AVENTURAS Y DESVENTURAS HÚMEDAS. Primera Etapa 12

Después del sexo… ¿Cómo amanecerán?

Con los primeros rayos que entraron por la ventana, Sergio amaneció. Se tuvo que desperezar en varios minutos hasta que logró sentarse en la cama, meditando todavía si lo de ayer fue algo real o todo había sido fruto de su imaginación. Los restos secos que perduraban en su entrepierna demostraron la realidad.

Cogió el móvil comprobando que todavía eran las nueve de la mañana. Las mujeres de la casa, obviamente, tardarían en despertar y por no molestarlas, se puso un bañador y bajó directamente a la piscina.

El chapuzón le hizo despertar por completo. El agua todavía algo fría de la noche consiguió que su cerebro se activara por completo y también, quitarle el olor a sexo que parecía perseguirle. El pequeño baño había sido una gran opción, no le hacía gracia pasearse con aquel olor por la casa, no por su tía, sino más bien por Mari “no vaya a olerlo”.

El agua le ayudó a reactivar todo el cuerpo ya no tenía ni ese olor ni el poco sueño que aún quedaba en su cuerpo. Se secó con rapidez, aunque el sol comenzaba a calentar con rapidez, todavía la temperatura era más que normal y no quería coger frío, no era momento para ponerse malo.

Volvió a la casa para desayunar unas frutas que cogió en la cocina. Puso la tele sentándose en el sofá para relajar sus músculos como si estuviera cansado, pero en realidad lo estaba. Mientras mordía la pera de su mano, rememoraba cada imagen del día anterior. Las tenía grabadas a fuego y sabía que no se le olvidarían jamás, solo una cosa se le clavaba como una espina, “¿pasará de nuevo?”. Casi rezaba por ello, aunque la realidad era que su tía lo había hecho con el mientras estaba borracha, quizá serena la cosa cambiara.

Escuchó un ruido en la planta de arriba que le hizo salirse de sus pensamientos. La curiosidad le pudo y decidió subir por si alguien se estaba levantando, su mente y su entrepierna por fin de acuerdo pedían que Carmen estuviera despierta.

La habitación de su madre estaba cerrada y bajo la rendija de la puerta no se apreciaba ninguna luz. Recordaba que al despedirla a la noche, la habitación estaba completamente a oscuras, por lo que si todo seguía igual, ella estaba dormida. En cambio, la de Carmen sí que asomaba algo de luz natural. Se acercó con nerviosismo, como esa misma madrugada le había sucedido, alzó la mano con decisión y le echó valor golpeando la puerta, no hubo respuesta.

No podía quedarse ahí, decidido, movió el picaporte y entró de sopetón. Repetía los mismos gestos que a la madrugada, pero no había nadie en la habitación. La cama estaba deshecha y la ropa del día anterior estaba puesta en una silla, aunque lo que le importaba era la luz que salía del baño. La puerta estaba entreabierta y el sonido de un cepillo eléctrico le llegó a sus oídos.

Asomó la cabeza después de golpear levemente la madera. Carmen se dio la vuelta y vio la cabeza de su sobrino, antes de girarse sabía que era él. Escupió la pasta de dientes y después de secarse, sonrió al joven a través del reflejo del cristal. Se dio la vuelta y dio tres pasos hacia el muchacho que ya estaba dentro.

—¿Has dormido bien? —Sergio no podía contener la sonrisa, quizá producida por cierta vergüenza.

—¡Qué malo! —añadiendo— Hacia mucho que no dormía tan bien… por cierto, me has dado una idea para el libro.

—¿Si? —preguntó, mientras notaba la mano de su tía acariciándole el pecho.

—Podría introducir algo basado en… lo de ayer —echó un vistazo fuera para después preguntar— ¿has visto a tu madre? ¿Está dormida?

—Creo que sí, no miré dentro, pero no se veía ninguna luz encendida.

—Bien. Bueno… me apetece… —el joven miraba expectante esperando las palabras clave de su tía— ¿me refrescas la memoria sobre lo de ayer?

—Me encantaría.

La mano de Carmen agarró la del joven introduciéndole aún más en el interior del baño y cerrando la puerta tras ellos. Caminaron pegados, mirándose, hasta que el lavabo se topó con el trasero de la mujer.

—Lo recuerdo bien… te lo puedo recordar con detalles —aunque la voz se le quebraba, sus brazos comenzaron a rodearla— tú te tumbaste.

—¿Ah sí?, no me acuerdo, ¿algún dato más? —Carmen se dio la vuelta para que ambos pudieran observarse en el espejo.

—Los dos nos tocamos.

El aliento de Sergio golpeaba en el cuello de la mujer. La piel se le empezó a erizar y al sentir como una mano ajena a las suyas subía por su cadera desnudando la piel que su camiseta tapaba, un cosquilleo anormalmente placentero desbordó en su interior.

—Nada… mal…

La temperatura comenzó a subir. El cuerpo de Carmen como un horno trabajando a destajo echaba humo. Sujetó la mano que subía con calma por su cuerpo y la apretó contra su vientre sintiéndola piel con piel. Echó su cabeza hacia atrás golpeando el hombro del joven, su rostro estaba a pocos centímetros del suyo.

—Cuando estuviste tumbada —la voz era un susurro, un secreto en su oído. Notaba el aire que salía de su boca más que las palabras. Era el tono de voz más meloso que había escuchado, un caramelo para los oídos agitados de la mujer— metí algo dentro de ti…

—¿Qué cosa?

La boca de Sergio se posó con lentitud en el cuello de su tía. Primero un beso, rozándola con sus labios, lento, sentido… después un segundo de la misma forma hizo que Carmen soltara el aire que parecía pesarla.

El espejo le reflejaba a Carmen todo lo que quería ver. Su sobrino había dejado su cuello y volvía a acercar sus labios a la oreja. Los pelos se le ponían de punta y los dientes del joven mordieron con ternura y erotismo su lóbulo, no lo soportaba. Apretó aún más la mano de Sergio contra su vientre queriendo pasar a la siguiente fase, pero esperar valdría la pena.

Pegados a su oído los labios se movieron, el erotismo era máximo. Ambos estaban pegados solamente separados por unas finas telas que les repugnaban, nadie las había invitado a la fiesta. La mujer esperaba lo que su sobrino le tenía que decir, al tiempo que sentía un miembro enorme que chocaba contra su trasero. La espera se le hizo eterna unos segundos inacabables hasta que la garganta ardiente de Sergio emitió el sonido que Carmen deseaba escuchar.

—Mi polla.

La mujer rebuznó poseída por el deseo, pasando con una velocidad inhumana su mano por sus nalgas hasta topar con el acero tan duro que tenía allí abajo. La agarró con fuerza, y más fuerza hubiera hecho, pero sabía que el límite del dolor estaba cerca.

—Es grande…

—Ayer, contigo… se me puso muchísimo. —el masaje que Carmen le estaba haciendo en su pene era demasiado placentero.

—¿Se lo dices a todas? —dijo la mujer por seguir hablando, conocía a su sobrino, no era de esos— ¿ahora… se portará igual de bien que ayer?

Carmen que ya estaba mojada, no soltaba el miembro de Sergio, era su flotador en medio del océano. Seguía sin creerse la locura que cometía, sin embargo, no se podía sentir más feliz, más caliente y más… viva.

Notó como las manos calientes de su sobrino, se introducían bajo la camiseta que usaba como pijama. Subieron rozando su piel, llevando toda la intención de subir hasta sus voluminosos senos y hacer el mismo desempeño que hacia ella en su miembro.

Sus pezones duros y notorios tras la tela, esperaban con ansias que esas manos se posaran en ellos. Carmen se preparaba para sentirlas, para notar un apretón que le hiciera gemir de placer, en cambio, escuchó algo.

Un golpe secó se escuchó en la puerta, algo muy leve, que sumidos en su mundo erótico apenas sintieron, sin embargo, ambos se quedaron petrificados. Sabían lo que pasaba, lo entendieron casi antes de que sucediera, Mari estaba en la habitación.

Por un momento, ninguno de los dos respiró. La mano de Carmen siguió en su sitio y las manos del joven, tan cerca de los senos de su tía se quedaron quietas, sin gasolina para moverse. Los pasos se escucharon muy cerca, demasiado cerca… la madre de Sergio habría visto el halo de luz que salía de debajo de la puerta del baño y comenzó a caminar en esa dirección.

El corazón les comenzó a funcionar de forma acelerada, se separaron repelidos por una fuerza invisible. Carmen saltó hacia la puerta de madera y con rapidez, pero también con sumo cuidado, colocó el pestillo apoyándose después en esta como si la fueran a tirar abajo. Las aletas de la nariz de la mujer se abrían y cerraban de forma salvaje, observaba a su sobrino como se sentaba en el retrete como agazapado esperando lo inevitable. La mirada de ambos se cruzó, una mirada de ¿y ahora qué? Podrían haber disimulado, no era una cuestión complicada, pero habían actuado erróneamente, ahora podían pagarlo. Justo en ese instante, en la madera donde la espalda de Carmen se apoyaba, sonaron dos golpes.

—¿Carmen, estás visible? —la mujer no contestó y movió el dedo índice a los labios pidiendo silencio a su sobrino— Carmen, te he visto cerrar la puerta.

Movió los labios en silencio aunque Sergio pudo intuir perfectamente que había maldecido “mierda”. Su madre sabía que su hermana estaba ahí dentro, aunque menos mal que no se imagina que estaba con su hijo.

—Sí, cielo, pero estoy ocupada.

—Necesito hablar contigo, es que me encuentro un poco mal.

Carmen interesada en saber que le pasaba a su hermana y suponiendo que no había visto a Sergio, siguió fingiendo que nada pasaba. La preguntó al mismo tiempo que fijaba la vista en el bulto de su sobrino que no bajaba.

—¿Qué te pasa?

—No estoy bien, llevo un rato en cama. —a Carmen se le paró el corazón pensando que igual les podía haber escuchado—Es por la fiesta de ayer… me lo pasé fenomenal, pero llegamos a casa y no sé… me siento un poco mal. Creo que di una imagen a Sergio no sé…—este se levantó, deslizando sus pies por los azulejos para no hacer ruido y poder escuchar. Su tía le puso la mano en el pecho para que no se acercase más… ya estaba muy cerca de ella. Sintió su corazón golpear en el pecho con fuerza— es que iba bien borracha… y bueno, aparte de eso, he pensado un poco lo que me dijiste del tema del cariño y puede que sea verdad. Debería demostrárselo más a menudo, me siento mala madre.

—No te preocupes porque te vea así, peor acabará él, seguro… —le sacó una sonrisa al muchacho— y tranquila, cariño, sabe que le quieres.

—Sentir ese abrazo… ese beso… me encantó, no sabes hasta qué punto. Fue como sentir un cariño que me había negado a mí misma… creo que digo bobadas, igual sigo borracha. —se la escuchó reír tras la puerta— Creo que debería cambiar, no solo con él, sino con todos —calló un momento y después, añadió algo incrédula— oye, una duda. Tengo una imagen, pero no me acuerdo bien… ¿Me metió en la cama?

Sergio sonrió al escuchar lo poco que recordaba su madre ese momento. Aunque viendo a su tía en frente, prefirió más que rememorar como metía a su madre en la cama, rodearla con los brazos. Carmen intentó negarse, con una negativa que obviamente no se creía ni ella misma. Les volvía la calentura que el susto les había arrebatado. Una vez que su sobrino la atrapó entre sus brazos y su cuerpo, no quiso que la soltase jamás.

—Sí, te metió en la cama —su voz sonó con algo de esfuerzo juguetón por separarse un poco de Sergio— te quitó la ropa y después, fue a dormir, un buen hijo.

—¡Qué violento! Me ve borracha y después, me desnuda… para meterme en cama, la madre del año.

Los brazos de Sergio sujetaron la cintura de Carmen mientras esta se rendía a seguir zafándose en el juego del gato y el ratón. Según se detuvo, los besos del chico volvieron al trabajo que habían dejado a medias, topando con unos húmedos labios el cuello de su tía.

—No, tranquila, cielo. —su pasión volvía y el ardor sexual se apoderaba de nuevo de su cuerpo. Incrustó las uñas en la pierna de su sobrino al notar la tremenda herramienta que volvía a posarse entre sus nalgas— es más, seguro que se llevó una buena impresión.

—¿Por qué lo dices?

Carmen apenas podía hablar con claridad, debía hacer un esfuerzo titánico no lanzarse encima de la entrepierna de Sergio. Este en cambio, estaba gozando sometiendo a su tía a semejante tortura.

—Porque, chica, te vio feliz, alegre, como tú eres…

Las risas de Mari se escucharon a través de la puerta y Carmen tuvo que morderse el labio para no gemir cuando la mano de Sergio le agarró el trasero con fuerza. Dio la vuelta a su cabeza, para que quedara tan cerca de los labios del muchacho que ambos podían sentir el aliento en la piel del otro. Movió sus labios de nuevo, queriendo decirle algo que le hubiera gritado en otro momento, sus gruesos labios dibujaron una palabra que su sobrino entendió a la perfección “cabrón”. Estaban en otro mundo, un mundo sexual reservado para ellos dos, mientras en el exterior una risa se detenía y Carmen le añadió.

—Además… tú y yo… —Sergio veía como los ojos azules de su tía se le clavaban como puñales, mientras la brisa caliente salida de su boca le secaba los labios— ganamos desnudas. —el joven le asintió rogando por besarla.

—¡Calla por dios! —alguna pequeña risotada trataba de cortarla el habla— que es mi hijo, no creo que nos vea así.

Sergio movió una mano hasta el rostro de Carmen, posándola en su mejilla y haciendo que esta no le dejase de mirar, sus labios estaban a milímetros. A Sergio se le ocurrió que decirle en ese momento algo a su madre sería gracioso, un poco de pimienta al juego que llevan los dos dentro del baño. Moviendo con cuidado los labios y en un tono casi imperceptible añadió.

—Dila, que aparte de hijo, también soy hombre… —al oír eso, la respiración agitada de Carmen se volvió incontrolable.

—Ya… pero, aparte de tu hijo, también es un hombre… —no podía dejar de mirar los ojos del chico— seguro que no le desagradaría. —casi jadeaba al hablar, no pensaba en su hermana, solo en el muchacho que la hacía arder, ¿estaba más caliente que la noche anterior? Ella misma tenía la respuesta. Por supuesto que sí.

No hubo más que silencio durante unos segundos, los dos amates no lo tuvieron en cuenta, apenas sentían la presencia de Mari en el exterior, eran ellos solos en el mundo. Hasta que de nuevo, la mujer, con una voz algo desconcertada les recordó su presencia.

—No sé, Carmen… oye, ¿estás bien?

—Sí, sí —respondió fingiendo serenidad— es que… me has pillado cagando —sollozó de manera casi audible por otro apretón en su nalga— déjame, por favor, que ahora acabo.

—Vale, vale, perdona. Ahora nos vemos.

Los pasos se fueron alejando mientras los dos en el interior del baño se mantenían inmóviles al igual que cuando llegó Mari. Una vez se aseguraron que la otra mujer de la casa no estaba, Carmen apartó contra la puerta a su sobrino.

—Te mato, eres un sin vergüenza… cabronazo… —las palabras sonaban ofensivas, pero la sonrisa pícara y los ojos azules salvajes de Carmen decían otra cosa— un poco más y… no lo sabes bien. Te la hubiera sacado aquí mismo.

—Haberlo hecho… —le dijo su sobrino con el rostro encendido.

—Sí, claro, y tu madre detrás de la puerta. —le agarró fuerte por la mitad de su camiseta para después pasar su mano con dulzura por el bulto de sus pantalones— vete a la ducha ahora mismo, y baja después que yo. Esta te la devuelvo, ¡marcha!

Liberándole de su agarre, Sergio obediente marchó como le habían ordenado, no sin antes mandarla un beso por el aire a su tía, el cual recogió con sumo placer. “Empieza bien el día” pensaron al unísono.

CONTINUARÁ


Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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Picando Entre Horas Vol. 1

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