Ayuda materna

Esa nueva succión exaltó mas mi líbido, ahora fue la pierna de Fito la que se acomodó entre las mías, así que me pude frotar contra su muslo, mientras él lo movía tallándome el pubis y al mismo tiempo frotando su pene contra mi cadera, estábamos cogiendo sin penetración

AYUDA MATERNA

Hola estoy de nuevo con ustedes para relatarles este interesante caso de una madre que acudió a mí para solicitarme redactar su vivencia, particularmente había decidido solo presentar a ustedes casos de verdadero impacto y más que nada casos reales y comprobables. La forma en que se desarrolla esta historia llamó mi atención desde las primeras líneas por lo que no dude en entrevistarme con la protagonista para trabajar en esta redacción, lo narro tal cual me fue contado, espero que sea de su agrado e interés, pasemos pues a la historia.

Mi nombre es Natalia, cuando esta historia inició yo tenía 36 años, mi marido Arturo 40, mi hijo Adolfo, el más grande contaba con 14 años y las nenas Rosalinda y Ana Lilia de 11 pues son gemelas al igual que mis hermanas menores. Vivíamos en una linda ciudad al este del país capital del estado, pero debido al trabajo de Arturo tuvimos que mudarnos al puerto lo que ocasionó grandes trastornos para todos pero como era un ascenso importante en su carrera no hubo más que aceptar y tratar de convencer a los chicos de que no era posible continuar viviendo en nuestra casa, pero que la visitaríamos con regularidad para poder convivir con nuestras amistades de toda la vida.

No hubo más que decir y al finalizar los cursos escolares partí con los chicos para reunirnos con Arturo que se había adelantado unos meses para presentarse en su nuevo cargo y conseguir una casa para la familia.

Mi relación con Arturo era cordial, pero no amorosa, de eso estuve consciente desde que nos casamos, más bien nos tuvimos que casar pues había yo quedado embarazada de Adolfo, ya que no tomamos las precauciones debidas, la atracción que sentíamos era recíproca y muy fuerte, pero más que nada era sexual, así que no nos detuvimos a nada.

En ese tiempo Arturo tenía su novia Raquel, y yo por mi parte también tenía una relación de noviazgo con un chico llamado Osvaldo, de quien en verdad pensaba que estaba enamorada, al igual que lo estaban Arturo y Raquel.

Pasó que desde que nos conocimos Arturo y yo, se encendió la chispa de la atracción y la tentación, a mí siempre me ha atraído él como hombre, y yo siempre he sido de su total gusto como su mujer, pero en realidad no hay amor entre nosotros, lo suplimos con la costumbre el deseo y el excelente sexo, que al principio fue desbocado y hasta rudo por parte de ambos, nos deseábamos a rabiar, pero el fuego se ha ido apaciguando poco a poco, pero aun nuestras sesiones sexuales son muy deliciosas y nos dejan totalmente satisfechos, aunque se han ido espaciando cada vez mas.

Sabíamos sin haberlo dicho que íbamos a terminar cogiendo él y yo en la primera oportunidad que se nos presentara y no dudamos en entregarnos a nuestros deseos lujuriosos dando rienda suelta a nuestra sexualidad en cuanto se presentó la oportunidad.

La recuerdo muy bien con lujo de detalles, habíamos asistido a una fiesta con un grupo de parejitas de novios como nosotros, la atracción nuestra propició que hiciéramos amistad entre las dos parejas, Arturo buscó a amistad de Osvaldo y yo la de Raquel, con la velada intención de mantenernos cerca, se dio en uno de los bailes en los cuales a modo de juego se hizo el intercambio de parejas y al coincidir Arturo y yo rápidamente me propuso que nos fuéramos temprano y así el pasaría por mi después de habernos despedido de nuestros novia y novio. Yo le pedí a Osvaldo que me llevara a casa fingiendo un malestar, y Arturo por su parte se dijo cansado y pidió a Raquel irse aunque unos minutos después que Osvaldo y yo.

Osvaldo me llevó a mi casa y no me tarde en despedirlo aludiendo el falso malestar estomacal, en cuanto se fue, entre al baño a cepillarme los dientes y orinar, para esperar a Arturo, mis padres habían salido con mis hermanas de fin de semana a visitar a unos tíos y regresarían hasta el domingo por la noche así que teníamos toda la noche del viernes y todo el sábado para nosotros.

Vi por la ventana la llegada del auto de Arturo y salí presurosa a pedirle que lo estacionara lejos de casa para que los vecinos no lo vieran y no se dieran cuenta de su presencia. Así lo hizo y a los pocos minutos le abrí la puerta de mi casa, de mi cuerpo y de mi vida.

Mi corazón latía con fuerza en mi estomago revoloteaban miles de mariposas cosquilleándome las entrañas, mis manos temblaban y sudaban, pero mi vulva se expresaba en una forma que jamás había sentido antes, ni aun cuando me masturbaba o cuando había perdido mi virginidad a manos de un primo lejano, mejor dicho a pene de mi primo. Me sentía mojadísima con un calor vaginal indescriptible, sentía latir mi sexo, que no dejaba de manar mi jugo, eso me contrarió un poco y me incomodó, así que apenas lo hice pasar a la casa, volví al baño a limpiarme y a secarme, pero mi pantaleta estaba muy húmeda así que decidí no ponérmela de nuevo y salí sin esa prenda lista para recibir a Arturo y su aun para mí, desconocido miembro. Solo de pensarlo mi cosquilleo interior crecía por la emoción.

Al salir del baño caí directamente en sus brazos, besándolo ansiosa y demandante, las lenguas y las manos exploraron sin recato ni paciencia, pronto dio con mi vulva desnuda y metió sus dedos en mí, ni siquiera se sorprendió que no llevara yo calzones, de la forma más natural me poseyó con su mano.

Las ropas restantes de mi cuerpo desaparecieron rápidamente así como las de él besándonos y chupándonos me alzó en brazos y yo lo guié a mi recámara en la parte alta, me depositó en la cama y sin soltarme se colocó encima de mi entre mis muslos abiertos y me penetró de un solo golpe hasta sus huevos, haciéndome suspirar con fuerza por lo gratificante que fue sentir dentro de mí su verga dura y gruesa.

El coito no duró mucho tiempo a los pocos minutos explotó en mis entrañas en ríos de caliente semen que me llenó la vagina con su viscosa esencia, la cual sentí correr fuera de mi canal ardiente, eso me hizo frotarme con fuerza contra su pubis rozando incansable mi clítoris hasta que también estalle en convulsiones involuntarias provocadas por las deliciosas contracciones de mi vagina que abrazaba y acariciaba con sus músculos el tronco de la verga de Arturo dentro de mí, quedamos agitados besándonos y deseándonos esperando a recuperar fuerzas para continuar cogiendo todo lo que pudiéramos esa noche y lo que fuera del día siguiente.

Me hizo suya y lo hice mío de mil formas y posiciones que habíamos leído, oído y otras las inventamos e imaginamos esa noche, me tomó por todos mis orificios de forma natural sin remilgos de ninguna especie, le entregué todo mi cuerpo y tomé el suyo su semen fue probado por mi vagina, mi garganta y mi ano, una y otra y otra vez. Hasta caer rendidos por el sueño y el cansancio horas después de que había amanecido, dormimos hasta ya entrada la tarde, siendo despertada yo por una deliciosa succión de mi pezón derecho con suaves y tiernos pellizquitos en el pezón izquierdo, le sonreí mientras me mamaba goloso los senos, y se volvía a acomodar encima de mí para penetrarme nuevamente, pero ahora con calma, haciéndome en verdad el amor, fue simplemente exquisito, lo hizo como si conociera perfectamente todas las reacciones de mi cuerpo, supo cuando y como tocarme, besarme chuparme o mamarme, aceleró cuando debía hacerlo exactamente, se frotó en mí y me frotó en él.

Me colocó en posición de perrito y se puso a horcajadas detrás de mi clavándome su verga en forma casi vertical logrando tocar mi punto G, haciéndome bramar de placer, con esa fuerte y desconocida sensación de mi vagina que se vaciaba literalmente con cada roce de su glande contra mi sensible y acolchonado hueso, tan intensa fue esa cogida que nunca la olvidaré y la repetimos casi siempre que cogemos, y más que nada es inolvidable para mi pues me arrancó mi primera eyaculación al tener el orgasmo, pensé que me orinaba pero no fue tal, me hizo eyacular como una yegua, después reconocí lo que había pasado en mi cuerpo, pero de momento me apené con él, pero me explicó paciente y gustoso lo que había logrado conmigo haciéndolo sentirse orgulloso de su hazaña, y a mi logró hacerme más necesitada de él, que hasta pensé que bien podría enamorarme de ese hombre sensual y completo. Pronto comprendí que no debía enamorarme de él, así que solo fue y ha sido sexo del bueno en nuestras vidas.

Arturo por su parte no ha dejado de tener cientos de aventuras, le digo que no se coge a todas las mujeres porque unas son su madre y sus hermanas, lo que le hace reír cínicamente. En contra de lo que debería suponerse, no siento celos, jamás los he sentido, pues nos hemos convertido en los mejores amigos, él me cuenta de sus conquistas y sus encames y cogidas con otras mujeres y en no pocas ocasiones nos han servido de afrodisiaco esas narraciones de sus encuentros sexuales, tratando de repetir entre nosotros esos coitos adúlteros pero permitidos por mí, a cambio de una estabilidad una imagen y sobre todo el respeto de Arturo para conmigo, pues jamás hemos peleado, ni nos hemos ofendido, tal vez la falta de enamoramiento y mi comprensión temprana del tipo de hombre que es Arturo allanó, el que hubiera sido un tortuoso y horrible camino.

Así mi vida está plena de felicidad, somos buenos padres y amamos a los chicos aunque Arturo tiene ciertas reservas sutiles con Adolfo, tal vez por ser la causa de obligarnos a casar, pues no aceptó que le pusiéramos su nombre al niño, decidiendo entonces ponerle el nombre de mi padre. Esa ha sido mi relación marital, respeto, posición social una familia bonita y cómoda además de sexo, mucho sexo increíble y delicioso, que me llena. Pero no me quejo, ha sido de tanta calidad el sexo que nunca lo he engañado con nadie, no he sentido ni he tenido la necesidad de hacerlo, aunque oportunidades se me han presentado desde siempre con muchos hombres y algunas mujeres, pero mi vida sexual es tan placentera y completa que no he tenido ni la curiosidad de probar a nadie más.

Al menos eso creía yo hasta que nos cambiamos al puerto. Solo que no fue precisamente sexo lo que se me ofreció, fue algo más grande, algo de lo que había carecido desde siempre, el amor, el sentirme enamorada, aunque de la persona, tal vez, menos indicada.

Todo inició de una manera imperceptible, sin ninguna intención, solo fue naciendo con sucesos casuales que se fueron encadenando con eslabones aislados que se unieron uno tras otro sin que le pudiera pones un alto pues no supe lo que pasaba hasta estar atrapada dentro de esa vorágine que me sometió de forma dulce y tierna, con la voz de la inocencia y el toque de la casualidad. Ahora sé que si el destino existe, este había marcado su presencia en mi vida.

Arturo se dedicaba en cuerpo y alma a su trabajo y repartía su tiempo discretamente con sus otras conquistas, ahora sé bien que él no tiene necesidad de buscar a nadie, somos las mujeres las que andamos a la caza de hombres, aunque no es mi caso, ni el de muchas mujeres mas, no dejo de observar de una manera objetiva como son las otras mujeres quienes propician las aventuras y las buscan.

Este modo de vida le impidió a Arturo que tuviera acercamiento fraternal necesario con Adolfo, quien prácticamente creció y vivió sin la imagen de un padre que lo enseñara con el ejemplo y su convivencia, cómo debía actuar y comportarse entre los demás chicos y chicas de su edad. Yo trataba de orientarlo y ayudarle, pero no fue suficiente y mi Fito creció tímido e inseguro en su adolescencia, a pesar de ser guapo como sus padres.

Pero mi chico es de corazón noble, y de buenos sentimientos, quiere amar y sus hormonas le reclamaban mas acción pero no sabía cómo hacerlo, me di cuenta que Fito estaba cambiando de estado de ánimo, cautelosamente le fui preguntando la causa de su alegría y buen humor, con dificultad logré irle sacando la información pues su timidez es grande aun conmigo, se trataba de una chica que le gustaba y que se había convertido en su amiga, su cambio fue notorio para mí, me pidió que le comprara lociones, para oler bien se preocupo por su ropa, salía primero que todos a la secundaria, para pasar por Betty y llegar juntos a clase, él se sentía contento, y parecía no importarle ya su torpeza al haber crecido del 1.48 m. que media al entrar a la secundaria, al 1.78 m. que había alcanzado en pocos meses. Prácticamente se había estirado, claro está que con todo chocaba y todo tiraba pues sus brazos más largos aun tenían la memoria del aquel 1.48 metros y terminaban en accidentes sin consecuencia.

Yo estaba contenta de ver que mi hijo estaba tomando seguridad en él, y dejaba atrás la timidez, pasaron los pocos meses y llegó el fin de cursos y con él las vacaciones escolares, Fito veía casi a diario a Betty, pero aun no se animaba a pedirle que fuera su novia, y así llegaron de nuevo las clases y el nuevo curso. Todo parecía marchar bien hasta que una mañana entré a la recámara de Fito para asearle y me sorprendí de encontrarlo ahí. Estaba yo en fachas recién salida de la ducha con una camiseta vieja de Arturo que me quedaba grande y floja, sin brasier un short muy corto y suelto sin pantaleta.

Pero mi vestuario no me importó al ver la cara de tristeza de Fito, mi hijo estaba sufriendo, al momento me espanté y pensé que estaba enfermo, alarmada le pregunté

  • ¿Qué tienes hijo, te sientes mal? —oí a mi voz, pero mi cerebro estaba atemorizado—

  • No mamá, no tengo nada —me respondió con un hilo de voz—

  • ¿Pero por qué estás en casa? —indagué curiosa y alarmada— no fuiste a la escuela.

  • No te preocupes mamá —trató de calmarme mi hijo— mañana voy, hoy casi no íbamos a tener clases, solo dos.

  • Pero tú tienes algo Fito, dime que es —le pedí con ternura para ganarme su confianza—

  • En verdad no tengo nada mamá —dijo con la voz temblorosa a punto de quebrarse—

  • Mi cielo por favor dime que tienes me asustas, mira cómo estás —dije yo mas espantada cada vez— ¿Te duele algo? Por favor Fito dímelo. No me asustes más.

  • Estoy muy triste má, —dijo sin poder contener un sollozo que me partió el alma por el dolor con el que me lo dijo—

  • ¿Pero qué ha sucedido mi vida? —indagué acercándome a su cama donde estaba acostado, recostándome a su lado abrazándolo—

Tomé su cabeza entre mis brazos y con suavidad lo fui acercando a mí, él giro el cuerpo y quedó de lado frente a mí, me abrazó y sin poder detenerse soltó un llanto de dolor en el alma, se sacudía incontrolable y me arrastraba en sus sacudidas yo sujetaba con amor su cabeza contra mi pecho sintiendo el calor de sus lágrimas que bañaban mi regazo, no sé cuánto tiempo estuvimos así, abrazados sentí en mi rostro también mi llanto que brotaba contagiado por el dolor inmenso de mi hijo, aun no sabía que había pasado, pero lo deje desahogarse.

No reparé en lo que pasaba, pues mi mente estaba atrapada en mil conjeturas, pero al irnos calmando lentamente, me fui percatando de lo que sucedía, era una sensación que hacía años había dejado de sentir, esa sensación inquietante y agradable que me había llevado a explorar un placer diferente y tal vez prohibido, pero que no había tenido mayores consecuencias, más que una gratificación personal muy placentera y muy mía, solo mía, nadie la sabia y yo casi la había olvidado ya.

Mis manos acariciaban la cabeza de mi hijo metiendo mis dedos entre el sedoso pelo de Fito, lo acariciaba sin darme cuenta de las caricias, esa sensación que apenas identificaba me estaba transportando a un placer celestial, mi cuerpo estaba reaccionando con excitación, al ´principio pensé que se debía al estrés, pero al pasar los segundos pude identificar con asombro de lo que se trataba, era mi pezón el que estaba reaccionando y de ahí emanaban las órdenes a todo mi cuerpo, no supe cuando empecé a jadear y gemir, a retorcer mi pierna sobre la cadera de Fito fundiéndome más en mi abrazo con él, mi pezón no dejaba de transmitir sus señales excitantes, me sentí mojada internamente pero ese fluido íntimo pronto iba a salir de mi.

Asustada empecé a comprender, pero me negaba a dar crédito a mis sensaciones, hasta que esas fueron abiertas e inconfundibles, mi pezón estaba siendo mamado por la boca de Fito. Al caer en la conciencia de lo que ocurría no supe cómo reaccionar mil cosas pasaron por mi mente pero ninguna solución, hasta que una lucecita brilló en mi memoria y recordé el modo como tranquilizaba a Fito cuando era bebé ¡Le daba de mamar! Y eso mismo estaba pasando ahora, solo que posiblemente el instinto de mi hijo recordó la seguridad que le brindaba mi seno al mamarme el pezón aun después de haberse tomado toda la leche que en él había.

Ese recuerdo me dio la guía a seguir, lo dejaría mamar hasta que se calmara, total, sería solo esa vez y si así podía ayudar a mi hijo a tranquilizarse, no veía nada de malo en ello, pero no había yo recapacitado que no era todo lo que estaba sucediendo ahí en ese momento, mis gemidos y jadeos fueron escuchados de nuevo por mis oídos, mi calor interno me delató que estaba yo excitada sexualmente, el modo de acariciarlo y de oprimir mi seno ansioso contra su cara y su boca, no era de un madre que solo amamanta, era de una mujer enardecida, ansiosa de satisfacción sexual.

Mis jugos ya manaban libres por mi muslo, a mi nariz llegaba el inconfundible olor de mi sexualidad, pero no podía apartarme de ese laso de pieles, estaba disfrutando el modo como esa boca mamaba de nuevo a su madre, ahí recordé otro suceso, no era la primera vez que eso me había ocurrido, vino a mi mente que el amamantar a Fito me era grandemente placentero, recordé como en mi intimidad esperaba paciente la hora de alimentar a mi bebé con mis senos, pues mi cuerpo reaccionaba y no fueron pocas las veces que llegué a tener orgasmos al darle de mamar.

Ahora años después y de la manera más insospechada me estaba ocurriendo lo mismo, estaba disfrutando tanto el ser mamada que no podía, ni quería que eso terminara sin llegar al final, un poco cansada de la posición me giré ligeramente y para mi desencanto, mi seno salió de la boca de Fito, pero solo momentáneamente, pues de la manera más natural tomó entre sus manos mi otro seno desnudo y sin prisas, atrapó el pezón entre sus labios y continuó mamando a su madre, mis senos no son pequeños pero tampoco enormes uso copa C talla 34, así que para los que conozcan de esas medias me podrán imaginar o mejor tal vez, sea verme en fotos.

Esa nueva succión exaltó mas mi líbido, ahora fue la pierna de Fito la que se acomodó entre las mías, así que me pude frotar contra su muslo, mientras él lo movía tallándome el pubis y al mismo tiempo frotando su pene contra mi cadera, estábamos cogiendo sin penetración, Fito mamaba mi pezón con deleite mientras que con su mano libre había tomado mi otro seno y lo sobaba jugando y pellizcando deliciosamente el pezón recién mamado, nuestros movimientos se hicieron descarados y demandantes, no sentí vergüenza alguna por lo que estaba sucediendo al contrario sentía mucho cariño, mucho amor por mi hijo, al ayudarlo a que desapareciera su pena y su dolor. Su pierna se acomodó de tal forma entre las mías que mi clítoris quedó en tal posición que su muslo lo frotaba deliciosamente, eso aunado con la atención que le daba a mis senos me llevaron a delirar de placer gimiendo, jadeando y aullando de lujuria, mi cadera se movía frenética mis manos acariciaban la cabeza y la espalda de Fito, y trataban de llegar a sus nalgas apretándolo contra mi cuerpo enardecido, por su parte Fito me envestía con fuerza cada envite sacudía mi cuerpo, sentía perfectamente la dureza de su verga contar mi cadera, empujaba y resoplaba mientras mamaba la teta materna, sentía como mi pezón se alargaba y llegaba casi a su garganta, sentía como lo aprisionaban la lengua y el paladar y como succionaban para querer sacar de él esa leche que hacía muchos años se había extinguido.

Yo gritaba de placer, no podía controlarme las sensaciones eran deliciosas mi vulva se restregaba frenética contra esa pierna juvenil pero firme y gruesa, mi jugo corría libre por el canal de mis nalgas manchando mi pantaloncillo, sabía que estaba próxima a venirme y sabía que iba a tener un orgasmo descomunal pero estaba decidida a gozarlo, cuando sentí que las embestidas de Fito se aceleraban y su cuerpo se oprimía mas con el mío. Me abrí mas de piernas para invitarlo a subírseme, así lo entendió y sin soltar su teta giró y se colocó encima de mí con una pierna entre las mías y una mía entre las suyas, así nos frotamos ese último tramo lujurioso, yo dándole su teta y refregando mi vulva en su pierna y el mamando mi pezón con delirio y bombeando su verga contra el muslo de su madre, yo gritando y exigiendo mientras él mamaba y resoplaba en mi seno.

Sentí como su fuerza y velocidad aumentó su ritmo se hizo frenético y dominante, arrastrándome con él, hasta que oí su chillido y el golpeteo de su cadera cesó para prácticamente embarrarse contra mi muslo soltando su semen dentro de su pantalón, al tiempo que yo lo tomaba de las nalgas y me apretaba contra él frotando incontrolable mi vulva para abrir la llave de mi interior que reventó como una presa que cedía ante la cantidad incontenible de agua, así salió de mi esa primera eyaculación con mi hijo el resoplaba en mi cuello exhausto, recuperando el aliento mientras su madre, bajo su cuerpo, estallaba en miles de contracciones que liberaban chorros y chorros de líquido tibio y abundante, producto de la intensa excitación que le había provocado al iniciar inocentemente esa lactancia sin leche. Lo abracé y lo besé en el cuello agradecida. Pero temerosa de cómo iba a sentirme después, cuando pasara el momento de la inconsciencia y mi conciencia me llevara a rendir cuentas.

Por el momento no sentía remordimiento alguno, al contrario me sentía a gusto, tranquila y satisfecha sexual y sentimentalmente, por haber logrado que mi hijo olvidara su dolor, tal vez por poco tiempo, pero bien dicen que un clavo saca a otro clavo, y ahora estoy más convencida de eso.

Yo quedé quieta decidiendo que fuera él quien se moviera cuando se sintiera listo, estuvimos un rato más abrazados besándonos los cuellos solamente, él en ratos acariciaba mis muslos desnudos o mis senos y yo me atrevía a acariciar su espalda y sus nalgas. Hasta que Fito decidió levantarse se apoyó en sus manos y levantó el torso, nuestras caras quedaron frente a frente, pensé que iba a besarme en la boca pues me vio con la intención de hacerlo pero se arrepintió, yo le sonreí y él me devolvió la sonrisa. Se impulsó un poco más y se quitó de encima de mí, me observó curioso, vio como su madre yacía bajo él con las ´piernas abiertas, los senos desnudos con los pezones erectos y la areolas ovaladas por la misma erección, y la mancha del pantaloncillo que había recibido en pleno la copiosa eyaculación que le había arrancado a su madre, al excitarla a más no poder. Me miró toda y volvió a sonreírme con complicidad. No dijimos ni una palabra al respecto, solo le pregunté.

  • ¿Cómo te sientes mi amor? —dije con verdadera naturalidad, mientras me sentaba y acomodaba los senos dentro de la camiseta—

  • Muy bien mamá, muchas gracias —respondió Fito con el ánimo muy diferente al de hacia unos minutos—

  • Ahora me puedes decir qué sucedió —interrogué de nuevo—

  • Pues que Betty se hizo novia de Gustavo —dijo mi hijo con un dejo de tristeza— pero en este momento ya no me importa, gracias a ti mamita linda.

  • Quiero que sepas que puedes acudir a mi cuando o necesites y cuando quieras hacerlo —esto último sonó diferente a lo que era mi intención pero no traté de corregirlo, en el fondo era lo que deseábamos— ahora voy a cambiarte la ropa de cama.

  • Si mamá, voy a hacer unas tareas para mañana —dijo Fito pero mi instinto maternal sintió que algo había obrado dentro de él, algo que hacía desaparecer su carácter tímido

Me fui a cambiar de ropa y decidí darme otra ducha caliente, temerosa de pensar y reprocharme lo que había hecho con mi hijo, pero extrañamente me sentía feliz, me dije que todo había sucedido sin planearlo y que tal vez nunca más volvería a ocurrir algo similar. Pero estaba equivocada, maravillosamente equivocada, sucedió más, mucho más. Todo fue bello, hermoso y sobre todo con lo que nunca había sentido, ¡El verdadero amor de hombre y mujer!

Pero eso lo contaré después.

Hasta pronto.