Avería

O de cuando Murphy se alió con Eros gracias a Newton

Siempre había oído hablar de la atracción sexual, pero nunca lo había comprendido tan intensamente como cuando sentí por primera vez nuestros cuerpos acercándose ligados por algo tan prosaico como la ley de la gravedad.

Ya han transcurrido dos meses desde qué el resto del equipo descendió al planeta dejándonos a Ana y a mi a cargo del mantenimiento de la nave, lo cierto es que en ningún momento durante el trayecto desde la tierra me había interesado en ella, los ingenieros suelen relacionarse únicamente entre ellos y yo, como técnico de soporte, o “chapuceros”, tal y como suelen referirse a nosotros, me movía en otros círculos sociales de nuestro reducido grupo.

Aun no sé si aquella primera vez fue algo casual o ella lo provocó, mil una veces he revisado la avería en busca de pistas, nada apunta al sabotaje, pero … Cuadró todo tan bien …

Ella estaba impresionante, apenas cubierta con sus prendas deportivas (a las que yo solía referirme como ropa interior) mientras realizaba los ejercicios reglamentarios a los que debemos dedicar dos horas al día, yo también iba a entrar en el espacio del gimnasio cuando la vi. Ella estaba de espaldas a la puerta y perfectamente iluminada, ella estaba dedicada a tocarse los dedos de los pies, con esa flexibilidad que, en caso de ser mi cuerpo el sometido a esa tensión, auguras un chasquido y la inmovilidad futura, y cada vez que se agachaba, su breve pantalón se recogía sobre la nalga contraria mostrándome un glúteo conformado exquisitamente, los labios mayores quedaban perfectamente dibujados hacia mi, sus piernas abiertas, hacían de marco a unas tetas que me hacían humedecer los labios y añorar mis tiempos de lactante.

Tras contemplar la escena, estaba a punto de irme (mis pantalones de deporte traicionaban de forma muy poco discreta el resultado de observarla) cuando ocurrió la avería. En un momento, las brillantes luces de la nave se apagaron y sentí mi cuerpo comenzar a flotar por la pérdida del campo artificial de gravedad.

Fue una sensación terrorífica, verte de repente sumergido en la oscuridad más absoluta, flotando sin ninguna referencia y con tu oído interno sin ser capaz de indicarte nada sobre tu movimiento y posición. Cuando las luces de emergencia se encendieron, fue como pasar del infierno al cielo … El pánico y la oscuridad se vieron relegados al olvido cuando se hizo la luz, estaba frente a ella, apenas a un par de metros, su rostro sorprendido dirigido hacia mi, sus ojos y su piel, húmeda de sudor. brillaban a la tenue luz. Los dos estábamos allí, inmóviles, uno frente al otro, mirándonos en la semi oscuridad, no hablamos, no nos movimos, únicamente flotábamos y nos mirábamos.

Mi erección era más que evidente, y ella una y otra vez dirigía la vista hacia mi entrepierna, con una expresión azorada que, sin embargo, se iba transformando en expresión de deseo, yo sentía lo mismo que ella viendo como sus pezones iban adquiriendo personalidad bajo la fina tela de su top. Cuando noté que algo tan simple como la atracción entre dos cuerpos nos estaba acercando el uno al otro, me entró pánico, ella debió también de ser consciente en aquel momento, pues una expresión de alarma cruzó su rostro, nos miramos como pidiendo disculpas por lo que iba a ocurrir, pero ninguno de los dos hizo nada por tratar de evitarlo, solo nos mirábamos de manera cada vez menos azorada, cada vez más ansiosa. No se por qué me empecé a desnudar, sentía que todo me sobraba, sabía que quería ser todo piel ante sus ojos. Ana pareció sorprendida ante mi actitud, pero no dijo nada, seguía todos mis movimientos y, con asiduidad, humedecía y mordía sus labios.

Cuando quedé flotando completamente desnudo, rodeado por mi ropa que seguía mi órbita, ella se quedó contemplando fijamente mi pene erecto dirigido directamente hacia ella y que se acercaba milímetro a milímetro, lo miraba, entreabría sus labios húmedos y los recorría recorría con la punta de su lengua, entonces, tomó una decisión, siguiendo mi ejemplo, se deshizo de su ropa, y flotó hacia mi, frente a frente, con una belleza indescriptible que hacía que tampoco mi boca fuera capaz de estarse quieta soñando con morder, chupar y lamer toda aquella piel, ese cuerpo menudo y graciosamente conformado.

Cuando apenas nos encontrábamos a unos centímetros, abrió sus piernas, mostrándome una vagina sonrosada y chorreante, ambos, ajustamos con precisión nuestras respectivas posturas hasta que apenas a un par de centímetros, mi glande quedó embocado hacia la entrada de su vagina, y nos quedamos, quietos, expectantes, viendo como nuestros sexos se aproximaban el uno al otro.

Cuando mi miembro rozó el suyo y comenzó a sumergirse en su interior, sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, ella debió de sentir algo parecido, pues sus ojos se cerraron y emitió un gemido largo y agudo. Yo seguía hipnotizado la penetración, veía mi miembro desaparecer completamente en su interior, sentía como me abría paso y como sus músculos vaginales se contraían y relajaban haciéndome sentir un placer como nunca antes lo había sentido.

Al encontrarse nuestros pubis, estallamos en un orgasmo conjunto como si la fase final de nuestro acoplamiento hubiera sido llevado a cabo con una cuenta atrás., nuestros sexos convulsos quedaron unidos compartiendo fluidos, nuestros cuerpos unidos únicamente polla con coño, orbitaban el uno al otro.