¡Ay! Dolores 2: El nuevo rostro de Asmel

Después de todo por lo que ha pasado, nuestra protagonista se merece un bonito final feliz. La primera parte la encontraréis en la categoría de sexo no consentido.

______________

"Por fin esta historia ya terminó.

Dolores cambió su nombre por Libertad,

escapando del cabrón que su vida destrozó..."

Habían pasado ya cinco años desde que mi pesadilla se acabó. Por fortuna, casi todas mis heridas sanaron, algunas mediante el paso del tiempo y otras mediante un psicólogo. Vendí la casa con todos los muebles y todo mi tortuoso pasado, excepto la habitación del niño, que fue comprada como regalo por mi hermana y, por aquel entonces, su todavía prometido, llamado Luis, con el que se había casado hacía un año y los dos estaban siendo un importante apoyo para mí. Mi hijo Ricardo y yo vivíamos en casa de mis padres y no nos faltaba de nada. Por si todo esto fuera poco, recibí la noticia de que iba a ser ascendida a jefa de ventas en la empresa, dada mi antigüedad y mi cualitativa experiencia demostrada a lo largo de los 20 años que llevaba en ella, sobre todo los dos últimos, habiendo sido la empleada que más ventas había realizado. Esto suponía un incremento en mi sueldo y un despacho propio. Mis antiguos compañeros y ahora subordinados, me odiarían un poco más, jeje, pero no podía ser mejor nuestra situación.

Muchas noches, antes de acostarme, cuando me desvestía para ponerme el pijama, me quedaba desnuda frente al espejo del armario. Contemplaba mi cuello largo, mis pechos medianos todavía erguidos, mi vientre casi plano, mi pubis con su pelo rizado, mis muslos prietos, mis piernas largas, mi culo firme… pero ahora sin moretones, sin marcas, sin cicatrices del terror. Después me metía bajo las sábanas e intentaba conciliar el sueño. En algunas ocasiones lo conseguía rápido, en otras tardaba más y me ponía a pensar, algunas veces en cosas triviales del trabajo o mi familia, otras veces soñaba despierta con mi Asmel, pero ya no tenía rostro, solo un cuerpo desnudo con brazos fuertes, un tórax grande, un abdomen marcado, un culo duro y un grande y brillante pene erecto. Era lo que me faltaba para que mi vida fuera plena. Era una necesidad que yo considero tan importante como cualquier otra, tan importante como el comer. Mi corazón tenía una zona sin cubrir y un hueco sin llenar. Entonces mis manos empezaban a acariciar mi cuello e iban descendiendo lentamente por mi cuerpo, por mis pechos, por mi vientre, por encima de la ropa hasta llegar a la cintura del pantalón del pijama, el cual desprendía de mi cintura metiendo por debajo de la goma los pulgares de las manos. Tras llegar a las rodillas, volvían a subir despacito por mis muslos cálidos, imprimiendo en las ingles sutiles roces.

Ahí era cuando mis manos se convertían en las manos de mi Asmel y guiaba mis dedos por debajo de la camisola del pijama acariciando con las yemas mi vientre, que alteraba mi respiración y me convertía en un amasijo de emociones libidinosas que aumentaban según iba arrastrando la camisa hacia arriba para dejar mis senos al descubierto. En esos momentos, todo mi cuerpo era un punto G. Sentía como mi clítoris palpitaba volviendo a la vida y como mis labios vaginales iban despertando a las riquísimas sensaciones que me producía la electricidad que nacía de mis dactilares, los que al llegar a mis pezones duros, mandaban a través de ellos un calambrazo que me atravesaba desde el pecho hasta el sexo haciendo fluir desde el interior de mi vagina líquido de frenos para no poderme detener un momento e ir cada vez más deprisa. Ensalivados, rodeaba la areola con ellos, con el pulgar y el índice pellizcaba suavemente los pezones concentrándome en las sensaciones que me producían y en el hormigueo que hacía patente su dureza. Entonces, mi Asmel llevaba mi mano directamente a mi entrepierna bordeando las braguitas. Mis caderas empezaban a tener un ligero movimiento en círculos, señal de que necesitaba un orgasmo para calmar el deseo que mojaba mi noche y me tenía en vela hasta que lo saciaba.

Asmel sorteaba el elástico superior de mis braguitas y se zambullía en la mata de mi pubis camino de mis labios vaginales entre los cuales se encontraba una rajita falta de atención por parte de la virilidad. Notaba la hinchazón y la humedad y mi vagina lloraba de emoción. Mi ángel pecador introducía lentamente un dedo para comprobar que el infierno se encontraba en mí. Al sentir la intrusión, mis caderas adquirían un movimiento más cadencioso a medida que Asmel comprobaba, como ya había hecho tantas veces, que todavía me podía meter hasta tres dedos. Mi hueco, ya estaba lleno. El pulgar era la pareja perfecta del clítoris y lo frotaba al ritmo que le imponían los dedos que picaban mi sexo. Mientras, con mi otra mano, Asmel rastrillaba mi pecho y mi vientre, mi piel ardía y levantaba mi culo sin dejar de mover las caderas para que el orgasmo tomara impulso e hiciera vibrar hasta los cimientos de la casa y un grito se rompiera en pedazos al estrellarse en mi boca.

Tras el orgasmo, mi alma se desvanecía en la oscuridad hasta la mañana siguiente.

Uno de aquellos días, concretamente un sábado por la tarde, vino mi hermana a casa de mis padres a buscarme.

  • Vamos, prepárate, que nos vamos de compras.

  • ¿Qué?- pregunté sorprendida por la inoportuna interrupción de mi hermana en mi día de no hacer absolutamente nada.

  • La mitad lo pagamos Luis y yo y la otra mitad la pagas tú.

  • ¿Qué?- repetí.

  • Tienes que comprarte ropa para el trabajo.- me contestó rebuscando unas prendas en mi armario - Ah, y esta noche vas a salir con nosotros a tomarnos unas copas.

  • Pero ¿qué te pasa?- le pregunté sin entender nada.

  • Me pasa que eres mi hermana y que ahora vas a ser jefa de ventas de una importante empresa internacional. Tu ropa no está mal, pero es muy normalita. Una jefa de ventas tiene que estar imponente y deslumbrar a sus clientes. Toma, ponte esto- y me tiró sobre la cama unos pantalones vaqueros y un jersey.

  • Y ¿por qué tengo que salir esta noche con tu marido y contigo?

  • También es hora de que rehagas tu vida.

  • ¡¿Qué?!- exclamé alucinada ante lo que mi hermana pretendía.

  • Tu vida va a cambiar, ahora vas a ser una pieza muy importante en tu empresa. Ese ascenso es el triunfo en tu carrera profesional. ¿No te gustaría poderlo compartir con alguien?

  • Ya lo comparto contigo, con mi hijo, con papá y con mamá

  • No te enteras- me espetó mi hermana- Necesitas echar una cana al aire.

  • Yo no quiero echar una cana al aire- le contesté molesta.

  • No se trata de querer o no, se trata de que lo necesitas, y no hay más que hablar, así que vístete ya.

Mi hermana tenía toda la razón del mundo. Mis actos onanistas cada vez eran más frecuentes, eran más las noches en las que un gemido se inmolaba dentro de mi boca, las noches en las que mis dedos se convertían en un apéndice real de mis fantasías sexuales. Era cierto que necesitaba echar una cana al aire, un buen polvo, pero todavía rehusaba que un hombre me pusiera las manos encima debido a un pequeño rastro traumático que aun quedaba en mí.

Empecé a quitarme el pijama mientras hablábamos mi hermana y yo.

  • No puedes tirarte toda la vida masturbándote- me dijo ella.

  • Oye...

  • ¿Me vas a decir que no lo haces? Venga ya...- hizo una pequeña pausa- Yo también.

  • Tú estás casada.

  • Tú estás casada, tú estás casada... - repitió poniendo voz burlona- Y ¿qué? Algunas veces es Luis quien me lo hace. ¿Sabes qué me regaló para mi cumpleaños? Un consolador. Si quieres un día te lo dejo- terminó riendo.

Me quité el pantalón del pijama.

  • Pero, hija mía- dijo mi hermana- llevas bragas de vieja.

  • No son de vieja.- protesté.

  • El color beige es de viejas y el ombligo no hay que taparlo. Te sobran tres metros de tela en esas braguitas.- y se puso a rebuscar en mi cajón de la ropa íntima hasta que se levantó, y mirándome- Vamos a tener que comprarte también lencería. Como un hombre vea eso, le bajas totalmente la líbido. Para poder acostarte con un tío, tienes que vestir sexy por fuera y por dentro. Ponte estas, anda.- y me tiró unas un poco más pequeñas.

  • Qué empeño en que me acueste con hombres- me quejé nuevamente.

  • Eres una mujer guapa y joven con necesidades. Te vendría muy bien divertirte y hacer el amor.

Pero Conchi todavía tenía que llevarse un susto más.

  • Pero ¿es que tú no te cuidas nada?

  • Y ahora ¿qué narices pasa?- dije crispada ya harta de sus comentarios de pija.

  • ¿Tú te has visto ese pubis?

  • ¿Qué le pasa a mi pubis?

  • Tienes una pelambrera horrorosa toda revuelta. Ahí puedes tener hasta tigres y leones-. dijo divertida y riéndose- Termina de vestirte y vámonos cuanto antes, que también vamos a pasar por el salón de belleza.

Fuimos al salón de una amiga suya que abre también sábados por la tarde.

  • Hola, Sara... hola, Patri... Lucía, ¿cómo estás?- entró diciendo mi hermana.

  • Estás preciosa como siempre, Conchi. Dos besitos- respondió su amiga, que parecía gilipollas.

No me gusta nada el mundo tan frívolo en el que vive Conchi, lleno de apariencias, falsedad, fingidas amistades y constante peloteo.

  • Esta es Loli, mi hermana.- dijo presentándome.

  • Encantada.

  • Igualmente- y me plantó dos besos en el aire cerca de la cara.

  • Venimos a darte trabajo- comentó mi hermana- El peinado que lleva- dijo tocándome el pelo-, así a capas y a media melenita le queda muy bien, así que, ya que estamos aquí, se lo peinas un poco y le das algunas mechas rubias, y si protesta no le hagas caso, es un poco chapada a la antigua esta chica. Antes de eso quiero que le hagas el pubis, que si vieras la mata que tiene... Déjaselo como a mí, y, ya de paso, un lavado de cutis tampoco le iría mal- y dirigiéndose a mí- Te dejo en buenas manos. Yo mientras voy a una tienda que hay ahí enfrente y enseguida vengo. Gastamos la misma talla, ¿no?

  • Te voy a matar- le amenacé antes de que saliera del salón.

En el pubis me dejaron un triangulito de vello, como a las actrices porno. Al salir del salón de belleza, estuvimos toda la tarde de arriba a abajo, no paramos nada más que para merendar en una cafetería. Compramos unos trajes de falda y chaqueta, como los de las ejecutivas, en azul marino, crema, amarillo, verde pastel... y unas camisas también de distintos colores; y un vestido largo de noche como regalo de mi hermana, que se gastó un afortuna en él.

Una vez que llegamos rendidas a casa, entramos en mi dormitorio a dejarlo todo.

  • Quítate los pantalones- me pidió mi hermana.

  • ¿Para qué?

  • A ver cómo te ha quedado el pubis- me contestó.

  • Me ha quedado como el tuyo, que, por cierto, gracias a ti, ahora parezco una putita como tú.

  • Muchas gracias. Ay, hija, qué carca te has vuelto. Cuando éramos jóvenes tú eras la más loca hasta que conociste a ese cerdo bastardo. Ese cabrón te cambió como nunca imaginé- me recriminó- Venga, quítate los vaqueros que quiero que te pruebes esto- y me dio la bolsa que había traído del sitio en el que estuvo mientras yo estaba en el salón de belleza.

Saqué el contenido y vi que era un montón de lencería. Desde braguitas infantiles, que, según mi hermana, les pone mucho a los hombres, hasta tangas sexys de muchos colores, estampados, con rayas, con conejitos, con rosas bordadas, con encajes, de lycra, de algodón... y sujetadores a juego. Me compró incluso un liguero. Mi hermana se empeñó en que debía empezar a tener relaciones y tenía que estar preparada para cualquier ocasión.

Por la noche, Conchi y Luis me sacaron a un pub que suelen frecuentar ellos en el que el ambiente era relajado, pinchaban música de los ´70 y la gente rondaba nuestra misma edad. Me presentaron a varios amigos suyos divorciados y solteros, pero no me sentía preparada todavía para empezar a salir con hombres. Me daba miedo cualquier pequeño compromiso y que la historia se volviese a repetir. No me encontraba a gusto, y menos con la mirada expectante de mi hermana que no me quitaba el ojo de encima para ver qué tal me llevaba con sus amigos, por los que no tenía ningún interés. Tal vez fuera que estaba un poco ofuscada que creía que todos solo eran amables conmigo y solo me daban conversación porque les apetecía llevarme a la cama y nada más. No estaba cómoda allí y me sentía fuera de lugar, así que le dije a mi hermana que iba a buscar un taxi para volver a casa. Ella insistió en llevarme en coche, así que le dijo a su marido que me acompañaba a casa y nos despedimos cordialmente de sus amigos.

  • Eres idiota- me dijo de pronto mi hermana cuando montamos en el coche.

  • ¿Qué?- le pregunté sorprendida por el inesperado comentario que me sacó de onda.

  • ¿Cómo que qué? ¿Te das cuenta de cómo te has comportado esta noche?- me dijo muy enfadada- Te he presentado a amigos nuestros para que te animaras un poco, se han esforzado en hacer que no te sintieras sola, estuvieras a gusto y te divirtieras un rato y no les has dado ni una mínima oportunidad para acercarse a ti. Han sido simpáticos y amables contigo, te han invitado a unas copas y a bailar un poco, pero te has cerrado en banda y has sido una borde con ellos. Julián es un tío de puta madre, muy cariñoso y muy honesto, pero al rato de dejaros juntos, me ha preguntado si te pasaba algo. Y ¿Fernando? Es guapo, agradable y tiene un cuerpo de miedo, pero nada, también le has mandado a freír espárragos cuando solo ha intentado ser simpático contigo. Les he hablado maravillas de ti y querían conocerte, pero después de esta noche, no sé qué impresión se habrán llevado. Que no tienes que salir ni acostarte con ellos si no quieres, no son futuros maridos, solo tenías que entretenerte un poco y ser tú también agradable con ellos, pero has tomado una actitud grosera y ninguno se merecía ese animoso trato que les has dado. Eres una amargada y vas a terminar sola.

La bronca fue con nosotras todo el camino hasta la casa de mis padres. Cuando me acosté, pensé en todo lo que me había dicho mi hermana y tenía razón. Fui grosera y antipática con esos hombres que solo querían un poco de conversación, conocerme un poco y, sobre todo, entretenerme y hacerme pasar el rato de la forma más divertida posible. Mi vida transcurría entre el trabajo y la casa de mis padres, y necesitaba salir más, airearme, conocer gente nueva, cambiar de ambiente y descubrir que el mundo tiene muchos caminos que no acaban ni en el trabajo ni en casa, que siguen hacia delante y te pueden llevar a lugares desconocidos y estimulantes. En pocas palabras, darle algo de sal y pimienta a mi rutinaria existencia. El lunes, desde el trabajo, desde mi despacho, desde el despacho de la jefa de ventas, llamé a mi hermana para anunciarle que el sábado siguiente quería salir a tomarme una copa con ellos y conocer a sus amigos, y pedirle perdón por mi comportamiento.

¿Qué puedo decir de aquel segundo sábado por la noche? Pues diré que me resarcí y que los amigos de mi hermana eran buena gente y todos se mostraron conmigo tal y como son, sin distorsionar su imagen ni exagerar sus vidas para resultar más atractivos de lo que son; yo ya conocía muchos así. Sí, había muchos caminos, según pasaban los días y mis salidas con mi hermana, su marido, sus amigos y sus amigas me los mostraron, pero ninguno era lo suficientemente liso para caminar por él, aunque el de Fernando parecía el más emocionante, pero no estaba preparada todavía, me faltaban las zapatillas necesarias.

Un domingo vinieron a cenar a casa de mis padres Conchi y Luis, y la primera me llevó a mi habitación portando en las manos una caja blanca de cartón con forma rectangular. Colocándola en la balda más alta de mi armario me prohibió que la abriese antes de irme a la cama, que lo tenía que hacer cuando me fuera a acostar. Tras bañar a mi hijo para ir al cole por la mañana, fui a la cocina donde Conchi y mi madre charlaban mientras hacían la cena.

  • ¿Sabes a quién me he encontrado esta mañana?

  • ¿A quién?- le contestó mi madre a mi hermana.

  • A La hija de la Paca, la mayor.

  • ¿Es la que se casó con un bombero?- pregunté yo al no acordarme muy bien.

  • No, no, es la Milagros, la mayor, que era muy fea, que la llamaban "El ogro" cuando éramos pequeñas.

  • Ahhhhh, sí, ya me acuerdo.

  • ¿Te ha dicho algo de su madre?- le preguntó la mía.

  • Pues que está muy enferma- respondió mi hermana- y es normal, debe tener ya... ¿cuántos años tiene ya esa mujer?

  • Pues por lo menos 90- era mi madre la que respondía ahora.

  • Bueno, el caso- prosiguió mi hermana- es que se ha casado, mírala.

  • ¿Estaba soltera?- pregunté yo- Pero si recuerdo que era de la edad del primo José.

  • Sí, sí, tiene 45, uno más que el primo José.

  • Y ¿cómo es que se ha casado ahora?- preguntó mi madre.

  • Jopé, mamá, pues porque se habrá enamorado.- le contesté obviando la respuesta.

  • Es que era muy feucha, en los bailes ningún mozo la sacaba a bailar. Todos se lo pedían a mi Dolores.- dijo mi madre enorgulleciéndose de su hija mayor, o sea, de mí.

  • Pues conoció a un tío en un chat.- dijo Conchi.

  • ¿Qué es eso?

  • Es una cosa de internet para hablar con gente de cualquier parte del mundo.- le aclaré a mi madre, que las nuevas tecnologías no van mucho con ella.

  • El tío ese era de Barcelona y, después de muchas conversaciones, un día se vino a Madrid a conocerla en persona- continuó contándonos mi hermana- se cayeron bien, siguieron hablando, se enamoraron y se casaron el año pasado.

Cuando llegó la hora de dormir, entré en mi cuarto y me quité la ropa. Cuando abrí el armario completamente desnuda para coger el pijama, vi en lo alto la caja que había traído mi hermana. ¿Qué sería? Me senté en la cama con ella en las manos y leí una nota de Conchi que había pegada: "Trátamelo bien y si juegas con él, se convertirá en tu amigo más íntimo" y en la parte inferior de la caja ponía impreso: "20x5". Muerta de la curiosidad abrí la caja. Por lo visto era cierto, la otra hija de mi madre era un poco pervertida. Era una réplica perfecta de un pene enorme. Largo, bastante grueso, con unas cuantas venas marcadas y una uretra hinchada, un glande con cierta forma de champiñón unido al tronco con un gracioso frenillo... Debo admitir que ante mi total desinterés por usar ese tipo de instrumentos para autocomplacerme, estaba maravillada por aquella imitación tan real del miembro masculino y por el color tan similar al de la piel. Mi fascinación me hizo llevar una mano a él. Era como las pollas de los actores de las películas favoritas de mi difunto marido, no lograba rodearla con el puño de lo gorda que era. Sabía que los consoladores existían, una no es tonta, pero era la primera vez que veía uno en directo y nunca pensé que me fuera a entusiasmar tanto, pero era por lo logrado que estaba dicho utensilio, no por el uso que pensaba darle. De hecho, me negué a meterme en el coño algo que también había estado en el de mi hermana y que había sido manchado por sus líquidos y su flujo vaginal. Desprendía buen olor. Por supuesto, había que lavarlo bien después de masturbarse con él, que mi hermana, a pesar de tener un pensamiento un poco sucio, por fuera sí que era muy limpia y con cosas como esas hay que tener cuidado y ser muy higiénica, pero seguía sin querer usarlo, me valía yo sola, no necesitaba ayuda de los juguetitos de Conchi. Además, después de que mi hermana se hubiese follado con ese chisme, ¿no sería incesto o algo parecido?

Ese mismo lunes, pensé que quizás yo también pudiera encontrar el amor en un chat, donde creía que sería más fácil conocer la personalidad de la gente y no llevarse una primera impresión por el aspecto. Nunca había entrado en uno y por probar no perdía nada, y si la hija de la Paca había encontrado al hombre de su vida a los 45 años, yo a mis 37 y con un cuerpo bastante bonito a mi parecer, ¿por qué no iba a encontrar también al mío? El trabajo terminaba a las 19:00, pero al tener un puesto de mucha responsabilidad, solía salir más tarde, sobre todo cuando tenía que revisar el sistema de cálculos semanal o el control de ventas mensual saliendo cuando todo el mundo ya se había ido y no quedaban en el edificio más que los guardias de seguridad, por lo tanto si me quedaba más tiempo en la oficina navegando por internet, no se me echaría en falta y cuando llegase a casa mi madre ya hubiera dado de cenar a mi hijo y le habría acostado. A las 19:30, cuando solo quedaban algunos rezagados en la oficina, yo terminé lo mío y entré en el único chat que conocía.

Pasado un mes, no había encontrado todavía nada interesante, pero me había enganchado y algunas noches llegaba a casa a las 23:00. El primer canal en el que entré, fue Amistad, pues no quería dar por supuesto que buscaba amor entrando en el Canal Amor. Prefería primero conocer a algún hombre interesante, y después dejar que las cosas siguieran su curso y que surgiese lo que tuviera que surgir. Tras varios días en ese canal, me di cuenta de que la mayoría de los usuarios eran adolescentes, y no era lo que andaba buscando. En el Canal +30 me aseguraba de que casi todos los que hubiera ahí rondasen mi edad, y así era, pero todos eran empresarios o médicos u ocupaban importantes puestos en grandes multinacionales o en la administración pública manteniendo siempre una buena economía. Me extrañaba que no hubiera trabajadores corrientes, como obreros, mecánicos, fontaneros, contables... Y en el Canal +40, tres cuartos de lo mismo; gente que exageraba su vida o le añadían efectos especiales para parecer más interesantes o que, simplemente, mentían, y, como he dicho antes, ya conocía muchos así. También probé suerte en el Canal Cibersexo, pero había mucho fantasma, muchos pollones y muchos tíos que solo querían saber si tenías webcam o si les mandabas fotos tuyas desnuda, sin contar el constante agobio de ventanas y más ventanas que te abren sin parar incluso hombres a los que ni siquiera contestas, pero siguen dale que te pego. A pesar de todo eso, ese canal era en el que más me divertía poniendo cachondos a los tíos jugando el papel de puta. Qué ingenuo es un hombre con el rabo tieso.

Uno de aquellos días, alguien anunció en la ventana general: "Quiero correrme viendo a alguna mujer desnuda por webcam, interesadas abridme privado, 22 cm. reales." Hoy en día internet ya ha llegado hasta a los castillos. El caso es que ante la insistencia de aquel muchacho, alguien le recomendó que entrase en www.webcamnow.com. Como estaba un poco aburrida, fui a ver que tenía de especial aquella página. Resultó ser un chat. Era un poco complicado entrar, pero sabiendo un poco de inglés, tampoco tenías muchos problemas. Tras la página de inicio me encontré con dos opciones para visualizar el chat, y elegí la versión pop up que lo mostraba en una ventana más pequeña que no ocupaba toda la pantalla. Después, otras dos opciones: familiar o mayores de 18 años. No hace falta que diga por cual me decidí, ¿no? Después te preguntaba la edad, pero poniendo cualquiera que correspondiese a alguien con más de 18 años, podías entrar fácilmente. Elegí Moonlight como nick y pulsé el botón de Join para entrar. Explicaré un poco como funcionaba.

Abajo a la derecha, había 30 salas enumeradas y en cada una había una lista de usuarios con sus nicks en color negro. Sobre esta, una pantalla cuadrada en la que veías a la gente a través de sus webcams eligiéndolos de una lista que había en la parte superior a la izquierda de dicha pantalla con sus nicks en color rojo.

Lo que más había, con diferencia, era chicos desnudos o semidesnudos y, la mayoría de ellos, con erecciones, algunas más pequeñas y otras más grandes, que intentaban sofocar con su mano. Se me abrió ante mí un mundo virtual de lascivia. La primera semana ya había visto hombres masturbándose, mujeres desnudas y masturbándose también, ya fuera con sus dedos o con consoladores; parejas hetero, gay y lésbicas haciendo el amor y hasta, una vez, un perro montando a una mujer, pero la calidad de aquella webcam no era muy buena y se veía muy difuminado. No era necesario que tú tuvieras webcam para ver a otra gente, así que el anonimato estaba garantizado y mi madre empezó a decirme que trabajaba demasiado. Algunas noches, no podía esperar a llegar a casa y encerrada en los servicios de la oficina, apagaba el fuego que las imágenes y las conversaciones encendían en el interior de mi vagina.

Fue un frío miércoles de febrero cuando terminé mis tareas a las 20:00, corrí a cerrar con llave la puerta de mi despacho, que, a pesar de que no quedaba ya nadie en el edificio a esas horas, cerraba por si acaso; bajé un poco las luces para crear un ambiente más íntimo, entré en Webcamnow, puse mi nick, fui directa a la lista de webcams para buscar algún nick sugerente y a los pocos toques hacia abajo a la barra de scroll encontré el nombre de mi ángel protector: Asmel. Me dio un vuelco el corazón. Siempre he sido supersticiosa y sabía que eso era una señal. Un poco nerviosa pinché sobre ese nombre y apareció en la pantalla con gran nitidez. No le veía la cara, ese cuerpo empezaba en un cuello que desembocaba en unos pectorales un poco marcados. Bajo su ombligo, se veía un glande sin piel que lo recubriese y que hacía del principio de una gruesa polla dura. Algunos en sus pantallas, muestran mensajes o ponen un reloj que va marcando la hora de su país. Otros indican en que sala están, como hizo Asmel: "Rm 24". Yo estaba en la 19 y rápidamente entre en la 24 y, nada más verle, le abrí un privado.

Moonlight >

Hi, Asmel

Asmel >

Hi, Moonlight

Mi nerviosismo me dejó bloqueada, no sabía qué más decir, pero él tomó la iniciativa.

Asmel >

¿De dónde eres?

Nunca me ha gustado dar datos reales, excepto la edad, que es un dato que veo... digamos, poco arriesgado, y como la mayoría de la gente que entraba ahí era de Canadá, Estados Unidos o Inglaterra, pensé en un sitio algo alejado y poco accesible para evitar que me pidieran citas, así que dije:

Moonlight >

Sidney

Asmel >

¿Cuál es tu nombre? El mío es Dan

Moonlight >

Llámame Moonlight

Asmel >

Y ¿tu edad? Yo 37

Moonlight >

Yo también tengo 37

Asmel >

¿Tienes cámara web?

Moonlight >

No

Asmel >

Yo me la compré hace un par de días. Entonces solo entras para mirar

Moonlight >

Sí. ¿Para qué entras tú?¿buscas alguna amante?

Asmel >

Es un poco difícil encontrar aquí una amante, pero no busco eso. Me divorcié hace poco y no estoy con ánimos de buscarme líos con otra mujer

Empezó a hablarme de su divorcio hasta que desnudó su alma, tanto como lo estaba su cuerpo, y el tiempo empezó a galopar velozmente a través de la línea telefónica que nos había puesto en contacto. Yo lo leía atenta y de vez en cuando miraba su pene flácido y en reposo hacia un lado y mucho más pequeño. Al terminar, era ya muy tarde y me preguntó si al día siguiente me volvería a conectar y le contesté que sobre la misma hora, y entonces fue a mí a quien le tocó el turno de narrar la historia de su vida. Habíamos conectado de maravilla. Era una pena que viviese tan lejos, pero hablando con él, me sentía feliz.

El tercer día le volví a encontrar desnudo. A mí no me molestaba, me gustaba ver su cuerpo y hablando de nuestros trabajos, le conté como empecé a navegar por internet tras terminar y cómo llegué a Webcamnow.

Moonlight >

El primer día me quedé impresionada por lo que veía. Nunca imaginé que hubiera chats así, con gente tan liberal que enseñaban sus cuerpos y, además, que mostraban sus momentos de intimidad

Asmel >

A mí me pasó lo mismo y empecé a frecuentarlo porque me excitaba

Moonlight >

¿También te excita que te vean masturbarte?

Asmel >

Moonlight >

¿Por eso te compraste la webcam?

Asmel >

Todas las noches me ponía tan cachondo viendo como lo hacían otros y viendo como parejas hacían el amor que acababa haciéndome una paja, espero que no te importe que hable así

Moonlight >

No, no te preocupes, habla como te sientas cómodo, no me asusto

Asmel >

Pues como todas las noches terminaba así, pensé por qué no hacerlo yo también para integrarme un poco en el chat y porque la idea empezó a darme morbo. Por eso me compré la cam. ¿Tú no te excitas?

Moonlight >

Claro que sí

Asmel >

Y ¿qué haces?

Moonlight >

Pues me voy al servicio

El calor que había empezado a invadirme unos minutos antes, se acrecentó al ver la oportunidad.

Moonlight >

Me meto en un cubículo, me bajo el tanga y me siento en la taza. Paso los dedos por mis labios vaginales...

La polla de Dan comenzó a crecer y yo comencé a temblar. Mientras le contaba lo que hacía en mis momentos onanistas en los servicios de mi empresa para calmarme, a la vez que su miembro seguía creciendo poco a poco y mucho a mucho, notaba en mi cuerpo que esa misma calma que encontraba tras el orgasmo, en ese momento se estaba convirtiendo dentro de mí en inquietud y en una húmeda excitación que me indicaba que era hora de hacer lo que le estaba contando. Me desabroché dos botones de la blusa más el primero que siempre llevo fuera de su ojal porque el ambiente dentro de mi despacho era abrasador y no pude seguir contándole más, la inflamación de mi clítoris solo me permitió escribir siete palabras más como siete pecados capitales existen, el más delicioso, al que acababa de sucumbir, la lujuria. "Quiero ver como te haces una paja" fueron esas siete palabras, las que hicieron que la sangre saturara las venas hinchadas que recorrían toda su erección coloreando su glande con un leve púrpura.

Me tensé y me puse más nerviosa de lo que ya estaba mirado fijamente al recuadro de nuestra conversación privada mientras los relojes se paraban esperando ver aparecer su nick seguido de sus palabras que no sabía lo que me dirían, pero su reacción no fue donde yo estaba mirando, fue un poco más arriba, en la pantallita que me mostraba lo que su webcam veía. Su mano asió su abotagado pene. Madre mía, una buena parte sobresalía de su puño. Mi mano derecha empezó a reconocer mi cuerpo bajo la blusa, pero esta vez no era guiada por las manos de mi Asmel, pues estaban ocupadas aplicando un cadencioso masaje a su verga con movimientos que subían y bajaban su piel. Mi mano izquierda, tras quemarse entreteniéndose en caricias distraídas en mis muslos cuando escuchaba la respiración de mi excitación, se coló dentro de mis bragas, y, maleducada, increpó a los labios. Tengo los dedos de esa mano muy consentidos. Cuando quieren darme un orgasmo, lo consiguen.

Levanté un poco el trasero y me subí la falda de mi traje hasta la cintura. Luego, retiré hacia un lado el tanga para que mi sexo conociera mi despacho. Los pelos habían vuelto a aparecer en mi vulva y mi clítoris hinchado emergió entre ellos abriéndose paso a través de los labios para ser acariciado, pues notaba como sus miles de terminaciones nerviosas iban a terminar sobrecargándose de sensaciones vacías de placer. Ahí estaba, enhiesto y duro dando la cara, lanzando gritos de ayuda con cada pálpito y pude escucharle e interpretar lo que me estaba diciendo. Sí, tenía razón, tanto él como yo necesitábamos un orgasmo. Las yemas de mis dedos se empaparon de mis fluidos en una incursión a mi vagina caliente y húmeda y fueron a socorrer a mi clítoris que ya no aguantaba una especie de leve escozor producido por el ansia de ser acariciado, mimado y atendido como él se merecía, pues siempre ha sido mi gran aliado en mis noches de soledad en las que me arropaba la excitación sexual que mis fantasías me canturreaban al oído.

Asmel >

Estoy a punto de correrme

Moonlight >

Hazlo, hazlo. Quiero ver tu esencia

Y su esencia saltó hasta su pecho y hasta su barriga. Mi turno estaba cerca, mi clítoris se estremeció y mi vagina se contrajo dejando que el orgasmo llenase por completo todos los rincones de mi cuerpo. Estaba sola y pude gritar sin reprimirme apretando los dientes todo lo que quise expresando así el gran placer en el que acabé después de todo el flujo que Dan y su polla me habían hecho derramar sobre el cuero de la butaca de mi despacho.

Cuando volví al trabajo por la mañana, mis gritos orgásmicos resonaban por las paredes del despacho y ocho horas más tarde, nuevos gritos se apropiaron de esas mismas paredes. Y así pasó semana tras semana hasta que un día, después de corrernos los dos, estuvimos otro rato más hablando, como hacíamos siempre, y me dijo que deseaba ver mi cara.

El martes me acerqué a la mesa de un compañero.

  • Beto, perdona, tú tenías cámara web, ¿no?

  • Sí, ¿por?

  • Es que verás... por las noches, cuando termino, me quedo en el despacho y me conecto a internet para hablar con unos familiares que tengo en Estados Unidos, que hace muchísimo que no veo, y me preguntaba si me la dejarías un día para que me pudieran ver. Va a ser solo un día, y no la voy a sacar de aquí porque ya sabes que en mi casa no tengo internet.

El miércoles me la trajo, la instaló en mi ordenador, me explicó cómo funcionaba y me dijo que él casi no la usaba y que la tuviera todo el tiempo que quisiera.

Moonlight >

Hola, cariño. Tengo una sorpresa para ti. Mira en la lista de web cams

Me puse el mismo nick que en la otra lista, la de gente que chatea, así que no le fue difícil encontrarme.

Asmel >

¿Eres tú? ¿De verdad eres tú?

Moonlight >

Sí. ¿Qué te parece?

Asmel >

A lo mejor pienses que solo te lo digo para conseguir algo de ti, pero eres preciosa. Me encantas, y esa sonrisa... Si te soy sincero, nunca te imaginé así, pero me alegro porque pensé que serías más fea

Moonlight >

¡Oye! Jajaja

Asmel >

¿Me dejas verte de cuerpo entero?

Me levanté, giré la cámara y me situé en el centro del despacho, que había más espacio que detrás de mi mesa para que me viera bien. Llevaba la chaqueta del traje gris puesta porque ese mismo día se había estropeado la calefacción central del edificio y pasé un poquito de frío, pero al igual que todos los días, según se iba acercando la hora de terminar mi trabajo para encontrarme con mi Asmel, mi excitación, tanto sexual como emocional, iba aumentando y el calor dentro de mi estudio comenzaba a caldear el ambiente, así que, decidí quitarme la chaqueta porque ya estaba a gusto y volví a sentarme frente a mi mesa.

Asmel >

Oh, creía que te ibas a desnudar cuando te has quitado la chaqueta

Moonlight >

¿Te gustaría que lo hiciera?

Asmel >

No me cuesta nada imaginarme un cuerpo tan bonito como tu rostro, estoy seguro que es muy agradable a la vista

Me lo pensé un poco. Yo sabía que tenía un cuerpo bonito, con una curvita en el vientre, por la edad o el embarazo, pero que no lo afeaba para nada. Me daba un poco de vergüenza, no por él, porque sabía que me deseaba y yo le deseaba a él y no me importaba exponerme a su mirada, sino porque me podía ver todo el mundo que estuviese en Webcamnow. Me dije que era muy difícil que alguien que me conociese pudiera verme, así que saqué discretamente mi camisa de dentro de la falda. Bajé un poco la cámara para que enfocara mi pecho y lentamente, y, al principio, con un poquito de pudor, pero solo un poquito y al principio, fui desabrochándome los botones desde arriba, permitiendo que parte de mi sujetador blanco y con encajes empezase a vislumbrarse un poco. La mano de Dan rodeó su pene erecto. Cuando hube desabotonado la camisa, la abrí para que viera completamente mi sostén, y luego me la quité. A continuación, me llevé las manos a mí espalda y con un poco de dificultad, la verdad, abrí el cierre de la prenda de media copa que cubría la atracción pectoral. Con el tacón de mi zapato eché el freno a la butaca para que no se movieran las ruedecillas, a ver si me iba a dar un leñazo al ponerme de rodillas sobre ella dándole la espalda a mi ángel.

Cuando conecté la cámara, se me abrió una pantallita que me mostraba a mí misma para saber qué es lo que verían aquellos que seleccionasen mi web cam en la lista. Desnuda de cintura para arriba y agarrada al respaldo de la butaca, giré la cabeza para ver donde apuntaba la cam. Tanto Dan como todos aquellos que me estuvieran viendo, tenían una bonita panorámica de mi trasero debajo del cual se apreciaban un poco los bordados en los que terminaban mis medias, pero sería mejor si ese culito lo subía un poquito más, y así lo hice. Estiré los brazos para acercar más mi cuerpo al ordenador y a la cámara, puse el culo en pompa y lo meneé lenta y lúbricamente a ambos lados. Luego, apoyé el pecho en el respaldo para dejar libres mis extremidades y, con un poco de esfuerzo, pues las faldas de los trajes que solía utilizar para la oficina son estrechas y más en esa postura, subí esta hasta la cintura, mostrando así el triangulito blanco del tanga desde el que descendía la tira que se escondía entre mis nalgas, que en ese momento, desnudas, volvieron a bailar lentamente a propósito de la excitación de Dan, quien se masturbaba enérgicamente como pude ver cuando nuevamente giré la cabeza a la pantalla del ordenador, en el que leí:

Asmel >

Me estás matando, Moon o´mine

Me senté otra vez de cara a la cámara, que enfocaba mis pechos ocultos por las palmas de mis manos que empezaron a apretujarlos, juntarlos, masajearlos en círculos... hasta que se empezaron a desplazar hacia las axilas permitiendo ver entre los dedos anular y medio de cada mano las puntas de mis pezones y, poco después, las areolas rosadas y redonditas. A continuación, las palmas comenzaron a ascender por mi tórax acariciando el costado de mis senos con los dedos estirados para no tapar las protuberancias, que tantas miradas capturarían, de mis medianas ubres. La mano derecha escaló por mi cuello, mientras la izquierda se quedaba donde este empezaba, a mi barbilla a la vez que con el tacón de mi zapato quitaba el freno de la silla y la impulsaba hacia atrás mientras yo me inclinaba hacia delante para que la cámara mostrase en el monitor de otros ordenadores mi dedo índice introduciéndose en mi boca para salir ensalivado repetidas veces hasta que la puntita se quedaba al borde de mis labios que la volvían a absorber y mis ojos entrecerrados en clara señal de lujuria y placer.

Me puse en pie con la falda en la cintura levemente sujeta por mis caderas que la impedían volver a mis piernas envainadas en brillantes medias. En aquella pantallita que se me abrió y que me mostraba a mí misma para saber qué es lo que verían aquellos que seleccionasen mi cam en la lista, contemplé la parte delantera de mi tanga. Metí una mano dentro de él para que la ilusión de Dan se prendiera en llamas imaginando qué podían estar haciendo mis dedos revoloteando bajo mis bragas. Saqué la mano y, junto con la otra, bajé un poco el tanga hasta que unos cuantos pelillos aparecieron para que todos aquellos ojos de diferentes países comprobaran que eso negro que se entreveía a través de los encajes de mi tanga era el vello de mi pubis. Me lo bajé hasta las rodillas y me dejé caer en la silla recostándome para atrás en el respaldo.

Asmel >

La imagen se ha quedado congelada. Solo veo el tanga y los pocos pelillos que enseñas

Moonlight >

Ya lo sé. Es que he apagado la web cam

Asmel >

¡Ya no vas a enseñar más?

Moonlight >

No. Lo siento

Asmel >

¡Por qué no?

Moonlight >

Porque ya he enseñado suficiente y necesito masturbarme, que me he calentado más de lo que pensaba y estoy a cien

Asmel >

Pues quiero ver cómo lo haces

Ante mi constante negativa, mi Asmel tuvo que resignarse, por primera vez en mi vida, ante mí y seguir sacudiendo su polla. Cuando yo iba a empezar con lo mío, él terminó con lo suyo.

A mi hermana le conté lo de Dan, exceptuando en qué chat le había conocido y nuestras sesiones masturbatorias, y le hablé de nuestras charlas, en las que podíamos hablar de cualquier cosa sin reservas ni tabúes. Conchi me hizo darme cuenta de que esa sensación ya olvidada en la boca del estómago, que huyó de mí cuando dejé de amar a mi marido, era amor. Hacía mes y medio había intuido una señal en el nick de Dan y no me había equivocado: volvía a encontrarme con el amor.

Cavilé mucho y finalmente me decidí. Aquel día salí de casa con una bolsa en la mano y al llegar a mi despacho, la guardé en el segundo cajón de mi escritorio. Iba a cometer algo que jamás se me hubiera pasado por la mente. Muchas veces, pensaba en desechar la idea y olvidarlo, pero otras, recordaba la excitación y lo que sentía por mi Asmel, que no estaba segura de que fuera amor, pero, sin duda, algo especial era; que me animaba y me decidía a hacerlo, pero después volvía a mí la vergüenza. Así me tiré todo el día, yendo de un sitio a otro de mi propia incertidumbre por culpa de la indecisión. Aun así, me decía a mí misma que tenía que hacerlo, sentía como si se lo debiese a Dan en agradecimiento por todo lo que me hacía sentir, no solo escandalosos orgasmos entre gemidos y gritos, sino felicidad y bienestar, aunque también tristeza por nuestra imposible relación, ya que él vivía muy lejos y yo soy una persona posesiva, que necesita tener siempre cerca a su pareja.

Cuando alguien está excitado, se le calienta la cabeza quedando inutilizada para razonar con claridad y funcionar correctamente; solo hay que ver lo que hice yo, yo, el día anterior, y tenemos que ponernos a pensar con los genitales, pero los genitales es la parte más hedonista de nuestro cuerpo y solo le interesa su propia satisfacción convenciendo al resto de nuestro cuerpo para hacer cosas que lúcidos no haríamos, así que tenía que mantenerme excitada. Podía embeberme y recordar el cuerpo lampiño de Dan, su miembro erecto, su semen descendiendo por sus atrayentes pectorales sudorosos... pero tenía que trabajar y tener la mente en su sitio, no podía pasarme el resto del día en babia. Lo único que se me ocurrió, a última hora de la tarde, fue quitarme el sujetador, cosa que nunca antes había hecho fuera de casa y, así, por el roce directo de mis senos con el tejido de la blusa, pudiera conseguir un estado de excitación, ya fuera en menor medida o a nivel subconsciente, hasta que, llegada la hora de actuar, me atreviese a hacerlo como había imaginado. Además, abrí la ventana por si el frío del invierno podía contribuir en algo endureciendo mis pezones.

Golpearon la puerta.

  • Adelante- contesté.

  • Loli, te traigo...- la mirada de Beto se clavó en mis pechos, podía notarla sobre mi camisa, y debí ponerme colorada, violeta, azul y hasta fucsia porque se había dado cuenta- ejem... te traigo el informe de ventas que me pediste.

  • Gracias, Beto- le dije llena de rubor sin atreverme a mirarle a la cara.

Y llegó la hora. Yo estaba temblando; desconozco si de excitación, miedo, emoción, nerviosismo o todo junto. Y mi Asmel estaba, simplemente, esperándome con el pene levantado a ver si consigue ver algo por el monitor del ordenador de Dan.

Asmel >

¿Cómo estás, guapa?

Moonlight >

Bien

Asmel >

¿Qué tal la jornada de trabajo?

Moonlight >

También bien

Asmel >

Te noto algo rara. ¿Te sucede algo? ¿Por qué tardas tanto en contestar?

Moonlight >

Excítame. Quiero que me pongas más caliente de lo que jamás he estado

Sé quedó quieto sin escribir nada un largo minuto entero.

Asmel >

Vaya... Me han pillado un poco por sorpresa estas repentinas ganas que tienes hoy. Antes decías que te gustaba hablar un poco antes y que te contase cómo había sido mi día

Moonlight >

Sí, pero si no me excito lo suficiente, no voy a reunir el valor de hacer lo que quiero hacer

Asmel >

¿Qué vas a hacer?

Moonlight >

Ponme cachonda y lo verás

Asmel >

Pero no te puedo poner cachonda a través de un chat, no tengo el don de la palabra escrita. Sería diferente si estuviera contigo, a tu lado, porque podría besarte los labios, morderlos y saborear tu saliva directamente de tu cálida boca como saborearía los jugos de tu sexo...

Era un embustero. Según él, no tenía el don de la palabra escrita, pero sabía amar y sabía lo que tenía que hacer, sabía elegir las palabras adecuadas para que en la mujer romántica que yo era despertase la pasión. En esta ocasión, se estaba luciendo, parecía un maestro del amor y le pedía más. Mi respiración estaba muy agitada y tuve que levantarme presurosa para llegar al surtidor de agua de mi despacho para aliviar la sequedad de mi boca porque hasta mi saliva debía ser lo que mojaba mis braguitas bajo mis labios vaginales inflamados. Desabroché dos botones más de mi blusa. Cuando me sequé el sudor de la frente, me di cuenta de como ardían mi cara y mis orejas. No quería tocarme, necesitaba acumular en mi cuerpo toda la excitación posible sin hacer nada como había hecho otras veces abriendo una pequeña válvula de escape para toda esa estimulación que ahora empapaba mi tanga.

Debía entrar en el juego para sentir el morbo que me producía saberme deseada por todos aquellos que pinchasen mi cámara en la lista para verme en acción. Mi cabeza ya se había calentado tanto como mi sexo y ya no había vergüenza, ya no había pudor, así que conecté la cam, cuyo objetivo apuntaba a mi pecho, y cuando me vi en la pantallita que mostraba lo que otros veían, me abrí la blusa para que Dan viera la dureza de mis pezones, que en esos momentos podrían haber cortado cristal.

Moonlight >

Acaríciate la polla, mi amor

Cuando empezó a hacerlo, abrí el segundo cajón de mi mesa y saqué el contenido de la bolsa. Era una caja en la que ponía: "20x5". Levanté la cam para que apuntara a mi cara, saqué el consolador de Conchi y comencé a pasarle la lengua a todo lo largo que era y a introducirlo en mi boca todo lo que podía para volver a sacarlo, poniendo cara de vicio y llevando el glande hacia los lados para que se pudiera notar el resalto que se marcaba en mi cara. Sosteniéndola entre los labios, desprendí los botones que quedaban de mi blusa y la saqué por los brazos.

Estaba tan entrampada que necesitaba sentirme viciosa para aumentar mi morbo intuyendo que mis espectadores se excitarían tanto como yo o más, a ser posible, soñando que podía hacer con sus mástiles lo mismo que estaba haciendo con el consolador, que era, precisamente, lo que quería hacer con la verga de Dan que ya estaba siendo sometida a su tratamiento masturbatorio de cada noche.

Me puse en pie y di la espalda a la cámara. Dan vio perfectamente el acto de bajarme la cremallera de la falda y conducirla hasta los pies, que no era necesario pues una vez salvadas las caderas cae sola, a la vez que bajaba la espalda sin doblar las piernas para que pudiera contemplar mis nalgas en un primer plano, la bonita rosa roja bordada que en mis lumbares, donde termina la espalda y empieza el culo, unía las gomas del tanga que rodeaban mi cintura y la que sale hacia la regata entre los glúteos para unirse en el perineo, zona entre el ano y la vulva que mi Asmel veía en esos momentos claramente por mi postura, con la parte delantera del tanga, que estaba totalmente bordada con preciosas rosas como la de atrás; y el liguero negro que me compró mi hermana, que lo estrené para la ocasión y se agarraba a los bordes de mis medias negras mediante pequeñas pincitas.

Sentía un pequeño hormigueo en mi clítoris, otra vez esa especie de leve escozor, furor uterino. La comezón de mi sexo empezaba a ser insufrible, la excitación desbordaba mi cuerpo y emanaba a raudales por mi sexo, lo que pude corroborar cuando me di la vuelta mostrando las rosas de mi tanguita, separando con un pulgar el elástico de mi vientre e introduciendo la mano libre lentamente dentro de la prenda. No podía más, tenía que canjear esa libidinosa tortura por un placer genésico que me aliviase.

Comencé a arrastrar con mis manos mi tanga hacia abajo contoneando mis caderas y presentando a los asistentes mi oscuro pubis ante las palabras que Dan dedicaba a mi cuerpo y a esa nueva parte que estaba conociendo. Ups, al llegar a medio muslo no podía seguir porque las pinzas del liguero no lo permitían. No me di cuenta de ponerme el tanga por encima, así que, como esa parte había quedado fuera del ángulo de visión de mis espectadores, me agaché para abrir rápidamente las pinzas y quitarme del todo el tanga mientras les entretenía pasándome a escasos centímetros del objetivo la lengua humedeciendo mis labios y mordiéndome el inferior lascivamente. Cuando volví a cerrar las pinzas en los bordados de mis medias, me levanté dispuesta a matar de una certera puñalada el fervor de mi sexo, así que empuñé la daga con forma fálica y con un potente golpe me la metí creo que hasta el útero.

Un chillido desgarró mis cuerdas vocales y el agudísimo dolor que sentí dobló mis piernas haciendo que me desplomara sobre la butaca. En más de cinco años y medio nada había entrado en mi vagina exceptuando tres dedos largos y finos, que no son nada comparado con el grosor de aquel consolador que me estaba quemando las entrañas, con lo cual es bastante normal que mis paredes se hubieran ido cerrando haciendo esa cavidad mucho más estrecha. Fue como perder la virginidad por segunda vez. Con los dientes apretados, por entre los que pasaba el aire que cogía por la boca para llenar mis pulmones, el dolor se iba mitigando lentamente hasta convertirse tan solo en una sensación. Mi mandíbula se relajó, mis dientes se desunieron y mi respiración fue desacelerando la velocidad con la que recolectaba oxígeno para mi cuerpo. Cogí una última gran cantidad de aire por la boca y la expulse del mismo modo para recuperar, mi nariz, el control de la respiración.

Abrí los ojos y en la pantallita solo se veía desde la parte superior de mi pecho hasta los labios entreabiertos y la punta de la nariz. No sé si Dan se había percatado de la operación con la que me perforé el coño, pero en esos cuatro o cinco minutos que estuve recuperando de nuevo mi alma, Dan había llenado la ventana de nuestra conversación de preguntas desconcertadas.

Asmel >

Dime algo, chica. ¿Estás bien?

Estiré un brazo para alcanzar el teclado y pulsar tres teclas.

Moonlight >

Yes

Recordé la canción de Queen "The show must go on", por lo que, siguiendo el ejemplo de su letra, puse el freno a la silla con el pie y subí ambas piernas a la mesa quedando entre ellas la cámara, la que cogí y puse en la posición idónea para que el objetivo cogiese bien donde se juntan. Todos los que en ese momento estuviesen visualizando mi cam, podían ver perfectamente ese pene artificial incrustado en mitad de una madreselva negra.

Tranquilamente fui extrayendo el consolador para que Dan fuera testigo de los centímetros que me acababan de taladrar la entrepierna. Me abrí los labios mayores, descubriendo un color rojizo que brillaba en los menores, que, a continuación, también abrí con los dedos índices mientras los medios mantenían los mayores, mostrando una humedad blanquecina que dejaba una gotita deslizarse por el perineo hasta el ano. En ese momento, el esperma de Dan comenzó a manar de su miembro con la misma potencia de siempre alcanzándole el pecho y el estómago.

Si en algún momento mi excitación había decaído, eso la volvió a elevar hasta sentir de nuevo las palpitaciones en mi clítoris y la necesidad en mi cuerpo de un orgasmo, cosa que estaba decidida a conseguir gracias a mi desvirgador de esa noche. Cogí fuertemente el consolador y comencé a meterlo y a sacarlo de mi sexo a un ritmo no muy rápido pero sin pausa mientras leía las bonitas palabras que mi Asmel escribía para mí y mientras veía como su semen todavía permanecía en su cuerpo y todos sus chorretones iban en procesión hacia su ombligo y su pubis, en el que reposaba descansando su natura fláccida.

Después de tanto tiempo, por fin volvía a sentir algo duro y gordo dentro de mí, lamiendo las paredes de mi vagina y haciéndome gozar como estaba haciéndolo en ese momento ese pedazo de látex que cada vez entraba en mi vientre con más fuerza y con una velocidad progresiva que me estaba llevando al paroxismo. Ligeros temblores de mis piernas acompañaban a las débiles olas que cada vez tragaban más arena de la playa de mi excitación hasta que el gran tsunami sacudió todo mi cuerpo que sucumbió al placer del clímax siendo zarandeado por toda la fuerza de este, dejándome agotada y sentada en la butaca todavía con las piernas y el sexo abiertos y, consiguiendo así, la liberación de toda mi excitación y un agradable sabor de boca a deleite y satisfacción.

Después de recomponerme y juntar de nuevo todos los huesos que el orgasmo me había dislocado, me vestí recuperando la serenidad y, entonces, recobré el maldito sentido de la decencia.

Asmel >

No entiendo porque te sientes mal. ¿No te ha gustado?

Moonlight >

Sí, me ha encantado, pero esa no soy yo. Nunca me he comportado así, me he dejado llevar y ahora estoy avergonzada

Asmel >

¿Por qué avergonzada? Aquí mucha gente hace eso y te aseguro que nadie cree que has hecho mal, y si alguien lo piensa ¿qué más da si no te conocen? Has estado más sexy que nunca... pero lamento mucho que sientas vergüenza ante mí porque durante todo este tiempo, me has regalado mucho más de lo que has mostrado hoy

Moonlight >

Yo te quiero y no me da vergüenza que me veas, porque lo he hecho para ti, solo para ti, no para todos los que me han visto comportarme como una cualquiera. Quisiera que solo me pudieras ver tú. Te quiero y desearía ser tuya para siempre y esto es lo más parecido que tenemos a hacer el amor, porque la distancia es demasiada, y solo quiero compartir esas emociones contigo, no con todos los que quieran verlo pinchando mi cam

Asmel >

Podemos usar el Messenger (mensajero). Es perfecto

Moonlight >

¿Qué es el mensajero?

Asmel >

Es un programa de chat con el que solo puedes hablar con la gente de quien tengas su dirección de correo. Es como una ventana privada de chat y podemos poner nuestras cams y a mí solo me verás tú y a ti solo te veré yo. Nosotros solos, sin nadie más. ¿Cuál es tu dirección de correo?

Moonlight >

No te la puedo dar. Es del trabajo y solo es para cosas del trabajo

Asmel >

¿No tienes cuenta en Hotmail o Yahoo?

Moonlight >

No

Asmel >

Pues vamos a hacerte una

Me guió por todos los pasos para abrirme una cuenta en Hotmail. Era Moonlgiht y un número de cuatro cifras que correspondía al día y mes que nació mi hijo. Luego, me volvió a guiar para instalar el Messenger.

Asmel >

En esa ventana que tienes, debajo de donde pone "contactos", es donde puedes ver la lista de toda la gente que tengas para que puedan hablar contigo cuando te conectes, pero primero los tienes que agregar

Moonlight >

Y ¿cómo hago eso?

Asmel >

¿Ves que abajo pone "Agregar un contacto"? Pues le das ahí y luego eliges la opción "Crear un contacto nuevo especificando su dirección de correo electrónico", pones su dirección de correo y pulsas "Finalizar"

Moonlight >

Y ¿ya está?

Asmel >

Y ya está. Pon mi dirección: daniel_sanchez@hotmail.com

Moonlight >

¿Dan es de Daniel?

Asmel >

Moonlight >

¿Daniel Sánchez?

Asmel >

Sí, ese soy yo

Moonlight >

Qué nombre más español

Asmel >

Claro, es que soy español, vivo en Madrid

Moonlight >

¿Qué? ¿cómo que vives en Madrid? Me dijiste que vivías en USA

Asmel >

Yo no te dije que vivía en USA porque no vivo en USA. ¿No te dije que vivía en Madrid?

Moonlgiht >

No, creo que nunca lo pregunté. Como todo el mundo que hay aquí es de allí, di por sentado que tú también

Asmel >

Aquí hay gente de todo el mundo. Tú tampoco eres norteamericana, eres de Sidney. Pero da igual, vives en las antípodas, justo en el lado opuesto del planeta

Moonlight >

No, te mentí, no vivo en Sidney

Asmel >

¿Por qué me mentiste?

Moonlight >

No lo sé, nunca doy mis datos reales en los chats. Por eso tampoco te dije mi nombre. Yo también soy de Madrid

Dan se quedó inmóvil, sin escribir nada, sin moverse. Debía estar turbado por la conmoción de enterarse tan repentinamente, quizás sin esperarse nada parecido. Y yo... yo estaba muerta de miedo. Temía que se cabrease y me rechazase por no haberle dicho la verdad, que de nuevo el amor me jugase una mala pasada, otro golpe sucio del destino, que me había negado la felicidad enemistándome al amor y poniéndole en mi contra.

Asmel >

No me gusta nada esa broma

Decidí hablarle en español para darle una prueba de que era cierto lo que le acababa de confesar.

Moonlight >

Te lo juro

Él me contestó también en español.

Asmel >

¿Cómo puedo saber si no es una broma pesada? Si es verdad, dame el número de tu despacho

Moonlight >

91 880 73 XX

Dan desapareció de la pantalla dejando vacía una silla negra de escritorio. De pronto, el teléfono empezó a sonar y yo empecé a temblar. Un tono... dos tonos... tres tonos... cuatro tonos... Descolgué.

  • Hola, soy Dan.

  • Hola, soy Loli.

Llegué a casa a las 2:00 de la madrugada y a las 7:00 me levanté para emprender otra jornada de trabajo. Físicamente, estaba hecha polvo; pero emocionalmente, estaba feliz, muy feliz. En la charla por teléfono de la noche anterior, acepté lo que, para mí, era otra locura, pero esta vez sería distinto, porque esa locura la íbamos a cometer juntos: habíamos quedado en un conocido restaurante de Madrid el siguiente sábado para cenar por la noche.

Actualmente, llevo dos años viviendo con Dan y mi hijo le llama papá. Es perfectamente consciente de que no es su verdadero padre. Para él, su padre biológico fue un hombre maravilloso que me hizo muy feliz y que jamás me produjo las cicatrices de una fusta que cruzaban mis espaldas.

Y aquel sábado... aquel sábado que conocí el rostro de Asmel, que conocí el verdadero amor de un ángel... si que lo recordaré el resto de mi vida. A la mañana siguiente, desperté desnuda en una cama ajena con una pluma blanca en mi estómago. Al levantar la vista, le vi en el marco de la puerta de la habitación con una bandeja en las manos, y, sobre ella, dos tazas de café caliente, dos croissant y una caja de preservativos de la que faltaban tres.

"... porque la vida es solo un cuento

que hay que vivir en el momento."

("¡Ay! Dolores" – Reincidentes)

Un beso. Sonia.