Aylish (1)

Relato de Ambientación Medieval de como una humilde campesina escocesa pasa a convertirse en prisionera y esclava de un caballero inglés.

(Es mi primer relato, espero comentarios y valoraciones para poder mejorar. Espero que os guste.)

- Escocia, 1272

Años habían pasado desde las primeras incursiones de ingleses en Escocia y, aun así, las revueltas, guerras y saqueos eran cada vez más frecuentes.No era un buen lugar para vivir.

La noche caía sobre las highlands escocesas y el ambiente se tornaba oscuro, peligroso. Algo se acercaba a la pequeña aldea de Steffon, al norte del país.

Aylish abrió los ojos cuando creyó escuchar algo desde su pequeño camastro. Miró a su alrededor, todo oscuridad y sosiego. Sus padres dormían plácidamente en un lecho cercano, pero los animales que compartían con ellos la cabaña se movían inquietos.

La muchacha era menuda para su edad, habiendo pasado ya los dieciocho años, apenas aparentaba más de quince. Su piel era bastante pálida, aparentaba fría, como los lagos que cubrían los alrededores de su hogar. Sus ojos eran grandes y azules, dándole un aspecto de aparente seriedad, aunque su rostro aniñado y algo pequeño los dulcificaba. Tenía una larga y ondulada cabellera castaña oscura, heredada de su madre, que solía recoger en una larga trenza, para más comodidad.

Su padre sólo era un humilde agricultor bajo el yugo del señor feudal, por lo que no le daba para vestir grandes ropajes. Un sencillo vestido de lino pardo y un manto de lana para cubrirse de la fría brisa estacional.

Aylish caminó hasta la puerta, sigilosa, y salió al pequeño patio, manchándose de barro los pies descalzos, llovía ligeramente.

Su piel aun se tornó más pálida cuando pudo ver a lo lejos el fulgor de las antorchas portadas por soldados a caballo, no lo dudó, las habladurías de los últimos meses se lo confirmaron: Eran ingleses.

Corrió dentro y a empujones despertó a sus padres, que aun adormilados no sabían como reaccionar

  • Pero… Aylish, ¿Qué pasa? – Preguntó su padre, alarmado.

  • ¡Ingleses! ¡Ingleses en lo alto de la colina! – Gritó ella, fruto del miedo. Nunca había coincidido con ellos, pero los rumores los presentaban como bestias asesinas y ladronas.

Su madre apenas pudo contener un grito de horror cuando le escuchó. Angus, que así se llamaba su padre, un hombre ya entrado en años pero fuerte por su trabajo, se incorporó del lecho sin camisa y corrió hacia el pequeño ventanal. Tras verificar las palabras de su hija, corrió de nuevo hacia las asustadas mujeres.

  • Escuchadme, no hay tiempo. Id a la parte de atrás de la casa y esconderos en el establo, entre la paja. Cuando todo haya pasado, coged el burro y escapad lo más lejos posible. – Dijo, mientras se armaba con una azada.

Nora, su esposa, apenas podía reprimir las lágrimas - ¿Y… Y tú?

El hombre sólo las miró sin decir nada. Dejó un beso en los labios de su esposa y uno en la frente de su hija para salir fuera. Ailysh, al darse cuenta de lo que iba a hacer su padre, sólo pudo romper a llorar e intentar correr hacia él, pero su madre tiró de ella hacia la parte trasera.

Se escondieron entre la paja manchada de barro y heces de los animales, pero ahora poco importaba, sólo acompañadas de la oscuridad y los gritos y golpes que fuera se escuchaban. Nora abrazaba fuerte a su hija, sin moverse, mientras Ailysh mantenía los ojos cerrados, llorando silenciosamente.

Tras varios minutos que parecieron una eternidad, el estruendo de gritos cesó. La puerta del establo se abrió rápidamente y dentro pasaron tres hombres, que apenas se distinguían por culpa de la oscuridad.

  • John, Clyas. Inspeccionad todo esto, ese hombre no viviría solo – La voz era seria y autoritaria, pero parecía joven.

Unos pasos se acercaron lentamente. Movían a los animales a empujones, en busca de algo interesante. Todo sucedió muy rápido, el sonido de dos espadas desenfundarse y rápidas estocadas entre la paja en busca de algo sólido bajo tanta suciedad. De pronto, un gemido seco y Ailysh abrió los ojos. Su madre, aun abrazada a ella, se desplomaba sobre su propio cuerpo con una gran herida sobre la clavícula derecha. Le habían atravesado el cuello. Ailysh miró la escena completamente paralizada, sin fuerzas para llorar.

De repente, un fuerte tirón le arrebataba el cuerpo de su madre - ¡No! – Gritó Ailysh, siguiendo el cadáver. El soldado, al ver a la mujer muerta, la tiró a un lado sin delicadeza, asqueado, aunque el grito de la joven y una cabellera revolviéndose entre la paja captó su atención. El inglés no dudó en introducir el brazo de nuevo en el heno y coger de los pelos a la chiquilla, que gritaba entre furia y miedo, retorciéndose:

  • ¡Eh! ¡Clyas! ¡Mira lo que he encontrado! – Gritó el John reteniéndola, entre risas. Apenas se vislumbraba en la oscuridad, pero era un hombre grande y de pelo rubio, de ropajes harapientos, seguramente un mercenario.

El otro soltado, que también parecía un mercenario, se giró hacia ellos, sonriendo socarrón al verla – Vaya… ¿Y tú de dónde has salido? – Era mucho más bajito que el que la sostenía rodeándole con los brazos, pero con las mismas pintas de mercenario bravucón.

Mientras, el hombre que había dado las órdenes, parecía haber desaparecido, seguramente a vigilar el exterior. Clyas pasó la mano por la despeinada cabellera de Ailysh retirándole algunos restos de paja, burlón. Descendió luego sus sucios dedos por su rostro hasta llegar a los temblorosos labios de la muchacha. Lo que el guerrero no esperaba es que esta le recibiera con un fuerte mordisco en el dedo índice, lo que hizo que gritara de dolor y le diera un fuerte bofetón, que, como resultado, logró que el labio inferior de Ailysh comenzara a sangrar ligeramente, con un dolor ardiente, que hizo que gimiera.

  • ¡Valiente ramera! ¡Sujétala! – Gritó furioso Clyas. Al instante, sus fuertes manos comenzaron a tirar y rasgar de las pobres vestiduras de la muchacha, quien pataleaba y gritaba intentando impedirlo. Poco pudo hacer, en unos segundos, los restos de su ropa yacían en el frío suelo y ella desnuda. Tenía un cuerpo delgado, pese a ello, unos generosos y firmes pechos coronaban su plano vientre. Pese a su baja estatura, sus piernas eran largas en comparación a su tronco y su sexo apenas estaba cubierto por una fina capa de vello castaño y rizado.

Los dos hombres no pudieron evitar sonreír ante la escena. Pese a que la muchacha estaba llorosa, sucia y temblorosa, seguía siendo atractiva.

John, quien la sujetaba, extendió una de sus manos hacia su pecho derecho, que apretujó sin ninguna delicadeza, haciendo que Ailysh gritara dolorida.

  • ¡Ahhh! ¡Dejadme libre! ¡Por favor! – Pataleaba, lloraba, se retorcía, todo con tal de escapar.

  • ¡Cállate! – Un nuevo bofetón aterrizó sobre su mejilla, quizás más fuerte que el anterior, lo que le dejó atontada, aunque seguía moviéndose ligeramente. Clyas, al verla más dócil, volvió a sonreír, llevando su mugrosa mano al sexo de la muchacha y comenzando a restregarla contra él, apretándole el clítoris fuertemente, lo que hizo que ella volviera a gritar. John, mientras, seguían entretenido con los pechos, que maltrataba, pellizcaba y retorcía a su gusto, dejando los pezones erectos y enrojecidos. Bajó sus babosos labios hasta el cuello de la muchacha comenzando a lamerlo de una forma asquerosa, raspándole con la incipiente barba.

  • Uhm… Vaya tetas que tiene esta zorra, joder – dijo entre lametones John, pudiendo notar Ailysh su miembro bajo la ropa, clavándosele en el trasero.

  • Si… Vamos a follarla bien, estas putas escocesas son todas unas guarras… Seguro que termina gustándole, a la muy zorra – Clyas metía ahora un dedo en el interior del sexo de la mujer, totalmente seca, lo que lo hacía bastante doloroso.

Ailysh ya apenas se movía, sabía lo que le estaban haciendo, sabía que no podía escapar de su destino. Cerró sus llorosos ojos con fuerza, pidiendo un milagro al Cielo para que le librara de ese tormento o, al menos, que terminase pronto.

De pronto, la puerta del establo volvió a abrirse y una enorme sombra apareció tras ella:

  • ¡Maldita sea! ¡John! ¡Clyas! ¡¿Qué cojones estáis…?! – Era la misma voz que dio las órdenes cuando los hombres entraron a las cuadras.

Los dos mercenarios se tensaron nerviosos, quedándose quietos, aun sujetando a la chica, quien había abierto débilmente los ojos, sin entender. Delante de ellos, se adelantaba un muchacho de no más de veinticinco años, mucho más alto y corpulento que los dos violadores. Era de piel algo morena, pelo castaño claro algo despeinado y unos profundos ojos color miel. Una incipiente barba aparecía en su rostro, de rasgos marcados. Vestía una cota de malla cubierta por una veste oscura, con un león plateado en su pecho. En otras circunstancias, a Ailysh podría haberse quedado prendada, ahora, sólo le producía terror.

El muchacho quedó en silencio cuando vio a la magullada y asustada joven, mirando después a sus hombres:

  • Mi Señor, estaba entre la paja acompañada de una vieja… a la que hemos dado muerte – Dijo John, con la voz algo temblorosa.

El atractivo caballero se acercó a ellos, sus botas de montar golpeaban con fuerza el frío suelo al caminar. Cogió sin mucha delicadeza el rostro de Ailysh y lo observó, como quien observa a un caballo antes de comprarlo. Bajó después su mirada sin ningún pudor, recorriendo con ella el cuerpo de la encogida niña y, finalmente, la soltó, dándole la espalda.

  • Salid ahora mismo de este establo y… no toquéis a esta mujer, es mía. Vestida con las ropas de la muerta y ocupaos de que no escape… Si abusáis de ella, me enteraré… Y no volveréis a disfrutar de una mujer nunca más – Advirtió, con voz firme mientras les daba la espalda, caminando hacia la salida.

Los mercenarios escucharon a su jefe asustados y con fastidio, lanzando improperios en voz baja cuando este desapareció por la puerta. Sin ninguna delicadeza, retiraron las ropas de Nora y se las pusieron a su hija, a quien le quedaban algo grandes. Ailysh no dijo nada, ni tan siquiera les miraba, sólo lloraba, era como una muñeca en sus brazos.

Tiraron de ella hacia la salida del establo mientras le ataban las manos a la espalda y la amordazaban. Cuando salieron, Ailysh pudo ver cerca el cuerpo mutilado de su padre, lo que hizo que sintiera náuseas. Fuego, animales muertos y su hogar destruido era lo que le rodeaba… Eso, y una nueva vida.

CONTINUARÁ…