Ayúdame a recordar 2

Dejé caer mi mano sobre la pierna y clavé mi mirada en un punto fijo, después la miré a los ojos. Yo: No...no puedo leer- dije con un hilo de voz. Lucía: ¿Cómo?- dijo desconcertada. Yo: No sé leer- susurré.

Muchas gracias a los que habéis comentado y me habéis dado consejos. La verdad es que no sabía que habían tantos relatos con el tema de la amnesia, pero me los miraré para sacar algunas conclusiones y evitar que haya parecidos. De nuevo muchas gracias a todos por el tiempo que os tomáis conmigo.


Aquellos dos nuevos extraños se miraron desconcertados y después miraron a la chica que habló en busca de alguna respuesta. En breves minutos les contaron todo lo que el médico había dicho y sus lágrimas no se hicieron esperar. Cuando se calmaron un poco empezaron a presentarse de uno en uno.

Así pues me enteré de quien era cada uno de ellos. La mujer resultó ser mi madre, se llamaba Lucía Aguiló Sánchez, tenía cuarenta y dos años y trabajaba limpiando en la universidad. Tenía el pelo negro por los hombros, ojos miel, más bien blanca que morena, estatura media y delgada, era bastante jovial para su edad. El hombre como supuse era mi padre, se llamaba Antonio Salazar Hernández, tenía cuarenta y tres años y era electricista. Pelo castaño, ojos azules marino, muy moreno, cachas y muy alto, rondaría el metro ochenta y cinco, lo único que tenía de barba eran las patillas. Un hombre bastante guapo.

En cuanto a los demás chavales supe que eran mis amigos, todos éramos un gran grupo. El chico con el pelo castaño (véase el capítulo anterior para no hacerse un lío) se llamaba Javier Álvarez Carbó aunque todos le llamaban Javi. Tenía diecisiete años y le conocía de hacía cuatro cuando coincidimos en la misma clase en el instituto, por lo que me dijeron enseguida congeniamos y éramos grandes amigos. La chica rubia se llamaba Marta Lozano Robles y tenía la misma edad que yo. La conocía desde toda la vida y era mi mejor amiga, con ella hice muchas locuras que me hicieron reír bastante cuando me las contaron, éramos inseparables. También me contó que tenía una hermana pequeña llamada Laura de siete años, decían que me volvía loca. El chico del pelo negro se llamaba Sergio Medina Orgaz, este era el más mayor de todos con veinte años, le conocía de hacía más de cinco y para mi asombro llevábamos tres años de relación. Y por último llegó la chica pelirroja, se llamaba Alicia Ferrer Mascaró y tenía diecinueve años, esta fue la última en unirse al grupo, la conocí hace dos años y éramos buenas amigas, siempre nos teníamos a mano y aunque no teníamos una amistad muy fuerte sabíamos que podíamos confiar en la otra.

También me explicaron que vivíamos en Palma de Mallorca, en España, una isla preciosa según me dijeron. Estudiaba en el Instituto Ramón Llull y iba a entrar en segundo de bachiller, el último año. Tenía una hermana mayor de 24 años llamada Natalia que vivía en Pollença, en la otra punta de la isla en una gran casa que le dejaron mis tíos antes de irse a vivir a la península. Me enteré que entre mi hermana y mis padres nunca hubo mucha relación y que más bien estaban peleados, aunque yo con ella me llevaba estupendamente. Ella era dentista y estaba en un viaje del trabajo en Valencia, por esa razón no pudo ir a verme. Me desanimé bastante ya que tenía muchas ganas de conocerla.

Después de que me dijeran las cosas principales me quedé bastante cansada, había sido un día muy largo para mi y tan solo tenía ganas de dormir. Entraron unas enfermeras, una me quitó el cable que me tenía unida a la máquina, la cual dejó de pitar gracias a Dios y la otra empezó a echar a la gente.

Enfermera: Disculpen pero el horario de visitas ya ha acabado, vuelvan mañana a partir de las ocho de la mañana- anunció amablemente.

Todos obedecieron y se levantaron, aunque pude notar que ninguno quería marcharse. Me miraron y cada uno se fue despidiendo hasta que tan solo quedó en la habitación una enfermera. Suspiré agotada y me retumbé en la cama.

Enfermera: Ha sido un día duro ¿Verdad?- me preguntó sonriendo mientras apartaba la máquina y guardaba el cable.

Yo: Uff, y tanto- le devolví la sonrisa.

Enfermera: Bueno por el momento ya no necesitarás más suero ya que ahora puedes comer por ti misma. ¿Tienes hambre?- preguntó.

Yo: Mucha- contesté.

Enfermera: Bien, dentro de poco te traerán la cena- volvió a sonreír.

Me gustaba mucho su compañía, era agradable y muy alegre, cosa que me hacía bastante falta después de toda una tarde con caras largas y lágrimas.

Enfermera: ¿Quieres estirar un poco las piernas antes de cenar? Es mejor que lo hagas en mi compañía por si acaso, llevas mucho tiempo en la cama y podrías caerte- ofreció amablemente.

Yo: Claro, estoy cansada de estar tumbada- acepté.

Me giré en la cama de manera que mis piernas quedaron colgando, la enfermera que estaba ya a mi lado me ofreció su brazo y me agarré a ella. Dimos unas cuantas vueltas por la habitación y de paso aproveché para ir al baño. ¡Se me hacía tan extraño caminar! Después de unos minutos volví a tumbarme y le agradecí a la enfermera.

Yo: Muchas gracias, has sido muy amable- le dije.

Enfermera: De nada mujer, para eso estoy- contestó siempre sonriente.

Después de preguntarme si necesitaba algo más se retiró y al poco rato me trajeron la cena. Comí con gusto aunque no es que fuera una delicia y volví al baño. Cuando acabé me miré en el espejo, no me reconocí ni a mi misma. Tenía el pelo negro azabache, realmente negro, ojos azules parecidos a los de mi Antonio, piel morena, estaba delgada y de estatura baja. Debía admitir que no era fea, para nada fea.

Reconocí algunos rasgos de Lucía en mi rostro aunque para mi gusto era mas parecida a Antonio. Enseguida volví a la cama quedándome pensativa. ¿Cómo sería mi vida a partir de ahora? ¿Volvería a recuperar la memoria? ¿Qué pasaría conmigo en el instituto? ¿Me enamoraría de nuevo de mi supuesto novio? Ese era un tema que me preocupaba. No sentía nada por aquel muchacho, al menos por el momento. ¿Tendría que decírselo? ¿Tendríamos que acabar con la relación? Repasé mentalmente todo el día, estaba muy cansada así que cerré los ojos y me dispuse a dormir.


Voz: ¡No tiene gracia!

Voz: Quieta ahí, no te muevas.

Voz: Acaba con esto ya, te estás excediendo.

Voz: No pasará nada no os preocupéis, solo unos minutos más.

Voz: ¿Qué ha sido ese ruido?

Voz: Algo va mal.

(Pasos)

Voz: ¡Oh Dios mío!


Desperté de nuevo con un horrible dolor de cabeza, suspiré y me incorporé. Era muy extraño, no era la primera vez que esa conversación se me venía a la cabeza. Intenté darle alguna explicación pero no le encontraba el sentido, ni las voces ni de lo que hablaban me sonaba de algo. Deseché esa idea de mi mente, me froté los ojos y bostecé, vi que ya me habían traído el desayuno, acerqué un poco la mesa y empecé a comer. Cuando terminé aparté la mesa, me levanté de la cama lentamente y comencé a caminar un poco, después me metí en el baño. Cuando salí alguien estaba en la habitación.

Señora: Hola Ainhoa. Mira te he traído esto para que puedas ducharte y peinarte- me dijo ofreciéndome un neceser rojo.

Yo: Oh, gracias...¿Lucía?- le dije para confirmar su nombre.

Enseguida vi como su rostro se entristecía al oír que la llamaba por su nombre.

Lucía: Eh si, soy Lucía- afirmó con una sonrisa triste.

Yo: Lo siento mucho, todavía no me acostumbro- me disculpé un poco avergonzada.

Lucía: No, no te preocupes, dilo cuando te nazca decirlo- me contestó.

Le sonreí, guardé el neceser en un cajón y me tumbé en la cama. Ella se sentó en un sillón que había y después de preguntarle que tal el día de ayer empezó a contarme cosas de cuando era pequeña, las travesuras, los viajes que hicimos, recuerdos importantes... No me acordé de nada, sinceramente todo lo que me decía no me sonaba en absoluto pero me gustaba escucharla, saber que clase de idioteces hacía o que rituales teníamos en familia me ayudó un poco a conocerme mejor y, además, veía que a ella le encantaba contármelo.

Estábamos hablando animadamente cuando de repente dejó de hacerlo y metió su mano en el bolso buscando algo.

Lucía: Casi se me olvida dártelo- dijo ofreciéndome una carta- Es de tu hermana.

Sonriendo la cogí y la abrí pero cuando iba a empezar a leer cambié de expresión completamente.

Lucía: ¿Qué pasa?- preguntó.

Dejé caer mi mano sobre la pierna y clavé mi mirada en un punto fijo, después la miré a los ojos.

Yo: No...no puedo leer- dije con un hilo de voz.

Lucía: ¿Cómo?- dijo desconcertada.

Yo: No sé leer- susurré.

Abrió la boca con la intención de decir algo pero no lo hizo, me miró, se acercó a mi y me abrazó. En ese momento no había cosa que necesitara más que un abrazo. ¿Cómo era posible que no supiera leer? ¿Significaba eso que tampoco sabría escribir? ¿Cómo diantres iba a estudiar sin saber leer?

Yo: Por favor dame algo en donde pueda escribir- pedí.

Lucía se separó de mi y buscó un bolígrafo y algún papelito y me lo entregó. Acerqué la punta del boli al papel pero tal y como me temía tan solo pude hacer un par de garabatos.

Yo: ¡Mierda tampoco puedo escribir!- espeté tirando el bolígrafo con fuerza a la pared mientras me levantaba y me dirigía a la ventana para que no me viese llorar.

Lucía: Tranquila Ainhoa, no pierdas la calma. Con práctica y un poco de esfuerzo puedes volver a aprender, no pasa nada, tranquilízate- intentó consolarme.

Yo: ¿Qué no pasa nada? ¿Qué no pasa nada?- pregunté girándome sin preocuparme ya de que viera mis lágrimas- Tengo una jodida laguna mental que hace que ni siquiera reconozca a mi familia o a mis amigos ¡Joder ni siquiera podría distinguir si tú eres mi madre o cualquiera de la calle! Queda menos de un mes para que empiecen las clases y no sé ni leer ni escribir ¿Y aún quieres que me tranquilice?

Lucía me miraba con tristeza, se había quedado muda ante tal reacción mía.

Lucía: Lo...lo siento mucho Ainhoa, te juro que si pudiera hacer algo lo haría pero no puedo- dijo con la voz rota.

Me acerqué a ella y la abracé fuertemente, enseguida me sentí mal por haberle gritado, ella no tenía la culpa de nada y lo único que había echo había sido hacerle daño.

Yo: Perdóname, no tienes la culpa- me disculpé y me senté en la cama de nuevo- Léeme la carta.

Ella asintió, la cogió, se sentó y empezó a leer. La carta ponía que ya se había enterado de mi falta de memoria y que sentía mucho todo lo que tenía que estar pasando. También decía que no le faltaba mucho para volver y que estaba ansiosa por ir a verme, que aunque yo no la reconociera ella me echaba mucho de menos. Me explicaba como era la ciudad en la que estaba y lo capullo que era a veces su jefe con ella. Al final se despidió con un “Te quiero hermanita” que me sacó una sonrisa.

Yo: Gracias por leérmela- le dije.

Lucía: De nada faltaría más- contestó con una sonrisa- Me tengo que ir ya al trabajo pero antes me encargaré de hablar con tu doctor y explicarle lo de la carta.

Yo: Está bien, muchas gracias- volví a agradecer.

Lucía: Me voy ya, te quiero- dijo besándome la frente.

Hice una mueca al no saber que responder, evidentemente no podía decirle lo mismo “conociéndola de dos días”. Ella al ver mi indecisión sonrió.

Lucía: No tienes que responder nada, tan solo quiero que lo sepas- dijo, asentí con la cabeza y antes de salir por la puerta me dedicó otra sonrisa.

Me levanté de la cama, cogí el neceser y entré al baño para colocar todas las cosas que me había dado, desodorante, gel, champú, un peine, cepillo, pasta de dientes...y más cosas por el estilo. Terminé de colocarlas y empecé a caminar, me aburría mucho, no se podía hacer nada interesante entre esas cuatro paredes. Por suerte la puerta se abrió indicándome que tenía visita aunque fuera la enfermera cosa que por fortuna no fue así.

Chica rubia: ¡Hola Ainhoa!- dijo entrando en la habitación y abrazándome enérgicamente, parecía ser que esta chica era muy desinhibida.

Yo: Ehh, hola.

Chica pelirroja: Hey ¿Qué tal?- saludó abrazándome tímidamente.

Yo: Perdonad pero ¿Cómo os llamabais?- pregunté intentando que no se desanimaran, cosa que no conseguí con la chica pelirroja.

Chica pelirroja: Me llamo Alicia- contestó.

Yo: Ah Alicia es verdad, perdona. Sonará irónico pero tengo muchas cosas en la cabeza y me cuesta un poco- dije sonriendo, ella me devolvió la sonrisa dándome a entender que no pasaba nada.

Chica rubia: Pero que sosa que eres hija mía- le dijo a Alicia- Para saber mi nombre vamos a jugar a algo.

Yo: ¿Cómo?- pregunté un poco desconcertada, me alegraba saber que compartía esa misma idea con Alicia que la miraba un poco raro.

Chica rubia: Si, juguemos al veo veo, te diré palabras que comiencen por las letras de mi nombre, así será más divertido- explicó.

Yo: ¿Qué? ¿Estás hablando en serio?- pregunté, esta chica era muy extraña.

Chica rubia: Pues claro- afirmó segura y seria, después de unos segundos mirándola con cara de pava acabó sonriendo- Que no boba que es coña, me llamo Marta.

Yo: Uff me lo estaba empezando a creer- dije riendo.

Nos sentamos las tres en la cama y empezamos a hablar. Les acribillé a preguntas que probablemente si no hubiera perdido la memoria recordaría, aunque si era así no dieron ninguna señal para hacérmelo saber ya que contestaron con una expresión muy neutral y amigable. Me lo pasé muy bien con ellas aunque no podía evitar desconectar mi mente un poco de esa habitación y acordarme del nuevo problema que tenía.

Marta: Oye ¿Por qué esa cara tan larga?- preguntó para mi sorpresa. ¿Cómo sabía que me pasaba algo? No me dejó responder- Tú no me conoces pero yo si a ti y llevas desde que llegamos preocupada por algo. ¿Qué pasa?

Yo: Antes de que vinierais mi madre vino a verme y me dio una carta de Natalia- dije.

Alicia: ¿Y cual es el problema?- quiso saber.

Yo: Que al intentar leerla no pude, no sé ni leer ni escribir. Supongo que el traumatismo habrá echo que olvide eso también- conté desanimada.

Marta: ¡No jodas! ¿Hablas en serio?- preguntó preocupada, yo asentí.

Alicia no dijo nada, la miré y vi como había tensado la mandíbula y observé que tenía los nudillos blancos de tanto apretar la sábana.

Yo: ¿Te encuentras bien Alicia?- pregunté al verla así.

Alicia: Si si, no te preocupes- contestó relajándose un poco aunque seguía muy tensa.

Yo: ¿Estás segura?- insistí, volvió a asentir.

Alicia: ¿Qué harás entonces? Queda como mucho un mes de vacaciones ¿Te va a dar tiempo a aprender para el instituto?- preguntó.

Sergio: ¿Aprender a qué?- interrumpió una voz.

A el si le recordé, mi supuesto novio. Llevaba un ramo de rosas, supuse que serían para mi.

Marta: Parece ser que el golpe no solo le ha borrado la memoria, no sabe ni leer ni escribir- le comunicó.

Se quedó rígido con la boca abierta, suponía que como todos tampoco se esperaba esa noticia. Alicia miró las rosas con ¿ira? No supe descifrar su mirada. Después le miró a los ojos fijamente y se levantó.

Alicia: Sergio sal un momento- dijo con voz fría.

Apenas tuvo tiempo de dejar el ramo en la mesa cuando ella le cogió del brazo y tiró con fuerza de el hasta que salieron.

Yo: ¿Y a estos dos que les pasa?- pregunté a Marta extrañada.

Ella encogió los hombros indicándome que no tenía ni idea pero pude notar por su expresión que ella sabía algo. Miré la puerta y vi que no la habían cerrado del todo, había una pequeña obertura por la cual les observé. Me di cuenta de que estaban discutiendo, y vaya discusión. Alicia estaba completamente roja, enfurecida con los ojos aguados. Sergio la miraba amenazante, estaba muy agitado pero más tranquilo que ella. El la cogió del brazo y la acercó a el de manera que su boca quedaba en su oído. Le susurró algo que hizo que se calmara un poco y observó la pared hasta que te topó con mi mirada. Mientras me miraba le dijo algo a Sergio y después se fue corriendo.


Aquí os dejo este capítulo, espero que os haya gustado. Agradezco de antemano a todos los que valoréis, comentéis o leáis.

¡Besos y abrazos desde España!