Ay María, María
María, ahora una chica joven, morena, de pelo ondulado, cuerpo esbelto, una talla 100 y una bella cara, disfrutaba mucho del sexo, y tan sólo tenía 19 años. Sin embargo, lo suyo venía de lejos
Ay María, María
María, ahora una chica joven, morena, de pelo ondulado, cuerpo esbelto, una talla 100 y una bella cara, disfrutaba mucho del sexo, y tan sólo tenía 19 años. Sin embargo, lo suyo venía de lejos
María había empezado a disfrutar de su sexo muy precoz. Cuando era aún una jovencita, fue deslizándose descalza sobre el suelo del pasillo, se asomó por la pequeña rendija de la puerta, y vio a su padre, con la tele encendida, y su miembro en la mano. Jugaba con él, de arriba abajo parecía pasarlo muy bien. Ella entonces, tan inocente aún, volvió al salón, quitó el volumen del televisor y puso el mismo canal que su padre. La imagen que vio la impactó: una mujer, dos hombres para ella. Uno, introducía su erecto miembro en el interior de su vagina; el otro, lo introducía en la boca de la chica rubia. A su vez, la chica palpaba sus grandes pechos, de pezones tiesos. Empezó a sentir un cosquilleo.
Sin saber por qué, llevó su mano hacia su sexo. Descubrió el inmenso placer que le daba palpar su sexo mientras veía esas imágenes. Movía sus delicados dedos arriba y debajo de su ya caliente y húmeda rajita. También se dio cuenta de que si el movimiento iba más rápido, sentía más gusto así que lo aceleró más y más, hasta que al final, se fundió en un orgasmo, cosa que descubriría más tarde. Ella sintió un tremendo placer que recorría todo su cuerpo, su espalda se arqueó, su respiración aumentó y no pudo evitar soltar un ahogado gritito.
Al acabar, sintió que quería más. Decidió poner un poco el volumen; si lo ponía muy bajo, su padre no escucharía nada. Así lo hizo se dio cuenta que escuchar los gritos y gemidos de esa mujer, de esbelto cuerpo y de esos dos hombres, la ponía más aún. Lo pasó en grande se masturbó de nuevo, pero esta vez palpó con una mano sus pechos. Esta vez la sensación fue más intensa, sintió más placer y sus gemidos fueron más intensos. Continuó viendo aquella película; ahora en escena, dos mujeres: una de ellas le lamía la rajita a la otra, mientras esta le palpaba los pechos. En un primer plano, vio como salían fluidos, que la otra chica lamía eufórica. Levantó su pantalón, y vio que ella también tenía esos fluidos.
Entonces escuchó los pasos de su padre viniendo y cambió automáticamente de canal.