichejo osa acercarse a mi mujer haré que se arrepienta de haberlo hecho- me aseguró besándome la frente, yo la miré fijamente con una sonrisa.
-¿Crees que algún día nos casaremos?
-Hace cinco años que me casé contigo mi amor- me contestó acariciándome la mejilla- ¿No recuerdas tus palabras?
-Claro que las recuerdo, desde entonces soy la mujer más feliz del mundo- acaricié su mano- Pero me refería oficialmente, con una ceremonia y todo eso.
-Pues no sé, depende de si te da por pedírmelo- me dijo sonriendo, yo la miré con la ceja levantada.
-¿Y por qué te lo tengo que pedir yo?
-Por ser la más guapa de las dos- bromeó besándome- No necesito unos papeles que afirmen que te amo, las dos sabemos perfectamente lo que nos amamos y yo con eso me conformo. ¿Tú no?
-Pues claro que sí, era simple curiosidad. Ya te dije que desde que aceptaste aquel anillo te consideré mi mujer. No me puedo creer que hayan pasado cinco años ya. Aunque ahora que pienso solo han pasado cinco días- ella sonrió.
-¿Cinco días ya? Como pasa el tiempo a tu lado, parece que fue ayer. Menos mal que aun te quedan alrededor de cincuenta y cinco años más para recompensarme todo lo que me has hecho.
-¿No te parece poco?
-¿Poco? Ese “poco” me parece absurdamente poco- me respondió seria- Alicia, ni mil vidas me parecerían suficientes para estar contigo.
-Eso lo dices ahora.
-Pues claro que lo digo ahora, es lo que siento ahora. No sé si voy a pasar el resto de mi vida contigo y la verdad es que tampoco quiero saberlo, pero puedes estar completamente segura que ahora mismo deseo que así sea. ¿Lo desearé mañana o el año que viene? No lo sé. ¿Te amaré de aquí a cinco meses? Tampoco lo sé, pero si hemos aguantado seis años supongo que por algo será.
-¿Sabes qué digo yo ahora? Que como cada día me sigas enamorando con tus palabras no te desharás nunca de mí.
-Pues ahora mismo te digo que trataré de enamorarte cada día más que el otro para no deshacerme de ti nunca.
Reí, la acomodé en mis brazos para que no siguiera resbalándose y la besé con ternura.
-Tan solo quiero vivir el presente, lo que tenga que venir vendrá. No voy a prometerte que te amaré por siempre ni que jamás te dejaré porque no se sabe, pero eso es lo que siento ahora.
Me limité a mirarla a los ojos con una pequeña sonrisa. ¿Cómo coño lo hacía? ¿Cómo conseguía que cada día después de todos los años que llevábamos juntas durante unos segundos surgiera una pequeña chispa en mi interior que me hiciera sentir como en la primera vez que la besé o la primera vez que la hice mía? ¿Cómo conseguía que estuviera febril durante unos pocos segundos, que sintiera el mismo amor apasionado del principio, que incluso se me acelerara el corazón mínimamente? Aunque fueran dos segundos lo conseguía, conseguía hacerme sentir como si estuviera recién enamorada. Pocos segundos, pero lo conseguía.
-¿Estás bien?- me preguntó acariciándome la cara.
Le sonreí, cogí su mano y besé cada uno de sus dedos.
-Sí, estoy bien. Hambrienta, pero bien. Esto podría solucionarse si me dejaras comerme esa boquita tan apetitosa que tienes- ella rio.
-O también podría solucionarse si comiéramos este desayuno que también tiene pinta de ser muy apetitoso- me dijo levantando su ceja derecha.
-Mmm, me gusta más mi idea- murmuré besándola, noté su sonrisa en el beso.
Estuvimos un rato besándonos, luego la bajé al suelo y despertamos a Sandra para desayunar. Confirmé mi suposición de que había ido a dormir a nuestra cama porque tenía miedo, aunque no me dijo la razón sabía que era porque tenía miedo de la oscuridad así que me dije que iría a comprarle alguna lamparita.
Por la tarde tal y como habíamos acordado con Marta y Javi fuimos a un bar que tenía una terracita que daba a un parque, a Sandra le encantaba ese lugar. No le habíamos dicho que habíamos quedado con ellos así que cuando los vio salió corriendo como una loca. Tenía esa adorable manía de ir corriendo a la gente cuando la veía, a pesar de haberla visto hace poco.
-¡Javito!- exclamó alegre llamándole por el mote cariñoso que le había puesto.
-Hola guapísima, ¿cómo estás?- la saludó abrazándola con fuerza y besándole la cabeza.
-Hola Marta, ¿qué tal?- la saludé mientras Sandra prestaba toda su atención a Javi, Ainhoa hizo lo mismo que yo segundos después.
-Bien, ¿vosotras?
-Genial, sacando a pasear al monstruito- contestó Ainhoa mirando con una sonrisa a nuestra hija.
-Está enorme y preciosa- comentó Marta mirándola, nosotras tomamos asiento- ¡Bicho, que pasas de mí!
Sandra giró la cabeza sonriendo y se tiró a sus brazos sin dejar de reír.
-Crecen tan rápido…- murmuré con cierta tristeza mirándola.
Sentí la mano de Ainhoa sobre mí, levanté la vista y le sonreí.
-Hey, quita esa carita ahora mismo y enorgullécete de ella en vez de entristecerte- me dijo entrelazando nuestros dedos.
-Ya lo hago, pero es que me pongo a pensar y sé que antes de que me dé cuenta tendrá novio, se irá de casa, se casará, tendrá hijos…
-Escúchate, ¡tan solo tiene cinco años!- dijo riendo, yo me uní a ella- Aún falta mucho para todo eso, no pienses tanto mujer.
Iba a contestarle pero sentí unos tirones en la manga que me hicieron girarme.
-Mami, ¿puedo ir a jugar?- me preguntó con voz de niña buena.
-¿No quieres beberte un zumo o algo antes?- le pregunté acariciándole la cabeza.
-No me apetece.
Le sonreí y le di una pequeña palmadita en el trasero.
-Ten cuidado.
Ella asintió sin dejar nunca de sonreír y salió corriendo a la arena para hacer algún amigo. Sandra era la niña más sociable del mundo, no tenía reparo alguno en acercarse a ningún niño o niña para jugar con ellos. Se le daba fenomenal hacer amigos.
-Y qué, ¿vosotros cuándo os animaréis?- les pregunté a Marta y Javi mientras el camarero traía las cervezas que ellos ya habían pedido con anterioridad.
-¿Animarnos a qué?- preguntó Marta despistada.
-A casaros, a tener un niño. Algo- terminó Ainhoa por mí.
-¿Casarnos? Mucho gasto. ¿Un hijo?- empezó a decir Javi sin acabar la frase- Nos hace ilusión, pero me entra un no sé qué tan solo de imaginarme que a Marta le pudiera pasar lo mismo que a Alicia.
-No tiene por qué sucederle lo mismo. Yo tuve mala suerte y ya está, no significa que le tenga que suceder a cada mujer. Si se cuida bien no tiene que haber nada mal.
Y sabía que nada más haber dicho eso Ainhoa había pensado: “Y justamente a ella le tenía que haber sucedido, de entre todas las mujeres”. Mirar su cara no hizo más que confirmarme lo que ya sabía, seguía sintiéndose culpable. Nada de lo que le pude decir en todos esos años consiguió hacerla cambiar de parecer. Suponía que estábamos compensadas, yo me sentía culpable de su accidente y ella de lo mío.
Levanté su cabeza con mis dedos y le sonreí.
-Te amo- murmuré mirándola a los ojos.
-Y yo a ti- me contestó suspirando.
Como muchas otras veces pasamos gran parte de la tarde poniéndonos al día de todo lo que habíamos hecho durante la semana, echándonos unas buenas risas y pasándolo bien. Era una costumbre que ya formaba parte de nosotros y de nuestras vidas, salir a tomar unas cañas a un bar algún que otro día para despejar la mente. Como era de esperar la pequeña no se acercó a la mesa, y como siempre acabábamos haciendo empezamos a hablar de ella.
-Es un amor de niña, una completa ternura. Habéis hecho un gran trabajo con ella- nos felicitó Marta.
-No ha sido fácil, esa cría es un auténtico terremoto- dije sonriendo.
-Pero nos vuelve locas, vale la pena soportar todo el jaleo que monta para ver su sonrisa traviesa y escuchar su risa escandalosa. Exactamente la misma que la de su madre- dijo Ainhoa levantándose y besándome- Voy a jugar un rato con ella.
Salió corriendo, llegó hasta Sandra y empezó a hacerle cosquillas. La pequeña, como estaba de espaldas a ella, se asustó y pegó un gran brinco que nos hico reír a los tres. Después Ainhoa la cogió en brazos y empezó a hacerle pedorretas en el cuello. La cara de Sandra era de felicidad total.
-Ahora es cuando por unos segundos no me arrepiento de no haberle ayudado en su accidente- dije negando suavemente con la cabeza.
-No eres la única.
-Hay veces que me pongo a pensar que si no hubiera salido con ella quizás ahora mismo no sería madre. Las cosas con Andrés habrían sido distintas, quizás le habría dejado o cualquier otra cosa.
-Nunca lo sabrás.
Asentí sin dejar de mirar a mi hija y a mi mujer. Decidida me levanté, fui hasta ellas dos y abracé por detrás a Ainhoa mientras hacía una mueca graciosa y le sacaba la lengua a Sandra, ella me imitó haciéndonos reír a Ainhoa y a mí.
-¿Sabéis una cosa?
-¿Qué?
-Sois las mejores mamis del mundo.
Besé el hombro de Ainhoa y apoyé la cabeza en él sin poder evitar sonreír. La gente sobrevaloraba muchas cosas. ¿Para qué estar podrido de dinero? El dinero no da la felicidad, ayuda a conseguirla pero no la da. ¿Para qué tener mil bienes materiales? ¿Para que con el paso del tiempo se desgasten, se rompan y se tengan que conseguir más? Se sobrevaloraban muchas cosas en la vida, y se subestimaba lo más importante de todo: el amor. ¿Para qué tener una casa enorme, con un jardín impresionante y una piscina espectacular si no se tenía a nadie con quien compartirla? Que le den a las casas y a los coches de lujo, al dinero y a los ricos que se creen mejores personas que los que tenemos un salario mínimo. Yo tenía justo lo que quería ahí en frente de mis narices: una hija encantadora y una mujer que daría todo por mí. ¿Qué más se le podía pedir a la vida?