Ayo y Yo
Todo comenzó el año pasado cuando escribí mi primer relato TV. Comenzaba a adentrarme a lo desconocido sin saber que mi cuerpo recibiría un placer enorme al conocer al hombre que me hizo mujer.
Todo comenzó el año pasado cuando escribí mi primer relato TV. Comenzaba a adentrarme a lo desconocido sin saber que mi cuerpo recibiría un placer enorme al conocer al hombre que me hizo mujer.
A mis 19 años he escrito un par de relatos los cuales me sirvieron para conocer un poco de gente con mis mismos intereses. Pero si existe una persona con la que he estrechado aún más esos lazos esa persona se llama Ayo. Mi relato presente trata sobre nosotros y como el me enseñó a ser mujer.
Llegué a su edificio y estaba un mar de nervios. Todo me tiritaba y no sabía si hablar con el conserje para pedirle que me comunicara con Ayo o salir corriendo.
Estaba vestido de chico aún pero en mi mochila llevaba un arsenal completo de ropa femenina para satisfacer a mi hombre.
El estómago se me revolvía cuando iba por el ascensor mientras mi verdugo me esperaba en su departamento.
Toqué el timbre y de inmediato me abrió un hombre adulto su pelo blancuzco y esa sensación de hombre mayor que me hizo sentir cosas raras en mi estómago desde el primer momento que lo vi. Era Ayo con su fisonomía tranquila pero por dentro un macho que a millas podía olerse.
Lo saludé y lo único que se me ocurrió fue pedirle el baño más cercano para mi transformación. No quería que me viera de chico pero habíamos quedado de acuerdo que yo como chico era el hermano de Kelley.
Mi hermana llegará pronto le dije antes de cerrar la puerta del baño.
Habíamos acordado de antemano de que en el momento en que estuviera de chico yo representaba al hermano mayor de Kelley. De esta manera el tenía que tratarme de otra forma. Por una extraña razón no me gusta que me traten de Kelley cuando estoy vestido de chico.
Puedo esperar todo el tiempo que quieras, soy un hombre paciente. Si la esperé tanto tiempo, estos 15 minutos para mi no serán nada. respondió serenamente Ayo.
En nuestras sesiones de cyber sexo previos tuve la oportunidad, por cámara, de conocer todo su cuerpo pero nunca lo había visto en vivo. Estaba demasiada nerviosa. Comencé a sacarme la ropa de chico y a reponer mi ropa de señorita.
Titubeaba en algunos momentos. De seguro tendríamos relaciones. ¿Qué pasaría si no pudiera abordarme? ¿Y si me duele mucho? ¿Y si me petrifico y no hago nada? Eran algunas de las cientos de preguntas que me hacía mientras mis labios comenzaban a ponerse rojos y mis piernas a cubrirse por unas pantys negras.
Mi ropa interior era rosa, con muchos encajes. Había elegido una shirt negra y una minifalda de mezclilla.
Faltaba solo la peluca y unos últimos ajustes para salir a la acción.
Mientras tanto Ayo me tocó la puerta para ver si todo estaba bien y me ofreció algo para beber cuando saliera del baño. Para calmar los nervios accedí.
Me hice una cola de caballo con el pelo, me pinte un poco más, me puse mis zapatos negros, respiré hondo y salí.
Primera vez que alguien me veía en mi estado natural. Era muy fácil notar que estaba avergonzada y nerviosa.
Ayo apareció con un pisco sour en la mano y se impresionó. Dejó la copa a un lado y se acercó a mí. Yo no podía mirarlo a los ojos. Cabizbaja y roja le dije que tenía mucho miedo.
Súbitamente mi hombre me abrazó suavemente y me tranquilizó. Me tomó de las manos.
Tranquila mi princesa. Todo va a salir bien. Haré lo imposible para que esta noche sea la más hermosa para ambos.- me susurró al oído.
De repente sonó un beso silencioso pero largo. Su boca comenzaba a juntarse con la mía cada vez más y más. Todavía yo no atinaba a hacer nada. Cuando en un momento lo abracé y por primera vez me sentí una chica plena.
De la mano me llevó por su departamento y me mostró donde vivía. Conversamos por un momento sentados en el living mientras bebíamos nuestras copas. Yo pensaba que el encuentro iba a ser únicamente sexo pero al final me di cuenta que era algo mucho más que eso lo que estábamos sintiendo. Sin si quiera habernos acostado y a pesar de mis nervios estaba gozando tanto está simple conversación. Mientras un hombre desconocido me abrazaba hacíamos un brindis por nosotros.
Hasta que llegó el momento esperado. Terminamos de beber y un silencio se mantuvo por unos segundos en el living. Ya no había nada más que hablar. Estábamos sentados en el sillón. Me tenía por la cintura muy apretada.
Siéntate aquí- me dijo, me mostraba uno de sus muslos.
Accedí y quedé un poco más alta que él. Besé su frente y él buscó mis labios. Comenzamos a besarnos apasionadamente mientras sus manos comenzaban a tocarme por todas partes. Terminaron en mi entrepierna y pudo notar que yo estaba demasiado excitada en aquel momento.
Yo también comencé con lo mío. Tenía la necesidad enorme desde que era pequeña de tener una polla en mi boca. Comencé a desabrocharle el cierre de su pantalón y apareció el monstruo que tantas veces vi por mi cámara web. Ahora estaba frente mi. Arrodillada frente a aquel pedazo de carne erecta.
Traté de imitar a actrices porno que veía en las películas comenzando a lamerle sus huevos, los metía en mi boca suavemente y los sacaba. Tenían un sabor extraño. Ayo me tenía de los hombros. Se notaba feliz y me decía cosas tiernas. Eso era lo que más me excitaba. Mis labios comenzaban a mezclarse con los líquidos de mi hombre y se tornaban más claros.
Tenía un deseo enorme de ser penetrada pero sabía que no sería fácil. A pesar de todos los objetos que me he metido allí nada se compara con un pene en movimiento. Antes decidía la velocidad con que me introducía mis objetos pero ahora tan solo tenía que actuar sumisa y resistir tanto como pudiera.
Me detuve lo miré a los ojos hacia arriba y le dije que quería ser suya. Accedió. Me tomó de la mano y me llevó a su alcoba.
Su cama era enorme y blanda. El estaba arriba mío. Sus caderas se meneaban suavemente y era una sensación increíble. Tomé sus glúteos y me sentía en las nubes. No podía penetrarme todavía pero todo eso cambió cuando me dijo que me diera media vuelta e inclinara mis caderas.
Mi mini falda y bragitas volaron, de la cintura para abajo solo mis pantys quedaban.
Ayo comenzó a palpar mi culito y podía sentir que me ponía crema. Sus dedos entraban fácilmente por mi cavidad. Sentía aquellos dedos gruesos. Me dolía un poco pero al mismo tiempo estaba a punto de estallar y no quería porque serían resultados desastrosos. En el caso que llegase a pasar eso podría perder mis "poderes" y probablemente regresar a ser el hermano de Kelley prematuramente.
Ayo tomó su pene y comencé a sentir sus primeras puntadas. Entraba su cabeza primero completa y luego la sacaba. Apretaba mis puños y cerraba mis ojos. Confiaba en que Ayo no me haría daño. Sentía que estaba en unas manos seguras.
Y no me equivoqué. De a poco su miembro comenzó a entrar y a salir lentamente. Todo acompañado de un leve dolor que al final se transformó en placer. El vaivén era increíble. Mis cabellos largos se movían al unísono. Gemía y me sentía tan mujer que no pude evitar lanzar un grito agudo de felicidad.
Eres exquisita mi Kelley. Estoy apunto de acabar quiero que resistas esto último.
Ayo acabó, yo también un poco antes y nos recostamos abrazados hasta quedarnos dormidos.
Está demás decir lo que hicimos en la mañana, la semana siguiente y la subsiguiente. Cada día nos complementamos más y he pasado así a ser, secretamente, la mujer de esté hombre que una noche cualquiera de verano me hizo suya.
Este texto está dedicado a Ayo que en algún lugar debe estar leyéndome. Nos sabes cuanto te adoro chanchito, nos vemos pronto.