AVENTURAS Y DESVENTURAS HÚMEDAS. Segunda Etapa 4

Una nueva chica pondrá a temblar la lealtad de Sergio.

Sergio y Marta oficialmente volvieron al de tres días después de su encuentro en la biblioteca. La joven acabó derramando alguna lágrima de felicidad al escuchar que “su chico” la perdonaba y volvía a confiar en ella. El muchacho se había creído las sinceras disculpas y dio por válida la historia de cómo mientras estaba con su ex, Marta solo pensaba en él. En verdad, habían sido tres días porque Sergio había decidido hacerse el duro, o eso pensaba él, porque realmente hubiera aceptado al día siguiente de la conversación.

La primera semana fue un éxtasis de felicidad, los dos sonreían en todo momento y la placidez era lo que primaba en la relación, aunque también otra cosa. Al siguiente fin de semana, fueron a un hotel para en palabras de Marta “recuperar el tiempo perdido” y… lo recuperaron. Estuvieron tanto el sábado como el domingo sin salir de la habitación, solo disfrutando de la cama y el calor mutuo. Probaron la ducha, la cama, la silla, el suelo… incluso lo hicieron en la taza del baño para rememorar su “segunda” primera vez.

Sin embargo, lo que apareció como un huracán, al poco tiempo se disminuyó quedando en una brisa de verano. La fogosidad de los primeros días desapareció a la tercera semana y al mes, la relación volvía a sus orígenes, a como era antes de su ruptura. Rutinaria.

Los paseos sin rumbo y con poco que contar estaban a la orden del día. Los planes casi eran obligatorios para tapar la carencia de la compañía, en resumen, si paraban de hacer cosas, simplemente se aburrían.

Sergio lo fue notando y a comienzos de diciembre, comenzó a darse cuenta de la realidad. El sexo había disminuido, era normal, no podían mantener el ritmo de las primeras semanas, pero volvía a ser tan común como antes, casi similar a cumplimentar un informe. Él solía pasearse por sus bajos para humedecer la zona, se colocaba arriba haciendo que esta terminase y después, ella hacia lo mismo cabalgándole en un silencio sepulcral.

Cada día, veía más claro que la situación no había cambiado en lo absoluto, aunque de momento no le incomodaba. Pensaba que quizá fuera su culpa, que tenía que acomodarse a la nueva vida en pareja que había olvidado, o quizá simple tensión por los exámenes que se aproximaban… cualquier cosa. Lo mejor de todo, o por lo menos así lo veía Sergio, era que el estudio lo sentía como una prioridad. Con los exámenes más o menos cercanos, prácticamente a diario estaban estudiando en la biblioteca, eso sí, jamás volvieron a desatar sus fuegos internos en el baño.

A mitad de diciembre, con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina, salieron a hacer su rictus habitual, dar un paseo cogidos del brazo. Para muchas parejas eso era suficiente para disfrutar, bien pegados y una conversación agradable les bastaba para pasar horas y horas caminando sin rumbo, solo disfrutando de la presencia del otro. Sin embargo, para estos dos no era el caso y cada día el joven tenía más muestras de ello.

Pocos temas trataban y la mayor parte de las conversaciones se centraban en los exámenes. No avanzaban y su complicidad cada vez iba a peor. En uno de esos paseos exasperantes que no terminaban, cerca de la hora de volver a casa, pasaron por un parque cerca de la casa de Marta y el joven vio algo que le llamó la atención.

Observó a lo lejos, que un grupo de adolescentes estaban bebiendo formando un círculo. No era nada raro, en aquel parque el botellón estaba a la orden del día, bien lo sabía Sergio que lo había hecho en muchas ocasiones. Pero lo que más le llamó la atención, fue que dentro de ese grupo de chicas que veía a la lejanía, estaba su hermana.

Movido por un afán de venganza o por buscar un poco de diversión, le comentó a Marta que quería pasar al lado de aquellas chicas. Al principio su novia le miró con cara de extrañeza, tuvo que explicarle que a la que quería ver era a su hermana y no a una cualquiera. Cuando llegó al círculo donde las cinco chicas se encontraban, Laura no se había percatado de lo que estaba a punto de suceder, si no se hubiera dado a la fuga.

—Mi querida hermana, ¿Qué tal estás?

Laura se dio la vuelta sin notar la presencia de su hermano mayor, quedándose de piedra cuando este se agachó y la abrazó delante de sus amigas. La muchacha no dijo nada, solo abrió los ojos lo más que pudo, era la primera vez que la veían bebiendo y en casa no lo sabían, el corazón se le heló.

—Qué poco te alegras de verme.

—Sergio… —se levantó inquieta y con unas buenas formas que no eran las comunes— no… no te había visto.

—Bueno, ahora ya me ves, no vas a darme un abrazo… de esos enormes que me das en casa.

La joven abrió los brazos al tiempo que escuchaba unas joviales risitas a su espalda.

—¿Qué haces aquí? —le señaló con gracia mirando las botellas a la par que se separaban y reía de la forma más maligna que conocía— No sabía que bebieras ¿mamá y papá lo saben?

—No… si yo no bebo… son solo ellas, yo estoy aquí… acompañándolas, nada más. —tenía claros síntomas de nerviosismo y un olor proveniente de su aliento que no podía enmascarar.

—Sí, claro… —dijeron dos amigas al unísono detrás de ella.

—Uy… qué mal, qué mal… —negando lentamente con la cabeza— Tendré que decírselo —añadía el joven tratando de aguantarse la risa.

—Sergio… —escuchó como su novia con una media sonrisa le miraba para que terminara con la broma, su hermana parecía que se estaba agobiando.

Laura saltó hacia donde se encontraba Marta, una chica preciosa que era la primera vez que veía y no entendía cómo podía estar con Sergio. La sujetó de las manos y con cara de pena,  trató de buscar una aliada para que terminara aquella tortura.

—Marta, ¿verdad? Soy su hermana, Laura. Lo siento por esta presentación… pero, llévatelo, ¡por favor! —estiró la última vocal a tono de súplica y ruego. Su “cuñada” se rio al tiempo que acariciaba la cabeza a la joven.

—Tranquila, ahora nos vamos. Aunque primero… parece que se está presentando a tus amigas. —no pareció darle importancia y le preguntó a la joven— ¿Qué es la primera vez que bebes?

—No… pero, en casa todavía no lo saben. Me da cosa decirlo, no quiero que me echen una bronca, además apenas bebo. Solo cuando salgo de fiesta y no soy de las que más toma.

Marta miró las tres botellas de ron que las cinco chicas compartían y no pudo evitar pensar que seguro que bebía más de lo que afirmaba.

—No te preocupes, Sergio no va a decir nada, ya me encargo yo de eso. Eso sí, no le molestes en casa que haber si se le va a escapar la lengua… si pasa, me lo dices.

Le guiñó un ojo para después sonreírla con sus dientes perfectamente alineados y blanquecinos que le resultaron encantadores a la hermana de Sergio.

Detrás de ellas, justo cuando Laura se acercaba a Marta para pedir que se llevasen a su hermano, Sergio se presentaba a las cuatro amigas de su hermana.

—Buenas noches, chicas, cuidar de mi hermana. Que no beba mucho y vacilarla un poco con el abrazo que me ha dado ¿okey?

—Síííí —afirmaron todas a la vez como si estuvieran en medio de una clase del instituto.

Una de las chicas se le quedó mirando mientras se volvía a poner de pie. Sergio se percató de la mirada, le resultaba ciertamente familiar, pero no sabía de qué. Los ojos casi negros de la muchacha le penetraban y sin cortarse le dijo.

—¿No te acuerdas de mí? —la miró analizando cada centímetro de piel, pero no encontraba similitudes que le dieran una pista. Movió la cabeza y antes de añadir que no, ella contestó— Soy Alicia, hace mucho que no paso por tu casa, pero no veas las veces que he jugado allí con tu hermana.

—¡Vaya, Alicia! —dijo Sergio echándose una mano a la cabeza— Menudo cambio has dado, si contigo he jugado a tomar el té con las muñecas. —las demás chicas se rieron y ella se tapó los ojos por vergüenza—Si no me lo llegas a decir no te hubiera reconocido, has crecido mucho. Aunque bueno es lo normal, la gente crece cuando pasan los años…

—Sergio… —llamó Marta desde atrás para que dejara de molestar al grupo de su hermana— Vámonos, cariño. Deja un poco en paz a tu hermana pequeña.

Asintió con la cabeza viendo como Laura fruncía el ceño. “Bueno, esto por esas malas caras de todos los días” pensó observándola enfurruñada junto a su novia. Volteó la cabeza y se despidió de todas con un saludo, mirando de nuevo a Alicia para decirla.

—Me ha alegrado mucho el verte. Igual coincidimos otro día.

Volvió caminando unos tres pasos donde su novia que le miraba conteniéndose la risa y sosteniendo a su “cuñada” por los hombros en señal de defensa.

—Ya me voy, Laura, pero antes… dame un beso, anda.

—Sergio —le volvió a decir Marta esta vez soltando una pequeña carcajada.

—Bueno, vale… sin beso. Ya te los daré al llegar a casa.

—Como te odio, de verdad. —bajo el manto protector de Marta, su hermana parecía un bebe hinchado de rabia.

—Yo creo que no me odias. Me amas muchísimo.

Sergio le alborotó el pelo en señal de cariño para que su hermana después de despedirse educadamente de Marta, se alejara del joven tanto como pudo, mientras sonreía victorioso.

—Te has pasado un poco, estaba con la cara roja como un tomate —le comentó su novia unos pasos más adelante sin borrársele la mueva de felicidad.

—Ya la pediré perdón, pero espero que me dé ese beso, si no a mis padres que va.

Los dos acabaron riéndose mientras el chico acompañaba a su novia a casa en vísperas navideñas. Las luces colgadas entre fachadas daban un color precioso a la calle, el clima frío hacia que ambos cuerpos se apretaran más y el ambiente de felicidad se respiraba en cada esquina. Dos enamorados riendo a la luz de la Navidad, podía ser un momento para el amor, para las nuevas oportunidades, pero en realidad sería de las últimas veces que reirían juntos.


El día siguiente fue sábado y Sergio se desperezó algo más tarde de lo normal, no tanto como su hermana que hasta pasado el mediodía no dio señales de vida. Daba la sensación de que se lo había pasado bien.

Lo curioso del día sucedió pronto, nada más mirar el móvil mientras seguía tirado en la cama. Tenía un mensaje de su novia, el último te quiero antes de meterse en cama, más por cortesía, que por amor, o eso era lo que pensaba, aunque no se desencaminaba de la realidad. Sin embargo, otra cosa le llamó mucho más la atención que ese pobre mensaje. Era una notificación de Instagram, alguien le había comenzado a seguir.

Entró en su perfil y acercando la vista de la foto, confirmó lo que el nombre de usuario le delató, era Alicia. Con un movimiento rápido de dedos, antes de pensarlo la aceptó y la siguió. Tampoco tenía ninguna razón para no hacerlo, pero su mano fue más rápida que su mente, sobre todo a las mañanas tenía las de ganar.

A los pocos segundos, ella le confirmó la petición y Sergio, aún tirado en la cama envuelto entre las sabanas, comenzó a ver las fotos de la muchacha. La vista no le desagradó, tenía diecisiete años, la misma edad que su hermana, si la memoria no le fallaba, era su amiga desde preescolar.

Había un montón de fotos de fiesta, de vacaciones, disfrazada, de “postureo”… incluso alguna en bikini en la que Sergio se detuvo un poco a cotillear. Lo que veía no estaba nada mal, un cuerpo menudo, pero en forma, con unos senos bien puestos que se notaban algo voluminosos dentro del bañador, seguramente del mismo tamaño que los de Marta.

Justo al salirse de esa foto, algo le sorprendió de una forma que casi le hace saltar en la cama. Una notificación de mensaje le había llegado, ¡Alicia le había escrito!

—Holaaaaa.

—¿Qué tal? —contestó Sergio pensando a que vendría ese saludo.

—Nos hiciste pasar ayer una noche entretenida.

—¿Y eso?

—Laura sufrió unos cuantos vaciles, todo fue unas risas.

—Me alegro, aunque no por mi hermana, igual lo pasó mal.

—No, si acabó riéndose y todo. —envió ese mensaje y mientras la chica escribía Sergio pensaba en su pobre hermana “¿igual me pasé?”— Eres muy enrollado, bueno siempre lo has sido.

—¿Sobre todo cuando jugábamos a tomar el té?

—Jajajaja me encantaba cuando te ponías a jugar con nosotras.

—Pues apenas me acordaba. Cuando me lo recordaste ayer me vino más a la memoria, pero que va. Es más si no me dices que eres tú, no te hubiera reconocido, estás muy cambiada.

—Espero que para mejor.

—Sí, sí, claro. Aunque bueno es normal, tenía tu imagen de niña y has crecido. —el tono de la conversación daba la sensación de ser muy distendido.

—Suele pasar… la gente crece. —le añadió un icono sacando la lengua y Sergio sonrió ante la pequeña broma que rememoraba su propia frase.

—Está bien que me lo recuerdes… ¿Qué tal ayer, os lo pasasteis bien?

—Muy bien, había bastante fiesta.

—Qué envidia, hace como un mes que no salgo, estoy ahora estudiando para los exámenes e imposible.

—Pues oye, eso no está bien, tienes que salir. Así te relajas y coges fuerzas para estudiar —Sergio recordó como en su época de instituto eso sería posible. Sin embargo en la universidad, salir equivalía a perder un valioso día de estudio. Alicia siguió en otro mensaje— La próxima vez, te quedas con nosotras, igual a tu hermana le da algo.

Sergio sintió que su experiencia y los años de ventaja con la jovencita, le hacían saltar un pequeño aviso dentro de su cabeza. Aquello podía ser un pequeño coqueteo, todavía no tenía pruebas, pero la situación se encaminaba hacia ello. Unos pequeños temblores se apoderaron de su cuerpo y se tapó aún más, casi quedando por completo debajo del edredón.

—No estaría mal… pero es verdad, no creo que a Laura le haga mucha gracia. ¿Por dónde soléis salir? —le preguntó mientras su mente le decía “no le estás mintiendo a Marta, no lo haces…”.

—Por el pueblo, que aquí podemos entrar en todos los bares.

—Nosotros, también. Raro que no hayamos coincidido, aunque últimamente con lo poco que salgo…

—Pues la próxima vez a ver si nos vemos ¿no? —“si mi instinto no me falla, esta pregunta es menos inocente de lo que parece” decía con un cosquilleo que le comenzaba a rodear los genitales.

—No estaría mal.

Contestó dejando el móvil en la cama, su corazón golpeaba con dureza y su miembro comenzaba a recibir sangre de todos los lugares. Había sido una respuesta simple, sin dobles interpretaciones, una conversación normal, entre dos conocidos, ¿o no?

La respuesta de la chica fue un guiño en forma de icono. Las pistas que veía una mente calenturienta como la de Sergio, le podían hacer pensar que la jovencita pretendía algo más. Sin embargo, lo que más le preocupaba era que algo en su interior le hacía sentirse realmente mal. Todavía tenía el mal sabor de la traición muy reciente, esa penosa sensación de haber sido engañado por alguien a quien quieres.

Su cabeza le decía que si la amiga de su hermana quería algo, no debería ni pensárselo y rechazarla en el acto. Pero su cerebro situado entre sus piernas, le hablaba de otra manera, diciéndole todo lo contrario.

Abrió de nuevo el móvil, dirigiéndose a alguien que de seguro podría ayudarle, porque él en su momento hizo lo mismo con ella. Comenzó a apretar los botones de la pantalla y en un momento, estaba en la conversación con su Tía Carmen.

—¿Te pillo bien, tía?

—Por supuesto. Tú, siempre.

—Tengo una cosa que me acaba de asaltar, no es que sea realidad del todo, es una suposición hipotética.

—Demasiadas vueltas… dime, Sergio, ¿Qué pasa?

—Una chica creo que ha comenzado a coquetear conmigo.

—Entiendo con lo que me vas a venir. ¿Qué tal con Marta?

—Muy sin más, apenas hacemos cosas, paseamos casi sin hablar o solo de los estudios. Fueron unas buenas semanas, nos reíamos y tal… pero ha vuelto todo a lo mismo.

—Hijo, ¿Qué se te ha pasado por la cabeza?

—Si esa chica me dijera para quedar, ¿Qué debería hacer?

Lo que Sergio buscaba en esta ocasión, aunque él no lo reconociera, era el beneplácito de alguna persona. Su tía era la idónea, habían hablado de un tema similar y ella había engañado a su marido con el joven, no podía haber mucha diferencia en lo que hacía ella a lo que pretendía Sergio. Además que solo eran suposiciones, Alicia no quería nada con él, aunque la posibilidad de que “sí quisiera” aumentaba en su cabeza a cada minuto. Su subconsciente quería que así fuera.

—Primero háblalo con tu novia y segundo, si crees que esa chica te gusta, pues inténtalo.

—No me gusta, tía. Digamos que está en mi clasificación, pero no en el 5% que te conté.

—Jajajajaja tus clasificaciones… qué buenos recuerdos… —Carmen hablando desde su cocina, miró al jardín recordando los pocos días de verano que pasó con su sobrino. En ese momento, un escalofrío muy sentido le recorrió toda la columna teniendo que respirar hondo para serenarse— Si solo es para una noche, ¿crees que merece la pena cortar con Marta?

—No lo sé… quizá si lo hago sin que ella se entere…

—No. Eso no lo hagas. Si se acaba enterando habrá mucho dolor y no creo que te guste.

—Tía, al fin y al cabo ella me lo hizo primero.

—No estás con ella para devolverle las cosas —su tía tenía mucha razón, aunque el joven quisiera creer más lo que le gritaban sus partes nobles. Acabó por sentenciar— para eso, no haber vuelto.

—Carmen, pero no hay nada de malo en que lo haga. —a este punto quería llegar, donde su tía seguro que se ablandaba y convertía lo que rondaba por su mente en algo más… “Legal”— Tú lo hiciste conmigo y no creo que te sientas mal.

—Eso, Sergio, sabes que estuvo mal. Nos lo pasamos de maravilla y lo volvería a hacer porque te amo. Sin embargo, no quiero que copies mis errores, una cosa es lo que yo haga, pero tú no te tienes que escudar en mí para pensar que querer engañar a tu pareja está bien.

El joven cerró los ojos con el cuerpo algo agitado. Su calentura mañanera, le había hecho cometer el error de querer a toda costa la “bendición” de su tía. Esperaba ganarse el sí, sin embargo, su contestación había sido un portazo en los morros.

—Tienes razón, tía. Siento si te moleste, perdona.

—Nunca molestas, cariño. Yo ya cometí el error, tú puedes elegir. —Carmen sintiendo que la conversación podía dar lugar a un cambio de opinión en Sergio, le dejó una cosa clara— Eso sí, una cosa te digo. Si tienes pensado hacer algo como engañar a tu pareja… solo te lo permito si coges el coche, vienes aquí y pasas la tarde conmigo, de ninguna otra manera, ¿entiendes?

—O sea… —Sergio escribía mientras se reía— ¿contigo sí, pero con otras no?

—Exacto, ¿algún problema? —paró para volver a escribir— Por cierto, me compré una taza de café nueva, le dije a Pedro que me la habías regalado, ¿te gusta?

La foto llegó y Sergio contempló una taza de color negro con unas letras en dorado que decía “para la mejor tía del mundo”. Aunque la frase era lo de menos, la camiseta básica que llevaba como pijama, había sido bajada por debajo de los senos y uno de sus pechos escapaba. Se veía tan magnífico como el joven los recordaba, tan perfecto, tan redondo, tan mullido. La taza de café de la mujer echaba humo sin parar debido al ardiente café y a kilómetros de distancia, Sergio también estaba que ardía.

—ME ENCANTA. Te echo tanto de menos.

—Y yo a ti, cariño. Hablamos ¿vale? Que tengo que vestirme.

—Yo voy a la ducha que necesito pensar en ti.

—Dios… Sergio… Te amo.

—Y yo.

El joven cumplió su palabra y en la ducha, gracias a la foto de su tía y los recuerdos vividos de sus vacaciones, descargó con unas ganas que le dejaron tembloroso. Tuvo que pausar su cuerpo bajo el agua caliente, y sintiendo que todo volvía a la normalidad, se duchó con calma recordando lo mucho que quería a su tía.

La conversación con Carmen le había tranquilizado en sus pensamientos de infidelidad, “total solo son suposiciones” se decía una y otra vez en su cabeza. “Solo eran palabras que malinterpreté, quizá por la falta de buen sexo…”. Sin embargo, otra cosa luchaba desde lo profundo de su cuerpo, esa foto en bikini que tanto le había gustado. Alicia posaba con gafas de sol para una cámara deseosa por más instantáneas, y en su plena juventud era todavía un fruto por abrir, “la niña… no está nada mal…”.

CONTINUARÁ


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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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