Aventuras pueriles

Un joven fantasea mientras descubre su sexualidad.

No podía evitar fijar mi mirada en él. Era un hombre alto velludo, que lucía una barba corta y le faltaba cabello en su cabeza. Usaba unas gafas pequeñas que le daban ese interesante aspecto de intelectual que me fascinaba.

Era mi profesor de religión, un hombre inteligente, severo pero a la vez divertido, capaz de burlarse de ti sin que te percates siquiera y hasta lo disfrutes, no sé cuándo ni cómo mi voluntad se rindió a su encantadora presencia, cómo se me metió en la mente ese hombre que podía ser mi papá.

Imaginando su verga que debía ser proporcional a sus 1, 87 metros de estatura entre mis manos, tratando de atraparla, de abarcarla, ocultos en el último recodo del salón, se me endurecía como barra de acero mi pequeña polla adolescente. Justo después de su clase tenía que pedirle permiso para atender una necesidad urgente, corría hacia el baño y aprovechando la soledad de las horas de clase me echaba una paja deliciosa a nombre de mi profe, imaginándome entre sus brazos peludos entregados al sexo salvaje. La venida era rica, sentía mi semen caliente en las manos e imaginaba que era el suyo, soñaba con tragarme toda su virilidad. El peligro de ser descubierto me excitaba más y a veces hasta tenía que castigármela dos veces para poder regresar tranquilo al salón.

A los trece añitos las hormonas rebullen en nuestro interior como agua hirviente, es normal tocarse con los amigos, explorar; tempranamente estaba encontrando mi destino, mis gustos y tendencias. Con algunos compañeros teníamos juegos muy calientes, después de jugar con el play jugábamos con nuestros cuerpos, nos hacíamos una que otra paja y practicábamos los besos que le daríamos a las niñas, pero nunca pasábamos de allí.

Me encantaba que el profe caminara por el salón, sobre todo cuando se paraba detrás de mí y sentía ese corrientazo que me recorría el cuerpo y si me tocaba, así fuera un hombro de inmediato se me levantaba la verga, era una cuestión química entre mi profe y yo, a veces pensaba que lo hacía con intención para ponerme a mil por hora. Definitivamente mi inocencia estaba terminando, mis instintos y deseos se movilizaban todos hacia él. Se me estaba convirtiendo en mi obsesión secreta mi profe de religión, la cabeza se me estaba llenando de sexo, se despertaba en mí un pequeño putito dispuesto a lo que fuera por satisfacer su sed de sexo.

Los salones de bachillerato son como pailas ardientes, donde se cocina la lujuria, el sexo, la pasión. Se puede respirar sexo en todos los rincones, en los gestos, en las tocadas, en las palabras de doble sentido que están siempre en el ambiente. Recuerdo especialmente los días en que tocaba educación física, yo disfrutaba mirando discretamente a mis compañeros que ya se estaban formando, mientras se cambiaban para hacer deporte, disfrutaba viendo sus piernas con sus cortos vellitos naciendo, sus abdómenes ya bien formados, su piel suave y sus culitos aun paraditos y vírgenes. A algunos se les notaba un bulto rico, no podía evitar quedarme lelo contemplando el espectáculo, a veces tenía el privilegio de verles una tremenda erección, me provocaba acercarme a bajárselas. Ahora me viene a la mente mi profe de educación física, tenía un cuerpazo supe desarrollado era un semental, un macho incompasivo que nos hacía darle vueltas a la cancha de futbol hasta que desmayáramos.

Ese tipo exhalaba morbo por sus poros, muchas veces lo descubrí observando a mis compañeras, las miraba con ganas y se masajeaba la verga sin pudor alguno. Y yo deseando que me mirara, que se hipnotizara con mi culo, fantaseaba también con este profe, aunque era un guache, una bestia no caía mal una tiradita, un polvazo delicioso.

Me imaginaba que me cogía por la fuerza…que tenía que ir a su oficina a pedirle que me ayudara con la nota pues iba perdiendo la materia, su oficina quedaba en el sótano del colegio, por la zona de parqueaderos que casi siempre estaba desolada: Al final de la jornada fui hasta allá toque la puerta y desde adentro una voz grave me hizo seguir, me miró y me pregunté qué deseaba. Le conté mi problema e inesperadamente me lanzó una pregunta muy extraña ¿qué harías para pasar? , lo que sea profe…solo diga. Muy bien, entonces desnúdese joven, yo hice cara de no creerlo pero el insistió, pensé que tal vez tenía que ver con algún ejercicio y me quedé en pantaloneta, pero me hizo quedar totalmente desnudo.

La cosa se empezó a poner interesante, sin embargo sentía algo de miedo pues era la primera vez que estaba en esa situación. El profe me observó fijamente y se acarició su bulto entonces me ordenó que me acariciara, empecé a tocarme el pecho y las tetillas, me unte saliva en ellas y se me pusieron duritas, me pasé la mano por el culo y con mi dedo me acaricié el ano, luego pase a la verga que se me fue levantando, me olvidaba que el profe estaba allí hasta que sentí su mano sobre mi hombro, el profe sin decir nada me miró como siempre había deseado que me mirara, con tremendo morbo. Me puso de rodillas y me ordenó: "chúpame la verga putita". No me gustó para nada como me llamó, como no obedecí me tomó la cara y me obligó a abrir la boca, "hazlo puta". Se sacó el pantalón y la introdujo toda, por primera vez tenía una verga en la boca, lo hice con timidez, me metí la punta de su tremenda polla y la besé varias veces, él me dijo parcamente "chupa como si fuera una paleta", entendí de inmediato el mensaje y empecé el mete y saca. Como buen estudiante seguí las instrucciones del maestro, procedí a realizar el ejercicio sin ninguna resistencia. Al principio no sabía qué hacer con ese pedazo de carne dura en mi boca, pero poco a poco como un don natural fui haciendo mi tarea.

Rodee con mi lengua la cabeza de su verga que parecía que estallaba, él emitía tímidos gemidos, luego bajé lentamente por su tronco y me la llevé hasta el fondo apretándola en mi boca hasta la raíz, el se dejó caer sobre el escritorio y se entregó a mí. Vamos nene así… casi gritaba con desesperación mi profe, supe que estaba haciendo muy bien el ejercicio y me calentaba cada vez más, ya no me importaban las arcadas, sólo quería escuchar los gritos de mi profe rendido a mis pies. Me ponía muy arrecho pensar que lo dominaba con mi espectacular mamada.

El profe empujaba mi cabeza con fuerza, yo sentía que me venía sin siquiera tocarme cada vez que esa vergota entraba en mi boca y violaba mi garganta, empecé a sentir fuertes pulsaciones de la verga en mi boca e imaginé lo que venía. El profe gemía y me decía cochinadas que en este momento me excitaban. Me alimentaba con locura de ese rico manjar, el profe entre sus gemidos me aviso: " ya vengo…me vengo", entonces quise retirarme pero el me empujó hacia su polla, disparó toda su leche en mi garganta, sentí que me atragantaba y la pase rápidamente, me asquee y quise retirarme pero una nueva orden me hizo detenerme, "límpiamela con la lengua" dijo- Obedecí de inmediato, le repasé toda la verga con la lengua hasta que quedó reluciente. Él se subió los pantalones y me ordenó que me vistiera. –Profe y mi nota- su nota joven, es excelente, eres la mejor mamadora del colegio, ahora lárgate de aquí.

Ah….sonó el timbre, se me acabó la hora de matemáticas y mi fantasía con mi profe de educación física también.