Averno (2): La Fragua

(segunda entrega, próximas continuaciones en web)

Mucho antes de la hora señalada ya estaban los chicos en el matadero, instalados en la espaciosa sala del piso de abajo que habían elegido para el despliegue de medios, ultimando detalles en compañía de Vaniett. A pesar de que ésta se había tomado tiempo en barrer buena parte de los escombros que había, el suelo de aglomerado seguía cubierto de una pátina de polvo terroso y había fragmentos de cristales rotos por doquier que sonaban al caminar sobre ellos -crack, crack-, como si al andar por allí uno estuviera aplastando cucarachas. Parte del alicatado de las paredes se había desprendido dejando en ellas calvas grises y azulejos quebrados de color blanco sucio. Se notaba que alguien había estado trabajando allí, pero por mucho que uno se empeñase en limpiar, y por mucha dedicación que le pusiera al tema, no iba a terminar en una sola noche con ese polvo milenario que se asentaba una y otra vez tras ser removido. A pesar de que el aire de la noche entraba hululando a través de las ventanas rotas, moviendo ocasionalmente los ganchos que colgaban del techo en algunos lugares, la habitación seguía oliendo inexplicablemente a cerrado.

Alice había traído consigo un par de litronas y una bolsita de marihuana. En aquel momento estaba sentado en el suelo, un poco apartado del grupo, mezclando otras bebidas alcohólicas que alguien trajo con refrescos variados. Mientras realizaba aquellos movimientos de forma automática, cuidando de que no se escapara una gota de líquido en el transvase de botella a botella, mentalmente se hallaba abstraído con un símbolo que no podía sacar de su cabeza: un círculo que enmarcaba un pentagrama invertido en su interior, rodeado de extraños caracteres. El símbolo en cuestión aparecía en uno de los libros de Erik; Alice lo había memorizado sin darse cuenta sólo con ojear el tratado, y a la vista estaba que el símbolo llamó tan poderosamente su atención que ahora lo recordaba como si lo estuviera viendo en una fotografía. Esto le desconcertaba un poco, pero lo que le en realidad le turbaba y no podía comprender era que, inexplicablemente, sentía... sentía el impulso de dibujarlo por alguna razón, de pintar ese símbolo sobre la pared, sobre las puertas, en el suelo. No lo hizo, claro; por mucho que tuviera unas ganas locas de hacerlo no le apetecía que le tomaran por loco, y además no tenía con qué pintarlo.

Levantó la cabeza cuando sintió pasos que se acercaban y sonrió levemente a Jan, quien se agachó a su lado para dejar en el suelo una mochila llena de bocadillos, bolsas de patatas fritas y otras delicatesen. Jan dejó la comida junto a la caja de madera que contenía seis botellas de vidrio opaco -esas eran para Erik- y titubeó unos segundos antes de tomar asiento junto a Alice. Por una parte se sentía tímido y por tanto más seguro al lado de su amigo, por otra parte las piernas le hormigueaban por ir a explorar el escenario.

—Bueno, ¿qué os parece?—canturreó Vaniett paseándose entre las velas encendidas que había colocado aquí y allá—vaya soseras estáis hechos, no decís nada.

—Es increíble...—musitó Jan, llenándose los ojos de cuanto había a su alrededor. Su mirada ávida se detuvo por un momento en un espejo mediano situado contra una pared, ¿de dónde diablos lo habrían sacado?

—Oye, Vaniett, ¿qué es esto?—preguntó de pronto Evan, refiriéndose a una especie de cables cilíndricos de goma o caucho, gruesos y largos como culebras, que sujetaba entre las manos. Frente a sí tenía una maleta abierta en la que curioseaba, de la cual iba sacando enseres de cuando en cuando—¿Es algún tipo de cuerda o algo así?

La interpelada se giró para mirar a Evan y ladeó la cabeza en ademán reflexivo. Sabía de buena tinta que el hermano de Mya era un cerebrito en clase de ciencias, pero estaba claro que de objetos de tortura el chico no tenía ni la menor idea.

—Bueno...—titubeó—lo cierto es que podrían usarse para atar a alguien, claro... pero en realidad esas gomas son fantásticas como látigos.

—¿Látigos de goma? Vaya burrada...—masculló Evan entre dientes, pero estaba sonriendo con la misma cara que pondría un niño antes de hacer una travesura.

Alice se sintió tan tenso de pronto que se le cayó un chorro de refresco al suelo.

—Vaya por dios, Alice, ¡no te corras todavía!—soltó Vaniett, quien al parecer tenía ojos en el cogote para no dejar de observarle.

El aludido maldijo internamente mientras dejaba la botella medio vacía a su lado, sin querer hacer comentario, viendo por el rabillo del ojo cómo Jan se levantaba y se dirigía hacia el área donde estaba el trípode y la cámara de vídeo. Su amigo se desplazaba con movimientos torpes de zombi como si anduviera mesmerizado con lo que veía. En cierto modo así era, así estaba Jan: hipnotizado, deslumbrado.

—Son espeluznantes...—Vaniett sonrió ampliamente a Evan, refiriéndose a las gomas.

—Hablas como si las hubieras probado—Evan le guiñó un ojo a Vaniett con osadía, aunque en su rostro pecoso el gesto resultaba más pícaro que incitador.

Ella rió y le sacó la lengua en respuesta a su mirada chispeante.

—Claro que las he probado—elevó la mirada al techo por un momento—no iba a decirlo por decir. Ah, por cierto...—se giró parcialmente hacia Jan y empezó a caminar hacia él con un suave contoneo de caderas—Dejan unas marcas preciosas en la piel... y son excelentes para arrancar gritos.

Jan se obligó a apartar los ojos del generador al pie del trípode para enfrentarle la mirada a Vaniett. Ésta le tomó de las manos.

—¿Gritos?—inquirió Evan como si fuera el eco, aún enfrascado en aquella maleta de la señorita Pepis. Sus rasgos suaves aparecían tensos a la luz pulsante de las velas, y su rostro había palidecido ligeramente bajo los mechones rojizos cuyas puntas se ondulaban hacia dentro y hacia fuera rozando sus hombros. Era la versión masculina de Mya a todos los efectos físicamente: si cambiara los vaqueros desgastados y la sudadera negra con capucha por ropa de chica y se maquillara un poco podría pasar perfectamente por ella.

Vaniett le respondió con un murmullo de asentimiento.

—Ya sabes cómo es Erik—le dijo a Evan en un ronroneo, concentrando sin embargo la mirada fija en Jan y sujetando las manos de éste con suavidad—cuanto más gritas, más le gusta.

Alice resopló sonoramente. Había terminado de mezclar bebidas y ahora buscaba con desesperación algo que hacer, cualquier cosa para acallar la turbulencia nerviosa en sus manos. No sabía exactamente qué era lo que le estaba poniendo tan cardiaco, pero ni las palabras de Vaniett ni su tono de voz juguetón le estaban ayudando en lo más mínimo a calmarse. Tanteo sus bolsillos, sacó el material y comenzó a liarse un canuto con dedos temblorosos, no acertando a desplegar el papel hasta el tercer intento.

Consciente de la tensión de Alice, Vaniett esbozó una sonrisa y desvió su atención por un momento hacia él.

—Alice, guapo. ¿Quieres venir a ver esto?—dijo sin soltar las manos de Jan. Se refería a una especie de repisa de piedra en el centro de la amplia habitación, una tarima elevada sobre la cual caía un juego de cadenas y ganchos herrumbrosos anclados a un rail en el techo. Probablemente era el lugar donde antaño mataban a las reses de tamaño más pequeño -corderos, terneros- aunque en aquel momento, entre escombros a la luz de las velas, tenía aspecto de altar que se usara para sacrificar humanos a una oscura deidad.—Fijaos... tiene incluso algún rastro de sangre seca...

Vaniett soltó despacio las manos de Jan para volverse hacia el altar, inclinarse sobre él y pasar el dedo índice por la superficie. Al doblarse, intencionadamente levantó las caderas para mostrarle a los chicos su generoso trasero en todo su esplendor.

—Oh...

—...me pregunto si alguien me hará sangrar a mí...—murmuró reflexiva como pensando en voz alta, aunque sabía muy bien que sus palabras causarían efecto en los chicos.—Vamos, chicos. No me chupo el dedo, sé que Erik no es el único a quien se le pone dura con esto.

Llegados a este punto cabe señalar que los tres estaban cachondos como fieras, cada uno a su particular manera. Alice estaba que echaba humo y no sabía qué hacer con las sudorosas manos, Jan llevaba en semi-erección desde que Vaniett le había tocado, y Evan también llevaba un rato excitado al ver y al sentir el tacto de todas aquellas cosas que había en la maleta. Dicho de otro modo: si Vaniett hubiera querido hubiera podido merendarse a los tres de golpe al mismo tiempo allí. Ella era lista, sabía que eso era así, encontraba a los hombres más simples que el mecanismo de un lápiz. Y sentirse por un momento la abeja reina del lugar, al menos hasta que Erik llegase y Mya acaparara el centro de atención, la excitaba sobremanera.

Vaniett se giró de nuevo hacia los chicos con una sonrisa traviesa, deteniéndose en cada uno de ellos con los ojos brillantes mientras tomaba asiento al borde del altar. Abrió las piernas sin cortarse un pelo y se clavó obscenamente en el coño el pico sobresaliente de la parte superior. Jan, que era quien más cerca estaba de ella, tragó saliva y retrocedió por instinto.

—Me encantan los chavalines apocados como tú...—Vaniett sonrió con cierta malevolencia y se pasó la lengua por los labios, los ojos fijos en el paquete de Jan—aunque Alice y Evan no se quedan atrás...—despegó en ese momento la mirada de la pelvis del chico para sonreír a los otros dos—Venga, Alice. Si vienes aquí te la chupo. Os la chupo a los tres y luego me coméis el coño—sugirió con jovialidad.

Jan se puso rojo y apretó los labios, Evan rompió a reír desde su rincón.

—¿Eh?¿por qué yo?—la voz de Alice sonó quebrada mientras se afanaba en buscar por el suelo algo que no existía sin querer ver más allá de la cortina de pelo castaño que le caía por la cara, sólo para no mirar a Vaniett.

Ella frunció el ceño visiblemente contrariada, pero a la vez luchando por no soltar una carcajada. Ver así a Alice resultaba muy gracioso.

—Oh, ¿no quieres?

—Tienes novio, Vaniett—gruñó Alice—y es amigo mío.

—¡Oh, venga!—la chica no pudo evitar romper a reír al oír aquello—¡pero a Erik no le importará!

Alice negó con la cabeza, a su pesar ya completamente duro en los pantalones. No quería mirar los labios de Vaniett, no quería pensar en esa boca suculenta abrazando su verga aunque su traicionera imaginación ya estaba proyectando una buena película porno a cuenta de ello.

—A mí sí me importa—masculló.

—Desagradecido—Vaniett sonrió y se giró de nuevo hacia Jan. Se le veía tan mono a éste último, encogido en aquella camiseta de manga larga talla XXL y con cara de no haber roto un plato...—Y tú qué, hm? No te vendría mal una compensación por todo lo que has tenido que sufrir esta tarde...

Jan contempló a Vaniett sin saber qué responder, dudando de que ella hablara en serio.

—Vamos, Jan. Te lo mereces...—insistió Vaniett, y para pasmo de Jan extendió la mano y le agarró por las trabillas de la cintura de su pantalón.—y tú Evan, ¿qué me dices? Alice no quiere, pero tú...¿te animas? Una corrida rápida y así luego aguantarás mucho más cuando te folles a la perra de tu hermanita, porque te la vas a follar, ¿verdad? Vamos,chicos. Me lo trago todo.

La bruja de ojos violeta atrajo a Jan hacia sí de esta manera, tirando de la trabilla del cinturón. Comprobó que ya sin tocarle directamente podía sentir el calor de su entrepierna en los dedos mientras tiraba de él; por otro lado la visión de su cada vez más abultado paquete la hizo insalivar.

—V-vaniett...—Jan empezaba a darse cuenta de que ella tal vez iba en serio—pero Erik debe de estar al llegar...

La aludida empezó a pelearse con el botón metálico del pantalón de Jan sin hacerle a éste ningún caso.

—Qué miedo tenéis a la cólera de Erik...—gorjeó divertida—tranquilo, por esto no se va a enfadar.

Y sin más, tras decir aquello, le abrió los pantalones a Jan y liberó su miembro completamente rígido y duro.

—Vaniett...

—Oh, mira qué barbaridad...—sonrió ella con dulzura inclinándose sobre él, los labios a centímetros del inflamado capullo—qué grande estás, pobrecito.

Levantó los ojos hacia Jan y se arrodilló entre sus piernas sin dejar de mirarle. Una vez se apuntaló en esta posición, sin más ceremonia le agarró el tronco duro y se metió el glande en la boca con glotonería. Cerró los ojos, gimió de placer al probar el sabor de aquel miembro y succionó con ganas al tiempo que le daba un par de meneos bombeandolo lentamente en su puño.

—Aah-ah, V-vaniett...—Jan se estremeció y se contuvo para no hundir las caderas en el rostro de la chica.

Ella succionó más fuerte y luego le soltó, empujándole con la lengua y retrocediendo para sacarle de su boca y así poder hablarle.

—Ven aquí, cerdito. Apóyate.—Suavemente ayudó a Jan a girarse para que pudiera sentarse al borde del altar mientras ella seguía arrodillada entre sus piernas—sólo relajate y déjame hacer a mí...

Ante la estupefacta mirada de Alice, Jan se reclinó contra la superficie de la elevada tarima y echó la cabeza hacia atrás, rindiéndose a las atenciones de Vaniett y al placer que esta le estaba proporcionando una vez volvió a la carga.

Evan por su parte se revolvió en el sitio. Estaba ahí como invitado, ¡no era plan de dejarse comer la polla por la novia del generoso anfitrión! Vaniett había dicho que a Erik no le importaría, pero ¿cómo saber si eso era verdad o si ella no se equivocaba? Por otra parte, el ofrecimiento de ella aún flotaba en el aire y le daba vueltas en la cabeza, ahogado -eso sí- por los ruidos de chupeteos que Vaniett hacía ahora al succionar a Jan con verdadera pasión. Embriagado quizá por estar viendo tal película porno en vivo y en directo, y no sólo viendo sino oliendo y escuchando, finalmente se levantó sin dejar de mirar la escena en el altar, aún con el último objeto que examinaba en las manos.

Alice se encendió el porro y aspiró una larga calada, contemplando cómo Evan caminaba hasta el altar y se sentaba al lado de Jan, prácticamente pegado a él. El objeto que llevaba, una especie de rosario hecho de cuentas ovaladas que aumentaban progresivamente de tamaño, cayó al suelo a sus pies.

Pareció que Evan iba a decir algo pero de algún modo lo que fuera a pronunciar se le quedó trabado en la garganta y él terminó tosiendo. Desde donde estaba ahora, Evan podía ver claramente a Vaniett devorando a Jan, su cabeza bombeando adelante y atrás, su cabello negro azulado recogido en una coleta que se agitaba a causa del movimiento. También podía sentir el aliento del afortunado a su lado, escuchar sus jadeos, notar cómo temblaba de éxtasis junto a su propio cuerpo. Sin pensar en lo que hacía, Evan se inclinó hacia Jan y le besó en el cuello.

Alice, quien no podía apartar los ojos de lo que sucedía ante sí, no se esperaba aquello. Se había fumado medio porro de maría en un suspiro y quizá por eso no puso trabas en echarse a reir abiertamente por la sorpresa, encontrando muy gracioso que Evan hubiera besado a Jan.

Jan se tensó bajo el beso pero fue incapaz de apartar a Evan. Nunca se había fijado en otro chico, pero tal vez por la dedicación que le ponía Vaniett a la chupada lo que hizo Evan no le causó ninguna repugnancia, más bien al contrario. Sintió como se humedecía en la boca de Vaniett goteando pre como loco para regocijo de ésta, golpeó con las caderas sin poderse contener y aferró a Evan por el hombro, subitamente deseando sentir esos labios en los suyos.

Alice continuaba fumando y riendo mientras Evan y Jan se morreaban. No le pasó desapercibido que la mano derecha de Vaniett tanteaba ya la bragueta de Evan para abrirle los pantalones y bajárselos como hizo con los de Jan. Mierda, si llegaba Erik ahora para presenciar eso, ¿se uniría a la fiesta o castraría a aquellos dos infelices? Escuchó como Vaniett gemía con la boca llena mientras agarraba el miembro tieso de Evan, y por instinto se llevó la mano a sus propios pantalones.

Por su parte, Evan y Jan habían subido el nivel. Parecían estar luchando a lengüetazo limpio, las bocas abiertas y babeantes, ambos obligados a girar el torso el uno hacia el otro para mantener las caderas bloqueadas hacia Vaniett, quien sin dejar de chupar a Jan había empezado a masturbar a Evan.

Jan se sintió mareado. Estaba respirando demasiado rápido. El olor y el sabor de la saliva de Evan le estaban volviendo loco, y a la vez Vaniett estaba ordeñándole la polla con los labios, dejando que su glande se le frotara contra el cielo de la boca. Los besos de Evan eran largos, dulces pero se sentían como... penetraciones en la boca o eso le pareció; cayó en la cuenta de que Evan era...¿guapo? era el mellizo de Mya en definitiva, no era tan anormal que le gustara, ¿significaba eso que él era gay? realmente estaba disfrutando todo cuanto Evan le daba, aunque sabía que quizá luego ya no podría volver a mirarle a la cara en los días venideros.

Alice apagó el porro en el suelo infecto y lanzó la chusta lejos de él. Resoplaba como una locomotora, ya no tan pendiente de disimular su propia excitación; qué demonios, ¿cómo iba a mantenerse sereno con la fiestecita que se estaban dando los otros tres en sus narices? Alice tenía decencia -o eso quería pensar-, respetaba a Erik y todo eso, pero no era de piedra, no lo era en absoluto.

—Eres tonto...—Vaniett había liberado un momento su boca y se había girado para mirar a Alice por encima de su hombro—Vamos, ven a follarme, Alice.—acompañó estas palabras con un movimiento insinuante de caderas levantando el culo, ofreciéndose directamente al chico a sus espaldas. Luego se volvió y agarró los miembros de Evan y Jan con firmeza, obligándoles a los chicos a girar la cadera para masturbar ambos rabos juntos el uno contra el otro.

—Gnh!—Jan soltó un gruñido entre beso y beso y Evan le mordió la boca.

Tanto uno como otro podía sentir con claridad el miembro del contrario humedecerse y endurecerse aún más contra el propio. La polla de Jan estaba pletórica y bien lubricada, se sentía tan mojada después de la mamada que Evan sintió el impulso de frotarse contra ella con ferocidad, e inevitablemente comenzó a golpear con las caderas al compás del bombeo de Vaniett. Jan sofocó un gemido en los labios de Evan, sintiendo a éste palpitar contra su glande; como no podía ser de otra manera respondió al golpeo, yendo a su encuentro en cada embestida. Vaniett gemía con dolor de vacío en el coño, loca por que Alice se acercara desde atrás y se la hincara de una vez, forzando la postura para abrir las piernas cuanto podía y a la vez alcanzar a dar un par de lengüetazos de vez en cuando a los pollones que masturbaba a destajo.

Los tres cuerpos empezaron a retorcerse contra aquel maldito altar, y finalmente Alice se rindió. Sin dejar de mirar fijamente la escena que tenía delante, se irguió hasta ponerse de rodillas y se puso en pie con cierto esfuerzo. Se tocó por mero reflejo empezando a notar el olor a sexo, se mordió el labio con fuerza y avanzó vacilante hacia Vaniett.

—Eh, metalero. Ven aquí...—jadeó esta, liberando a los chicos y girándose hacia Alice. Claramente era él quien más le interesaba de los tres—vamos a dejarles a estos que se diviertan solos...

A los chicos no pareció molestarles aquel giro de acontecimientos, porque inmediatamente Evan agarró a Jan por las caderas y se lo sentó encima cara a cara. Ambos llevaban los pantalones por las rodillas y Jan podía separar las piernas lo justo para abrazar con ellas la cintura de Evan sin tener que quitárselos. Seguían comiéndose las bocas sin detenerse, sin hablar, respirandose y mordiéndose el uno al otro; Jan enredó los dedos en el cabello rojo de Evan y le gimió en la boca, mientras éste le sujetaba por las caderas y le humedecía con su glande entre las nalgas.

—...¿soy el único que piensa que esto es muy raro...?—Alice se dio cuenta de que estaba jadeando. Quizá el porro había tenido algo que ver en que ahora se sintiera como en otro mundo, expectador y partícipe de un sueño bizarro. No alcanzaba a comprender por qué ahora que estaba al rojo vivo seguía viendo ese condenado símbolo en su cabeza, cada vez con más claridad, pero así era.

—¿Evan y Jan follando?—inquirió Vanniet rodeándole con los brazos y dejándose caer sobre él, pensando que se refería a aquella parte de la historia.

—Sí, no lo sé... todo...

A Jan nunca le habían metido nada por detrás, pero era tal el calentón que llevaba sobre los muslos de Evan que él mismo comenzó a sentirse abierto y con hambre por ahí, antes de que su improvisado compañero de juegos se insinuara siquiera en las inmediaciones de su agujero. Colocó ambas manos en los fuertes hombros de Evan y comenzó a dar pequeños botes sobre él sin dejar de besarle con ansia, permitiendo que la punta del grueso miembro se frotara entre sus nalgas y se colara un poco más adentro.

—S-soy virgen...—acertó a decir rompiendo el boca a boca con Evan por un momento.

Alice se echó a reir, Vaniett le había empujado nuevamente de vuelta al suelo y ahora gateaba sobre él.

—De qué te ríes...—preguntó ésta con un susurro gatuno, montándose a horcajadas sobre las caderas de Alice y buscando su polla dura para frotarse contra ella.

—Jan le acaba de decir a Evan que es virgen...—estaba cachondo, estaba fumado, no podía dejar de reír al tiempo que elevaba las caderas para sentir la entrepierna caliente de Vaniett a través de la ropa.

Evan se inclinó sobre Jan y le dijo algo al oído, a lo que este reaccionó gimiendo fuerte y moviendose aún más rápido encima de él.

—S-solo la punta...—la voz le temblaba a Jan cuando usó su propia mano para separar las mejillas de su trasero y facilitarle el camino a un salvajemente excitado Evan.—por favor...

Alice escuchó aquel ruego desflecado en jadeos con toda claridad. Sin saber por qué, aquel aleteo en la voz de Jan le hizo palpitar contra Vaniett. Sonaba tan hambriento que incluso tenía un punto lastimero, como si Jan realmente necesitase rabazo aunque no se atreviera a pedirlo, aun sin estar seguro de si podría soportar lo que una penetración iba a doler. Era sencillamente increíble, subrealista, si uno pensaba que Jan estaba entregando su virginidad anal sin más a un compañero de clase... pero la cabeza de Alice estaba demasiado revuelta como para centrarse en esta idea. Abrió los ojos para ver el sucio techo sobre él; Vaniett se encontraba inclinada sobre su estómago, le había levantado la camiseta negra y le lamía ahora por debajo del ombligo.

—Qué duro estás, Alice...

La espalda del aludido se arqueó cuando éste sintió la palma de la mano de Vaniett sobándole el paquete y sus dientes cerrándose en el botón de su pantalón, ¿sería capaz de desabrocharlo de esa manera? Alice rezongó y sin pensar colocó la mano derecha sobre la cabeza de Vaniett, enredando los dedos entre los suaves mechones de su cabello y presionando la nariz de ésta contra el bulto que le reventaba los pantalones.

—Ahg, ¡Evan!

Jan estaba ahora fuera del campo de visión de Alice pero, a juzgar por el grito que acababa de dar, éste comprendió que Evan se la estaba empezando a meter. Oh, joder, ¿realmente era posible que aquello estuviera ocurriendo? A pesar del calentón, Alice volvió a troncharse de risa debajo de Vaniett.

—¿Qué es lo que te hace tanta gracia?—Ella se había contagiado y reía también con un punto de inocencia. Ya le había abierto los pantalones al metalero y ahora le lamía por encima del boxer, pasando la lengua a lo largo del tronco desde la base hasta la punta que asomaba fuera de la goma superior, e incluso mordisqueandole.

—Evan, Evan...—la voz de Jan se rompía en gemidos delirantes contra las paredes—Evan, no...

—Aguántalo...—siseó el pelirrojo, y de alguna manera, a pesar de la distancia, Alice escuchó claramente aquel susurro entre dientes.

—Están follando...—murmuró casi para sí, aún sujetando a Vaniett contra él por detrás de la cabeza. Se vio de pronto corriéndole la cara en cuestión de segundos, disparandole a chorro en esa posición sin dejar de apretarle la nuca. Contrajo la mandíbula y se tragó un gemido, sintiéndose de pronto muy cerca del climax que se moría por cabalgar.

Vaniett respondió algo ininteligible contra la polla de Alice.

—Evan... duele...

—Vamos, nene, muévete.

Alice echó la cabeza hacia atrás con los ojos abiertos. No se pudo resistir, quería verlo, ver cómo se lo montaban aquellos dos que ya gemían como animales encima del condenado altar. Sintió como Vaniett le sacaba la polla y los huevos del boxer para empezar a lamerle, a mamarle y a moderle, suavemente pero con notable ansia. Contuvo el aire viciado en los pulmones durante unos segundos y, cuando exhaló, dejó escapar un gemido largo desde el fondo de su garganta.

A través de sus ojos acuosos, Alice podía ver a Jan ahora dando botes sobre las rodillas de Evan, tratando de absorber las esforzadas estocadas que éste le propinaba desde abajo. Por una parte su baile sugería que quería esquivar los pollazos, por otra parte era imposible saber si se estaba retorciendo de dolor o de placer en el regazo de su compañero, o por ambas cosas juntas. De cualquier manera, Alice también podía ver las manos de Evan sujetando a Jan fuerte por las caderas y reteniéndolo en el punto justo para penetrarle a fondo; los largos dedos ahusados se habían puesto blancos de tanta presión con que el dueño los clavaba aferrando la carne de su presa, era imposible escabullirse de ese cepo.

Alice gimió mientras sentía que Vaniett le ponía un condón, viendo que Evan ya le daba a Jan tan duro que las nalgas de este temblaban y cada golpe de cadera sonaba como un choque húmedo carne contra carne, terriblemente obsceno.

—Alice...—Vaniett jadeaba sobre él, sujetandole la polla forrada en latex por la base para introducirla de golpe en la cueva goteante que tenía entre las piernas. Iba a clavarsela hasta el fondo de una vez porque ya no podía más, no sólo porque tenía ganas de ser penetrada sino porque tenía ganas de Alice, ganas inconfesables que había contenido dentro de sí desde meses atrás.

—¡Evan!

Jan lloraba abrazado al hermano de Mya pero ahora botaba cada vez más fuerte sobre sus muslos, tragándose ya sin rechistar las virulentas acometidas. Su miembro duro oscilaba con cada vaivén y se frotaba contra el estómago y el torso de su compañero de juegos, empapando la piel de éste con fluido preseminal en un goteo incesante. Comprendió que si todo seguía así en sólo segundos se correría irremediablemente, con el culo roto y los dientes de Evan clavándose en su hombro, pringando a éste con la lechada masiva que no podría contener.

—Alice, ¡Alice!—Por su parte, Vaniett ya había engullido el pollón del metalero hasta el fondo y danzaba ahora sobre él, cabalgándoselo como experta amazona.

—Vaniett, más despacio...—se las apañó para balbucear Alice—Hah... todavía no quiero...¡Nhm!

Pero ella se inclinó entonces para tomar los labios de él entre los suyos y silenciarle con un largo y húmedo beso al que Alice fue incapaz de no responder.

Alice se perdió en aquel beso, cerró los ojos sintiendo que se mareaba y escuchó el rugido ahogado de Evan cuando éste comenzaba a correrse. Sin darse cuenta había empezado a empujar con las caderas para clavarse más en Vaniett, abriendo golpe a golpe aquel tunel caliente que le tragaba desde arriba. Las fuerzas le habían abandonado, sus caderas se movían solas, le temblaban las piernas...

—Pero bueno, ¿qué diablos estáis haciendo? ¿habéis soltado hormonas en el aire o qué?—la voz ronca de Erik, ahora con la sombra de una carcajada contenida, resonó entonces contra las paredes de la estancia, elevándose por encima de los gemidos y los jadeos húmedos. Estaba parado en el arco de entrada a la nave principal, sujetando a Mya sobre su hombro, con las piernas ligeramente separadas para ganar estabilidad sobre el suelo mugriento.

Aunque el tono de voz de Erik sonaba divertido, a Alice se le heló la sangre en las venas.

—Joder, joder. Os dejo solos un momento y cuando vuelvo mira lo que me encuentro...—rezongó Erik, avanzando hacia el altar donde Evan y Jan acababan de correrse prácticamente a la vez para dejar a la inerte Mya. Dejó caer el cuerpo de ella sin demasiado cuidado al pie de la tarima y meneó la cabeza con teatral desolación—desde luego, qué vergüenza. Podríais haberme esperado por lo menos... y tú, genio del metal—añadió girándose hacia Alice y Vaniett con gesto socarrón, sin asomo de molestia en la mirada—deja de follarte a mi novia y ven aquí, hay que amarrar a esta puerca antes de que se despierte.

Alice dio un respingo bajo Vaniett, quien para su desgracia (o deleite) no parecía tener la menor intención de apartarse.

Erik se movió hacia la maleta abierta que había estado curioseando Evan antes y sacó un rollo de cuerda. De camino, recogió el largo rosario de cuentas que se le había caído a éste de las manos cuando fue al encuentro de Jan en el altar.

—Ay. No se debe jugar con cosas de mayores si no sabéis cómo funcionan...—se carcajeó, volviendo a guardar con mimo el artefacto dentro de la maleta—Vamos, venga. Ya habrá tiempo de fornicar más tarde, echadme una mano con las cuerdas.